Sonidos del aire libre
El 31 de julio Lectura Bíblica Diaria: Ezequiel 2 - 4:
2
Me dijo: Hijo de hombre, ponte sobre tus pies, y hablaré contigo. Y
luego que me habló, entró el Espíritu en mí y me afirmó sobre mis pies, y
oí al que me hablaba. Y me dijo: Hijo de hombre, yo te envío a los
hijos de Israel, a gentes rebeldes que se rebelaron contra mí; ellos y
sus padres se han rebelado contra mí hasta este mismo día. Yo, pues, te
envío a hijos de duro rostro y de empedernido corazón; y les dirás: Así
ha dicho Jehová el Señor. Acaso ellos escuchen; pero si no escucharen,
porque son una casa rebelde, siempre conocerán que hubo profeta entre
ellos. Y tú, hijo de hombre, no les temas, ni tengas miedo de sus
palabras, aunque te hallas entre zarzas y espinos, y moras con
escorpiones; no tengas miedo de sus palabras, ni temas delante de ellos,
porque son casa rebelde. Les hablarás, pues, mis palabras, escuchen o
dejen de escuchar; porque son muy rebeldes. Mas tú, hijo de hombre, oye
lo que yo te hablo; no seas rebelde como la casa rebelde; abre tu boca, y
come lo que yo te doy. Y miré, y he aquí una mano extendida hacia mí, y
en ella había un rollo de libro. Y lo extendió delante de mí, y estaba
escrito por delante y por detrás; y había escritas en él endechas y
lamentaciones y ayes. 3 Me dijo: Hijo de hombre, come lo que hallas;
come este rollo, y vé y habla a la casa de Israel. Y abrí mi boca, y me
hizo comer aquel rollo. Y me dijo: Hijo de hombre, alimenta tu vientre, y
llena tus entrañas de este rollo que yo te doy. Y lo comí, y fue en mi
boca dulce como miel. Luego me dijo: Hijo de hombre, vé y entra a la
casa de Israel, y habla a ellos con mis palabras. Porque no eres enviado
a pueblo de habla profunda ni de lengua difícil, sino a la casa de
Israel. No a muchos pueblos de habla profunda ni de lengua difícil,
cuyas palabras no entiendas; y si a ellos te enviara, ellos te oyeran.
Mas la casa de Israel no te querrá oír, porque no me quiere oír a mí;
porque toda la casa de Israel es dura de frente y obstinada de corazón.
He aquí yo he hecho tu rostro fuerte contra los rostros de ellos, y tu
frente fuerte contra sus frentes. Como diamante, más fuerte que pedernal
he hecho tu frente; no los temas, ni tengas miedo delante de ellos,
porque son casa rebelde. Y me dijo: Hijo de hombre, toma en tu corazón
todas mis palabras que yo te hablaré, y oye con tus oídos. Y vé y entra a
los cautivos, a los hijos de tu pueblo, y háblales y diles: Así ha
dicho Jehová el Señor; escuchen, o dejen de escuchar. Y me levantó el
Espíritu, y oí detrás de mí una voz de gran estruendo, que decía:
Bendita sea la gloria de Jehová desde su lugar. Oí también el sonido de
las alas de los seres vivientes que se juntaban la una con la otra, y el
sonido de las ruedas delante de ellos, y sonido de gran estruendo. Me
levantó, pues, el Espíritu, y me tomó; y fui en amargura, en la
indignación de mi espíritu, pero la mano de Jehová era fuerte sobre mí. Y
vine a los cautivos en Tel-abib, que moraban junto al río Quebar, y me
senté donde ellos estaban sentados, y allí permanecí siete días atónito
entre ellos. Y aconteció que al cabo de los siete días vino a mí palabra
de Jehová, diciendo: Hijo de hombre, yo te he puesto por atalaya a la
casa de Israel; oirás, pues, tú la palabra de mi boca, y los amonestarás
de mi parte. Cuando yo dijere al impío: De cierto morirás; y tú no le
amonestares ni le hablares, para que el impío sea apercibido de su mal
camino a fin de que viva, el impío morirá por su maldad, pero su sangre
demandaré de tu mano. Pero si tú amonestares al impío, y él no se
convirtiere de su impiedad y de su mal camino, él morirá por su maldad,
pero tú habrás librado tu alma. Si el justo se apartare de su justicia e
hiciere maldad, y pusiere yo tropiezo delante de él, él morirá, porque
tú no le amonestaste; en su pecado morirá, y sus justicias que había
hecho no vendrán en memoria; pero su sangre demandaré de tu mano. Pero
si al justo amonestares para que no peque, y no pecare, de cierto
vivirá, porque fue amonestado; y tú habrás librado tu alma. Vino allí la
mano de Jehová sobre mí, y me dijo: Levántate, y sal al campo, y allí
hablaré contigo. Y me levanté y salí al campo; y he aquí que allí estaba
la gloria de Jehová, como la gloria que había visto junto al río
Quebar; y me postré sobre mi rostro. Entonces entró el Espíritu en mí y
me afirmó sobre mis pies, y me habló, y me dijo: Entra, y enciérrate
dentro de tu casa. Y tú, oh hijo de hombre, he aquí que pondrán sobre ti
cuerdas, y con ellas te ligarán, y no saldrás entre ellos. Y haré que
se pegue tu lengua a tu paladar, y estarás mudo, y no serás a ellos
varón que reprende; porque son casa rebelde. Mas cuando yo te hubiere
hablado, abriré tu boca, y les dirás: Así ha dicho Jehová el Señor: El
que oye, oiga; y el que no quiera oír, no oiga; porque casa rebelde son.
