El 30 de abril Lectura Bíblica Diaria:
Génesis 47 a 49:
José
  fue a informarle al faraón, y le dijo: Mi padre y mis hermanos han  
venido desde Canaán con sus ovejas y sus vacas y todas sus pertenencias.
  Ya se encuentran en la región de Gosén. Además, José había elegido a  
cinco de sus hermanos para presentárselos al faraón. Y éste les  
preguntó: ¿En qué trabajan ustedes? Nosotros, sus siervos, somos  
pastores, al igual que nuestros antepasados respondieron ellos. Hemos  
venido a vivir en este país porque en Canaán ya no hay pastos para  
nuestros rebaños. ¡Es terrible el hambre que acosa a ese país! Por eso  
le rogamos a usted nos permita vivir en la región de Gosén. Entonces el 
 faraón le dijo a José: Tu padre y tus hermanos han venido a estar  
contigo. La tierra de Egipto está a tu disposición. Haz que se asienten 
 en lo mejor de la tierra; que residan en la región de Gosén. Y si sabes
  que hay entre ellos hombres capaces, ponlos a cargo de mi propio 
ganado.  Luego José llevó a Jacob, su padre, y se lo presentó al faraón.
 Jacob  saludó al faraón con reverencia, y el faraón le preguntó: 
¿Cuántos años  tienes? Ya tengo ciento treinta años respondió Jacob. Mis
 años de andar  peregrinando de un lado a otro han sido pocos y 
difíciles, pero no se  comparan con los años de peregrinaje de mis 
antepasados. Luego Jacob se  despidió del faraón con sumo respeto, y se 
retiró de su presencia. José  instaló a su padre y a sus hermanos, y les
 entregó terrenos en la mejor  región de Egipto, es decir, en el 
distrito de Ramsés, tal como lo había  ordenado el faraón. José también 
proveyó de alimentos a su padre y a sus  hermanos, y a todos sus 
familiares, según las necesidades de cada uno.  El hambre en Egipto y en
 Canaán era terrible. No había alimento en  ninguna parte, y la gente 
estaba a punto de morir. Todo el dinero que  los habitantes de Egipto y 
de Canaán habían pagado por el alimento, José  lo recaudó para 
depositarlo en el palacio del faraón. Cuando a egipcios  y cananeos se 
les acabó el dinero, los egipcios fueron a ver a José y  le reclamaron: 
¡Dénos de comer! ¿Hemos de morir en su presencia sólo  porque no tenemos
 más dinero? Y José les contestó: Si ya se les acabó el  dinero, traigan
 su ganado y, a cambio, les daré alimento. Los egipcios  llevaron a José
 su ganado, es decir, sus caballos, vacas, ovejas y  asnos, y a cambio 
de ellos José les dio alimento durante todo ese año.  Al año siguiente 
fueron a decirle a José: Señor, no podemos ocultar el  hecho de que ya 
no tenemos más dinero, y de que todo nuestro ganado ya  es suyo. Ya no 
tenemos nada que ofrecerle, de no ser nuestros propios  cuerpos y 
nuestras tierras. ¿Va usted a permitir que nos muramos junto  con 
nuestras tierras? Cómprenos usted a nosotros y a nuestras tierras, a  
cambio de alimento. Así seremos esclavos del faraón junto con nuestras  
tierras. ¡Pero dénos usted semilla, para que podamos vivir y la tierra  
no quede desolada! De esta manera José adquirió para el faraón todas las
  tierras de Egipto, porque los egipcios, obligados por el hambre, le  
vendieron todos sus terrenos. Fue así como todo el país llegó a ser  
propiedad del faraón, y todos en Egipto quedaron reducidos a la  
esclavitud. Los únicos terrenos que José no compró fueron los que  
pertenecían a los sacerdotes. Éstos no tuvieron que vender sus terrenos 
 porque recibían una ración de alimento de parte del faraón. Luego José 
 le informó al pueblo: Desde ahora ustedes y sus tierras pertenecen al  
faraón, porque yo los he comprado. Aquí tienen semilla. Siembren la  
tierra. Cuando llegue la cosecha, deberán entregarle al faraón la quinta
  parte de lo cosechado. Las otras cuatro partes serán para la siembra 
de  los campos, y para alimentarlos a ustedes, a sus hijos y a sus  
familiares. ¡Usted nos ha salvado la vida, y hemos contado con su favor!
