08 December 2008

El 8 de Diciembre Lectura Bíblica Diaria


El 8 de Diciembre Lectura Bíblica Diaria:

Jonás 4 a Miqueas 2:
Pero esto disgustó mucho a Jonás, y lo hizo enfurecerse. Así que oró al Señor de esta manera:
¡Oh Señor! ¿No era esto lo que yo decía cuando todavía estaba en mi tierra? Por eso me anticipé a huir a Tarsis, pues bien sabía que tú eres un Dios bondadoso y compasivo, lento para la ira y lleno de amor, que cambias de parecer y no destruyes. Así que ahora, Señor, te suplico que me quites la vida. ¡Prefiero morir que seguir viviendo! ¿Tienes razón de enfurecerte tanto? le respondió el Señor. Jonás salió y acampó al este de la ciudad. Allí hizo una enramada y se sentó bajo su sombra para ver qué iba a suceder con la ciudad. Para aliviarlo de su malestar, Dios el Señor dispuso una planta, la cual creció hasta cubrirle a Jonás la cabeza con su sombra. Jonás se alegró muchísimo por la planta. Pero al amanecer del día siguiente Dios dispuso que un gusano la hiriera, y la planta se marchitó. Al salir el sol, Dios dispuso un viento oriental abrasador. Además, el sol hería a Jonás en la cabeza, de modo que éste desfallecía. Con deseos de morirse, exclamó: "¡Prefiero morir que seguir viviendo!" Pero Dios le dijo a Jonás:
¿Tienes razón de enfurecerte tanto por la planta?
¡Claro que la tengo! le respondió. ¡Me muero de rabia! El Señor le dijo:
Tú te compadeces de una planta que, sin ningún esfuerzo de tu parte, creció en una noche y en la otra pereció. Y de Nínive, una gran ciudad donde hay más de ciento veinte mil personas que no distinguen su derecha de su izquierda, y tanto ganado, ¿no habría yo de compadecerme?
Miqueas 1 a 2:
Ésta es la palabra que el Señor dirigió a Miqueas de Moréset, durante los reinados de Jotán, Acaz y Ezequías, reyes de Judá. Ésta es la visión que tuvo acerca de Samaria y de Jerusalén. Escuchen, pueblos todos;
preste atención la tierra
y todo lo que hay en ella.
el Señor, el Señor omnipotente,
será testigo en contra de ustedes. ¡Miren! Ya sale el Señor de su morada;
ya baja y se encamina
hacia las cumbres de la tierra. A su paso se derriten las montañas como la cera junto al fuego;
se parten en dos los valles
como partidos por el agua de un torrente. Y todo esto por la transgresión de Jacob,
por los pecados del pueblo de Israel.
¿Acaso no representa Samaria
la transgresión de Jacob?
¿Y no es acaso en Jerusalén
donde están los santuarios paganos de Judá? Dejaré a Samaria hecha un montón de ruinas:
¡convertida en campo arado para viñedos!
Arrojaré sus piedras al valle,
y pondré al descubierto sus cimientos. Todos sus ídolos serán hechos pedazos;
toda su paga de prostituta será arrojada al fuego.
Yo destrozaré todas sus imágenes.
Todo cuanto ganó como prostituta,
en paga de prostituta se convertirá. Por eso lloraré y gritaré de dolor,
y andaré descalzo y desnudo.
y gemiré como avestruz. Porque la herida de Samaria es incurable: ha llegado hasta Judá.
Se ha extendido hasta mi pueblo,
¡hasta la entrada misma de Jerusalén! No lo anuncien en Gat,
no se entreguen al llanto;
¡revuélquense de dolor
en el polvo de Bet Leafrá! Habitantes de Safir,
emigren desnudos y humillados.
no se atrevieron a salir.
Bet Ésel está gimiendo,
y va a retirarles su apoyo. Se retuercen esperando el bien,
los habitantes de Marot;
el Señor ha enviado el mal
hasta la entrada misma de Jerusalén. Habitantes de Laquis,
¡enganchen al carro los corceles!
Con ustedes comenzó el pecado de la hija de Sión;
en ustedes se hallaron los delitos de Israel. Por tanto, despídanse de Moréset Gat.
son una trampa para los reyes de Israel. Habitantes de Maresá, yo enviaré contra ustedes un conquistador, y hasta Adulán irá a parar
la flor y nata de Israel. Así que rasúrate la barba y rápate la cabeza; haz duelo por tus amados hijos; agranda tu calva como la del buitre,
pues tus hijos te serán arrebatados. ¡Ay de los que sólo piensan en el mal,
y aun acostados hacen planes malvados!
En cuanto amanece, los llevan a cabo
porque tienen el poder en sus manos. Codician campos, y se apropian de ellos;
casas, y de ellas se adueñan.
Oprimen al varón y a su familia,
al hombre y a su propiedad. Por tanto, así dice el Señor:
"Ahora soy yo el que piensa
traer sobre ellos una desgracia,
de la que no podrán escapar.
Ya no andarán erguidos,
porque ha llegado la hora de su desgracia. En aquel día se les hará burla,
y se les cantará este lamento:
¡Estamos perdidos!
Se están repartiendo los campos de mi pueblo.
¡Cómo me los arrebatan!
Nuestra tierra se la reparten los traidores. " Por eso no tendrán en la asamblea del Señor
a nadie que reparta la tierra. Estos profetas me dicen:
"¡Deja ya de profetizarnos!
¡No nos vengas con que el oprobio nos alcanzará!" Los descendientes de Jacob declaran:
"¿Acaso ha perdido el Señor la paciencia?
¿Es ésta su manera de actuar?
¿Acaso no hacen bien sus palabras?
¿Acaso no caminamos con el Justo?" Ayer ustedes eran mi pueblo, pero hoy se han vuelto mis enemigos. A los que pasan confiados,
a los que vuelven de la guerra,
los despojan de su manto. A las mujeres de mi pueblo
las echan de sus preciadas casas,
y a sus niños los despojan para siempre
del honor que les di. ¡Levántense! ¡Pónganse en marcha,
que éste no es un lugar de reposo!
¡Está contaminado,
destruido sin remedio! Si con la intención de mentirles,
llega algún embustero y les dice:
"Yo les anuncio vino y cerveza",
este pueblo lo verá como un profeta. Te aseguro, Jacob,
que yo reuniré a todo tu pueblo.
Te aseguro, Israel,
que yo juntaré a tu remanente.
Los congregaré como a rebaño en el aprisco,
como a ovejas que, en medio del pastizal,
balan huyendo de la gente. El que abre brecha marchará al frente, y también ellos se abrirán camino; atravesarán la puerta y se irán,
mientras su rey avanza al frente,
mientras el Señor va a la cabeza.


