30 November 2022

El 30 de noviembre Lectura Bíblica Diaria

El Mensaje de la Cruz

Sonidos del aire libre 



El 30 de noviembre Lectura Bíblica Diaria:
 
2 Samuel 20-22:
20 Aconteció que se hallaba allí un hombre perverso que se llamaba Seba hijo de Bicri, hombre de Benjamín, el cual tocó la trompeta, y dijo: No tenemos nosotros parte en David, ni heredad con el hijo de Isaí. ¡Cada uno a su tienda, Israel! Así todos los hombres de Israel abandonaron a David, siguiendo a Seba hijo de Bicri; mas los de Judá siguieron a su rey desde el Jordán hasta Jerusalén. Y luego que llegó David a su casa en Jerusalén, tomó el rey las diez mujeres concubinas que había dejado para guardar la casa, y las puso en reclusión, y les dio alimentos; pero nunca más se llegó a ellas, sino que quedaron encerradas hasta que murieron, en viudez perpetua. Después dijo el rey a Amasa: Convócame a los hombres de Judá para dentro de tres días, y hállate tú aquí presente. Fue, pues, Amasa para convocar a los de Judá; pero se detuvo más del tiempo que le había sido señalado. Y dijo David a Abisai: Seba hijo de Bicri nos hará ahora más daño que Absalón; toma, pues, tú los siervos de tu señor, y vé tras él, no sea que halle para sí ciudades fortificadas, y nos cause dificultad. Entonces salieron en pos de él los hombres de Joab, y los cereteos y peleteos y todos los valientes; salieron de Jerusalén para ir tras Seba hijo de Bicri. Y estando ellos cerca de la piedra grande que está en Gabaón, les salió Amasa al encuentro. Y Joab estaba ceñido de su ropa, y sobre ella tenía pegado a sus lomos el cinto con una daga en su vaina, la cual se le cayó cuando él avanzó. Entonces Joab dijo a Amasa: ¿Te va bien, hermano mío? Y tomó Joab con la diestra la barba de Amasa, para besarlo. Y Amasa no se cuidó de la daga que estaba en la mano de Joab; y éste le hirió con ella en la quinta costilla, y derramó sus entrañas por tierra, y cayó muerto sin darle un segundo golpe. Después Joab y su hermano Abisai fueron en persecución de Seba hijo de Bicri. Y uno de los hombres de Joab se paró junto a él, diciendo: Cualquiera que ame a Joab y a David, vaya en pos de Joab. Y Amasa yacía revolcándose en su sangre en mitad del camino; y todo el que pasaba, al verle, se detenía; y viendo aquel hombre que todo el pueblo se paraba, apartó a Amasa del camino al campo, y echó sobre él una vestidura. Luego que fue apartado del camino, pasaron todos los que seguían a Joab, para ir tras Seba hijo de Bicri. Y él pasó por todas las tribus de Israel hasta Abel-bet-maaca y todo Barim; y se juntaron, y lo siguieron también. Y vinieron y lo sitiaron en Abel-bet-maaca, y pusieron baluarte contra la ciudad, y quedó sitiada; y todo el pueblo que estaba con Joab trabajaba por derribar la muralla. Entonces una mujer sabia dio voces en la ciudad, diciendo: Oíd, oíd; os ruego que digáis a Joab que venga acá, para que yo hable con él. Cuando él se acercó a ella, dijo la mujer: ¿Eres tú Joab? Y él respondió: Yo soy. Ella le dijo: Oye las palabras de tu sierva. Y él respondió: Oigo. Entonces volvió ella a hablar, diciendo: Antiguamente solían decir: Quien preguntare, pregunte en Abel; y así concluían cualquier asunto. Yo soy de las pacíficas y fieles de Israel; pero tú procuras destruir una ciudad que es madre en Israel. ¿Por qué destruyes la heredad de Jehová? Joab respondió diciendo: Nunca tal, nunca tal me acontezca, que yo destruya ni deshaga. La cosa no es así: mas un hombre del monte de Efraín, que se llama Seba hijo de Bicri, ha levantado su mano contra el rey David; entregad a ése solamente, y me iré de la ciudad. Y la mujer dijo a Joab: He aquí su cabeza te será arrojada desde el muro. La mujer fue luego a todo el pueblo con su sabiduría; y ellos cortaron la cabeza a Seba hijo de Bicri, y se la arrojaron a Joab. Y él tocó la trompeta, y se retiraron de la ciudad, cada uno a su tienda. Y Joab se volvió al rey a Jerusalén. Así quedó Joab sobre todo el ejército de Israel, y Benaía hijo de Joiada sobre los cereteos y peleteos, y Adoram sobre los tributos, y Josafat hijo de Ahilud era el cronista. Seva era escriba, y Sadoc y Abiatar, sacerdotes, e Ira jaireo fue también sacerdote de David. 21 Hubo hambre en los días de David por tres años consecutivos. Y David consultó a Jehová, y Jehová le dijo: Es por causa de Saúl, y por aquella casa de sangre, por cuanto mató a los gabaonitas. Entonces el rey llamó a los gabaonitas, y les habló. (Los gabaonitas no eran de los hijos de Israel, sino del resto de los amorreos, a los cuales los hijos de Israel habían hecho juramento; pero Saúl había procurado matarlos en su celo por los hijos de Israel y de Judá.) Dijo, pues, David a los gabaonitas: ¿Qué haré por vosotros, o qué satisfacción os daré, para que bendigáis la heredad de Jehová? Y los gabaonitas le respondieron: No tenemos nosotros querella sobre plata ni sobre oro con Saúl y con su casa; ni queremos que muera hombre de Israel. Y él les dijo: Lo que vosotros dijereis, haré. Ellos respondieron al rey: De aquel hombre que nos destruyó, y que maquinó contra nosotros para exterminarnos sin dejar nada de nosotros en todo el territorio de Israel, dénsenos siete varones de sus hijos, para que los ahorquemos delante de Jehová en Gabaa de Saúl, el escogido de Jehová. Y el rey dijo: Yo los daré. Y perdonó el rey a Mefi-boset hijo de Jonatán, hijo de Saúl, por el juramento de Jehová que hubo entre ellos, entre David y Jonatán hijo de Saúl. Pero tomó el rey a dos hijos de Rizpa hija de Aja, los cuales ella había tenido de Saúl, Armoni y Mefi-boset, y a cinco hijos de Mical hija de Saúl, los cuales ella había tenido de Adriel hijo de Barzilai meholatita, y los entregó en manos de los gabaonitas, y ellos los ahorcaron en el monte delante de Jehová; y así murieron juntos aquellos siete, los cuales fueron muertos en los primeros días de la siega, al comenzar la siega de la cebada. Entonces Rizpa hija de Aja tomó una tela de cilicio y la tendió para sí sobre el peñasco, desde el principio de la siega hasta que llovió sobre ellos agua del cielo; y no dejó que ninguna ave del cielo se posase sobre ellos de día, ni fieras del campo de noche. Y fue dicho a David lo que hacía Rizpa hija de Aja, concubina de Saúl. Entonces David fue y tomó los huesos de Saúl y los huesos de Jonatán su hijo, de los hombres de Jabes de Galaad, que los habían hurtado de la plaza de Bet-sán, donde los habían colgado los filisteos, cuando los filisteos mataron a Saúl en Gilboa; e hizo llevar de allí los huesos de Saúl y los huesos de Jonatán su hijo; y recogieron también los huesos de los ahorcados. Y sepultaron los huesos de Saúl y los de su hijo Jonatán en tierra de Benjamín, en Zela, en el sepulcro de Cis su padre; e hicieron todo lo que el rey había mandado. Y Dios fue propicio a la tierra después de esto. Volvieron los filisteos a hacer la guerra a Israel, y descendió David y sus siervos con él, y pelearon con los filisteos; y David se cansó. E Isbi-benob, uno de los descendientes de los gigantes, cuya lanza pesaba trescientos siclos de bronce, y quien estaba ceñido con una espada nueva, trató de matar a David; mas Abisai hijo de Sarvia llegó en su ayuda, e hirió al filisteo y lo mató. Entonces los hombres de David le juraron, diciendo: Nunca más de aquí en adelante saldrás con nosotros a la batalla, no sea que apagues la lámpara de Israel. Otra segunda guerra hubo después en Gob contra los filisteos; entonces Sibecai husatita mató a Saf, quien era uno de los descendientes de los gigantes. Hubo otra vez guerra en Gob contra los filisteos, en la cual Elhanán, hijo de Jaare-oregim de Belén, mató a Goliat geteo, el asta de cuya lanza era como el rodillo de un telar. Después hubo otra guerra en Gat, donde había un hombre de gran estatura, el cual tenía doce dedos en las manos, y otros doce en los pies, veinticuatro por todos; y también era descendiente de los gigantes. Este desafió a Israel, y lo mató Jonatán, hijo de Simea hermano de David. Estos cuatro eran descendientes de los gigantes en Gat, los cuales cayeron por mano de David y por mano de sus siervos. 22 Habló David a Jehová las palabras de este cántico, el día que Jehová le había librado de la mano de todos sus enemigos, y de la mano de Saúl. Dijo:
Jehová es mi roca y mi fortaleza, y mi libertador; Dios mío, fortaleza mía, en él confiaré;
Mi escudo, y el fuerte de mi salvación, mi alto refugio;
Salvador mío; de violencia me libraste. Invocaré a Jehová, quien es digno de ser alabado,
Y seré salvo de mis enemigos. Me rodearon ondas de muerte,
Y torrentes de perversidad me atemorizaron. Ligaduras del Seol me rodearon;
Tendieron sobre mí lazos de muerte. En mi angustia invoqué a Jehová,
Y clamé a mi Dios;
El oyó mi voz desde su templo,
Y mi clamor llegó a sus oídos. La tierra fue conmovida, y tembló,
Y se conmovieron los cimientos de los cielos;
Se estremecieron, porque se indignó él. Humo subió de su nariz,
Y de su boca fuego consumidor;
Carbones fueron por él encendidos. E inclinó los cielos, y descendió;
Y había tinieblas debajo de sus pies. Y cabalgó sobre un querubín, y voló;
Voló sobre las alas del viento. Puso tinieblas por su escondedero alrededor de sí;
Oscuridad de aguas y densas nubes. Por el resplandor de su presencia se encendieron carbones ardientes. Y tronó desde los cielos Jehová,
Y el Altísimo dio su voz; Envió sus saetas, y los dispersó;
Y lanzó relámpagos, y los destruyó. Entonces aparecieron los torrentes de las aguas,
Y quedaron al descubierto los cimientos del mundo;
A la reprensión de Jehová,
Por el soplo del aliento de su nariz. Envió desde lo alto y me tomó;
Me sacó de las muchas aguas. Me libró de poderoso enemigo,
Y de los que me aborrecían, aunque eran más fuertes que yo. Me asaltaron en el día de mi quebranto;
Mas Jehová fue mi apoyo, Y me sacó a lugar espacioso;
Me libró, porque se agradó de mí. Jehová me ha premiado conforme a mi justicia;
Conforme a la limpieza de mis manos me ha recompensado. Porque yo he guardado los caminos de Jehová,
Y no me aparté impíamente de mi Dios. Pues todos sus decretos estuvieron delante de mí,
Y no me he apartado de sus estatutos. Fui recto para con él,
Y me he guardado de mi maldad; Por lo cual me ha recompensado Jehová conforme a mi justicia;
Conforme a la limpieza de mis manos delante de su vista. Con el misericordioso te mostrarás misericordioso,
Y recto para con el hombre íntegro. Limpio te mostrarás para con el limpio,
Y rígido serás para con el perverso. Porque tú salvas al pueblo afligido,
Mas tus ojos están sobre los altivos para abatirlos. Tú eres mi lámpara, oh Jehová;
Mi Dios alumbrará mis tinieblas. Contigo desbarataré ejércitos,
Y con mi Dios asaltaré muros. En cuanto a Dios, perfecto es su camino,
Y acrisolada la palabra de Jehová.
Escudo es a todos los que en él esperan. Porque ¿quién es Dios, sino sólo Jehová?
¿Y qué roca hay fuera de nuestro Dios? Dios es el que me ciñe de fuerza,
Y quien despeja mi camino; Quien hace mis pies como de ciervas,
Y me hace estar firme sobre mis alturas; Quien adiestra mis manos para la batalla,
De manera que se doble el arco de bronce con mis brazos. Me diste asimismo el escudo de tu salvación,
Y tu benignidad me ha engrandecido. Tú ensanchaste mis pasos debajo de mí,
Y mis pies no han resbalado. Perseguiré a mis enemigos, y los destruiré,
Y no volveré hasta acabarlos. Los consumiré y los heriré, de modo que no se levanten;
Caerán debajo de mis pies. Pues me ceñiste de fuerzas para la pelea;
Has humillado a mis enemigos debajo de mí, Y has hecho que mis enemigos me vuelvan las espaldas,
Para que yo destruyese a los que me aborrecen. Clamaron, y no hubo quien los salvase;
Aun a Jehová, mas no les oyó. Como polvo de la tierra los molí;
Como lodo de las calles los pisé y los trituré. Me has librado de las contiendas del pueblo;
Me guardaste para que fuese cabeza de naciones;
Pueblo que yo no conocía me servirá. Los hijos de extraños se someterán a mí;
Al oír de mí, me obedecerán. Los extraños se debilitarán,
Y saldrán temblando de sus encierros. Viva Jehová, y bendita sea mi roca,
Y engrandecido sea el Dios de mi salvación. El Dios que venga mis agravios,
Y sujeta pueblos debajo de mí; El que me libra de enemigos,
Y aun me exalta sobre los que se levantan contra mí;
Me libraste del varón violento. Por tanto, yo te confesaré entre las naciones, oh Jehová,
Y cantaré a tu nombre. El salva gloriosamente a su rey,
Y usa de misericordia para con su ungido,
A David y a su descendencia para siempre.
 

