31 July 2017

El 1 de agosto Lectura Bíblica Diaria

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Mensaje de la Cruz de Cristo Jesús-Capítulo-1


El 1 de agosto Lectura Bíblica Diaria:

2 Reyes 12 a 14:


En el año séptimo del reinado de Jehú, Joás comenzó a reinar, y reinó en Jerusalén cuarenta años. Su madre era Sibia, oriunda de Berseba. Joás hizo durante toda su vida lo que agrada al Señor, pues siguió las enseñanzas del sacerdote Joyadá. Sin embargo, no se quitaron los altares paganos, sino que el pueblo continuó ofreciendo sacrificios y quemando incienso en ellos. Un día Joás ordenó a los sacerdotes: "Recojan todo el dinero que cada persona traiga al templo del Señor como ofrenda sagrada, incluso el impuesto del censo, el dinero de votos personales y todas las ofrendas voluntarias. Cada sacerdote debe tomar el dinero de manos de su propio tesorero, y usarlo para restaurar el templo y reparar todo lo que esté dañado." En el año veintitrés del reinado de Joás sucedió que, como los sacerdotes no habían hecho reparaciones al templo, el rey llamó al sacerdote Joyadá y a los otros sacerdotes, y les recriminó: "¿Por qué no han comenzado la restauración del templo? De aquí en adelante, ya no recibirán dinero de manos de los tesoreros, y deberán entregar lo que tengan para que se repare el templo." Los sacerdotes accedieron a no recibir más dinero del pueblo, y renunciaron al encargo de restaurar el templo. Sin embargo, el sacerdote Joyadá tomó un cofre y, después de hacer una ranura en la tapa, lo puso junto al altar, a la derecha, según se entra en el templo del Señor. Los sacerdotes que vigilaban la entrada comenzaron a poner en el cofre todo el dinero que la gente traía al templo del Señor. Cuando veían que el cofre ya estaba lleno, subía el secretario real con el sumo sacerdote para vaciarlo y contar el dinero que había en el templo del Señor. Una vez determinada la cantidad, entregaban el dinero a los que supervisaban la restauración del templo. Éstos les pagaban a los que trabajaban allí en el templo: carpinteros, maestros de obra, albañiles y canteros. También compraban madera y piedras de cantería, y cubrían todos los gastos necesarios para restaurar el templo del Señor. Sin embargo, del dinero que se traía al templo del Señor, no se usaba nada para hacer copas, despabiladeras, aspersorios y trompetas, ni otros utensilios de plata y oro, sino que ese dinero se les entregaba a los trabajadores, que lo usaban para reparar el templo. A los que estaban encargados de pagar a los trabajadores no se les pedían cuentas, pues procedían con toda honradez. El dinero de los sacrificios expiatorios y por la culpa no era para el templo del Señor, pues pertenecía a los sacerdotes. Por aquel tiempo, Jazael, rey de *Siria, atacó la ciudad de Gat y la conquistó; luego se propuso atacar a Jerusalén. Por eso Joás, rey de Judá, recogió todos los objetos que habían consagrado sus antepasados Josafat, Jorán y Ocozías, reyes de Judá, junto con los que él mismo había consagrado, más todo el oro que pudo encontrar entre los tesoros del templo del Señor y en el palacio real. Todo esto se lo envió a Jazael, rey de Siria, el cual se retiró de Israel. Los demás acontecimientos del reinado de Joás, y todo lo que hizo, están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Israel. Sus propios ministros conspiraron contra él y lo asesinaron en Bet Miló, camino a Sila. Quienes lo atacaron fueron Josacar hijo de Simat y Jozabad hijo de Semer. Así murió Joás, y fue sepultado con sus antepasados en la Ciudad de David. Y su hijo Amasías lo sucedió en el trono. En el año veintitrés del reinado de Joás hijo de Ocozías, rey de Judá, Joacaz hijo de Jehú ascendió al trono de Israel, y reinó en Samaria diecisiete años. Joacaz hizo lo que ofende al Señor, pues siguió el mal ejemplo de Jeroboán hijo de Nabat y no se apartó del pecado con que éste hizo pecar a Israel. Por eso la ira del Señor se encendió contra los israelitas y, por mucho tiempo, los puso bajo el poder de Jazael, rey de *Siria, y de su hijo Ben Adad. Entonces Joacaz clamó al Señor, y él lo escuchó, pues vio la gran opresión del rey de Siria sobre Israel. El Señor les proveyó un libertador, de modo que los israelitas pudieron librarse del poder de los sirios y vivir tranquilos, como antes. Sin embargo, siguieron el mal ejemplo de la familia de Jeroboán y no se apartaron de los pecados con que éstos hicieron pecar a Israel, y hasta dejaron en pie la imagen de la diosa Aserá, que estaba en Samaria. Del ejército no le habían quedado a Joacaz más que cincuenta jinetes, diez carros de combate y diez mil soldados de infantería, pues el rey de Siria había destruido el ejército, aniquilándolo por completo. Los demás acontecimientos del reinado de Joacaz, y todo lo que hizo y su poderío, están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Israel. Joacaz murió y fue sepultado en Samaria. Y su hijo Joás lo sucedió en el trono. Joás, rey de Israel En el año treinta y siete del reinado de Joás, rey de Judá, Joás hijo de Joacaz ascendió al trono de Israel, y reinó en Samaria dieciséis años. Joás hizo lo que ofende al Señor, pues siguió el mal ejemplo de Jeroboán hijo de Nabat y no se apartó de ninguno de los pecados con que éste hizo pecar a Israel. Los demás acontecimientos del reinado de Joás, y todo lo que hizo y su poderío, incluso la guerra que sostuvo contra Amasías, rey de Judá, están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Israel. Joás murió y fue sepultado en Samaria con los reyes de Israel. Y Jeroboán lo sucedió en el trono. Cuando Eliseo cayó enfermo de muerte, Joás, rey de Israel, fue a verlo. Echándose sobre él, lloró y exclamó: ¡Padre mío, padre mío, carro y fuerza conductora de Israel! Eliseo le dijo: Consigue un arco y varias flechas. Joás así lo hizo. Luego Eliseo le dijo: Empuña el arco. Cuando el rey empuñó el arco, Eliseo puso las manos sobre las del rey y le dijo: Abre la ventana que da hacia el oriente. Joás la abrió, y Eliseo le ordenó: ¡Dispara! Así lo hizo. Entonces Eliseo declaró: ¡Flecha victoriosa del Señor! ¡Flecha victoriosa contra Siria! ¡Tú vas a derrotar a los sirios en Afec hasta acabar con ellos! Así que toma las flechas añadió. El rey las tomó, y Eliseo le ordenó: ¡Golpea el suelo! Joás golpeó el suelo tres veces, y se detuvo. Ante eso, el hombre de Dios se enojó y le dijo: Debiste haber golpeado el suelo cinco o seis veces; entonces habrías derrotado a los sirios hasta acabar con ellos. Pero ahora los derrotarás sólo tres veces. Después de esto, Eliseo murió y fue sepultado. Cada año, bandas de guerrilleros moabitas invadían el país. En cierta ocasión, unos israelitas iban a enterrar a un muerto, pero de pronto vieron a esas bandas y echaron el cadáver en la tumba de Eliseo. Cuando el cadáver tocó los huesos de Eliseo, ¡el hombre recobró la vida y se puso de pie! Durante el reinado de Joacaz, Jazael, rey de Siria, oprimió a los israelitas. Sin embargo, el Señor tuvo misericordia de ellos. Por causa del pacto que había hecho con Abraham, Isaac y Jacob, se compadeció de los israelitas y los preservó, y hasta el día de hoy no ha querido destruirlos ni arrojarlos de su presencia. Cuando murió Jazael, rey de Siria, lo sucedió en el trono su hijo Ben Adad. Entonces Joás hijo de Joacaz logró rescatar del poder de Ben Adad las ciudades que éste le había arrebatado a Joacaz. En tres ocasiones Joás logró derrotarlo, de modo que pudo recuperar las ciudades de Israel. En el segundo año de Joás hijo de Joacaz, rey de Israel, Amasías hijo de Joás, rey de Judá, ascendió al trono. Tenía veinticinco años cuando comenzó a reinar, y reinó en Jerusalén veintinueve años. Su madre era Joadán, oriunda de Jerusalén. Amasías hizo lo que agrada al Señor, aunque no como lo había hecho su antepasado David. En todo siguió el ejemplo de su padre Joás, pero no se quitaron los altares paganos, sino que el pueblo siguió ofreciendo sacrificios y quemando incienso en ellos. Después de afianzarse en el poder, Amasías ajustició a los ministros que habían asesinado a su padre el rey. Sin embargo, según lo que ordenó el Señor, no mató a los hijos de los asesinos, pues está escrito en el libro de la ley de Moisés: "A los padres no se les dará muerte por la culpa de sus hijos, ni a los hijos se les dará muerte por la culpa de sus padres, sino que cada uno morirá por su propio pecado." Amasías derrotó a diez mil edomitas en el valle de la Sal; también conquistó la ciudad de Selá y le puso por nombre Joctel, que es como se conoce hasta el día de hoy. Por aquel tiempo, Amasías envió mensajeros a Joás, hijo de Joacaz y nieto de Jehú, rey de Israel, con este reto: "¡Sal para que nos enfrentemos!" Pero Joás, rey de Israel, le respondió a Amasías, rey de Judá: "El cardo del Líbano le mandó este mensaje al cedro: Entrega a tu hija como esposa a mi hijo. Pero luego pasaron por allí las fieras del Líbano, y aplastaron al cardo. De hecho, has derrotado a los edomitas, y el éxito se te ha subido a la cabeza. Está bien, jáctate si quieres, pero quédate en casa. ¿Para qué provocas una desgracia que significará tu perdición y la de Judá?" Amasías no le hizo caso. Así que Joás, rey de Israel, marchó a Bet Semes, en Judá, para enfrentarse con él. Los israelitas batieron a los de Judá, y éstos huyeron a sus hogares. En Bet Semes, Joás, rey de Israel, capturó a Amasías, rey de Judá, hijo de Joás y nieto de Ocozías. Luego fue a Jerusalén y derribó ciento ochenta metros de la muralla, desde la puerta de Efraín hasta la puerta de la Esquina. Además, se apoderó de todo el oro, la plata y los utensilios que había en el templo del Señor y en el tesoro del palacio real. También tomó rehenes, y regresó a Samaria. Los demás acontecimientos del reinado de Joás, y todo lo que hizo y su poderío, incluso la guerra que sostuvo contra Amasías, rey de Judá, están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Israel. Joás murió y fue sepultado en Samaria con los reyes de Israel. Y su hijo Jeroboán lo sucedió en el trono. Amasías hijo de Joás, rey de Judá, sobrevivió quince años a Joás hijo de Joacaz, rey de Israel. Los demás acontecimientos del reinado de Amasías están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Judá. Como se tramó una conspiración contra él en Jerusalén, Amasías huyó a Laquis; pero lo persiguieron y allí lo mataron. Luego lo llevaron a caballo hasta Jerusalén, la Ciudad de David, y allí fue sepultado con sus antepasados. Entonces todo el pueblo de Judá tomó a Azarías, que tenía dieciséis años, y lo proclamó rey en lugar de su padre Amasías. Y fue Azarías quien, después de la muerte del rey Amasías, reconstruyó la ciudad de Elat y la reincorporó a Judá. Jeroboán II, rey de Israel En el año quince del reinado de Amasías hijo de Joás, rey de Judá, Jeroboán hijo de Joás, rey de Israel, ascendió al trono, y reinó en Samaria cuarenta y un años. Jeroboán hizo lo que ofende al Señor, pues no se apartó de ninguno de los pecados con que Jeroboán hijo de Nabat hizo pecar a Israel. Él fue quien restableció las fronteras de Israel desde Lebó Jamat hasta el mar del Arabá, según la palabra que el Señor, Dios de Israel, había dado a conocer por medio de su siervo Jonás hijo de Amitay, el profeta de Gat Jefer. Porque el Señor había visto que todos los habitantes de Israel, esclavos o libres, sufrían amargamente, y que no había nadie que los ayudara. Pero el Señor los salvó por medio de Jeroboán hijo de Joás, pues había dicho que no borraría de la tierra el nombre de Israel. Los demás acontecimientos del reinado de Jeroboán, y todo lo que hizo y su poderío, incluso sus guerras en las que recuperó Damasco y Jamat para Israel, están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Israel. Jeroboán murió y fue sepultado con sus antepasados, los reyes de Israel. Y su hijo Zacarías lo sucedió en el trono.




