26 April 2024

El 26 de abril Lectura Bíblica Diaria

Sonidos del aire libre

Mensaje de la Cruz de Cristo Jesús-Capítulo-1


El 26 de abril Lectura Bíblica Diaria:

2 Reyes 22 a 24:
   
22 Cuando Josías comenzó a reinar era de ocho años, y reinó en Jerusalén treinta y un años. El nombre de su madre fue Jedida hija de Adaía, de Boscat. E hizo lo recto ante los ojos de Jehová, y anduvo en todo el camino de David su padre, sin apartarse a derecha ni a izquierda. A los dieciocho años del rey Josías, envió el rey a Safán hijo de Azalía, hijo de Mesulam, escriba, a la casa de Jehová, diciendo: Vé al sumo sacerdote Hilcías, y dile que recoja el dinero que han traído a la casa de Jehová, que han recogido del pueblo los guardianes de la puerta, y que lo pongan en manos de los que hacen la obra, que tienen a su cargo el arreglo de la casa de Jehová, y que lo entreguen a los que hacen la obra de la casa de Jehová, para reparar las grietas de la casa; a los carpinteros, maestros y albañiles, para comprar madera y piedra de cantería para reparar la casa; y que no se les tome cuenta del dinero cuyo manejo se les confiare, porque ellos proceden con honradez. Entonces dijo el sumo sacerdote Hilcías al escriba Safán: He hallado el libro de la ley en la casa de Jehová. E Hilcías dio el libro a Safán, y lo leyó. Viniendo luego el escriba Safán al rey, dio cuenta al rey y dijo: Tus siervos han recogido el dinero que se halló en el templo, y lo han entregado en poder de los que hacen la obra, que tienen a su cargo el arreglo de la casa de Jehová. Asimismo el escriba Safán declaró al rey, diciendo: El sacerdote Hilcías me ha dado un libro. Y lo leyó Safán delante del rey. Y cuando el rey hubo oído las palabras del libro de la ley, rasgó sus vestidos. Luego el rey dio orden al sacerdote Hilcías, a Ahicam hijo de Safán, a Acbor hijo de Micaías, al escriba Safán y a Asaías siervo del rey, diciendo: Id y preguntad a Jehová por mí, y por el pueblo, y por todo Judá, acerca de las palabras de este libro que se ha hallado; porque grande es la ira de Jehová que se ha encendido contra nosotros, por cuanto nuestros padres no escucharon las palabras de este libro, para hacer conforme a todo lo que nos fue escrito. Entonces fueron el sacerdote Hilcías, y Ahicam, Acbor, Safán y Asaías, a la profetisa Hulda, mujer de Salum hijo de Ticva, hijo de Harhas, guarda de las vestiduras, la cual moraba en Jerusalén en la segunda parte de la ciudad, y hablaron con ella. Y ella les dijo: Así ha dicho Jehová el Dios de Israel: Decid al varón que os envió a mí: Así dijo Jehová: He aquí yo traigo sobre este lugar, y sobre los que en él moran, todo el mal de que habla este libro que ha leído el rey de Judá; por cuanto me dejaron a mí, y quemaron incienso a dioses ajenos, provocándome a ira con toda la obra de sus manos; mi ira se ha encendido contra este lugar, y no se apagará. Mas al rey de Judá que os ha enviado para que preguntaseis a Jehová, diréis así: Así ha dicho Jehová el Dios de Israel: Por cuanto oíste las palabras del libro, y tu corazón se enterneció, y te humillaste delante de Jehová, cuando oíste lo que yo he pronunciado contra este lugar y contra sus moradores, que vendrán a ser asolados y malditos, y rasgaste tus vestidos, y lloraste en mi presencia, también yo te he oído, dice Jehová. Por tanto, he aquí yo te recogeré con tus padres, y serás llevado a tu sepulcro en paz, y no verán tus ojos todo el mal que yo traigo sobre este lugar. Y ellos dieron al rey la respuesta. 23 Entonces el rey mandó reunir con él a todos los ancianos de Judá y de Jerusalén. Y subió el rey a la casa de Jehová con todos los varones de Judá, y con todos los moradores de Jerusalén, con los sacerdotes y profetas y con todo el pueblo, desde el más chico hasta el más grande; y leyó, oyéndolo ellos, todas las palabras del libro del pacto que había sido hallado en la casa de Jehová. Y poniéndose el rey en pie junto a la columna, hizo pacto delante de Jehová, de que irían en pos de Jehová, y guardarían sus mandamientos, sus testimonios y sus estatutos, con todo el corazón y con toda el alma, y que cumplirían las palabras del pacto que estaban escritas en aquel libro. Y todo el pueblo confirmó el pacto. Entonces mandó el rey al sumo sacerdote Hilcías, a los sacerdotes de segundo orden, y a los guardianes de la puerta, que sacasen del templo de Jehová todos los utensilios que habían sido hechos para Baal, para Asera y para todo el ejército de los cielos; y los quemó fuera de Jerusalén en el campo del Cedrón, e hizo llevar las cenizas de ellos