Salmo 59:
Líbrame de mis enemigos, oh Dios;
protégeme de los que me atacan. Líbrame de los malhechores;
sálvame de los asesinos. ¡Mira cómo me acechan!
Hombres crueles conspiran contra mí
sin que yo, Señor, haya delinquido ni pecado. Presurosos se disponen a atacarme
sin que yo haya cometido mal alguno.
¡Levántate y ven en mi ayuda!
¡Mira mi condición! Tú, Señor, eres el Dios Todopoderoso,
¡eres el Dios de Israel!
¡Despiértate y castiga a todas las naciones;
no tengas compasión de esos viles traidores!
Selah.
Ellos vuelven por la noche,
gruñendo como perros
y acechando alrededor de la ciudad. Echan espuma por la boca, lanzan espadas por sus fauces,
y dicen: "¿Quién va a oírnos?" Pero tú, Señor, te burlas de ellos; te ríes de todas las naciones. A ti, fortaleza mía, vuelvo los ojos, pues tú, oh Dios, eres mi protector. Tú eres el Dios que me ama, e irás delante de mí
para hacerme ver la derrota de mis enemigos. Pero no los mates, para que mi pueblo no lo olvide.
Zarandéalos con tu poder; ¡humíllalos!
¡Tú, Señor, eres nuestro escudo! Por los pecados de su boca, por las palabras de sus labios,
que caigan en la trampa de su orgullo.
Por las maldiciones y mentiras que profieren, consúmelos en tu enojo;
¡consúmelos hasta que dejen de existir!
Así todos sabrán que Dios gobierna en Jacob,
y hasta los confines de la tierra.
Selah.
Porque ellos vuelven por la noche,
gruñendo como perros
y acechando alrededor de la ciudad. Van de un lado a otro buscando comida,
y aúllan si no quedan satisfechos. Pero yo le cantaré a tu poder, y por la mañana alabaré tu amor; porque tú eres mi protector,
mi refugio en momentos de angustia. A ti, fortaleza mía, te cantaré salmos,
pues tú, oh Dios, eres mi protector.
¡Tú eres el Dios que me ama!


