31 July 2024

El 31 de julio Lectura Bíblica Diaria

 Sonidos del aire libre


 El 31 de julio Lectura Bíblica Diaria:

Ezequiel 2 - 4:

2 Me dijo: Hijo de hombre, ponte sobre tus pies, y hablaré contigo. Y luego que me habló, entró el Espíritu en mí y me afirmó sobre mis pies, y oí al que me hablaba. Y me dijo: Hijo de hombre, yo te envío a los hijos de Israel, a gentes rebeldes que se rebelaron contra mí; ellos y sus padres se han rebelado contra mí hasta este mismo día. Yo, pues, te envío a hijos de duro rostro y de empedernido corazón; y les dirás: Así ha dicho Jehová el Señor. Acaso ellos escuchen; pero si no escucharen, porque son una casa rebelde, siempre conocerán que hubo profeta entre ellos. Y tú, hijo de hombre, no les temas, ni tengas miedo de sus palabras, aunque te hallas entre zarzas y espinos, y moras con escorpiones; no tengas miedo de sus palabras, ni temas delante de ellos, porque son casa rebelde. Les hablarás, pues, mis palabras, escuchen o dejen de escuchar; porque son muy rebeldes. Mas tú, hijo de hombre, oye lo que yo te hablo; no seas rebelde como la casa rebelde; abre tu boca, y come lo que yo te doy. Y miré, y he aquí una mano extendida hacia mí, y en ella había un rollo de libro. Y lo extendió delante de mí, y estaba escrito por delante y por detrás; y había escritas en él endechas y lamentaciones y ayes. 3 Me dijo: Hijo de hombre, come lo que hallas; come este rollo, y vé y habla a la casa de Israel. Y abrí mi boca, y me hizo comer aquel rollo. Y me dijo: Hijo de hombre, alimenta tu vientre, y llena tus entrañas de este rollo que yo te doy. Y lo comí, y fue en mi boca dulce como miel. Luego me dijo: Hijo de hombre, vé y entra a la casa de Israel, y habla a ellos con mis palabras. Porque no eres enviado a pueblo de habla profunda ni de lengua difícil, sino a la casa de Israel. No a muchos pueblos de habla profunda ni de lengua difícil, cuyas palabras no entiendas; y si a ellos te enviara, ellos te oyeran. Mas la casa de Israel no te querrá oír, porque no me quiere oír a mí; porque toda la casa de Israel es dura de frente y obstinada de corazón. He aquí yo he hecho tu rostro fuerte contra los rostros de ellos, y tu frente fuerte contra sus frentes. Como diamante, más fuerte que pedernal he hecho tu frente; no los temas, ni tengas miedo delante de ellos, porque son casa rebelde. Y me dijo: Hijo de hombre, toma en tu corazón todas mis palabras que yo te hablaré, y oye con tus oídos. Y vé y entra a los cautivos, a los hijos de tu pueblo, y háblales y diles: Así ha dicho Jehová el Señor; escuchen, o dejen de escuchar. Y me levantó el Espíritu, y oí detrás de mí una voz de gran estruendo, que decía: Bendita sea la gloria de Jehová desde su lugar. Oí también el sonido de las alas de los seres vivientes que se juntaban la una con la otra, y el sonido de las ruedas delante de ellos, y sonido de gran estruendo. Me levantó, pues, el Espíritu, y me tomó; y fui en amargura, en la indignación de mi espíritu, pero la mano de Jehová era fuerte sobre mí. Y vine a los cautivos en Tel-abib, que moraban junto al río Quebar, y me senté donde ellos estaban sentados, y allí permanecí siete días atónito entre ellos. Y aconteció que al cabo de los siete días vino a mí palabra de Jehová, diciendo: Hijo de hombre, yo te he puesto por atalaya a la casa de Israel; oirás, pues, tú la palabra de mi boca, y los amonestarás de mi parte. Cuando yo dijere al impío: De cierto morirás; y tú no le amonestares ni le hablares, para que el impío sea apercibido de su mal camino a fin de que viva, el impío morirá por su maldad, pero su sangre demandaré de tu mano. Pero si tú amonestares al impío, y él no se convirtiere de su impiedad y de su mal camino, él morirá por su maldad, pero tú habrás librado tu alma. Si el justo se apartare de su justicia e hiciere maldad, y pusiere yo tropiezo delante de él, él morirá, porque tú no le amonestaste; en su pecado morirá, y sus justicias que había hecho no vendrán en memoria; pero su sangre demandaré de tu mano. Pero si al justo amonestares para que no peque, y no pecare, de cierto vivirá, porque fue amonestado; y tú habrás librado tu alma. Vino allí la mano de Jehová sobre mí, y me dijo: Levántate, y sal al campo, y allí hablaré contigo. Y me levanté y salí al campo; y he aquí que allí estaba la gloria de Jehová, como la gloria que había visto junto al río Quebar; y me postré sobre mi rostro. Entonces entró el Espíritu en mí y me afirmó sobre mis pies, y me habló, y me dijo: Entra, y enciérrate dentro de tu casa. Y tú, oh hijo de hombre, he aquí que pondrán sobre ti cuerdas, y con ellas te ligarán, y no saldrás entre ellos. Y haré que se pegue tu lengua a tu paladar, y estarás mudo, y no serás a ellos varón que reprende; porque son casa rebelde. Mas cuando yo te hubiere hablado, abriré tu boca, y les dirás: Así ha dicho Jehová el Señor: El que oye, oiga; y el que no quiera oír, no oiga; porque casa rebelde son. 4 Tú, hijo de hombre, tómate un adobe, y ponlo delante de ti, y diseña sobre él la ciudad de Jerusalén. Y pondrás contra ella sitio, y edificarás contra ella fortaleza, y sacarás contra ella baluarte, y pondrás delante de ella campamento, y colocarás contra ella arietes alrededor. Tómate también una plancha de hierro, y ponla en lugar de muro de hierro entre ti y la ciudad; afirmarás luego tu rostro contra ella, y será en lugar de cerco, y la sitiarás. Es señal a la casa de Israel. Y tú te acostarás sobre tu lado izquierdo y pondrás sobre él la maldad de la casa de Israel. El número de los días que duermas sobre él, llevarás sobre ti la maldad de ellos. Yo te he dado los años de su maldad por el número de los días, trescientos noventa días; y así llevarás tú la maldad de la casa de Israel. Cumplidos éstos, te acostarás sobre tu lado derecho segunda vez, y llevarás la maldad de la casa de Judá cuarenta días; día por año, día por año te lo he dado. Al asedio de Jerusalén afirmarás tu rostro, y descubierto tu brazo, profetizarás contra ella. Y he aquí he puesto sobre ti ataduras, y no te volverás de un lado a otro, hasta que hayas cumplido los días de tu asedio. Y tú toma para ti trigo, cebada, habas, lentejas, millo y avena, y ponlos en una vasija, y hazte pan de ellos el número de los días que te acuestes sobre tu lado; trescientos noventa días comerás de él. La comida que comerás será de peso de veinte siclos al día; de tiempo en tiempo la comerás. Y beberás el agua por medida, la sexta parte de un hin; de tiempo en tiempo la beberás. Y comerás pan de cebada cocido debajo de la ceniza; y lo cocerás a vista de ellos al fuego de excremento humano. Y dijo Jehová: Así comerán los hijos de Israel su pan inmundo, entre las naciones a donde los arrojaré yo. Y dije: ¡Ah, Señor Jehová! he aquí que mi alma no es inmunda, ni nunca desde mi juventud hasta este tiempo comí cosa mortecina ni despedazada, ni nunca en mi boca entró carne inmunda. Y me respondió: He aquí te permito usar estiércol de bueyes en lugar de excremento humano para cocer tu pan. Me dijo luego: Hijo de hombre, he aquí quebrantaré el sustento del pan en Jerusalén; y comerán el pan por peso y con angustia, y beberán el agua por medida y con espanto, para que al faltarles el pan y el agua, se miren unos a otros con espanto, y se consuman en su maldad.

Salmo 29:

Tributad a Jehová, oh hijos de los poderosos,
Dad a Jehová la gloria y el poder. Dad a Jehová la gloria debida a su nombre;
Adorad a Jehová en la hermosura de la santidad. Voz de Jehová sobre las aguas;
Truena el Dios de gloria,
Jehová sobre las muchas aguas. Voz de Jehová con potencia;
Voz de Jehová con gloria. Voz de Jehová que quebranta los cedros;
Quebrantó Jehová los cedros del Líbano. Los hizo saltar como becerros;
Al Líbano y al Sirión como hijos de búfalos. Voz de Jehová que derrama llamas de fuego; Voz de Jehová que hace temblar el desierto;
Hace temblar Jehová el desierto de Cades. Voz de Jehová que desgaja las encinas,
Y desnuda los bosques;
En su templo todo proclama su gloria. Jehová preside en el diluvio,
Y se sienta Jehová como rey para siempre. Jehová dará poder a su pueblo;
Jehová bendecirá a su pueblo con paz.



Proverbios 17:

Mejor es un bocado seco, y en paz,
Que casa de contiendas llena de provisiones. El siervo prudente se enseñoreará del hijo que deshonra,
Y con los hermanos compartirá la herencia. El crisol para la plata, y la hornaza para el oro;
Pero Jehová prueba los corazones. El malo está atento al labio inicuo;
Y el mentiroso escucha la lengua detractora. El que escarnece al pobre afrenta a su Hacedor;
Y el que se alegra de la calamidad no quedará sin castigo. Corona de los viejos son los nietos,
Y la honra de los hijos, sus padres. No conviene al necio la altilocuencia;
¡Cuánto menos al príncipe el labio mentiroso! Piedra preciosa es el soborno para el que lo practica;
Adondequiera que se vuelve, halla prosperidad. El que cubre la falta busca amistad;
Mas el que la divulga, aparta al amigo. La reprensión aprovecha al entendido,
Más que cien azotes al necio. El rebelde no busca sino el mal,
Y mensajero cruel será enviado contra él. Mejor es encontrarse con una osa a la cual han robado sus cachorros,
Que con un fatuo en su necedad. El que da mal por bien,
No se apartará el mal de su casa. El que comienza la discordia es como quien suelta las aguas;
Deja, pues, la contienda, antes que se enrede. El que justifica al impío, y el que condena al justo,
Ambos son igualmente abominación a Jehová. ¿De qué sirve el precio en la mano del necio para comprar sabiduría,
No teniendo entendimiento? En todo tiempo ama el amigo,
Y es como un hermano en tiempo de angustia. El hombre falto de entendimiento presta fianzas,
Y sale por fiador en presencia de su amigo. El que ama la disputa, ama la transgresión;
Y el que abre demasiado la puerta busca su ruina. El perverso de corazón nunca hallará el bien,
Y el que revuelve con su lengua caerá en el mal. El que engendra al insensato, para su tristeza lo engendra;
Y el padre del necio no se alegrará. El corazón alegre constituye buen remedio;
Mas el espíritu triste seca los huesos. El impío toma soborno del seno
Para pervertir las sendas de la justicia. En el rostro del entendido aparece la sabiduría;
Mas los ojos del necio vagan hasta el extremo de la tierra. El hijo necio es pesadumbre de su padre,
Y amargura a la que lo dio a luz. Ciertamente no es bueno condenar al justo,
Ni herir a los nobles que hacen lo recto. El que ahorra sus palabras tiene sabiduría;
De espíritu prudente es el hombre entendido. Aun el necio, cuando calla, es contado por sabio;
El que cierra sus labios es entendido.


