23 August 2019

El 23 de agosto Lectura Bíblica Diaria

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Mensaje de la Cruz de Cristo Jesús-Capítulo-1


El 23 de agosto Lectura Bíblica Diaria:

2 Crónicas 24 a 26:
Joás tenía siete años cuando ascendió al trono, y reinó en Jerusalén cuarenta años. Su madre era Sibia, oriunda de Berseba. Mientras el sacerdote Joyadá vivió, Joás hizo lo que agradaba al Señor. Joyadá eligió dos esposas para Joás, y con ellas Joás tuvo hijos e hijas. Algún tiempo después, Joás decidió reparar el templo del Señor. Reunió a los sacerdotes y a los levitas, y les dijo: "Vayan por las ciudades de Judá y recojan dinero de todos los israelitas, para reparar cada año el templo de su Dios. Háganlo inmediatamente." Sin embargo, los levitas fueron negligentes. Entonces el rey llamó al sumo sacerdote Joyadá y le dijo: "¿Por qué no has presionado a los levitas para que vayan y recojan en Judá y en Jerusalén la contribución que Moisés, siervo del Señor, y la asamblea de Israel impusieron para la Tienda del pacto?" Resulta que la malvada de Atalía y sus hijos habían destrozado el templo de Dios, y hasta habían ofrecido a los baales los objetos sagrados del templo del Señor. Por eso el rey ordenó que se hiciera un cofre y se colocara afuera, junto a la puerta del templo del Señor. Luego mandó que se pregonara por Judá y Jerusalén que trajeran al Señor la contribución que Moisés, siervo del Señor, había ordenado a Israel en el desierto. Todos los jefes y todo el pueblo llevaron alegremente sus contribuciones, y las depositaron en el cofre hasta llenarlo. Los levitas llevaban el cofre a los funcionarios del rey, para que lo examinaran. Cuando veían que había mucho dinero, se presentaban el secretario real y un oficial nombrado por el sumo sacerdote y, luego de vaciar el cofre, volvían a colocarlo en su lugar. Esto lo hacían todos los días, y así recogieron mucho dinero. El rey y Joyadá entregaban el dinero a los que supervisaban la restauración del templo del Señor, y éstos contrataban canteros, carpinteros, y expertos en el manejo del hierro y del bronce, para repararlo. Los supervisores de la restauración trabajaron diligentemente hasta terminar la obra. Repararon el templo del Señor y lo dejaron en buen estado y conforme al diseño original. Cuando terminaron, le llevaron al rey y a Joyadá el dinero que sobró, y éstos lo utilizaron para hacer utensilios para el templo del Señor: utensilios para el culto y para los holocaustos, y cucharones y vasos de oro y de plata. Todos los días, mientras Joyadá vivió, se ofrecieron holocaustos en el templo del Señor. Pero Joyadá envejeció, y murió muy anciano. Cuando murió, tenía ciento treinta años. Fue sepultado junto con los reyes en la Ciudad de David, porque había servido bien a Israel y a Dios y su templo. Después de que Joyadá murió, los jefes de Judá se presentaron ante el rey para rendirle homenaje, y él escuchó sus consejos. Abandonaron el templo del Señor, Dios de sus antepasados, y adoraron las imágenes de Aserá y de los ídolos. Debido a este pecado, la ira de Dios cayó sobre Judá y Jerusalén. El Señor les envió profetas para que los exhortaran a volver a él, pero no les hicieron caso. El Espíritu de Dios vino sobre Zacarías, hijo del sacerdote Joyadá, y éste, presentándose ante el pueblo, declaró: "Así dice Dios el Señor: ¿Por qué desobedecen mis mandamientos? De ese modo no prosperarán. Como me han abandonado, yo también los abandonaré." Pero ellos conspiraron contra Zacarías hijo de Joyadá y, por orden del rey, lo mataron a pedradas en el atrio del templo del Señor. Así fue como el rey Joás, no tomando en cuenta la bondad de Joyadá, mató a su hijo Zacarías, quien al morir dijo: "¡Que el Señor vea esto y te juzgue!" Al cabo de un año, las tropas sirias marcharon contra Joás, invadieron Judá y Jerusalén y, después de matar a los jefes del pueblo, enviaron todo el botín al rey de Damasco. Aunque el ejército sirio era pequeño, el Señor permitió que derrotara a un ejército muy numeroso, porque los habitantes de Judá habían abandonado al Señor, Dios de sus antepasados. De esta manera Joás recibió el castigo que merecía. Cuando los sirios se retiraron, dejando a Joás gravemente herido, sus servidores conspiraron contra él y lo   mataron en su propia cama, vengando así la muerte del hijo del sacerdote Joyadá. Luego lo sepultaron en la Ciudad de David, pero no en el panteón de los reyes. Los que conspiraron contra Joás fueron Zabad hijo de Simat el amonita, y Jozabad hijo de Simrit el moabita. Todo lo relacionado con los hijos de Joás, con las muchas profecías en su contra y con la restauración del templo de Dios, está escrito en el comentario sobre el libro de los reyes. Su hijo Amasías lo sucedió en el trono. Amasías tenía veinticinco años cuando ascendió al trono, y reinó en Jerusalén veintinueve años. Su madre era Joadán, oriunda de Jerusalén. Amasías hizo lo que agrada al Señor, aunque no de todo corazón. Después de afianzarse en el poder, Amasías mató a los ministros que habían asesinado a su padre el rey. Sin embargo, según lo que ordenó el Señor, no mató a los hijos de los asesinos, pues está escrito en el libro de la ley de Moisés: "A los padres no se les dará muerte por la culpa de sus hijos, ni a los hijos se les dará muerte  por la culpa de sus padres, sino que cada uno morirá por su propio pecado." Amasías reunió a los de Judá, y puso al frente de todo Judá y Benjamín jefes de mil y de cien soldados, agrupados según sus familias patriarcales. Censó a los hombres mayores de veinte años, y resultó que había trescientos mil hombres aptos para ir a la guerra y capaces de manejar la lanza y el escudo. Además, por la suma de tres mil trescientos kilos de plata contrató a cien mil guerreros valientes de Israel. Pero un hombre de Dios fue a verlo y le dijo: Su Majestad, no permita que el ejército de Israel vaya con usted, porque el Señor no está con esos efraimitas. Si usted va con ellos, Dios lo derribará en la cara misma de sus enemigos aunque luche valerosamente, porque Dios tiene poder para ayudar y poder para derribar. Amasías le preguntó al hombre de Dios: ¿Qué va a pasar con los tres mil trescientos kilos de plata que pagué al ejército de Israel? El Señor puede darle a usted mucho más que eso respondió. Entonces Amasías dio de baja a las tropas israelitas que habían llegado de Efraín, y las hizo regresar a su país. A raíz de eso, las tropas se enojaron mucho con Judá y regresaron furiosas a sus casas. Armándose de valor, Amasías guió al ejército hasta el valle de la Sal, donde mató a diez mil hombres de Seír. El ejército de Judá capturó vivos a otros diez mil. A éstos los hicieron subir a la cima de una roca, y desde allí los despeñaron. Todos murieron destrozados. Mientras esto sucedía, las tropas que Amasías había dado de baja se lanzaron contra las ciudades de Judá, y desde Samaria hasta Bet Jorón mataron a tres mil personas y se llevaron un enorme botín. Cuando Amasías regresó de derrotar a los edomitas, se llevó consigo los dioses de los habitantes de Seír y los adoptó como sus dioses, adorándolos y quemándoles incienso. Por eso el Señor se encendió en ira contra Amasías y le envió un profeta con este mensaje: ¿Por qué sigues a unos dioses que no pudieron librar de tus manos a su propio pueblo? El rey interrumpió al profeta y le replicó: ¿Y quién te ha nombrado consejero del rey? Si no quieres que te maten, ¡no sigas fastidiándome! El profeta se limitó a añadir: Sólo sé que, por haber hecho esto y por no seguir mi consejo, Dios ha resuelto destruirte. Sin embargo, Amasías, rey de Judá, siguiendo el consejo de otros, envió mensajeros a Joás, hijo de Joacaz y nieto de Jehú, rey de Israel, con este reto: "¡Ven acá, para que nos enfrentemos!" Pero Joás, rey de Israel, le respondió a Amasías, rey de Judá: "El cardo del Líbano le mandó este mensaje al cedro: ¡Entrega a tu hija como esposa a mi hijo! Pero luego pasaron por allí las fieras del Líbano, y aplastaron al cardo. Tú te jactas de haber derrotado a los edomitas; ¡el éxito se te ha subido a la cabeza! Está bien, jáctate si quieres, pero quédate en casa. ¿Para qué provocas una desgracia que significará tu perdición y la de Judá?" Como estaba en los planes de Dios entregar a Amasías en poder del enemigo por haber seguido a los dioses de Edom, Amasías no le hizo caso a Joás. Entonces Joás, rey de Israel, marchó a Bet Semes, que está en Judá, para enfrentarse con él. Los israelitas batieron a los de Judá, y éstos huyeron a sus hogares. En Bet Semes, Joás, rey de Israel, capturó a Amasías, rey de Judá, hijo de Joás y nieto de Joacaz. Luego fue a Jerusalén y derribó ciento ochenta metros de la muralla, desde la puerta de Efraín hasta la puerta de la Esquina. Además, se apoderó de todo el oro, la plata y los utensilios