El 29 de julio Lectura Bíblica Diaria
Mensaje de la Cruz de Cristo Jesús-Capítulo-1
Sonidos del aire libreLamentations 1 - 2:
La grande entre las naciones se ha vuelto como viuda,
La señora de provincias ha sido hecha tributaria. Amargamente llora en la noche, y sus lágrimas están en sus mejillas.
No tiene quien la consuele de todos sus amantes;
Todos sus amigos le faltaron, se le volvieron enemigos. Judá ha ido en cautiverio a causa de la aflicción y de la dura servidumbre;
Ella habitó entre las naciones, y no halló descanso;
Todos sus perseguidores la alcanzaron entre las estrechuras. Las calzadas de Sion tienen luto, porque no hay quien venga a las fiestas solemnes;
Todas sus puertas están asoladas, sus sacerdotes gimen,
Sus vírgenes están afligidas, y ella tiene amargura. Sus enemigos han sido hechos príncipes, sus aborrecedores fueron prosperados,
Porque Jehová la afligió por la multitud de sus rebeliones;
Sus hijos fueron en cautividad delante del enemigo. Desapareció de la hija de Sion toda su hermosura;
Sus príncipes fueron como ciervos que no hallan pasto,
Y anduvieron sin fuerzas delante del perseguidor. Jerusalén, cuando cayó su pueblo en mano del enemigo y no hubo quien la ayudase,
Se acordó de los días de su aflicción, y de sus rebeliones,
Y de todas las cosas agradables que tuvo desde los tiempos antiguos.
La miraron los enemigos, y se burlaron de su caída. Pecado cometió Jerusalén, por lo cual ella ha sido removida;
Todos los que la honraban la han menospreciado, porque vieron su vergüenza;
Y ella suspira, y se vuelve atrás. Su inmundicia está en sus faldas, y no se acordó de su fin;
Por tanto, ella ha descendido sorprendentemente, y no tiene quien la consuele.
Mira, oh Jehová, mi aflicción, porque el enemigo se ha engrandecido. Extendió su mano el enemigo a todas sus cosas preciosas;
Ella ha visto entrar en su santuario a las naciones
De las cuales mandaste que no entrasen en tu congregación. Todo su pueblo buscó su pan suspirando;
Dieron por la comida todas sus cosas preciosas, para entretener la vida.
Mira, oh Jehová, y ve que estoy abatida. ¿No os conmueve a cuantos pasáis por el camino?
Mirad, y ved si hay dolor como mi dolor que me ha venido;
Porque Jehová me ha angustiado en el día de su ardiente furor. Desde lo alto envió fuego que consume mis huesos;
Ha extendido red a mis pies, me volvió atrás,
Me dejó desolada, y con dolor todo el día. El yugo de mis rebeliones ha sido atado por su mano;
Ataduras han sido echadas sobre mi cerviz; ha debilitado mis fuerzas;
Me ha entregado el Señor en manos contra las cuales no podré levantarme. El Señor ha hollado a todos mis hombres fuertes en medio de mí;
Llamó contra mí compañía para quebrantar a mis jóvenes;
Como lagar ha hollado el Señor a la virgen hija de Judá. Por esta causa lloro; mis ojos, mis ojos fluyen aguas,
Porque se alejó de mí el consolador que dé reposo a mi alma;
Mis hijos son destruidos, porque el enemigo prevaleció. Sion extendió sus manos; no tiene quien la consuele;
Jehová dio mandamiento contra Jacob, que sus vecinos fuesen sus enemigos;
Jerusalén fue objeto de abominación entre ellos. Jehová es justo; yo contra su palabra me rebelé.
Oíd ahora, pueblos todos, y ved mi dolor;
Mis vírgenes y mis jóvenes fueron llevados en cautiverio. Di voces a mis amantes, mas ellos me han engañado;
Mis sacerdotes y mis ancianos en la ciudad perecieron,
Buscando comida para sí con que entretener su vida. Mira, oh Jehová, estoy atribulada, mis entrañas hierven.
Mi corazón se trastorna dentro de mí, porque me rebelé en gran manera.
Por fuera hizo estragos la espada; por dentro señoreó la muerte. Oyeron que gemía, mas no hay consolador para mí;
Todos mis enemigos han oído mi mal, se alegran de lo que tú hiciste.