  respondieron ellos. ¡Seremos esclavos del faraón! José estableció esta
  ley en toda la tierra de Egipto, que hasta el día de hoy sigue 
vigente:  la quinta parte de la cosecha le pertenece al faraón. Sólo las
 tierras  de los sacerdotes no llegaron a ser del faraón. Los israelitas
 se  asentaron en Egipto, en la región de Gosén. Allí adquirieron  
propiedades, prosperaron y llegaron a ser muy numerosos. Jacob residió  
diecisiete años en Egipto, y llegó a vivir un total de ciento cuarenta y
  siete años. Cuando Israel estaba a punto de morir, mandó llamar a su  
hijo José y le dijo: Si de veras me quieres, pon tu mano debajo de mi  
muslo y prométeme amor y lealtad. ¡Por favor, no me entierres en Egipto!
  Cuando vaya a descansar junto a mis antepasados, sácame de Egipto y  
entiérrame en el sepulcro de ellos. Haré lo que me pides contestó José. 
 ¡Júramelo! insistió su padre. José se lo juró, e Israel se reclinó 
sobre  la cabecera de la cama. Poco tiempo después le informaron a José 
que su  padre estaba enfermo. Entonces fue a visitarlo y llevó consigo a
 sus  dos hijos, Manasés y Efraín. Cuando le avisaron a Jacob que su 
hijo  venía a verlo, hizo un esfuerzo, se sentó en la cama y le dijo a 
José:  El Dios Todopoderoso se me apareció en Luz, en la tierra de 
Canaán, y me  bendijo con esta promesa: Te haré fecundo, te 
multiplicaré, y haré que  tus descendientes formen una comunidad de 
naciones. Además, a tu  descendencia le daré esta tierra como su 
posesión perpetua. Ahora bien,  los dos hijos que te nacieron aquí en 
Egipto, antes de que me reuniera  contigo, serán considerados míos. 
Efraín y Manasés serán tan míos como  lo son Rubén y Simeón. Los hijos 
que tengas después de ellos serán  tuyos, y a través de sus hermanos 
recibirán su herencia. Cuando yo  regresaba de Padán Aram, tu madre 
murió cerca de Efrata, en tierra de  Canaán, y allí la sepulté junto al 
camino de Efrata, es decir, Belén. Al  ver a los hijos de José, Israel 
preguntó: Y estos chicos, ¿quiénes son?  Son los hijos que Dios me ha 
concedido aquí le respondió José a su  padre. Entonces Israel le dijo: 
Acércalos, por favor, para que les dé mi  bendición. Israel ya era muy 
anciano, y por su avanzada edad casi no  podía ver; por eso José los 
acercó, y su padre los besó y abrazó. Luego  le dijo a José: Ya había 
perdido la esperanza de volver a verte, ¡y  ahora Dios me ha concedido 
ver también a tus hijos! José los retiró de  las rodillas de Israel y se
 postró rostro en tierra. Luego tomó a sus  dos hijos, a Efraín con la 
derecha y a Manasés con la izquierda, y se  los presentó a su padre. De 
esta manera Efraín quedó a la izquierda de  Israel y Manasés a su 
derecha. Pero Israel, al extender las manos, las  entrecruzó y puso su 
derecha sobre la cabeza de Efraín, aunque era el  menor, y su izquierda 
sobre la cabeza de Manasés, aunque era el mayor. Y  los bendijo con 
estas palabras: "Que el Dios en cuya presencia  caminaron mis padres, 
Abraham e Isaac, el Dios que me ha guiado desde el  día en que nací 
hasta hoy, el ángel que me ha rescatado de todo mal,  bendiga a estos 
jóvenes. mi *nombre y el de mis padres, Abraham e Isaac.  sobre la 
tierra." A José no le agradó ver que su padre pusiera su mano  derecha 
sobre la cabeza de Efraín, así que tomando la mano de su padre,  la pasó
 de la cabeza de Efraín a la de Manasés, mientras le reclamaba:  ¡Así 
no, padre mío! ¡Pon tu mano derecha sobre la cabeza de éste, que es  el 
primogénito! Pero su padre se resistió, y le contestó: ¡Ya lo sé,  hijo,
 ya lo sé! También él gestará a un pueblo, y llegará a ser  importante. 