4 Tú, hijo de hombre, tómate un adobe, y ponlo delante de ti, y diseña
sobre él la ciudad de Jerusalén. Y pondrás contra ella sitio, y
edificarás contra ella fortaleza, y sacarás contra ella baluarte, y
pondrás delante de ella campamento, y colocarás contra ella arietes
alrededor. Tómate también una plancha de hierro, y ponla en lugar de
muro de hierro entre ti y la ciudad; afirmarás luego tu rostro contra
ella, y será en lugar de cerco, y la sitiarás. Es señal a la casa de
Israel. Y tú te acostarás sobre tu lado izquierdo y pondrás sobre él la
maldad de la casa de Israel. El número de los días que duermas sobre él,
llevarás sobre ti la maldad de ellos. Yo te he dado los años de su
maldad por el número de los días, trescientos noventa días; y así
llevarás tú la maldad de la casa de Israel. Cumplidos éstos, te
acostarás sobre tu lado derecho segunda vez, y llevarás la maldad de la
casa de Judá cuarenta días; día por año, día por año te lo he dado. Al
asedio de Jerusalén afirmarás tu rostro, y descubierto tu brazo,
profetizarás contra ella. Y he aquí he puesto sobre ti ataduras, y no te
volverás de un lado a otro, hasta que hayas cumplido los días de tu
asedio. Y tú toma para ti trigo, cebada, habas, lentejas, millo y avena,
y ponlos en una vasija, y hazte pan de ellos el número de los días que
te acuestes sobre tu lado; trescientos noventa días comerás de él. La
comida que comerás será de peso de veinte siclos al día; de tiempo en
tiempo la comerás. Y beberás el agua por medida, la sexta parte de un
hin; de tiempo en tiempo la beberás. Y comerás pan de cebada cocido
debajo de la ceniza; y lo cocerás a vista de ellos al fuego de
excremento humano. Y dijo Jehová: Así comerán los hijos de Israel su pan
inmundo, entre las naciones a donde los arrojaré yo. Y dije: ¡Ah, Señor
Jehová! he aquí que mi alma no es inmunda, ni nunca desde mi juventud
hasta este tiempo comí cosa mortecina ni despedazada, ni nunca en mi
boca entró carne inmunda. Y me respondió: He aquí te permito usar
estiércol de bueyes en lugar de excremento humano para cocer tu pan. Me
dijo luego: Hijo de hombre, he aquí quebrantaré el sustento del pan en
Jerusalén; y comerán el pan por peso y con angustia, y beberán el agua
por medida y con espanto, para que al faltarles el pan y el agua, se
miren unos a otros con espanto, y se consuman en su maldad.
Salmo 29:
Tributad a Jehová, oh hijos de los poderosos,
Dad a Jehová la gloria y el poder. Dad a Jehová la gloria debida a su nombre;
Adorad a Jehová en la hermosura de la santidad. Voz de Jehová sobre las aguas;
Truena el Dios de gloria,
Jehová sobre las muchas aguas. Voz de Jehová con potencia;
Voz de Jehová con gloria. Voz de Jehová que quebranta los cedros;
Quebrantó Jehová los cedros del Líbano. Los hizo saltar como becerros;
Al
Líbano y al Sirión como hijos de búfalos. Voz de Jehová que derrama
llamas de fuego; Voz de Jehová que hace temblar el desierto;
Hace temblar Jehová el desierto de Cades. Voz de Jehová que desgaja las encinas,
Y desnuda los bosques;
En su templo todo proclama su gloria. Jehová preside en el diluvio,
Y se sienta Jehová como rey para siempre. Jehová dará poder a su pueblo;
Jehová bendecirá a su pueblo con paz.