El Libro de Los Hechos Capítulo 3 del Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:

 
 
LOS HECHOS DE LOS APÓSTOLES
 
 
CAPÍTULO 3 (33 d.C.) 
SANIDAD PEDRO
 
 
Pedro y Juan subían juntos al Templo a la hora de oración, la de novena (3:00 de la tarde). 2 Y un hombre que era cojo desde el vientre de su madre, era traído, a quien ponían cada día (parece haber sido una ocurrencia diaria que sucedía muy a menudo de una manera u otra desde la niñez de este hombre; poco se daba cuenta que ese día sería el día más grande de su vida) a la puerta del Templo que se llama la Hermosa (según Josefo, fue hecho de un costoso bronce de Corinto; se dice que estaba casi de 23 metros [cerca de 62 pies] de ancho y 11 metros [31 pies] de alto), para que pidiese limosna de los que entraban en el Templo (él era un mendigo). 3 Éste, como vio a Pedro y a Juan que iban a entrar en el Templo, rogaba que le diesen limosna. 4 Y Pedro, con Juan, fijando los ojos en él (indica que fueron conmovidos por el Espíritu Santo a hacer esto), dijo, Mira a nosotros (Pedro quiso que escuchara lo que él estaba por decir). 5 Entonces él estuvo atento a ellos, esperando recibir de ellos algo (esperando recibir dinero). 6 Y Pedro dijo, Ni tengo plata ni oro (¿Me pregunto cómo esta declaración que Pedro dio con respecto a la plata y el oro se relaciona con el mensaje moderno de avaricia?); pero lo que tengo te doy (precisamente en este momento, la Iglesia moderna tiene bastante plata y oro, pero no tiene el Poder de Dios): en el Nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda (no está en el nombre de Mahoma, ni Confucio, etc.). 7 Y tomándole por la mano derecha le levantó (no fue presunción, sino más bien la Fe en acción): y luego fueron afirmados sus pies y tobillos (era un milagro). 8 Y saltando, se puso en pie, y anduvo; y entró con ellos en el Templo, andando, y saltando, y alabando a Dios. 9 Y todo el pueblo le vio andar y alabar a Dios (constantemente alababa a Dios). 10 Y conocían que él era el que se sentaba a solicitar limosna a la Puerta del Templo, la Hermosa (él solía ir allí, sin lugar a dudas, durante años): y fueron llenos de asombro y de espanto por lo que le había acontecido (su sanidad era innegable). 11 Y aferrado a Pedro y a Juan el cojo que había sido sanado (no quiso que ni Pedro ni Juan se escapasen de su vista; le parecía como que su aflicción le volvería si ellos lo dejaran, o eso era lo que pensaba), todo el pueblo concurrió a ellos al pórtico que se llama de Salomón, atónitos (lo sucedido atrajo a una multitud, precisamente lo que era la intención del Espíritu Santo). Y viendo esto Pedro (la multitud que se reunía), respondió al pueblo, Varones Israelitas, ¿por qué os maravilláis de esto? (En esencia, él declaraba que Jesús vive y Su Obra continúa.) o ¿por qué ponéis los ojos en nosotros, como si con nuestra virtud o piedad hubiésemos hecho andar a éste? (Él se quita de sí mismo la atención y la de Juan y se la dirige al Señor Jesucristo.) 13 El Dios de Abraham, y de Isaac, y de Jacob, el Dios de nuestros padres ha glorificado a Su Hijo Jesús (Crisóstomo dijo, «Él se apoyaba en los Patriarcas de la antigüedad, no sea que él apareciera haber introducido una nueva doctrina».); al cual vosotros entregasteis (tiene que ver con los Principales Sacerdotes que entregaron a Jesús a Pilato para ser Crucificado), y negasteis delante de Pilato, juzgando Él que había de ser suelto (el Espíritu Santo culpa en gran parte a los líderes religiosos de Israel). 14 Pero vosotros negasteis al Santo y Justo (pone en relieve el terrible pecado de Israel, y también el terrible pecado de la mayoría de la humanidad, y por todas las edades), y pedisteis que se os diese un homicida (habla de Barrabás [Mat. 27:15-26], ¡y desde entonces los dominaban unos asesinos!); 15 Y matasteis al Autor de la vida (Pedro no tenía pelos en la lengua, no ablandaba su Mensaje de ninguna manera), Al Cual Dios ha resucitado de los muertos (la Resurrección, como sería obvio, ratificó lo que se hizo en la Cruz); de lo cual nosotros somos testigos (quiere decir que ellos habían visto personalmente al Cristo Resucitado; no hay testigo mejor que un testigo ocular). 16 Y por medio de la Fe de Su Nombre, a éste que vosotros veis y conocéis (no había manera alguna de negar el Milagro), ha confirmado su Nombre (¡presenta el enigma de todas las cosas!): y la Fe que por Él (Jesús) es, ha dado a este (el hombre lisiado) esta completa sanidad en presencia de todos vosotros (no era una sanidad parcial, sino una sanidad total, así es como obra el Señor). 17 Pero ahora, hermanos, sé que por ignorancia lo habéis hecho, como también vuestros Dirigentes (aunque ellos eran ignorantes, lamentablemente era una ignorancia voluntariosa; en otras palabras, no tenían ningún deseo de saber la Verdad acerca de Jesús). 18 Pero Dios ha cumplido (explica que Su Muerte fue predestinada, pero no predestinada en cuanto a quien cometería el hecho) así lo que había antes anunciado por boca de todos Sus Profetas (en otras palabras, si ellos hubieran entendido la Biblia, que seguramente debieron haber entendido, ellos hubieran tenido conocimiento de Jesús), que Su Cristo había de padecer (la totalidad de la Historia de la Biblia es «Jesucristo y Él Crucificado»). 19 Así que, arrepentíos y convertíos (el arrepentimiento es un reconocimiento de que Dios tiene razón, y que nosotros estamos equivocados; él le hablaba a los Dirigentes así como a la gente), para que sean borrados vuestros pecados (habla de la Justificación por la Fe), para que vendrán los tiempos de refrigerio de la Presencia del Señor (debiera haberse traducido, «a fin de que los tiempos de refrigerio vengan de la Presencia del Señor»); 20 Y enviará a Jesucristo (pertenece a la Segunda Venida [Apoc., cap. 19]), que os fue antes anunciado (por los Profetas, y también el Ministerio público de Cristo a Israel durante aproximadamente tres años y medio): 21 A Quien de cierto es necesario que el Cielo reciba hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas (se refiere a Jesús que permanece en el Cielo hasta que esta Dispensación de la Gracia haya cumplido su curso, después de la cual Él volverá a esta Tierra), que habló Dios por boca de Sus Santos Profetas que han sido desde tiempos antiguos (otra vez, si ellos hubieran entendido la Palabra de Dios, que en esa época consistía en Génesis a Malaquías, habrían entendido todas estas cosas). 22 Porque Moisés dijo a los Padres (Deut. 18:15-19), El Señor vuestro Dios os levantará Profeta de vuestros hermanos, como yo (la Promesa del Mesías); a Él oiréis en todas las cosas que os hablare (no podía estar más claro). 23 Y será, que cualquier alma que no oiga a aquel Profeta (se refiere a la totalidad del mundo), será desarraigada del pueblo (¡será eternamente perdido!). 24 Y todos los Profetas desde Samuel (aunque hubieron Profetas antes de Samuel, él era el primero en colocarse en la Oficina de Profeta) y en adelante, todos los que han hablado, han anunciado estos días (se refiere a todos los Profetas, al menos de una manera u otra, señalaban al Redentor venidero, Quien sería el Señor Jesucristo). 25 Vosotros sois los hijos de los Profetas (quiere decir que ellos debieran haber entendido lo que los Profetas declararon), y del Pacto que Dios concertó con nuestros Padres (se refiere al Pacto Abrámico [Gén. 12:1-3]), diciendo a Abraham, Y en tu simiente serán benditas todas las familias de la Tierra (habla de Jesucristo como aquella «Simiente»). 26 A vosotros primeramente (se refiere a la oferta de la Salvación hecha primero a los Judíos [Luc. 24:47; Rom. 1:16; 2:10]), Dios, habiendo levantado a Su Hijo (se refiere a la Resurrección), le envió para que os bendijese, a fin de que cada uno se convierta de su (la maldad suya) maldad (sólo Jesús podía hacer esto, lo que Él hizo por medio de Su Obra expiatoria en la Cruz [Ef. 2:13-18]).

Primera Corintios Capítulo 13:
Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.


Hebreos 10:35-12:4
Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida. Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté,  David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre.

Romanos 8:
Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los  muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.


