28 November 2022

El 28 de noviembre Lectura Bíblica Diaria

El Mensaje de la Cruz

Sonidos del aire libre


El 28 de noviembre Lectura Bíblica Diaria:
 
2 Samuel 14-16:
 
14 Conociendo Joab hijo de Sarvia que el corazón del rey se inclinaba por Absalón, envió Joab a Tecoa, y tomó de allá una mujer astuta, y le dijo: Yo te ruego que finjas estar de duelo, y te vistas ropas de luto, y no te unjas con óleo, sino preséntate como una mujer que desde mucho tiempo está de duelo por algún muerto; y entrarás al rey, y le hablarás de esta manera. Y puso Joab las palabras en su boca. Entró, pues, aquella mujer de Tecoa al rey, y postrándose en tierra sobre su rostro, hizo reverencia, y dijo: ¡Socorro, oh rey! El rey le dijo: ¿Qué tienes? Y ella respondió: Yo a la verdad soy una mujer viuda y mi marido ha muerto. Tu sierva tenía dos hijos, y los dos riñeron en el campo; y no habiendo quien los separase, hirió el uno al otro, y lo mató. Y he aquí toda la familia se ha levantado contra tu sierva, diciendo: Entrega al que mató a su hermano, para que le hagamos morir por la vida de su hermano a quien él mató, y matemos también al heredero. Así apagarán el ascua que me ha quedado, no dejando a mi marido nombre ni reliquia sobre la tierra. Entonces el rey dijo a la mujer: Vete a tu casa, y yo daré órdenes con respecto a ti. Y la mujer de Tecoa dijo al rey: Rey señor mío, la maldad sea sobre mí y sobre la casa de mi padre; mas el rey y su trono sean sin culpa. Y el rey dijo: Al que hablare contra ti, tráelo a mí, y no te tocará más. Dijo ella entonces: Te ruego, oh rey, que te acuerdes de Jehová tu Dios, para que el vengador de la sangre no aumente el daño, y no destruya a mi hijo. Y el respondió: Vive Jehová, que no caerá ni un cabello de la cabeza de tu hijo en tierra. Y la mujer dijo: Te ruego que permitas que tu sierva hable una palabra a mi señor el rey. Y él dijo: Habla. Entonces la mujer dijo: ¿Por qué, pues, has pensado tú cosa semejante contra el pueblo de Dios? Porque hablando el rey esta palabra, se hace culpable él mismo, por cuanto el rey no hace volver a su desterrado. Porque de cierto morimos, y somos como aguas derramadas por tierra, que no pueden volver a recogerse; ni Dios quita la vida, sino que provee medios para no alejar de sí al desterrado. Y el haber yo venido ahora para decir esto al rey mi señor, es porque el pueblo me atemorizó; y tu sierva dijo: Hablaré ahora al rey; quizá él hará lo que su sierva diga. Pues el rey oirá, para librar a su sierva de mano del hombre que me quiere destruir a mí y a mi hijo juntamente, de la heredad de Dios. Tu sierva, pues, dice: Sea ahora de consuelo la respuesta de mi señor el rey, pues que mi señor el rey es como un ángel de Dios para discernir entre lo bueno y lo malo. Así Jehová tu Dios sea contigo. Entonces David respondió y dijo a la mujer: Yo te ruego que no me encubras nada de lo que yo te preguntare. Y la mujer dijo: Hable mi señor el rey. Y el rey dijo: ¿No anda la mano de Joab contigo en todas estas cosas? La mujer respondió y dijo: Vive tu alma, rey señor mío, que no hay que apartarse a derecha ni a izquierda de todo lo que mi señor el rey ha hablado; porque tu siervo Joab, él me mandó, y él puso en boca de tu sierva todas estas palabras. Para mudar el aspecto de las cosas Joab tu siervo ha hecho esto; pero mi señor es sabio conforme a la sabiduría de un ángel de Dios, para conocer lo que hay en la tierra. Entonces el rey dijo a Joab: He aquí yo hago esto; vé, y haz volver al joven Absalón. Y Joab