Harás venir el día que has anunciado, y serán como yo. Venga delante de ti toda su maldad,
Y haz con ellos como hiciste conmigo por todas mis rebeliones;
Porque muchos son mis suspiros, y mi corazón está adolorido.
2 ¡Cómo oscureció el Señor en su furor a la hija de Sion!
Derribó del cielo a la tierra la hermosura de Israel,
Y no se acordó del estrado de sus pies en el día de su furor. Destruyó el Señor, y no perdonó;
Destruyó en su furor todas las tiendas de Jacob;
Echó por tierra las fortalezas de la hija de Judá,
Humilló al reino y a sus príncipes. Cortó con el ardor de su ira todo el poderío de Israel;
Retiró de él su diestra frente al enemigo,
Y se encendió en Jacob como llama de fuego que ha devorado alrededor. Entesó su arco como enemigo, afirmó su mano derecha como adversario,
Y destruyó cuanto era hermoso.
En la tienda de la hija de Sion derramó como fuego su enojo. El Señor llegó a ser como enemigo, destruyó a Israel;
Destruyó todos sus palacios, derribó sus fortalezas,
Y multiplicó en la hija de Judá la tristeza y el lamento. Quitó su tienda como enramada de huerto;
Destruyó el lugar en donde se congregaban;
Jehová ha hecho olvidar las fiestas solemnes y los días de reposo en Sion,
Y en el ardor de su ira ha desechado al rey y al sacerdote. Desechó el Señor su altar, menospreció su santuario;
Ha entregado en mano del enemigo los muros de sus palacios;
Hicieron resonar su voz en la casa de Jehová como en día de fiesta. Jehová determinó destruir el muro de la hija de Sion;
Extendió el cordel, no retrajo su mano de la destrucción;
Hizo, pues, que se lamentara el antemuro y el muro; fueron desolados juntamente. Sus puertas fueron echadas por tierra, destruyó y quebrantó sus cerrojos;
Su rey y sus príncipes están entre las naciones donde no hay ley;
Sus profetas tampoco hallaron visión de Jehová. Se sentaron en tierra, callaron los ancianos de la hija de Sion;
Echaron polvo sobre sus cabezas, se ciñeron de cilicio;
Las vírgenes de Jerusalén bajaron sus cabezas a tierra. Mis ojos desfallecieron de lágrimas, se conmovieron mis entrañas,
Mi hígado se derramó por tierra a causa del quebrantamiento de la hija de mi pueblo,
Cuando desfallecía el niño y el que mamaba, en las plazas de la ciudad. Decían a sus madres: ¿Dónde está el trigo y el vino?
Desfallecían como heridos en las calles de la ciudad,
Derramando sus almas en el regazo de sus madres. ¿Qué testigo te traeré, o a quién te haré semejante, hija de Jerusalén?
¿A quién te compararé para consolarte, oh virgen hija de Sion?
Porque grande como el mar es tu quebrantamiento; ¿quién te sanará? Tus profetas vieron para ti vanidad y locura;
Y no descubrieron tu pecado para impedir tu cautiverio,
Sino que te predicaron vanas profecías y extravíos. Todos los que pasaban por el camino batieron las manos sobre ti;
Silbaron, y movieron despectivamente sus cabezas sobre la hija de Jerusalén, diciendo:
¿Es esta la ciudad que decían de perfecta hermosura, el gozo de toda la tierra? Todos tus enemigos abrieron contra ti su boca;
Se burlaron, y crujieron los dientes; dijeron: Devorémosla;
Ciertamente este es el día que esperábamos; lo hemos hallado, lo hemos visto. Jehová ha hecho lo que tenía determinado;
Ha cumplido su palabra, la cual él había mandado desde tiempo antiguo.
Destruyó, y no perdonó;
Y ha hecho que el enemigo se alegre sobre ti,
Y enalteció el poder de tus adversarios. El corazón de ellos clamaba al Señor;
Oh hija de Sion, echa lágrimas cual arroyo día y noche;
No descanses, ni cesen las niñas de tus ojos. Levántate, da voces en la noche, al comenzar las vigilias;
Derrama como agua tu corazón ante la presencia del Señor;
Alza tus manos a él implorando la vida de tus pequeñitos,
Que desfallecen de hambre en las entradas de todas las calles. Mira, oh Jehová, y considera a quién has hecho así.