a Bet-el. Y quitó a los sacerdotes idólatras que habían puesto los reyes de Judá para que quemasen incienso en los lugares altos en las ciudades de Judá, y en los alrededores de Jerusalén; y asimismo a los que quemaban incienso a Baal, al sol y a la luna, y a los signos del zodíaco, y a todo el ejército de los cielos. Hizo también sacar la imagen de Asera fuera de la casa de Jehová, fuera de Jerusalén, al valle del Cedrón, y la quemó en el valle del Cedrón, y la convirtió en polvo, y echó el polvo sobre los sepulcros de los hijos del pueblo. Además derribó los lugares de prostitución idolátrica que estaban en la casa de Jehová, en los cuales tejían las mujeres tiendas para Asera. E hizo venir todos los sacerdotes de las ciudades de Judá, y profanó los lugares altos donde los sacerdotes quemaban incienso, desde Geba hasta Beerseba; y derribó los altares de las puertas que estaban a la entrada de la puerta de Josué, gobernador de la ciudad, que estaban a la mano izquierda, a la puerta de la ciudad. Pero los sacerdotes de los lugares altos no subían al altar de Jehová en Jerusalén, sino que comían panes sin levadura entre sus hermanos. Asimismo profanó a Tofet, que está en el valle del hijo de Hinom, para que ninguno pasase su hijo o su hija por fuego a Moloc. Quitó también los caballos que los reyes de Judá habían dedicado al sol a la entrada del templo de Jehová, junto a la cámara de Natán-melec eunuco, el cual tenía a su cargo los ejidos; y quemó al fuego los carros del sol. Derribó además el rey los altares que estaban sobre la azotea de la sala de Acaz, que los reyes de Judá habían hecho, y los altares que había hecho Manasés en los dos atrios de la casa de Jehová; y de allí corrió y arrojó el polvo al arroyo del Cedrón. Asimismo profanó el rey los lugares altos que estaban delante de Jerusalén, a la mano derecha del monte de la destrucción, los cuales Salomón rey de Israel había edificado a Astoret ídolo abominable de los sidonios, a Quemos ídolo abominable de Moab, y a Milcom ídolo abominable de los hijos de Amón. Y quebró las estatuas, y derribó las imágenes de Asera, y llenó el lugar de ellos de huesos de hombres. Igualmente el altar que estaba en Bet-el, y el lugar alto que había hecho Jeroboam hijo de Nabat, el que hizo pecar a Israel; aquel altar y el lugar alto destruyó, y lo quemó, y lo hizo polvo, y puso fuego a la imagen de Asera. Y se volvió Josías, y viendo los sepulcros que estaban allí en el monte, envió y sacó los huesos de los sepulcros, y los quemó sobre el altar para contaminarlo, conforme a la palabra de Jehová que había profetizado el varón de Dios, el cual había anunciado esto. Después dijo: ¿Qué monumento es este que veo? Y los de la ciudad le respondieron: Este es el sepulcro del varón de Dios que vino de Judá, y profetizó estas cosas que tú has hecho sobre el altar de Bet-el. Y él dijo: Dejadlo; ninguno mueva sus huesos; y así fueron preservados sus huesos, y los huesos del profeta que había venido de Samaria. Y todas las casas de los lugares altos que estaban en las ciudades de Samaria, las cuales habían hecho los reyes de Israel para provocar a ira, las quitó también Josías, e hizo de ellas como había hecho en Bet-el. Mató además sobre los altares a todos los sacerdotes de los lugares altos que allí estaban, y quemó sobre ellos huesos de hombres, y volvió a Jerusalén. Entonces mandó el rey a todo el pueblo, diciendo: Haced la pascua a Jehová vuestro Dios, conforme a lo que está escrito en el libro de este pacto. No había sido hecha tal pascua desde los tiempos en que los jueces gobernaban a Israel, ni en todos los tiempos de los reyes de Israel y de los reyes de Judá. A los dieciocho años del rey Josías fue hecha aquella pascua a Jehová en Jerusalén. Asimismo barrió Josías a los encantadores, adivinos y terafines, y todas las abominaciones que se veían en la tierra de Judá y en Jerusalén, para cumplir las palabras de la ley que estaban escritas en el libro que el sacerdote Hilcías había hallado en la casa de Jehová. No hubo otro rey antes de él, que se convirtiese a Jehová de todo su corazón, de toda su alma y de todas sus fuerzas, conforme a toda la ley de Moisés; ni después de él nació otro igual. Con todo eso, Jehová no desistió del ardor con que su gran ira se había encendido contra Judá, por todas las provocaciones con que Manasés le había irritado. Y dijo Jehová: También quitaré de mi presencia a Judá, como quité a Israel, y desecharé a esta ciudad que había escogido, a Jerusalén, y a la casa de la cual había yo dicho: Mi nombre estará