se postró en tierra sobre su rostro e hizo reverencia, y después que bendijo al rey, dijo: Hoy ha entendido tu siervo que he hallado gracia en tus ojos, rey señor mío, pues ha hecho el rey lo que su siervo ha dicho. Se levantó luego Joab y fue a Gesur, y trajo a Absalón a Jerusalén. Mas el rey dijo: Váyase a su casa, y no vea mi rostro. Y volvió Absalón a su casa, y no vio el rostro del rey. Y no había en todo Israel ninguno tan alabado por su hermosura como Absalón; desde la planta de su pie hasta su coronilla no había en él defecto. Cuando se cortaba el cabello (lo cual hacía al fin de cada año, pues le causaba molestia, y por eso se lo cortaba), pesaba el cabello de su cabeza doscientos siclos de peso real. Y le nacieron a Absalón tres hijos, y una hija que se llamó Tamar, la cual era mujer de hermoso semblante. Y estuvo Absalón por espacio de dos años en Jerusalén, y no vio el rostro del rey. Y mandó Absalón por Joab, para enviarlo al rey, pero él no quiso venir; y envió aun por segunda vez, y no quiso venir. Entonces dijo a sus siervos: Mirad, el campo de Joab está junto al mío, y tiene allí cebada; id y prendedle fuego. Y los siervos de Absalón prendieron fuego al campo. Entonces se levantó Joab y vino a casa de Absalón, y le dijo: ¿Por qué han prendido fuego tus siervos a mi campo? Y Absalón respondió a Joab: He aquí yo he enviado por ti, diciendo que vinieses acá, con el fin de enviarte al rey para decirle: ¿Para qué vine de Gesur? Mejor me fuera estar aún allá. Vea yo ahora el rostro del rey; y si hay en mí pecado, máteme. Vino, pues, Joab al rey, y se lo hizo saber. Entonces llamó a Absalón, el cual vino al rey, e inclinó su rostro a tierra delante del rey; y el rey besó a Absalón. 15 Aconteció después de esto, que Absalón se hizo de carros y caballos, y cincuenta hombres que corriesen delante de él. Y se levantaba Absalón de mañana, y se ponía a un lado del camino junto a la puerta; y a cualquiera que tenía pleito y venía al rey a juicio, Absalón le llamaba y le decía: ¿De qué ciudad eres? Y él respondía: Tu siervo es de una de las tribus de Israel. Entonces Absalón le decía: Mira, tus palabras son buenas y justas; mas no tienes quien te oiga de parte del rey. Y decía Absalón: ¡Quién me pusiera por juez en la tierra, para que viniesen a mí todos los que tienen pleito o negocio, que yo les haría justicia! Y acontecía que cuando alguno se acercaba para inclinarse a él, él extendía la mano y lo tomaba, y lo besaba. De esta manera hacía con todos los israelitas que venían al rey a juicio; y así robaba Absalón el corazón de los de Israel. Al cabo de cuatro años, aconteció que Absalón dijo al rey: Yo te ruego me permitas que vaya a Hebrón, a pagar mi voto que he prometido a Jehová. Porque tu siervo hizo voto cuando estaba en Gesur en Siria, diciendo: Si Jehová me hiciere volver a Jerusalén, yo serviré a Jehová. Y el rey le dijo: Vé en paz. Y él se levantó, y fue a Hebrón. Entonces envió Absalón mensajeros por todas las tribus de Israel, diciendo: Cuando oigáis el sonido de la trompeta diréis: Absalón reina en Hebrón. Y fueron con Absalón doscientos hombres de Jerusalén convidados por él, los cuales iban en su sencillez, sin saber nada. Y mientras Absalón ofrecía los sacrificios, llamó a Ahitofel gilonita, consejero de David, de su ciudad de Gilo. Y la conspiración se hizo poderosa, y aumentaba el pueblo que seguía a Absalón. Y un mensajero vino a David, diciendo: El corazón de todo Israel se va tras Absalón. Entonces David dijo a todos sus