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30 July 2024

El 30 de julio Lectura Bíblica Diaria

Sonidos del aire libre


El 30 de julio Lectura Bíblica Diaria:

Lamentaciones 4 - 5 a Ezequiel 1:
4 ¡Cómo se ha ennegrecido el oro!
¡Cómo el buen oro ha perdido su brillo!
Las piedras del santuario están esparcidas por las encrucijadas de todas las calles. Los hijos de Sion, preciados y estimados más que el oro puro,
¡Cómo son tenidos por vasijas de barro, obra de manos de alfarero! Aun los chacales dan la teta, y amamantan a sus cachorros;
La hija de mi pueblo es cruel como los avestruces en el desierto. La lengua del niño de pecho se pegó a su paladar por la sed;
Los pequeñuelos pidieron pan, y no hubo quien se lo repartiese. Los que comían delicadamente fueron asolados en las calles;
Los que se criaron entre púrpura se abrazaron a los estercoleros. Porque se aumentó la iniquidad de la hija de mi pueblo más que el pecado de Sodoma,
Que fue destruida en un momento, sin que acamparan contra ella compañías. Sus nobles fueron más puros que la nieve, más blancos que la leche;
Más rubios eran sus cuerpos que el coral, su talle más hermoso que el zafiro. Oscuro más que la negrura es su aspecto; no los conocen por las calles;
Su piel está pegada a sus huesos, seca como un palo. Más dichosos fueron los muertos a espada que los muertos por el hambre;
Porque éstos murieron poco a poco por falta de los frutos de la tierra. Las manos de mujeres piadosas cocieron a sus hijos;
Sus propios hijos les sirvieron de comida en el día del quebrantamiento de la hija de mi pueblo. Cumplió Jehová su enojo, derramó el ardor de su ira;
Y encendió en Sion fuego que consumió hasta sus cimientos. Nunca los reyes de la tierra, ni todos los que habitan en el mundo,
Creyeron que el enemigo y el adversario entrara por las puertas de Jerusalén. Es por causa de los pecados de sus profetas, y las maldades de sus sacerdotes,
Quienes derramaron en medio de ella la sangre de los justos. Titubearon como ciegos en las calles, fueron contaminados con sangre,
De modo que no pudiesen tocarse sus vestiduras. ¡Apartaos! ¡Inmundos! les gritaban; ¡Apartaos, apartaos, no toquéis!
Huyeron y fueron dispersados; se dijo entre las naciones:
Nunca más morarán aquí. La ira de Jehová los apartó, no los mirará más;
No respetaron la presencia de los sacerdotes, ni tuvieron compasión de los viejos. Aun han desfallecido nuestros ojos esperando en vano nuestro socorro;
En nuestra esperanza aguardamos a una nación que no puede salvar. Cazaron nuestros pasos, para que no anduviésemos por nuestras calles;
Se acercó nuestro fin, se cumplieron nuestros días; porque llegó nuestro fin. Ligeros fueron nuestros perseguidores más que las águilas del cielo;
Sobre los montes nos persiguieron, en el desierto nos pusieron emboscadas. El aliento de nuestras vidas, el ungido de Jehová,
De quien habíamos dicho: A su sombra tendremos vida entre las naciones, fue apresado en sus lazos. Gózate y alégrate, hija de Edom, la que habitas en tierra de Uz;
Aun hasta ti llegará la copa; te embriagarás, y vomitarás. Se ha cumplido tu castigo, oh hija de Sion;
Nunca más te hará llevar cautiva.
Castigará tu iniquidad, oh hija de Edom;
Descubrirá tus pecados.
5 Acuérdate, oh Jehová, de lo que nos ha sucedido;
Mira, y ve nuestro oprobio. Nuestra heredad ha pasado a extraños,
Nuestras casas a forasteros. Huérfanos somos sin padre;
Nuestras madres son como viudas. Nuestra agua bebemos por dinero;
Compramos nuestra leña por precio. Padecemos persecución sobre nosotros;
Nos fatigamos, y no hay para nosotros reposo. Al egipcio y al asirio extendimos la mano, para saciarnos de pan. Nuestros padres pecaron, y han muerto;
Y nosotros llevamos su castigo. Siervos se enseñorearon de nosotros;
No hubo quien nos librase de su mano. Con peligro de nuestras vidas traíamos nuestro pan
Ante la espada del desierto. Nuestra piel se ennegreció como un horno
A causa del ardor del hambre. Violaron a las mujeres en Sion,
A las vírgenes en las ciudades de Judá. A los príncipes colgaron de las manos;
No respetaron el rostro de los viejos. Llevaron a los jóvenes a moler,
Y los muchachos desfallecieron bajo el peso de la leña. Los ancianos no se ven más en la puerta,
Los jóvenes dejaron sus canciones. Cesó el gozo de nuestro corazón;
Nuestra danza se cambió en luto. Cayó la corona de nuestra cabeza;
¡Ay ahora de nosotros! porque pecamos. Por esto fue entristecido nuestro corazón,
Por esto se entenebrecieron nuestros ojos, Por el monte de Sion que está asolado;
Zorras andan por él. Mas tú, Jehová, permanecerás para siempre;
Tu trono de generación en generación. ¿Por qué te olvidas completamente de nosotros,
Y nos abandonas tan largo tiempo? Vuélvenos, oh Jehová, a ti, y nos volveremos;
Renueva nuestros días como al principio. Porque nos has desechado;
Te has airado contra nosotros en gran manera.
Ezequiel 1:
1 Aconteció en el año treinta, en el mes cuarto, a los cinco días del mes, que estando yo en medio de los cautivos junto al río Quebar, los cielos se abrieron, y vi visiones de Dios. En el quinto año de la deportación del rey Joaquín, a los cinco días del mes, vino palabra de Jehová al sacerdote Ezequiel hijo de Buzi, en la tierra de los caldeos, junto al río Quebar; vino allí sobre él la mano de Jehová. Y miré, y he aquí venía del norte un viento tempestuoso, y una gran nube, con un fuego envolvente, y alrededor de él un resplandor, y en medio del fuego algo que parecía como bronce refulgente, y en medio de ella la figura de cuatro seres vivientes. Y esta era su apariencia: había en ellos semejanza de hombre. Cada uno tenía cuatro caras y cuatro alas. Y los pies de ellos eran derechos, y la planta de sus pies como planta de pie de becerro; y centelleaban a manera de bronce muy bruñido. Debajo de sus alas, a sus cuatro lados, tenían manos de hombre; y sus caras y sus alas por los cuatro lados. Con las alas se juntaban el uno al otro. No se volvían cuando andaban, sino que cada uno caminaba derecho hacia adelante. Y el aspecto de sus caras era cara de hombre, y cara de león al lado derecho de los cuatro, y cara de buey a la izquierda en los cuatro; asimismo había en los cuatro cara de águila. Así eran sus caras. Y tenían sus alas extendidas por encima, cada uno dos, las cuales se juntaban; y las otras dos cubrían sus cuerpos. Y cada uno caminaba derecho hacia adelante; hacia donde el espíritu les movía que anduviesen, andaban; y cuando andaban, no se volvían. Cuanto a la semejanza de los seres vivientes, su aspecto era como de carbones de fuego encendidos, como visión de hachones encendidos que andaba entre los seres vivientes; y el fuego resplandecía, y del fuego salían relámpagos. Y los seres vivientes corrían y volvían a semejanza de relámpagos. Mientras yo miraba los seres vivientes, he aquí una rueda sobre la tierra junto a los seres vivientes, a los cuatro lados. El aspecto de las ruedas y su obra era semejante al color del crisólito. Y las cuatro tenían una misma semejanza; su apariencia y su obra eran como rueda en medio de rueda. Cuando andaban, se movían hacia sus cuatro costados; no se volvían cuando andaban. Y sus aros eran altos y espantosos, y llenos de ojos alrededor en las cuatro. Y cuando los seres vivientes andaban, las ruedas andaban junto a ellos; y cuando los seres vivientes se levantaban de la tierra, las ruedas se levantaban. Hacia donde el espíritu les movía que anduviesen, andaban; hacia donde les movía el espíritu que anduviesen, las ruedas también se levantaban tras ellos; porque el espíritu de los seres vivientes estaba en las ruedas. Cuando ellos andaban, andaban ellas, y cuando ellos se paraban, se paraban ellas; asimismo cuando se levantaban de la tierra, las ruedas se levantaban tras ellos; porque el espíritu de los seres vivientes estaba en las ruedas. Y sobre las cabezas de los seres vivientes aparecía una expansión a manera de cristal maravilloso, extendido encima sobre sus cabezas. Y debajo de la expansión las alas de ellos estaban derechas, extendiéndose la una hacia la otra; y cada uno tenía dos alas que cubrían su cuerpo. Y oí el sonido de sus alas cuando andaban, como sonido de muchas aguas, como la voz del Omnipotente, como ruido de muchedumbre, como el ruido de un ejército. Cuando se paraban, bajaban sus alas. Y cuando se paraban y bajaban sus alas, se oía una voz de arriba de la expansión que había sobre sus cabezas. Y sobre la expansión que había sobre sus cabezas se veía la figura de un trono que parecía de piedra de zafiro; y sobre la figura del trono había una semejanza que parecía de hombre sentado sobre él. Y vi apariencia como de bronce refulgente, como apariencia de fuego dentro de ella en derredor, desde el aspecto de sus lomos para arriba; y desde sus lomos para abajo, vi que parecía como fuego, y que tenía resplandor alrededor. Como parece el arco iris que está en las nubes el día que llueve, así era el parecer del resplandor alrededor. Esta fue la visión de la semejanza de la gloria de Jehová. Y cuando yo la vi, me postré sobre mi rostro, y oí la voz de uno que hablaba.

Salmo 28:
Señor, tú eres mi roca. A ti clamo. ¡No te apartes de mí! De lo contrario, seré como los que bajan al sepulcro. Escucha mi clamor, que pide tu ayuda, cuando levanto mis manos hacia tu santo templo. No me lleves junto con los malvados, ni con los que hacen el mal; con los que hablan de paz con sus amigos pero por dentro están llenos de maldad. Págales conforme a sus malas acciones; por tanta maldad que cometen, dales su merecido. Hazlos caer, Señor, y no vuelvas a levantarlos, pues no han entendido tus acciones ni han prestado atención a tus obras. Bendito seas, Señor, pues escuchas la voz de mis ruegos. Tú, Señor, eres mi escudo y mi fuerza; en ti confía mi corazón, pues recibo tu ayuda. Por eso mi corazón se alegra y te alaba con sus cánticos. Tú, Señor, infundes fuerzas a tu pueblo; tu ungido halla en ti un refugio salvador. ¡Salva a tu pueblo, bendice a tu herencia! ¡Guíalos y cuida de ellos ahora y siempre!