Salmo 80:
Pastor de Israel, tú que guías a José como a un rebaño, tú que reinas entre los querubines, ¡escúchanos! ¡Resplandece delante de Efraín, Benjamín y Manasés! ¡Muestra tu poder, y ven a salvarnos! Restáuranos, oh Dios; haz resplandecer tu rostro sobre nosotros, y sálvanos. ¿Hasta cuándo, Señor, Dios Todopoderoso, arderá tu ira contra las oraciones de tu pueblo? Por comida, le has dado pan de lágrimas; por bebida, lágrimas en abundancia. Nos has hecho motivo de contienda para nuestros vecinos; nuestros enemigos se burlan de nosotros. Restáuranos, oh Dios Todopoderoso; haz resplandecer tu rostro sobre nosotros, y sálvanos. De Egipto trajiste una vid; expulsaste a los pueblos paganos, y la plantaste. Le limpiaste el terreno, y ella echó raíces y llenó la tierra. Su sombra se extendía hasta las montañas, su follaje cubría los más altos cedros. Sus ramas se extendieron hasta el Mediterráneo y sus renuevos hasta el Éufrates. ¿Por qué has derribado sus muros? ¡Todos los que pasan le arrancan uvas! Los jabalíes del bosque la destruyen, los animales salvajes la devoran. ¡Vuélvete a nosotros, oh Dios Todopoderoso! ¡Asómate a vernos desde el cielo y brinda tus cuidados a esta vid! ¡Es la raíz que plantaste con tu diestra! ¡Es el vástago que has criado para ti! Tu vid está derribada, quemada por el fuego; a tu reprensión perece tu pueblo. Bríndale tu apoyo al hombre de tu diestra, al ser humano que para ti has criado. Nosotros no nos apartaremos de ti; reavívanos, e invocaremos tu nombre. Restáuranos, Señor, Dios Todopoderoso; haz resplandecer tu rostro sobre nosotros, y sálvanos.




Proverbios 12:
El que ama la disciplina ama el conocimiento, pero el que la aborrece es un necio. El hombre bueno recibe el favor del Señor, pero el intrigante recibe su condena. Nadie puede afirmarse por medio de la maldad; sólo queda firme la raíz de los justos. La mujer ejemplar es corona de su esposo; la desvergonzada es carcoma en los huesos. En los planes del justo hay justicia, pero en los consejos del malvado hay engaño. Las palabras del malvado son insidias de muerte, pero la boca de los justos los pone a salvo. Los malvados se derrumban y dejan de existir, pero los hijos de los justos permanecen. Al hombre se le alaba según su sabiduría, pero al de mal corazón se le desprecia. Vale más un Don Nadie con criado que un Don Alguien sin pan. El justo atiende a las necesidades de su bestia, pero el malvado es de mala entraña. El que labra su tierra tendrá abundante comida, pero el que sueña despierto es un imprudente. Los malos deseos son la trampa de los malvados, pero la raíz de los justos prospera. En el pecado de sus labios se enreda el malvado, pero el justo sale del aprieto. Cada uno se sacia del fruto de sus labios, y de la obra de sus manos recibe su recompensa. Al necio le parece bien lo que emprende, pero el sabio atiende al consejo. El necio muestra en seguida su enojo, pero el prudente pasa por alto el insulto. El testigo verdadero declara lo que es justo, pero el testigo falso declara falsedades. El charlatán hiere con la lengua como con una espada, pero la lengua del sabio brinda alivio. Los labios sinceros permanecen para siempre, pero la lengua mentirosa dura sólo un instante. En los que fraguan el mal habita el engaño, pero hay gozo para los que promueven la paz. Al justo no le sobrevendrá ningún daño, pero al malvado lo cubrirá la desgracia. El Señor aborrece a los de labios mentirosos, pero se complace en los que actúan con lealtad. El hombre prudente no muestra lo que sabe, pero el corazón de los necios proclama su necedad. El de manos diligentes gobernará; pero el perezoso será subyugado. La angustia abate el corazón del hombre, pero una palabra amable lo alegra. El justo es guía de su prójimo, pero el camino del malvado lleva a la perdición. El perezoso no atrapa presa, pero el diligente ya posee una gran riqueza. En el camino de la justicia se halla la vida; por ese camino se evita la muerte.





El Libro de Apocalipsis Capítulo 16 del Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:


EL APOCALIPSIS
DE SAN JUAN




CAPÍTULO 16
(96 d.C.)
LA PRIMERA COPA




Y OÍ una gran voz del Templo, que decía a los siete Ángeles (es el "gran" Capítulo de la Biblia, la palabra empleada 11 veces), Id, y derramad las siete Copas de la Ira de Dios sobre la Tierra. (Se refiere al reino del Anticristo y no a la totalidad de la Tierra. Aquel reino consistirá del África del Norte, el Medio Oriente y la mayor parte de Europa [Dan. 7:7].)
2 Y fue el primero (Ángel), y derramó su Copa sobre la Tierra (constituye la primera plaga); y vino una plaga mala y dañosa sobre los hombres que tenían la señal de la bestia, y sobre los que adoraban su imagen. (Demuestra que estas plagas serán echadas sólo en el reino de la bestia.)
LA SEGUNDA COPA
3 Y el segundo Ángel derramó su Copa sobre el mar (el Mediterráneo); y se convirtió en sangre como de un muerto (corresponde al Mar Mediterráneo entero; la sangre de un muerto es casi negra y coagulada): y toda alma viviente fue muerta en el mar (debiera traducirse, "seres vivientes"; por lo tanto, toda persona en barcos en el Mediterráneo morirá, junto con todos los peces).
LA TERCERA COPA
4 Y el tercer Ángel derramó su Copa sobre los ríos, y sobre las fuentes de las aguas (se refiere a todos los ríos subterráneos también; en otras palabras, toda el agua por todo el reino de la bestia está envenenada); y se convirtieron en sangre. (No debe justificarse simplemente como algo simbólico. En realidad esto va a acontecer.)
5 Y oí al Ángel de las aguas, que decía (en el Libro del Apocalipsis, se comprueba que hay una gran diversidad de Ministerios asignados a los Ángeles; este Ángel es el "Ángel de las aguas"), Justo eres Tú, Oh Señor (declara que lo que el Señor está haciendo es Justo; ¡es más, todo lo que Él hace es Justo!), que eres y que eras (se refiere al hecho de que Dios no cambia), el Santo, porque has juzgado estas cosas (expresa el hecho de que Dios sería injusto si Él no Juzgara como corresponde).
6 Porque ellos derramaron la sangre de los Santos y de los Profetas (aquéllos que serán asesinados por el Anticristo durante la Gran Tribulación por su lealtad al Señor Jesucristo), también Tú les has dado a beber sangre; pues lo merecen. (Explica el hecho de que los adoradores de la bestia reciban justa retribución.)
7 Y oí a otro del Altar, que decía (debiera traducirse, "y oí que el Altar decía," que se refiere a aquéllos que han sido asesinados por el Anticristo y piden venganza [6:9-11]), Ciertamente, Señor Dios Todopoderoso, Tus Juicios son Verdaderos y Justos. (Declara el hecho de que las oraciones de aquéllos en el Altar que suplican venganza están a punto de contestarse.)