allí. Los demás hechos de Josías, y todo lo que hizo, ¿no está todo escrito en el libro de las crónicas de los reyes de Judá? En aquellos días Faraón Necao rey de Egipto subió contra el rey de Asiria al río Eufrates, y salió contra él el rey Josías; pero aquél, así que le vio, lo mató en Meguido. Y sus siervos lo pusieron en un carro, y lo trajeron muerto de Meguido a Jerusalén, y lo sepultaron en su sepulcro. Entonces el pueblo de la tierra tomó a Joacaz hijo de Josías, y lo ungieron y lo pusieron por rey en lugar de su padre. De veintitrés años era Joacaz cuando comenzó a reinar, y reinó tres meses en Jerusalén. El nombre de su madre fue Hamutal hija de Jeremías, de Libna. Y él hizo lo malo ante los ojos de Jehová, conforme a todas las cosas que sus padres habían hecho. Y lo puso preso Faraón Necao en Ribla en la provincia de Hamat, para que no reinase en Jerusalén; e impuso sobre la tierra una multa de cien talentos de plata, y uno de oro. Entonces Faraón Necao puso por rey a Eliaquim hijo de Josías, en lugar de Josías su padre, y le cambió el nombre por el de Joacim; y tomó a Joacaz y lo llevó a Egipto, y murió allí. Y Joacim pagó a Faraón la plata y el oro; mas hizo avaluar la tierra para dar el dinero conforme al mandamiento de Faraón, sacando la plata y el oro del pueblo de la tierra, de cada uno según la estimación de su hacienda, para darlo a Faraón Necao. De veinticinco años era Joacim cuando comenzó a reinar, y once años reinó en Jerusalén. El nombre de su madre fue Zebuda hija de Pedaías, de Ruma. E hizo lo malo ante los ojos de Jehová, conforme a todas las cosas que sus padres habían hecho. 24 En su tiempo subió en campaña Nabucodonosor rey de Babilonia. Joacim vino a ser su siervo por tres años, pero luego volvió y se rebeló contra él. Pero Jehová envió contra Joacim tropas de caldeos, tropas de sirios, tropas de moabitas y tropas de amonitas, los cuales envió contra Judá para que la destruyesen, conforme a la palabra de Jehová que había hablado por sus siervos los profetas. Ciertamente vino esto contra Judá por mandato de Jehová, para quitarla de su presencia, por los pecados de Manasés, y por todo lo que él hizo; asimismo por la sangre inocente que derramó, pues llenó a Jerusalén de sangre inocente; Jehová, por tanto, no quiso perdonar. Los demás hechos de Joacim, y todo lo que hizo, ¿no está escrito en el libro de las crónicas de los reyes de Judá? Y durmió Joacim con sus padres, y reinó en su lugar Joaquín su hijo. Y nunca más el rey de Egipto salió de su tierra; porque el rey de Babilonia le tomó todo lo que era suyo desde el río de Egipto hasta el río Eufrates. De dieciocho años era Joaquín cuando comenzó a reinar, y reinó en Jerusalén tres meses. El nombre de su madre fue Nehusta hija de Elnatán, de Jerusalén. E hizo lo malo ante los ojos de Jehová, conforme a todas las cosas que había hecho su padre. En aquel tiempo subieron contra Jerusalén los siervos de Nabucodonosor rey de Babilonia, y la ciudad fue sitiada. Vino también Nabucodonosor rey de Babilonia contra la ciudad, cuando sus siervos la tenían sitiada. Entonces salió Joaquín rey de Judá al rey de Babilonia, él y su madre, sus siervos, sus príncipes y sus oficiales; y lo prendió el rey de Babilonia en el octavo año de su reinado. Y sacó de allí todos los tesoros de la casa de Jehová, y los tesoros de la casa real, y rompió en pedazos todos los utensilios de oro que había hecho Salomón rey de Israel en la casa de Jehová, como Jehová había dicho. Y llevó en cautiverio a toda Jerusalén, a todos los príncipes, y a todos los hombres valientes, hasta diez mil cautivos, y a todos los artesanos y herreros; no quedó nadie, excepto los pobres del pueblo de la tierra. Asimismo llevó cautivos a Babilonia a Joaquín, a la madre del rey, a las mujeres del rey, a sus oficiales y a los poderosos de la tierra; cautivos los llevó de Jerusalén a Babilonia. A todos los hombres de guerra, que fueron siete mil, y a los artesanos y herreros, que fueron mil, y a todos los valientes para hacer la guerra, llevó cautivos el rey de Babilonia. Y el rey de Babilonia puso por rey en lugar de Joaquín a Matanías su tío, y le cambió el nombre por el de Sedequías. De veintiún años era Sedequías cuando comenzó a reinar, y reinó en Jerusalén once años. El nombre de su madre fue Hamutal hija de Jeremías, de Libna. E hizo lo malo ante los ojos de Jehová, conforme a todo lo que había hecho Joacim. Vino, pues, la ira de Jehová contra Jerusalén y Judá, hasta que los echó de su presencia. Y Sedequías se rebeló contra el rey de Babilonia.