¿Han de comer las mujeres el fruto de sus entrañas, los pequeñitos a su tierno cuidado?
¿Han de ser muertos en el santuario del Señor el sacerdote y el profeta? Niños y viejos yacían por tierra en las calles;
Mis vírgenes y mis jóvenes cayeron a espada;
Mataste en el día de tu furor; degollaste, no perdonaste. Has convocado de todas partes mis temores, como en un día de solemnidad;
Y en el día del furor de Jehová no hubo quien escapase ni quedase vivo;
Los que crié y mantuve, mi enemigo los acabó.
Salmo 27:
Proverbios 15:
La
respuesta amable calma el enojo, pero la agresiva echa leña al fuego.
La lengua de los sabios destila conocimiento; la boca de los necios
escupe necedades. Los ojos del Señor están en todo lugar, vigilando a
los buenos y a los malos. La lengua que brinda consuelo es árbol de
vida; la lengua insidiosa deprime el espíritu. El necio desdeña la
corrección de su padre; el que la acepta demuestra prudencia. En la casa
del justo hay gran abundancia; en las ganancias del malvado, grandes
problemas. Los labios de los sabios esparcen conocimiento; el corazón de
los necios ni piensa en ello. El Señor aborrece las ofrendas de los
malvados, pero se complace en la oración de los justos. El Señor
aborrece el camino de los malvados, pero ama a quienes siguen la
justicia. Para el descarriado, disciplina severa; para el que aborrece
la corrección, la muerte. Si ante el Señor están el sepulcro y la
muerte, ¡cuánto más el corazón humano! Al insolente no le gusta que lo
corrijan, ni busca la compañía de los sabios. El corazón alegre se
refleja en el rostro, el corazón dolido deprime el espíritu. El corazón
entendido va tras el conocimiento; la boca de los necios se nutre de
tonterías. Para el afligido todos los días son malos; para el que es
feliz siempre es día de fiesta. Más vale tener poco, con temor del
Señor, que muchas riquezas con grandes angustias. Más vale comer
verduras sazonadas con amor que un festín de carne sazonada con odio. El
que es iracundo provoca contiendas; el que es paciente las apacigua. El
camino del perezoso está plagado de espinas, pero la senda del justo es
como una calzada. El hijo sabio alegra a su padre; el hijo necio
menosprecia a su madre. Al necio le divierte su falta de juicio; el
entendido endereza sus propios pasos. Cuando falta el consejo, fracasan
los planes; cuando abunda el consejo, prosperan. Es muy grato dar la
respuesta adecuada, y más grato aún cuando es oportuna. El sabio sube
por el sendero de vida, para librarse de caer en el sepulcro. El Señor
derriba la casa de los soberbios, pero mantiene intactos los linderos de
las viudas. El Señor aborrece los planes de los malvados, pero le
agradan las palabras puras. El ambicioso acarrea mal sobre su familia;
el que aborrece el soborno vivirá. El corazón del justo medita sus
respuestas, pero la boca del malvado rebosa de maldad. El Señor se
mantiene lejos de los impíos, pero escucha las oraciones de los justos.
Una mirada radiante alegra el corazón, y las buenas noticias renuevan
las fuerzas. El que atiende a la crítica edificante habitará entre los
sabios. Rechazar la corrección es despreciarse a sí mismo; atender a la
reprensión es ganar entendimiento. El temor del Señor es corrección y
sabiduría; la humildad precede a la honra.
El Libro de Los Hechos Capítulo 1 del Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:
LOS HECHOS DE LOS APÓSTOLES
CAPÍTULO 1
(33 d.C.)