Salmo 51:
Dios mío, por tu gran misericordia, ¡ten piedad de mí!; por tu infinita bondad, ¡borra mis rebeliones! Lávame más y más de mi maldad; ¡límpiame de mi pecado! Reconozco que he sido rebelde; ¡mi pecado está siempre ante mis ojos! Contra ti, y sólo contra ti, he pecado; ¡ante tus propios ojos he hecho lo malo! Eso justifica plenamente tu sentencia, y demuestra que tu juicio es impecable. ¡Mírame! ¡Yo fui formado en la maldad! ¡Mi madre me concibió en pecado! ¡Mírame! Tú amas la verdad en lo íntimo; ¡haz que en lo secreto comprenda tu sabiduría! ¡Purifícame con hisopo, y estaré limpio! ¡Lávame, y estaré más blanco que la nieve! ¡Lléname de gozo y alegría, y revivirán estos huesos que has abatido! No te fijes ya en mis pecados; más bien, borra todas mis maldades. Dios mío, ¡crea en mí un corazón limpio! ¡Renueva en mí un espíritu de rectitud! ¡No me despidas de tu presencia, ni quites de mí tu santo espíritu! ¡Devuélveme el gozo de tu salvación! ¡Dame un espíritu dispuesto a obedecerte! Así instruiré a los pecadores en tus caminos; así los pecadores se volverán a ti. Dios mío, Dios de mi salvación, ¡líbrame de derramar sangre, y mi lengua proclamará tu justicia! Abre, Señor, mis labios, y mi boca proclamará tu alabanza. Aún si yo te ofreciera sacrificios, no es eso lo que quieres; ¡no te agradan los holocaustos! Los sacrificios que tú quieres son el espíritu quebrantado; tú, Dios mío, no desprecias al corazón contrito y humillado. Por tu bondad, trata bien a Sión; ¡reconstruye las murallas de Jerusalén! Te agradarás entonces con los sacrificios que mereces, con los holocaustos y ofrendas del todo quemadas; se ofrecerán entonces becerros sobre tu altar. 
 

Proverbios 8:
¿Acaso no está llamando la sabiduría? ¿Qué, no deja oír su voz la inteligencia? Se para en las colinas, junto al camino; se queda esperando en las encrucijadas. Deja oír su voz a un lado de las puertas; a la entrada misma de la ciudad exclama: «A ustedes, los hombres, los llamo; a ustedes, los hombres, dirijo mi voz. Muchachos ingenuos, ¡entiendan! Jóvenes necios, ¡recapaciten! ¡Óiganme, que lo que voy a decirles son cosas muy justas e importantes. De mi boca sólo sale la verdad; mis labios aborrecen la mentira. Todas mis palabras son precisas; no hay en ellas dolo ni perversidad. Para los sabios y entendidos, todas ellas son contundentes y razonables. Den cabida a mis correcciones, no a la plata; acepten mis conocimientos, no el oro escogido. Yo, la sabiduría, valgo más que las piedras preciosas! ¡Ni lo más deseable puede compararse conmigo! »Yo, la sabiduría, convivo con la cordura; en mí se hallan el conocimiento y el consejo. El temor del Señor es aborrecer el mal; yo aborrezco la soberbia y la arrogancia, el mal camino y la boca perversa. En mí se hallan el consejo y el buen juicio; yo soy la inteligencia; mío es el poder. Por mí llegan los reyes al trono y los príncipes imparten justicia. Por mí gobiernan los jefes y príncipes, y todos los que rigen con justicia. Yo amo a los que me aman, y dejo que me hallen los que en verdad me buscan. Las riquezas y la honra me acompañan, las verdaderas riquezas y la justicia. Mis frutos son mejores que el oro más refinado; mis ganancias sobrepasan a la  plata escogida. Yo voy por el camino recto; camino por las sendas de la justicia, para dar su herencia a los que me aman, para saturarlos de tesoros. »Desde el principio, el Señor me poseía; desde antes de que empezara sus obras. Desde el principio mismo fui establecida, desde antes de que la tierra existiera. Fui engendrada antes de los abismos, antes de que existieran los grandes manantiales. Fui engendrada antes de que se formaran los montes y las colinas. Aún no había creado él la tierra ni los campos, ni los primeros granos de arena del mundo, ¡y ya estaba yo ahí! Mientras él formaba los cielos y trazaba el arco sobre la faz del abismo, mientras afirmaba las nubes en las alturas, mientras reforzaba las fuentes del abismo, mientras establecía los límites del mar para que las aguas no traspasaran su cauce, ¡mientras afirmaba los fundamentos de la tierra! Yo estaba a su lado, ordenándolo todo, danzando alegremente todos los días, disfrutando siempre de su presencia, regocijándome en la tierra, su creación; ¡deleitándome con el género humano!» Hijos, por favor, ¡escúchenme! ¡Dichosos los que siguen mis caminos! Sean sabios y préstenme atención; no dejen de lado la disciplina. Dichoso el hombre que me escucha y todo el tiempo se mantiene vigilante a las puertas de mi casa. El que me halla, ha encontrado la vida y alcanzado el favor del Señor. El que peca contra mí, se daña a sí mismo; el que me aborrece, ama a la muerte.



El Libro de Los Hechos Capítulo 25 del Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart: 