Pero su hermano menor será aún más importante, y su  descendencia dará 
origen a muchas naciones. Aquel día Jacob los bendijo  así: "Ésta será 
la bendición que en Israel se habrá de pronunciar: Que  Dios cuide de ti
 como cuidó de Efraín y de Manasés. " De este modo,  Israel dio a Efraín
 la primacía sobre Manasés. Finalmente, Israel le  dijo a José: Yo estoy
 a punto de morir; pero Dios estará con ustedes y  los hará volver a la 
tierra de sus antepasados. Y a ti, que estás por  encima de tus 
hermanos, te doy Siquén, tierra que luchando a brazo  partido arrebaté a
 los amorreos. Jacob llamó a sus hijos y les dijo:  "Reúnanse, que voy a
 declararles lo que les va a suceder en el futuro:  "Hijos de Jacob: 
acérquense y escuchen; presten atención a su padre  Israel. "Tú, Rubén, 
eres mi primogénito, primer fruto de mi fuerza y  virilidad, primero en 
honor y en poder. Impetuoso como un torrente, ya  no serás el primero: 
te acostaste en mi cama; profanaste la cama de tu  propio padre. "Simeón
 y Leví son chacales; sus espadas son instrumentos  de violencia. ¡No 
quiero participar de sus reuniones, ni arriesgar mi  honor en sus 
asambleas! En su furor mataron *hombres, y por capricho  mutilaron 
toros. ¡Malditas sean la violencia de su enojo y la crueldad  de su 
furor! Los dispersaré en el país de Jacob, los desparramaré en la  
tierra de Israel. "Tú, Judá, serás alabado por tu hermanos; dominarás a 
 tus enemigos, y tus propios hermanos se inclinarán ante ti. Mi hijo 
Judá  es como un cachorro de león que se ha nutrido de la presa. Se 
tiende al  acecho como león, como leona que nadie se atreve a molestar. 
El cetro  no se apartará de Judá, ni de entre sus pies el bastón de 
mando, hasta  que llegue el verdadero rey, quien merece la obediencia de
 los pueblos.  Judá amarra su asno a la vid, y la cría de su asno a la 
mejor cepa; lava  su ropa en vino; su manto, en la sangre de las uvas. 
Sus ojos son más  oscuros que el vino; sus dientes, más blancos que la 
leche. "Zabulón  vivirá a la orilla del mar; será puerto seguro para las
 naves, y sus  fronteras llegarán hasta Sidón. "Isacar es un asno fuerte
 echado entre  dos alforjas. Al ver que el establo era bueno y que la 
tierra era  agradable, agachó el hombro para llevar la carga y se 
sometió a la  esclavitud. "Dan hará justicia en su pueblo, como una de 
las tribus de  Israel. Dan es una serpiente junto al camino, una víbora 
junto al  sendero, que muerde los talones del caballo y hace caer de 
espaldas al  jinete. "¡Señor, espero tu salvación! "Las hordas atacan a 
Gad, pero él  las atacará por la espalda. "Aser disfrutará de comidas 
deliciosas;  ofrecerá manjares de reyes. "Neftalí es una gacela libre, 
que tiene  hermosos cervatillos. "José es un retoño fértil, fértil 
retoño junto al  agua, cuyas ramas trepan por el muro. Los arqueros lo 
atacaron sin  piedad; le tiraron flechas, lo hostigaron. Pero su arco se
 mantuvo  firme, porque sus brazos son fuertes. ¡Gracias al Dios fuerte 
de Jacob,  al Pastor y Roca de Israel! ¡Gracias al Dios de tu padre, que
 te ayuda!  ¡Gracias al Todopoderoso, que te bendice! ¡Con bendiciones 
de lo alto!  ¡Con bendiciones del abismo! ¡Con bendiciones de los pechos
 y del seno  materno! Son mejores las bendiciones de tu padre que las de
 los montes  de antaño, que la abundancia de las colinas eternas. ¡Que 
descansen  estas bendiciones sobre la cabeza de José, sobre la frente 
del escogido  entre sus hermanos! "Benjamín es un lobo rapaz que en la 
mañana devora  la presa y en la tarde reparte los despojos." Éstas son 
las doce tribus  de Israel, y esto es lo que su padre les dijo cuando 
impartió a cada una  de ellas su bendición. Además, Jacob les dio estas 
instrucciones: "Ya  estoy a punto de reunirme con los míos. Entiérrenme 
junto a mis  antepasados, en la cueva que está en el campo de Efrón el 
hitita. Se  trata de la cueva de Macpela, frente a Mamré, en la tierra 
de Canaán.  Está en el campo que Abraham le compró a Efrón el hitita, 
para que fuera  el sepulcro de la familia. Allí fueron sepultados 
Abraham y su esposa  Sara, Isaac y su esposa Rebeca, y allí también 
enterré a Lea. Ese campo y  su cueva se les compró a los hititas." 
