26 December 2008

El 26 de Diciembre Lectura Bíblica Diaria


El 26 de Diciembre Lectura Bíblica Diaria:

Génesis 18 a 20:
El Señor se le apareció a Abraham junto al encinar de Mamré, cuando Abraham estaba sentado a la entrada de su carpa, a la hora más calurosa del día. Abraham alzó la vista, y vio a tres hombres de pie cerca de él. Al verlos, corrió desde la entrada de la carpa a saludarlos. Inclinándose hasta el suelo, dijo: Mi señor, si este servidor suyo cuenta con su favor, le ruego que no me pase de largo. Haré que les traigan un poco de agua para que ustedes se laven los pies, y luego podrán descansar bajo el árbol. Ya que han pasado por donde está su servidor, déjenme traerles algo de comer para que se sientan mejor antes de seguir su camino. ¡Está bien respondieron ellos, hazlo así! Abraham fue rápidamente a la carpa donde estaba Sara, y le dijo: ¡Date prisa! Toma unos veinte kilos de harina fina, amásalos y haz unos panes. Después Abraham fue corriendo adonde estaba el ganado, eligió un ternero bueno y tierno, y se lo dio a su sirviente, quien a toda prisa se puso a prepararlo. Luego les sirvió requesón y leche con el ternero que estaba preparado. Mientras comían, Abraham se quedó de pie junto a ellos, debajo del árbol. Entonces ellos le preguntaron: ¿Dónde está Sara, tu esposa? Allí en la carpa les respondió. Dentro de un año volveré a verte dijo uno de ellos, y para entonces tu esposa Sara tendrá un hijo. Sara estaba escuchando a la entrada de la carpa, a espaldas del que hablaba. Abraham y Sara eran ya bastante ancianos, y Sara ya había dejado de menstruar. Por eso, Sara se rió y pensó: "¿Acaso voy a tener este placer, ahora que ya estoy consumida y mi esposo es tan viejo?" Pero el Señor le dijo a Abraham: ¿Por qué se ríe Sara? ¿No cree que podrá tener un hijo en su vejez? ¿Acaso hay algo imposible para el Señor? El año que viene volveré a visitarte en esta fecha, y para entonces Sara habrá tenido un hijo. Sara, por su parte, tuvo miedo y mintió al decirle: Yo no me estaba riendo. Pero el Señor le replicó: Sí te reíste. Luego aquellos visitantes se levantaron y partieron de allí en dirección a Sodoma. Abraham los acompañó para despedirlos. Pero el Señor estaba pensando: "¿Le ocultaré a Abraham lo que estoy por hacer? Es un hecho que Abraham se convertirá en una nación grande y poderosa, y en él serán bendecidas todas las naciones de la tierra. Yo lo he elegido para que instruya a sus hijos y a su familia, a fin de que se mantengan en el camino del Señor y pongan en práctica lo que es justo y recto. Así el Señor cumplirá lo que le ha prometido." Entonces el Señor le dijo a Abraham: El clamor contra Sodoma y Gomorra resulta ya insoportable, y su pecado es gravísimo. Por eso bajaré, a ver si realmente sus acciones son tan malas como el clamor contra ellas me lo indica; y si no, he de saberlo. Dos de los visitantes partieron de allí y se encaminaron a Sodoma, pero Abraham se quedó de pie frente al Señor. Entonces se acercó al Señor y le dijo: ¿De veras vas a exterminar al justo junto con el malvado? Quizá haya cincuenta justos en la ciudad. ¿Exterminarás a todos, y no perdonarás a ese lugar por amor a los cincuenta justos que allí hay? ¡Lejos de ti el hacer tal cosa! ¿Matar al justo junto con el malvado, y que ambos sean tratados de la misma manera? ¡Jamás hagas tal cosa! Tú, que eres el Juez de toda la tierra, ¿no harás justicia? El Señor le respondió: Si encuentro cincuenta justos en Sodoma, por ellos perdonaré a toda la ciudad. Abraham le dijo: Reconozco que he sido muy atrevido al dirigirme a mi Señor, yo, que apenas soy polvo y ceniza. Pero tal vez falten cinco justos para completar los cincuenta. ¿Destruirás a toda la ciudad si faltan esos cinco? Si encuentro cuarenta y cinco justos no la destruiré contestó el Señor. Pero Abraham insistió: Tal vez se encuentren sólo cuarenta. Por esos cuarenta justos, no destruiré la ciudad respondió el Señor. Abraham volvió a insistir: No se enoje mi Señor, pero permítame seguir hablando. Tal vez se encuentren sólo treinta. No lo haré si encuentro allí a esos treinta contestó el Señor. Abraham siguió insistiendo: Sé que he sido muy atrevido en hablarle así a mi Señor, pero tal vez se encuentren sólo veinte. Por esos veinte no la destruiré. Abraham volvió a decir: No se enoje mi Señor, pero permítame hablar una vez más. Tal vez se encuentren sólo diez... Aun por esos diez no la destruiré respondió el Señor por última vez. Cuando el Señor terminó de hablar con Abraham, se fue de allí, y Abraham regresó a su carpa. Caía la tarde cuando los dos ángeles llegaron a Sodoma. Lot estaba sentado a la entrada de la ciudad. Al verlos, se levantó para recibirlos y se postró rostro en tierra. Les dijo: Por favor, señores, les ruego que pasen la noche en la casa de este servidor suyo. Allí podrán lavarse los pies, y mañana al amanecer seguirán su camino. No, gracias respondieron ellos. Pasaremos la noche en la plaza. Pero tanto les insistió Lot que fueron con él y entraron en su casa. Allí Lot les preparó una buena comida y coció panes sin levadura, y ellos comieron. Aún no se habían acostado cuando los hombres de la ciudad de Sodoma rodearon la casa. Todo el pueblo sin excepción, tanto jóvenes como ancianos, estaba allí presente. Llamaron a Lot y le dijeron: ¿Dónde están los hombres que vinieron a pasar la noche en tu casa? ¡Échalos afuera! ¡Queremos acostarnos con ellos! Lot salió a la puerta y, cerrándola detrás de sí, les dijo: Por favor, amigos míos, no cometan tal perversidad. Tengo dos hijas que todavía son vírgenes; voy a traérselas para que hagan con ellas lo que les plazca, pero a estos hombres no les hagan nada, pues han venido a hospedarse bajo mi techo. ¡Quítate de ahí! le contestaron, y añadieron: Éste ni siquiera es de aquí, y ahora nos quiere mandar. ¡Pues ahora te vamos a tratar peor que a ellos! Entonces se lanzaron contra Lot y se acercaron a la puerta con intenciones de derribarla. Pero los dos hombres extendieron los brazos, metieron a Lot en la casa y cerraron la puerta. Luego, a los