LA CUARTA COPA
8 Y el cuarto Ángel derramó su Copa sobre el sol (se refiere a lo que está totalmente más allá del alcance del hombre); y le fue dado quemar a los hombres con fuego. (Añade a "las sarnas" y también exacerba el problema de la escasez de agua. Claramente, el sol en ese entonces radiará más calor que antes en la Tierra. Además, se supone que esta plaga estará también limitada al área generalizada del Anticristo. Si así es el caso, el Señor tendrá que impedir el efecto del calor en otras regiones del mundo.)
9 Y los hombres se quemaron con el grande calor (como lo declara el siguiente Versículo, se efectuará sólo en el área geográfica del Anticristo), y blasfemaron el Nombre de Dios, que tiene potestad sobre estas plagas (aquéllos en el área geográfica del Anticristo sabrán que es Dios El Que hace esto, sin embargo, seguirán blasfemando Su Nombre): y no se arrepintieron para darle Gloria. (Nos indica algo acerca del corazón de los hombres. Es raro que los milagros conduzcan a los hombres al Arrepentimiento. El arrepentimiento debe provenir del corazón y derivarse de la Fe, lo cual debe tener siempre a Cristo y la Cruz como su Objeto.)
LA QUINTA COPA
10 Y el quinto Ángel derramó su Copa sobre el trono de la bestia (especifica que su área de alcance es "el trono de la bestia"; el núcleo de esto pudiera remitirse a Jerusalén, que es entonces la sede central religiosa del Anticristo); y su reino se hizo tenebroso (estas plagas son posibles a la Fe, aunque no para disuadir); y se mordían sus lenguas de dolor (se refiere a "las sarnas" descritas en el Versículo 2),
11 Y blasfemaron el Dios del Cielo por sus dolores y por sus plagas (culparon a Dios por su situación, aunque Él claramente les dijo que no aceptaran la señal de la bestia [14:10]), y no se arrepintieron de sus obras. (Indica el hecho de que el corazón del hombre es tan incurablemente corrupto que hasta los Juicios más ardientes no afectan su actitud, espíritu o conducta.)
LA SEXTA COPA
12 Y el sexto Ángel derramó su Copa sobre el gran río Eufrates; y el agua de él se secó (se refiere a las preparaciones para la Batalla venidera de Armagedón), para que fuese preparado el camino de los reyes del Oriente (en realidad, dice en el Griego, "los reyes del alba del sol"; sin duda, esto incluirá los ejércitos de China y Japón, además de otros que se incorporarán al Anticristo en la Batalla venidera del Armagedón).
LOS TRES ESPÍRITUS
INMUNDOS
13 Y vi salir de la boca del dragón, y de la boca de la bestia, y de la boca del falso profeta (aunque Juan vio a estos espíritus inmundos en su visión, serán invisibles a todos los demás; estas criaturas invisibles obran actualmente en la Tierra, así como obraban desde la Caída, y hay sólo un poder que los afecta y es el Nombre de Jesús), tres espíritus inmundos a manera de ranas. (Corresponde al hecho de que este trío impío confabulaba para procurar la ayuda de otras naciones en cuanto a la Batalla venidera del Armagedón. [Marc. 16:17].)
14 Porque son espíritus de demonios (se refiere al diluvio de espíritus inmundos que obran juntos con los tres espíritus inmundos), que hacen señales (que será probablemente hecho por el falso profeta y otros; indica el hecho de que todos los milagros no son necesariamente de Dios), para ir a los reyes de la Tierra y de todo el mundo, para congregarlos para la batalla de aquel Gran Día del Dios Todopoderoso. (Como es obvio aquí, hay naciones que el Anticristo no controla, cuya ayuda él buscará. Pero mientras él piensa que todo esto es su plan, "Dios Omnipotente," en efecto, orquesta todos los acontecimientos. El Anticristo tendrá la intención de destruir a Israel, pero en realidad Dios le destruirá a él.)
15 He aquí, Yo vengo como ladrón (se refiere al hecho de que el Anticristo ha tenido tanto éxito con su propaganda que pocos en el mundo estarán realmente esperando la Venida de Cristo). Bienaventurado el que vela, y guarda sus vestiduras (señala a aquéllos en la Tierra que adoran y sirven al Cordero y deben estar constantemente velando para que su lealtad hacia Él no sea desviado por el engaño Satánico [Mat. 24:43; I Tes. 5:2-4]), para que no ande desnudo, y vean su vergüenza. (Se refiere a estar desnudo al Juicio de Dios y sufrir las consecuencias en la Segunda Venida, o hasta antes de ese acontecimiento.)
16 Y Él los congregó (el pronombre "Él" se atribuye a Dios) en el lugar que en Hebreo se llama Armagedón. (Se refiere a un lugar literal donde se luchará una batalla literal. Es el Monte de Meguido que da a vista a la Llanura de Meguido al lado occidental del Monte, y por lo visto, incluye la Llanura de Esdraelón, es decir, el Valle de Meguido.)
LA SÉPTIMA COPA
17 Y el séptimo Ángel derramó su Copa por el aire (éste es el último Juicio; indica que un terremoto como nunca antes lo haya visto el mundo, que afectará no sólo a ciertas ciudades, sino también a naciones enteras); y salió una gran Voz del Templo del Cielo, del Trono, diciendo, ¡Ya está hecho! (La poderosa Voz que exclamó desde la Cruz "Consumado es," ahora clamará desde el Trono "Consumado es.")
18 Entonces fueron hechos relámpagos, y voces, y truenos (el propósito Divino en la Gracia fue completado en la Cruz; aquí el propósito Divino en la ira está terminado; este Juicio de las Copas posiblemente pudiera ocurrir simultáneamente en la Segunda Venida); y hubo un gran temblor de Tierra, un terremoto tan grande, cual no fue jamás desde que los hombres han estado sobre la Tierra (presenta la última agitación catastrófica).
19 Y la ciudad grande fue partida en tres partes (se refiere a Jerusalén), y las ciudades de las naciones cayeron (se refiere al Medio Oriente y posiblemente parte de Europa también): y la grande Babilonia vino en memoria delante de Dios, para darle el cáliz del vino del furor de Su ira. (Este terremoto, el más fuerte de todos, se concentrará en Babilonia y destruirá completamente la ciudad que está programada para reconstruirla en el presente [2003]. La primera rebelión organizada contra Dios empezó en Babilonia y terminará en Babilonia [Gén. 11:1-9].)
20 Y toda isla huyó, y los montes no fueron hallados (corresponde a la magnitud colosal de este terremoto).
21 Y cayó del Cielo sobre los hombres un grande granizo como del peso de un talento (casi 45 kilos [100 libras]; bien se puede imaginar el daño que causaría): y los hombres blasfemaron a Dios por la plaga del granizo; porque su plaga fue muy grande. (Nuevamente, aquéllos en el reino de la bestia sabrán que esta plaga es de Dios, pero en vez de arrepentirse, seguirán blasfemándolo.)




Primera Corintios Capítulo 13:
Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.


Hebreos 10:35-12:4
Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida. Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre.


Romanos 8:
Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.

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30 July 2017

El 31 de julio Lectura Bíblica Diaria

Sonidos del aire libre
SonLifeTV.com/español
Mensaje de la Cruz de Cristo Jesús-Capítulo-1

 
El 31 de julio Lectura Bíblica Diaria:

2 Reyes 9 a 11:


Un día, el profeta Eliseo llamó a un miembro de la comunidad de los profetas. "Arréglate la ropa para viajar le ordenó. Toma este frasco de aceite y ve a Ramot de Galaad. Cuando llegues, busca a Jehú, hijo de Josafat y nieto de Nimsi. Ve adonde esté, apártalo de sus compañeros y llévalo a un cuarto. Toma entonces el frasco, derrama el aceite sobre su cabeza y declárale: Así dice el Señor: ‘Ahora te unjo como rey de Israel. Luego abre la puerta y huye; ¡no te detengas!" Acto seguido, el joven profeta se fue a Ramot de Galaad. Cuando llegó, encontró reunidos a los capitanes del ejército y les dijo: Tengo un mensaje para el capitán. ¿Para cuál de todos nosotros? preguntó Jehú. Para usted, mi capitán respondió. Jehú se levantó y entró en la casa. Entonces el profeta lo ungió con el aceite y declaró: "Así dice el Señor, Dios de Israel: Ahora te unjo como rey sobre mi pueblo Israel. Destruirás a la familia de Acab, tu señor, y así me vengaré de la sangre de mis siervos los profetas; castigando a Jezabel, vengaré la sangre de todos mis siervos. Toda la familia de Acab perecerá, pues de sus descendientes en Israel exterminaré hasta el último varón, esclavo o libre. Haré con ellos lo mismo que hice con la familia de Jeroboán hijo de Nabat y con la familia de Basá hijo de Ahías. Y en cuanto a Jezabel, los perros se la comerán en el campo de Jezrel, y nadie le dará sepultura. " Acto seguido, el profeta abrió la puerta y huyó. Cuando Jehú salió para volver a reunirse con los capitanes, uno de ellos le preguntó: ¿Todo bien? ¿Qué quería ese loco? Ustedes ya lo conocen respondió, y saben cómo habla. ¡Pamplinas! replicaron. Dinos la verdad. Jehú admitió: Esto es lo que me declaró, palabra por palabra: Así dice el Señor: ‘Ahora te unjo como rey de Israel. Dicho esto, todos se apresuraron a tender sus mantos sobre los escalones, a los pies de Jehú. Luego tocaron la trompeta y gritaron: "¡Viva el rey Jehú!" Entonces Jehú, hijo de Josafat y nieto de Nimsi, conspiró contra Jorán. Sucedió que Jorán, con todo el ejército israelita, había estado defendiendo Ramot de Galaad contra Jazael, rey de Siria, pero tuvo que regresar a Jezrel para reponerse de las heridas que había recibido de los sirios en la batalla. Así que Jehú les dijo a sus partidarios: "Si ustedes quieren que yo sea rey, no dejen que nadie salga de la ciudad para ir a Jezrel con el informe." Luego se montó en su carro de combate y fue a Jezrel, pues allí se estaba recuperando Jorán, a quien también Ocozías, rey de Judá, había ido a visitar. Cuando el centinela que vigilaba desde la torre de Jezrel vio que las tropas de Jehú se acercaban, gritó: ¡Se acercan unas tropas! En seguida Jorán ordenó: Llama a un jinete y mándalo al encuentro de las tropas para preguntarles si vienen en son de paz. El jinete se fue al encuentro de Jehú y le dijo: El rey quiere saber si vienen en son de paz. ¿Y a ti qué te importa? replicó Jehú. Ponte allí atrás. Entonces el centinela anunció: El mensajero ya llegó hasta ellos, pero no lo veo regresar. Por tanto, el rey mandó a otro jinete, el cual fue a ellos y repitió: El rey quiere saber si vienen en son de paz. Eso a ti no te importa replicó Jehú. Ponte allí atrás. El centinela informó de nuevo: Ya llegó el mensajero hasta ellos, pero a él tampoco lo veo regresar. Además, el que conduce el carro ha de ser Jehú hijo de Nimsi, pues lo hace como un loco. ¡Enganchen el carro! exclamó Jorán. Así lo hicieron. Y en seguida Jorán, rey de Israel, y Ocozías, rey de Judá, cada uno en su carro, salieron y se encontraron con Jehú en la propiedad que había pertenecido a Nabot el jezrelita. Cuando Jorán vio a Jehú, le preguntó: Jehú, ¿vienes en son de paz? ¿Cómo puede haber paz mientras haya tantas idolatrías y hechicerías de tu madre Jezabel? replicó Jehú. Jorán se dio la vuelta para huir, mientras gritaba: ¡Traición, Ocozías! Pero Jehú, que ya había tensado su arco, le disparó a Jorán por la espalda, y la flecha le atravesó el corazón. Jorán se desplomó en el carro, y Jehú le ordenó a su ayudante Bidcar: Saca el cadáver y tíralo en el terreno que fue propiedad de Nabot el jezrelita. Recuerda el día en que tú y yo conducíamos juntos detrás de Acab, padre de Jorán, y el Señor pronunció contra él esta sentencia: Ayer vi aquí la sangre de Nabot y de sus hijos. Por lo tanto, juro que en este mismo terreno te haré pagar por ese crimen. Yo, el Señor, lo afirmo. Saca, pues, el cadáver y tíralo en el terreno, según la palabra que dio a conocer el Señor. Cuando Ocozías, rey de Judá, vio lo que pasaba, huyó en dirección a Bet Hagán. Pero Jehú lo persiguió, y ordenó: ¡Mátenlo a él también! Y lo hirieron en su carro cuando iba por la cuesta de Gur, cerca de Ibleam, pero logró escapar y llegar a Meguido. Allí murió. Luego sus siervos trasladaron el cuerpo a Jerusalén, la Ciudad de David, donde lo sepultaron en su tumba, junto a sus antepasados. Ocozías había ascendido al trono en el undécimo año del reinado de Jorán hijo de Acab. Cuando Jezabel se enteró de que Jehú estaba regresando a Jezrel, se sombreó los ojos, se arregló el cabello y se asomó a la ventana. Al entrar Jehú por la puerta de la ciudad, ella le preguntó: ¿Cómo estás, Zimri, asesino de tu señor? Levantando la vista hacia la ventana, Jehú gritó: ¿Quién está de mi parte? ¿Quién? Entonces se asomaron dos o tres oficiales, y Jehú les ordenó: ¡Arrójenla de allí! Así lo hicieron, y su sangre salpicó la pared y a los caballos que la pisotearon. Luego Jehú se sentó a comer y beber, y dio esta orden: Ocúpense de esa maldita mujer; denle sepultura, pues era hija de un rey. Pero cuando fueron a enterrarla, no encontraron más que el cráneo, los pies y las manos. Así que volvieron para informarle a Jehú, y éste comentó: Se ha cumplido la palabra que el Señor dio a conocer por medio de su siervo Elías el tisbita, que dijo: En el campo de Jezrel los perros se comerán a Jezabel. De hecho, el cadáver de Jezabel será como estiércol en el campo de Jezrel, y nadie podrá identificarla ni decir: Ésta era Jezabel. Acab tenía setenta hijos, los cuales vivían en Samaria. Por tanto, Jehú escribió cartas y las envió a Samaria, es decir, a las autoridades de la ciudad, a los ancianos y a los protectores de los hijos de Acab. En las cartas decía: "Ustedes cuentan con los hijos de Acab, y con los carros de combate y sus caballos, con una ciudad fortificada, y con un arsenal. Así que tan pronto como reciban esta carta, escojan al más capaz y más noble de los hijos de Acab, y pónganlo en el trono de su padre. Pero prepárense para luchar por la familia de su rey." Ellos se aterrorizaron y dijeron: "Si dos reyes no pudieron hacerle frente, ¿cómo podremos hacerlo nosotros?" Por lo tanto, el administrador del palacio, el gobernador de la ciudad, los ancianos y los protectores le enviaron este mensaje a Jehú: "Nosotros somos sus servidores, y haremos lo que usted nos diga. No haremos rey a nadie. Haga usted lo que mejor le parezca." Entonces Jehú les escribió otra carta, en la que decía: "Si ustedes están de mi parte y de veras están dispuestos a obedecerme, vengan a Jezrel mañana a esta hora y tráiganme las cabezas de los hijos de Acab." Los setenta príncipes vivían con las familias más notables de la ciudad, pues éstas los criaban. Cuando llegó la carta, prendieron a todos los príncipes y los decapitaron. Luego echaron las cabezas en unos cestos y se las enviaron a Jehú, que estaba en Jezrel. Un mensajero llegó y le dijo a Jehú que habían traído las cabezas de los príncipes. Entonces Jehú ordenó que las pusieran en dos montones a la entrada de la ciudad, y que las dejaran allí hasta el día siguiente. Por la mañana, Jehú salió y, presentándose ante todo el pueblo, confesó: "¡Ustedes son inocentes! ¡Yo fui el que conspiró contra mi señor! ¡Yo lo maté! Pero ¿quién ha matado a todos éstos? Sepan, pues, que nada de lo que el Señor ha dicho contra la familia de Acab dejará de cumplirse. En efecto, el Señor ha hecho lo que había prometido por medio de su siervo Elías." Dicho esto, Jehú mató a todos los que quedaban de la familia de Acab en Jezrel, y a todos sus dignatarios, sus amigos íntimos y sus sacerdotes. No dejó a ninguno de ellos con vida. Después emprendió la marcha contra Samaria y, al llegar a Bet Équed de los Pastores, se encontró con unos parientes de Ocozías, rey de Judá. ¿Quiénes son ustedes? les preguntó. Somos parientes de Ocozías; hemos venido a visitar a la familia real. ¡Captúrenlos vivos! ordenó Jehú. Así lo hicieron, y después los degollaron junto al pozo de Bet Équed. Eran cuarenta y dos hombres; Jehú no dejó vivo a ninguno de ellos. Al dejar ese lugar, Jehú se encontró con Jonadab hijo de Recab, que había ido a verlo. Jehú lo saludó y le preguntó: ¿Me eres leal, como yo lo soy contigo? Lo soy respondió Jonadab. Jehú replicó: Si es así, dame la mano. Jonadab le dio la mano, y Jehú, haciéndolo subir con él a su carro, le dijo: Ven conmigo, para que veas el celo que tengo por el Señor. Y lo llevó en su carro. Tan pronto como Jehú llegó a Samaria, exterminó a la familia de Acab, matando a todos los que quedaban allí, según la palabra que el Señor le había dado a conocer a Elías. Entonces Jehú reunió a todo el pueblo y dijo: "Acab adoró a Baal con pocas ganas; Jehú lo hará con devoción. Llamen, pues, a todos los profetas de Baal, junto con todos sus ministros y sacerdotes. Que no falte ninguno de ellos, pues voy a ofrecerle a Baal un sacrificio grandioso. Todo el que falte, morirá." En realidad, Jehú no era sincero, pues tenía el propósito de eliminar a los adoradores de Baal. Luego dio esta orden: "Convoquen una asamblea en honor de Baal." Y así se hizo. Como Jehú envió mensajeros por todo Israel, vinieron todos los que servían a Baal, sin faltar ninguno. Eran tantos los que llegaron, que el templo de Baal se llenó de un extremo a otro. Jehú le ordenó al encargado del guardarropa que sacara las vestiduras para los adoradores de Baal, y así lo hizo. Cuando Jehú y Jonadab hijo de Recab entraron en el templo de Baal, Jehú les dijo a los congregados: "Asegúrense de que aquí entre ustedes no haya siervos del Señor, sino sólo de Baal." Entonces pasaron para ofrecer sacrificios y *holocaustos. Ahora bien, Jehú había apostado una guardia de ochenta soldados a la entrada, con esta advertencia: "Ustedes me responden por estos hombres. El que deje escapar a uno solo de ellos, lo pagará con su vida." Así que tan pronto como terminó de ofrecer el holocausto, Jehú ordenó a los guardias y oficiales: "¡Entren y mátenlos! ¡Que no escape nadie!" Y los mataron a filo de espada y los echaron fuera. Luego los guardias y los oficiales entraron en el santuario del templo de Baal, sacaron la *piedra sagrada que estaba allí, y la quemaron. Además de tumbar la piedra sagrada, derribaron el templo de Baal y lo convirtieron en un muladar, y así ha quedado hasta el día de hoy. De este modo Jehú erradicó de Israel el culto a Baal. Sin embargo, no se apartó del pecado que Jeroboán hijo de Nabat hizo cometer a los israelitas, es decir, el de rendir culto a los becerros de oro en Betel y en Dan. El Señor le dijo a Jehú: "Has actuado bien. Has hecho lo que me agrada, pues has llevado a cabo lo que yo me había propuesto hacer con la familia de Acab. Por lo tanto, durante cuatro generaciones tus descendientes ocuparán el trono de Israel." Sin embargo, Jehú no cumplió con todo el corazón la ley del Señor, Dios de Israel, pues no se apartó de los pecados con que Jeroboán hizo pecar a los israelitas. Por aquel tiempo, el Señor comenzó a reducir el territorio israelita. Jazael atacó el país por todas las fronteras: desde el Jordán hacia el este, toda la región de Galaad, ocupada por las tribus de Gad, Rubén y Manasés; y desde la ciudad de Aroer, junto al arroyo Arnón, hasta las regiones de Galaad y Basán. Los demás acontecimientos del reinado de Jehú, y todo lo que hizo y todo su poderío, están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Israel. Jehú murió y fue sepultado en Samaria. Y su hijo Joacaz lo sucedió en el trono. Jehú reinó en Samaria sobre Israel durante veintiocho años. Cuando Atalía, madre de Ocozías, vio que su hijo había muerto, tomó medidas para eliminar a toda la familia real. Pero Josaba, que era hija del rey Jorán y hermana de Ocozías, raptó a Joás hijo de Ocozías cuando los príncipes estaban a punto de ser asesinados. Metiéndolo en un dormitorio con su nodriza, logró esconderlo de Atalía, de modo que no lo mataron. Seis años estuvo Joás escondido con su nodriza en el templo del Señor, mientras Atalía reinaba en el país. En el séptimo año, el sacerdote Joyadá mandó llamar a los capitanes, a los quereteos y a los guardias, para que se presentaran ante él en el templo del Señor. Allí en el templo hizo un pacto con ellos y les tomó juramento. Luego les mostró al hijo del rey, y les dio estas órdenes: "Hagan lo siguiente: Una tercera parte de los que están de servicio el sábado vigilará el palacio real; otra tercera parte, la puerta de Sur; y la otra tercera parte, la puerta detrás del cuartel. Harán la guardia del templo por turnos. Los dos grupos que están libres el sábado protegerán al rey en el templo del Señor. Arma en mano, rodeen por completo al rey; y si alguien se atreve a penetrar las filas, mátenlo. ¡No dejen solo al rey, vaya donde vaya!" Los capitanes cumplieron con todo lo que el sacerdote Joyadá les había ordenado. Cada uno reunió a sus hombres, tanto a los que estaban de servicio el sábado como a los que estaban libres, y se presentaron ante Joyadá. Éste repartió entre los capitanes las lanzas y los escudos del rey David, que estaban guardados en el templo del Señor. Arma en mano, los guardias tomaron sus puestos alrededor del rey, cerca del altar, y desde el lado sur hasta el lado norte del templo. Entonces Joyadá sacó al hijo del rey, le puso la corona y le entregó una copia del pacto. Luego lo ungieron, y todos aplaudieron, gritando: "¡Viva el rey!" Cuando Atalía oyó la gritería de los guardias y de la tropa, fue al templo del Señor, donde estaba la gente. Al ver que el rey estaba de pie junto a la columna, como era la costumbre, y que los capitanes y músicos estaban a su lado, y que toda la gente tocaba alegre las trompetas, Atalía se rasgó las vestiduras y gritó: "¡Traición! ¡Traición!" Entonces el sacerdote Joyadá, como no quería que la mataran en el templo del Señor, ordenó a los capitanes que estaban al mando de las fuerzas: "Sáquenla de entre las filas; y si alguien se pone de su lado, ¡mátenlo a filo de espada!" Así que la apresaron y la llevaron al palacio por la puerta de la caballería, y allí la mataron. Luego Joyadá hizo un pacto entre el Señor, el rey y la gente para que fueran el pueblo del Señor; también hizo un pacto entre el rey y el pueblo. Entonces toda la gente fue al templo de Baal y lo derribó. Destruyeron los altares y los ídolos, y enfrente de los altares degollaron a Matán, sacerdote de Baal. El sacerdote Joyadá apostó guardias en el templo del Señor y, acompañado de los capitanes y de los quereteos, los guardias y todo el pueblo, llevó al rey desde el templo del Señor hasta el palacio real. Entraron juntos por la puerta del cuartel, y Joás se sentó en el trono real. Todo el pueblo estaba alegre, y tranquila la ciudad, pues habían matado a Atalía a filo de espada en el palacio. Joás tenía siete años cuando ascendió al trono.