que estaban en el templo de Dios bajo el cuidado de Obed Edom. También se llevó los tesoros del palacio real, tomó rehenes y regresó a Samaria. Amasías hijo de Joás, rey de Judá, sobrevivió quince años a Joás hijo de Joacaz, rey de Israel. Los demás acontecimientos del reinado de Amasías, desde el primero hasta el último, están escritos en el libro de los reyes de Judá y de Israel. Desde el momento en que Amasías abandonó al Señor, se tramó una conspiración contra él en Jerusalén. Entonces Amasías huyó a Laquis, pero lo persiguieron y allí lo mataron. Luego lo llevaron a caballo hasta la capital de Judá, donde fue sepultado con sus antepasados. Todo el pueblo de Judá tomó entonces a Uzías, que tenía dieciséis años, y lo proclamó rey en lugar de su padre Amasías. Y fue Uzías quien, después de la muerte del rey Amasías, reconstruyó la ciudad de Elat y la reintegró a Judá. Uzías tenía dieciséis años cuando ascendió al trono, y reinó en Jerusalén cincuenta y dos años. Su madre era Jecolías, oriunda de Jerusalén. Uzías hizo lo que agrada al Señor, pues en todo siguió el buen ejemplo de su padre Amasías y, mientras vivió Zacarías, quien lo instruyó en el temor de Dios, se empeñó en buscar al Señor. Mientras Uzías buscó a Dios, Dios le dio prosperidad. Uzías marchó contra los filisteos, y destruyó los muros de Gat, Jabnia y Asdod. Además, construyó ciudades en la región de Asdod, entre los filisteos. Dios lo ayudó en su guerra contra los filisteos, contra los árabes que vivían en Gur Baal, y contra los meunitas. Los amonitas fueron tributarios de Uzías, y éste llegó a tener tanto poder que su fama se difundió hasta la frontera de Egipto. Uzías también construyó y fortificó torres en Jerusalén, sobre las puertas de la Esquina y del Valle, y en el ángulo del muro. Así mismo, construyó torres en el desierto y cavó un gran número de pozos, pues tenía mucho ganado en la llanura y en la meseta. Tenía también labradores y viñadores que trabajaban en las montañas y en los valles, pues era un amante de la agricultura. Uzías contaba con un ejército que salía a la guerra por escuadrones, de acuerdo con el censo hecho por el cronista Jeyel y por el oficial Maseías, bajo la dirección de Jananías, funcionario del rey. El total de los jefes de familia era de dos mil seiscientos, todos ellos guerreros valientes. Bajo el mando de éstos había un ejército bien entrenado, compuesto por trescientos siete mil quinientos soldados, que combatían con mucho valor para apoyar al rey en su lucha contra los enemigos. A ese ejército Uzías lo dotó de escudos, lanzas, cascos, corazas, arcos y hondas. Construyó en Jerusalén unas máquinas diseñadas por hombres ingeniosos, y las colocó en las torres y en las esquinas de la ciudad para disparar flechas y piedras de gran tamaño. Con la poderosa ayuda de Dios, Uzías llegó a ser muy poderoso y su fama se extendió hasta muy lejos. Sin embargo, cuando aumentó su poder, Uzías se volvió arrogante, lo cual lo llevó a la desgracia. Se rebeló contra el Señor, Dios de sus antepasados, y se atrevió a entrar en el templo del Señor para quemar incienso en el altar. Detrás de él entró el sumo sacerdote Azarías, junto con ochenta sacerdotes del Señor, todos ellos hombres valientes, quienes se le enfrentaron y le dijeron: "No corresponde a Su Majestad quemar el incienso al Señor. Ésta es función de los sacerdotes descendientes de Aarón, pues son ellos los que están consagrados para quemar el incienso. Salga usted ahora mismo del santuario, pues ha pecado, y así Dios el Señor no va a honrarlo." Esto enfureció a Uzías, quien tenía en la mano un incensario listo para ofrecer el incienso. Pero en ese mismo instante, allí en el templo del Señor, junto al altar del incienso y delante de los sacerdotes, la frente se le cubrió de lepra. Al ver que Uzías estaba leproso, el sumo sacerdote Azarías y los demás sacerdotes lo expulsaron de allí a toda prisa. Es más, él mismo se apresuró a salir, pues el Señor lo había castigado. El rey Uzías se quedó leproso hasta el día de su muerte. Tuvo que vivir aislado en su casa, y le prohibieron entrar en el templo del Señor. Su hijo Jotán quedó a cargo del palacio y del gobierno del país. Los demás acontecimientos del reinado de Uzías, desde el primero hasta el último, los escribió el    profeta Isaías hijo de Amoz. Cuando Uzías murió, fue sepultado con sus antepasados en un campo cercano al panteón de los reyes, pues padecía de lepra. Y su hijo Jotán lo sucedió en el trono.Salmo 103: Alaba, alma mía, al Señor; alabe todo mi ser su santo nombre. Alaba, alma mía, al Señor, y no olvides ninguno de sus beneficios. Él perdona todos tus pecados y sana todas tus dolencias; él rescata tu vida del sepulcro y te cubre de amor y compasión; él colma de bienes tu vida y te rejuvenece como a las águilas. El Señor hace justicia y defiende a todos los oprimidos. Dio a conocer sus caminos a Moisés; reveló sus obras al pueblo de Israel. El Señor es clemente y compasivo, lento para la ira y grande en amor. No sostiene para siempre su querella ni guarda rencor eternamente. No nos trata conforme a nuestros pecados ni nos paga según nuestras maldades. Tan grande es su amor por los que le temen como alto es el cielo sobre la tierra. Tan lejos de nosotros echó nuestras transgresiones como lejos del oriente está el occidente. Tan compasivo es el Señor con los que le temen como lo es un padre con sus hijos. Él conoce nuestra condición; sabe que somos de barro. El hombre es como la  hierba, sus días florecen como la flor del campo: sacudida por el viento, desaparece sin dejar rastro alguno. Pero el amor del Señor es eterno y siempre está con los que le temen; su justicia está con los hijos de sus hijos, con los que cumplen su pacto y se acuerdan de sus preceptos para ponerlos por obra. El Señor ha establecido su trono en el cielo; su reinado domina sobre todos. Alaben al Señor, ustedes sus ángeles, paladines que ejecutan su palabra y obedecen su mandato. Alaben al Señor, todos sus ejércitos, siervos suyos que cumplen su voluntad. Alaben al Señor, todas sus obras en todos los ámbitos de su dominio. ¡Alaba, alma mía, al Señor!Proverbios 3: Hijo mío, no te olvides de mis enseñanzas; más bien, guarda en tu corazón mis mandamientos. Porque prolongarán tu vida muchos años y te traerán prosperidad. Que nunca te abandonen el amor y la verdad: llévalos siempre alrededor de tu cuello y escríbelos en el libro de tu corazón. Contarás con el favor de Dios y tendrás buena fama entre la gente. Confía en el Señor de todo corazón, y no en tu propia inteligencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él allanará tus sendas. No seas sabio en tu propia opinión; más bien, teme al Señor y huye del mal. Esto infundirá salud a tu cuerpo y fortalecerá tu ser. Honra al Señor con tus riquezas y con los primeros frutos de tus cosechas. Así tus graneros se llenarán a reventar y tus bodegas rebosarán de vino nuevo. Hijo mío, no desprecies la disciplina del Señor, ni te ofendas por sus reprensiones. Porque el Señor disciplina a los que ama, como corrige un padre a su hijo querido. Dichoso el que halla sabiduría, el que adquiere inteligencia. Porque ella es de más provecho que la plata y rinde más ganancias que el oro. Es más valiosa que las piedras preciosas: ¡ni lo más deseable se le puede comparar! Con la mano derecha ofrece larga vida; con la izquierda, honor y riquezas. Sus caminos son placenteros y en sus senderos hay paz. Ella es árbol de vida para quienes la abrazan; ¡dichosos los que la retienen! Con sabiduría afirmó el Señor la tierra, con inteligencia estableció los cielos. Por su conocimiento se separaron las aguas, y las nubes dejaron caer su rocío. Hijo mío, conserva el buen juicio; no pierdas de vista la discreción. Te serán fuente de vida, te adornarán como un collar. Podrás recorrer tranquilo tu camino, y tus pies no tropezarán. Al acostarte, no tendrás temor alguno; te acostarás y dormirás tranquilo. No temerás ningún desastre repentino, ni la desgracia que sobreviene a los impíos. Porque el Señor estará siempre a tu lado y te librará de caer en la trampa. No niegues un favor a quien te lo pida, si en tu mano está el otorgarlo. Nunca digas a tu prójimo: "Vuelve más tarde; te ayudaré mañana", si hoy tienes con qué ayudarlo. No urdas el mal contra tu prójimo, contra el que ha puesto en ti su confianza. No entres en pleito con nadie que no te haya hecho ningún daño. No envidies a los violentos, ni optes por andar en sus caminos. Porque el Señor aborrece al perverso, pero al íntegro le brinda su amistad. La maldición del Señor cae sobre la casa del malvado; su bendición, sobre el hogar de los justos. El Señor se burla de los burlones, pero muestra su favor a los humildes. Los sabios son dignos de honra, pero los necios sólo merecen deshonra.