LOS HECHOS DE LOS APÓSTOLESCAPÍTULO 25
(62 d.C.)
PABLO ANTE FESTO


FESTO pues, entrado en la Provincia (se refiere a que ocupaba la posición de Gobernador en Cesarea), tres días después subió de Cesarea a Jerusalén (según la topografía, él ascendió; pero según la geografía, él descendió; Jerusalén está aproximadamente a 762 metros [2.500 pies] sobre el nivel del mar, mientras que Cesarea, situada en la costa, está sólo a unos cuantos pies sobre el nivel del mar).
2 Y vinieron a él los Principales Sacerdotes y los Dirigentes de los Judíos contra Pablo; y le rogaron (comenzaron a asediar a Festo con repetidas acusaciones contra Pablo),
3 Pidiendo gracia contra él, que le hiciese traer a Jerusalén, poniendo ellos asechanzas para matarle en el camino (expone la idea de que los mismos cuarenta hombres que al principio juraron matar a Pablo deberían ya tomar acción [Hch. 23:16]).
4 Mas Festo respondió, que Pablo estaba guardado en Cesarea, y que él mismo partiría pronto (parece indicar que el Gobernador estaba harto del odio y la hipocresía de los Judíos).
5 Los que de vosotros pueden, dijo desciendan juntamente; y si hay algún crimen en este varón, acúsenle (en efecto, les dijo que Pablo era ciudadano Romano y había que tratarlo como tal).
6 Y deteniéndose entre ellos no más de ocho ó diez días, venido a Cesarea; el siguiente día se sentó en el tribunal, y mandó que Pablo fuese traído (significa que el Gobernador pedía un nuevo proceso oficial; Festo podía hacer esto porque Félix nunca emitió oficialmente un fallo).
7 El cual venido, le rodearon los Judíos que habían venido de Jerusalén (desde luego algunos Judíos de Jerusalén fueron de inmediato a Cesarea para testificar en contra de Pablo), poniendo contra Pablo muchas y graves acusaciones, las cuales no podían probar (indudablemente eran las mismas quejas que se hizo mención unos dos años antes; ellos alegaron que de alguna manera Pablo había violado la Ley Romana que es lo que insinúa el siguiente Versículo, pero Lucas no lo especificó).
8 Alegando él por su parte, Ni contra la ley de los Judíos, ni contra el Templo, ni contra César he pecado en nada (al parecer afirmaban que Pablo había instigado una nueva religión, que, si fuese cierto, estaría en contra de la Ley Romana).
9 Mas Festo, queriendo congraciarse con los Judíos, respondiendo a Pablo, dijo (Festo tenía temor de los líderes Judíos y se daba cuenta que si ellos consentían someter este tipo de acusaciones falsas contra Pablo, no dudarían en hacer lo mismo contra él en Roma), ¿Quieres subir a Jerusalén, y allá ser juzgado de estas cosas delante de mí? (Se refiere al compromiso del Gobernador.)
CÉSAR
10 Y Pablo dijo, Ante el tribunal de César estoy, donde conviene que sea juzgado (el Apóstol ve claramente las intenciones de esta estratagema, sabía que si iba a Jerusalén, los Judíos encontrarían alguna forma de matarlo): a los Judíos no he hecho injuria alguna, como tú sabes muy bien (declara lo que es verdad y lo que Pablo hace hincapié, ¡y con razón!).
11 Porque si alguna injuria, o cosa alguna digna de muerte he hecho, no me niego morir (en efecto, Pablo no intenta tanto en salvar su vida, sino más bien declarar su inocencia): mas si nada hay de las cosas de que éstos me acusan, nadie tiene derecho de entregarme a ellos. A César apelo (quiere decir que es la Voluntad de Dios para comparecer ante César, no ante los Judíos).
12 Entonces Festo, habiendo hablado con el Consejo, respondió (se refiere al asesor legal del Consejo del Gobernador, que desde luego le informó a Festo que se conformara a Pablo de acuerdo a la Ley Romana), ¿A César has apelado? a César irás.
AGRIPA Y FESTO
13 Y pasados algunos días, el rey Agripa (corresponde al segundo hijo de Herodes Agripa que se mencionó en Hch. 12:1) y Berenice (era la hermana de Agripa) vinieron a Cesarea a saludar a Festo (para presentar sus respetos al nuevo Gobernador).
14 Y cuando estuvieron allí muchos días, Festo declaró la causa de Pablo al rey, diciendo (Festo pensó que Herodes tenía un mejor entendimiento de la Ley Judía que él, que era muy cierto), Un hombre ha sido dejado preso por Félix (habla de Pablo):
15 Sobre el cual, cuando fui a Jerusalén, vinieron a mí los Principales Sacerdotes y los Ancianos de los Judíos, pidiendo condenación contra él (quiere decir que los Judíos no querían realmente otro proceso para Pablo, sino más bien querían que Festo aceptara en serio sus acusaciones y pronunciara la pena de muerte a Pablo sin que tuviera otro proceso o investigación).
16 A los cuales respondí, que no es costumbre de los Romanos dar alguno a la muerte antes que el que es acusado tenga presentes sus acusadores (este pagano poseía más sentido común en cuanto a la justicia que los Judíos Religiosos, que eran los que debían entenderla mejor que nadie), y haya lugar de defenderse de la acusación (describe la justicia del Gobierno pagano de Roma, sin embargo, Israel que se suponía ser el escogido de Dios, no demostraba justicia alguna).
17 Así que, habiendo venido ellos juntos acá, sin ninguna dilación, al día siguiente, sentado en el tribunal (como es obvio, Festo hizo el recuento de este episodio al Rey Agripa), mandé traer al hombre.
18 Y estando presentes los acusadores, ningún cargo produjeron de los que yo sospechaba (realmente no entendió sus acusaciones):
19 Solamente tenían contra él ciertas cuestiones acerca de su superstición (lo que realmente estaba diciendo, los de su propia religión están en su contra), y de Un Cierto Jesús (demuestra que Pablo, en su defensa, de buena gana predicó acerca de Jesús al Gobernador y a los Líderes Judíos; en este relato de Lucas, sólo hay un bosquejo breve), difunto, el cual Pablo afirmaba que estaba vivo (declara que la Resurrección era el Milagro más asombroso que el mundo jamás haya conocido; Jesús había sido Crucificado; los archivos Romanos lo confirmaban, y Festo podía corroborarlo si quería; además, los soldados Romanos aseguraron la Tumba; como se declaró, todo esto estaba documentado).
20 Y yo, dudando en cuestión semejante (sin saber cómo decidir a tales preguntas), dije, si quería ir a Jerusalén, y allá ser juzgado de estas cosas.
21 Mas Pablo prefirió apelar a la autoridad de Augusto (Nerón), mandé que le guardasen hasta que le enviara a César.
22 Entonces Agripa dijo a Festo, Yo también quisiera oír a ese hombre. Y él (Festo) dijo, Mañana le oirás.
23 Y al otro día, viniendo Agripa y Berenice rodeados de gran pompa, y entrando en la audiencia con los Comandantes y Principales hombres de la ciudad (el Rey y su hermana tomaron esta oportunidad de permitir a la ciudad de Cesarea ver su gloria), por mandato de Festo, fue traído Pablo (se sugerió que también Lucas asistiera ese día en particular, y fue testigo de todos los debates).
24 Entonces Festo dijo, Rey Agripa, y todos los varones que estáis aquí juntos con nosotros, veis a éste, por el cual toda la multitud de los Judíos me ha demandado en Jerusalén y aquí, dando voces que no conviene que viva más.
25 Mas yo, hallando que ninguna cosa digna de muerte ha hecho, y él mismo apelando a Augusto, he determinado enviarle.
26 Del cual no tengo cierta cosa que escribirle a mi señor (vuelve a referirse a Nerón; el Gobernador se queja de que va a enviar a un hombre a César para un proceso, pero no tenía idea qué decirle al Emperador sobre lo que él había hecho). Por lo que le he sacado a vosotros, y mayormente a ti, O rey Agripa, para que hecha información y yo tenga algo que escribir (espera que el Rey, que es un Judío, pudiera determinar un poco mejor los cargos).
27 Porque fuera de razón me parece enviar un preso, y no informar de las causas (el mundo Romano no halló ninguna falta en Pablo, del mismo modo Pilato no le halló ninguna falta en Jesús; ¡pero el mundo de la religión no deja de hallar faltas!).



Primera Corintios Capítulo 13:
Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.


Hebreos 10:35-12:4
Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida. Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté,  David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre.


Romanos 8:
Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos;  herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.

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29 November 2022

El 29 de noviembre Lectura Bíblica Diaria

Mensaje de la Cruz

Sonidos del aire libre


El 29 de noviembre Lectura Bíblica Diaria:
 