jóvenes y ancianos que se agolparon contra la puerta de la casa los dejaron ciegos, de modo que ya no podían encontrar la puerta. Luego le advirtieron a Lot: ¿Tienes otros familiares aquí? Saca de esta ciudad a tus yernos, hijos, hijas, y a todos los que te pertenezcan, porque vamos a destruirla. El clamor contra esta gente ha llegado hasta el Señor, y ya resulta insoportable. Por eso nos ha enviado a destruirla. Lot salió para hablar con sus futuros yernos, es decir, con los prometidos de sus hijas. ¡Apúrense! les dijo. ¡Abandonen la ciudad, porque el Señor está por destruirla! Pero ellos creían que Lot estaba bromeando, así que al amanecer los ángeles insistieron con Lot. Exclamaron: ¡Apúrate! Llévate a tu esposa y a tus dos hijas que están aquí, para que no perezcan cuando la ciudad sea castigada. Como Lot titubeaba, los hombres lo tomaron de la mano, lo mismo que a su esposa y a sus dos hijas, y los sacaron de la ciudad, porque el Señor les tuvo compasión. Cuando ya los habían sacado de la ciudad, uno de los ángeles le dijo: ¡Escápate! No mires hacia atrás, ni te detengas en ninguna parte del valle. Huye hacia las montañas, no sea que perezcas. ¡No, señor mío, por favor! respondió Lot. Tú has visto con buenos ojos a este siervo tuyo, y tu lealtad ha sido grande al salvarme la vida. Pero yo no puedo escaparme a las montañas, no sea que la destrucción me alcance y pierda yo la vida. Cerca de aquí hay una ciudad pequeña, en la que podría refugiarme. ¿Por qué no dejan que me escape hacia allá? Es una ciudad muy pequeña, y en ella me pondré a salvo. Está bien le respondió; también esta petición te la concederé. No destruiré la ciudad de que hablas. Pero date prisa y huye de una vez, porque no puedo hacer nada hasta que llegues allí. Por eso aquella ciudad recibió el nombre de Zoar. Lot llegó a Zoar cuando estaba amaneciendo. Entonces el Señor hizo que cayera del cielo una lluvia de fuego y azufre sobre Sodoma y Gomorra. Así destruyó a esas ciudades y a todos sus habitantes, junto con toda la llanura y la vegetación del suelo. Pero la esposa de Lot miró hacia atrás, y se quedó convertida en estatua de sal. Al día siguiente Abraham madrugó y regresó al lugar donde se había encontrado con el Señor. Volvió la mirada hacia Sodoma y Gomorra, y hacia toda la llanura, y vio que de la tierra subía humo, como de un horno. Así arrasó Dios a las ciudades de la llanura, pero se acordó de Abraham y sacó a Lot de en medio de la catástrofe que destruyó a las ciudades en que había habitado. Luego, por miedo a quedarse en Zoar, Lot se fue con sus dos hijas a vivir en la región montañosa. Allí vivió con ellas en una cueva. Un día, la hija mayor le dijo a la menor: Nuestro padre ya está viejo, y no quedan hombres en esta región para que se casen con nosotras, como es la costumbre de todo el mundo. Ven, vamos a emborracharlo, y nos acostaremos con él; y así, por medio de él tendremos descendencia. Esa misma noche emborracharon a su padre y, sin que éste se diera cuenta de nada, la hija mayor fue y se acostó con él. A la mañana siguiente, la mayor le dijo a la menor: Mira, anoche me acosté con mi padre. Vamos a emborracharlo de nuevo esta noche, y ahora tú te acostarás con él; y así, por medio de él tendremos descendencia. Esa misma noche volvieron a emborrachar a su padre y, sin que éste se diera cuenta de nada, la hija menor fue y se acostó con él. Así las dos hijas de Lot quedaron embarazadas de su padre. La mayor tuvo un hijo, a quien llamó Moab, padre de los actuales moabitas. La hija menor también tuvo un hijo, a quien llamó Ben Amí, padre de los actuales amonitas. Abraham partió desde allí en dirección a la región del Néguev, y se quedó a vivir entre Cades y Sur. Mientras vivía en Guerar, Abraham decía que Sara, su esposa, era su hermana. Entonces Abimélec, rey de Guerar, mandó llamar a Sara y la tomó por esposa. Pero aquella noche Dios se le apareció a Abimélec en sueños y le dijo: Puedes darte por muerto a causa de la mujer que has tomado, porque ella es casada. Pero como Abimélec todavía no se había acostado con ella, le contestó: Señor, ¿acaso vas a matar al inocente? Como Abraham me dijo que ella era su hermana, y ella me lo confirmó, yo hice todo esto de buena fe y sin mala intención. Sí, ya sé que has hecho todo esto de buena fe le respondió Dios en el sueño; por eso no te permití tocarla, para que no pecaras contra mí. Pero ahora devuelve esa mujer a su esposo, porque él es profeta y va a interceder por ti para que vivas. Si no lo haces, ten por seguro que morirás junto con todos los tuyos. En la madrugada del día siguiente, Abimélec se levantó y llamó a todos sus servidores para contarles en detalle lo que había ocurrido, y un gran temor se apoderó de ellos. Entonces Abimélec llamó a Abraham y le reclamó: ¡Qué nos has hecho! ¿En qué te he ofendido, que has traído un pecado tan grande sobre mí y sobre mi reino? ¡Lo que me has hecho no tiene nombre! ¿Qué pretendías conseguir con todo esto? Al reclamo de Abimélec, Abraham contestó: Yo pensé que en este lugar no había temor de Dios, y que por causa de mi esposa me matarían. Pero en realidad ella es mi hermana, porque es hija de mi padre aunque no de mi madre; y además es mi esposa. Cuando Dios me mandó dejar la casa de mi padre y andar errante, yo le dije a mi esposa: Te pido que me hagas este favor: Dondequiera que vayamos, di siempre que soy tu hermano. Abimélec tomó entonces ovejas y vacas, esclavos y esclavas, y se los regaló a Abraham. Al mismo tiempo, le devolvió a Sara, su esposa, y le dijo: Mira, ahí está todo mi territorio; quédate a vivir donde mejor te parezca. A Sara le dijo: Le he dado a tu hermano mil monedas de plata, que servirán de compensación por todo lo que te ha pasado; así quedarás vindicada ante todos los que están contigo. Entonces Abraham oró a Dios, y Dios sanó a Abimélec y permitió que su esposa y sus siervas volvieran a tener hijos, porque a causa de lo ocurrido con Sara, la esposa de Abraham, el Señor había hecho que todas las mujeres en la casa de Abimélec quedaran estériles.