Salmo 79:
Oh Dios, los pueblos paganos han invadido tu herencia; han profanado tu santo templo, han dejado en ruinas a Jerusalén. Han entregado los cadáveres de tus siervos como alimento de las aves del cielo; han destinado los cuerpos de tus fieles para comida de los animales salvajes. Por toda Jerusalén han derramado su sangre, como si derramaran agua, y no hay quien entierre a los muertos. Nuestros vecinos hacen mofa de nosotros; somos blanco de las burlas de quienes nos rodean. ¿Hasta cuándo, Señor? ¿Vas a estar enojado para siempre? ¿Arderá tu celo como el fuego? ¡Enójate con las naciones que no te reconocen, con los reinos que no invocan tu nombre! Porque a Jacob se lo han devorado, y al país lo han dejado en ruinas. No nos tomes en cuenta los pecados de ayer; ¡venga pronto tu misericordia a nuestro encuentro, porque estamos totalmente abatidos! Oh Dios y salvador nuestro, por la gloria de tu nombre, ayúdanos; por tu nombre, líbranos y perdona nuestros pecados. ¿Por qué van a decir las naciones: "¿Dónde está su Dios?" Permítenos ver, y muéstrales a los pueblos paganos cómo tomas venganza de la sangre de tus siervos. Que lleguen a tu presencia los gemidos de los cautivos, y por la fuerza de tu brazo salva a los condenados a muerte. Señor, haz que sientan nuestros vecinos, siete veces y en carne propia, el oprobio que han lanzado contra ti. Y nosotros, tu pueblo y ovejas de tu prado, te alabaremos por siempre; de generación en generación cantaremos tus alabanzas.





Proverbios 11:
El Señor aborrece las balanzas adulteradas, pero aprueba las pesas exactas. Con el orgullo viene el oprobio; con la humildad, la sabiduría. A los justos los guía su integridad; a los falsos los destruye su hipocresía. En el día de la ira de nada sirve ser rico, pero la justicia libra de la muerte. La justicia endereza el camino de los íntegros, pero la maldad hace caer a los impíos. La justicia libra a los justos, pero la codicia atrapa a los falsos. Muere el malvado, y con él su esperanza; muere también su ilusión de poder. El justo se salva de la calamidad, pero la desgracia le sobreviene al malvado. Con la boca el impío destruye a su prójimo, pero los justos se libran por el conocimiento. Cuando el justo prospera, la ciudad se alegra; cuando el malvado perece, hay gran regocijo. La bendición de los justos enaltece a la ciudad, pero la boca de los malvados la destruye. El falto de juicio desprecia a su prójimo, pero el entendido refrena su lengua. La gente chismosa revela los secretos; la gente confiable es discreta. Sin dirección, la nación fracasa; el éxito depende de los muchos consejeros. El fiador de un extraño saldrá perjudicado; negarse a dar fianza es vivir en paz. La mujer bondadosa se gana el respeto; los hombres violentos sólo ganan riquezas. El que es bondadoso se beneficia a sí mismo; el que es cruel, a sí mismo se perjudica. El malvado obtiene ganancias ilusorias; el que siembra justicia asegura su ganancia. El que es justo obtiene la vida; el que persigue el mal se encamina a la muerte. El Señor aborrece a los de corazón perverso, pero se complace en los que viven con rectitud. Una cosa es segura: Los malvados no quedarán impunes, pero los justos saldrán bien librados. Como argolla de oro en hocico de cerdo es la mujer bella pero indiscreta. Los deseos de los justos terminan bien; la esperanza de los malvados termina mal. Unos dan a manos llenas, y reciben más de lo que dan; otros ni sus deudas pagan, y acaban en la miseria. El que es generoso prospera; el que reanima será reanimado. La gente maldice al que acapara el trigo, pero colma de bendiciones al que gustoso lo vende. El que madruga para el bien, halla buena voluntad; el que anda tras el mal, por el mal será alcanzado. El que confía en sus riquezas se marchita, pero el justo se renueva como el follaje. El que perturba su casa no hereda más que el viento, y el necio termina sirviendo al sabio. El fruto de la justicia es árbol de vida, pero el que arrebata vidas es violento. Si los justos reciben su pago aquí en la tierra, ¡cuánto más los impíos y los pecadores!






El Libro de Apocalipsis Capítulo 15 del Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:
EL APOCALIPSISDE SAN JUAN




CAPÍTULO 15
(96 d.C.)
LAS SIETE COPAS




Y VI otra señal en el Cielo, grande y admirable, que era siete Ángeles que tenían las siete plagas postreras (los Juicios estarán concluyendo en el territorio del Anticristo, que serán de los peores); porque en ellas es consumada la Ira de Dios (debiera traducirse, "la cólera de Dios").
2 Y vi así como un mar de vidrio mezclado con fuego (está directamente delante del Trono de Dios y mencionado en Apoc. 4:6): y los que habían alcanzado la victoria de la bestia, y de su imagen, y de su señal, y del número de su nombre (este grupo fue asesinado por el Anticristo), estar sobre el mar de vidrio, teniendo las arpas de Dios (un cuadro de paz y tranquilidad).
3 Y cantan el cántico de Moisés siervo de Dios (es el cántico que nos lo da en Deut. 32:1-43; se hace mención de que Moisés escribió este cántico y se lo enseñó a la gente [Deut. 31:22]), y el cántico del Cordero (es el segundo cántico y empieza por la Crucifixión, la cual era necesaria en absoluto si el hombre debiera ser redimido, y termina con Jesucristo como "el Rey de reyes, el Señor de señores"), diciendo, Grandes y maravillosas son Tus Obras, Señor Dios Todopoderoso (se refiere a Cristo; aunque todas Sus Obras son "grandes y maravillosas," lo que Él hizo en la Cruz es la mayor obra de todas); justos y verdaderos son Tus caminos, Rey de los Santos. (Cristo es nuestro Rey en virtud de lo que Él hizo en la Cruz y nuestra Fe en aquella Obra Terminada.)
4 ¿Quién no te temerá, Oh Señor, y engrandecerá Tu Nombre? (Se adelanta al Reino Milenario. En ese entonces, todo ser humano en la faz de la Tierra temerá al Señor y además Glorificará Su Nombre.) porque Tú sólo eres Santo (el origen de la Santidad y se puede dar esta Santidad a los Creyentes en virtud de lo que Cristo hizo en la Cruz): por lo cual todas las naciones vendrán, y adorarán delante de Ti (se refiere al Reino Milenario); porque Tus Juicios son manifestados (se refiere al hecho de que el Juicio de Dios se desatará sobre el Anticristo durante la Batalla de Armagedón, donde será derrotado junto con la totalidad de su Ejército).
EL TEMPLO
5 Y después de estas cosas miré (se refiere a las Copas que están por derramarse), y he aquí, el Templo del Tabernáculo del Testimonio fue abierto en el Cielo (tiene referencia al Lugar Santísimo, donde el Arca del Pacto fue guardado; es un testimonio a la Santidad del Carácter de Dios y a la Justicia de Su Gobierno):
6 Y salieron del Templo siete Ángeles, que tenían siete plagas (constituye los Juicios de las Copas), vestidos de un lino limpio y blanco (la Justicia perfecta de los actos que deben ser realizados en la Tierra), y ceñidos alrededor de los pechos con bandas de oro (el mismo vestido que el de nuestro Señor [Apoc. 1:13], indica lo que ellos están a punto de hacer corresponde únicamente a la Obra de Cristo; en otras palabras, Cristo es responsable de todos los Juicios).
7 Y uno de las cuatro Criaturas (los "Seres Vivientes" descritos en 4:7-8) dio a los siete Ángeles siete Copas de oro, llenas de la ira de Dios (declara el hecho, como se expresó, de que estos Juicios en la Tierra serán los peores), que vive para siempre jamás (indica el hecho de que Dios es Eterno).
8 Y fue el Templo lleno de humo por la Majestad de Dios, y por Su poder (muy similar a la dedicación del Templo de Salomón, en el cual el último Templo era una réplica del que está en el Cielo); y ninguno podía entrar en el Templo, hasta que fuesen consumadas las siete plagas de los siete Ángeles. (Constituye los últimos pocos meses de la Gran Tribulación. La idea de que nadie podía entrar en el Templo durante este período de tiempo lo hace parecer que a nadie le permitirían entrar para hacer intercesión, para desviar la ira de Dios, para distraerlo de Su Propósito.)



Primera Corintios Capítulo 13:
Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.

Hebreos 10:35-12:4
Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida. Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre.

Romanos 8:
Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.

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El 30 de julio Lectura Bíblica Diaria

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Mensaje de la Cruz de Cristo Jesús-Capítulo-1

 
El 30 de julio Lectura Bíblica Diaria:

2 Reyes 6 a 8: 

Un día, los miembros de la comunidad de los profetas le dijeron a Eliseo: Como puede ver, el lugar donde ahora vivimos con usted nos resulta pequeño. Es mejor que vayamos al Jordán. Allí podremos conseguir madera y construir un albergue. Bien, vayan respondió Eliseo. Pero uno de ellos le pidió: Acompañe usted, por favor, a sus servidores. Eliseo consintió en acompañarlos, y cuando llegaron al Jordán empezaron a cortar árboles. De pronto, al cortar un tronco, a uno de los profetas se le zafó el hacha y se le cayó al río. ¡Ay, maestro! gritó. ¡Esa hacha no era mía! ¿Dónde cayó? preguntó el hombre de Dios. Cuando se le indicó el lugar, Eliseo cortó un palo y, echándolo allí, hizo que el hacha saliera a flote. Sácala ordenó Eliseo. Así que el hombre extendió el brazo y la sacó. El rey de Siria, que estaba en guerra con Israel, deliberó con sus ministros y les dijo: "Vamos a acampar en tal lugar." Pero el hombre de Dios le envió este mensaje al rey de Israel: "Procura no pasar por este sitio, pues los sirios te han tendido allí una emboscada." Así que el rey de Israel envió a reconocer el lugar que el hombre de Dios le había indicado. Y en varias otras ocasiones Eliseo le avisó al rey, de modo que éste tomó precauciones. El rey de Siria, enfurecido por lo que estaba pasando, llamó a sus ministros y les reclamó: ¿Quieren decirme quién está informando al rey de Israel? Nadie, mi señor y rey respondió uno de ellos. El responsable es Eliseo, el profeta que está en Israel. Es él quien le comunica todo al rey de Israel, aun lo que Su Majestad dice en su alcoba. Pues entonces averigüen dónde está ordenó el rey, para que mande a capturarlo. Cuando le informaron que Eliseo estaba en Dotán, el rey envió allá un destacamento grande, con caballos y carros de combate. Llegaron de noche y cercaron la ciudad. Por la mañana, cuando el criado del hombre de Dios se levantó para salir, vio que un ejército con caballos y carros de combate rodeaba la ciudad. ¡Ay, mi señor! exclamó el criado. ¿Qué vamos a hacer? No tengas miedo respondió Eliseo. Los que están con nosotros son más que ellos. Entonces Eliseo oró: "Señor, ábrele a Guiezi los ojos para que vea." El Señor así lo hizo, y el criado vio que la colina estaba llena de caballos y de carros de fuego alrededor de Eliseo. Como ya los sirios se acercaban a él, Eliseo volvió a orar: "Señor, castiga a esta gente con ceguera." Y el Señor hizo lo que le pidió Eliseo. Luego Eliseo les dijo: "Ésta no es la ciudad adonde iban; han tomado un camino equivocado. Síganme, que yo los llevaré adonde está el hombre que buscan." Pero los llevó a Samaria. Después de entrar en la ciudad, Eliseo dijo: "Señor, ábreles los ojos, para que vean." El Señor así lo hizo, y ellos se dieron cuenta de que estaban dentro de Samaria. Cuando el rey de Israel los vio, le preguntó a Eliseo: ¿Los mato, mi señor? ¿Los mato? No, no los mates contestó Eliseo. ¿Acaso los has capturado con tu espada y tu arco, para que los mates? Mejor sírveles comida y agua para que coman y beban, y que luego vuelvan a su rey. Así que el rey de Israel les dio un tremendo banquete. Cuando terminaron de comer, los despidió, y ellos regresaron a su rey. Y las bandas de sirios no volvieron a invadir el territorio israelita. Algún tiempo después, Ben Adad, rey de Siria, movilizó todo su ejército para ir a Samaria y sitiarla. El sitio duró tanto tiempo que provocó un hambre terrible en la ciudad, a tal grado que una cabeza de asno llegó a costar ochenta monedas de plata, y un poco de algarroba, cinco. Un día, mientras el rey recorría la muralla, una mujer le gritó: ¡Sálvenos, Su Majestad! Si el Señor no te salva respondió el rey, ¿de dónde voy a sacar yo comida para salvarte? ¿Del granero? ¿Del lagar? ¿Qué te pasa? Ella se quejó: Esta mujer me propuso que le entregara mi hijo para que nos lo comiéramos hoy, y que mañana nos comeríamos el de ella. Pues bien, cocinamos a mi hijo y nos lo comimos, pero al día siguiente, cuando le pedí que entregara su hijo para que nos lo comiéramos, resulta que ya lo había escondido. Al oír la queja de la mujer, el rey se rasgó las vestiduras. Luego reanudó su recorrido por la muralla, y la gente pudo ver que bajo su túnica real iba vestido de luto. "¡Que el Señor me castigue sin piedad exclamó el rey si hoy mismo no le corto la cabeza a Eliseo hijo de Safat!" Mientras Eliseo se encontraba en su casa, sentado con los ancianos, el rey le envió un mensajero. Antes de que éste llegara, Eliseo les dijo a los ancianos: Ahora van a ver cómo ese asesino envía a alguien a cortarme la cabeza. Pues bien, cuando llegue el mensajero, atranquen la puerta para que no entre. ¡Ya oigo detrás de él los pasos de su señor! No había terminado de hablar cuando el mensajero llegó y dijo: Esta desgracia viene del Señor; ¿qué más se puede esperar de él? Eliseo contestó: Oigan la palabra del Señor, que dice así: Mañana a estas horas, a la entrada de Samaria, podrá comprarse una medida de flor de harina con una sola moneda de plata, y hasta una doble medida de cebada por el mismo precio. El ayudante personal del rey replicó: ¡No me digas! Aun si el Señor abriera las ventanas del cielo, ¡no podría suceder tal cosa! Pues lo verás con tus propios ojos le advirtió Eliseo, pero no llegarás a comerlo. Ese día, cuatro hombres que padecían de lepra se hallaban a la entrada de la ciudad. ¿Qué ganamos con quedarnos aquí sentados, esperando la muerte? se dijeron unos a otros. No ganamos nada con entrar en la ciudad. Allí nos moriremos de hambre con todos los demás, pero si nos quedamos aquí, nos sucederá lo mismo. Vayamos, pues, al campamento de los sirios, para rendirnos. Si nos perdonan la vida, viviremos; y si nos matan, de todos modos moriremos. Al anochecer se pusieron en camino, pero cuando llegaron a las afueras del campamento sirio, ¡ya no había nadie allí! Y era que el Señor había confundido a los sirios haciéndoles oír el ruido de carros de combate y de caballería, como si fuera un gran ejército. Entonces se dijeron unos a otros: "¡Seguro que el rey de Israel ha contratado a los reyes hititas y egipcios para atacarnos!" Por lo tanto, emprendieron la fuga al anochecer abandonando tiendas de campaña, caballos y asnos. Dejaron el campamento tal como estaba, para escapar y salvarse. Cuando los leprosos llegaron a las afueras del campamento, entraron en una de las tiendas de campaña. Después de comer y beber, se llevaron de allí plata, oro y ropa, y fueron a esconderlo todo. Luego regresaron, entraron en otra tienda, y también de allí tomaron varios objetos y los escondieron. Entonces se dijeron unos a otros: Esto no está bien. Hoy es un día de buenas noticias, y no las estamos dando a conocer. Si esperamos hasta que amanezca, resultaremos culpables. Vayamos ahora mismo al palacio, y demos aviso. Así que fueron a la ciudad y llamaron a los centinelas. Les dijeron: "Fuimos al campamento de los sirios y ya no había nadie allí. Sólo se oía a los caballos y asnos, que estaban atados. Y las tiendas las dejaron tal como estaban." Los centinelas, a voz en cuello, hicieron llegar la noticia hasta el interior del palacio. Aunque era de noche, el rey se levantó y les dijo a sus ministros: Déjenme decirles lo que esos sirios están tramando contra nosotros. Como saben que estamos pasando hambre, han abandonado el campamento y se han escondido en el campo. Lo que quieren es que salgamos, para atraparnos vivos y entrar en la ciudad. Uno de sus ministros propuso: Que salgan algunos hombres con cinco de los caballos que aún quedan aquí. Si mueren, no les irá peor que a la multitud de israelitas que está por perecer. ¡Enviémoslos a ver qué pasa! De inmediato los hombres tomaron dos carros con caballos, y el rey los mandó al campamento del ejército sirio, con instrucciones de que investigaran. Llegaron hasta el Jordán, y vieron que todo el camino estaba lleno de ropa y de objetos que los sirios habían arrojado al huir precipitadamente. De modo que regresaron los mensajeros e informaron al rey, y el pueblo salió a saquear el campamento sirio. Y tal como la palabra del Señor lo había dado a conocer, se pudo comprar una medida de flor de harina con una sola moneda de plata, y hasta una doble medida de cebada por el mismo precio. El rey le había ordenado a su ayudante personal que vigilara la entrada de la ciudad, pero el pueblo lo atropelló ahí mismo, y así se cumplió lo que había dicho el hombre de Dios cuando el rey fue a verlo. De hecho, cuando el hombre de Dios le dijo al rey: "Mañana a estas horas, a la entrada de Samaria, podrá comprarse una doble medida de cebada con una sola moneda de plata, y una medida de flor de harina por el mismo precio", ese oficial había replicado: "¡No me digas! Aun si el Señor abriera las ventanas del cielo, ¡no podría suceder tal cosa!" De modo que el hombre de Dios respondió: "Pues lo verás con tus propios ojos, pero no llegarás a comerlo." En efecto, así ocurrió: el pueblo lo atropelló a la entrada de la ciudad, y allí murió. Ahora bien, Eliseo le había dicho a la mujer a cuyo hijo él había revivido: "Anda, vete con tu familia a vivir donde puedas, porque el Señor ha ordenado que haya una gran hambre en el país, y que ésta dure siete años." La mujer se dispuso a seguir las instrucciones del hombre de Dios y se fue con su familia al país de los filisteos, donde se quedó siete años. Al cabo de los siete años, cuando regresó del país de los filisteos, la mujer fue a rogarle al rey que le devolviera su casa y sus tierras. En esos momentos el rey estaba hablando con Guiezi, el criado del hombre de Dios, y le había dicho: "Cuéntame todas las maravillas que ha hecho Eliseo." Y precisamente cuando Guiezi le contaba al rey que Eliseo había revivido al niño muerto, la madre llegó para rogarle al rey que le devolviera su casa y sus tierras. Así que Guiezi dijo: Mi señor y rey, ésta es la mujer, y éste es el hijo que Eliseo revivió. El rey le hizo preguntas a la mujer, y ella se lo contó todo. Entonces el rey le ordenó a un funcionario que se encargara de ella y le dijo: Devuélvele todo lo que le pertenecía, incluso todas las ganancias que hayan producido sus tierras, desde el día en que salió del país hasta hoy. Jazael, rey de Siria Luego Eliseo se fue a Damasco. Ben Adad, rey de *Siria, estaba enfermo, y cuando le avisaron que el hombre de Dios había llegado, le ordenó a Jazael: "Llévale un regalo al hombre de Dios. Cuando lo veas, consulta al Señor por medio de él para saber si me voy a recuperar de esta enfermedad." Jazael fue a ver a Eliseo, y como regalo le llevó de las mejores mercancías de Damasco, cargadas en cuarenta camellos. Cuando llegó, se presentó ante él y le dijo: Ben Adad, rey de Siria, su servidor, me ha enviado para preguntarle si él se va a recuperar de su enfermedad. Eliseo respondió: Ve y dile que sobrevivirá a esa enfermedad, aunque el Señor me ha revelado que de todos modos va a morir. Luego Eliseo se quedó mirándolo fijamente, hasta que Jazael se sintió incómodo. Entonces el hombre de Dios se echó a llorar. ¿Por qué llora mi señor? le preguntó Jazael. Porque yo sé bien que vas a causarles mucho daño a los israelitas respondió. Vas a incendiar sus fortalezas, y a matar a sus jóvenes a filo de espada; despedazarás a los niños y les abrirás el vientre a las mujeres embarazadas. Jazael exclamó: ¡Qué es este servidor de usted sino un pobre perro! ¿Cómo es posible que haga tal cosa? Entonces Eliseo le declaró: El Señor me ha revelado que vas a ser rey de Siria. Jazael se despidió de Eliseo y regresó para presentarse ante su rey. Cuando Ben Adad le preguntó qué le había dicho Eliseo, Jazael le respondió: Me dijo que usted sobrevivirá a su enfermedad. Pero al día siguiente tomó una colcha y, empapándola en agua, le tapó la cara al rey hasta asfixiarlo. Así fue como Jazael usurpó el trono. Jorán, rey de Judá En el quinto año del reinado de Jorán hijo de Acab, rey de Israel y contemporáneo de Josafat, rey de Judá, Jorán hijo de Josafat ascendió al trono de Judá. Tenía treinta y dos años cuando comenzó a reinar, y reinó en Jerusalén ocho años. Jorán hizo lo que ofende al Señor, pues siguió el mal ejemplo de los reyes de Israel, como lo había hecho la familia de Acab, y llegó incluso a casarse con la hija de Acab. Pero el Señor no quiso destruir a Judá por consideración a su siervo David, pues le había prometido mantener encendida para siempre una lámpara para él y sus descendientes. En tiempos de Jorán, los edomitas se sublevaron contra Judá y se nombraron su propio rey. Por lo tanto, Jorán marchó sobre Zaír con todos sus carros de combate. Los edomitas cercaron a Jorán y a los capitanes de los carros, pero durante la noche Jorán logró abrirse paso; sin embargo, su ejército se dispersó. Desde entonces Edom ha estado en rebelión contra Judá, al igual que la ciudad de Libná, que en ese mismo tiempo se sublevó. Los demás acontecimientos del reinado de Jorán, y todo lo que hizo, están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Judá. Cuando murió, fue sepultado con sus antepasados en la Ciudad de David. Y su hijo Ocozías lo sucedió en el trono. Ocozías, rey de Judá En el año duodécimo de Jorán hijo de Acab, rey de Israel, Ocozías hijo de Jorán ascendió al trono de Judá. Tenía veintidós años cuando ascendió al trono, y reinó en Jerusalén un año. Su madre era Atalía, nieta de Omrí, rey de Israel. Ocozías hizo lo que ofende al Señor, pues siguió el mal ejemplo de la familia de Acab, con la que estaba emparentado. Ocozías, junto con Jorán hijo de Acab, marchó hacia Ramot de Galaad para hacerle guerra a Jazael, rey de *Siria, pero en la batalla los sirios hirieron a Jorán. Por eso el rey Jorán tuvo que regresar a Jezrel, para reponerse de las heridas que había recibido de los sirios en Ramot, cuando luchó contra Jazael, rey de Siria. Como Jorán hijo de Acab convalecía en Jezrel, Ocozías hijo de Jorán, rey de Judá, fue a visitarlo.