2 Samuel 17-19:
17 Entonces Ahitofel dijo a Absalón: Yo escogeré ahora doce mil hombres, y me levantaré y seguiré a David esta noche, y caeré sobre él mientras está cansado y débil de manos; lo atemorizaré, y todo el pueblo que está con él huirá, y mataré al rey solo. Así haré volver a ti todo el pueblo (pues tú buscas solamente la vida de un hombre); y cuando ellos hayan vuelto, todo el pueblo estará en paz. Este consejo pareció bien a Absalón y a todos los ancianos de Israel. Y dijo Absalón: Llamad también ahora a Husai arquita, para que asimismo oigamos lo que él dirá. Cuando Husai vino a Absalón, le habló Absalón, diciendo: Así ha dicho Ahitofel; ¿seguiremos su consejo, o no? Dí tú. Entonces Husai dijo a Absalón: El consejo que ha dado esta vez Ahitofel no es bueno. Y añadió Husai: Tú sabes que tu padre y los suyos son hombres valientes, y que están con amargura de ánimo, como la osa en el campo cuando le han quitado sus cachorros. Además, tu padre es hombre de guerra, y no pasará la noche con el pueblo. He aquí él estará ahora escondido en alguna cueva, o en otro lugar; y si al principio cayeren algunos de los tuyos, quienquiera que lo oyere dirá: El pueblo que sigue a Absalón ha sido derrotado. Y aun el hombre valiente, cuyo corazón sea como corazón de león, desmayará por completo; porque todo Israel sabe que tu padre es hombre valiente, y que los que están con él son esforzados. Aconsejo, pues, que todo Israel se junte a ti, desde Dan hasta Beerseba, en multitud como la arena que está a la orilla del mar, y que tú en persona vayas a la batalla. Entonces le acometeremos en cualquier lugar en donde se hallare, y caeremos sobre él como cuando el rocío cae sobre la tierra, y ni uno dejaremos de él y de todos los que están con él. Y si se refugiare en alguna ciudad, todos los de Israel llevarán sogas a aquella ciudad, y la arrastraremos hasta el arroyo, hasta que no se encuentre allí ni una piedra. Entonces Absalón y todos los de Israel dijeron: El consejo de Husai arquita es mejor que el consejo de Ahitofel. Porque Jehová había ordenado que el acertado consejo de Ahitofel se frustrara, para que Jehová hiciese venir el mal sobre Absalón. Dijo luego Husai a los sacerdotes Sadoc y Abiatar: Así y así aconsejó Ahitofel a Absalón y a los ancianos de Israel; y de esta manera aconsejé yo. Por tanto, enviad inmediatamente y dad aviso a David, diciendo: No te quedes esta noche en los vados del desierto, sino pasa luego el Jordán, para que no sea destruido el rey y todo el pueblo que con él está. Y Jonatán y Ahimaas estaban junto a la fuente de Rogel, y fue una criada y les avisó, porque ellos no podían mostrarse viniendo a la ciudad; y ellos fueron y se lo hicieron saber al rey David. Pero fueron vistos por un joven, el cual lo hizo saber a Absalón; sin embargo, los dos se dieron prisa a caminar, y llegaron a casa de un hombre en Bahurim, que tenía en su patio un pozo, dentro del cual se metieron. Y tomando la mujer de la casa una manta, la extendió sobre la boca del pozo, y tendió sobre ella el grano trillado; y nada se supo del asunto. Llegando luego los criados de Absalón a la casa de la mujer, le dijeron: ¿Dónde están Ahimaas y Jonatán? Y la mujer les respondió: Ya han pasado el vado de las aguas. Y como ellos los buscaron y no los hallaron, volvieron a Jerusalén. Y después que se hubieron ido, aquéllos salieron del pozo y se fueron, y dieron aviso al rey David, diciéndole: Levantaos y daos prisa a pasar las aguas, porque Ahitofel ha dado tal consejo contra vosotros. Entonces David se levantó, y todo el pueblo que con él estaba, y pasaron el Jordán antes que amaneciese; ni siquiera faltó uno que no pasase el Jordán. Pero Ahitofel, viendo que no se había seguido su consejo, enalbardó su asno, y se levantó y se fue a su casa a su ciudad; y después de poner su casa en orden, se ahorcó, y así murió, y fue sepultado en el sepulcro de su padre. Y David llegó a Mahanaim; y Absalón pasó el Jordán con toda la gente de Israel. Y Absalón nombró a Amasa jefe del ejército en lugar de Joab. Amasa era hijo de un varón de Israel llamado Itra, el cual se había llegado a Abigail hija de Nahas, hermana de Sarvia madre de Joab. Y acampó Israel con Absalón en tierra de Galaad. Luego que David llegó a Mahanaim, Sobi hijo de Nahas, de Rabá de los hijos de Amón, Maquir hijo de Amiel, de Lodebar, y Barzilai galaadita de Rogelim, trajeron a David y al pueblo que estaba con él, camas, tazas, vasijas de barro, trigo, cebada, harina, grano tostado, habas, lentejas, garbanzos tostados, miel, manteca, ovejas, y quesos de vaca, para que comiesen; porque decían: El pueblo está hambriento y cansado y sediento en el desierto. 18 David, pues, pasó revista al pueblo que tenía consigo, y puso sobre ellos jefes de millares y jefes de centenas. Y envió David al pueblo, una tercera parte bajo el mando de Joab, una tercera parte bajo el mando de Abisai hijo de Sarvia, hermano de Joab, y una tercera parte al mando de Itai geteo. Y dijo el rey al pueblo: Yo también saldré con vosotros. Mas el pueblo dijo: No saldrás; porque si nosotros huyéremos, no harán caso de nosotros; y aunque la mitad de nosotros muera, no harán caso de nosotros; mas tú ahora vales tanto como diez mil de nosotros. Será, pues, mejor que tú nos des ayuda desde la ciudad. Entonces el rey les dijo: Yo haré lo que bien os parezca. Y se puso el rey a la entrada de la puerta, mientras salía todo el pueblo de ciento en ciento y de mil en mil. Y el rey mandó a Joab, a Abisai y a Itai, diciendo: Tratad benignamente por amor de mí al joven Absalón. Y todo el pueblo oyó cuando dio el rey orden acerca de Absalón a todos los capitanes. Salió, pues, el pueblo al campo contra Israel, y se libró la batalla en el bosque de Efraín. Y allí cayó el pueblo de Israel delante de los siervos de David, y se hizo allí en aquel día una gran matanza de veinte mil hombres. Y la batalla se extendió por todo el país; y fueron más los que destruyó el bosque aquel día, que los que destruyó la espada. Y se encontró Absalón con los siervos de David; e iba Absalón sobre un mulo, y el mulo entró por debajo de las ramas espesas de una gran encina, y se le enredó la cabeza en la encina, y Absalón quedó suspendido entre el cielo y la tierra; y el mulo en que iba pasó delante. Viéndolo uno, avisó a Joab, diciendo: He aquí que he visto a Absalón colgado de una encina. Y Joab respondió al hombre que le daba la nueva: Y viéndolo tú, ¿por qué no le mataste luego allí echándole a tierra? Me hubiera placido darte diez siclos de plata, y un talabarte. El hombre dijo a Joab: Aunque me pesaras mil siclos de plata, no extendería yo mi mano contra el hijo del rey; porque nosotros oímos cuando el rey te mandó a ti y a Abisai y a Itai, diciendo: Mirad que ninguno toque al joven Absalón. Por otra parte, habría yo hecho traición contra mi vida, pues que al rey nada se le esconde, y tú mismo estarías en contra. Y respondió Joab: No malgastaré mi tiempo contigo. Y tomando tres dardos en su mano, los clavó en el corazón de Absalón, quien estaba aún vivo en medio de la encina. Y diez jóvenes escuderos de Joab rodearon e hirieron a Absalón, y acabaron de matarle. Entonces Joab tocó la trompeta, y el pueblo se volvió de seguir a Israel, porque Joab detuvo al pueblo. Tomando después a Absalón, le echaron en un gran hoyo en el bosque, y levantaron sobre él un montón muy grande de piedras; y todo Israel huyó, cada uno a su tienda. Y en vida, Absalón había tomado y erigido una columna, la cual está en el valle del rey; porque había dicho: Yo no tengo hijo que conserve la memoria de mi nombre. Y llamó aquella columna por su nombre, y así se ha llamado Columna de Absalón, hasta hoy. Entonces Ahimaas hijo de Sadoc dijo: ¿Correré ahora, y daré al rey las nuevas de que Jehová ha defendido su causa de la mano de sus enemigos? Respondió Joab: Hoy no llevarás las nuevas; las llevarás otro día; no darás hoy la nueva, porque el hijo del rey ha muerto. Y Joab dijo a un etíope: Vé tú, y dí al rey lo que has visto. Y el etíope hizo reverencia ante Joab, y corrió. Entonces Ahimaas hijo de Sadoc volvió a decir a Joab: Sea como fuere, yo correré ahora tras el etíope. Y Joab dijo: Hijo mío, ¿para qué has de correr tú, si no recibirás premio por las nuevas? Mas él respondió: Sea como fuere, yo correré. Entonces le dijo: Corre. Corrió, pues, Ahimaas por el camino de la llanura, y pasó delante del etíope. Y David estaba sentado entre las dos puertas; y el atalaya había ido al terrado sobre la puerta en el muro, y alzando sus ojos, miró, y vio a uno que corría solo. El atalaya dio luego voces, y lo hizo saber al rey. Y el rey dijo: Si viene solo, buenas nuevas trae. En tanto que él venía acercándose, vio el atalaya a otro que corría; y dio voces el atalaya al portero, diciendo: He aquí otro hombre que corre solo. Y el rey dijo: Este también es mensajero. Y el atalaya volvió a decir: Me parece el correr del primero como el correr de Ahimaas hijo de Sadoc. Y respondió el rey: Ese es hombre de bien, y viene con buenas nuevas. Entonces Ahimaas dijo en alta voz al rey: Paz. Y se inclinó a tierra delante del rey, y dijo: Bendito sea Jehová Dios tuyo, que ha entregado a los hombres que habían levantado sus manos contra mi señor el rey. Y el rey dijo: ¿El joven Absalón está bien? Y Ahimaas respondió: Vi yo un gran alboroto cuando envió Joab al siervo del rey y a mí tu siervo; mas no sé qué era. Y el rey dijo: Pasa, y ponte allí. Y él pasó, y se quedó de pie. Luego vino el etíope, y dijo: Reciba nuevas mi señor el rey, que hoy Jehová ha defendido tu causa de la mano de todos los que se habían levantado contra ti. El rey entonces dijo al etíope: ¿El joven Absalón está bien? Y el etíope respondió: Como aquel joven sean los enemigos de mi señor el rey, y todos los que se levanten contra ti para mal. Entonces el rey se turbó, y subió a la sala de la puerta, y lloró; y yendo, decía así: ¡Hijo mío Absalón, hijo mío, hijo mío Absalón! ¡Quién me diera que muriera yo en lugar de ti, Absalón, hijo mío, hijo mío! 19 Dieron aviso a Joab: He aquí el rey llora, y hace duelo por Absalón. Y se volvió aquel día la victoria en luto para todo el pueblo; porque oyó decir el pueblo aquel día que el rey tenía dolor por su hijo. Y entró el pueblo aquel día en la ciudad escondidamente, como suele entrar a escondidas el pueblo avergonzado que ha huido de la batalla. Mas el rey, cubierto el rostro, clamaba en alta voz: ¡Hijo mío Absalón, Absalón, hijo mío, hijo mío! Entonces Joab vino al rey en la casa, y dijo: Hoy has avergonzado el rostro de todos tus siervos, que hoy han librado tu vida, y la vida de tus hijos y de tus hijas, y la vida de tus mujeres, y la vida de tus concubinas, amando a los que te aborrecen, y aborreciendo a los que te aman; porque hoy has declarado que nada te importan tus príncipes y siervos; pues hoy me has hecho ver claramente que si Absalón viviera, aunque todos nosotros estuviéramos muertos, entonces estarías contento. Levántate pues, ahora, y vé afuera y habla bondadosamente a tus siervos; porque juro por Jehová que si no sales, no quedará ni un hombre contigo esta noche; y esto te será peor que todos los males que te han sobrevenido desde tu juventud hasta ahora. Entonces se levantó el rey y se sentó a la puerta, y fue dado aviso a todo el pueblo, diciendo: He aquí el rey está sentado a la puerta. Y vino todo el pueblo delante del rey; pero Israel había huido, cada uno a su tienda. Y todo el pueblo disputaba en todas las tribus de Israel, diciendo: El rey nos ha librado de mano de nuestros enemigos, y nos ha salvado de mano de los filisteos; y ahora ha huido del país por miedo de Absalón. Y Absalón, a quien habíamos ungido sobre nosotros, ha muerto en la batalla. ¿Por qué, pues, estáis callados respecto de hacer volver al rey? Y el rey David envió a los sacerdotes Sadoc y Abiatar, diciendo: Hablad a los ancianos de Judá, y decidles: ¿Por qué seréis vosotros los postreros en hacer volver el rey a su casa, cuando la palabra de todo Israel ha venido al rey para hacerle volver a su casa? Vosotros sois mis hermanos; mis huesos y mi carne sois. ¿Por qué, pues, seréis vosotros los postreros en hacer volver al rey? Asimismo diréis a Amasa: ¿No eres tú también hueso mío y carne mía? Así me haga Dios, y aun me añada, si no fueres general del ejército delante de mí para siempre, en lugar de Joab. Así inclinó el corazón de todos los varones de Judá, como el de un solo hombre, para que enviasen a decir al rey: Vuelve tú, y todos tus siervos. Volvió, pues, el rey, y vino hasta el Jordán. Y Judá vino a Gilgal para recibir al rey y para hacerle pasar el Jordán. Y Simei hijo de Gera, hijo de Benjamín, que era de Bahurim, se dio prisa y descendió con los hombres de Judá a recibir al rey David. Con él venían mil hombres de Benjamín; asimismo Siba, criado de la casa de Saúl, con sus quince hijos y sus veinte siervos, los cuales pasaron el Jordán delante del rey. Y cruzaron el vado para pasar a la familia del rey, y para hacer lo que a él le pareciera. Entonces Simei hijo de Gera se postró delante del rey cuando él hubo pasado el Jordán, y dijo al rey: No me culpe mi señor de iniquidad, ni tengas memoria de los males que tu siervo hizo el día en que mi señor el rey salió de Jerusalén; no los guarde el rey en su corazón. Porque yo tu siervo reconozco haber pecado, y he venido hoy el primero de toda la casa de José, para descender a recibir a mi señor el rey. Respondió Abisai hijo de Sarvia y dijo: ¿No ha de morir por esto Simei, que maldijo al ungido de Jehová? David entonces dijo: ¿Qué tengo yo con vosotros, hijos de Sarvia, para que hoy me seáis adversarios? ¿Ha de morir hoy alguno en Israel? ¿Pues no sé yo que hoy soy rey sobre Israel? Y dijo el rey a Simei: No morirás. Y el rey se lo juró. También Mefi-boset hijo de Saúl descendió a recibir al rey; no había lavado sus pies, ni había cortado su barba, ni tampoco había lavado sus vestidos, desde el día en que el rey salió hasta el día en que volvió en paz. Y luego que vino él a Jerusalén a recibir al rey, el rey le dijo: Mefi-boset, ¿por qué no fuiste conmigo? Y él respondió: Rey señor mío, mi siervo me engañó; pues tu siervo había dicho: Enalbárdame un asno, y montaré en él, e iré al rey; porque tu siervo es cojo. Pero él ha calumniado a tu siervo delante de mi señor el rey; mas mi señor el rey es como un ángel de Dios; haz, pues, lo que bien te parezca. Porque toda la casa de mi padre era digna de muerte delante de mi señor el rey, y tú pusiste a tu siervo entre los convidados a tu mesa. ¿Qué derecho, pues, tengo aún para clamar más al rey? Y el rey le dijo: ¿Para qué más palabras? Yo he determinado que tú y Siba os dividáis las tierras. Y Mefi-boset dijo al rey: Deja que él las tome todas, pues que mi señor el rey ha vuelto en paz a su casa. También Barzilai galaadita descendió de Rogelim, y pasó el Jordán con el rey, para acompañarle al otro lado del Jordán. Era Barzilai muy anciano, de ochenta años, y él había dado provisiones al rey cuando estaba en Mahanaim, porque era hombre muy rico. Y el rey dijo a Barzilai: Pasa conmigo, y yo te sustentaré conmigo en Jerusalén. Mas Barzilai dijo al rey: ¿Cuántos años más habré de vivir, para que yo suba con el rey a Jerusalén? De edad de ochenta años soy este día. ¿Podré distinguir entre lo que es agradable y lo que no lo es? ¿Tomará gusto ahora tu siervo en lo que coma o beba? ¿Oiré más la voz de los cantores y de las cantoras? ¿Para qué, pues, ha de ser tu siervo una carga para mi señor el rey? Pasará tu siervo un poco más allá del Jordán con el rey; ¿por qué me ha de dar el rey tan grande recompensa? Yo te ruego que dejes volver a tu siervo, y que muera en mi ciudad, junto al sepulcro de mi padre y de mi madre. Mas he aquí a tu siervo Quimam; que pase él con mi señor el rey, y haz a él lo que bien te pareciere. Y el rey dijo: Pues pase conmigo Quimam, y yo haré con él como bien te parezca; y todo lo que tú pidieres de mí, yo lo haré. Y todo el pueblo pasó el Jordán; y luego que el rey hubo también pasado, el rey besó a Barzilai, y lo bendijo; y él se volvió a su casa. El rey entonces pasó a Gilgal, y con él pasó Quimam; y todo el pueblo de Judá acompañaba al rey, y también la mitad del pueblo de Israel. Y he aquí todos los hombres de Israel vinieron al rey, y le dijeron: ¿Por qué los hombres de Judá, nuestros hermanos, te han llevado, y han hecho pasar el Jordán al rey y a su familia, y a todos los siervos de David con él? Y todos los hombres de Judá respondieron a todos los de Israel: Porque el rey es nuestro pariente. Mas ¿por qué os enojáis vosotros de eso? ¿Hemos nosotros comido algo del rey? ¿Hemos recibido de él algún regalo? Entonces respondieron los hombres de Israel, y dijeron a los de Judá: Nosotros tenemos en el rey diez partes, y en el mismo David más que vosotros. ¿Por qué, pues, nos habéis tenido en poco? ¿No hablamos nosotros los primeros, respecto de hacer volver a nuestro rey? Y las palabras de los hombres de Judá fueron más violentas que las de los hombres de Israel.