Proverbios 16:
El hombre propone
y Dios dispone.
A cada uno le parece correcto su proceder,
pero el Señor juzga los motivos.
Pon en manos del Señor todas tus obras,
y tus proyectos se cumplirán.
Toda obra del Señor tiene un propósito;
¡hasta el malvado fue hecho para el día del desastre!
El Señor aborrece a los arrogantes.
Una cosa es segura: no quedarán impunes.
Con amor y verdad se perdona el pecado,
y con temor del Señor se evita el mal.
Cuando el Señor aprueba la conducta de un hombre,
hasta con sus enemigos lo reconcilia.
Más vale tener poco con justicia
que ganar mucho con injusticia.
El corazón del hombre traza su rumbo,
pero sus pasos los dirige el Señor.
La sentencia está en labios del rey;
en el veredicto que emite no hay error.
Las pesas y las balanzas justas son del Señor;
todas las medidas son hechura suya.
El rey detesta las malas acciones,
porque el trono se afirma en la justicia.
El rey se complace en los labios honestos;
aprecia a quien habla con la verdad.
La ira del rey es presagio de muerte,
pero el sabio sabe apaciguarla.
El rostro radiante del rey es signo de vida;
su favor es como lluvia en primavera.
Más vale adquirir sabiduría que oro;
más vale adquirir inteligencia que plata.
El camino del hombre recto evita el mal;
el que quiere salvar su vida, se fija por dónde va.
Al orgullo le sigue la destrucción;
a la altanería, el fracaso.
Vale más humillarse con los oprimidos
que compartir el botín con los orgullosos.
El que atiende a la palabra, prospera.
¡Dichoso el que confía en el Señor!
Al sabio de corazón se le llama inteligente;
los labios convincentes promueven el saber.
Fuente de vida es la prudencia para quien la posee;
el castigo de los necios es su propia necedad.
El sabio de corazón controla su boca;
con sus labios promueve el saber.
Panal de miel son las palabras amables:
endulzan la vida y dan salud al cuerpo.
Hay caminos que al hombre le parecen rectos,
pero que acaban por ser caminos de muerte.
Al que trabaja, el hambre lo obliga a trabajar,
pues su propio apetito lo estimula.
El perverso hace planes malvados;
en sus labios hay un fuego devorador.
El perverso provoca contiendas,
y el chismoso divide a los buenos amigos.
El violento engaña a su prójimo
y lo lleva por mal camino.
El que guiña el ojo trama algo perverso;
el que aprieta los labios ya lo ha cometido.
Las canas son una honrosa corona
que se obtiene en el camino de la justicia.
Más vale ser paciente que valiente;
más vale dominarse a sí mismo que conquistar ciudades.
Las suertes se echan sobre la mesa,
pero el veredicto proviene del Señor.