Salmo 77:
A Dios elevo mi voz suplicante; a Dios elevo mi voz para que me escuche. Cuando estoy angustiado, recurro al Señor; sin cesar elevo mis manos por las noches, pero me niego a recibir consuelo. Me acuerdo de Dios, y me lamento; medito en él, y desfallezco. Selah. No me dejas conciliar el sueño; tan turbado estoy que ni hablar puedo. Me pongo a pensar en los tiempos de antaño; de los años ya idos me acuerdo. Mi corazón reflexiona por las noches; mi espíritu medita e inquiere: "¿Nos rechazará el Señor para siempre? ¿No volverá a mostrarnos su buena voluntad? ¿Se habrá agotado su gran amor eterno, y sus promesas por todas las generaciones? ¿Se habrá olvidado Dios de sus bondades, y en su enojo ya no quiere tenernos compasión?" Selah. Y me pongo a pensar: "Esto es lo que me duele: que haya cambiado la diestra del Altísimo." Prefiero recordar las hazañas del Señor, traer a la memoria sus milagros de antaño. Meditaré en todas tus proezas; evocaré tus obras poderosas. Santos, oh Dios, son tus caminos; ¿qué dios hay tan excelso como nuestro Dios? Tú eres el Dios que realiza maravillas; el que despliega su poder entre los pueblos. Con tu brazo poderoso redimiste a tu pueblo, a los descendientes de Jacob y de José. Selah. Las aguas te vieron, oh Dios, las aguas te vieron y se agitaron; el propio abismo se estremeció con violencia. Derramaron su lluvia las nubes; retumbaron con estruendo los cielos; rasgaron el espacio tus centellas. Tu estruendo retumbó en el torbellino y tus relámpagos iluminaron el mundo; la tierra se estremeció con temblores. Te abriste camino en el mar; te hiciste paso entre las muchas aguas, y no se hallaron tus huellas. Por medio de Moisés y de Aarón guiaste como un rebaño a tu pueblo.