Salmo 50:
El Señor, el Dios de dioses, ha hablado; de este a oeste ha convocado a la tierra. Desde Sión, la ciudad bella y perfecta, Dios deja ver su esplendor. Nuestro Dios viene, pero no en silencio. Un fuego consumidor lo precede; una poderosa tempestad lo rodea. Convoca a los cielos y a la tierra, pues viene a juzgar a su pueblo. «Reúnan a mi pueblo santo, a los que han hecho un pacto conmigo y me han ofrecido un sacrificio.» Y los cielos declaran su justicia; declaran que Dios mismo es el juez. «Escucha, Israel, pueblo mío; voy a hablar y a testificar contra ti. Yo soy Dios. Yo soy tu Dios. No voy a reprenderte por tus sacrificios, ni por los holocaustos que siempre me ofreces; no voy a tomar ningún becerro de tu casa, ni ningún macho cabrío de tus apriscos, pues míos son todos los animales del bosque, ¡los miles de animales que hay en las colinas! Mías son todas las aves de los montes; mío es todo lo que se mueve en los campos. »Si yo tuviera hambre, no te lo diría, pues el mundo y su plenitud me pertenecen. ¿Acaso me alimento con carne de toros, o bebo sangre de machos cabríos? Yo soy el Dios Altísimo; en vez de sacrificios, ofréceme alabanzas y cúmpleme todos los votos que me hagas. Invócame en el día de la angustia; yo te libraré, y tú me honrarás.» Pero al malvado Dios le dice: «¿Qué tienes tú que ver con mis leyes? ¿Por qué te atreves a hablar de mi pacto? ¡Si tú aborreces la corrección, y echas en saco roto mis palabras! Si ves un ladrón, corres a su encuentro; ¡eres gran amigo de los adúlteros! Para el mal, no mides  tus palabras; con tu lengua urdes toda clase de engaños. En los tribunales, hablas contra tu hermano; contra tu propio hermano profieres infamias. Todo esto has hecho, y yo me he callado; habrás pensado que yo soy como tú. Pero ahora voy a reprenderte; voy a exhibir todas tus maldades. »Ustedes, los que se olvidan de mí, entiendan bien esto; no vaya a ser que los despedace y no haya quien los libre de mí. El que me ofrece alabanzas, me honra; al que enmiende su camino, yo lo salvaré.»



Proverbios 7: 

Hijo mío, obedece mis palabras, y guarda como un tesoro mis mandamientos. Obedece mis mandamientos y enseñanzas; cuídalos como las niñas de tus ojos, y vivirás. Átalos alrededor de tus dedos; anótalos en la pizarra de tu corazón. Dile a la sabiduría: «¡Hermana mía!» Declárate pariente de la inteligencia. Ellas te protegerán de la mujer ajena, de esa extraña de melosas palabras. Un día estaba yo en la ventana de mi casa, y miraba a través de la celosía. Observaba yo a los jóvenes incautos, y me llamó la atención uno de ellos, claramente falto de entendimiento, que cruzó la calle, dobló la esquina, y se dirigió a la casa de esa mujer. Era tarde, y comenzaba a oscurecer; las sombras de la noche comenzaban a caer. De pronto, esa mujer salió a su encuentro, vestida como ramera y con claras intenciones: Era provocativa y desafiante, de esas que no pueden poner un pie en su casa. Unas veces en la calle, otras veces en las plazas, y en constante acecho en las esquinas. Se prendió de él, le dio un beso, y descaradamente le propuso: «Yo había prometido sacrificios de paz, y hoy he cumplido con mis votos. ¡Por eso he salido a tu encuentro! ¡Ansiaba verte, y he dado contigo! Mi lecho lo he cubierto con finas colchas, colchas recamadas con hilo egipcio. Mi alcoba la he perfumado Con mirra, áloes y canela. ¡Ven, embriaguémonos de amores! ¡Gocemos del amor hasta el amanecer! Mi marido no está en casa, pues salió para hacer un largo viaje. Se llevó la bolsa de dinero, y no volverá hasta el día señalado.» La mujer lo venció con sus muchas lisonjas; lo persuadió con sus labios zalameros, y el joven se fue enseguida tras ella, como el buey que va al degolladero; como el necio que preso avanza al castigo, hasta que una flecha le parte el corazón; como el ave que vuela presurosa hacia la red, sin saber que eso le costará la vida. Hijos, por favor, ¡escúchenme! ¡Presten atención a mis declaraciones! No inclines tu corazón hacia sus caminos; no pierdas el rumbo por sus atajos. Por su culpa, muchos han caído heridos; aun los más fuertes han muerto por causa de ella. Su casa va camino al sepulcro, y desciende a las mansiones de la muerte.




El Libro de Los Hechos Capítulo 24 del Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:



LOS HECHOS DE LOS APÓSTOLES





CAPÍTULO 24
(60 d.C.) 
PABLO ANTE FÉLIX




Y CINCO días después descendió el Sumo Sacerdote Ananías, con algunos de los Ancianos (representaban a los miembros del Sanedrín que eran Saduceos), y un cierto Tértulo, orador; y comparecieron delante del Gobernador contra Pablo (ejerció como fiscal de los Judíos).
2 Y citado que fue, Tértulo comenzó a acusar, diciendo, Como por causa tuya (Félix) vivamos en grande paz, y muchas cosas sean bien gobernadas en el pueblo por tu prudencia (Josefo expresó que aunque Félix contuvo a ciertos ladrones y asesinos en Judea, él era más perjudicial que todos ellos),
3 Siempre y en todo lugar lo recibimos con toda acción de gracias, O excelentísimo Félix.
4 Empero por no molestarte más largamente, te ruego que nos oigas brevemente conforme a tu equidad (Félix no era un hombre clemente).
5 Porque hemos hallado que este hombre es pestilencial, y levantador de sediciones entre todos los Judíos por todo el mundo, y príncipe de la secta de los Nazarenos (nombre que se le dio a los seguidores de Cristo por los Judíos):
6 El cual también tentó a violar el Templo (Pablo no profanó el Templo de ninguna manera): y prendiéndole, le quisimos juzgar conforme a nuestra Ley (expone otra mentira descarada; no tenían ninguna intención de darle un proceso como implica la palabra "juzgar," sino más bien intentaban torturarlos a muerte antes que lo pudieran rescatar).
7 Mas interviniendo el Comandante Lisias, con grande violencia le quitó de nuestras manos (tiene la intención de expresar mala opinión del Comandante Romano; era una equivocación de parte de Tértulo; sin duda, el Espíritu Santo lo encaminó en esa dirección),
8 Mandando a sus acusadores que viniesen a ti: del cual tú mismo juzgando, podrás entender todas estas cosas de que le acusamos (se refiere a que la situación estaba ya en el Tribunal del Gobernador, aunque los Judíos no querían que se llevara a cabo allí; porque todo lo que tramaron no les sirvió de nada).
9 Y contendían también los Judíos, diciendo ser así estas cosas (se refiere al Sumo Sacerdote y aquellos con él que se afiliaron a Tértulo aprobando las declaraciones de su fiscal contratado; como se mencionó, fue una equivocación de su parte).
LA DEFENSA DE PABLO
10 Entonces Pablo, haciéndole el gobernador señal que hablase, respondió (manifiesta lo que el Espíritu Santo había dicho lo que Pablo haría, para que lleve Mi Nombre a los Gentiles, a Reyes y a los Hijos de Israel [Hch. 9:15]), Porque ya sé que desde hace muchos años eres gobernador de esta Nación, con buen ánimo expondré mi defensa (no había nadie en el mundo de esa época que conocía la Ley Mosaica mejor que Pablo; además, por ser ciudadano Romano, también era muy entendido en la Ley Romana):
11 Porque tú puedes entender que no hace más de doce días que subí a adorar a Jerusalén (en esencia, Pablo estaba declarando que no era posible la acusación de ellos, debido al corto período de tiempo).
12 Y ni me hallaron en el Templo disputando con ninguno, ni promoviendo revueltas con nadie, ni en Sinagogas, ni en la ciudad (se refiere al hecho de que absolutamente nada se hizo para que se pudiera malinterpretar, en cuanto a estos cargos):
13 Ni te pueden probar las cosas de que ahora me acusan (no podían justificar sus acusaciones porque nunca ocurrieron).
14 Esto empero te confieso, que conforme a aquel Camino que llaman herejía (seguir a Cristo), así sirvo al Dios de mis Padres (coloca al Cristianismo como el cumplimiento de las grandes Promesas y Predicciones que se les otorgó a los "Padres," es decir, a todos los Merecedores del Antiguo Testamento), creyendo todas las cosas que en la Ley y en los Profetas están escritas (la totalidad del Antiguo Testamento):
15 Teniendo esperanza en Dios (en esencia, dice que la Ley y los Profetas no eran completos en sí, sólo señalaban Al Que había de venir) que ha de haber resurrección de los muertos, así de justos como de injustos (hasta sus enemigos entre los Judíos creían en el Mesías venidero, pero no en que Él era Jesús), la cual también ellos esperan (como es obvio, se refiere a dos Resurrecciones).
16 Y por esto, procuro yo (la diligencia que Pablo practicaba constantemente para que su vida y conducta complacieran al Señor en todo) tener siempre conciencia sin remordimiento acerca de Dios y acerca de los hombres (Mat. 22:37-40).
17 Mas pasados muchos años, vine a hacer limosnas a mi Nación, y ofrendas (es probable que se refiera a los seis o siete años que Pablo se encontraba lejos de Jerusalén).
18 Cuando me hallaron purificado en el Templo (no con multitud ni con alboroto) unos Judíos de Asia (se refiere a que absolutamente nada estaba ocurriendo en ese tiempo que pudiera ameritar estas acusaciones).
19 Los cuales debieron comparecer delante de ti, y acusarme, si contra mí tenían algo (los que lo acusaban no estaban presentes; el Sumo Sacerdote y los miembros del Sanedrín que estaban presentes no presenciaron ninguna de las supuestas infracciones).
20 O digan estos mismos (puso en aprietos al Sumo Sacerdote y a aquellos a favor suyo) si hallaron en mí alguna cosa mal hecha, cuando yo estuve en el Concilio (quita la atención a aquellos que no estaban presentes y la pone a aquellos que lo están),
21 Si no sea que, estando entre ellos prorrumpí en alta voz, Acerca de la resurrección de los muertos soy hoy juzgado de vosotros (tenía que ver con la Ley Judaica, que no era tan distinto, que no era de ningún interés Romanos).
22 Entonces Félix, oídas estas cosas, estando bien informado de esta secta (Félix tenía más conocimiento del Cristianismo que Tértulo, y los Judíos presentes en aquel proceso que del cual quisieran darle mérito), les puso dilación, diciendo (simplemente quiere decir que él rehusó dar un veredicto en ese momento), Cuando descendiere al Comandante Lisias acabaré de conocer de vuestro caso (procuraba retrasar el asunto, creyendo que calmaría la situación; además, no hace mención de que mandó a traer a Lisias).
23 Y mandó al Centurión que Pablo fuese guardado, y aliviado de las prisiones (expresa que Félix consideró a Pablo como alguien fuera de lo común; aunque estaba bajo el arresto domiciliario, pero básicamente tenía libertad para hacer lo que le daba la gana), y que no negase a ninguno de sus familiares servirle, o venir a él (le permitió que le llegaran a visitar todas las personas que él quisiera, sin ninguna restricción en cuanto a esta actividad).
24 Y algunos días después, viniendo Félix con Drusilla, su mujer, la cual era Judía (su esposa era la hija joven de Herodes Agripa I, el Herodes que mató a Santiago [el Hermano de Juan] con una espada [Hch. 12:1-2]), llamó a Pablo, y oyó de él la Fe que es en Jesucristo (parece indicar que su interés era sincero).
25 Y disertando él (Pablo) de la Justicia (la Justicia sólo puede venir por medio de Cristo), y del dominio propio (las ataduras y vicios que afectan a la humanidad), y del juicio venidero (todos tendrán que comparecer un día ante Dios), espantado Félix, respondió (manifiesta convicción del Espíritu Santo), Ahora vete; cuando tenga oportunidad te llamaré (presenta la excusa del pecador cuando está bajo convicción y rehusa rendirse).
26 Esperando también con esto, que de parte de Pablo le ofreciera dinero, para que le soltase (el amor al dinero era probable uno de los motivos por el cual no entregaba su corazón al Señor): por lo cual, muy a menudo lo hizo venir y hablaba con él (no se hace mención de que aceptó a Cristo; ¡estaba a punto, pero al mismo tiempo estaba lejos de hacerlo!).
SILENCIO
27 Mas al cabo de dos años (no da ninguna indicación de lo que ocurrió durante este período de tiempo) recibió Félix por sucesor a Porcio Festo (Festo remplazó a Félix como el Gobernador): y queriendo Félix ganar la gracia de los Judíos, dejó preso a Pablo (una terrible parodia de la Justicia).