POSRESURRECCIÓN
EN el primer tratado (se refiere al Evangelio de Lucas, que probablemente fue terminado un año y tanto antes de escribir este relato llamado, "Los Hechos de los Apóstoles"), Oh Teófilo (la misma persona al cual Lucas se dirigió en aquel Evangelio), he hablado de todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar (es el Estándar, el Principal y el Fundamento del Evangelio),
2 Hasta el día en que fue recibido arriba (la Resurrección), habiendo dado Mandamientos por el Espíritu Santo (se refiere a que el Espíritu de Dios es el Orador y el Actor en este Libro) a los Apóstoles que escogió (se refiere al Ministerio de nuestro Señor de aproximadamente tres años y medio, del cual los Apóstoles presenciaron):
3 A los cuales, después de haber padecido, se presentó vivo con muchas pruebas indubitables (muchas personas Lo vieron después de Su Resurrección, y antes de Su Ascensión), apareciéndoles por cuarenta días (a partir del momento de la Resurrección hasta el momento de Su Ascensión), y hablándoles del Reino de Dios (parece que se incluyó mucha enseñanza durante este período de tiempo):
EL ESPÍRITU SANTO
4 Y estando juntos (se refiere al momento cuando Él subió de regreso al Padre; probablemente era durante el tiempo cuando se le apareció "a más de quinientos" [I Cor. 15:6]), les Mandó (no una sugerencia) que no se fuesen de Jerusalén (el lugar del Templo donde el Espíritu Santo descendería), sino que esperasen la Promesa del Padre (hace referencia al Espíritu Santo que el Padre prometió [Luc. 24:49; Joel, cap. 2]), que oísteis, dijo, de Mí (ustedes también Me oyeron decir estas cosas [Jn. 7:37-39; 14:12-17, 26; 15:26; 16:7-15]).
LA PROFECÍA
5 Porque Juan a la verdad bautizó con agua (simplemente simbolizaba el mejor Bautismo que los Creyentes podían recibir antes del Día de Pentecostés); mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo no muchos días después de estos (se refiere al Día de Pentecostés venidero, aunque Jesús no usó ese término en ese instante).
6 Entonces los que se habían juntado le preguntaron, diciendo (aparentemente da los detalles de la última reunión antes de la Ascensión), Señor, ¿restituirás el Reino a Israel en este tiempo? (Él contestaría más tarde este interrogante por medio del Apóstol Pablo [II Tes., cap. 2].)
7 Y les dijo, No toca a vosotros saber los tiempos o las sazones que el Padre puso en Su Sola potestad (el Maestro dice que no es asunto de los seguidores de Cristo ocuparse en saber esta información, sino más bien "Ocupad entre tanto que Yo vengo" [Luc. 19:13]).
EL PODER
8 Mas recibiréis poder (Poder para Obrar Milagros) del Espíritu Santo que vendrá sobre vosotros (expresamente dice que este "Poder" está inherente en el Espíritu Santo, y únicamente en Su Dominio): y Me (sin el Bautismo con el Espíritu Santo, realmente no se puede conocer a Jesús como ha de conocerlo) seréis testigos (no significa testificar a las almas, sino más bien entregarse en toda su capacidad a Cristo, hasta dar su vida por Él) en Jerusalén, en toda Judea, y Samaria, y hasta lo último de la Tierra (hace bien claro que la Obra de Dios tiene alcance mundial).
LA ASCENCIÓN
9 Y habiendo dicho estas cosas (se refiere a Sus últimas instrucciones para Sus seguidores), viéndolo ellos, fue alzado (se refiere a Él que sube delante de su vista); y una nube le recibió y le quitó de sus ojos (representa la Gloria Shekiná de Dios, que envolvió a Cristo cuando Él ascendía).
EL SEGUNDO ADVENIMIENTO
10 Y estando con los ojos puestos en el Cielo, entre tanto que Él iba (estas declaraciones son importantes porque afirman Su Ascensión actual presenciada por testigos oculares), he aquí, dos varones se pusieron junto a ellos en vestidos blancos (estos dos "hombres" eran en realidad Ángeles);
11 Los cuales también les dijeron, Varones Galileos, ¿por qué estáis mirando al Cielo? (No significa que solamente varones estaban presentes, sino que era un término común que se usaba tanto para hombres como para mujeres.) Este mismo Jesús que ha sido tomado desde vosotros arriba en el Cielo (se refiere al mismo Cuerpo Humano con las marcas de los clavos en Sus Manos y Pies, etc.), así vendrá como Le habéis visto ir al Cielo (se refiere al mismo lugar, que es el Monte de los Olivos).
EL APOSENTO ALTO
12 Entonces se volvieron a Jerusalén del Monte que se llama de los Olivos (representa, como se dijo, el lugar de Su Ascensión, que también será el lugar de Su Descenso), el cual está cerca de Jerusalén camino de un Sábado (representa un poco menos de un kilómetro [media milla]).