Proverbios 17:
Mejor es un bocado seco, y en paz,
Que casa de contiendas llena de provisiones. El siervo prudente se enseñoreará del hijo que deshonra,
Y con los hermanos compartirá la herencia. El crisol para la plata, y la hornaza para el oro;
Pero Jehová prueba los corazones. El malo está atento al labio inicuo;
Y el mentiroso escucha la lengua detractora. El que escarnece al pobre afrenta a su Hacedor;
Y el que se alegra de la calamidad no quedará sin castigo. Corona de los viejos son los nietos,
Y la honra de los hijos, sus padres. No conviene al necio la altilocuencia;
¡Cuánto menos al príncipe el labio mentiroso! Piedra preciosa es el soborno para el que lo practica;
Adondequiera que se vuelve, halla prosperidad. El que cubre la falta busca amistad;
Mas el que la divulga, aparta al amigo. La reprensión aprovecha al entendido,
Más que cien azotes al necio. El rebelde no busca sino el mal,
Y mensajero cruel será enviado contra él. Mejor es encontrarse con una osa a la cual han robado sus cachorros,
Que con un fatuo en su necedad. El que da mal por bien,
No se apartará el mal de su casa. El que comienza la discordia es como quien suelta las aguas;
Deja, pues, la contienda, antes que se enrede. El que justifica al impío, y el que condena al justo,
Ambos son igualmente abominación a Jehová. ¿De qué sirve el precio en la mano del necio para comprar sabiduría,
No teniendo entendimiento? En todo tiempo ama el amigo,
Y es como un hermano en tiempo de angustia. El hombre falto de entendimiento presta fianzas,
Y sale por fiador en presencia de su amigo. El que ama la disputa, ama la transgresión;
Y el que abre demasiado la puerta busca su ruina. El perverso de corazón nunca hallará el bien,
Y el que revuelve con su lengua caerá en el mal. El que engendra al insensato, para su tristeza lo engendra;
Y el padre del necio no se alegrará. El corazón alegre constituye buen remedio;
Mas el espíritu triste seca los huesos. El impío toma soborno del seno
Para pervertir las sendas de la justicia. En el rostro del entendido aparece la sabiduría;
Mas los ojos del necio vagan hasta el extremo de la tierra. El hijo necio es pesadumbre de su padre,
Y amargura a la que lo dio a luz. Ciertamente no es bueno condenar al justo,
Ni herir a los nobles que hacen lo recto. El que ahorra sus palabras tiene sabiduría;
De espíritu prudente es el hombre entendido. Aun el necio, cuando calla, es contado por sabio;
El que cierra sus labios es entendido.
El Libro de Los Hechos Capítulo 3 del Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:
LOS HECHOS DE LOS APÓSTOLES
CAPÍTULO 3
(33 d.C.)
SANIDAD
PEDRO
Pedro
y Juan subían juntos al Templo a
la hora de oración, la de novena (3:00 de
la tarde). 2 Y un hombre que era cojo desde el vientre de su madre, era
traído, a quien ponían
cada día (parece haber sido una ocurrencia
diaria que sucedía muy a menudo de una
manera u otra desde la niñez de este hombre;
poco se daba cuenta que ese día sería el día más
grande de su vida) a la puerta del Templo que
se llama la Hermosa (según Josefo, fue hecho de
un costoso bronce de Corinto; se dice que estaba
casi de 23 metros [cerca de 62 pies] de ancho y
11 metros [31 pies] de alto), para que pidiese
limosna de los que entraban en el Templo (él
era un mendigo).
3 Éste, como vio a Pedro y a Juan que iban
a entrar en el Templo, rogaba que le diesen
limosna.
4 Y Pedro, con Juan, fijando los ojos en
él (indica que fueron conmovidos por el Espíritu
Santo a hacer esto), dijo, Mira a nosotros
(Pedro quiso que escuchara lo que él estaba por
decir).
5 Entonces él estuvo atento a ellos, esperando recibir de ellos algo
(esperando recibir
dinero).
6 Y Pedro dijo, Ni tengo plata ni oro (¿Me
pregunto cómo esta declaración que Pedro dio
con respecto a la plata y el oro se relaciona con
el mensaje moderno de avaricia?); pero lo que
tengo te doy (precisamente en este momento,
la Iglesia moderna tiene bastante plata y oro,
pero no tiene el Poder de Dios): en el Nombre
de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda
(no está en el nombre de Mahoma, ni Confucio,
etc.).
7 Y tomándole por la mano derecha le
levantó (no fue presunción, sino más bien la Fe
en acción): y luego fueron afirmados sus pies
y tobillos (era un milagro).