Primera Corintios Capítulo 13:
Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.


Hebreos 10:35-12:4
Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida. Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté,  David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre.


Romanos 8:
Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos;  herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.
 intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.

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28 November 2022

El 28 de noviembre Lectura Bíblica Diaria

El Mensaje de la Cruz

Sonidos del aire libre


El 28 de noviembre Lectura Bíblica Diaria:
 
2 Samuel 14-16:
 
14 Conociendo Joab hijo de Sarvia que el corazón del rey se inclinaba por Absalón, envió Joab a Tecoa, y tomó de allá una mujer astuta, y le dijo: Yo te ruego que finjas estar de duelo, y te vistas ropas de luto, y no te unjas con óleo, sino preséntate como una mujer que desde mucho tiempo está de duelo por algún muerto; y entrarás al rey, y le hablarás de esta manera. Y puso Joab las palabras en su boca. Entró, pues, aquella mujer de Tecoa al rey, y postrándose en tierra sobre su rostro, hizo reverencia, y dijo: ¡Socorro, oh rey! El rey le dijo: ¿Qué tienes? Y ella respondió: Yo a la verdad soy una mujer viuda y mi marido ha muerto. Tu sierva tenía dos hijos, y los dos riñeron en el campo; y no habiendo quien los separase, hirió el uno al otro, y lo mató. Y he aquí toda la familia se ha levantado contra tu sierva, diciendo: Entrega al que mató a su hermano, para que le hagamos morir por la vida de su hermano a quien él mató, y matemos también al heredero. Así apagarán el ascua que me ha quedado, no dejando a mi marido nombre ni reliquia sobre la tierra. Entonces el rey dijo a la mujer: Vete a tu casa, y yo daré órdenes con respecto a ti. Y la mujer de Tecoa dijo al rey: Rey señor mío, la maldad sea sobre mí y sobre la casa de mi padre; mas el rey y su trono sean sin culpa. Y el rey dijo: Al que hablare contra ti, tráelo a mí, y no te tocará más. Dijo ella entonces: Te ruego, oh rey, que te acuerdes de Jehová tu Dios, para que el vengador de la sangre no aumente el daño, y no destruya a mi hijo. Y el respondió: Vive Jehová, que no caerá ni un cabello de la cabeza de tu hijo en tierra. Y la mujer dijo: Te ruego que permitas que tu sierva hable una palabra a mi señor el rey. Y él dijo: Habla. Entonces la mujer dijo: ¿Por qué, pues, has pensado tú cosa semejante contra el pueblo de Dios? Porque hablando el rey esta palabra, se hace culpable él mismo, por cuanto el rey no hace volver a su desterrado. Porque de cierto morimos, y somos como aguas derramadas por tierra, que no pueden volver a recogerse; ni Dios quita la vida, sino que provee medios para no alejar de sí al desterrado. Y el haber yo venido ahora para decir esto al rey mi señor, es porque el pueblo me atemorizó; y tu sierva dijo: Hablaré ahora al rey; quizá él hará lo que su sierva diga. Pues el rey oirá, para librar a su sierva de mano del hombre que me quiere destruir a mí y a mi hijo juntamente, de la heredad de Dios. Tu sierva, pues, dice: Sea ahora de consuelo la respuesta de mi señor el rey, pues que mi señor el rey es como un ángel de Dios para discernir entre lo bueno y lo malo. Así Jehová tu Dios sea contigo. Entonces David respondió y dijo a la mujer: Yo te ruego que no me encubras nada de lo que yo te preguntare. Y la mujer dijo: Hable mi señor el rey. Y el rey dijo: ¿No anda la mano de Joab contigo en todas estas cosas? La mujer respondió y dijo: Vive tu alma, rey señor mío, que no hay que apartarse a derecha ni a izquierda de todo lo que mi señor el rey ha hablado; porque tu siervo Joab, él me mandó, y él puso en boca de tu sierva todas estas palabras. Para mudar el aspecto de las cosas Joab tu siervo ha hecho esto; pero mi señor es sabio conforme a la sabiduría de un ángel de Dios, para conocer lo que hay en la tierra. Entonces el rey dijo a Joab: He aquí yo hago esto; vé, y haz volver al joven Absalón. Y Joab se postró en tierra sobre su rostro e hizo reverencia, y después que bendijo al rey, dijo: Hoy ha entendido tu siervo que he hallado gracia en tus ojos, rey señor mío, pues ha hecho el rey lo que su siervo ha dicho. Se levantó luego Joab y fue a Gesur, y trajo a Absalón a Jerusalén. Mas el rey dijo: Váyase a su casa, y no vea mi rostro. Y volvió Absalón a su casa, y no vio el rostro del rey. Y no había en todo Israel ninguno tan alabado por su hermosura como Absalón; desde la planta de su pie hasta su coronilla no había en él defecto. Cuando se cortaba el cabello (lo cual hacía al fin de cada año, pues le causaba molestia, y por eso se lo cortaba), pesaba el cabello de su cabeza doscientos siclos de peso real. Y le nacieron a Absalón tres hijos, y una hija que se llamó Tamar, la cual era mujer de hermoso semblante. Y estuvo Absalón por espacio de dos años en Jerusalén, y no vio el rostro del rey. Y mandó Absalón por Joab, para enviarlo al rey, pero él no quiso venir; y envió aun por segunda vez, y no quiso venir. Entonces dijo a sus siervos: Mirad, el campo de Joab está junto al mío, y tiene allí cebada; id y prendedle fuego. Y los siervos de Absalón prendieron fuego al campo. Entonces se levantó Joab y vino a casa de Absalón, y le dijo: ¿Por qué han prendido fuego tus siervos a mi campo? Y Absalón respondió a Joab: He aquí yo he enviado por ti, diciendo que vinieses acá, con el fin de enviarte al rey para decirle: ¿Para qué vine de Gesur? Mejor me fuera estar aún allá. Vea yo ahora el rostro del rey; y si hay en mí pecado, máteme. Vino, pues, Joab al rey, y se lo hizo saber. Entonces llamó a Absalón, el cual vino al rey, e inclinó su rostro a tierra delante del rey; y el rey besó a Absalón. 15 Aconteció después de esto, que Absalón se hizo de carros y caballos, y cincuenta hombres que corriesen delante de él. Y se levantaba Absalón de mañana, y se ponía a un lado del camino junto a la puerta; y a cualquiera que tenía pleito y venía al rey a juicio, Absalón le llamaba y le decía: ¿De qué ciudad eres? Y él respondía: Tu siervo es de una de las tribus de Israel. Entonces Absalón le decía: Mira, tus palabras son buenas y justas; mas no tienes quien te oiga de parte del rey. Y decía Absalón: ¡Quién me pusiera por juez en la tierra, para que viniesen a mí todos los que tienen pleito o negocio, que yo les haría justicia! Y acontecía que cuando alguno se acercaba para inclinarse a él, él extendía la mano y lo tomaba, y lo besaba. De esta manera hacía con todos los israelitas que venían al rey a juicio; y así robaba Absalón el corazón de los de Israel. Al cabo de cuatro años, aconteció que Absalón dijo al rey: Yo te ruego me permitas que vaya a Hebrón, a pagar mi voto que he prometido a Jehová. Porque tu siervo hizo voto cuando estaba en Gesur en Siria, diciendo: Si Jehová me hiciere volver a Jerusalén, yo serviré a Jehová. Y el rey le dijo: Vé en paz. Y él se levantó, y fue a Hebrón. Entonces envió Absalón mensajeros por todas las tribus de Israel, diciendo: Cuando oigáis el sonido de la trompeta diréis: Absalón reina en Hebrón. Y fueron con Absalón doscientos hombres de Jerusalén convidados por él, los cuales iban en su sencillez, sin saber nada. Y mientras Absalón ofrecía los sacrificios, llamó a Ahitofel gilonita, consejero de David, de su ciudad de Gilo. Y la conspiración se hizo poderosa, y aumentaba el pueblo que seguía a Absalón. Y un mensajero vino a David, diciendo: El corazón de todo Israel se va tras Absalón. Entonces David dijo a todos sus siervos que estaban con él en Jerusalén: Levantaos y huyamos, porque no podremos escapar delante de Absalón; daos prisa a partir, no sea que apresurándose él nos alcance, y arroje el mal sobre nosotros, y hiera la ciudad a filo de espada. Y los siervos del rey dijeron al rey: He aquí, tus siervos están listos a todo lo que nuestro señor el rey decida. El rey entonces salió, con toda su familia en pos de él. Y dejó el rey diez mujeres concubinas, para que guardasen la casa. Salió, pues, el rey con todo el pueblo que le seguía, y se detuvieron en un lugar distante. Y todos sus siervos pasaban a su lado, con todos los cereteos y peleteos; y todos los geteos, seiscientos hombres que habían venido a pie desde Gat, iban delante del rey. Y dijo el rey a Itai geteo: ¿Para qué vienes tú también con nosotros? Vuélvete y quédate con el rey; porque tú eres extranjero, y desterrado también de tu lugar. Ayer viniste, ¿y he de hacer hoy que te muevas para ir con nosotros? En cuanto a mí, yo iré a donde pueda ir; tú vuélvete, y haz volver a tus hermanos; y Jehová te muestre amor permanente y fidelidad. Y respondió Itai al rey, diciendo: Vive Dios, y vive mi señor el rey, que o para muerte o para vida, donde mi señor el rey estuviere, allí estará también tu siervo. Entonces David dijo a Itai: Ven, pues, y pasa. Y pasó Itai geteo, y todos sus hombres, y toda su familia. Y todo el país lloró en alta voz; pasó luego toda la gente el torrente de Cedrón; asimismo pasó el rey, y todo el pueblo pasó al camino que va al desierto. Y he aquí, también iba Sadoc, y con él todos los levitas que llevaban el arca del pacto de Dios; y asentaron el arca del pacto de Dios. Y subió Abiatar después que todo el pueblo hubo acabado de salir de la ciudad. Pero dijo el rey a Sadoc: Vuelve el arca de Dios a la ciudad. Si yo hallare gracia ante los ojos de Jehová, él hará que vuelva, y me dejará verla y a su tabernáculo. Y si dijere: No me complazco en ti; aquí estoy, haga de mí lo que bien le pareciere. Dijo además el rey al sacerdote Sadoc: ¿No eres tú el vidente? Vuelve en paz a la ciudad, y con vosotros vuestros dos hijos; Ahimaas tu hijo, y Jonatán hijo de Abiatar. Mirad, yo me detendré en los vados del desierto, hasta que venga respuesta de vosotros que me dé aviso. Entonces Sadoc y Abiatar volvieron el arca de Dios a Jerusalén, y se quedaron allá. Y David subió la cuesta de los Olivos; y la subió llorando, llevando la cabeza cubierta y los pies descalzos. También todo el pueblo que tenía consigo cubrió cada uno su cabeza, e iban llorando mientras subían. Y dieron aviso a David, diciendo: Ahitofel está entre los que conspiraron con Absalón. Entonces dijo David: Entorpece ahora, oh Jehová, el consejo de Ahitofel. Cuando David llegó a la cumbre del monte para adorar allí a Dios, he aquí Husai arquita que le salió al encuentro, rasgados sus vestidos, y tierra sobre su cabeza. Y le dijo David: Si pasares conmigo, me serás carga. Mas si volvieres a la ciudad, y dijeres a Absalón: Rey, yo seré tu siervo; como hasta aquí he sido siervo de tu padre, así seré ahora siervo tuyo; entonces tú harás nulo el consejo de Ahitofel. ¿No estarán allí contigo los sacerdotes Sadoc y Abiatar? Por tanto, todo lo que oyeres en la casa del rey, se lo comunicarás a los sacerdotes Sadoc y Abiatar. Y he aquí que están con ellos sus dos hijos, Ahimaas el de Sadoc, y Jonatán el de Abiatar; por medio de ellos me enviaréis aviso de todo lo que oyereis. Así vino Husai amigo de David a la ciudad; y Absalón entró en Jerusalén. 16 Cuando David pasó un poco más allá de la cumbre del monte, he aquí Siba el criado de Mefi-boset, que salía a recibirle con un par de asnos enalbardados, y sobre ellos doscientos panes, cien racimos de pasas, cien panes de higos secos, y un cuero de vino. Y dijo el rey a Siba: ¿Qué es esto? Y Siba respondió: Los asnos son para que monte la familia del rey, los panes y las pasas para que coman los criados, y el vino para que beban los que se cansen en el desierto. Y dijo el rey: ¿Dónde está el hijo de tu señor? Y Siba respondió al rey: He aquí él se ha quedado en Jerusalén, porque ha dicho: Hoy me devolverá la casa de Israel el reino de mi padre. Entonces el rey dijo a Siba: He aquí, sea tuyo todo lo que tiene Mefi-boset. Y respondió Siba inclinándose: Rey señor mío, halle yo gracia delante de ti. Y vino el rey David hasta Bahurim; y he aquí salía uno de la familia de la casa de Saúl, el cual se llamaba Simei hijo de Gera; y salía maldiciendo, y arrojando piedras contra David, y contra todos los siervos del rey David; y todo el pueblo y todos los hombres valientes estaban a su derecha y a su izquierda. Y decía Simei, maldiciéndole: ¡Fuera, fuera, hombre sanguinario y perverso! Jehová te ha dado el pago de toda la sangre de la casa de Saúl, en lugar del cual tú has reinado, y Jehová ha entregado el reino en mano de tu hijo Absalón; y hete aquí sorprendido en tu maldad, porque eres hombre sanguinario. Entonces Abisai hijo de Sarvia dijo al rey: ¿Por qué maldice este perro muerto a mi señor el rey? Te ruego que me dejes pasar, y le quitaré la cabeza. Y el rey respondió: ¿Qué tengo yo con vosotros, hijos de Sarvia? Si él así maldice, es porque Jehová le ha dicho que maldiga a David. ¿Quién, pues, le dirá: ¿Por qué lo haces así? Y dijo David a Abisai y a todos sus siervos: He aquí, mi hijo que ha salido de mis entrañas, acecha mi vida; ¿cuánto más ahora un hijo de Benjamín? Dejadle que maldiga, pues Jehová se lo ha dicho. Quizá mirará Jehová mi aflicción, y me dará Jehová bien por sus maldiciones de hoy. Y mientras David y los suyos iban por el camino, Simei iba por el lado del monte delante de él, andando y maldiciendo, y arrojando piedras delante de él, y esparciendo polvo. Y el rey y todo el pueblo que con él estaba, llegaron fatigados, y descansaron allí. Y Absalón y toda la gente suya, los hombres de Israel, entraron en Jerusalén, y con él Ahitofel. Aconteció luego, que cuando Husai arquita, amigo de David, vino al encuentro de Absalón, dijo Husai: ¡Viva el rey, viva el rey! Y Absalón dijo a Husai: ¿Es este tu agradecimiento para con tu amigo? ¿Por qué no fuiste con tu amigo? Y Husai respondió a Absalón: No, sino que de aquel que eligiere Jehová y este pueblo y todos los varones de Israel, de aquél seré yo, y con él me quedaré. ¿Y a quién había yo de servir? ¿No es a su hijo? Como he servido delante de tu padre, así seré delante de ti. Entonces dijo Absalón a Ahitofel: Dad vuestro consejo sobre lo que debemos hacer. Y Ahitofel dijo a Absalón: Llégate a las concubinas de tu padre, que él dejó para guardar la casa; y todo el pueblo de Israel oirá que te has hecho aborrecible a tu padre, y así se fortalecerán las manos de todos los que están contigo. Entonces pusieron para Absalón una tienda sobre el terrado, y se llegó Absalón a las concubinas de su padre, ante los ojos de todo Israel. Y el consejo que daba Ahitofel en aquellos días, era como si se consultase la palabra de Dios. Así era todo consejo de Ahitofel, tanto con David como con Absalón.