El Libro de Mateo Capítulo 15 del Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:

EL SANTO EVANGELIO SEGÚN
SAN MATEO

CAPÍTULO 15
(32 d.C.)
CRISTO REPRENDE A LOS
ESCRIBAS Y A LOS FARISEOS

ENTONCES llegaron a Jesús ciertos Escribas y Fariseos, de Jerusalén, diciendo (casi toda la oposición a Cristo vino de los líderes religiosos),
2 ¿Por qué Tus Discípulos traspasan la tradición de los ancianos? (Su confianza estaba en las reglas hechas por los hombres en lugar de la Palabra de Dios.) porque no se lavan las manos cuando comen pan (no tenía ningún sentido sanitario; esta tradición enseñaba que un espíritu malo podía sentarse en las manos de la gente, y cuando las manos se lavaban, el espíritu malo se quitaba).
3 Y Él respondiendo, les dijo (declara a Cristo que los atrajo de nuevo a la Palabra de Dios), ¿Por qué también vosotros traspasáis el Mandamiento de Dios por vuestra tradición? (Él no hizo caso de su tradición porque no era según Las Escrituras. Él entonces les dice que sus tradiciones estaban causándoles quebrantar el Mandamiento de Dios.)
4 Porque Dios mandó, diciendo, Honra a tu padre y a tu madre: y, el que maldijere al padre o a la madre, que muera irremisiblemente (Éx. 20:12; 21:17).
5 Mas vosotros decís (en contradicción directa a lo que Dios ha mandado), Cualquiera que dijere al padre o a la madre: Es ofrenda mía a Dios (dedica su propiedad al Templo de modo que no tuvieran que cuidar a sus padres envejecidos, y entonces un sacerdote deshonesto se lo daría de nuevo a ellos, después de tomar un porcentaje), todo aquello con que pudiera valerte (que hace ganancia ilegal de las cosas de Dios, cual aumentaba su pecado);
6 No deberá honrar a su padre o a su madre con socorro, será absuelto (libre de cualquier responsabilidad). Así habéis invalidado el Mandamiento de Dios por vuestra tradición.
7 Hipócritas (fue dicho echándolo en sus caras), bien profetizó de vosotros Isaías, diciendo,
8 Este pueblo con su boca se acerca a Mí, y de labios Me honra; mas su corazón está lejos de Mí (esto define bien a un hipócrita).
9 Mas en vano Me honran (¡la adoración que no fue aceptada por Dios indicativa también de mucha de la Iglesia moderna!), enseñando por doctrinas los mandamientos de hombres (cualquier cosa que se agrega o se quita de la Palabra de Dios).
LAS COSAS QUE PROFANEN
10 Y llamando a sí las gentes, les dijo (lo hizo delante de los Escribas y de los Fariseos), Oíd, y entended (lo que luego Él dirá, será lo contrario de lo que fue dicho por los Escribas y los Fariseos):
11 No lo que entra en la boca contamina al hombre; mas lo que sale de la boca, esto contamina al hombre (Cristo destacaba la atención de las mentes de la gente de las cosas externas a la condición verdadera del corazón).
12 Entonces llegándose Sus Discípulos, Le dijeron (tiene que ver con un tiempo de contemplación privada con respecto a las cosas dichas por Cristo), ¿Sabes que los Fariseos oyendo esta palabra se ofendieron (se escandalizaron)? (Como lo dijo un piadoso de antaño, "si la ofensa se presenta a raíz de la declaración de la Verdad, es más oportuno que la ofensa le esté permitida presentarse en lugar de que la Verdad fuera abandonada.")
13 Mas respondiendo Él, dijo (Él no permaneció en silencio, sino declaró más Su posición), Toda planta que no plantó mi Padre Celestial, será desarraigada (quiere decir que la doctrina de los Fariseos no era de origen divino, sino de origen terrenal; el día se aproxima cuando la cizaña será quitada de entre el trigo).
14 Dejadlos (no significa que no va a enfrentar su error, sino significa que sólo porque son ofendidos no debe ser un estorbo para predicar la Verdad): son ciegos guías de ciegos (una designación aplicada a todos los que no estaban siguiendo la Palabra de Dios). Y si el ciego guiare al ciego, ambos caerán en el hoyo (una absoluta conclusión garantizada).
15 Y respondiendo Pedro le dijo, Decláranos esta Parábola (dénos más explicación).
16 Y Jesús dijo, ¿Aún también vosotros sois sin entendimiento? (El gran motivo de la necesidad de que sea lleno del Espíritu, y guiado por el Espíritu [Rom. 8:14].)
17 ¿No entendéis aún, que todo lo que entra en la boca, va al vientre, y es echado en la letrina? (Explica el hecho de que el comer alimentos no tiene nada que ver con el lado espiritual del hombre.)
18 Mas lo que sale de la boca del corazón sale; y esto contamina al hombre (no todo lo que sale de la boca de un hombre es profano, sino solamente lo que procede de un corazón malvado).
19 Porque del corazón salen los malos pensamientos, homicidios, adulterios, fornicaciones, hurtos, falsos testimonios, blasfemias (indica la depravación del corazón humano no convertido, la cual era la condición en que se encontraban los Fariseos, a pesar de su religiosidad):
20 Estas cosas son las que contaminan al hombre: mas comer con las manos sin lavar no contamina al hombre (Satanás es un maestro que pone énfasis en lo insignificante, en vez del problema verdadero).
LA SANIDAD DE LA HIJA
DE LA CANANEA
21 Y saliendo Jesús de allí (se fue de Capernaum), se fue a las riberas (las fronteras) de Tiro y de Sidón.
22 Y, he aquí, una mujer Cananea (una Gentil) que había salido de aquellos términos (las fronteras), clamaba (la mujer estaba desesperada), diciéndole, Señor, Hijo de David, ten misericordia de mí; mi hija es malamente atormentada del demonio (un espíritu maligno).
23 Mas Él no le respondió palabra alguna (ser un Gentil, su petición era incorrecta, dirigiéndose a Él como "Hijo de David"; solamente en aquel entonces los Judíos disfrutaban del privilegio de utilizar ese término). Entonces llegándose Sus Discípulos Le rogaron, diciendo, Despáchala; pues da voces tras nosotros (una traducción mejor sería, "haz algo por ella").
24 Y Él respondiendo, dijo, No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel (Su Misión, por lo menos en Su Primera Venida, fue exclusivamente para los Judíos).
25 Entonces ella vino y Le adoró, diciendo, Señor, socórreme (estaba cambiando su posición).
26 Y respondiendo Él dijo, No está bien (correcto) tomar el pan de los hijos (lo que perteneció a los Judíos), y echarlo a los perrillos (los Gentiles fueron visto como "perros," entonces en efecto, Él ponía en prueba su Fe).
27 Y ella dijo, Sí, Señor: mas los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus señores (cuando ella tomó el lugar de un "perro," así que admitía que ella no tenía reclamo alguno, echándose sobre Su Gracia como Señor, Él inmediatamente respondió, tal como Él lo hará actualmente).
28 Entonces respondiéndola Jesús dijo, Oh mujer, grande es tu Fe: sea hecho contigo como quieres. Y fue sanada su hija desde aquella hora (siempre el Señor responde a la Fe; solamente dos personas fueron descritas como personas con "gran Fe"; el primero fue el Centurión Gentil [Mat. 8:5-10], y ahora esta mujer Gentil).
JESÚS SANA A LOS ENFERMOS
29 Y partido Jesús de allí, vino junto al Mar de Galilea; y subiendo al monte, se sentó allí (probablemente en el lado noreste del Mar de Galilea).
30 Y llegaron a Él grandes multitudes (pudiera haber sido varios millares de gente), que tenían consigo cojos, ciegos, mudos, mancos y otros muchos enfermos, y los echaron a los Pies de Jesús; y los sanó (Él los sanó a todos):
31 De manera que se maravillaban las gentes, viendo hablar los mudos, los mancos sanos, andar los cojos y ver los ciegos: y glorificaron al Dios de Israel.
JESÚS ALIMENTA
A CUATRO MIL
32 Y Jesús llamando a Sus Discípulos, dijo, Tengo compasión de la gente, que ya hace tres días que perseveran conmigo, y no tienen qué comer: y enviarlos sin comer no quiero, para que no desmayen en el camino (probablemente diez mil o más, habían tenido muy poco de comer durante los tres días y noches pasados).
33 Entonces Sus Discípulos Le dicen, ¿Dónde tenemos nosotros tantos panes en el desierto, para saciar a tan gran compañía? (¿No recordaron el gran Milagro que Él llevó a cabo hace poco tiempo antes de esta misma naturaleza? ¡Tan rápido olvidamos nosotros también!)
34 Y Jesús les dice, ¿Cuántos panes tenéis? Y ellos dijeron, Siete, y unos pocos pececillos.
35 Y mandó a las multitudes que se recostasen sobre la tierra.
36 Y tomando los siete panes y los peces, dando gracias, partió y dio a Sus Discípulos, y los Discípulos a la multitud (los Discípulos tenían que seguir recurriendo a Jesús por nuevas provisiones para la necesidad de la multitud; no tenían sus propios recursos; ellos dependían totalmente de Él; es lo que Él nos está enseñando).
37 Y comieron todos, y se saciaron (quedaron satisfechos): y recogieron lo que sobró de los pedazos siete canastas llenas.
38 Y eran los que habían comido cuatro mil hombres, sin las mujeres y los niños (probablemente cerca de diez mil personas).
39 Entonces, despedida la multitud (pero los despidió satisfechos física y espiritualmente), subió en el barco, y vino a las riberas de Magdala (una ciudad pequeña situada a unos quince kilómetros [diez millas] al sur de Capernaum).


Primera Corintios Capítulo 13:
Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.


Hebreos 10:35-12:4
Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida. Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta  en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté,  David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre.


Romanos 8:
Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos;  herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.

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02 August 2018

El 2 de agosto LECTURA BÍBLICA DIARIA

Sonidos del aire libre
SonLifeTV.com/español
Mensaje de la Cruz de Cristo Jesús-Capítulo-1


El 2 de agosto LECTURA BÍBLICA DIARIA:

2 Reyes 15 a 17:


En el año veintisiete del reinado de Jeroboán, rey de Israel, Azarías hijo de Amasías, rey de Judá, ascendió al trono. Tenía dieciséis años cuando comenzó a reinar, y reinó en Jerusalén cincuenta y dos años. Su madre era Jecolías, oriunda de Jerusalén. Azarías hizo lo que agrada al Señor, pues en todo siguió el buen ejemplo de su padre Amasías; pero no se quitaron los altares paganos, sino que el pueblo siguió ofreciendo sacrificios y quemando incienso en ellos. Sin embargo, el Señor castigó al rey con lepra hasta el día de su muerte. Y como el rey Azarías tuvo que vivir aislado en casa, su hijo Jotán quedó a cargo del palacio y del gobierno del país. Los demás acontecimientos del reinado de Azarías, y todo lo que hizo, están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Israel. Azarías murió y fue sepultado con sus antepasados en la Ciudad de David. Y su hijo Jotán lo sucedió en el trono. Zacarías, rey de Israel En el año treinta y ocho del reinado de Azarías, rey de Judá, Zacarías hijo de Jeroboán ascendió al trono de Israel, y reinó en Samaria seis meses. Zacarías hizo lo que ofende al Señor, como lo hicieron sus antepasados, pues no se apartó de los pecados con que Jeroboán hijo de Nabat hizo pecar a Israel. Salún hijo de Jabés conspiró contra Zacarías. Lo atacó en Ibleam y lo mató, usurpando así el trono. Los demás acontecimientos del reinado de Zacarías están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Israel. De este modo se cumplió la palabra que el Señor le había dado a conocer a Jehú: "Durante cuatro generaciones tus descendientes ocuparán el trono de Israel." Salún, rey de Israel Salún hijo de Jabés ascendió al trono en el año treinta y nueve de Uzías, rey de Judá, y reinó en Samaria un mes. Pero Menajem hijo de Gadí llegó de Tirsá a Samaria, y allí atacó a Salún hijo de Jabés y lo mató, usurpando así el trono. Los demás acontecimientos del reinado de Salún, incluso su conspiración, están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Israel. Por aquel tiempo, Menajem atacó la ciudad de Tifsa. Como no le abrieron las puertas de la ciudad, mató a todos los que vivían allí y en los alrededores, comenzando por Tirsá, y les abrió el vientre a las mujeres embarazadas. Menajem, rey de Israel En el año treinta y nueve del reinado de Azarías, rey de Judá, Menajem hijo de Gadí ascendió al trono de Israel, y reinó en Samaria diez años. Pero hizo lo que ofende al Señor, pues durante toda su vida jamás se apartó de los pecados con que Jeroboán hijo de Nabat hizo pecar a Israel. Tiglat Piléser, rey de Asiria, invadió el país, y Menajem le entregó treinta y tres mil kilos de plata para ganarse su apoyo y mantenerse en el trono. Menajem les exigió este dinero a los israelitas: todos los ricos tenían que pagarle al rey de Asiria medio kilo de plata. Entonces el rey de Asiria se retiró y dejó de ocupar el país. Los demás acontecimientos del reinado de Menajem, y todo lo que hizo, están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Israel. Menajem murió, y su hijo Pecajías lo sucedió en el trono. Pecajías, rey de Israel En el año cincuenta de Azarías, rey de Judá, Pecajías hijo de Menajem ascendió al trono de Israel, y reinó en Samaria dos años. Pero hizo lo que ofende al Señor, pues no se apartó de los pecados con que Jeroboán hijo de Nabat hizo pecar a Israel. Uno de sus oficiales, que se llamaba Pecaj hijo de Remalías, conspiró contra él. Apoyado por cincuenta galaaditas, atacó a Pecajías, a Argob y a Arié, en la torre del palacio real en Samaria. Así fue como lo mató y usurpó el trono. Los demás acontecimientos del reinado de Pecajías, y todo lo que hizo, están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Israel. Pecaj, rey de Israel En el año cincuenta y dos del reinado de Azarías, rey de Judá, Pecaj hijo de Remalías ascendió al trono de Israel, y reinó en Samaria veinte años. Pero hizo lo que ofende al Señor, pues no se apartó de los pecados con que Jeroboán hijo de Nabat hizo pecar a Israel. En tiempos de Pecaj, rey de Israel, Tiglat Piléser, rey de Asiria, invadió el país y conquistó Iyón, Abel Betmacá, Janoa, Cedes, Jazor, Galaad y Galilea, incluyendo todo el territorio de Neftalí; además, deportó a los habitantes a Asiria. Entonces Oseas hijo de Elá conspiró contra Pecaj hijo de Remalías y lo atacó. Así fue como, en el año veinte de Jotán hijo de Uzías, lo mató y usurpó el trono. Los demás acontecimientos del reinado de Pecaj, y todo lo que hizo, están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Israel. Jotán, rey de Judá En el segundo año del reinado de Pecaj hijo de Remalías, rey de Israel, Jotán hijo de Uzías, rey de Judá, ascendió al trono. Tenía veinticinco años cuando comenzó a reinar, y reinó en Jerusalén dieciséis años. Su madre era Jerusa hija de Sadoc. Jotán hizo lo que agrada al Señor, pues en todo siguió el buen ejemplo de su padre Uzías. Fue Jotán quien reconstruyó la puerta superior del templo del Señor, pero no se quitaron los altares paganos, sino que el pueblo siguió ofreciendo sacrificios y quemando incienso en ellos. Los demás acontecimientos del reinado de Jotán están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Judá. Durante su reinado, el Señor comenzó a enviar contra Judá a Rezín, rey de Siria, y a Pecaj hijo de Remalías. Jotán murió y fue sepultado con sus antepasados en la Ciudad de David, su antecesor. Y su hijo Acaz lo sucedió en el trono. En el año diecisiete del reinado de Pecaj hijo de Remalías, Acaz hijo de Jotán ascendió al trono. Tenía veinte años cuando comenzó a reinar, y reinó en Jerusalén dieciséis años. Pero a diferencia de su antepasado David, Acaz no hizo lo que agradaba al Señor su Dios. Al contrario, siguió el mal ejemplo de los reyes de Israel, y hasta sacrificó en el fuego a su hijo, según las repugnantes ceremonias de las naciones que el Señor había expulsado delante de los israelitas. También ofrecía sacrificios y quemaba incienso en los santuarios paganos, en las colinas y bajo todo árbol frondoso. En cierta ocasión, Rezín, rey de Siria, y Pecaj hijo de Remalías, rey de Israel, marcharon hacia Jerusalén para hacerle guerra a Acaz, y sitiaron la ciudad, pero no lograron tomarla. Por aquel tiempo, Rezín, rey de Siria, había reconquistado la ciudad de Elat, desalojando a los de Judá que vivían allí. Posteriormente los edomitas se establecieron en Elat, y allí se han quedado hasta el día de hoy. Acaz envió entonces mensajeros a Tiglat Piléser, rey de Asiria, con este mensaje: "Ya que soy tu servidor y vasallo, ven y líbrame del poder del rey de Siria y del rey de Israel, que se han puesto en mi contra." Acaz también juntó la plata y el oro que había en el templo del Señor y en el tesoro del palacio real, y se lo envió todo al rey de Asiria como un regalo. El rey de Asiria, accediendo a su petición, lanzó un ataque contra Damasco y conquistó la ciudad. Luego deportó a sus habitantes a Quir, y mató a Rezín. El rey Acaz fue entonces a Damasco para encontrarse con Tiglat Piléser, rey de Asiria. Cuando vio el altar que había en la ciudad, el rey Acaz le envió al sacerdote Urías un plano del altar, con un dibujo de todos los detalles. Entonces Urías construyó un altar según las instrucciones que el rey Acaz le había enviado desde Damasco, y lo terminó antes de que el rey regresara. Cuando éste llegó de Damasco y vio el altar, se acercó y presentó allí una ofrenda. Ofreció el holocausto con la ofrenda, derramó su libación y roció sobre el altar la sangre de los sacrificios de comunión. El altar de bronce, que estaba en la presencia del Señor, lo retiró de la parte delantera del edificio y lo situó en el lado norte del nuevo altar, ya que ahora quedaba entre el nuevo altar y el templo del Señor. Luego le dio estas órdenes al sacerdote Urías: "Ofrece en este gran altar el holocausto matutino y la ofrenda vespertina, así como el holocausto y la ofrenda del rey, y también los holocaustos, las ofrendas y las libaciones del pueblo en general. Rocía sobre este altar la sangre de todos los holocaustos y sacrificios. Pero el altar de bronce lo usaré yo." Y el sacerdote Urías hizo todo lo que el rey Acaz le ordenó. El rey desmontó los paneles de las bases y les quitó los lavamanos; además bajó la fuente que estaba encima de los bueyes de bronce y la instaló sobre un enlosado de piedra; y por deferencia al rey de Asiria, quitó del templo del Señor el techado que se había construido allí para celebrar los sábados, así como la entrada exterior para el rey. Los demás acontecimientos del reinado de Acaz están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Judá. Acaz murió y fue sepultado con sus antepasados en la Ciudad de David. Y su hijo Ezequías lo sucedió en el trono. En el año duodécimo del reinado de Acaz, rey de Judá, Oseas hijo de Elá ascendió al trono de Israel, y reinó en Samaria nueve años. Hizo lo que ofende al Señor, aunque no tanto como los reyes de Israel que lo habían precedido. Salmanasar, rey de Asiria, atacó a Oseas, lo hizo su vasallo y le impuso tributo. Más tarde, el rey de Asiria descubrió que Oseas lo traicionaba, pues éste había enviado emisarios a So, rey de Egipto, y además había dejado de pagarle el tributo anual. Por eso el rey de Asiria mandó arrestarlo y lo metió en la cárcel. Después invadió el país entero, marchó contra Samaria y sitió la ciudad durante tres años. En el año noveno del reinado de Oseas, el rey de Asiria, después de conquistar Samaria, deportó a los israelitas a Asiria y los instaló en Jalaj, en Gozán (que está junto al río Jabor) y en las ciudades de los medos. Todo esto sucedió porque los israelitas habían pecado contra el Señor su Dios, que los había sacado de Egipto, librándolos del poder del faraón, rey de Egipto. Adoraron a otros dioses y siguieron las costumbres de las naciones que el Señor había expulsado delante de ellos, como también las prácticas que introdujeron los reyes de Israel. Además blasfemaron contra el Señor su Dios, y dondequiera que habitaban se construían altares paganos. Desde las torres de vigilancia hasta las ciudades fortificadas, y en cada colina y bajo todo árbol frondoso, erigieron piedras sagradas e imágenes de la diosa *Aserá; y en todos los altares paganos quemaron incienso, siguiendo el ejemplo de las naciones que el Señor había desterrado delante de ellos. Fueron tantas las maldades que cometieron, que provocaron la ira del Señor. Rindieron culto a los ídolos, aunque el Señor se lo había prohibido categóricamente. Por eso el Señor les dio esta advertencia a Israel y a Judá por medio de todos los profetas y videntes: "¡Vuélvanse de sus malos caminos! Cumplan mis mandamientos y decretos, y obedezcan todas las leyes que ordené a sus antepasados, y que les di a conocer a ustedes por medio de mis siervos los profetas." Con todo, no hicieron caso, sino que fueron tan tercos como lo habían sido sus antepasados, que no confiaron en el Señor su Dios. Rechazaron los decretos y las advertencias del Señor, y el pacto que él había hecho con sus antepasados. Se fueron tras ídolos inútiles, de modo que se volvieron inútiles ellos mismos; y aunque el Señor lo había prohibido, siguieron las costumbres de las naciones vecinas. Abandonaron todos los mandamientos del Señor su Dios, y se hicieron dos ídolos fundidos en forma de becerro y una imagen de la diosa Aserá. Se postraron ante todos los astros del cielo, y adoraron a *Baal; sacrificaron en el fuego a sus hijos e hijas; practicaron la adivinación y la hechicería; en fin, se entregaron a hacer lo que ofende al Señor, provocando así su ira. Por lo tanto, el Señor se enojó mucho contra Israel y lo arrojó de su presencia. Sólo quedó la tribu de Judá. Pero aun Judá dejó de cumplir los mandatos del Señor su Dios, y siguió las costumbres que introdujo Israel. Por eso el Señor rechazó a todos los israelitas: los afligió y los entregó en manos de invasores, y acabó por arrojarlos de su presencia. Cuando el Señor arrancó de la familia de David a los israelitas, éstos hicieron rey a Jeroboán hijo de Nabat. Jeroboán, por su parte, los alejó del camino del Señor y los hizo cometer un gran pecado. De hecho, los israelitas imitaron todos los pecados de Jeroboán y no se apartaron de ellos. Finalmente, el Señor arrojó a Israel de su presencia, tal como lo había anunciado por medio de sus siervos los profetas. Así, pues, fueron desterrados y llevados cautivos a Asiria, donde hasta el día de hoy se han quedado. Para reemplazar a los israelitas en los poblados de Samaria, el rey de Asiria trajo gente de Babilonia, Cuta, Ava, Jamat y Sefarvayin. Éstos tomaron posesión de Samaria y habitaron en sus poblados. Al principio, cuando se establecieron, no adoraban al Señor, de modo que el Señor les envió leones que causaron estragos en la población. Entonces le dieron este informe al rey de Asiria: "La gente que Su Majestad deportó y estableció en los poblados de Samaria no sabe lo que requiere el dios de ese país. Por esta razón, él les ha enviado leones, para que los maten." El rey de Asiria dio esta orden: "Hagan que regrese a vivir en Samaria uno de los sacerdotes que ustedes capturaron allí, y que le enseñe a la población lo que requiere el dios de ese país." Así que uno de los sacerdotes que habían sido deportados de Samaria fue a vivir a Betel y comenzó a enseñarles cómo adorar al Señor. Sin embargo, todos esos pueblos se fabricaron sus propios dioses en las ciudades donde vivían, y los colocaron en los altares paganos que habían construido los samaritanos. Los de Babilonia hicieron al dios Sucot Benot; los de Cuta, a Nergal; los de Jamat, a Asimá, y los de Ava, a Nibjaz y a Tartac. Los de Sefarvayin quemaban a sus hijos como sacrificio a Adramélec y a Anamélec, dioses de Sefarvayin; adoraban también al Señor, pero de entre ellos mismos nombraron sacerdotes a toda clase de gente para que oficiaran en los altares paganos. Aunque adoraban al Señor, servían también a sus propios dioses, según las costumbres de las naciones de donde habían sido deportados. Hasta el día de hoy persisten en sus antiguas costumbres. No adoran al Señor ni actúan según sus decretos y sus normas, ni según la ley y el mandamiento que el Señor ordenó a los descendientes de Jacob, a quien le dio el nombre de Israel. Cuando el Señor hizo un pacto con los israelitas, les ordenó: "No adoren a otros dioses ni se inclinen delante de ellos; no les sirvan ni les ofrezcan sacrificios. Adoren sólo al Señor, que los sacó de Egipto con gran despliegue de fuerza y poder. Es a él a quien deben adorar y ofrecerle sacrificios. Tengan cuidado de cumplir siempre los decretos y ordenanzas, leyes y mandamientos que él les dio por escrito. No adoren a otros dioses. No olviden el pacto que él ha hecho con ustedes. Por tanto, no adoren a otros dioses, sino sólo al Señor su Dios. Y él los librará del poder de sus enemigos." Sin embargo, no hicieron caso, sino que persistieron en sus antiguas costumbres. Aquellos pueblos adoraban al Señor, y al mismo tiempo servían a sus propios ídolos. Hasta el día de hoy sus hijos y sus descendientes siguen actuando como sus antepasados.