Proverbios 16:
Del corazón del hombre surgen los planes, pero del Señor proviene la respuesta de la lengua. Según el hombre, todo camino es limpio, pero el Señor pondera los espíritus. Encomienda al Señor tus acciones, y tus pensamientos serán afirmados. El Señor lo ha hecho todo para sí mismo; ¡hasta el impío está hecho para el día fatal! El Señor aborrece a los de corazón altivo, y es un hecho que no quedarán impunes. El amor verdadero perdona el pecado; el temor del Señor aparta del mal a los hombres. Si el Señor aprueba los caminos del hombre, hasta sus enemigos hacen la paz con él. Es mejor lo poco del justo que los muchos frutos del injusto. El corazón del hombre pondera su camino, pero el Señor le corrige el rumbo. El rey tiene el veredicto en sus labios; no hay error cuando emite la sentencia. Las pesas y medidas justas son del Señor; todas las balanzas son su propia creación. Es repugnante que los reyes cometan el mal, porque el trono se afirma en la justicia. Es grato que los reyes hablen con justicia, y que amen a los que dicen la verdad. La ira del rey es heraldo de muerte, pero el que es sabio sabe evitarla. El rostro alegre del rey es presagio de vida; su favor es una nube cargada de lluvia. Ganar sabiduría e inteligencia es mejor que adquirir oro y plata. Los hombres rectos se apartan del mal camino; quien cuida sus pasos, cuida su vida. La soberbia precede al fracaso; la arrogancia anticipa la caída. Es mejor ser humilde entre los humildes que compartir despojos con los soberbios. El que atiende a la palabra, halla el bien; ¡dichoso aquél que confía en el Señor! Al de corazón sabio se le llama prudente; los labios amables aumentan el saber. Tener cordura es tener la fuente de la vida; a los necios los castiga su propia necedad. El sabio de corazón habla con prudencia, y a sus labios añade sabiduría. Las palabras amables son un panal de miel; endulzan el alma y sanan el cuerpo. Hay caminos que el hombre considera buenos, pero que al final resultan caminos de muerte. El trabajador se afana para calmar su apetito; su estímulo es llenarse la boca. El que es perverso escarba en el mal; hay en sus labios una llama de fuego. El que es perverso provoca contiendas; el chismoso aparta a los mejores amigos. El que es violento adula a su prójimo y lo hace andar por el mal camino; cierra los ojos y hace planes malvados, mueve los labios y consuma el mal. La vejez es la corona de una vida honrada, y se la halla en el camino de la justicia. Ser paciente es mejor que ser valiente; es mejor dominarse uno mismo que tomar una ciudad. Las suertes se echan en el regazo; pero el resultado depende del Señor. 


El Libro de Los Hechos Capítulo 2 del Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:
 