13 Y entrados, subieron al aposento alto (probablemente la misma habitación donde ellos comieron la Pascua con Cristo [Luc. 22:12]), donde moraban Pedro y Santiago, Juan y Andrés, Felipe y Tomás, Bartolomé y Mateo, Jacobo hijo de Alfeo, y Simón Zelote, y Judas hermano de Jacobo (este Judas también se llama "Lebeo" y "Tadeo" [Mat. 10:3; Marc. 3:18]).
14 Todos éstos perseveraban unánimes en oración y ruego (expone la manera cómo se condujeron estas reuniones), con las mujeres, y con María la Madre de Jesús (tiene que ver con las mujeres que siguieron a Cristo desde Galilea [Mat. 27:55-56]), y con Sus hermanos.
EL SUCESOR DE JUDAS
ISCARIOTE
15 Y en aquellos días, Pedro, levantándose en medio de los Hermanos (representa a Pedro que toma la delantera), dijo (y era el número de los nombres como de ciento y veinte en número) (en esencia es el comienzo de la "Iglesia"),
16 Varones hermanos, convino que se cumpliese La Escritura, la cual dijo antes el Espíritu Santo por la boca de David, de Judas, que fue guía de los que prendieron a Jesús (derivado de Sal. 69:25-28).
17 El cual era contado con nosotros, y recibió parte en este Ministerio (quiere decir que él era uno de los Apóstoles, y escogido por el Señor).
18 Este, pues, adquirió un campo del salario de su iniquidad (se refiere a los Fariseos que tomaron el dinero manchado con la sangre de Judas y compraron su lugar de entierro [Mat. 27:6-8]); y colgándose, reventó por el medio, y todas sus entrañas se derramaron (él se suicidó [Mat. 27:3-8]).
19 Y fue notorio a todos los moradores de Jerusalén (en realidad quiere decir que "se dio a conocer"); de tal manera que aquel campo es llamado en su propia lengua, Acéldama, que es, Campo de sangre (también conocido como el "Campo del Alfarero").
20 Porque está escrito en el Libro de los Salmos, Sea hecha desierta su habitación, y no haya quien more en ella; y (indica que el nombre de Judas estaba en el Libro de la Vida, pero fue borrado debido a su pecado), tome otro su obispado (se refiere a su Apostolado).
21 Conviene, pues, que de estos hombres que han estado juntos con nosotros todo el tiempo que el Señor Jesús entró y salió entre nosotros (probablemente se refiere a los setenta [Luc. 10:17]),
22 Comenzando desde el Bautismo de Juan, hasta el día que fue recibido arriba de entre nosotros (abarca la totalidad de los tres años y medio del Ministerio de Cristo), uno sea hecho testigo con nosotros de Su Resurrección (aprendemos de esto que la Resurrección de Cristo de entre los muertos es una Doctrina Cardinal del Evangelio).
23 Y señalaron a dos, a José, llamado Barsabás, que tenía por sobrenombre Justo, y a Matías (ellos presentarían a estos dos al Señor para Su selección).
24 Y orando (muestra su dependencia completa en el Señor para recibir dirección y ayuda), dijeron, Tú, Señor, que conoces los corazones de todos (nos dice solamente dónde se puede encontrar la Verdad), muestra cuál escoges de estos dos (expresa su deseo de tener la Selección de Dios y Solo Su Selección),
25 Para que tome el oficio de este Ministerio y Apostolado (el Fundamento de la Iglesia), del cual cayó Judas por transgresión (nos dice claramente que Judas una vez conocía al Señor, pues ¿cómo puede caerse de algo del cual nunca ha alcanzado?), para irse a su lugar (la obstinación le llevará al Infierno eterno, justo como Judas fue llevado).
26 Y les echaron suertes (parecido al Urim y Tumim con que los Discípulos estaban familiarizados y por lo cual el Señor, en tiempos del Antiguo Testamento, dio dirección a Su Gente [Deut. 33:8-10; Núm. 27:21]); y cayó la suerte sobre Matías (probablemente quiere decir que los nombres de los dos hombres fueron colocados en dos piedras, pedazos de pergamino o madera, y luego colocados en una urna, para echar a suertes [Lev. 16:8-9; Jos. 14:2]); y fue contado con los Once Apóstoles (indica que él era la Selección de Dios).
Primera Corintios Capítulo 13:
Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.
Hebreos 10:35-12:4
Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida. Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre.
Romanos 8:
Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.
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