8 Y saltando, se puso en pie, y anduvo;
y entró con ellos en el Templo, andando, y
saltando, y alabando a Dios.
9 Y todo el pueblo le vio andar y alabar a
Dios (constantemente alababa a Dios).
10 Y conocían que él era el que se sentaba
a solicitar limosna a la Puerta del Templo,
la Hermosa (él solía ir allí, sin lugar a dudas,
durante años): y fueron llenos de asombro y
de espanto por lo que le había acontecido (su
sanidad era innegable).
11 Y aferrado a Pedro y a Juan el cojo que
había sido sanado (no quiso que ni Pedro ni
Juan se escapasen de su vista; le parecía como
que su aflicción le volvería si ellos lo dejaran,
o eso era lo que pensaba), todo el pueblo
concurrió a ellos al pórtico que se llama de
Salomón, atónitos (lo sucedido atrajo a una
multitud, precisamente lo que era la intención
del Espíritu Santo). Y viendo esto Pedro (la multitud que
se reunía), respondió al pueblo, Varones
Israelitas, ¿por qué os maravilláis de esto?
(En esencia, él declaraba que Jesús vive y Su
Obra continúa.) o ¿por qué ponéis los ojos
en nosotros, como si con nuestra virtud o
piedad hubiésemos hecho andar a éste? (Él
se quita de sí mismo la atención y la de Juan y se
la dirige al Señor Jesucristo.)
13 El Dios de Abraham, y de Isaac, y de Jacob, el Dios de nuestros
padres ha glorificado a Su Hijo Jesús (Crisóstomo dijo, «Él se apoyaba
en los Patriarcas de la antigüedad, no sea
que él apareciera haber introducido una nueva
doctrina».); al cual vosotros entregasteis (tiene que ver con los
Principales Sacerdotes que entregaron a Jesús a Pilato para ser
Crucificado), y
negasteis delante de Pilato, juzgando Él que
había de ser suelto (el Espíritu Santo culpa en
gran parte a los líderes religiosos de Israel).
14 Pero vosotros negasteis al Santo y Justo
(pone en relieve el terrible pecado de Israel, y
también el terrible pecado de la mayoría de la
humanidad, y por todas las edades), y pedisteis
que se os diese un homicida (habla de
Barrabás [Mat. 27:15-26], ¡y desde entonces los
dominaban unos asesinos!);
15 Y matasteis al Autor de la vida (Pedro
no tenía pelos en la lengua, no ablandaba su
Mensaje de ninguna manera), Al Cual Dios ha
resucitado de los muertos (la Resurrección,
como sería obvio, ratificó lo que se hizo en la
Cruz); de lo cual nosotros somos testigos
(quiere decir que ellos habían visto personalmente
al Cristo Resucitado; no hay testigo mejor que
un testigo ocular).
16 Y por medio de la Fe de Su Nombre, a éste
que vosotros veis y conocéis (no había manera
alguna de negar el Milagro), ha confirmado
su Nombre (¡presenta el enigma de todas las
cosas!): y la Fe que por Él (Jesús) es, ha dado a
este (el hombre lisiado) esta completa sanidad
en presencia de todos vosotros (no era una
sanidad parcial, sino una sanidad total, así es
como obra el Señor).
17 Pero ahora, hermanos, sé que por ignorancia lo habéis hecho, como
también vuestros Dirigentes (aunque ellos eran ignorantes,
lamentablemente era una ignorancia voluntariosa; en otras palabras, no
tenían ningún deseo
de saber la Verdad acerca de Jesús).
18 Pero Dios ha cumplido (explica que Su
Muerte fue predestinada, pero no predestinada
en cuanto a quien cometería el hecho) así lo
que había antes anunciado por boca de
todos Sus Profetas (en otras palabras, si ellos
hubieran entendido la Biblia, que seguramente
debieron haber entendido, ellos hubieran tenido
conocimiento de Jesús), que Su Cristo había de
padecer (la totalidad de la Historia de la Biblia
es «Jesucristo y Él Crucificado»).
19 Así que, arrepentíos y convertíos (el
arrepentimiento es un reconocimiento de que
Dios tiene razón, y que nosotros estamos equivocados; él le hablaba a
los Dirigentes así como a
la gente), para que sean borrados vuestros pecados (habla de la
Justificación por la Fe), para
que vendrán los tiempos de refrigerio de la
Presencia del Señor (debiera haberse traducido, «a fin de que los
tiempos de refrigerio vengan
de la Presencia del Señor»);
20 Y enviará a Jesucristo (pertenece a la
Segunda Venida [Apoc., cap. 19]), que os fue
antes anunciado (por los Profetas, y también
el Ministerio público de Cristo a Israel durante
aproximadamente tres años y medio):
21 A Quien de cierto es necesario que el Cielo reciba hasta los tiempos
de la restauración
de todas las cosas (se refiere a Jesús que
permanece en el Cielo hasta que esta Dispensación
de la Gracia haya cumplido su curso, después
de la cual Él volverá a esta Tierra), que habló
Dios por boca de Sus Santos Profetas que
han sido desde tiempos antiguos (otra vez, si
ellos hubieran entendido la Palabra de Dios, que
en esa época consistía en Génesis a Malaquías,
habrían entendido todas estas cosas).