Salmo 49:

Oíd esto, pueblos todos, Escuchad, habitantes del mundo, Los de humilde condición, y los encumbrados,° Ricos y pobres juntamente: Mi boca hablará sabiduría,° Y la meditación de mi corazón, inteligencia. Inclinaré al proverbio mi oído, Propondré con el arpa mi enigma: ¿Por qué he de temer los días aciagos, Cuando me rodee la perversidad de mis opresores, Que confían en las riquezas, Y se glorían en sus fortunas inmensas? Ninguno de ellos podrá en modo alguno redimir al hermano, Ni pagar a ’Elohim su rescate (porque la redención de su alma es de tan alto precio, que no se logrará jamás),° Para que viva eternamente, Y jamás vea corrupción. Porque verá que hasta los sabios mueren, Lo mismo que perecen el ignorante y el necio, Y dejan a otros sus riquezas. Su íntima aspiración es que sus casas serán eternas; Sus moradas, de generación en generación, Y a sus tierras han puesto sus nombres. Pero el hombre no permanecerá en honra; Es semejante a las bestias que perecen. Este camino suyo es necedad, Con todo, sus seguidores se complacen en sus dichos. Selah Se han destinado a sí mismos como un rebaño para el Seol, La Muerte los pastorea, Bajan directamente a la tumba, Su figura se desvanece,° Y el Seol es su morada. Pero ’Elohim redimirá mi alma del poder° del Seol, Porque me llevará consigo. Selah No te perturbes cuando alguno se enriquece, Cuando aumenta la gloria de su casa, Porque nada llevará en su muerte, ni descenderá tras él su gloria. Aunque su propia alma lo bendiga mientras vive, Y sea alabado porque prospera, Se irá a la generación de sus mayores, Y no verá más la luz. El hombre que vive con honores, y no entiende esto, Es semejante a las bestias que perecen.

Proverbios 6: 
Hijo mío, si has salido fiador por tu vecino, Dando la mano° a un extraño, Si te has enredado con tus palabras, Y has quedado atrapado con los dichos de tu boca, Haz esto ahora hijo mío, y líbrate, Ya que has caído en la mano de tu prójimo: Ve, humíllate, e importuna a tu prójimo. No concedas sueño a tus ojos, Ni adormecimiento a tus párpados. Líbrate como gacela del cazador, O como pájaro de la trampa. Observa a la hormiga, oh perezoso, Mira sus caminos, y sé sabio, La cual no teniendo capitán, Ni gobernador, ni soberano, Prepara en el verano su comida, Y en el tiempo de la siega guarda su sustento. ¿Hasta cuándo dormirás, oh perezoso? ¿Cuándo te levantarás de tu sueño? Un rato duermes, otro dormitas, Un rato cruzas los brazos y descansas, Y te llega la miseria del vagabundo, Y la indigencia del mendigo.° Hombre de Belial es el hombre inicuo, Que camina torciendo la boca, Guiñando un ojo, meneando los pies, Señalando con el dedo. En su corazón hay perversidades, Maquina maldades, y constantemente enciende rencillas. Por tanto su calamidad vendrá de repente, Súbitamente será quebrantado, y no habrá remedio. Seis cosas aborrece YHVH, Y aun siete abomina su alma: Ojos altivos, lengua mentirosa, Manos que derraman sangre inocente, Corazón que maquina planes perversos, Pies presurosos para correr al mal, Testigo falso que habla mentiras, Y el que enciende rencillas entre sus hermanos. Hijo mío, guarda el mandamiento de tu padre, Y no abandones la enseñanza de tu madre. Átalos siempre a tu corazón, Enlázalos en torno a tu cuello. Cuando camines, te guiarán, Cuando descanses, te guardarán, Y al despertar hablarán contigo. Porque el mandamiento es lámpara Y la enseñanza luz, Y camino de vida la reprensión que corrige. Te guardarán de la mala mujer, De la blandura de la lengua de la mujer ajena. No codicies en tu corazón su hermosura, Ni te dejes prender por su mirada,° Porque si la ramera va en busca de un trozo de pan, La adúltera va a la caza de una vida preciosa. ¿Tomará el hombre fuego en su seno, Sin que sus vestidos ardan? ¿Andará el hombre sobre las brasas, Sin que sus pies se quemen? Así será con el que se llega a la mujer de su prójimo, Ninguno que la toque quedará impune. ¿No se infama el ladrón cuando hurta, Aun para llenar su estómago cuando pasa hambre, Y si es sorprendido, tiene que pagar siete veces, Y entregar todo el haber de su casa? Pues el adúltero es hombre sin cordura,° Destructor de sí mismo es el que tal hace. Llaga vergonzosa° hallará, Y su infamia nunca será borrada. Porque los celos son la ira del hombre, En el día de la venganza no perdonará, Ni considerará rescate alguno; No querrá perdonar aunque aumentes el soborno. 