Cuando Jacob terminó de dar  estas instrucciones a sus hijos, volvió a 
acostarse, exhaló el último  suspiro, y fue a reunirse con sus 
antepasados.
Salmos 137:
Junto
  a los ríos de Babilonia nos sentábamos, y llorábamos al acordarnos de 
 Sión. En los álamos que había en la ciudad colgábamos nuestras arpas.  
Allí, los que nos tenían cautivos nos pedían que entonáramos canciones; 
 nuestros opresores nos pedían estar alegres; nos decían: "¡Cántennos un
  cántico de Sión!" ¿Cómo cantar las canciones del Señor en una tierra  
extraña? Ah, Jerusalén, Jerusalén, si llegara yo a olvidarte, ¡que la  
mano derecha se me seque! Si de ti no me acordara, ni te pusiera por  
encima de mi propia alegría, ¡que la lengua se me pegue al paladar!  
Señor, acuérdate de los edomitas el día en que cayó Jerusalén.  
"¡Arrásenla gritaban, arrásenla hasta sus cimientos!" Hija de Babilonia,
  que has de ser destruida, *¡dichoso el que te haga pagar por todo lo  
que nos has hecho! ¡Dichoso el que agarre a tus pequeños y los estrelle 
 contra las rocas!
Proverbios 12:
El
  que ama la disciplina ama el conocimiento, pero el que la aborrece es 
 un necio. El hombre bueno recibe el favor del Señor, pero el intrigante
  recibe su condena. Nadie puede afirmarse por medio de la maldad; sólo 
 queda firme la raíz de los justos. La mujer ejemplar es corona de su  
esposo; la desvergonzada es carcoma en los huesos. En los planes del  
justo hay justicia, pero en los consejos del malvado hay engaño. Las  
palabras del malvado son insidias de muerte, pero la boca de los justos 
 los pone a salvo. Los malvados se derrumban y dejan de existir, pero 
los  hijos de los justos permanecen. Al hombre se le alaba según su  
sabiduría, pero al de mal corazón se le desprecia. Vale más un Don Nadie
  con criado que un Don Alguien sin pan. El justo atiende a las  
necesidades de su bestia, pero el malvado es de mala entraña. El que  
labra su tierra tendrá abundante comida, pero el que sueña despierto es 
 un imprudente. Los malos deseos son la trampa de los malvados, pero la 
 raíz de los justos prospera. En el pecado de sus labios se enreda el  
malvado, pero el justo sale del aprieto. Cada uno se sacia del fruto de 
 sus labios, y de la obra de sus manos recibe su recompensa. Al necio le
  parece bien lo que emprende, pero el sabio atiende al consejo. El 
necio  muestra en seguida su enojo, pero el prudente pasa por alto el 
insulto.  El testigo verdadero declara lo que es justo, pero el testigo 
falso  declara falsedades. El charlatán hiere con la lengua como con una
  espada, pero la lengua del sabio brinda alivio. Los labios sinceros  
permanecen para siempre, pero la lengua mentirosa dura sólo un instante.