22 Porque Moisés dijo a los Padres (Deut.
18:15-19), El Señor vuestro Dios os levantará
Profeta de vuestros hermanos, como yo (la
Promesa del Mesías); a Él oiréis en todas las cosas que os hablare (no
podía estar más claro).
23 Y será, que cualquier alma que no oiga
a aquel Profeta (se refiere a la totalidad del
mundo), será desarraigada del pueblo (¡será
eternamente perdido!).
24 Y todos los Profetas desde Samuel
(aunque hubieron Profetas antes de Samuel,
él era el primero en colocarse en la Oficina de
Profeta) y en adelante, todos los que han
hablado, han anunciado estos días (se refiere
a todos los Profetas, al menos de una manera
u otra, señalaban al Redentor venidero, Quien
sería el Señor Jesucristo).
25 Vosotros sois los hijos de los Profetas
(quiere decir que ellos debieran haber entendido
lo que los Profetas declararon), y del Pacto que
Dios concertó con nuestros Padres (se refiere
al Pacto Abrámico [Gén. 12:1-3]), diciendo a
Abraham, Y en tu simiente serán benditas
todas las familias de la Tierra (habla de
Jesucristo como aquella «Simiente»).
26 A vosotros primeramente (se refiere a
la oferta de la Salvación hecha primero a los
Judíos [Luc. 24:47; Rom. 1:16; 2:10]), Dios,
habiendo levantado a Su Hijo (se refiere a la
Resurrección), le envió para que os bendijese,
a fin de que cada uno se convierta de su (la
maldad suya) maldad (sólo Jesús podía hacer
esto, lo que Él hizo por medio de Su Obra
expiatoria en la Cruz [Ef. 2:13-18]).
Primera Corintios Capítulo 13:Si
hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más
que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don
de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y
si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no
soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi
cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano
con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni
jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no
se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la
maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo
cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue,
mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y
el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de
manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto
desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño,
razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de
niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero
entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero
entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas
tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de
ellas es el amor.
Hebreos 10:35-12:4Así
que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada.
Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la
voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy
poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo
vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero
nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse,
sino de los que tienen fe y preservan su vida. Ahora bien, la fe es la
garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a
ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo
fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino
de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más
aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo,
pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto,
habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar
la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser
llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe
es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios
tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por
la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor
reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó
al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por
la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde
recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la
fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas
de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa,
porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es
arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad
y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos,
porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este
solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las
estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar.
Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas
prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran
extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente
dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado
pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido
oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor,
es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser
llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había
recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo
único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se
establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene
poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado,
recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a
Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob,
cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José,
y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de
su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio
instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién
nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron
que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la
fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del
faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los
efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del
Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la
mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle
miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo
al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre,
para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel.
Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando
los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las
murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su
alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los
desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a
decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté,
David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos,
hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones,
apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada;
sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y
pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la
resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a
golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los
pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e
incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la
mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para
allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades,
afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin
rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos
obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio
el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a
la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por
tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande
de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del
pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que
tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y
perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó
la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está
sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel
que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para
que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran
contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su
sangre.
Romanos 8:Por
lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a
Cristo Jesús, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha
liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo
liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios
envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de
pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así
condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas
demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la
naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a
la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza;
en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los
deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la
mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad
pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es
capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no
pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza
pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive
en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo.
Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del
pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la
justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los
muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los
muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su
Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una
obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa.
Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del
Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque
todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y
ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo,
sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba!
¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos
hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y
coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos
parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan
los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en
nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de
Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su
propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme
esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción
que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de
Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera
dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que
tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras
aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de
nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la
esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene?
Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos
nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a
ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por
nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que
examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el
Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios.
Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de
quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito.
Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser
transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito
entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los
que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los
glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte,
¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio
Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos
generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que
Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo
Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e
intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La
tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el
peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos
amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al
matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio
de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la
vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni
los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la
creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en
Cristo Jesús nuestro Señor.
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