Salmo 78:
Pueblo mío, atiende a mi enseñanza; presta oído a las palabras de mi boca. Mis labios pronunciarán parábolas y evocarán misterios de antaño, cosas que hemos oído y conocido, y que nuestros padres nos han contado. No las esconderemos de sus descendientes; hablaremos a la generación venidera del poder del Señor, de sus proezas, y de las maravillas que ha realizado. Él promulgó un decreto para Jacob, dictó una ley para Israel; ordenó a nuestros antepasados enseñarlos a sus descendientes, para que los conocieran las generaciones venideras y los hijos que habrían de nacer, que a su vez los enseñarían a sus hijos. Así ellos pondrían su confianza en Dios y no se olvidarían de sus proezas, sino que cumplirían sus mandamientos. Así no serían como sus antepasados: generación obstinada y rebelde, gente de corazón fluctuante, cuyo espíritu no se mantuvo fiel a Dios. La tribu de Efraín, con sus diestros arqueros, se puso en fuga el día de la batalla. No cumplieron con el pacto de Dios, sino que se negaron a seguir sus enseñanzas. Echaron al olvido sus proezas, las maravillas que les había mostrado, los milagros que hizo a la vista de sus padres en la tierra de Egipto, en la región de Zoán. Partió el mar en dos para que ellos lo cruzaran, mientras mantenía las aguas firmes como un muro. De día los guió con una nube, y toda la noche con luz de fuego. En el desierto partió en dos las rocas, y les dio a beber torrentes de aguas; hizo que brotaran arroyos de la peña y que las aguas fluyeran como ríos. Pero ellos volvieron a pecar contra él; en el desierto se rebelaron contra el Altísimo. Con toda intención pusieron a Dios a prueba, y le exigieron comida a su antojo. Murmuraron contra Dios, y aun dijeron: "¿Podrá Dios tendernos una mesa en el desierto? Cuando golpeó la roca, el agua brotó en torrentes; pero ¿podrá también darnos de comer?, ¿podrá proveerle carne a su pueblo?" Cuando el Señor oyó esto, se puso muy furioso; su enojo se encendió contra Jacob, su ira ardió contra Israel. Porque no confiaron en Dios, ni creyeron que él los salvaría. Desde lo alto dio una orden a las nubes, y se abrieron las puertas de los cielos. Hizo que les lloviera maná, para que comieran; pan del cielo les dio a comer. Todos ellos comieron pan de ángeles; Dios les envió comida hasta saciarlos. Desató desde el cielo el viento solano, y con su poder levantó el viento del sur. Cual lluvia de polvo, hizo que les lloviera carne; ¡nubes de pájaros, como la arena del mar! Los hizo caer en medio de su campamento y en los alrededores de sus tiendas. Comieron y se hartaron, pues Dios les cumplió su capricho. Pero el capricho no les duró mucho: aún tenían la comida en la boca cuando el enojo de Dios vino sobre ellos: dio muerte a sus hombres más robustos; abatió a la flor y nata de Israel. A pesar de todo, siguieron pecando y no creyeron en sus maravillas. Por tanto, Dios hizo que sus días se esfumaran como un suspiro, que sus años acabaran en medio del terror. Si Dios los castigaba, entonces lo buscaban, y con ansias se volvían de nuevo a él. Se acordaban de que Dios era su roca, de que el Dios Altísimo era su redentor. Pero entonces lo halagaban con la boca, y le mentían con la lengua. No fue su corazón sincero para con Dios; no fueron fieles a su pacto. Sin embargo, él les tuvo compasión; les perdonó su maldad y no los destruyó. Una y otra vez contuvo su enojo, y no se dejó llevar del todo por la ira. Se acordó de que eran simples mortales, un efímero suspiro que jamás regresa. ¡Cuántas veces se rebelaron contra él en el desierto, y lo entristecieron en los páramos! Una y otra vez ponían a Dios a prueba; provocaban al Santo de Israel. Jamás se acordaron de su poder, de cuando los rescató del opresor, ni de sus señales milagrosas en Egipto, ni de sus portentos en la región de Zoán, cuando convirtió en sangre los ríos egipcios y no pudieron ellos beber de sus arroyos; cuando les envió tábanos que se los devoraban, y ranas que los destruían; cuando entregó sus cosechas a los saltamontes, y sus sembrados a la langosta; cuando con granizo destruyó sus viñas, y con escarcha sus higueras; cuando entregó su ganado al granizo, y sus rebaños a las centellas; cuando lanzó contra ellos el ardor de su ira, de su furor, indignación y hostilidad: ¡todo un ejército de ángeles destructores! Dio rienda suelta a su enojo y no los libró de la muerte, sino que los entregó a la plaga. Dio muerte a todos los primogénitos de Egipto, a las primicias de su raza en los campamentos de Cam. A su pueblo lo guió como a un rebaño; los llevó por el desierto, como a ovejas, infundiéndoles confianza para que no temieran. Pero a sus enemigos se los tragó el mar. Trajo a su pueblo a esta su tierra santa, a estas montañas que su diestra conquistó. Al paso de los israelitas expulsó naciones, cuyas tierras dio a su pueblo en heredad; ¡así estableció en sus tiendas a las tribus de Israel! Pero ellos pusieron a prueba a Dios: se rebelaron contra el Altísimo y desobedecieron sus estatutos. Fueron desleales y traidores, como sus padres; ¡tan falsos como un arco defectuoso! Lo irritaron con sus santuarios paganos; con sus ídolos despertaron sus celos. Dios lo supo y se puso muy furioso, por lo que rechazó completamente a Israel. Abandonó el tabernáculo de Siló, que era su santuario aquí en la tierra, y dejó que el símbolo de su poder y gloria cayera cautivo en manos enemigas. Tan furioso estaba contra su pueblo que dejó que los mataran a filo de espada. A sus jóvenes los consumió el fuego, y no hubo cantos nupciales para sus doncellas; a filo de espada cayeron sus sacerdotes, y sus viudas no pudieron hacerles duelo. Despertó entonces el Señor, como quien despierta de un sueño, como un guerrero que, por causa del vino, lanza gritos desaforados. Hizo retroceder a sus enemigos, y los puso en vergüenza para siempre. Rechazó a los descendientes de José, y no escogió a la tribu de Efraín; más bien, escogió a la tribu de Judá y al monte Sión, al cual ama. Construyó su santuario, alto como los cielos, como la tierra, que él afirmó para siempre. Escogió a su siervo David, al que sacó de los apriscos de las ovejas, y lo quitó de andar arreando los rebaños para que fuera el pastor de Jacob, su pueblo; el pastor de Israel, su herencia. Y David los pastoreó con corazón sincero; con mano experta los dirigió.



Proverbios 10:
Proverbios de Salomón: El hijo sabio es la alegría de su padre; el hijo necio es el pesar de su madre. Las riquezas mal habidas no sirven de nada, pero la justicia libra de la muerte. El Señor no deja sin comer al justo, pero frustra la avidez de los malvados. Las manos ociosas conducen a la pobreza; las manos hábiles atraen riquezas. El hijo prevenido se abastece en el verano, pero el sinvergüenza duerme en tiempo de cosecha. El justo se ve coronado de bendiciones, pero la boca del malvado encubre violencia. La memoria de los justos es una bendición, pero la fama de los malvados será pasto de los gusanos. El de sabio corazón acata las órdenes, pero el necio y rezongón va camino al desastre. Quien se conduce con integridad, anda seguro; quien anda en malos pasos será descubierto. Quien guiña el ojo con malicia provoca pesar; el necio y rezongón va camino al desastre. Fuente de vida es la boca del justo, pero la boca del malvado encubre violencia. El odio es motivo de disensiones, pero el amor cubre todas las faltas. En los labios del prudente hay sabiduría; en la espalda del falto de juicio, sólo garrotazos. El que es sabio atesora el conocimiento, pero la boca del necio es un peligro inminente. La riqueza del rico es su baluarte; la pobreza del pobre es su ruina. El salario del justo es la vida; la ganancia del malvado es el pecado. El que atiende a la corrección va camino a la vida; el que la rechaza se pierde. El de labios mentirosos disimula su odio, y el que propaga calumnias es un necio. El que mucho habla, mucho yerra; el que es sabio refrena su lengua. Plata refinada es la lengua del justo; el corazón del malvado no vale nada. Los labios del justo orientan a muchos; los necios mueren por falta de juicio. La bendición del Señor trae riquezas, y nada se gana con preocuparse. El necio se divierte con su mala conducta, pero el sabio se recrea con la sabiduría. Lo que el malvado teme, eso le ocurre; lo que el justo desea, eso recibe. Pasa la tormenta y desaparece el malvado, pero el justo permanece firme para siempre. Como vinagre a los dientes y humo a los ojos es el perezoso para quienes lo emplean. El temor del Señor prolonga la vida, pero los años del malvado se acortan. El futuro de los justos es halagüeño; la esperanza de los malvados se desvanece. El camino del Señor es refugio de los justos y ruina de los malhechores. Los justos no tropezarán jamás; los malvados no habitarán la tierra. La boca del justo profiere sabiduría, pero la lengua perversa será cercenada. Los labios del justo destilan bondad; de la boca del malvado brota perversidad.