Salmo 83:
Oh Dios, no guardes silencio;
no te quedes, oh Dios, callado e impasible. Mira cómo se alborotan tus enemigos,
cómo te desafían los que te odian. Con astucia conspiran contra tu pueblo;
conspiran contra aquellos a quienes tú estimas. Y dicen: "¡Vengan, destruyamos su nación!
¡Que el nombre de Israel no vuelva a recordarse!" Como un solo hombre se confabulan;
han hecho un pacto contra ti: los campamentos de Edom y de Ismael,
los de Moab y de Agar, Guebal, Amón y Amalec,
los de Filistea y los habitantes de Tiro. ¡Hasta Asiria se les ha unido;
ha apoyado a los descendientes de Lot!
Haz con ellos como hiciste con Madián,
como hiciste con Sísara y Jabín en el río Quisón, los cuales perecieron en Endor
y quedaron en la tierra, como estiércol. Haz con sus nobles
como hiciste con Oreb y con Zeb;
haz con todos sus príncipes
como hiciste con Zeba y con Zalmuna, que decían: "Vamos a adueñarnos
de los pastizales de Dios." Hazlos rodar como zarzas, Dios mío;
¡como paja que se lleva el viento! Y así como el fuego consume los bosques
y las llamas incendian las montañas, así persíguelos con tus tormentas
y aterrorízalos con tus tempestades. Señor, cúbreles el rostro de ignominia,
para que busquen tu nombre. Que sean siempre puestos en vergüenza;
que perezcan humillados. Que sepan que tú eres el Señor,
que ése es tu nombre;
que sepan que sólo tú eres el Altísimo
sobre toda la tierra.