siervos que estaban con él en Jerusalén: Levantaos y huyamos, porque no podremos escapar delante de Absalón; daos prisa a partir, no sea que apresurándose él nos alcance, y arroje el mal sobre nosotros, y hiera la ciudad a filo de espada. Y los siervos del rey dijeron al rey: He aquí, tus siervos están listos a todo lo que nuestro señor el rey decida. El rey entonces salió, con toda su familia en pos de él. Y dejó el rey diez mujeres concubinas, para que guardasen la casa. Salió, pues, el rey con todo el pueblo que le seguía, y se detuvieron en un lugar distante. Y todos sus siervos pasaban a su lado, con todos los cereteos y peleteos; y todos los geteos, seiscientos hombres que habían venido a pie desde Gat, iban delante del rey. Y dijo el rey a Itai geteo: ¿Para qué vienes tú también con nosotros? Vuélvete y quédate con el rey; porque tú eres extranjero, y desterrado también de tu lugar. Ayer viniste, ¿y he de hacer hoy que te muevas para ir con nosotros? En cuanto a mí, yo iré a donde pueda ir; tú vuélvete, y haz volver a tus hermanos; y Jehová te muestre amor permanente y fidelidad. Y respondió Itai al rey, diciendo: Vive Dios, y vive mi señor el rey, que o para muerte o para vida, donde mi señor el rey estuviere, allí estará también tu siervo. Entonces David dijo a Itai: Ven, pues, y pasa. Y pasó Itai geteo, y todos sus hombres, y toda su familia. Y todo el país lloró en alta voz; pasó luego toda la gente el torrente de Cedrón; asimismo pasó el rey, y todo el pueblo pasó al camino que va al desierto. Y he aquí, también iba Sadoc, y con él todos los levitas que llevaban el arca del pacto de Dios; y asentaron el arca del pacto de Dios. Y subió Abiatar después que todo el pueblo hubo acabado de salir de la ciudad. Pero dijo el rey a Sadoc: Vuelve el arca de Dios a la ciudad. Si yo hallare gracia ante los ojos de Jehová, él hará que vuelva, y me dejará verla y a su tabernáculo. Y si dijere: No me complazco en ti; aquí estoy, haga de mí lo que bien le pareciere. Dijo además el rey al sacerdote Sadoc: ¿No eres tú el vidente? Vuelve en paz a la ciudad, y con vosotros vuestros dos hijos; Ahimaas tu hijo, y Jonatán hijo de Abiatar. Mirad, yo me detendré en los vados del desierto, hasta que venga respuesta de vosotros que me dé aviso. Entonces Sadoc y Abiatar volvieron el arca de Dios a Jerusalén, y se quedaron allá. Y David subió la cuesta de los Olivos; y la subió llorando, llevando la cabeza cubierta y los pies descalzos. También todo el pueblo que tenía consigo cubrió cada uno su cabeza, e iban llorando mientras subían. Y dieron aviso a David, diciendo: Ahitofel está entre los que conspiraron con Absalón. Entonces dijo David: Entorpece ahora, oh Jehová, el consejo de Ahitofel. Cuando David llegó a la cumbre del monte para adorar allí a Dios, he aquí Husai arquita que le salió al encuentro, rasgados sus vestidos, y tierra sobre su cabeza. Y le dijo David: Si pasares conmigo, me serás carga. Mas si volvieres a la ciudad, y dijeres a Absalón: Rey, yo seré tu siervo; como hasta aquí he sido siervo de tu padre, así seré ahora siervo tuyo; entonces tú harás nulo el consejo de Ahitofel. ¿No estarán allí contigo los sacerdotes Sadoc y Abiatar? Por tanto, todo lo que oyeres en la casa del rey, se lo comunicarás a los sacerdotes Sadoc y Abiatar. Y he aquí que están con ellos sus dos hijos, Ahimaas el de Sadoc, y Jonatán el de Abiatar; por medio de ellos me enviaréis aviso de todo lo que oyereis. Así vino Husai amigo de David a la ciudad; y Absalón entró en Jerusalén. 