 
LOS HECHOS DE LOS APÓSTOLES


CAPÍTULO 2
(33 d.C.)
PENTECOSTÉS



Y CUANDO se cumplieron los Días de Pentecostés (la Fiesta de Pentecostés, una de las siete grandes Fiestas ordenadas por Dios y en que participaba Israel cada año; ocurría cincuenta días después de la Pascua), estaban todos unánimes juntos (no en el Aposento Alto donde ellos se reunían antes, sino más bien en el Templo [Luc. 24:53; Hch. 2:46]).
2 Y de repente vino un estruendo del Cielo como de un viento recio que corría (muestra la venida del Espíritu Santo en una nueva dimensión, todo hecho posible por la Cruz), el cual llenó toda la casa (el Templo) donde estaban sentados (estaban probablemente en el Atrio de los Gentiles).
3 Y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego (el único registro de tal en el Nuevo Testamento, y era el cumplimiento de la Profecía de Juan el Bautista acerca de Jesús [Mat. 3:11]), que se asentó sobre cada uno de ellos (se refiere a todos los que estaban allí, no sólo los Doce Apóstoles; el número exacto no se conoce).
4 Y fueron todos llenos del Espíritu Santo (todos fueron llenos, no sólo los Apóstoles; como resultado de la Cruz, el Espíritu Santo podía entrar ahora en los corazones y vidas de todos los Creyentes para morar permanentemente [Jn. 14:16]), y comenzaron a hablar en otras lenguas (la evidencia física inicial que una persona ha sido Bautizado con el Espíritu, y fue predicho por el Profeta Isaías [Isa. 28:9-12], y por Cristo [Marc. 16:17; Jn. 15:26; 16:13]), como el Espíritu les daba que hablasen (quiere decir que ellos no lo iniciaron, sino que lo inició el Espíritu; como veremos, éstas eran lenguas conocidas en algún lugar en el mundo, pero no por el orador).
5 Moraban entonces en Jerusalén Judíos, varones religiosos, de todas las naciones debajo del Cielo (los Judíos en esa época fueron dispersados por todas partes del Mundo Romano, y miles de personas llegaban de cada nación para guardar la Fiesta).
6 Y hecho este estruendo (las multitudes que estaban en el Templo oyeron y vieron lo que ocurría, y también, comenzaban a contarlo a los demás), se juntó la multitud (lo que pasaba atraía una multitud), y estaban confusos, porque cada uno les oía hablar su propia lengua (quiere decir que estos Judíos espectadores oyeron a esta gente que hablaba en muchas lenguas distintas, de hecho, lenguas de la nación de su origen, de dondequiera que llegaron, que da por sentado que esto no era un bullicio o balbuceo como algunos afirman).
7 Y estaban atónitos y maravillados (casi siempre tenía que ver con el hablar en otras lenguas), diciendo, He aquí, ¿no son Galileos todos estos que hablan? (Significa que el acento Galileo era distinto y conocido [Marc. 14:70; Luc. 22:59].)
8 ¿Cómo, pues, les oímos nosotros hablar cada uno en nuestra lengua en que somos nacidos? (Demuestra otra vez que esto no era bullicio, ni mera cháchara, ni balbuceo, sino más bien una lengua conocida en alguna parte del mundo, pero no era la lengua nativa de la misma persona que hablaba.)
9 Partos y Medos, y Elamitas, y los que habitamos en Mesopotamia, en Judea y en Capadocia, en el Ponto y en Asia,
10 En Frigia y Panfilia, en Egipto y en las partes de África que está de la otra parte de Cirene, y Romanos extranjeros, tanto Judíos como convertidos,
11 Cretenses y Árabes, les oímos hablar en nuestras lenguas las Maravillas de Dios (nos enseña lo que realmente es el hablar en lenguas, una declaración de las ・Obras Maravillosas de Dios・).
12 Y estaban todos atónitos y perplejos (debería haberse traducido, ・y quedaron perplejos;・ ellos no tenían ninguna respuesta racional para su perplejidad), diciendo los unos a los otros, ¿Qué quiere ser esto? (Este interrogante se hizo más con asombro que en espera de una respuesta.)
13 Mas otros burlándose, decían (ellos se mofaron; ya sea por gesto o por palabra, se mofaron del Testimonio de lo que se dio por el Espíritu Santo), Que están llenos de mosto (era realmente una acusación de que estaban ebrios, es decir, "intoxicados"; algunos se asombraron y otros "se mofaron," lo que ocurre hasta hoy día).
PEDRO
14 Entonces Pedro, poniéndose en pie con los Once, alzó su voz, y les habló diciendo (Pedro iba a predicar el Mensaje inaugural de la Iglesia en ese Día de Pentecostés), Varones Judíos, y todos los que habitáis en Jerusalén, esto os sea notorio, y oíd mis palabras (probablemente se predicó el Mensaje en el Pórtico de Salomón, parte del Atrio de los Gentiles; donde los debates y cosas parecidas se celebraban frecuentemente):
15 Porque éstos no están borrachos, como vosotros pensáis (en efecto, dice que estaban ebrios, pero no en la forma normal), siendo la hora tercera del día (a las 9:00 de la mañana).
16 Mas esto es lo que fue dicho por el Profeta Joel (por favor observe que Pedro no dijo, ・esto cumple lo dicho por el Profeta Joel,・ sino más bien, ・esto es lo que...・ que significa que esto continuará);
17 Y será en los postreros días, dice Dios (proclama que estos ・postreros días・ que comenzaron en el Día de Pentecostés, y seguirán a través de la Gran Tribulación venidera), Derramaré de Mi Espíritu sobre toda carne (habla de toda la gente en todas partes y, por lo tanto, no se limitaban por alguna localidad geográfica particular; también, no se limitaban con respecto a raza, color o credo): Y vuestros hijos y vuestras hijas Profetizarán (incluye ambos géneros); y vuestros jóvenes verán visiones, y vuestros viejos soñarán sueños (todo dado por el Espíritu Santo; la lengua Hebrea indica, ・tanto los varones jóvenes como ancianos verán visiones, y tanto los ancianos como los jóvenes soñarán sueños・; también se aplica a los dos géneros):
18 Y de cierto sobre Mis siervos y sobre Mis siervas en aquellos días Derramaré de Mi Espíritu (tiene la intención de dirigirse deliberadamente a dos clases de personas a quienes se daban muy poco estatus en el pasado, a los esclavos y a las mujeres); y Profetizarán (pertenece a uno de los ・Dones del Espíritu・ [I Cor. 12:8-10]):
19 Y daré prodigios arriba en el Cielo, y señales abajo en la Tierra; sangre y fuego y vapor de humo (pertenece al hecho de que estos ・días de Mi Espíritu・ abarcarán la totalidad de la Edad de la Iglesia, hasta en la Gran Tribulación venidera; aquel límite de tiempo ya alcanza casi dos mil años):
20 El sol se volverá en tinieblas, y la luna en sangre (no tiene la intención de ser literal, sino más bien que la luna va a parecer como sangre roja como resultado de las condiciones atmosféricas), antes que venga el Día del Señor, grande y manifiesto (la Segunda Venida):
21 Y será que todo aquel que invocare el Nombre del Señor, será salvo (Joel 2:30-32; presenta una de las declaraciones más gloriosas que jamás se haya dicho; esto incluye tanto a Judíos como a Gentiles igualmente).
22 Varones Israelitas, oíd estas palabras (el Mensaje inaugural de la Iglesia); Jesús Nazareno, Varón aprobado de Dios entre vosotros (Jesús siempre tiene que ser el tema de nuestro Mensaje; Él fue aprobado por Dios, pero no por los hombres) en maravillas y prodigios y señales, que Dios hizo por Él en medio de vosotros (lo que Pedro sabía directamente, porque él estaba allí), como también vosotros sabéis (tantas cosas sucedieron que no había absolutamente excusa alguna para que ellos no lo supieran):
23 A Éste, entregado por determinado consejo y providencia de Dios (era el Plan de Dios que Jesús muriera en la Cruz; sin embargo, esto no era el Plan de Dios para que los líderes religiosos de Israel hicieran esta cosa; era de su propia maquinación y selección), prendisteis y matasteis por manos de los inicuos, crucificándole (¡presenta un cargo tan serio que es imposible describirlo! sin embargo, si ellos buscaran la misericordia y el perdón, Dios les perdonaría, como lo veremos):
24 Al cual Dios levantó (tiene que ver con la Resurrección), sueltos los dolores de la muerte (la muerte no podía sujetarlo porque Él expió todo pecado, la paga del pecado es muerte [Rom. 6:23]): por cuanto era imposible ser detenido de ella (la muerte hubiera gustado retenerlo en su apretón, pero no se pudo porque Él le quitó su derecho legal; como se dijo, Él expió todo pecado, que derrotó la muerte, a Satanás y a todos los principados y potestades [Col. 2:14-15]).
25 Porque David dice de Él (Sal. 16:8-11), Veía al Señor siempre delante de Mí, porque está a Mi Diestra, no seré conmovido (por la Cruz, Cristo merecía esta posición a la Diestra del Padre, que habla de poder y autoridad, todo de nuestra parte [Heb. 1:3]):
26 Por lo cual Mi corazón se alegró (tiene que ver con Cristo que se regocijaba acerca de la garantía de Su Padre y la protección en cuanto a Su descenso al mundo de la muerte; Él sabía que el Padre Lo sacaría), y se gozó Mi lengua (se refiere a las cosas que Él dijo con respecto a Su Resurrección [Mat. 16:21; 17:23; 20:17-19; Marc. 8:31]); Y aun Mi carne descansará en esperanza (se refiere a apoyarse en las Promesas de Dios acerca de la Resurrección):
27 Que no dejarás Mi Alma en el Infierno (no era la parte ardiente del Infierno [Luc. 16:19-31]), Ni Tú (Dios El Padre) darás a Tu Santo que vea corrupción (Su Cuerpo físico, sin pecado, no vio ninguna corrupción, que normalmente acompaña la muerte; de hecho, fue glorificado y levantado de entre los muertos).
28 Me hiciste notorios los caminos de la Vida (presenta a Cristo como el Patrón de comportamiento, y también presenta no solamente la Resurrección de Sí Mismo, sino la de todos los Creyentes); Me llenarás de gozo con Tu presencia (el Rostro de Dios resplandeció realmente sobre Cristo, y resplandece sobre nosotros también, porque estamos ・en Cristo・).
29 Varones hermanos, se os puede libremente decir del Patriarca David (muestra la única oportunidad en Las Escrituras en que se refirió a David como un "Patriarca"), que murió, y fue sepultado, y su sepulcro está con nosotros hasta el día de hoy (se incluyó aquí para disipar las nociones erróneas sostenidas por los Fariseos y los líderes religiosos de Israel acerca del Mesías).
30 Empero siendo Profeta (tiene que ver con muchas de las Profecías que David declaró en los Salmos en cuanto a Cristo), y sabiendo que con juramento le había Dios jurado que del fruto de su lomo, en cuanto a la carne (II Sam. 7:11-16), Él (Dios) levantaría al Cristo que se sentaría sobre su trono (para sentarse en el Trono de David, que no se ha cumplido todavía, pero de seguro va a cumplirse en la Edad del Reino venidero; todo esto demuestra la Encarnación, Dios que se hace Hombre y lo hace por el linaje de David);
31 Viéndolo (David) antes, habló de la Resurrección de Cristo (dice a los líderes religiosos de Israel que David claramente Profetizó que Jesús resucitaría de entre los muertos [Sal. 16:8-11]), que Su Alma no fue dejada en el Infierno (como se declaró, Él no fue al lado ardiente del Infierno, sino más bien al Paraíso [Luc. 16], y así también a algunas prisiones particulares en aquella región infernal [I Ped. 3:19-20]), ni Su carne vio corrupción (Él no fue atormentado en el Infierno como algunos lo enseñan, tampoco había descomposición alguna en Su Cuerpo físico; sino que fue Glorificado).
32 A este Jesús (Al que Crucificaron) resucitó Dios (habla del Jesús físico y no de cierto espíritu), de lo cual todos nosotros somos testigos (Pedro les dice que a pesar de lo que digan, todo Israel sabe que Jesús fue resucitado de entre los muertos).
33 Así que, levantado por la Diestra de Dios (Cristo es exaltado ahora, no sólo como Creador, sino también como Salvador, que fue hecho posible por la Cruz), y recibiendo del Padre la Promesa del Espíritu Santo (demuestra que Jesús fue aceptado por el Padre porque el Espíritu Santo fue enviado de regreso, justo como fue Prometido [Jn. 16:7]), ha derramado esto que vosotros veis y oís (ellos vieron a la gente y oyeron que hablaban en lenguas).
34 Porque David no subió a los Cielos (Pedro dijo esto para demostrar que David no declaró estas Profecías acerca de él mismo, sino más bien acerca de Aquel que había de venir, es decir, el Señor Jesucristo; desde luego, algunos de los líderes religiosos de Israel declaraban que estas Profecías se relacionaban con David, y no tuvieron nada que ver con Jesús, lo que Pedro rechaza rotundamente): empero él (David) dice, Dijo el Señor a Mi Señor (Dios el Padre Le dijo a Dios el Hijo), Siéntate a Mi Diestra ([Sal. 110:1] aquí es donde Jesús mora ahora [Heb. 1:3]),
35 Hasta que ponga a Tus enemigos por estrado de Tus Pies (todo hecho posible por la Cruz [Col. 2:14-15] pero no será efectuado completamente hasta la conclusión de la Edad del Reino [Apoc., cap. 20; I Cor. 15:24-25]).
36 Sepa pues ciertísimamente toda la casa de Israel (Pedro se dirigió directamente hacia los líderes religiosos de Israel, y es inspirado por el Espíritu Santo), que a éste Jesús que vosotros crucificasteis, Dios ha hecho Señor y Cristo (Jesús era y es "Jehová" y, también, el "Mesías" de Israel).
EL RESULTADO
37 Entonces oído esto, fueron compungidos de corazón (el Poder de convicción del Espíritu Santo), y dijeron a Pedro y a los otros Apóstoles, Varones hermanos, ¿qué haremos? (declaraba que esta gente, quienquiera que sea, estaba deseosa de ponerse bien con Dios.)
38 Y Pedro les dice, Arrepentíos (admitir que Dios tiene razón, y nosotros estamos equivocados), y bautícese cada uno de vosotros en el Nombre de Jesucristo (por la autoridad de aquel Nombre; no existe ninguna fórmula bautismal en el Libro de los Hechos; Cristo dio la única fórmula en Mat. 28:19) para perdón de los pecados (debiera traducirse, ・a causa de la remisión de los pecados・; se Bautiza en Agua porque los pecados ya fueron remitidos a raíz de la Fe en Cristo, y no porque los pecados debieran ser remitidos), y recibiréis el Don del Espíritu Santo (el arrepentimiento garantiza la Salvación, que prepara al Creyente para que esté listo a ser Bautizado con el Espíritu Santo; el Creyente no es Bautizado con el Espíritu automáticamente en la conversión; es una experiencia que le sigue a la Salvación, y siempre está acompañada con el hablar en otras lenguas [Hch. 2:4; 10:44-46; 19:1-7]).
39 Porque para vosotros (dirigido a muchos de los Judíos que estaban de pie en el Templo escuchando a Pedro ese día) es la Promesa (del Bautismo con el Espíritu Santo), y para vuestros hijos (quiere decir que este gran derramamiento no se detuvo con el derramamiento inicial, sino que continúa), y para todos los que están lejos (significa que no es sólo para aquellos en Jerusalén, sino para el mundo entero también), para cuantos el Señor nuestro Dios llamare (aquel "Llamado" es a ・quienquiera・ [Jn. 7:37-39; Apoc. 22:17]).
40 Y con otras muchas palabras testificaba y exhortaba (nos explica que sólo tenemos cierta parte del Mensaje de Pedro), diciendo, Sed salvos de esta perversa generación (es un llamado al Arrepentimiento).
41 Así que, los que recibieron su palabra, fueron bautizados (algunos creyeron lo que Pedro dijo, entregaron sus corazones a Dios y se arrepintieron de sus pecados; entonces ellos fueron Bautizados en Agua): y fueron añadidas a ellos aquel día como tres mil personas (durante el primer Día de Pentecostés, el Día en que se entregó la Ley, unos tres mil hombres murieron [Éx. 32:28]; durante este Día de Pentecostés, como resultado de la Cruz, unas tres mil personas fueron salvas).
LA IGLESIA PRIMITIVA
42 Y perseveraban en la Doctrina de los Apóstoles (aquella Doctrina se encuentra en el Versículo 38), y en la comunión, y en el partimiento del pan (tenía que ver con la celebración de la Cena del Señor, que se llevó a cabo en un ambiente probablemente mucho más informal que en la actualidad), y en las oraciones (simplemente quiere decir que era una Iglesia de oración).
43 Y toda persona tenía temor (se refiere al Movimiento y la Operación del Espíritu Santo; viendo las cosas que el Espíritu hacía, todos tenían un sentir de admiración reverencial, maravilla y temor): y muchas maravillas y señales eran hechas por los Apóstoles (el Espíritu Santo hizo esto a fin de dar a la Iglesia un gran principio; todo esto siguió, justo como tiene la intención de seguir, pero teniendo como una base más limitada, como lo explica la última parte del Libro de los Hechos).
44 Y todos los que creían estaban juntos (como resultado de la gran animosidad de los Judíos contra los seguidores de Cristo, los Creyentes tuvieron que unirse), y tenían todas las cosas comunes (como resultado de miles que perdieron sus empleos a raíz de la persecución, aquellos que tenían bienes materiales compartieron con aquellos que no tenían);
45 Y vendían las posesiones, y las haciendas (ellos vendieron cosas que de veras no necesitaban, a fin de que pudieran ayudar a aquellos que estaban en gran necesidad), y las repartían a todos, según lo que cada uno necesitaba (representaba una comunidad Cristiana como resultado de la gran persecución que estaba cerca).
46 Y perseverando unánimes cada día en el Templo (en cierto modo, el Templo fue convertido en una Iglesia, que de seguro causaba mucha irritación a las autoridades religiosas), y partiendo el pan en las casas (quiere decir que la Iglesia en sí estaba realmente resguardada en casas por todas partes en Jerusalén), comían juntos con alegría y con sencillez de corazón (ellos tenían gozo que la persecución no les iba a molestar),
47 Alabando a Dios, y teniendo gracia con todo el pueblo (Jerusalén en conjunto estaba impresionado favorablemente por lo que vieron con respecto a estos seguidores de Cristo). Y el Señor añadía cada día a la Iglesia los que habían de ser salvos (muchos venían al Señor).

Primera Corintios Capítulo 13:
Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.


Hebreos 10:35-12:4
Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida. Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté,  David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre.

Romanos 8:
Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los  muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.