Proverbios 15:
La respuesta amable calma el enojo,
pero la agresiva echa leña al fuego.
La lengua de los sabios destila conocimiento;
la boca de los necios escupe necedades.
Los ojos del Señor están en todo lugar,
vigilando a los buenos y a los malos.
La lengua que brinda consuelo es árbol de vida;
la lengua insidiosa deprime el espíritu.
El necio desdeña la corrección de su padre;
el que la acepta demuestra prudencia.
En la casa del justo hay gran abundancia;
en las ganancias del malvado, grandes problemas.
Los labios de los sabios esparcen conocimiento;
el corazón de los necios ni piensa en ello.
El Señor aborrece las ofrendas de los malvados,
pero se complace en la oración de los justos.
El Señor aborrece el camino de los malvados,
pero ama a quienes siguen la justicia.
Para el descarriado, disciplina severa;
para el que aborrece la corrección, la muerte.
Si ante el Señor están el sepulcro y la muerte,
¡cuánto más el corazón humano!
Al insolente no le gusta que lo corrijan,
ni busca la compañía de los sabios.
El corazón alegre se refleja en el rostro,
el corazón dolido deprime el espíritu.
El corazón entendido va tras el conocimiento;
la boca de los necios se nutre de tonterías.
Para el afligido todos los días son malos;
para el que es feliz siempre es día de fiesta.
Más vale tener poco, con temor del Señor,
que muchas riquezas con grandes angustias.
Más vale comer verduras sazonadas con amor
que un festín de carne sazonada con odio.
El que es iracundo provoca contiendas;
el que es paciente las apacigua.
El camino del perezoso está plagado de espinas,
pero la senda del justo es como una calzada.
El hijo sabio alegra a su padre;
el hijo necio menosprecia a su madre.
Al necio le divierte su falta de juicio;
el entendido endereza sus propios pasos.
Cuando falta el consejo, fracasan los planes;
cuando abunda el consejo, prosperan.
Es muy grato dar la respuesta adecuada,
y más grato aún cuando es oportuna.
El sabio sube por el sendero de vida,
para librarse de caer en el sepulcro.
El Señor derriba la casa de los soberbios,
pero mantiene intactos los linderos de las viudas.
El Señor aborrece los planes de los malvados,
pero le agradan las palabras puras.
El ambicioso acarrea mal sobre su familia;
el que aborrece el soborno vivirá.
El corazón del justo medita sus respuestas,
pero la boca del malvado rebosa de maldad.
El Señor se mantiene lejos de los impíos,
pero escucha las oraciones de los justos.
Una mirada radiante alegra el corazón,
y las buenas noticias renuevan las fuerzas.
El que atiende a la crítica edificante
habitará entre los sabios.
Rechazar la corrección es despreciarse a sí mismo;
atender a la reprensión es ganar entendimiento.
El temor del Señor es corrección y sabiduría;
la humildad precede a la honra.