16 Cuando David pasó un poco más allá de la cumbre del monte, he aquí Siba el criado de Mefi-boset, que salía a recibirle con un par de asnos enalbardados, y sobre ellos doscientos panes, cien racimos de pasas, cien panes de higos secos, y un cuero de vino. Y dijo el rey a Siba: ¿Qué es esto? Y Siba respondió: Los asnos son para que monte la familia del rey, los panes y las pasas para que coman los criados, y el vino para que beban los que se cansen en el desierto. Y dijo el rey: ¿Dónde está el hijo de tu señor? Y Siba respondió al rey: He aquí él se ha quedado en Jerusalén, porque ha dicho: Hoy me devolverá la casa de Israel el reino de mi padre. Entonces el rey dijo a Siba: He aquí, sea tuyo todo lo que tiene Mefi-boset. Y respondió Siba inclinándose: Rey señor mío, halle yo gracia delante de ti. Y vino el rey David hasta Bahurim; y he aquí salía uno de la familia de la casa de Saúl, el cual se llamaba Simei hijo de Gera; y salía maldiciendo, y arrojando piedras contra David, y contra todos los siervos del rey David; y todo el pueblo y todos los hombres valientes estaban a su derecha y a su izquierda. Y decía Simei, maldiciéndole: ¡Fuera, fuera, hombre sanguinario y perverso! Jehová te ha dado el pago de toda la sangre de la casa de Saúl, en lugar del cual tú has reinado, y Jehová ha entregado el reino en mano de tu hijo Absalón; y hete aquí sorprendido en tu maldad, porque eres hombre sanguinario. Entonces Abisai hijo de Sarvia dijo al rey: ¿Por qué maldice este perro muerto a mi señor el rey? Te ruego que me dejes pasar, y le quitaré la cabeza. Y el rey respondió: ¿Qué tengo yo con vosotros, hijos de Sarvia? Si él así maldice, es porque Jehová le ha dicho que maldiga a David. ¿Quién, pues, le dirá: ¿Por qué lo haces así? Y dijo David a Abisai y a todos sus siervos: He aquí, mi hijo que ha salido de mis entrañas, acecha mi vida; ¿cuánto más ahora un hijo de Benjamín? Dejadle que maldiga, pues Jehová se lo ha dicho. Quizá mirará Jehová mi aflicción, y me dará Jehová bien por sus maldiciones de hoy. Y mientras David y los suyos iban por el camino, Simei iba por el lado del monte delante de él, andando y maldiciendo, y arrojando piedras delante de él, y esparciendo polvo. Y el rey y todo el pueblo que con él estaba, llegaron fatigados, y descansaron allí. Y Absalón y toda la gente suya, los hombres de Israel, entraron en Jerusalén, y con él Ahitofel. Aconteció luego, que cuando Husai arquita, amigo de David, vino al encuentro de Absalón, dijo Husai: ¡Viva el rey, viva el rey! Y Absalón dijo a Husai: ¿Es este tu agradecimiento para con tu amigo? ¿Por qué no fuiste con tu amigo? Y Husai respondió a Absalón: No, sino que de aquel que eligiere Jehová y este pueblo y todos los varones de Israel, de aquél seré yo, y con él me quedaré. ¿Y a quién había yo de servir? ¿No es a su hijo? Como he servido delante de tu padre, así seré delante de ti. Entonces dijo Absalón a Ahitofel: Dad vuestro consejo sobre lo que debemos hacer. Y Ahitofel dijo a Absalón: Llégate a las concubinas de tu padre, que él dejó para guardar la casa; y todo el pueblo de Israel oirá que te has hecho aborrecible a tu padre, y así se fortalecerán las manos de todos los que están contigo. Entonces pusieron para Absalón una tienda sobre el terrado, y se llegó Absalón a las concubinas de su padre, ante los ojos de todo Israel. Y el consejo que daba Ahitofel en aquellos días, era como si se consultase la palabra de Dios. Así era todo consejo de Ahitofel, tanto con David como con Absalón.