Proverbios 3:
Hijo mío, no te olvides de mis enseñanzas; más bien, guarda en tu corazón mis mandamientos. Porque prolongarán tu vida muchos años y te traerán prosperidad. Que nunca te abandonen el amor y la verdad: llévalos siempre alrededor de tu cuello y escríbelos en el libro de tu corazón. Contarás con el favor de Dios y tendrás buena fama entre la gente. Confía en el Señor de todo corazón, y no en tu propia inteligencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él allanará tus sendas. No seas sabio en tu propia opinión; más bien, teme al Señor y huye del mal. Esto infundirá salud a tu cuerpo y fortalecerá tu ser. Honra al Señor con tus riquezas y con los primeros frutos de tus cosechas. Así tus graneros se llenarán a reventar y tus bodegas rebosarán de vino nuevo. Hijo mío, no desprecies la disciplina del Señor, ni te ofendas por sus reprensiones. Porque el Señor disciplina a los que ama, como corrige un padre a su hijo querido. *Dichoso el que halla sabiduría, el que adquiere inteligencia. Porque ella es de más provecho que la plata y rinde más ganancias que el oro. Es más valiosa que las piedras preciosas: ¡ni lo más deseable se le puede comparar! Con la mano derecha ofrece larga vida; con la izquierda, honor y riquezas. Sus caminos son placenteros y en sus senderos hay paz. Ella es árbol de vida para quienes la abrazan; ¡dichosos los que la retienen! Con sabiduría afirmó el Señor la tierra, con inteligencia estableció los cielos. Por su conocimiento se separaron las aguas, y las nubes dejaron caer su rocío. Hijo mío, conserva el buen juicio; no pierdas de vista la discreción. Te serán fuente de vida, te adornarán como un collar. Podrás recorrer tranquilo tu camino, y tus pies no tropezarán. Al acostarte, no tendrás temor alguno; te acostarás y dormirás tranquilo. No temerás ningún desastre repentino, ni la desgracia que sobreviene a los impíos. Porque el Señor estará siempre a tu lado y te librará de caer en la trampa. No niegues un favor a quien te lo pida, si en tu mano está el otorgarlo. Nunca digas a tu prójimo: "Vuelve más tarde; te ayudaré mañana", si hoy tienes con qué ayudarlo. No urdas el mal contra tu prójimo, contra el que ha puesto en ti su confianza. No entres en pleito con nadie que no te haya hecho ningún daño. No envidies a los violentos, ni optes por andar en sus caminos. Porque el Señor aborrece al perverso, pero al íntegro le brinda su amistad. La maldición del Señor cae sobre la casa del malvado; su bendición, sobre el hogar de los justos. El Señor se burla de los *burlones, pero muestra su favor a los humildes. Los sabios son dignos de honra, pero los necios sólo merecen deshonra.