El Libro de Los Romanos Capítulo 5 del Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:


LA EPÍSTOLA DEL APÓSTOL PABLO A LOS ROMANOS


CAPÍTULO 5
(60 d.C.)
LA JUSTIFICACIÓN POR LA FE


JUSTIFICADOS pues por la Fe (es el único camino en que alguien puede ser justificado; se refiere a la Fe en Cristo y lo que Él hizo en la Cruz), tenemos paz para con Dios (la paz que resulta de la Obra del Espíritu Santo en la Justificación) por medio de nuestro Señor Jesucristo (lo que Él hizo en la Cruz):
2 Por El Cual también tenemos entrada por la Fe a esta Gracia (tenemos acceso a la Bondad de Dios por la Fe en Cristo) en la cual estamos firmes (en donde sólo podemos estar firmes), y nos gloriamos en la esperanza (una esperanza que es garantizada) de la Gloria de Dios (nuestra Fe en Cristo siempre trae Gloria a Dios; cualquier otra cosa trae gloria a sí mismo, lo que Dios nunca puede aceptar).
3 Y no sólo esto, más aun nos gloriamos en las tribulaciones (en el hecho de que las tribulaciones no nos perjudican): sabiendo que la tribulación produce paciencia (señala a la característica de un hombre que no es desviado de su propósito intencionado y su lealtad a la Fe, ni por las más grandes pruebas y sufrimientos);
4 Y la paciencia, experiencia (señala a un resultado final); y la experiencia, esperanza (el producto natural de una experiencia aprobada).
5 Y la esperanza no avergüenza (en efecto, nos dice que ésta no es una esperanza falsa); porque el Amor de Dios está derramado en nuestros corazones (el Amor de Dios causa todo esto) por el Espíritu Santo que nos es dado (todo esto es totalmente una obra del Espíritu Santo).
6 Porque Cristo, cuando aún éramos sin fuerza alguna (antes de que fuéramos salvos), a Su tiempo (en el tiempo determinado) murió por los impíos (la totalidad de la humanidad cayó en esta categoría).
7 Ciertamente apenas muere alguien por un Justo (no muchos harían eso): con todo podrá ser que alguien osara morir por el bueno (algunos pocos quizás lo harían).
8 Mas Dios Encarece Su Amor para con nosotros (Cristo que muere por el impío es una prueba del Amor inconmensurable), porque siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros (Jesús murió por aquellos que amargamente Lo odiaban).
9 Luego mucho más, habiendo sido ahora (¡si Cristo murió por nosotros mientras éramos aún pecadores, cuánto más Él hará por nosotros ahora que somos Redimidos y, de ese modo, somos reconciliados con Él!) Justificados en Su Sangre (ya somos justificados, y la Sangre de Cristo respalda como garantía que da validez a la Justificación), por Él seremos salvos de la ira (la Ira de Dios, que siempre se manifiesta contra el pecado).
10 Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de Su Hijo (la única manera en que podiamos ser reconciliados; este Versículo derriba la doctrina Jesús murió espiritualmente), mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por Su Vida (no habla de Su Vida Perfecta, sino más bien del derramamiento de la Sangre de Su Vida en el Calvario).
11 Y no sólo esto, mas aun nos gloriamos en Dios por el Señor nuestro Jesucristo (debemos gloriarnos en nuestra Reconciliación con Dios, ya que esto es una confianza verdadera [I Cor. 1:31; II Cor. 10:17]), por El Cual hemos ahora recibido la Expiación (Reconciliación).