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29 July 2024

El 29 de julio Lectura Bíblica Diaria

Mensaje de la Cruz de Cristo Jesús-Capítulo-1

Sonidos del aire libre


El 29 de julio Lectura Bíblica Diaria:
 
Jeremías 52 y Lamentations 1 - 3:
 
52 Era Sedequías de edad de veintiún años cuando comenzó a reinar, y reinó once años en Jerusalén. Su madre se llamaba Hamutal, hija de Jeremías de Libna. E hizo lo malo ante los ojos de Jehová, conforme a todo lo que hizo Joacim. Y a causa de la ira de Jehová contra Jerusalén y Judá, llegó a echarlos de su presencia. Y se rebeló Sedequías contra el rey de Babilonia. Aconteció, por tanto, a los nueve años de su reinado, en el mes décimo, a los diez días del mes, que vino Nabucodonosor rey de Babilonia, él y todo su ejército, contra Jerusalén, y acamparon contra ella, y de todas partes edificaron contra ella baluartes. Y estuvo sitiada la ciudad hasta el undécimo año del rey Sedequías. En el mes cuarto, a los nueve días del mes, prevaleció el hambre en la ciudad, hasta no haber pan para el pueblo. Y fue abierta una brecha en el muro de la ciudad, y todos los hombres de guerra huyeron, y salieron de la ciudad de noche por el camino de la puerta entre los dos muros que había cerca del jardín del rey, y se fueron por el camino del Arabá, estando aún los caldeos junto a la ciudad alrededor. Y el ejército de los caldeos siguió al rey, y alcanzaron a Sedequías en los llanos de Jericó; y lo abandonó todo su ejército. Entonces prendieron al rey, y le hicieron venir al rey de Babilonia, a Ribla en tierra de Hamat, donde pronunció sentencia contra él. Y degolló el rey de Babilonia a los hijos de Sedequías delante de sus ojos, y también degolló en Ribla a todos los príncipes de Judá. No obstante, el rey de Babilonia sólo le sacó los ojos a Sedequías, y le ató con grillos, y lo hizo llevar a Babilonia; y lo puso en la cárcel hasta el día en que murió. Y en el mes quinto, a los diez días del mes, que era el año diecinueve del reinado de Nabucodonosor rey de Babilonia, vino a Jerusalén Nabuzaradán capitán de la guardia, que solía estar delante del rey de Babilonia. Y quemó la casa de Jehová, y la casa del rey, y todas las casas de Jerusalén; y destruyó con fuego todo edificio grande. Y todo el ejército de los caldeos, que venía con el capitán de la guardia, destruyó todos los muros en derredor de Jerusalén. E hizo transportar Nabuzaradán capitán de la guardia a los pobres del pueblo, y a toda la otra gente del pueblo que había quedado en la ciudad, a los desertores que se habían pasado al rey de Babilonia, y a todo el resto de la multitud del pueblo. Mas de los pobres del país dejó Nabuzaradán capitán de la guardia para viñadores y labradores. Y los caldeos quebraron las columnas de bronce que estaban en la casa de Jehová, y las basas, y el mar de bronce que estaba en la casa de Jehová, y llevaron todo el bronce a Babilonia. Se llevaron también los calderos, las palas, las despabiladeras, los tazones, las cucharas, y todos los utensilios de bronce con que se ministraba, y los incensarios, tazones, copas, ollas, candeleros, escudillas y tazas; lo de oro por oro, y lo de plata por plata, se llevó el capitán de la guardia. Las dos columnas, un mar, y los doce bueyes de bronce que estaban debajo de las basas, que había hecho el rey Salomón en la casa de Jehová; el peso del bronce de todo esto era incalculable. En cuanto a las columnas, la altura de cada columna era de dieciocho codos, y un cordón de doce codos la rodeaba; y su espesor era de cuatro dedos, y eran huecas. Y el capitel de bronce que había sobre ella era de una altura de cinco codos, con una red y granadas alrededor del capitel, todo de bronce; y lo mismo era lo de la segunda columna con sus granadas. Había noventa y seis granadas en cada hilera; todas ellas eran ciento sobre la red alrededor. Tomó también el capitán de la guardia a Seraías el principal sacerdote, a Sofonías el segundo sacerdote, y tres guardas del atrio. Y de la ciudad tomó a un oficial que era capitán de los hombres de guerra, a siete hombres de los consejeros íntimos del rey, que estaban en la ciudad, y al principal secretario de la milicia, que pasaba revista al pueblo de la tierra para la guerra, y sesenta hombres del pueblo que se hallaron dentro de la ciudad. Los tomó, pues, Nabuzaradán capitán de la guardia, y los llevó al rey de Babilonia en Ribla. Y el rey de Babilonia los hirió, y los mató en Ribla en tierra de Hamat. Así Judá fue transportada de su tierra. Este es el pueblo que Nabucodonosor llevó cautivo: En el año séptimo, a tres mil veintitrés hombres de Judá. En el año dieciocho de Nabucodonosor él llevó cautivas de Jerusalén a ochocientas treinta y dos personas. El año veintitrés de Nabucodonosor, Nabuzaradán capitán de la guardia llevó cautivas a setecientas cuarenta y cinco personas de los hombres de Judá; todas las personas en total fueron cuatro mil seiscientas. Y sucedió que en el año treinta y siete del cautiverio de Joaquín rey de Judá, en el mes duodécimo, a los veinticinco días del mes, Evil-merodac rey de Babilonia, en el año primero de su reinado, alzó la cabeza de Joaquín rey de Judá y lo sacó de la cárcel. Y habló con él amigablemente, e hizo poner su trono sobre los tronos de los reyes que estaban con él en Babilonia. Le hizo mudar también los vestidos de prisionero, y comía pan en la mesa del rey siempre todos los días de su vida. Y continuamente se le daba una ración de parte del rey de Babilonia, cada día durante todos los días de su vida, hasta el día de su muerte.
Lamentations 1 - 2:
1 ¡Cómo ha quedado sola la ciudad populosa!
La grande entre las naciones se ha vuelto como viuda,
La señora de provincias ha sido hecha tributaria. Amargamente llora en la noche, y sus lágrimas están en sus mejillas.
No tiene quien la consuele de todos sus amantes;
Todos sus amigos le faltaron, se le volvieron enemigos. Judá ha ido en cautiverio a causa de la aflicción y de la dura servidumbre;
Ella habitó entre las naciones, y no halló descanso;
Todos sus perseguidores la alcanzaron entre las estrechuras. Las calzadas de Sion tienen luto, porque no hay quien venga a las fiestas solemnes;
Todas sus puertas están asoladas, sus sacerdotes gimen,
Sus vírgenes están afligidas, y ella tiene amargura. Sus enemigos han sido hechos príncipes, sus aborrecedores fueron prosperados,
Porque Jehová la afligió por la multitud de sus rebeliones;
Sus hijos fueron en cautividad delante del enemigo. Desapareció de la hija de Sion toda su hermosura;
Sus príncipes fueron como ciervos que no hallan pasto,
Y anduvieron sin fuerzas delante del perseguidor. Jerusalén, cuando cayó su pueblo en mano del enemigo y no hubo quien la ayudase,
Se acordó de los días de su aflicción, y de sus rebeliones,
Y de todas las cosas agradables que tuvo desde los tiempos antiguos.
La miraron los enemigos, y se burlaron de su caída. Pecado cometió Jerusalén, por lo cual ella ha sido removida;
Todos los que la honraban la han menospreciado, porque vieron su vergüenza;
Y ella suspira, y se vuelve atrás. Su inmundicia está en sus faldas, y no se acordó de su fin;
Por tanto, ella ha descendido sorprendentemente, y no tiene quien la consuele.
Mira, oh Jehová, mi aflicción, porque el enemigo se ha engrandecido. Extendió su mano el enemigo a todas sus cosas preciosas;
Ella ha visto entrar en su santuario a las naciones
De las cuales mandaste que no entrasen en tu congregación. Todo su pueblo buscó su pan suspirando;
Dieron por la comida todas sus cosas preciosas, para entretener la vida.
Mira, oh Jehová, y ve que estoy abatida. ¿No os conmueve a cuantos pasáis por el camino?
Mirad, y ved si hay dolor como mi dolor que me ha venido;
Porque Jehová me ha angustiado en el día de su ardiente furor. Desde lo alto envió fuego que consume mis huesos;
Ha extendido red a mis pies, me volvió atrás,
Me dejó desolada, y con dolor todo el día. El yugo de mis rebeliones ha sido atado por su mano;
Ataduras han sido echadas sobre mi cerviz; ha debilitado mis fuerzas;
Me ha entregado el Señor en manos contra las cuales no podré levantarme. El Señor ha hollado a todos mis hombres fuertes en medio de mí;
Llamó contra mí compañía para quebrantar a mis jóvenes;
Como lagar ha hollado el Señor a la virgen hija de Judá. Por esta causa lloro; mis ojos, mis ojos fluyen aguas,
Porque se alejó de mí el consolador que dé reposo a mi alma;
Mis hijos son destruidos, porque el enemigo prevaleció. Sion extendió sus manos; no tiene quien la consuele;
Jehová dio mandamiento contra Jacob, que sus vecinos fuesen sus enemigos;
Jerusalén fue objeto de abominación entre ellos. Jehová es justo; yo contra su palabra me rebelé.
Oíd ahora, pueblos todos, y ved mi dolor;
Mis vírgenes y mis jóvenes fueron llevados en cautiverio. Di voces a mis amantes, mas ellos me han engañado;
Mis sacerdotes y mis ancianos en la ciudad perecieron,
Buscando comida para sí con que entretener su vida. Mira, oh Jehová, estoy atribulada, mis entrañas hierven.
Mi corazón se trastorna dentro de mí, porque me rebelé en gran manera.
Por fuera hizo estragos la espada; por dentro señoreó la muerte. Oyeron que gemía, mas no hay consolador para mí;
Todos mis enemigos han oído mi mal, se alegran de lo que tú hiciste.
Harás venir el día que has anunciado, y serán como yo. Venga delante de ti toda su maldad,
Y haz con ellos como hiciste conmigo por todas mis rebeliones;
Porque muchos son mis suspiros, y mi corazón está adolorido.
2 ¡Cómo oscureció el Señor en su furor a la hija de Sion!
Derribó del cielo a la tierra la hermosura de Israel,
Y no se acordó del estrado de sus pies en el día de su furor. Destruyó el Señor, y no perdonó;
Destruyó en su furor todas las tiendas de Jacob;
Echó por tierra las fortalezas de la hija de Judá,
Humilló al reino y a sus príncipes. Cortó con el ardor de su ira todo el poderío de Israel;
Retiró de él su diestra frente al enemigo,
Y se encendió en Jacob como llama de fuego que ha devorado alrededor. Entesó su arco como enemigo, afirmó su mano derecha como adversario,
Y destruyó cuanto era hermoso.
En la tienda de la hija de Sion derramó como fuego su enojo. El Señor llegó a ser como enemigo, destruyó a Israel;
Destruyó todos sus palacios, derribó sus fortalezas,
Y multiplicó en la hija de Judá la tristeza y el lamento. Quitó su tienda como enramada de huerto;
Destruyó el lugar en donde se congregaban;
Jehová ha hecho olvidar las fiestas solemnes y los días de reposo en Sion,
Y en el ardor de su ira ha desechado al rey y al sacerdote. Desechó el Señor su altar, menospreció su santuario;
Ha entregado en mano del enemigo los muros de sus palacios;
Hicieron resonar su voz en la casa de Jehová como en día de fiesta. Jehová determinó destruir el muro de la hija de Sion;
Extendió el cordel, no retrajo su mano de la destrucción;
Hizo, pues, que se lamentara el antemuro y el muro; fueron desolados juntamente. Sus puertas fueron echadas por tierra, destruyó y quebrantó sus cerrojos;
Su rey y sus príncipes están entre las naciones donde no hay ley;
Sus profetas tampoco hallaron visión de Jehová. Se sentaron en tierra, callaron los ancianos de la hija de Sion;
Echaron polvo sobre sus cabezas, se ciñeron de cilicio;
Las vírgenes de Jerusalén bajaron sus cabezas a tierra. Mis ojos desfallecieron de lágrimas, se conmovieron mis entrañas,
Mi hígado se derramó por tierra a causa del quebrantamiento de la hija de mi pueblo,
Cuando desfallecía el niño y el que mamaba, en las plazas de la ciudad. Decían a sus madres: ¿Dónde está el trigo y el vino?
Desfallecían como heridos en las calles de la ciudad,
Derramando sus almas en el regazo de sus madres. ¿Qué testigo te traeré, o a quién te haré semejante, hija de Jerusalén?
¿A quién te compararé para consolarte, oh virgen hija de Sion?
Porque grande como el mar es tu quebrantamiento; ¿quién te sanará? Tus profetas vieron para ti vanidad y locura;
Y no descubrieron tu pecado para impedir tu cautiverio,
Sino que te predicaron vanas profecías y extravíos. Todos los que pasaban por el camino batieron las manos sobre ti;
Silbaron, y movieron despectivamente sus cabezas sobre la hija de Jerusalén, diciendo:
¿Es esta la ciudad que decían de perfecta hermosura, el gozo de toda la tierra? Todos tus enemigos abrieron contra ti su boca;
Se burlaron, y crujieron los dientes; dijeron: Devorémosla;
Ciertamente este es el día que esperábamos; lo hemos hallado, lo hemos visto. Jehová ha hecho lo que tenía determinado;
Ha cumplido su palabra, la cual él había mandado desde tiempo antiguo.
Destruyó, y no perdonó;
Y ha hecho que el enemigo se alegre sobre ti,
Y enalteció el poder de tus adversarios. El corazón de ellos clamaba al Señor;
Oh hija de Sion, echa lágrimas cual arroyo día y noche;
No descanses, ni cesen las niñas de tus ojos. Levántate, da voces en la noche, al comenzar las vigilias;
Derrama como agua tu corazón ante la presencia del Señor;
Alza tus manos a él implorando la vida de tus pequeñitos,
Que desfallecen de hambre en las entradas de todas las calles. Mira, oh Jehová, y considera a quién has hecho así.
¿Han de comer las mujeres el fruto de sus entrañas, los pequeñitos a su tierno cuidado?
¿Han de ser muertos en el santuario del Señor el sacerdote y el profeta? Niños y viejos yacían por tierra en las calles;
Mis vírgenes y mis jóvenes cayeron a espada;
Mataste en el día de tu furor; degollaste, no perdonaste. Has convocado de todas partes mis temores, como en un día de solemnidad;
Y en el día del furor de Jehová no hubo quien escapase ni quedase vivo;
Los que crié y mantuve, mi enemigo los acabó.
3 Yo soy el hombre que ha visto aflicción bajo el látigo de su enojo. Me guió y me llevó en tinieblas, y no en luz; Ciertamente contra mí volvió y revolvió su mano todo el día. Hizo envejecer mi carne y mi piel; quebrantó mis huesos; Edificó baluartes contra mí, y me rodeó de amargura y de trabajo. Me dejó en oscuridad, como los ya muertos de mucho tiempo. Me cercó por todos lados, y no puedo salir; ha hecho más pesadas mis cadenas; Aun cuando clamé y di voces, cerró los oídos a mi oración; Cercó mis caminos con piedra labrada, torció mis senderos. Fue para mí como oso que acecha, como león en escondrijos; Torció mis caminos, y me despedazó; me dejó desolado. Entesó su arco, y me puso como blanco para la saeta. Hizo entrar en mis entrañas las saetas de su aljaba. Fui escarnio a todo mi pueblo, burla de ellos todos los días; Me llenó de amarguras, me embriagó de ajenjos. Mis dientes quebró con cascajo, me cubrió de ceniza; Y mi alma se alejó de la paz, me olvidé del bien, Y dije: Perecieron mis fuerzas, y mi esperanza en Jehová. Acuérdate de mi aflicción y de mi abatimiento, del ajenjo y de la hiel; Lo tendré aún en memoria, porque mi alma está abatida dentro de mí; Esto recapacitaré en mi corazón, por lo tanto esperaré. Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias. Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad. Mi porción es Jehová, dijo mi alma; por tanto, en él esperaré. Bueno es Jehová a los que en él esperan, al alma que le busca. Bueno es esperar en silencio la salvación de Jehová. Bueno le es al hombre llevar el yugo desde su juventud. Que se siente solo y calle, porque es Dios quien se lo impuso; Ponga su boca en el polvo, por si aún hay esperanza; Dé la mejilla al que le hiere, y sea colmado de afrentas. Porque el Señor no desecha para siempre; Antes si aflige, también se compadece según la multitud de sus misericordias; Porque no aflige ni entristece voluntariamente a los hijos de los hombres. Desmenuzar bajo los pies a todos los encarcelados de la tierra, Torcer el derecho del hombre delante de la presencia del Altísimo, Trastornar al hombre en su causa, el Señor no lo aprueba. ¿Quién será aquel que diga que sucedió algo que el Señor no mandó? ¿De la boca del Altísimo no sale lo malo y lo bueno? ¿Por qué se lamenta el hombre viviente? Laméntese el hombre en su pecado. Escudriñemos nuestros caminos, y busquemos, y volvámonos a Jehová; Levantemos nuestros corazones y manos a Dios en los cielos; Nosotros nos hemos rebelado, y fuimos desleales; tú no perdonaste. Desplegaste la ira y nos perseguiste; mataste, y no perdonaste; Te cubriste de nube para que no pasase la oración nuestra; Nos volviste en oprobio y abominación en medio de los pueblos. Todos nuestros enemigos abrieron contra nosotros su boca; Temor y lazo fueron para nosotros, asolamiento y quebranto; Ríos de aguas echan mis ojos por el quebrantamiento de la hija de mi pueblo. Mis ojos destilan y no cesan, porque no hay alivio Hasta que Jehová mire y vea desde los cielos; Mis ojos contristaron mi alma por todas las hijas de mi ciudad. Mis enemigos me dieron caza como a ave, sin haber por qué; Ataron mi vida en cisterna, pusieron piedra sobre mí; Aguas cubrieron mi cabeza; yo dije: Muerto soy. Invoqué tu nombre, oh Jehová, desde la cárcel profunda; Oíste mi voz; no escondas tu oído al clamor de mis suspiros. Te acercaste el día que te invoqué; dijiste: No temas. Abogaste, Señor, la causa de mi alma; redimiste mi vida. Tú has visto, oh Jehová, mi agravio; defiende mi causa. Has visto toda su venganza, todos sus pensamientos contra mí. Has oído el oprobio de ellos, oh Jehová, todas sus maquinaciones contra mí; Los dichos de los que contra mí se levantaron, y su designio contra mí todo el día. Su sentarse y su levantarse mira; yo soy su canción. Dales el pago, oh Jehová, según la obra de sus manos. Entrégalos al endurecimiento de corazón; tu maldición caiga sobre ellos. Persíguelos en tu furor, y quebrántalos de debajo de los cielos, oh Jehová.