Salmo 49:

Oíd esto, pueblos todos, Escuchad, habitantes del mundo, Los de humilde condición, y los encumbrados,° Ricos y pobres juntamente: Mi boca hablará sabiduría,° Y la meditación de mi corazón, inteligencia. Inclinaré al proverbio mi oído, Propondré con el arpa mi enigma: ¿Por qué he de temer los días aciagos, Cuando me rodee la perversidad de mis opresores, Que confían en las riquezas, Y se glorían en sus fortunas inmensas? Ninguno de ellos podrá en modo alguno redimir al hermano, Ni pagar a ’Elohim su rescate (porque la redención de su alma es de tan alto precio, que no se logrará jamás),° Para que viva eternamente, Y jamás vea corrupción. Porque verá que hasta los sabios mueren, Lo mismo que perecen el ignorante y el necio, Y dejan a otros sus riquezas. Su íntima aspiración es que sus casas serán eternas; Sus moradas, de generación en generación, Y a sus tierras han puesto sus nombres. Pero el hombre no permanecerá en honra; Es semejante a las bestias que perecen. Este camino suyo es necedad, Con todo, sus seguidores se complacen en sus dichos. Selah Se han destinado a sí mismos como un rebaño para el Seol, La Muerte los pastorea, Bajan directamente a la tumba, Su figura se desvanece,° Y el Seol es su morada. Pero ’Elohim redimirá mi alma del poder° del Seol, Porque me llevará consigo. Selah No te perturbes cuando alguno se enriquece, Cuando aumenta la gloria de su casa, Porque nada llevará en su muerte, ni descenderá tras él su gloria. Aunque su propia alma lo bendiga mientras vive, Y sea alabado porque prospera, Se irá a la generación de sus mayores, Y no verá más la luz. El hombre que vive con honores, y no entiende esto, Es semejante a las bestias que perecen.

Proverbios 6: 
Hijo mío, si has salido fiador por tu vecino, Dando la mano° a un extraño, Si te has enredado con tus palabras, Y has quedado atrapado con los dichos de tu boca, Haz esto ahora hijo mío, y líbrate, Ya que has caído en la mano de tu prójimo: Ve, humíllate, e importuna a tu prójimo. No concedas sueño a tus ojos, Ni adormecimiento a tus párpados. Líbrate como gacela del cazador, O como pájaro de la trampa. Observa a la hormiga, oh perezoso, Mira sus caminos, y sé sabio, La cual no teniendo capitán, Ni gobernador, ni soberano, Prepara en el verano su comida, Y en el tiempo de la siega guarda su sustento. ¿Hasta cuándo dormirás, oh perezoso? ¿Cuándo te levantarás de tu sueño? Un rato duermes, otro dormitas, Un rato cruzas los brazos y descansas, Y te llega la miseria del vagabundo, Y la indigencia del mendigo.° Hombre de Belial es el hombre inicuo, Que camina torciendo la boca, Guiñando un ojo, meneando los pies, Señalando con el dedo. En su corazón hay perversidades, Maquina maldades, y constantemente enciende rencillas. Por tanto su calamidad vendrá de repente, Súbitamente será quebrantado, y no habrá remedio. Seis cosas aborrece YHVH, Y aun siete abomina su alma: Ojos altivos, lengua mentirosa, Manos que derraman sangre inocente, Corazón que maquina planes perversos, Pies presurosos para correr al mal, Testigo falso que habla mentiras, Y el que enciende rencillas entre sus hermanos. Hijo mío, guarda el mandamiento de tu padre, Y no abandones la enseñanza de tu madre. Átalos siempre a tu corazón, Enlázalos en torno a tu cuello. Cuando camines, te guiarán, Cuando descanses, te guardarán, Y al despertar hablarán contigo. Porque el mandamiento es lámpara Y la enseñanza luz, Y camino de vida la reprensión que corrige. Te guardarán de la mala mujer, De la blandura de la lengua de la mujer ajena. No codicies en tu corazón su hermosura, Ni te dejes prender por su mirada,° Porque si la ramera va en busca de un trozo de pan, La adúltera va a la caza de una vida preciosa. ¿Tomará el hombre fuego en su seno, Sin que sus vestidos ardan? ¿Andará el hombre sobre las brasas, Sin que sus pies se quemen? Así será con el que se llega a la mujer de su prójimo, Ninguno que la toque quedará impune. ¿No se infama el ladrón cuando hurta, Aun para llenar su estómago cuando pasa hambre, Y si es sorprendido, tiene que pagar siete veces, Y entregar todo el haber de su casa? Pues el adúltero es hombre sin cordura,° Destructor de sí mismo es el que tal hace. Llaga vergonzosa° hallará, Y su infamia nunca será borrada. Porque los celos son la ira del hombre, En el día de la venganza no perdonará, Ni considerará rescate alguno; No querrá perdonar aunque aumentes el soborno. 