Salmo 81:
Canten alegres a Dios, nuestra fortaleza; ¡aclamen con regocijo al Dios de Jacob! ¡Entonen salmos! ¡Toquen ya la pandereta, la lira y el arpa melodiosa! Toquen el cuerno de carnero en la luna nueva, y en la luna llena, día de nuestra fiesta. Éste es un decreto para Israel, una ordenanza del Dios de Jacob. Lo estableció como un pacto con José cuando salió de la tierra de Egipto. Escucho un idioma que no entiendo: "Te he quitado la carga de los hombros; tus manos se han librado del pesado cesto. En tu angustia me llamaste, y te libré; oculto en el nubarrón te respondí; en las aguas de Meribá te puse a prueba. Selah. "Escucha, pueblo mío, mis advertencias; ¡ay Israel, si tan sólo me escucharas! No tendrás ningún dios extranjero, ni te inclinarás ante ningún dios extraño. Yo soy el Señor tu Dios, que te sacó de la tierra de Egipto. Abre bien la boca, y te la llenaré. "Pero mi pueblo no me escuchó; Israel no quiso hacerme caso. Por eso los abandoné a su obstinada voluntad, para que actuaran como mejor les pareciera. "Si mi pueblo tan sólo me escuchara, si Israel quisiera andar por mis caminos, ¡cuán pronto sometería yo a sus enemigos, y volvería mi mano contra sus adversarios! Los que aborrecen al Señor se rendirían ante él, pero serían eternamente castigados. Y a ti te alimentaría con lo mejor del trigo; con miel de la peña te saciaría."



Proverbios 13:
La justicia protege al que anda en integridad, pero la maldad arruina al pecador. Hay quien pretende ser rico, y no tiene nada; hay quien parece ser pobre, y todo lo tiene. Con su riqueza el rico pone a salvo su vida, pero al pobre no hay ni quien lo amenace. La luz de los justos brilla radiante, pero los malvados son como lámpara apagada. El orgullo sólo genera contiendas, pero la sabiduría está con quienes oyen consejos. El dinero mal habido pronto se acaba; quien ahorra, poco a poco se enriquece. La esperanza frustrada aflige al corazón; el deseo cumplido es un árbol de vida. Quien se burla de la instrucción tendrá su merecido; quien respeta el mandamiento tendrá su recompensa. La enseñanza de los sabios es fuente de vida, y libera de los lazos de la muerte. El buen juicio redunda en aprecio, pero el camino del infiel no cambia. El prudente actúa con cordura, pero el necio se jacta de su necedad. El mensajero malvado se mete en problemas; el enviado confiable aporta la solución. El que desprecia a la disciplina sufre pobreza y deshonra; el que atiende a la corrección recibe grandes honores. El deseo cumplido endulza el alma, pero el necio detesta alejarse del mal. El que con sabios anda, sabio se vuelve; el que con necios se junta, saldrá mal parado. Al pecador lo persigue el mal, y al justo lo recompensa el bien. El hombre de bien deja herencia a sus nietos; las riquezas del pecador se quedan para los justos. En el campo del pobre hay abundante comida, pero ésta se pierde donde hay injusticia. No corregir al hijo es no quererlo; amarlo es disciplinarlo. El justo come hasta quedar saciado, pero el malvado se queda con hambre.




El Libro de Apocalipsis Capítulo 17 del Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:


EL APOCALIPSIS
DE SAN JUAN




CAPÍTULO 17
(96 d.C.)
LA GRAN RAMERA




Y VINO uno de los siete Ángeles que tenían las siete Copas, y habló conmigo (probablemente es el séptimo Ángel; sin embargo, no tenemos en realidad ninguna forma de saberlo), diciéndome, Ven acá, y te mostraré la condenación de la gran ramera, la cual está sentada sobre muchas aguas (la "gran ramera" se atribuye a todas las religiones del mundo ideadas siempre por los hombres como sustituto de "Jesucristo y Él Crucificado"; el Camino de Dios es Cristo y Él Solo Crucificado; también, "muchas aguas" es símbolo de multitudes de personas [v. 15]):
2 Con la cual (la gran ramera, es decir, toda clase de religiones) han fornicado (a partir del principio mismo, la mayoría de las naciones han sido gobernadas por alguna clase de religión) los reyes de la Tierra (todas las religiones ideadas por los hombres y hasta las partes del Cristianismo que han sido corrompidas, el Señor las clasifica como "fornicación espiritual"), y los que moran en la Tierra se han embriagado con el vino de su fornicación (indica la adicción de la religión; la religión es el narcótico más poderoso que existe [Rom. 7:1-4]).
3 Y él (el Ángel) me llevó (Juan) en Espíritu (una visión) al desierto (todo esfuerzo religioso que intenta tomar el lugar de la Cruz es un desierto espiritual): y vi una mujer sentada sobre una bestia de color escarlata (la mujer es la religión organizada; eso quiere decir que cualquier religión o forma de religión que afirma tener un camino de Salvación o victoria además de la Cruz; el "color escarlata" indica la sangre y corresponde a la gran persecución) llena de nombres de blasfemia (se refiere a esta "mujer" que se opone al Plan de Dios en toda su capacidad) y que tenía siete cabezas y diez cuernos. (Corresponde a la bestia de color escarlata, no a la mujer. "Las siete cabezas" representan a los siete Imperios que persiguieron a Israel en el pasado, es la última persecución aún por venir. Éstos son "Egipto, Asiria, Babilonia, Medo-Persa, Grecia y Roma." "Los diez cuernos" representan a las diez naciones que surgirán del antiguo territorio del Imperio Romano y perseguirán a Israel, y son aún por venir. Estas diez naciones componen la séptima cabeza. El Imperio Romano que componía la sexta cabeza, era el último de los Imperios que persiguieron a Israel antes de su destrucción como Nación en el año 70 d.C. Cuando surja el reino de los diez cuernos, lo cual será pronto, perseguirá a Israel también.)
4 Y la mujer estaba vestida de púrpura y de escarlata (todo esto corresponde a Israel, pero que se transfiere al período siguiente de la Edad de Iglesia; la "púrpura" representa el dominio de estas religiones sobre las naciones, y el "color de escarlata" que representa la persecución de Israel), y dorada con oro, y adornada de piedras preciosas y de perlas (estas religiones siempre eran muy ricas; un ejemplo es el Islam, que controla aproximadamente el 60% de las reservas del petróleo del mundo), teniendo un cáliz de oro en su mano (todas estas religiones tienen una atracción, simbolizada por la copa que es de oro) lleno de abominaciones y de la suciedad de su fornicación (explica lo que contiene esta taza, a pesar de su atracción externa):
5 Y en su frente un nombre escrito (la "frente" simboliza el hecho de que todas estas religiones son ideadas por el hombre y no por Dios), MISTERIO, BABILONIA LA GRANDE (la palabra "misterio" separa la Babilonia espiritual de la Babilonia literal; es "grande en los ojos del mundo pero no en los Ojos de Dios"), LA MADRE DE LAS FORNICACIONES Y DE LAS ABOMINACIONES DE LA TIERRA. (Declara el contenido mismo de esta "copa de oro," aunque parezca espléndida en lo exterior. Si no es "Jesucristo y Él Crucificado," entonces es designado por el Señor como "rameras y abominaciones." Desgraciadamente, esto incluye también a la mayoría del Cristianismo moderno.)
6 Y vi la mujer embriagada de la sangre de los Santos (se refiere a estos Imperios y sus religiones falsas, que persiguieron a Israel durante la época del Antiguo Testamento, realmente hasta la época de Cristo), y de la sangre de los mártires de Jesús (señala a los millones en la Edad de Iglesia quienes dieron sus vidas por la Causa de Cristo; el Imperio Romano comenzó estas persecuciones de Cristianos y después lo siguió la Iglesia Católica): y cuando la vi, quedé maravillado de grande admiración (Juan está asombrado de ver todo esto).
7 Y el Ángel me dijo, ¿Por qué te maravillas? (El Ángel sabía que Juan se maravillaría de la escena que se desplegó delante de sus ojos y necesitaría una explicación.) Yo te diré el misterio de la mujer, y de la bestia que la trae, la cual tiene siete cabezas y diez cuernos.
8 La bestia que has visto, fue (representa a un Ángel caído que ayudó a los líderes de estos Imperios del pasado en sus esfuerzos para destruir a Israel), y no es (no fue activo durante la época de Juan); y ha de subir del abismo (este poderoso Ángel caído fue confinado al abismo hace unos 2.300 años y aún permanece allí, pero pronto será libertado para ayudar al Anticristo), y ha de ir a perdición (quiere decir que después de su aventura de ayudar al Anticristo en la Tierra, él será consignado al Lago de Fuego [20:10]): y los moradores de la Tierra, cuyos nombres no están escritos en el Libro de la Vida desde la fundación del mundo (expresa el hecho de que toda la gente que no es salva en la Tierra durante la Gran Tribulación estará asustada y asombrada cuando observen al Anticristo, que hará cosas que ningún otro hombre haya hecho jamás; será porque este Ángel caído le ayuda, pero del cual él no está consciente), se maravillarán viendo la bestia que era y no es (no estaba obrando durante la época de Juan), aunque es (será libertado del abismo para ayudar al Anticristo).
9 Y aquí hay mente que tiene sabiduría (es la mente que conoce y cree la Palabra de Dios). Las siete cabezas son siete montes, sobre los cuales se asienta la mujer (representa a estos siete Imperios que fueron controlados por las religiones falsas, es decir, los "espíritus inmundos").
10 Y son siete reyes (realmente se refiere a las "siete cabezas," refiriéndose a los líderes de estos Imperios, quienesquiera ellos pudieran haber sido): los cinco son caídos (cinco de los Imperios cayeron durante la época de Juan; éstos son Egipto, Asiria, Babilonia, la Medo-Persa y Grecia), el uno es (se refiere al Imperio Romano, que estaba en existencia en la época de Juan y, por lo tanto, pudiera referirse en el presente), el otro aún no es venido (se refiere a la confederación de las diez naciones simbolizada por los diez cuernos, que en la época de Juan todavía no había venido y, de hecho, aún no han venido); y cuando viniere, es necesario que dure breve tiempo. (Los "diez cuernos" serán la séptima cabeza y se refieren a las diez naciones que surgirán dentro de poco y perseguirán a Israel, que ocurrirá probablemente en la primera mitad de la Gran Tribulación, un período de unos tres años y medio.)
11 Y la bestia (Ángel caído) que era, y no es, es también el octavo (este Ángel caído ayudará al Anticristo y se dirigirá al octavo Imperio para perseguir a Israel), y es de los siete (se refiere al hecho de que él ayudó a todos los Imperios del pasado, con excepción de Roma, en sus esfuerzos para perseguir a Israel; pero este Ángel caído dio la mayor ayuda a Alejandro Magno, quien encabezaba el Imperio Griego; sabemos esto porque Juan, en su Visión dijo, "y la bestia que vi era un leopardo," aquel animal es uno de los símbolos de la antigua Grecia [Apoc. 13:2; Dan. 7:6]), y va a perdición (se refiere al hecho de que independientemente de su poder y proyectos, el Infierno Eterno será lo merecido para este Príncipe Satánico; lo mismo se aplica para Satanás, el Anticristo, el Falso Profeta, cada Ángel caído, cada espíritu demoníaco, y, de hecho, todos los que no son redimidos quienes hayan vivido).
12 Y los diez cuernos que has visto, son diez reyes (Dan. 7:7), que aún no han recibido reino (se refiere a la época de Juan); mas tomarán potencia por una hora como reyes con la bestia. (Estas diez naciones ascenderán al poder antes del Anticristo, componiendo así la séptima cabeza. Luego el Anticristo ocupará el poder de estas naciones, lo cual fue descrito por Daniel como el "pequeño cuerno" [Dan. 7:8]. "Una hora" se refiere "al lapso breve" que esta confederación de diez reyes y el Anticristo mantendrán unido. Durará unos tres años y medio y será destruido en la Segunda Venida de Cristo [Dan. 2:34-35].)
13 Estos tienen un consejo (esta confederación de diez naciones que componen la séptima cabeza, estarán de acuerdo con respecto a aliarse con el Anticristo porque no tienen el poder de lograr oponerse a él), y darán su potencia y autoridad a la bestia (se refiere al Anticristo que viene ya al pleno poder y compone el octavo reino como está descrito en el Versículo 11).
14 Ellos pelearán contra el Cordero (corresponde al Anticristo que ataca a Israel con respecto a la Batalla de Armagedón; Satanás odia a Israel por diversos motivos, pero sobre todo por causa de Jesús; por lo tanto, para atacar a Israel debe atacar al Cordero), y el Cordero los vencerá (relacionado a la Segunda Venida y también al hecho de que Jesús es digno de administrar Juicio y Justicia debido a lo que Él hizo en la Cruz): porque es el Señor de los señores, y el Rey de los reyes (proclama el hecho de que este "Cordero" es el "Rey" de todos y "Señor" de todos, y todo a causa de la Cruz): y los que están con Él son llamados, y elegidos, y fieles. (Todo Santo de Dios que haya vivido, tanto Judíos como Gentiles, volverán con Cristo en la Segunda Venida.)
15 Y él (el Ángel) me dice (Juan), Las aguas que has visto (se remonta al Versículo 1 y presenta la palabra "aguas" empleada como un simbolismo) donde la ramera se sienta (si no es Jesucristo y Él Crucificado [I Cor. 1:23; 2:2], entonces Dios le atribuye como "la Gran Ramera" [I Cor. 1:23; 2:2]), son pueblos, y muchedumbres, y naciones, y lenguas. (Incluye la totalidad del mundo y nos dice que mil millones han muerto y terminaron en el Infierno a consecuencia de seguir las religiones falsas.)
16 Y los diez cuernos que viste en la bestia (corresponde a la confederación de diez naciones, que compondrán la séptima cabeza), éstos aborrecerán a la ramera (al menos algunos, si no todos, de la confederación de diez naciones provendrán del Medio Oriente; Islam gobierna esta región del mundo y es un dominio que casi ha destruido a estos países; la sugerencia es que la religión de Islam será degradada por esta confederación), y la harán desolada y desnuda, y comerán sus carnes, y la quemarán con fuego. (Explica el hecho de que las diez naciones bajo el Anticristo instituirán y realizarán una campaña de eliminación de la religión del Islam, y, de hecho, cualquier otra religión en su esfera. Todas estas religiones serán sustituidas por la "adoración de la bestia.")
17 Porque Dios ha puesto en sus corazones ejecutar lo que a Él le place (aunque las diez naciones tienen su propia agenda, Dios lo usará para efectuar Su Voluntad), y el ponerse de acuerdo, y dar su reino a la bestia (los diez líderes de estas naciones darán su autoridad a la bestia, es decir, "el Anticristo"), hasta que sean cumplidas las Palabras de Dios. (Durará "hasta" que haya concluido la Gran Tribulación que será en la Batalla de Armagedón en la cual estas naciones serán aniquiladas totalmente [Dan. 2:34-35].)
18 Y la mujer que has visto es la grande ciudad (la reconstrucción de Babilonia representada en Apoc., cap. 18), que tiene reino sobre los reyes de la Tierra. (La Babilonia reconstruida no solamente será uno de los centros comerciales del mundo, sino también el centro religioso. El Anticristo habrá sustituido el Islam y otras religiones consigo mismo como el que ha de ser adorado. Todo empezó en Babilonia y todo terminará allí [Gén. 11:1-9; Apoc. 18:10].)