Salmo 27:
El Señor es mi luz y mi salvación; ¿a quién temeré? El Señor es el baluarte de mi vida; ¿quién podrá amedrentarme? Cuando los malvados avanzan contra mí para devorar mis carnes, cuando mis enemigos y adversarios me atacan, son ellos los que tropiezan y caen. Aun cuando un ejército me asedie, no temerá mi corazón; aun cuando una guerra estalle contra mí, yo mantendré la confianza. Una sola cosa le pido al Señor, y es lo único que persigo: habitar en la casa del Señor todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura del Señor y recrearme en su templo. Porque en el día de la aflicción él me resguardará en su morada; al amparo de su tabernáculo me protegerá, y me pondrá en alto, sobre una roca. Me hará prevalecer frente a los enemigos que me rodean; en su templo ofreceré sacrificios de alabanza y cantaré salmos al Señor. Oye, Señor, mi voz cuando a ti clamo; compadécete de mí y respóndeme. El corazón me dice: "¡Busca su rostro!" Y yo, Señor, tu rostro busco. No te escondas de mí; no rechaces, en tu enojo, a este siervo tuyo, porque tú has sido mi ayuda. No me desampares ni me abandones, Dios de mi salvación. Aunque mi padre y mi madre me abandonen, el Señor me recibirá en sus brazos. Guíame, Señor, por tu camino; dirígeme por la senda de rectitud, por causa de los que me acechan. No me entregues al capricho de mis adversarios, pues contra mí se levantan falsos testigos que respiran violencia. Pero de una cosa estoy seguro: he de ver la bondad del Señor en esta tierra de los vivientes. Pon tu esperanza en el Señor; ten valor, cobra ánimo; ¡pon tu esperanza en el Señor!

Proverbios 15:
La respuesta amable calma el enojo, pero la agresiva echa leña al fuego. La lengua de los sabios destila conocimiento; la boca de los necios escupe necedades. Los ojos del Señor están en todo lugar, vigilando a los buenos y a los malos. La lengua que brinda consuelo es árbol de vida; la lengua insidiosa deprime el espíritu. El necio desdeña la corrección de su padre; el que la acepta demuestra prudencia. En la casa del justo hay gran abundancia; en las ganancias del malvado, grandes problemas. Los labios de los sabios esparcen conocimiento; el corazón de los necios ni piensa en ello. El Señor aborrece las ofrendas de los malvados, pero se complace en la oración de los justos. El Señor aborrece el camino de los malvados, pero ama a quienes siguen la justicia. Para el descarriado, disciplina severa; para el que aborrece la corrección, la muerte. Si ante el Señor están el sepulcro y la muerte, ¡cuánto más el corazón humano! Al insolente no le gusta que lo corrijan, ni busca la compañía de los sabios. El corazón alegre se refleja en el rostro, el corazón dolido deprime el espíritu. El corazón entendido va tras el conocimiento; la boca de los necios se nutre de tonterías. Para el afligido todos los días son malos; para el que es feliz siempre es día de fiesta. Más vale tener poco, con temor del Señor, que muchas riquezas con grandes angustias. Más vale comer verduras sazonadas con amor que un festín de carne sazonada con odio. El que es iracundo provoca contiendas; el que es paciente las apacigua. El camino del perezoso está plagado de espinas, pero la senda del justo es como una calzada. El hijo sabio alegra a su padre; el hijo necio menosprecia a su madre. Al necio le divierte su falta de juicio; el entendido endereza sus propios pasos. Cuando falta el consejo, fracasan los planes; cuando abunda el consejo, prosperan. Es muy grato dar la respuesta adecuada, y más grato aún cuando es oportuna. El sabio sube por el sendero de vida, para librarse de caer en el sepulcro. El Señor derriba la casa de los soberbios, pero mantiene intactos los linderos de las viudas. El Señor aborrece los planes de los malvados, pero le agradan las palabras puras. El ambicioso acarrea mal sobre su familia; el que aborrece el soborno vivirá. El corazón del justo medita sus respuestas, pero la boca del malvado rebosa de maldad. El Señor se mantiene lejos de los impíos, pero escucha las oraciones de los justos. Una mirada radiante alegra el corazón, y las buenas noticias renuevan las fuerzas. El que atiende a la crítica edificante habitará entre los sabios. Rechazar la corrección es despreciarse a sí mismo; atender a la reprensión es ganar entendimiento. El temor del Señor es corrección y sabiduría; la humildad precede a la honra.