El Libro de Los Hechos Capítulo 23 del Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:


LOS HECHOS DE LOS APÓSTOLES




CAPÍTULO 23
(60 d.C.)
EL SANEDRÍN




ENTONCES Pablo, poniendo los ojos en el Concilio (es claro que se refiere a los setenta y unos miembros del Sanedrín, y el Sumo Sacerdote Ananías que presidía como Presidente), dice, Varones Hermanos, yo con toda buena conciencia he vivido toda mi vida delante de Dios hasta el día de hoy (quiere decir que lo que sea que estaba haciendo, lo pensó justo en ese mismo momento, ya sea cierto o no).
2 El Sumo Sacerdote, Ananías, mandó entonces a los que estaban delante de él, que le hiriesen en la boca (este hombre odiaba a Pablo; se hace mención en la historia que él fue comisionado unos nueve años antes de esto por influencia política; gobernó como un tirano en Jerusalén, y era un glotón según el Talmud Judío; los Zelotes lo mataron en el año 66 d.C. por sus simpatías con los Romanos).
3 Entonces Pablo le dijo, Dios te herirá a ti, pared blanqueada (en efecto, dice, tú blanqueaste la pared, quiere decir que encubría un corazón negro): ¿y estás tú sentado para juzgarme conforme a la Ley, y contra la Ley me mandas herir? (Pablo conoce la Ley de Moisés mejor que los miembros del Sanedrín.)
4 Y los que estaban presentes dijeron, ¿Al Sumo Sacerdote de Dios maldices? (Pablo no  sabía que este hombre era el Sumo Sacerdote.)
5 Y Pablo dijo, No sabía, hermanos, que era el Sumo Sacerdote (era muy difícil en esa época para un visitante que iba a Jerusalén, como era Pablo, saber quién era el Sumo Sacerdote; los Romanos nombraban a alguien de Sumo Sacerdote y después lo desechaban a su gusto, el Sanedrín hacía lo mismo, en otras palabras, para ser el Sumo Sacerdote ya no tenía que ser descendiente de Aarón, como lo debiera ser según Las Escrituras): pues escrito está, Al Príncipe de tu pueblo no maldecirás (Éx. 22:28).
6 Entonces Pablo, sabiendo que la una parte era de Saduceos, y la otra de Fariseos (no se sabe cómo se le ocurrió esta información), clamó en el Concilio, Varones hermanos, yo soy Fariseo, hijo de Fariseo (expresa que Pablo se había afiliado a ese partido antes de su conversión, y su Padre también): de la esperanza y de la resurrección de los muertos soy yo juzgado (la Fe Cristiana está edificada alrededor de Cristo, Su Muerte en la Cruz y Su Resurrección Corporal; los hombres están perdidos si no colocan su fe en la Cruz y la Resurrección).
7 Y cuando hubo dicho esto, fue hecha disensión entre los Fariseos y los Saduceos: y la multitud fue dividida (se refiere al Sanedrín, pero tipifica la mayoría de la Iglesia en la  actualidad).
8 Porque los Saduceos dicen que no hay Resurrección, ni Ángel, ni espíritu (eran los modernistas de esa época): mas los Fariseos confiesan ambas cosas (eran los fundamentalistas de esa época, quiere decir que declaraban creer en la Biblia entera).
9 Y se levantó un gran clamor: y levantándose los Escribas de la parte de los Fariseos, contendían diciendo, Ningún mal hallamos en este hombre (la situación se decidió basándose en la Doctrina, y no a causa de Pablo): que si espíritu le ha hablado, o Ángel, no resistamos a Dios.