  En los que fraguan el mal habita el engaño, pero hay gozo para los que
  promueven la paz. Al justo no le sobrevendrá ningún daño, pero al  
malvado lo cubrirá la desgracia. El Señor aborrece a los de labios  
mentirosos, pero se complace en los que actúan con lealtad. El hombre  
prudente no muestra lo que sabe, pero el corazón de los necios proclama 
 su necedad. El de manos diligentes gobernará; pero el perezoso será  
subyugado. La angustia abate el corazón del hombre, pero una palabra  
amable lo alegra. El justo es guía de su prójimo, pero el camino del  
malvado lleva a la perdición. El perezoso no atrapa presa, pero el  
diligente ya posee una gran riqueza. En el camino de la justicia se  
halla la vida; por ese camino se evita la muerte.
El Libro de II Corintios Capítulo 12 del Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:
II CORINTIOS
CAPÍTULO 12
(60 d.C.)
EL AGUIJÓN
CIERTO
  no me es conveniente gloriarme (¡pero es necesario!). Mas vendré a las
  Visiones y a las Revelaciones del Señor (lo que el Señor le dio a  
Pablo).
2
 Conozco a un  hombre en Cristo, que hace catorce años (se refiere a sí 
mismo) (si en  el cuerpo, no lo sé; si fuera del cuerpo, no lo sé: Dios 
lo sabe;) (Él  no sabe si en efecto fue llevado al Cielo en su cuerpo 
físico, o  solamente vio estas cosas en una Visión.) fue arrebatado 
hasta el tercer  Cielo. (El primer Cielo es el de las nubes, etc. El 
segundo Cielo es el  espacio de las estrellas. El tercer Cielo es el 
planeta Cielo, la  Morada de Dios.)
3
 Y  conozco tal hombre, (si en el cuerpo, o fuera del cuerpo, no lo sé: 
Dios  lo sabe,) (Es la segunda oportunidad en que él dijo esto, y no sin
  motivo.)
4
 Que fue  arrebatado al Paraíso (la palabra "Paraíso" empleada por Pablo
 de una  manera general), donde oyó palabras secretas (no le fue posible
  describir bien en palabras lo que vio) que el hombre no puede decir 
(no  le es permitido).
5
 De  este tal me gloriaré ("de eso he de enorgullecerme"): mas de mí 
mismo  nada me gloriaré, sino en mis debilidades (que fue contado digno 
de  sufrir por Cristo).
6
 Por  lo cual si quisiere gloriarme, no seré insensato (sabiendo que 
Dios  conoce todas las cosas, y no tenemos nada de qué gloriarnos); 
porque  diré verdad: empero lo dejo, para que nadie piense de mí más de 
lo que  en mí ve, u oye de mí. (En efecto, dice, "no voy a referirme más
 acerca  de esta visión, y por motivos obvios." Él quería que los ojos 
de todos  los Creyentes estuvieran puestos en Cristo, y nunca en él.)
7
  Y precisamente para que la grandeza de las Revelaciones no me levante 
 demasiado (las razones por el aguijón en la carne), me es dado un  
aguijón en mi carne (yo creo que fueron todas las dificultades de II  
Cor. 11:23-27), un mensajero de Satanás que me abofetee (un ángel de  
Satanás), para que no me enaltezca sobremanera. (El Apóstol concluye  
esta frase así como la comenzó.)
8
  Por lo cual tres veces he rogado al Señor, que se quite de mí. (El  
Apóstol se daba cuenta que era el Señor que permitía esto, mas él no  
entendía por qué.)
9
 Y me  ha dicho (el Señor respondió, pero no estuvo de acuerdo), Bástate
 Mi  Gracia (expresa la Gracia permisible, lo que en realidad es la 
Bondad de  Dios efectuada por el Espíritu Santo): porque Mi fuerza se 
perfecciona  en la debilidad. (Todos los Creyentes son débiles, pero el 
Señor tiene  la tendencia de hacernos más débiles, con la intención de 
hacernos  depender completamente en Él, de este modo, para obtener Su 
Fuerza.) Por  tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis 
debilidades (debido al  resultado final), para que habite en mí el Poder
 de Cristo. (Si Pablo  precisaba una experiencia tan humillante y 
doliente de la que la  naturaleza carnal es, entonces es evidente que 
todos los Cristianos la  necesitan. Todo lo que debilita, subestima y 
humilla esa naturaleza  orgullosa y obstinada, es lo que el Creyente 
debe considerar como algo  que vale la pena.)