El Libro de Apocalipsis Capítulo 14 del Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:


EL APOCALIPSIS
DE SAN JUAN




CAPÍTULO 14
(96 d.C.)
EL CORDERO




Y MIRÉ y he aquí, el Cordero estaba sobre el Monte de Sión (es la misma representación que Apoc. 5:6; la referencia de Cristo como "Cordero" proclama el hecho de que nuestra Redención fue llevada a cabo en la Cruz; de hecho, el título "Cordero" cuando se refiere a Cristo es empleado unas 28 veces en el Libro del Apocalipsis, denotando la Obra Expiatoria de Cristo en la Cruz; a propósito, es el "Monte Sión" Celestial), y con Él ciento cuarenta y cuatro mil, que tenían el Nombre de Su Padre escrito en sus frentes. (Es el número de Judíos que vinieron a Cristo en la primera mitad de la Gran Tribulación. Algunos de los primeros Manuscritos, los cuales probablemente están correctos, leen, "Tenían Su Nombre [el Nombre del Cordero] y el Nombre del Padre en sus frentes." Al considerar que fue inspirado por el Espíritu Santo, tenemos la Doctrina de la Trinidad en este Versículo.)
2 Y oí una voz del Cielo como ruido de muchas aguas, y como sonido de un gran trueno (indica el tipo de alabanza y adoración ofrecida; suena como una cascada mezclada con truenos; ¿es típico de la Iglesia moderna? ¡Debiera ser así!): y oí una voz de tañedores de arpas que tañían con sus arpas (representa el acompañamiento musical):
3 Y cantaban como un cántico nuevo delante del Trono, y delante de las cuatro Criaturas (esta canción es sólo para los 144.000; podría ser el Salmo 149; también, "el cántico nuevo" que se menciona aquí no es que el cántico en sí sea nuevo, sino es lo que dice que sólo puede ser realizado por aquéllos representados por los 144.000, que es Israel Redimido), y de los Ancianos: y ninguno podía aprender el cántico sino aquellos ciento cuarenta y cuatro mil, los cuales fueron comprados de entre los de la Tierra. (Fueron Redimidos confiando en Cristo y lo que Él hizo en la Cruz, que es el único modo para ser Redimido.)
4 Estos son los que con mujeres no fueron contaminados; porque son vírgenes. (Se refiere a los 144.000 quienes no se corrompieron por la idolatría. La fe en algo además de Cristo y la Cruz constituye el adulterio espiritual, que es idolatría. En realidad, millones en la Iglesia moderna son culpables de este pecado, debido a que no entienden la Cruz.) Estos, los que siguen al Cordero por dondequiera que fuere. (Por el empleo de la palabra "Cordero," tomaron su Cruz tal como Jesús demanda de todos [Luc. 9:23-24].) Estos fueron comprados de entre los hombres por Primicias para Dios y para el Cordero. (Por el empleo de la palabra "Primicias," nos dice que la Nación entera de Israel viene a Cristo, es más ocurrirá en la Segunda Venida.)
5 Y en sus bocas no ha sido hallado engaño (ninguna hipocresía): porque ellos son sin mancha delante del Trono de Dios. (Corresponde a la "Justificación por la Fe," que la confianza en Cristo Solo puede efectuar.)
LOS ÁNGELES
6 Y vi otro Ángel volar por en medio del Cielo (es un Ángel diferente de aquel descrito en Apoc. 18:3), que tenía el Evangelio eterno para predicarlo a los que moran en la Tierra, y a toda nación, y tribu, y lengua, y pueblo (se refiere al mismo Evangelio de la Gracia predicado por Pablo y los Apóstoles [Heb. 13:20]; además, la sugerencia es que este Ángel será observado por los habitantes en la Tierra, quienes también oirán lo que él Predicará; es el primer caso que se registra la predicación de un Ángel; no cabe duda que las cámaras de Televisión registrarán su aspecto y su Ministerio, destacándolo a él y su Mensaje en todo el mundo),
7 Diciendo en alta voz (denota la importancia y la urgencia; de hecho, es un Mandato a todas las naciones del mundo), Temed a Dios, y dadle Honra (es por contraste con el mensaje predicado por el falso profeta); porque la hora de Su Juicio es venida (toma en cuenta a los siete Ángeles con las siete copas de plagas que están por derramarlas en la Tierra): y adorad a Aquél que ha hecho el Cielo, y la Tierra, y el Mar, y las fuentes de las aguas. (Claramente el Anticristo está reclamando el poder de la creación. El Ángel contesta anunciando al mundo entero exactamente Quién es realmente el Creador.)
8 Y otro Ángel le siguió, diciendo (este Ángel sustituye al que había estado predicando el Evangelio Eterno, y hace otro anuncio), Ha caído, ha caído Babilonia, aquella grande ciudad (Babilonia, como se considera aquí, será reconstruida; ella caerá al final de la Gran Tribulación), porque ella ha dado a beber a todas las naciones del vino del furor de su fornicación. (Puesto que Babilonia fue el sitio de la primera rebelión organizada de la Tierra contra Dios [Gén. 11:1-9], también será el sitio de la última gran rebelión organizada. Tal como empezó, así también acabará.)
9 Y el tercer Ángel los siguió, diciendo en alta voz (lo último de este trío Celestial), Si alguno adora a la bestia y a su imagen, y toma la señal en su frente, o en su mano (una advertencia de proporción inaudita; es una declaración de que cada persona es responsable),
10 Éste también beberá del vino de la Ira de Dios, el cual está echado puro (no habrá Misericordia en este Juicio) en el cáliz de Su ira (cuando esté llena la copa, comenzará el Juicio de Dios; esta "copa" no sólo está llena, sino rebosando con la maldad); y será atormentado con fuego y azufre (todos aquellos que reciben la señal de la bestia y se refiere al Infierno Eterno) delante de los Santos Ángeles, y delante del Cordero (el Juicio del Gran Trono Blanco [20:11-15]):
11 Y el humo del tormento de ellos sube para siempre jamás (se refiere al hecho de que será para siempre una existencia consciente): y los que adoran a la bestia y a su imagen, no tienen reposo día ni noche (continuo tormento sin interrumpir), ni cualquiera que tomare la señal de su nombre. (Todos quienes toman la señal de la bestia en la Gran Tribulación venidera, en esencia, estarán blasfemando al Espíritu Santo, por lo cual no hay perdón [Marc. 3:29].)
12 Aquí está la paciencia de los Santos (un Mensaje a aquéllos en la Tierra que han venido a Cristo durante la Gran Tribulación; por el empleo de la palabra "paciencia," nos dicen que esta persecución ha de llegar pronto a su fin): aquí están los que guardan los Mandamientos de Dios, y la Fe de Jesús. (La única manera en que el Creyente puede guardar los Mandamientos de Dios es poner Su Fe en Cristo y la Cruz. El Espíritu Santo ayudará en gran manera a dicha persona.)
13 Y oí una Voz del Cielo que me decía, Escribe (según el resto de este Versículo, es el Espíritu Santo Quien le habla a Juan), Bienaventurados los muertos que de ahora en adelante mueren en el Señor (se refiere al período de la Gran Tribulación, donde muchos preferirán morir por su Testimonio que servir al Anticristo): Sí, dice el Espíritu, que descansarán de sus trabajos (es exactamente lo opuesto a los adoradores de la bestia que no tienen ningún descanso); porque sus obras con ellos siguen. (La traducción debiera leerse, "Sus obras les siguen.")
ARMAGEDÓN
14 Y miré, y he aquí, una nube blanca, y sobre la nube Uno sentado semejante al Hijo del Hombre (presenta, como es obvio, al Señor Jesucristo; "blanca" denota la pureza; "nube" denota la gloria; el "Hijo del Hombre" tiene referencia a la Humanidad de Cristo, el cual siempre señala a la Cruz), que tenía en Su Cabeza una corona de oro (Corona del Vencedor), y en Su Mano una hoz aguda (representa la cosecha que se va a llevar a cabo en la Batalla de Armagedón, como lo describe el resto de este Capítulo).
15 Y otro Ángel salió del Templo, clamando en alta voz al que estaba sentado sobre la nube (el primer Ángel predicó el "Evangelio Eterno"; el segundo predijo la caída de Babilonia; el tercero proclama una advertencia acerca de aceptar la señal de la bestia; el cuarto anuncia la Batalla de Armagedón, aunque acontecerá dentro de unos tres años), Mete Tu hoz, y siega: porque la hora de segar te ha llegado; porque la mies de la Tierra está madura. (La Batalla de Armagedón que está por acontecer y representa el hecho de que la maldad del Anticristo habrá alcanzado un clímax.)
16 Y El Que estaba sentado sobre la nube echó Su hoz sobre la Tierra (Cristo orquestará este acontecimiento de gran importancia), y la Tierra fue segada (lo que ocurre en la Tierra, al menos en cuanto a los acontecimientos trascendentales, son orquestados primero en el Cielo).
17 Y salió otro Ángel del Templo que está en el Cielo (presenta al quinto Ángel de este Capítulo), teniendo también una hoz aguda (describe el hecho de que los Ángeles desempeñarán un papel importante en la Batalla venidera del Armagedón).
18 Y otro Ángel salió del Altar (es el Altar modelo del cual fue hecho el Altar de Bronce en la Tierra), el cual tenía poder sobre el fuego (se refiere al fuego en el Altar); y clamó con gran voz al que tenía la hoz aguda, diciendo, Mete tu hoz aguda, y vendimia los racimos de la Tierra; porque están maduras sus uvas. (Lo reiterativo de estas declaraciones proclama la importancia absoluta de lo que está a punto de acontecer y el resultado de ello afectará enormemente la Tierra.)
19 Y el Ángel echó su hoz aguda en la Tierra, y vendimió la viña de la Tierra (él recoge "la vid de la Tierra" en un lugar llamado en el lenguaje Hebreo, "Armagedón"), y echó la uva en el gran lagar de la ira de Dios (se refiere a las naciones convocadas que se reunirán en el Valle de Josafat).
20 Y el lagar fue hollado fuera de la ciudad (se refiere a la Batalla misma que presiona a Jerusalén, con fines de destruir completamente la ciudad y exterminar a los Judíos), y del lagar salió sangre hasta los frenos de los caballos por mil y seiscientos estadios (1.600 estadios es una distancia de unos 280 kilómetros [unas 175 millas]; sin duda alguna, la sangre se mezclará con el agua y en algunos sitios llegará hasta unos 1.8 metros [seis pies] de profundidad; es posible que se sacrificarán a millones en esta Batalla).




Primera Corintios Capítulo 13:
Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.


Hebreos 10:35-12:4
Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida. Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre.


Romanos 8:
Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.

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