10 Y habiendo grande disensión, el Comandante, teniendo temor de que Pablo fuese despedazado de ellos, mandó venir soldados, y arrebatarle de en medio de ellos, y llevarle a la fortaleza (describe que la situación estaba completamente fuera de control).
11 Y la noche siguiente, se le presentó el Señor, le dijo (expone que Jesucristo se le apareció a Pablo otra vez [Hch. 22:8, 14, 18; I Cor. 9:1; 15:8; II Cor. 12:1-4]), Confía, Pablo (era claro que en ese momento Pablo se hallaba muy desalentado, y por eso necesitaba la amonestación de Cristo): que como has testificado de Mí en Jerusalén, así te conviene testificar también en Roma (a pesar del odio y los esfuerzos de sus enemigos, los Judíos en Jerusalén no podían quitarle la vida, lo cual no lo lograron).
LOS JUDÍOS
12 Y venido el día, algunos de los Judíos se juntaron, e hicieron voto bajo de maldición (su "maldición" era una maldición religiosa, que procuró poner a Dios en una posición donde Él tendría que hacer su voluntad; ¡ese modo de ver era ridículo!), diciendo que ni comerían ni beberían hasta que hubiesen muerto a Pablo (¡así es la religión!).
13 Y eran más de cuarenta los que se juramentaron con este complot.
14 Los cuales se fueron a los Principales Sacerdotes y a los Ancianos, y dijeron, Nosotros hemos hecho voto debajo de maldición, que no hemos de gustar nada hasta que hayamos muerto a Pablo (ahora buscaban cómo hacer oficial sus esfuerzos).
15 Ahora pues, vosotros, con el Concilio, requerid al comandante que le saque mañana a vosotros como que queréis entender de él alguna cosa más cierta: y nosotros, antes que él llegue, estaremos preparados para matarle (expresa lo profundo de la infamia al cual la religión del corazón carnal puede hundir a las personas cultas y religiosas).
EL COMPLOT DESCUBIERTO
16 Entonces un hijo de la hermana de Pablo, oyendo las asechanzas (presenta al Sobrino de Pablo y todo lo que sabemos de su familia además de las referencias en Rom. 16:7, 11, 21), fue, y entró en la fortaleza, y dio aviso a Pablo (no se sabe cómo obtuvo este conocimiento).
17 Y Pablo, llamando a uno de los Centuriones, dice, Lleva a este joven al Comandante: porque tiene cierto aviso que darle.
18 Él (el Centurión) entonces tomándole (el Sobrino de Pablo), le llevó al Comandante, y dijo, El preso Pablo, llamándome, me rogó que trajese a ti este joven, que tiene algo que hablarte.
19 Y el Comandante, tomándole de la mano y retirándose aparte, le preguntó, ¿Qué es lo que tienes que decirme? (Describe el esfuerzo sincero del Comandante Principal de conseguir la Verdad de todos estos asuntos.)
20 Y él dijo, Los Judíos han concertado rogarte que mañana saques a Pablo al Concilio, como que han de inquirir de él alguna cosa más cierta.
21 Mas tú no los creas: porque más de cuarenta hombres de ellos le acechan, los cuales han hecho voto debajo de maldición, de no comer ni beber hasta que le hayan muerto: y ahora están apercibidos esperando tu promesa (un complot, sin saberlo, es probable que el Comandante hubiera estado de acuerdo si el joven no le hubiera advertido; en realidad, lo que hacían los Judíos estaba en contra de la Ley Romana).
22 Entonces el Comandante despidió al joven, mandándole que a nadie dijese que le había dado aviso de esto (se cree, aunque no está declarado, que el joven fue a contarle a Pablo que el Comandante dio su aprobación de buen grado, lo cual sin duda animó mucho a Pablo).