Primera Corintios Capítulo 13:
Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.


Hebreos 10:35-12:4
Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida. Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre.


Romanos 8:
Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.

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27 January 2017

El 28 de enero Lectura Bíblica Diaria

Sonidos del aire libre

El 28 de enero Lectura Bíblica Diaria:

 
Levítico 27 a Números 2:
El Señor le ordenó a Moisés que les dijera a los israelitas: "Cuando alguien quiera hacerle al Señor un voto especial equivalente al valor de una persona, se aplicará el siguiente cálculo: "Por los varones de veinte a sesenta años de edad se pagarán cincuenta monedas de plata, según la tasación oficial del santuario. "Por las mujeres se pagarán treinta monedas de plata. "Por los varones de cinco a veinte años de edad se pagarán veinte monedas, y diez monedas por las mujeres de la misma edad. "Por los niños de un mes a cinco años se pagarán cinco monedas, y tres monedas por las niñas de la misma edad. "Por los varones mayores de sesenta años se pagarán quince monedas, y diez monedas por las mujeres de la misma edad. "Si quien hace el voto es tan pobre que ni el precio estipulado puede pagar, se le hará comparecer ante el sacerdote, el cual fijará el valor a pagar, según los recursos de quien haga el voto. "Si lo que se presenta como ofrenda al Señor es un animal, éste quedará consagrado por haber sido ofrecido al Señor. No podrá cambiarse ni sustituirse un animal bueno por uno malo, ni un animal malo por uno bueno. Si se cambia un animal por otro, ambos quedarán consagrados. "Si lo que se presenta como ofrenda al Señor es un animal impuro, se llevará el animal ante el sacerdote, quien determinará el valor del animal. El cálculo aplicado por el sacerdote deberá aceptarse, cualquiera que éste sea. Si el dueño quiere rescatar el animal, deberá añadir una quinta parte al valor que haya fijado el sacerdote. "Si alguno consagra su casa al Señor, el sacerdote determinará su valor. El cálculo aplicado por el sacerdote deberá aceptarse, cualquiera que éste sea. Si el que consagró su casa quiere rescatarla, deberá añadir una quinta parte al valor que haya fijado el sacerdote, y la casa volverá a ser suya. "Si alguno consagra al Señor parte del campo de su heredad familiar, su precio se determinará según la cantidad de semilla que se requiera para sembrarlo, a razón de cincuenta monedas de plata por cada doscientos veinte litros de semilla de cebada. Si consagra su campo a partir del año del jubileo, dicho precio se mantendrá; pero si lo consagra después del jubileo, el sacerdote hará el cálculo según el número de años que falten para el próximo jubileo, con el descuento correspondiente. "Si el que consagra su campo realmente quiere rescatarlo, deberá añadir una quinta parte al valor que haya fijado el sacerdote, y el campo volverá a ser suyo. Pero si no lo rescata, o se lo vende a otro, ya no podrá rescatarlo. Cuando en el jubileo el campo quede libre, será consagrado como campo reservado para el Señor, y pasará a ser propiedad del sacerdote. "Si alguno compra un campo que no sea parte de su heredad familiar, y lo consagra al Señor, el sacerdote determinará su precio según el tiempo que falte para el año del jubileo. Ese mismo día, el que consagra el campo pagará el monto de su valor. Es algo consagrado al Señor. En el año del jubileo, el campo volverá a ser parte de la heredad familiar de su dueño anterior. "Todo precio se fijará según la tasación oficial del santuario, que es de diez gramos por moneda. "Sin embargo, nadie podrá consagrar la primera cría de su ganado, sea de res o de oveja, pues por derecho las primeras crías le pertenecen al Señor. Si se trata de animales impuros, se podrán rescatar pagando el valor fijado por el sacerdote, más una quinta parte. Si no se rescata, se venderá en el precio que el sacerdote haya fijado. "Nadie podrá vender ni rescatar sus bienes, sean hombres, animales o campos, si los ha consagrado como propiedad exclusiva del Señor. Todo cuanto se consagra como propiedad exclusiva del Señor, es cosa santísima. Ninguna persona así consagrada podrá ser rescatada, sino que será condenada a muerte. "El diezmo de todo producto del campo, ya sea grano de los sembrados o fruto de los árboles, pertenece al Señor, pues le está consagrado. Si alguien desea rescatar algo de su diezmo, deberá añadir a su valor una quinta parte. En cuanto al diezmo del ganado mayor y menor, uno de cada diez animales contados será consagrado al Señor. El pastor no hará distinción entre animales buenos y malos, ni hará sustitución alguna. En caso de cambiar un animal por otro, los dos quedarán consagrados y no se les podrá rescatar." Éstos son los mandamientos que el Señor le dio a Moisés para los israelitas, en el monte Sinaí.
Números 1 a 2:
El Señor le habló a Moisés en el desierto de Sinaí, en la Tienda de reunión, el día primero del mes segundo, en el segundo año después de que los israelitas salieron de Egipto. Le dijo: "Hagan un censo de toda la comunidad de Israel por clanes y por familias patriarcales, anotando uno por uno los nombres de todos los varones. Tú y Aarón reclutarán por escuadrones a todos los varones israelitas mayores de veinte años que sean aptos para el servicio militar. Para esto contarán con la colaboración de un hombre de cada tribu, que sea jefe de una familia patriarcal. "Éstos son los nombres de quienes habrán de ayudarles: por la tribu de Rubén, Elisur hijo de Sedeúr; por la de Simeón, Selumiel hijo de Zurisaday; por la de Judá, Naasón hijo de Aminadab; por la de Isacar, Natanael hijo de Zuar; por la de Zabulón, Eliab hijo de Helón; por las tribus de los hijos de José: Elisama hijo de Amiud por la tribu de Efraín, y Gamaliel hijo de Pedasur por la de Manasés; por la tribu de Benjamín, Abidán hijo de Gedeoni; por la de Dan, Ajiezer hijo de Amisaday; por la de Aser, Paguiel hijo de Ocrán; por la de Gad, Eliasaf hijo de Deuel; por la de Neftalí, Ajirá hijo de Enán." A éstos la comunidad los nombró jefes de las tribus patriarcales y comandantes de los escuadrones de Israel. Moisés y Aarón tomaron consigo a los hombres que habían sido designados por nombre, y el día primero del mes segundo reunieron a toda la comunidad. Uno por uno fueron empadronados por clanes y por familias patriarcales. De este modo quedaron anotados los nombres de todos los varones mayores de veinte años, tal como el Señor se lo había mandado a Moisés. Este censo lo hizo Moisés en el desierto de Sinaí. Los descendientes de Rubén, primogénito de Israel, quedaron registrados por clanes y por familias patriarcales, según su genealogía. Uno por uno fueron empadronados todos los varones mayores de veinte años que eran aptos para el servicio militar. El número de la tribu de Rubén llegó a cuarenta y seis mil quinientos hombres. Los descendientes de Simeón quedaron registrados por clanes y por familias patriarcales según su genealogía. Uno por uno fueron empadronados todos los varones mayores de veinte años que eran aptos para el servicio militar. El número de la tribu de Simeón llegó a cincuenta y nueve mil trescientos hombres. Los descendientes de Gad quedaron registrados por clanes y por familias patriarcales según su genealogía. Uno por uno fueron empadronados todos los varones mayores de veinte años que eran aptos para el servicio militar. El número de la tribu de Gad llegó a cuarenta y cinco mil seiscientos cincuenta hombres. Los descendientes de Judá quedaron registrados por clanes y por familias patriarcales según su genealogía. Uno por uno fueron empadronados todos los varones mayores de veinte años que eran aptos para el servicio militar. El número de la tribu de Judá llegó a setenta y cuatro mil seiscientos hombres. Los descendientes de Isacar quedaron registrados por clanes y por familias patriarcales según su genealogía. Uno por uno fueron empadronados todos los varones mayores de veinte años que eran aptos para el servicio militar. El número de la tribu de Isacar llegó a cincuenta y cuatro mil cuatrocientos hombres. Los descendientes de Zabulón quedaron registrados por clanes y por familias patriarcales según su genealogía. Uno por uno fueron empadronados todos los varones mayores de veinte años que eran aptos para el servicio militar. El número de la tribu de Zabulón llegó a cincuenta y siete mil cuatrocientos hombres. Los descendientes de José: Los descendientes de Efraín quedaron registrados por clanes y por familias patriarcales según su genealogía. Uno por uno fueron empadronados todos los varones mayores de veinte años que eran aptos para el servicio militar. El número de la tribu de Efraín llegó a cuarenta mil quinientos hombres. Los descendientes de Manasés quedaron registrados por clanes y por familias patriarcales según su genealogía. Uno por uno fueron empadronados