ADÁN


12 Por tanto, vino la reconciliación por uno, así como el pecado entró en el mundo por un hombre (por Adán), y por el pecado la muerte (tanto muerte espiritual como física); y la muerte así pasó a todos los hombres (ya que todos estaban en Adán), pues que todos pecaron (todos nacen en el pecado, debido a la transgresión de Adán):

13 (Porque hasta la Ley (la Ley de Moisés), el pecado estaba en el mundo (causado por la Caída de Adán): pero no se imputa pecado no habiendo Ley (antes de que la Ley fuese dada, el pecado y su Juicio inmediato no fueron imputados a la cuenta de aquellos que estaban viviendo en aquel entonces; pero a causa de la Caída de Adán, ellos eran todavía pecadores).

14 No obstante, reinó la muerte desde Adán hasta Moisés (debido a la naturaleza pecaminosa que estaba en todos los hombres debido a la Caída de Adán), aun en los que no pecaron a la manera de la rebelión de Adán (sin tener en cuenta que en esencia no todos cometieron alta traición contra Dios, como lo hizo Adán, eran todavía pecadores), el cual es figura de Aquél que había de venir (Adán era la fuente de todo el pecado y la muerte, mientras que Cristo es la Fuente de toda la Redención y Vida).

EL CONTRASTE


15 Mas no como el delito, tal fue el don gratuito (es probable que hubiera sido mejor traducido, como la ofensa, mucho más el Don Gratuito; el Don Gratuito se refiere a Cristo y lo que Él hizo en la Cruz, que se trataba con todo lo perdido en la Caída). Porque si por el delito de aquel uno (Adán) murieron los muchos, mucho más abundó la Gracia de Dios (expresa el Poder inagotable de este atributo) a los muchos (este Hombre, el Señor Jesucristo, anuló la ofensa de Un Hombre Adán), y el Don por la Gracia (presenta a Jesús como aquel Don) de Un Hombre, Jesucristo (lo que Él hizo en la Cruz).

16 Ni tampoco de la manera que por un pecado, así también el don (tanto mayor es el Don): porque el juicio a la verdad vino de un pecado para condenación (por Adán), mas la Gracia vino de muchos delitos para Justificación (limpia de todo el pecado).

17 Porque, si por un delito reinó la muerte por uno (la Caída de Adán); mucho más los que reciben la abundancia de Gracia (no sólo Gracia, sino la Abundancia de la Gracia; todo hecho posible por la Cruz), y del Don de la Justicia (la Justicia es un Don de Dios que viene únicamente por Jesucristo, y es recibido por la Fe) reinarán en vida por Uno, Jesucristo.) (Declara que el Creyente reinará, del mismo modo como la muerte hubiera reinado, pero desde una posición de mucho mayor poder que aquella de la muerte.)

18 Así que de la manera que por un delito vino la culpa a todos los hombres para condenación (Juzgado por Dios para ser perdidos); así por un acto de Justicia de Uno (Cristo) vino la Gracia a todos los hombres para Justificación de vida (recibido simplemente por creer en Cristo y lo que Él hizo en la Cruz, que es la única respuesta para el pecado).

19 Porque como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores (los muchos se refiere a todos), así por la obediencia de Uno (obediente a la muerte, hasta la muerte de la Cruz [Fil. 2:8]) los muchos serán constituidos Justos (los muchos se refiere a todos los que creerán).

20 La Ley empero entró, para que el pecado creciese (la Ley de Moisés, para que la ofensa pudiera ser identificada). Mas cuando el pecado creció, superabundó la Gracia (donde el pecado abundaba, la Gracia superabundaba, y luego aun fue aumentado más a esto):

21 Para que, de la manera que el pecado reinó para muerte (el pecado reina como un monarca absoluto en el ser de la persona inconversa), así también la Gracia reine por la Justicia para Vida Eterna por Jesucristo Señor nuestro (la Gracia reina para dar Vida, pero reina por la Justicia, es decir, se debe al Juicio Justo de Dios en el Calvario a causa del pecado que se ejecutó en la Persona de Su Hijo Jesucristo).




Primera Corintios Capítulo 13:
Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.


Hebreos 10:35-12:4
Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida. Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre.


Romanos 8:
Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.

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