10
 Por  lo cual me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, 
en  persecuciones, en angustias por Cristo: porque cuando soy débil,  
entonces soy poderoso (entonces puedo exhibir el poder de Cristo, pero  
sólo cuando me doy cuenta que soy débil).
DEMOSTRACIÓN
11
  Estoy hablando como un necio en gloriarme: vosotros me han obligado  
hacerlo (fue necesario que él defendiera su reputación): pues yo había  
de ser alabado de vosotros (los Corintios debieron haber salido en  
defensa de Pablo, en lugar de tener que defenderse él mismo): porque en 
 nada he sido menos que los Grandiosos Apóstoles, aunque soy nada.  
(Concierne a todos los Verdaderos Apóstoles, aun los Doce primeros.)
12
  Con todo esto, las señales de Apóstol han sido hechas entre vosotros 
en  toda paciencia, en señales, y en prodigios, y en maravillas. (Como 
es  obvio, su Apostolado fue puesto en duda.)
13
  Porque ¿qué hay en que habéis sido menos que las otras Iglesias 
(surgió  esta pregunta porque los detractores de Pablo afirmaban que la 
Iglesia  de Corinto era inferior debido a la incapacidad de Pablo), sino
 en que  yo mismo no os he sido carga? (Se refiere al hecho de que él no
 recibía  apoyo económico de los Corintios, de la cual ya había 
tratado.)  Perdonadme esta injuria (¡lleno de sarcasmo, justo como ha de
 ser!).
UNA VISITA PROPUESTA
14
  He aquí, estoy preparado para ir a vosotros la tercera vez (hay poca  
explicación en cuanto a "la tercera vez"); y no os seré gravoso: porque 
 no busco vuestras cosas, sino a vosotros (busco su Salvación, no busco 
 su propiedad): porque no han de atesorar los hijos para los padres sino
  los padres para los hijos. (El Apóstol les habla a los Corintios como 
un  padre a sus hijos. ¡Los falsos apóstoles hacían lo contrario, como 
lo  hacen todos los falsos apóstoles!)
15
  Empero yo gustosamente me gastaré y seré gastado por vuestras almas 
(me  gastaré por sus almas); aunque amándoos más, sea amado menos (fue 
con  intención de reprocharles ligeramente).
16
  Mas sea así, yo no os he agravado (los detractores de Pablo reclamaban
  que aunque él no aceptaba el dinero de los Corintios, él se aprovechó 
de  ellos en otras formas): sino que, como soy astuto, os he tomado por 
 engaño. (Debiera haberse traducido, "de todos modos, ustedes dicen,  
siendo astuto, yo los atrapé con engaño." Pablo no está diciendo que él 
 era "astuto" o usaba "engaño," sino que fue acusado de estas cosas.)
17 ¿Acaso os he engañado por alguno de los que he enviado a vosotros? (La contestación fue un firme "¡No, de ninguna manera!")
18
  Rogué a Tito, y envié con él al Hermano. ¿Os engañó quizá Tito? (Se  
contestó con un firme "¡No, claro que no!" también.) ¿No hemos procedido
  con el mismo espíritu y por las mismas pisadas? (Tito y el Hermano se 
 comportaron tal como Pablo.)
ARREPINTIMIENTO
19
  ¿Pensáis aún que nos excusamos con vosotros? (Él tenía mucho más en  
mente que defenderse.) Delante de Dios en Cristo hablamos (es Dios el  
Juez de todo esto): mas todo, muy amados, por vuestra edificación. (Todo
  lo que él dijo ha sido para su bien y beneficio.)
20
  Porque temo que cuando llegare, no os halle tales como quiero (los  
Corintios tienen que tratar con la injusticia), y yo sea hallado de  
vosotros cual no queréis (el Apóstol no desea continuar corrigiendo):  
que haya entre vosotros contiendas, envidias, iras, disensiones,  
chismes, murmuraciones, soberbias, desorden (lo que ocurrirá si no hacen
  caso a las amonestaciones del Apóstol):
21
  Que cuando volviere, me humille Dios entre vosotros (se refiere al  
hecho de que, si ignoran las advertencias, vendrá el Juicio, lo que le  
causará gran dolor al Pablo), y haya de llorar por muchos de los que  
antes habrán pecado, y no se han arrepentido de la inmundicia y  
fornicación y deshonestidad que han cometido. (El Apóstol está  
lamentándose por el hecho de que si ellos seguían en estos pecados, lo  
cual quiere decir que esta gente había abandonado la Cruz, perderían sus
  almas.)