todos los varones mayores de veinte años que eran aptos para el servicio militar. El número de la tribu de Manasés llegó a treinta y dos mil doscientos hombres. Los descendientes de Benjamín quedaron registrados por clanes y por familias patriarcales según su genealogía. Uno por uno fueron empadronados todos los varones mayores de veinte años que eran aptos para el servicio militar. El número de la tribu de Benjamín llegó a treinta y cinco mil cuatrocientos hombres. Los descendientes de Dan quedaron registrados por clanes y por familias patriarcales según su genealogía. Uno por uno fueron empadronados todos los varones mayores de veinte años que eran aptos para el servicio militar. El número de la tribu de Dan llegó a sesenta y dos mil setecientos hombres. Los descendientes de Aser quedaron registrados por clanes y por familias patriarcales según su genealogía. Uno por uno fueron empadronados todos los varones mayores de veinte años que eran aptos para el servicio militar. El número de la tribu de Aser llegó a cuarenta y un mil quinientos hombres. Los descendientes de Neftalí quedaron registrados por clanes y por familias patriarcales según su genealogía. Uno por uno fueron empadronados todos los varones mayores de veinte años que eran aptos para el servicio militar. El número de la tribu de Neftalí llegó a cincuenta y tres mil cuatrocientos hombres. Éste es el resultado del censo que hicieron Moisés y Aarón, con la ayuda de los doce jefes de Israel, cada uno en representación de su familia patriarcal. Todos los israelitas mayores de veinte años que eran aptos para el servicio militar fueron anotados, según su familia patriarcal. El total llegó a seiscientos tres mil quinientos cincuenta israelitas censados. Los levitas no fueron censados con los demás, porque el Señor le había dicho a Moisés: "A la tribu de Leví no la incluirás en el censo de los hijos de Israel. Más bien, tú mismo los pondrás a cargo del santuario del pacto, de todos sus utensilios y de todo lo relacionado con él. Los levitas transportarán el santuario y todos sus utensilios. Además, serán los ministros del santuario y acamparán a su alrededor. Cuando haya que trasladar el santuario, los levitas se encargarán de desarmarlo; cuando haya que instalarlo, serán ellos quienes lo armen. Pero cualquiera que se acerque al santuario y no sea sacerdote, morirá. Todos los israelitas acamparán bajo su propio estandarte y en su propio campamento, según sus escuadrones. En cambio, los levitas acamparán alrededor del santuario del pacto, para evitar que Dios descargue su ira sobre la comunidad de Israel. Serán, pues, los levitas los encargados de cuidar el santuario del pacto." Los israelitas hicieron todo conforme a lo que el Señor le había mandado a Moisés. El Señor les dijo a Moisés y a Aarón: "Los israelitas acamparán alrededor de la Tienda de reunión, mirando hacia ella, cada cual bajo el estandarte de su propia familia patriarcal. "Al este, por donde sale el sol, acamparán los que se agrupan bajo el estandarte del campamento de Judá, según sus escuadrones. Su jefe es Naasón hijo de Aminadab. Su ejército está integrado por setenta y cuatro mil seiscientos hombres. "A un lado de Judá acampará la tribu de Isacar. Su jefe es Natanael hijo de Zuar. Su ejército está integrado por cincuenta y cuatro mil cuatrocientos hombres. "Al otro lado acampará la tribu de Zabulón. Su jefe es Eliab hijo de Helón. Su ejército está integrado por cincuenta y siete mil cuatrocientos hombres. "Todos los reclutas del campamento de Judá, según sus escuadrones, suman ciento ochenta y seis mil cuatrocientos hombres, los cuales marcharán a la cabeza. "Al sur acamparán los que se agrupan bajo el estandarte del campamento de Rubén, según sus escuadrones. Su jefe es Elisur hijo de Sedeúr. Su ejército está integrado por cuarenta y seis mil quinientos hombres. "A un lado de Rubén acampará la tribu de Simeón. Su jefe es Selumiel hijo de Zurisaday. Su ejército está integrado por cincuenta y nueve mil trescientos hombres. "Al otro lado acampará la tribu de Gad. Su jefe es Eliasaf hijo de Reuel. Su ejército está integrado por cuarenta y cinco mil seiscientos cincuenta hombres. "Todos los reclutas del campamento de Rubén, según sus escuadrones, suman ciento cincuenta y un mil cuatrocientos cincuenta hombres, los cuales marcharán en segundo lugar. "Entonces se pondrá en marcha la Tienda de reunión junto con el campamento de los levitas que está situado en medio de los demás campamentos. Partirán en el mismo orden en que hayan acampado, cada uno en su lugar y bajo su estandarte. "Al oeste acamparán los que se agrupan bajo el estandarte del campamento de Efraín, según sus escuadrones. Su jefe es Elisama hijo de Amiud. Su ejército está integrado por cuarenta mil quinientos hombres. "A un lado de Efraín acampará la tribu de Manasés. Su jefe es Gamaliel hijo de Pedasur. Su ejército está integrado por treinta y dos mil doscientos hombres. "Al otro lado acampará la tribu de Benjamín. Su jefe es Abidán hijo de Gedeoni. Su ejército está integrado por treinta y cinco mil cuatrocientos hombres. "Todos los reclutas del campamento de Efraín, según sus escuadrones, suman ciento ocho mil cien hombres, los cuales marcharán en tercer lugar. "Al norte, acamparán los que se agrupan bajo el estandarte del campamento de Dan, según sus escuadrones. Su jefe es Ajiezer hijo de Amisaday. Su ejército está integrado por sesenta y dos mil setecientos hombres. "A un lado de Dan acampará la tribu de Aser. Su jefe es Paguiel hijo de Ocrán. Su escuadrón está integrado por cuarenta y un mil quinientos hombres. "Al otro lado acampará la tribu de Neftalí. Su jefe es Ajirá hijo de Enán. Su escuadrón está integrado por cincuenta y tres mil cuatrocientos hombres. "Todos los reclutas del campamento de Dan, según sus escuadrones, suman ciento cincuenta y siete mil seiscientos hombres, los cuales marcharán en último lugar, según sus estandartes." Éstos son los israelitas reclutados de entre las familias patriarcales. El total de reclutas por escuadrones suma seiscientos tres mil quinientos cincuenta hombres. Pero los levitas no están incluidos con los demás israelitas, conforme a lo que el Señor le había mandado a Moisés. Los israelitas hicieron todo lo que el Señor le mandó a Moisés: acampaban bajo sus propios estandartes, y se ponían en marcha, según sus clanes y familias patriarcales.




Salmo 110:
Así dijo el Señor a mi Señor: "Siéntate a mi derecha hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies." ¡Que el Señor extienda desde Sión el poder de tu cetro! ¡Domina tú en medio de tus enemigos! Tus tropas estarán dispuestas el día de la batalla, ordenadas en santa majestad. recibirás el rocío de tu juventud. El Señor ha jurado y no cambiará de parecer: "Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec." El Señor está a tu mano derecha; aplastará a los reyes en el día de su ira. Juzgará a las naciones y amontonará cadáveres; aplastará cabezas en toda la tierra. Beberá de un arroyo junto al camino, y por lo tanto cobrará nuevas fuerzas.




Proverbios 5:
Hijo mío, pon atención a mi sabiduría y presta oído a mi buen juicio, para que al hablar mantengas la discreción y retengas el conocimiento. De los labios de la adúltera fluye miel; su lengua es más suave que el aceite. Pero al fin resulta más amarga que la hiel y más cortante que una espada de dos filos. Sus pies descienden hasta la muerte; sus pasos van derecho al sepulcro. No toma ella en cuenta el camino de la vida; sus sendas son torcidas, y ella no lo reconoce. Pues bien, hijo mío, préstame atención y no te apartes de mis palabras. Aléjate de la adúltera; no te acerques a la puerta de su casa, para que no entregues a otros tu vigor, ni tus años a gente cruel; para que no sacies con tu fuerza a gente extraña, ni vayan a dar en casa ajena tus esfuerzos. Porque al final acabarás por llorar, cuando todo tu ser se haya consumido. Y dirás: "¡Cómo pude aborrecer la corrección! ¡Cómo pudo mi corazón despreciar la disciplina! No atendí a la voz de mis maestros, ni presté oído a mis instructores. Ahora estoy al borde de la ruina, en medio de toda la comunidad." Bebe el agua de tu propio pozo, el agua que fluye de tu propio manantial. ¿Habrán de derramarse tus fuentes por las calles y tus corrientes de aguas por las plazas públicas? Son tuyas, solamente tuyas, y no para que las compartas con extraños. ¡Bendita sea tu fuente! ¡Goza con la esposa de tu juventud! Es una gacela amorosa, es una cervatilla encantadora. ¡Que sus pechos te satisfagan siempre! ¡Que su amor te cautive todo el tiempo! ¿Por qué, hijo mío, dejarte cautivar por una adúltera? ¿Por qué abrazarte al pecho de la mujer ajena? Nuestros caminos están a la vista del Señor; él examina todas nuestras sendas. Al malvado lo atrapan sus malas obras; las cuerdas de su pecado lo aprisionan. Morirá por su falta de disciplina; perecerá por su gran insensatez.