CESAREA
23 Y llamados dos Centuriones, mandó que disponiese para la hora tercera de la noche (a las 9:00 de la noche) doscientos soldados, que fuesen hasta Cesarea, y setenta de a caballo, y doscientos lanceros;
24 Y que preparasen cabalgaduras en que poniendo a Pablo (es probable que habían colocado al Apóstol al lado de uno de los Centuriones en medio de la fuerza armada), le llevasen en salvo a Félix el Gobernador (no era precisamente un hombre de buena disposición a quien Pablo tendría que contestar).
25 Y escribió una carta en estos términos:
26 Claudio Lisias (el Comandante Romano) al Excelentísimo Gobernador Félix: Salud.
27 A este hombre, apresado de los Judíos, y que iban ellos a matar: yo conseguí librarlo acudiendo con la tropa, habiendo entendido que era Romano.
28 Y queriendo saber la causa por qué le acusaban, le llevé al Concilio de ellos (el Sanedrín):
29 Y hallé que le acusaban de cuestiones de la Ley de ellos (la Ley de Moisés), y que ningún crimen tenía digno de muerte o de prisión.
30 Mas siéndome dado aviso de asechanzas que le habían preparado los Judíos, luego al punto (de inmediato) le he enviado a ti, intimando también a los acusadores que traten delante de ti lo que tienen contra él. Pásalo bien.
31 Y los soldados, tomando a Pablo como les era mandado, le llevaron de noche a Antípatris (aproximadamente 60 kilómetros [cuarenta millas] de Jerusalén, y unos treinta kilómetros [veinte millas] de distancia a Cesarea; a lo mejor los soldados marcharon por quince horas sin parar).
32 Y al día siguiente, dejando a los de a caballo que fuesen con él (la infantería de unos cuatrocientos Soldados regresó a Jerusalén, mientras la caballería que consistía de unos setenta jinetes, acompañó a Pablo el resto del camino a Cesarea), se volvieron a la fortaleza:
33 Y cuando llegaron a Cesárea, y dieron la carta al Gobernador (la carta escrita por el    Comandante Romano), presentaron también a Pablo delante de él.
34 Y el Gobernador, leída la carta, preguntó de qué provincia era (el lugar de origen de Pablo). Y entendiendo que de Cilicia (esto automáticamente le dio jurisdicción al Gobernador; el hecho de que Pablo era ciudadano Romano de esta importante Provincia, significó que Félix no podía ignorarlo);
35 Te oiré (le hablaba a Pablo), dijo, cuando vinieren tus acusadores (miembros o representantes del Sanedrín). Y mandó que le guardasen en el Pretorio de Herodes (parte del Palacio lujoso construido por Herodes el Grande; sirvió como Edificio de Congreso, como también residencia oficial de los Gobernadores Romanos; desde luego, habían celdas de prisión dentro de sus límites).



Primera Corintios Capítulo 13:
Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.


Hebreos 10:35-12:4
Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida. Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta  en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté,  David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre.


Romanos 8:
Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos;   herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.

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