El Libro de Apocalipsis Capítulo 19 del Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:





EL APOCALIPSIS

DE SAN JUAN




CAPÍTULO 19
(96 d.C.)
LA ALABANZA




DESPUÉS de estas cosas (pertenece específicamente al Capítulo 18, pero también al Libro entero de Apocalipsis en un sentido más amplio) oí una gran voz de gran compañía en el Cielo (proclama "alabanza," que es todo lo contrario de lo que ocurre en la Tierra), que decía, Aleluya; Salvación, y Honra, y Gloria, y Poder, al Señor Dios nuestro (el cántico aquí y es un cántico, no comienza atribuyendo "Salvación" a Dios, como la versión Inglesa lo sugiere; sino más bien afirma el hecho; "la Salvación es Dios; es el eco de la declaración antigua — ‘la Salvación le pertenece a Dios’"):
2 Porque Sus juicios son verdaderos y justos (ni el hombre ni los seres espirituales, en toda honestidad, pueden criticar a Dios con respecto a lo que Él ha hecho en cuanto al sistema de este mundo): porque Él ha Juzgado a la gran ramera (corresponde a todo camino falso de Salvación, independientemente de lo que pudiera ser; no importa cuán hermoso aparezca por fuera, el Señor se refiere a ello como "la gran ramera"), que ha corrompido la Tierra con su fornicación (se refiere a todas las religiones del mundo y para siempre; sin embargo, también se refiere al hecho de que si el Predicador no predica a "Jesucristo y Él Crucificado" como la respuesta al dilema del hombre, entonces en alguna manera él está predicando y proyectando un tipo de "fornicación espiritual" [Rom. 7:1-4]), y ha vengado la sangre de Sus siervos de la mano de ella. (Casi toda la persecución contra los Verdaderos Santos de Dios en este mundo y para siempre, ha venido de la religión falsa. Comenzó con Caín [Gén., cap. 4].)
3 Y otra vez dijeron, Aleluya. (Esta "alabanza del Señor" es debido a la destrucción de la ciudad literal de Babilonia. El "Aleluya" en el Versículo 1 fue proclamado acerca de la destrucción del Misterio de Babilonia.) Y su humo subió para siempre jamás (proclama el hecho de que su Juicio es Eterno).
4 Y los veinticuatro Ancianos y las cuatro Criaturas (Seres Vivientes) se postraron en Tierra, y adoraron a Dios que estaba sentado sobre el Trono (los 24 Ancianos representan a todos los Redimidos de todas las edades; es más, son 24 hombres; "los cuatro Seres Vivientes" representan la Creación de Dios, y cómo aquella Creación ya puede servir su pleno propósito como fue la intención al principio), diciendo, Amén; Aleluya. (Este "Aleluya" señala el fin de todo el mal y el principio de toda la Justicia.)
5 Y salió una voz del Trono (es silencioso en cuanto a la identidad), que decía, Load a nuestro Dios todos Sus siervos, y los que Le teméis, así pequeños como grandes. (Todo Verdadero Creyente alabará al Señor y debiera hacerlo continuamente.)
6 Y oí como la voz de una gran compañía (esta "gran compañía" consiste en todo Creyente que jamás haya vivido, desde Abel hasta el último que es salvo en la Gran Tribulación), y como el ruido de muchas aguas, y como la voz de grandes truenos (es la alabanza que se expresa y no simplemente los pensamientos de un corazón silencioso), que decía, Aleluya: porque reinó el Señor nuestro Dios Todopoderoso. (Este "Aleluya" pertenece al Señor que reina como Rey y hay que alabarle para siempre. Satanás no reina. El Señor Dios Omnipotente Reina y Él es "Todopoderoso.")
7 Gocémonos y alegrémonos (todos los Redimidos están a punto de unirse en Santo Matrimonio al Cordero Quien los ha salvado) y démosle gloria (Dios lo hizo posible para que la humanidad fuese Redimida y así lo hizo por el Sacrificio de Su Hijo, el Señor Jesucristo): porque son venidas las bodas del Cordero, y su esposa se ha preparado. (Presenta la escena que acontecerá en el Cielo inmediatamente antes de la Segunda Venida. La "esposa" es los Redimidos por todas las edades.)
8 Y le fue dado que se vista de lino fino, limpio y brillante: porque el lino fino es la Justicia de los Santos. (El "lino fino" es simbólico de la "Justicia," que fue proporcionado por lo que Cristo hizo en la Cruz.)
9 Y él me dice, Escribe, Bienaventurados los que son llamados a la Cena del Cordero. (El hombre que le habla a Juan dice esto. Se emplea la palabra "Cordero," que significa que todo es hecho posible debido a lo que Jesús hizo en la Cruz.) Y me dijo, Estas palabras de Dios son verdaderas. (Se refiere nuevamente al hecho de que todo esto es hecho posible por lo que Jesús hizo en cuanto a Su Obra Terminada.)
10 Y yo me eché a sus pies para adorarle. Y él me dijo, Mira que no lo hagas: yo soy siervo contigo, y con tus Hermanos (como es obvio aquí, éste es un hombre; él se parece tanto a Jesús debido a su forma glorificada, que Juan pensó que era Jesús; en cierto modo, nos indica cómo es que se parecerán los Santos en la Resurrección venidera) que tienen el Testimonio de Jesús (indica el hecho de que el Ministerio del Espíritu Santo debe declarar a Cristo y de Cristo): adora a Dios (nos dice en estas tres palabras que no debemos adorar a los Ángeles, los Santos o la Virgen María): porque el Testimonio de Jesús es el Espíritu de la Profecía. (Este "Testimonio" es Su Obra Expiatoria, es decir, lo que Él hizo en la Cruz. Toda "Profecía" del Antiguo Testamento señala de algún modo a Cristo y lo que Él hizo en la Cruz. Además, toda proclamación pronunciada en la actualidad debe de algún modo apuntar a la Cruz de Cristo.)