El Libro de Efesios Capítulo 6 del Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:


LA EPÍSTOLA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS EFESIOS

CAPÍTULO 5
(64 d.C.)
MANDATOS


SED, pues, imitadores de Dios, como hijos amados (lo somos al obedecer la Palabra de Dios y cuando mantenemos nuestra Fe en la Cruz);
2 Y andad en amor (ordenen su norma de conducta dentro de la esfera del amor), como también Cristo nos amó (presenta al Apóstol pasando del Padre al Hijo como nuestro ejemplo), y se entregó a Sí Mismo por nosotros, Ofrenda y Sacrificio a Dios en Olor suave. (Cristo cumplió todas las Ofrendas simbólicas de Sangre del sistema Levítico [Heb. 10:8]. Él las cumplió cuando se hizo Ofrenda de pecado en la Cruz. El “Aroma fragante” describe el Sacrificio Expiatorio aceptado por Dios.)

PECADOS

3 Pero fornicación y toda inmundicia, o avaricia, ni aun se nombre entre vosotros, como conviene a Santos;
4 Ni palabras deshonestas, ni necedades, ni groserías, que no convienen (nada característico): sino más bien acciones de gracias. (La protección de los Creyentes contra todos estos pecados es la Cruz de Cristo y la Cruz sola. Manteniendo la Cruz como el Objeto de la Fe garantiza la Victoria [Gál. 6:14], y por eso debemos siempre dar gracias a Dios.)

NO SEAN PARTICIPANTES

5 Porque sabéis esto, que ningún fornicario, o inmundo, o avaro, que es servidor de ídolos, tiene herencia en el Reino de Cristo y de Dios. (¡Pablo está hablando a los Creyentes! Si la Cruz no es el Objeto de la Fe del Creyente, sino otra cosa, estos Pasajes nos dicen claramente que el Creyente estará en una posición de incredulidad y perderá su alma; la única respuesta para la “Ley del pecado y de la muerte” es la “Ley del Espíritu de Vida en Cristo Jesús” [Rom. 8:2].)
6 Nadie os engañe con palabras vanas (cuando tratan de alejarlo de la Cruz): porque por estas cosas viene la Ira de Dios sobre los hijos de desobediencia (la Cruz sola detiene la Ira de Dios).
7 No seáis pues participantes con ellos. (Nunca abandone la Cruz, no importa cuan seductores parezcan las demás cosas.)

MANDATOS

8 Porque en otro tiempo erais tinieblas (todos los que no conocen a Cristo están en tinieblas espiritual), mas ahora (desde que han venido a Cristo) sois luz en el Señor (somos un reflejo de la Luz de Cristo): andad como hijos de Luz (ordenen su norma de conducta como corresponde):
9 (Porque el Fruto del Espíritu (Gál. 5:22-23) es en toda bondad y Justicia y Verdad;) (Expone los resultados finales del “Fruto del Espíritu.”)
10 Aprobando lo que es agradable al Señor (puesto a prueba, y la Cruz sola resistirá la prueba).
11 Y no comuniquéis con las obras infructuosas de las tinieblas (Las Escrituras enseñan la separación, pero no enseñan el aislamiento), sino más bien redargüidlas (hablar con claridad y osadía en contra de ellas).
12 Porque es vergonzoso aun hablar de lo que ellos hacen en oculto. (Los escritos de Pablo siempre recalcaban lo pecaminoso del pecado, pero nunca más evidente que aquí.)
13 Mas todas las cosas cuando son redargüidas, son manifestadas por la Luz (es sólo Cristo y la Cruz que pueden demostrar adecuadamente lo que es el pecado en la actualidad; ¡ésta es la razón por la cual la mayor parte de la Iglesia no les importa la Cruz!): porque la luz es la que manifiesta todo. (La Cruz sola manifiesta el pecado y todos sus efectos malignos.)
14 Por lo cual dice (Isa. 60:1), Despiértate, tú que duermes (el Apóstol está advirtiendo a los Cristianos que ellos deben quitarse la indiferencia y apatía), y levántate de los muertos (muertos a lo Espiritual), y te alumbrará Cristo. (Cristo derramará sobre ustedes la Luz de la Verdad Divina como el Sol refleja la luz al hombre que se está despertando del sueño.)
15 Por eso hay que tener mucho cuidado de cómo andéis (prestando mucha atención), no como necios (la persona que no se aprovecha de todo lo que Cristo le ofrece es un necio), mas como sabios (acérquese más al Señor),
16 Redimiendo el tiempo (aprovéchese de las oportunidades que se presentan), porque los días son malos. (La Cruz tiene que ser nuestro Fundamento. Sólo entonces podremos vencer el “mal,” y llevar a cabo lo que el Señor nos ha llamado a desempeñar.)
17 Por tanto, no seáis imprudentes (el tiempo es oro porque Dios nos ha dado sólo unos cuantos días para elegir lo que resultará en consecuencias Eternas), sino entendidos de cuál sea la Voluntad del Señor. (Lo podemos lograr si fijamos exclusivamente nuestra mirada en Cristo y la Cruz.)
18 Y no os embriaguéis de vino (controlado por bebidas alcohólicas, lo cual Pablo desea emplear como ejemplo), en lo cual hay disolución; mas sed llenos del Espíritu (controlado constantemente por el Espíritu, de momento en momento);
19 Hablando entre vosotros con Salmos y con Himnos y Canciones Espirituales (se refiere a la adoración con respecto a los cantos y el cantar), cantando y alabando al Señor en vuestros corazones (da aprobación al Espíritu Santo en cuanto a la música y los estilos de adoración que se comenzó en el Antiguo Testamento);
20 Dando gracias siempre de todo a Dios y el Padre (en todo lo que proviene de Dios) en el Nombre de nuestro Señor Jesucristo (expresa en este Versículo la Fuente de todas las Bendiciones, y el medio por el cual estas Bendiciones han llegado a la raza humana también);
21 Sometiéndonos los unos a los otros (la sumisión espiritual correcta es siempre horizontal y nunca vertical con respecto a los Creyentes, dando a entender que hay que someterse uno al otro) en el temor de Dios (dando a entender que la sumisión vertical debe ser a Dios Solo, nunca al hombre).

LAS ESPOSAS

22 Las casadas estén sujetas a sus propios maridos (el Espíritu Santo, por medio del Apóstol, está refiriéndose al liderazgo espiritual de la familia), como al Señor. (Primeramente, la sumisión debe ser a Cristo como Señor y Maestro, y no al marido. Si se considerara la supremacía del marido, se hubiera expresado de otra forma, así dicen los Eruditos Griegos. Si la esposa se sometiera al Señor como ha de ser, ella se sometería a su marido con respecto al liderazgo espiritual como ha de ser, eso es si él conoce al Señor. Si él no conoce al Señor, tal sumisión no puede ser posible, como es obvio.)
23 Porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es Cabeza de la Iglesia (sugiere que la obediencia que la esposa le presenta a su marido debe considerarse como obediencia a Cristo, lo cual ella puede hacer si su marido está obedeciendo al Señor): y siendo Él Mismo el Salvador del Cuerpo. (Se refiere al Señor siendo el Salvador de los Creyentes, quienes son los que componen la Iglesia. Aunque el marido no puede ser el Salvador de la esposa en términos de Redención, él puede ser el protector y proveedor.)
24 Así que, como la Iglesia está sujeta a Cristo (la Cabeza), así también las casadas lo estén a sus maridos en todo. (Se presupone que el marido tiene la misma conducta de Cristo.)

LOS MARIDOS

25 Maridos, amad a vuestras mujeres (con un amor como el de Dios), así como Cristo amó a la Iglesia (presenta al calificador; si el marido se comportara como corresponde hacia su esposa, ella no tendría problema sometiéndose a él, ya que es su deber), y se entregó a Sí Mismo por ella (manifiesta el gran Sacrificio que caracteriza este tipo de Amor de Dios; la respuesta a los problemas matrimoniales no es asistir a seminarios sobre este tema, sino más bien que el marido y la esposa pongan su Fe y confianza totalmente en Cristo y lo que Él hizo en la Cruz por ellos; en otras palabras, la Cruz sola, se refiere a lo que Jesús hizo allí, es la respuesta);
26 Para santificarla y purificarla (el concepto de la presentación final de la Iglesia en Santidad perfecta en el Gran Día Venidero) en el lavamiento del agua por la Palabra (en realidad quiere decir que la “Palabra” limpia y purifica como el agua),
27 Para presentársela gloriosa para Sí (es Cristo Mismo Quien presenta a la Iglesia, y Él presentará a Sí Mismo), una Iglesia (hecho posible por la Cruz) que no tuviese mancha ni arruga, ni cosa semejante (lo que la Cruz sola puede hacer); sino que fuese Santa y sin mancha. (Es nuestra posición en Cristo, hecho posible por la Cruz.)
28 Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos (proclamada de esta manera porque “ellos son una sola carne,” así como lo dirá Pablo en el Versículo 31). El que ama a su mujer, a sí mismo se ama (la unidad de la unión Sagrada del matrimonio).
29 Porque ninguno aborreció jamás a su propia carne; antes la sustenta y la cuida, así como también Cristo a la Iglesia (el Espíritu Santo está usando la unión del marido y la esposa para simbolizar la unión de Cristo y la Iglesia):
30 Porque somos miembros de Su Cuerpo, de Su Carne y de Sus Huesos. (Somos la parte visible del Cuerpo del cual Él es la Cabeza, y por esta razón Él alimenta y cuida la Iglesia. “Su Carne” y “Sus Huesos” se refiere a la Encarnación, y la entrega de Sí Mismo en la Cruz, lo que hizo posible para nosotros llegar a ser parte de Él [Rom. 6:3-5].)
31 Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre (aunque de seguro él continúa amando a su padre y a su madre, su amor primordial es ahora para su esposa), y se allegará a su mujer, y serán los dos una sola carne. (Es la unión lo que simboliza a Cristo y la Iglesia.)
32 Este Misterio grande es (no había sido revelado): mas yo digo esto con respecto a Cristo y a la Iglesia. (Presenta el hecho espiritual de que un Creyente puede llegar a ser uno con Cristo como miembro de Su Cuerpo, simbolizado por la relación entre el marido y la esposa.)
33 Cada uno empero de vosotros de por sí, ame también a su mujer como a sí mismo (el marido debe amar a su esposa como parte integral de sí mismo, según el concepto Divino de la unión matrimonial); y la mujer reverencie a su marido. (Quiere decir reconocer y respetar su posición como líder espiritual de la familia. Si el marido o la esposa exige de su pareja lo que Cristo Solo puede suplir, lo que es la causa de la mayoría de los problemas matrimoniales, la presión se volverá intolerable. No existe ser humano que pueda satisfacer lo que Cristo Solo puede hacer.)


Primera Corintios Capítulo 13:
Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.


Hebreos 10:35-12:4
Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida. Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre.


Romanos 8:
Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, los que no vivan según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.

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