El Libro de Los Hechos Capítulo 23 del Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:


LOS HECHOS DE LOS APÓSTOLES




CAPÍTULO 23
(60 d.C.)
EL SANEDRÍN




ENTONCES Pablo, poniendo los ojos en el Concilio (es claro que se refiere a los setenta y unos miembros del Sanedrín, y el Sumo Sacerdote Ananías que presidía como Presidente), dice, Varones Hermanos, yo con toda buena conciencia he vivido toda mi vida delante de Dios hasta el día de hoy (quiere decir que lo que sea que estaba haciendo, lo pensó justo en ese mismo momento, ya sea cierto o no).
2 El Sumo Sacerdote, Ananías, mandó entonces a los que estaban delante de él, que le hiriesen en la boca (este hombre odiaba a Pablo; se hace mención en la historia que él fue comisionado unos nueve años antes de esto por influencia política; gobernó como un tirano en Jerusalén, y era un glotón según el Talmud Judío; los Zelotes lo mataron en el año 66 d.C. por sus simpatías con los Romanos).
3 Entonces Pablo le dijo, Dios te herirá a ti, pared blanqueada (en efecto, dice, tú blanqueaste la pared, quiere decir que encubría un corazón negro): ¿y estás tú sentado para juzgarme conforme a la Ley, y contra la Ley me mandas herir? (Pablo conoce la Ley de Moisés mejor que los miembros del Sanedrín.)
4 Y los que estaban presentes dijeron, ¿Al Sumo Sacerdote de Dios maldices? (Pablo no  sabía que este hombre era el Sumo Sacerdote.)
5 Y Pablo dijo, No sabía, hermanos, que era el Sumo Sacerdote (era muy difícil en esa época para un visitante que iba a Jerusalén, como era Pablo, saber quién era el Sumo Sacerdote; los Romanos nombraban a alguien de Sumo Sacerdote y después lo desechaban a su gusto, el Sanedrín hacía lo mismo, en otras palabras, para ser el Sumo Sacerdote ya no tenía que ser descendiente de Aarón, como lo debiera ser según Las Escrituras): pues escrito está, Al Príncipe de tu pueblo no maldecirás (Éx. 22:28).
6 Entonces Pablo, sabiendo que la una parte era de Saduceos, y la otra de Fariseos (no se sabe cómo se le ocurrió esta información), clamó en el Concilio, Varones hermanos, yo soy Fariseo, hijo de Fariseo (expresa que Pablo se había afiliado a ese partido antes de su conversión, y su Padre también): de la esperanza y de la resurrección de los muertos soy yo juzgado (la Fe Cristiana está edificada alrededor de Cristo, Su Muerte en la Cruz y Su Resurrección Corporal; los hombres están perdidos si no colocan su fe en la Cruz y la Resurrección).
7 Y cuando hubo dicho esto, fue hecha disensión entre los Fariseos y los Saduceos: y la multitud fue dividida (se refiere al Sanedrín, pero tipifica la mayoría de la Iglesia en la  actualidad).
8 Porque los Saduceos dicen que no hay Resurrección, ni Ángel, ni espíritu (eran los modernistas de esa época): mas los Fariseos confiesan ambas cosas (eran los fundamentalistas de esa época, quiere decir que declaraban creer en la Biblia entera).
9 Y se levantó un gran clamor: y levantándose los Escribas de la parte de los Fariseos, contendían diciendo, Ningún mal hallamos en este hombre (la situación se decidió basándose en la Doctrina, y no a causa de Pablo): que si espíritu le ha hablado, o Ángel, no resistamos a Dios.
10 Y habiendo grande disensión, el Comandante, teniendo temor de que Pablo fuese despedazado de ellos, mandó venir soldados, y arrebatarle de en medio de ellos, y llevarle a la fortaleza (describe que la situación estaba completamente fuera de control).
11 Y la noche siguiente, se le presentó el Señor, le dijo (expone que Jesucristo se le apareció a Pablo otra vez [Hch. 22:8, 14, 18; I Cor. 9:1; 15:8; II Cor. 12:1-4]), Confía, Pablo (era claro que en ese momento Pablo se hallaba muy desalentado, y por eso necesitaba la amonestación de Cristo): que como has testificado de Mí en Jerusalén, así te conviene testificar también en Roma (a pesar del odio y los esfuerzos de sus enemigos, los Judíos en Jerusalén no podían quitarle la vida, lo cual no lo lograron).
LOS JUDÍOS
12 Y venido el día, algunos de los Judíos se juntaron, e hicieron voto bajo de maldición (su "maldición" era una maldición religiosa, que procuró poner a Dios en una posición donde Él tendría que hacer su voluntad; ¡ese modo de ver era ridículo!), diciendo que ni comerían ni beberían hasta que hubiesen muerto a Pablo (¡así es la religión!).
13 Y eran más de cuarenta los que se juramentaron con este complot.
14 Los cuales se fueron a los Principales Sacerdotes y a los Ancianos, y dijeron, Nosotros hemos hecho voto debajo de maldición, que no hemos de gustar nada hasta que hayamos muerto a Pablo (ahora buscaban cómo hacer oficial sus esfuerzos).
15 Ahora pues, vosotros, con el Concilio, requerid al comandante que le saque mañana a vosotros como que queréis entender de él alguna cosa más cierta: y nosotros, antes que él llegue, estaremos preparados para matarle (expresa lo profundo de la infamia al cual la religión del corazón carnal puede hundir a las personas cultas y religiosas).
EL COMPLOT DESCUBIERTO
16 Entonces un hijo de la hermana de Pablo, oyendo las asechanzas (presenta al Sobrino de Pablo y todo lo que sabemos de su familia además de las referencias en Rom. 16:7, 11, 21), fue, y entró en la fortaleza, y dio aviso a Pablo (no se sabe cómo obtuvo este conocimiento).
17 Y Pablo, llamando a uno de los Centuriones, dice, Lleva a este joven al Comandante: porque tiene cierto aviso que darle.
18 Él (el Centurión) entonces tomándole (el Sobrino de Pablo), le llevó al Comandante, y dijo, El preso Pablo, llamándome, me rogó que trajese a ti este joven, que tiene algo que hablarte.
19 Y el Comandante, tomándole de la mano y retirándose aparte, le preguntó, ¿Qué es lo que tienes que decirme? (Describe el esfuerzo sincero del Comandante Principal de conseguir la Verdad de todos estos asuntos.)
20 Y él dijo, Los Judíos han concertado rogarte que mañana saques a Pablo al Concilio, como que han de inquirir de él alguna cosa más cierta.
21 Mas tú no los creas: porque más de cuarenta hombres de ellos le acechan, los cuales han hecho voto debajo de maldición, de no comer ni beber hasta que le hayan muerto: y ahora están apercibidos esperando tu promesa (un complot, sin saberlo, es probable que el Comandante hubiera estado de acuerdo si el joven no le hubiera advertido; en realidad, lo que hacían los Judíos estaba en contra de la Ley Romana).
22 Entonces el Comandante despidió al joven, mandándole que a nadie dijese que le había dado aviso de esto (se cree, aunque no está declarado, que el joven fue a contarle a Pablo que el Comandante dio su aprobación de buen grado, lo cual sin duda animó mucho a Pablo).
CESAREA
23 Y llamados dos Centuriones, mandó que disponiese para la hora tercera de la noche (a las 9:00 de la noche) doscientos soldados, que fuesen hasta Cesarea, y setenta de a caballo, y doscientos lanceros;
24 Y que preparasen cabalgaduras en que poniendo a Pablo (es probable que habían colocado al Apóstol al lado de uno de los Centuriones en medio de la fuerza armada), le llevasen en salvo a Félix el Gobernador (no era precisamente un hombre de buena disposición a quien Pablo tendría que contestar).
25 Y escribió una carta en estos términos:
26 Claudio Lisias (el Comandante Romano) al Excelentísimo Gobernador Félix: Salud.
27 A este hombre, apresado de los Judíos, y que iban ellos a matar: yo conseguí librarlo acudiendo con la tropa, habiendo entendido que era Romano.
28 Y queriendo saber la causa por qué le acusaban, le llevé al Concilio de ellos (el Sanedrín):
29 Y hallé que le acusaban de cuestiones de la Ley de ellos (la Ley de Moisés), y que ningún crimen tenía digno de muerte o de prisión.
30 Mas siéndome dado aviso de asechanzas que le habían preparado los Judíos, luego al punto (de inmediato) le he enviado a ti, intimando también a los acusadores que traten delante de ti lo que tienen contra él. Pásalo bien.
31 Y los soldados, tomando a Pablo como les era mandado, le llevaron de noche a Antípatris (aproximadamente 60 kilómetros [cuarenta millas] de Jerusalén, y unos treinta kilómetros [veinte millas] de distancia a Cesarea; a lo mejor los soldados marcharon por quince horas sin parar).
32 Y al día siguiente, dejando a los de a caballo que fuesen con él (la infantería de unos cuatrocientos Soldados regresó a Jerusalén, mientras la caballería que consistía de unos setenta jinetes, acompañó a Pablo el resto del camino a Cesarea), se volvieron a la fortaleza:
33 Y cuando llegaron a Cesárea, y dieron la carta al Gobernador (la carta escrita por el    Comandante Romano), presentaron también a Pablo delante de él.
34 Y el Gobernador, leída la carta, preguntó de qué provincia era (el lugar de origen de Pablo). Y entendiendo que de Cilicia (esto automáticamente le dio jurisdicción al Gobernador; el hecho de que Pablo era ciudadano Romano de esta importante Provincia, significó que Félix no podía ignorarlo);
35 Te oiré (le hablaba a Pablo), dijo, cuando vinieren tus acusadores (miembros o representantes del Sanedrín). Y mandó que le guardasen en el Pretorio de Herodes (parte del Palacio lujoso construido por Herodes el Grande; sirvió como Edificio de Congreso, como también residencia oficial de los Gobernadores Romanos; desde luego, habían celdas de prisión dentro de sus límites).



Primera Corintios Capítulo 13:
Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.


Hebreos 10:35-12:4
Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida. Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta  en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté,  David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre.


Romanos 8:
Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos;   herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.

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