El Libro de Los Hechos Capítulo 1 del Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:


LOS HECHOS DE LOS APÓSTOLES



CAPÍTULO 1
(33 d.C.)
POSRESURRECCIÓN




EN el primer tratado (se refiere al Evangelio de Lucas, que probablemente fue terminado un año y tanto antes de escribir este relato llamado, "Los Hechos de los Apóstoles"), Oh Teófilo (la misma persona al cual Lucas se dirigió en aquel Evangelio), he hablado de todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar (es el Estándar, el Principal y el Fundamento del Evangelio),
2 Hasta el día en que fue recibido arriba (la Resurrección), habiendo dado Mandamientos por el Espíritu Santo (se refiere a que el Espíritu de Dios es el Orador y el Actor en este Libro) a los Apóstoles que escogió (se refiere al Ministerio de nuestro Señor de aproximadamente tres años y medio, del cual los Apóstoles presenciaron):
3 A los cuales, después de haber padecido, se presentó vivo con muchas pruebas indubitables (muchas personas Lo vieron después de Su Resurrección, y antes de Su Ascensión), apareciéndoles por cuarenta días (a partir del momento de la Resurrección hasta el momento de Su Ascensión), y hablándoles del Reino de Dios (parece que se incluyó mucha enseñanza durante este período de tiempo):
EL ESPÍRITU SANTO
4 Y estando juntos (se refiere al momento cuando Él subió de regreso al Padre; probablemente era durante el tiempo cuando se le apareció "a más de quinientos" [I Cor. 15:6]), les Mandó (no una sugerencia) que no se fuesen de Jerusalén (el lugar del Templo donde el Espíritu Santo descendería), sino que esperasen la Promesa del Padre (hace referencia al Espíritu Santo que el Padre prometió [Luc. 24:49; Joel, cap. 2]), que oísteis, dijo, de Mí (ustedes también Me oyeron decir estas cosas [Jn. 7:37-39; 14:12-17, 26; 15:26; 16:7-15]).
LA PROFECÍA
5 Porque Juan a la verdad bautizó con agua (simplemente simbolizaba el mejor Bautismo que los Creyentes podían recibir antes del Día de Pentecostés); mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo no muchos días después de estos (se refiere al Día de Pentecostés venidero, aunque Jesús no usó ese término en ese instante).
6 Entonces los que se habían juntado le preguntaron, diciendo (aparentemente da los detalles de la última reunión antes de la Ascensión), Señor, ¿restituirás el Reino a Israel en este tiempo? (Él contestaría más tarde este interrogante por medio del Apóstol Pablo [II Tes., cap. 2].)
7 Y les dijo, No toca a vosotros saber los tiempos o las sazones que el Padre puso en Su Sola potestad (el Maestro dice que no es asunto de los seguidores de Cristo ocuparse en saber esta información, sino más bien "Ocupad entre tanto que Yo vengo" [Luc. 19:13]).
EL PODER
8 Mas recibiréis poder (Poder para Obrar Milagros) del Espíritu Santo que vendrá sobre vosotros (expresamente dice que este "Poder" está inherente en el Espíritu Santo, y únicamente en Su Dominio): y Me (sin el Bautismo con el Espíritu Santo, realmente no se puede conocer a Jesús como ha de conocerlo) seréis testigos (no significa testificar a las almas, sino más bien entregarse en toda su capacidad a Cristo, hasta dar su vida por Él) en Jerusalén, en toda Judea, y Samaria, y hasta lo último de la Tierra (hace bien claro que la Obra de Dios tiene alcance mundial).
LA ASCENCIÓN
9 Y habiendo dicho estas cosas (se refiere a Sus últimas instrucciones para Sus seguidores), viéndolo ellos, fue alzado (se refiere a Él que sube delante de su vista); y una nube le recibió y le quitó de sus ojos (representa la Gloria Shekiná de Dios, que envolvió a Cristo cuando Él ascendía).
EL SEGUNDO ADVENIMIENTO
10 Y estando con los ojos puestos en el Cielo, entre tanto que Él iba (estas declaraciones son importantes porque afirman Su Ascensión actual presenciada por testigos oculares), he aquí, dos varones se pusieron junto a ellos en vestidos blancos (estos dos "hombres" eran en realidad Ángeles);
11 Los cuales también les dijeron, Varones Galileos, ¿por qué estáis mirando al Cielo? (No significa que solamente varones estaban presentes, sino que era un término común que se usaba tanto para hombres como para mujeres.) Este mismo Jesús que ha sido tomado desde vosotros arriba en el Cielo (se refiere al mismo Cuerpo Humano con las marcas de los clavos en Sus Manos y Pies, etc.), así vendrá como Le habéis visto ir al Cielo (se refiere al mismo lugar, que es el Monte de los Olivos).
EL APOSENTO ALTO
12 Entonces se volvieron a Jerusalén del Monte que se llama de los Olivos (representa, como se dijo, el lugar de Su Ascensión, que también será el lugar de Su Descenso), el cual está cerca de Jerusalén camino de un Sábado (representa un poco menos de un kilómetro [media milla]).
13 Y entrados, subieron al aposento alto (probablemente la misma habitación donde ellos comieron la Pascua con Cristo [Luc. 22:12]), donde moraban Pedro y Santiago, Juan y Andrés, Felipe y Tomás, Bartolomé y Mateo, Jacobo hijo de Alfeo, y Simón Zelote, y Judas hermano de Jacobo (este Judas también se llama "Lebeo" y "Tadeo" [Mat. 10:3; Marc. 3:18]).
14 Todos éstos perseveraban unánimes en oración y ruego (expone la manera cómo se condujeron estas reuniones), con las mujeres, y con María la Madre de Jesús (tiene que ver con las mujeres que siguieron a Cristo desde Galilea [Mat. 27:55-56]), y con Sus hermanos.
EL SUCESOR DE JUDAS
ISCARIOTE
15 Y en aquellos días, Pedro, levantándose en medio de los Hermanos (representa a Pedro que toma la delantera), dijo (y era el número de los nombres como de ciento y veinte en número) (en esencia es el comienzo de la "Iglesia"),
16 Varones hermanos, convino que se cumpliese La Escritura, la cual dijo antes el Espíritu Santo por la boca de David, de Judas, que fue guía de los que prendieron a Jesús (derivado de Sal. 69:25-28).
17 El cual era contado con nosotros, y recibió parte en este Ministerio (quiere decir que él era uno de los Apóstoles, y escogido por el Señor).
18 Este, pues, adquirió un campo del salario de su iniquidad (se refiere a los Fariseos que tomaron el dinero manchado con la sangre de Judas y compraron su lugar de entierro [Mat. 27:6-8]); y colgándose, reventó por el medio, y todas sus entrañas se derramaron (él se suicidó [Mat. 27:3-8]).
19 Y fue notorio a todos los moradores de Jerusalén (en realidad quiere decir que "se dio a conocer"); de tal manera que aquel campo es llamado en su propia lengua, Acéldama, que es, Campo de sangre (también conocido como el "Campo del Alfarero").
20 Porque está escrito en el Libro de los Salmos, Sea hecha desierta su habitación, y no haya quien more en ella; y (indica que el nombre de Judas estaba en el Libro de la Vida, pero fue borrado debido a su pecado), tome otro su obispado (se refiere a su Apostolado).
21 Conviene, pues, que de estos hombres que han estado juntos con nosotros todo el tiempo que el Señor Jesús entró y salió entre nosotros (probablemente se refiere a los setenta [Luc. 10:17]),
22 Comenzando desde el Bautismo de Juan, hasta el día que fue recibido arriba de entre nosotros (abarca la totalidad de los tres años y medio del Ministerio de Cristo), uno sea hecho testigo con nosotros de Su Resurrección (aprendemos de esto que la Resurrección de Cristo de entre los muertos es una Doctrina Cardinal del Evangelio).
23 Y señalaron a dos, a José, llamado Barsabás, que tenía por sobrenombre Justo, y a Matías (ellos presentarían a estos dos al Señor para Su selección).
24 Y orando (muestra su dependencia completa en el Señor para recibir dirección y ayuda), dijeron, Tú, Señor, que conoces los corazones de todos (nos dice solamente dónde se puede encontrar la Verdad), muestra cuál escoges de estos dos (expresa su deseo de tener la Selección de Dios y Solo Su Selección),
25 Para que tome el oficio de este Ministerio y Apostolado (el Fundamento de la Iglesia), del cual cayó Judas por transgresión (nos dice claramente que Judas una vez conocía al Señor, pues ¿cómo puede caerse de algo del cual nunca ha alcanzado?), para irse a su lugar (la obstinación le llevará al Infierno eterno, justo como Judas fue llevado).
26 Y les echaron suertes (parecido al Urim y Tumim con que los Discípulos estaban familiarizados y por lo cual el Señor, en tiempos del Antiguo Testamento, dio dirección a Su Gente [Deut. 33:8-10; Núm. 27:21]); y cayó la suerte sobre Matías (probablemente quiere decir que los nombres de los dos hombres fueron colocados en dos piedras, pedazos de pergamino o madera, y luego colocados en una urna, para echar a suertes [Lev. 16:8-9; Jos. 14:2]); y fue contado con los Once Apóstoles (indica que él era la Selección de Dios).



Primera Corintios Capítulo 13:
Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.


Hebreos 10:35-12:4
Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida. Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta  en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté,  David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre.



Romanos 8:
Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los   muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.

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