1 Corintios 13:
Si
  hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más
  que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don
  de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y
  si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, 
no  soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si 
entrego mi  cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, 
nada gano  con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es 
envidioso ni  jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es
 egoísta, no  se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se 
deleita en la  maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo 
disculpa, todo lo  cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás 
se extingue,  mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será
 silenciado y  el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y 
profetizamos de  manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo 
imperfecto  desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba
 como niño,  razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás 
las cosas de  niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un
 espejo; pero  entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera 
imperfecta, pero  entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, 
pues, permanecen estas  tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. 
Pero la más excelente de  ellas es el amor.
Hebreos 10:35-12:4:
Así
  que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente 
recompensada.  Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber 
cumplido la  voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues 
dentro de muy  poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. 
Pero mi justo  vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi 
agrado." Pero  nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban 
por perderse,  sino de los que tienen fe y preservan su vida.
Ahora
  bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que 
no  se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe  
entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo  
que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios
  un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió  
testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a
  pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de 
este  mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo
  llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a
  Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que 
cualquiera  que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que 
recompensa a  quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas 
que aún no se  veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a
 su familia.  Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la 
justicia que  viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado 
para ir a un  lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y 
salió sin saber a  dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la 
tierra prometida, y  habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, 
herederos también de la  misma promesa, porque esperaba la ciudad de 
cimientos sólidos, de la  cual Dios es arquitecto y constructor. Por la 
fe Abraham, a pesar de su  avanzada edad y de que Sara misma era 
estéril, recibió fuerza para tener  hijos, porque consideró fiel al que 
le había hecho la promesa. Así que  de este solo hombre, ya en 
decadencia, nacieron descendientes numerosos  como las estrellas del 
cielo e incontables como la arena a la orilla del  mar. Todos ellos 
vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las  cosas prometidas;
 más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron  que eran 
extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así,  claramente 
dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si  hubieran 
estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado,  habrían 
tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una  patria
 mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se  avergonzó de 
ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe  Abraham, que 
había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a  Isaac, su 
hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu  descendencia se 
establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que  Dios tiene 
poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido  figurado, 
recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a  Jacob y
 a Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe  Jacob, 
cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos  de 
José, y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al  
fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y  
dio instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés,  
recién nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque  
vieron que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey.
  Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija 
del  faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar 
de  los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa
 del  Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque 
tenía la  mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin 
tenerle  miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera
 viendo  al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de 
la sangre,  para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los
 de Israel.  Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca;
 pero cuando  los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe 
cayeron las  murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo 
siete días a su  alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto
 con los  desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué 
más voy a  decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, 
Sansón, Jefté, David,  Samuel y los profetas, los cuales por la fe 
conquistaron reinos,  hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; 
cerraron bocas de leones,  apagaron la furia de las llamas y escaparon 
del filo de la espada;  sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron 
valientes en la guerra y  pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo
 mujeres que por la  resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en 
cambio, fueron muertos a  golpes, pues para alcanzar una mejor 
resurrección no aceptaron que los  pusieran en libertad. Otros sufrieron
 la prueba de burlas y azotes, e  incluso de cadenas y cárceles. Fueron 
apedreados, aserrados por la  mitad, asesinados a filo de espada. 
Anduvieron fugitivos de aquí para  allá, cubiertos de pieles de oveja y 
de cabra, pasando necesidades,  afligidos y maltratados. ¡El mundo no 
merecía gente así! Anduvieron sin  rumbo por desiertos y montañas, por 
cuevas y cavernas. Aunque todos  obtuvieron un testimonio favorable 
mediante la fe, ninguno de ellos vio  el cumplimiento de la promesa. 