El Libro de Primera Corintios Capítulo 7 del Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:

LA PRIMERA EPÍSTOLA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS CORINTIOS

CAPÍTULO 7
(59 d.C.)
LOS CRISTIANOS
NO CASADOS

EN CUANTO a las cosas de que me escribisteis (el Apóstol se dirigirá ahora a los asuntos de los cuales le preguntaron en una carta; los Capítulos anteriores trató sobre lo que le habían dicho): bien es al hombre no tocar mujer (no es incorrecto que un hombre no se case, si es lo que el Señor desea para la vida personal de este hombre).
2 Mas a causa de las fornicaciones, cada uno tenga su mujer, y cada una tenga su marido (es una regla, no solamente un permiso).

LOS CRISTIANOS CASADOS

3 El marido pague a la mujer la debida benevolencia (se refiere al marido que ha de respetar las necesidades sexuales de su esposa, y en consecuencia suplirlas; por supuesto, hablamos de las necesidades legítimas): y asimismo la mujer al marido (proclama el mismo deber impuesto sobre la esposa en cuanto al marido).
4 La mujer no tiene potestad de su propio cuerpo, sino el marido: e igualmente tampoco el marido tiene potestad de su propio cuerpo, sino la mujer (se refiere al hecho de que el marido y la esposa se pertenecen el uno a la otra, queriendo decir que ninguno tiene el derecho de rechazar las demandas normales).
5 No os defraudéis el uno al otro (parece que algunas parejas casadas en aquella época se abstenían de la actividad sexual, ellos erróneamente pensaban que les permitía vivir una vida más espiritual; ¡el hombre quiere ir de un extremo al otro!), a no ser por algún tiempo de mutuo consentimiento, para ocuparos en ayuno y oración (no es obligatorio, sino que fue dado como sugerencia); y volved a juntaros en uno, porque no os tiente Satanás a causa de vuestra incontinencia (el Creyente no necesariamente se coloca en una represión de autotormento más allá de lo que Dios exige).
6 Mas esto digo por concesión, no por Mandamiento. (El Espíritu Santo, por Pablo, deja los detalles de vida, ya sea célibe o casado, a las conciencias individuales, sin embargo, con sabiduría y caridad dadivosa. Él los emanciparía de restricciones humanas ilícitas.)