LA SEGUNDA VENIDA
11 Y vi el Cielo abierto (registra la hora Profética final en cuanto a la Segunda Venida, sin duda, el mayor momento en la historia humana); y, he aquí, un caballo blanco (en efecto, declara un caballo de guerra [Zac. 14:3]); y El Que estaba sentado sobre él, era llamado Fiel y Verdadero (fiel a Sus Promesas y Verdadero a Sus Juicios; Él contrasta con el falso Mesías de Apoc. 6:2, quien no fue fiel ni verdadero), el cual con Justicia juzga y pelea (se refiere a la manera de Su Segunda Venida).
12 Y Sus Ojos eran como llama de fuego (representa el Juicio), y había en Su Cabeza muchas diademas (representa el hecho de que Él no será el Señor de solamente un reino; Él será el Señor de todos los reinos); y tenía un Nombre escrito que ninguno entendía sino Él Mismo (no significa que es desconocido, sino más bien es definitivamente incomprensible; permanecerá inalcanzable al hombre, lo que significa  que nunca podrán conocer los límites de su profundidad).
13 Y estaba vestido de una Ropa teñida en Sangre (habla de la Cruz donde Él derramó la Sangre de Su Vida, que Le da el derecho de Juzgar el mundo): y Su Nombre es llamado El Verbo De Dios. (Su Nombre revelado es la Palabra de Dios, ya que Él reveló a Dios en Su Gracia y Poder para ser conocido, por eso, el Creyente puede decir, "Lo conozco.")
14 Y los ejércitos que están en el Cielo Le seguían en caballos blancos (estos "ejércitos" son los Santos de Dios, de hecho, todos los Santos quienes hayan vivido, quiere decir que estaremos con Él en la Segunda Venida), vestidos de lino finísimo, blanco y limpio. (Se remonta al Versículo 8. Es la Justicia de los Santos; todo hecho posible por la Cruz.)
ARMAGEDÓN
15 Y de Su Boca sale una espada aguda (representa a Cristo que obra total y completamente en la esfera de la Palabra de Dios), para herir con ella las naciones (todas las naciones se unirán al Anticristo en sus esfuerzos para destruir Israel; es la Batalla de Armagedón): y Él los regirá con vara de hierro (se refiere al hecho de que el Señor de la Gloria no permitirá ni tolerará de ninguna forma, ni de ningún modo lo que "roba, mata y destruye"); y Él pisa el lagar del vino del furor, y de la ira del Dios Todopoderoso (la Batalla de Armagedón).
16 Y en Su Vestidura y en Su Muslo tiene escrito este nombre, REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES (declara el hecho de que no habrá ninguna duda en cuanto a Quién es Él realmente).
17 Y vi un Ángel que estaba en el sol (indica el hecho de que la Fe cree en lo que está escrito, aunque la mente no pueda comprender lo que está escrito); y clamó con gran voz, diciendo a todas las aves que volaban por medio del Cielo (denota, como es evidente, supremacía sobre la Creación), Venid, y congregaos a la cena del Gran Dios (es simbólico, pero es dicho de esta manera para proclamar la magnitud de aquel tiempo venidero [Ezeq. 39:2, 11-12]);
18 Para que comáis carnes de reyes, y de capitanes, y carnes de fuertes, y carnes de caballos, y de los que están sentados sobre ellos; y carnes de todos, libres y siervos, de pequeños y de grandes. (Indica el hecho de que el Poder del Dios Omnipotente no pasa por alto a aquellos en esta Tierra que piensan que son "grandes." El Juicio será idéntico para todos [Ezeq. 39:18-20].)
19 Y vi la bestia (Juan vio al Anticristo dirigiendo este ejército poderoso; es "el hombre del pecado" que Pablo mencionó en II Tes., cap. 2), y los reyes de la Tierra y sus ejércitos (se refiere a todos los que el Anticristo pueda conseguir a que se unan a él; incluye a los "reyes del Oriente" de Apoc. 16:12), congregados para hacer guerra contra El Que estaba sentado sobre el caballo, y contra Su ejército (se refiere a Cristo y al gran ejército del Cielo que está con Él; como se expresó, esta es la Batalla de Armagedón [Ezeq., caps. 38-39]).
20 Y la bestia fue presa, y con ella el Falso Profeta que había hecho las señales delante de ella (se refiere a ambos que caerán en la Batalla de Armagedón), con las cuales había engañado a los que tomaron la señal de la bestia, y habían adorado su imagen (el arma principal de Satanás es el engaño). Estos dos fueron lanzados vivos dentro de un lago de fuego ardiendo en azufre (así es el destino del Anticristo y del Falso Profeta y de todos quienes están en pos de ellos).
21 Y los otros fueron muertos con la espada que salía de la Boca Del Que estaba sentado sobre el caballo (el Señor Jesús dará la palabra en la Batalla de Armagedón y acontecerá todo lo que Él diga): y todas las aves se hartaron de sus carnes. (Declara el fin de este conflicto. El Anticristo y sus ejércitos anunciarán al mundo lo que van a hacer en cuanto a Israel, pero el resultado final es que los buitres atiborrarán su carne.)



Primera Corintios Capítulo 13: Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo  espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.





Hebreos 10:35-12:4

Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida. Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta  en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté,  David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre.





Romanos 8:

Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los   muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.

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