Esto sucedió para que ellos no llegaran a  la meta sin nosotros, pues 
Dios nos había preparado algo mejor. Por  tanto, también nosotros, que 
estamos rodeados de una multitud tan grande  de testigos, despojémonos 
del lastre que nos estorba, en especial del  pecado que nos asedia, y 
corramos con perseverancia la carrera que  tenemos por delante. Fijemos 
la mirada en Jesús, el iniciador y  perfeccionador de nuestra fe, quien 
por el gozo que le esperaba, soportó  la cruz, menospreciando la 
vergüenza que ella significaba, y ahora está  sentado a la derecha del 
trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel  que perseveró frente a 
tanta oposición por parte de los pecadores, para  que no se cansen ni 
pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran  contra el pecado, 
todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre.
Romanos 8:
Por
  lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a  
Cristo Jesús, los que no andan conforme a la naturaleza pecaminosa sino 
 conforme al Espíritu. Pues por medio de él la ley del Espíritu de vida 
 me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley 
no  pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por 
eso  Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra 
condición  de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el 
pecado. Así  condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de 
que las justas  demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no 
vivimos según la  naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que 
viven conforme a  la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos 
de tal naturaleza;  en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan 
la mente en los  deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es 
muerte, mientras que la  mentalidad que proviene del Espíritu es vida y 
paz. La mentalidad  pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a 
la ley de Dios, ni es  capaz de hacerlo. Los que viven según la 
naturaleza pecaminosa no  pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no
 viven según la naturaleza  pecaminosa sino según el Espíritu, si es que
 el Espíritu de Dios vive  en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu 
de Cristo, no es de Cristo.  Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo 
está muerto a causa del  pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es
 vida a causa de la  justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a 
Jesús de entre los  muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a 
Cristo de entre los  muertos también dará vida a sus cuerpos mortales 
por medio de su  Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, 
tenemos una  obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza
 pecaminosa.  Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si 
por medio del  Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, 
vivirán. Porque  todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son 
hijos de Dios. Y  ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los 
esclavice al miedo,  sino el Espíritu que los adopta como hijos y les 
permite clamar: "¡Abba!  ¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro
 espíritu que somos  hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; 
herederos de Dios y  coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con 
él, también tendremos  parte con él en su gloria. De hecho, considero 
que en nada se comparan  los sufrimientos actuales con la gloria que 
habrá de revelarse en  nosotros. La creación aguarda con ansiedad la 
revelación de los hijos de  Dios, porque fue sometida a la frustración. 
Esto no sucedió por su  propia voluntad, sino por la del que así lo 
dispuso. Pero queda la firme  esperanza de que la creación misma ha de 
ser liberada de la corrupción  que la esclaviza, para así alcanzar la 
gloriosa libertad de los hijos de  Dios. Sabemos que toda la creación 
todavía gime a una, como si tuviera  dolores de parto. Y no sólo ella, 
sino también nosotros mismos, que  tenemos las primicias del Espíritu, 
gemimos interiormente, mientras  aguardamos nuestra adopción como hijos,
 es decir, la redención de  nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza 
fuimos salvados. Pero la  esperanza que se ve, ya no es esperanza. 
¿Quién espera lo que ya tiene?  Pero si esperamos lo que todavía no 
tenemos, en la espera mostramos  nuestra constancia. Así mismo, en 
nuestra debilidad el Espíritu acude a  ayudarnos. No sabemos qué pedir, 
pero el Espíritu mismo intercede por  nosotros con gemidos que no pueden
 expresarse con palabras. Y Dios, que  examina los corazones, sabe cuál 
es la intención del Espíritu, porque el  Espíritu intercede por los 
creyentes conforme a la voluntad de Dios.  Ahora bien, sabemos que Dios 
dispone todas las cosas para el bien de  quienes lo aman, los que han 
sido llamados de acuerdo con su propósito.  Porque a los que Dios 
conoció de antemano, también los predestinó a ser  transformados según 
la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito  entre muchos 
hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los  que llamó, 
también los justificó; y a los que justificó, también los  glorificó. 
¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte,  ¿quién puede
 estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio  Hijo, sino 
que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos  
generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que  
Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo  
Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e
  intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La  
tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el
  peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos  
amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al
  matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por 
medio  de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte 
ni la  vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por 
venir, ni  los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en 
toda la  creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado
 en  Cristo Jesús nuestro Señor.