LOS NO CASADOS

7 Quisiera más bien que todos los hombres fuesen como yo (no fue dicho por Pablo para denigrar el matrimonio como algunos han afirmado; en efecto, él estaba diciendo que deseaba ya la Resurrección Venidera, para que todos serían como él). No obstante cada uno tiene su propio Don de Dios, uno a la verdad así, y otro así (se refiere a diferentes tipos de Ministerio).
8 Digo pues a los solteros y a las viudas (naturalmente dio un consejo en contestación a la pregunta), que es bueno para ellos si se quedaren como yo (se explicó en el Versículo 26, donde él dice, “de la presente angustia,” se refiere a la hostilidad de Roma).
9 Y si no tienen don de continencia, cásense (se refiere al apetito sexual): que mejor es casarse que quemarse (se refiere a debida a con la pasión).

REGULACIONES

10 Mas a los que están juntos en matrimonio, les ordeno, no yo, sino el Señor (quiere decir que no es solamente el permiso como lo era en el Versículo 6, sino más bien un Mandamiento), Que la mujer no se separe del marido (la separación por motivos que no eran Bíblicos; en otras palabras, el marido inconverso no le dio a la esposa el derecho de divorciarse por esos motivos):
11 Y si se separare, que se quede sin casar, o reconcíliese con su marido (se refiere a obtener un divorcio o Pablo no le hubiera prohibido que permaneciera sola, no volver a casarse a menos que fuera con su antiguo marido): y que el marido no despida a su mujer (al igual que a la esposa le prohibe al marido; el Espíritu Santo, por medio del Apóstol, le da a las mujeres los mismos derechos que a los hombres).
12 Y a los demás yo digo, no el Señor (¡No significa que no es inspirado! El Apóstol nada más está diciendo que Jesús no dio instrucciones acerca qué hacer con matrimonios mixtos, es decir, “Creyentes e incrédulos”): si algún hermano tiene mujer incrédula (no es Cristiana), y ella consiente en habitar con él, no la despida (tal situación no proporciona motivos de divorcio).
13 Y la mujer que tiene marido incrédulo, y él consiente en habitar con ella, no lo deje (igual que el Versículo anterior).
14 Porque el marido incrédulo es Santificado en la mujer, y la mujer incrédula en el marido (el Creyente, en virtud de ser una sola carne con su cónyuge incrédulo o incrédula, no se considera que está viviendo en una relación ilegal; “Santificado” significa que Dios considera Cristiano el hogar y el matrimonio, sin importar que el uno o la otra sea incrédulo): pues de otra manera vuestros hijos serían inmundos; no obstante ahora son Santos (el Señor lo considera nacido en un hogar Cristiano, a pesar de que la Madre o el Padre es incrédulo).
15 Pero si el incrédulo se separa, sepárese (se refiere al abandono, y el único propósito del abandono es por la Causa de Cristo). Que no es el hermano o la hermana sujeto a servidumbre en semejante caso (nada podía el Creyente hacer para impedir que se marchara el cónyuge incrédulo, y en este caso, el Creyente está libre de volver a casarse): antes bien, Dios nos llamó a la paz. (La esposa o el marido incrédulo que no quiere seguir en el matrimonio destruye la paz creando una situación insostenible.)
16 Porque ¿de dónde sabes, oh mujer, si quizá harás salvo a tu marido? ¿O de dónde sabes, oh marido, si quizá harás salva a tu mujer? (Se debe hacer todo lo posible para seguir en el matrimonio, creyendo que con el tiempo el cónyuge incrédulo vendrá al Señor, lo que podría ser su única oportunidad.)
17 Empero cada uno como el Señor le repartió (se refiere a la regla de que las circunstancias de nuestras vidas son reguladas por la Providencia de Dios, y no deben ser cambiadas arbitrariamente por nuestro propio capricho), y como Dios llamó a cada uno, así ande (el Señor asigna nuestro camino, por lo tanto, no intente cambiar la posición a menos que vea que está equivocado, o no haya nada que usted pueda hacer en cuanto al cambio). Y así enseño en todas las Iglesias (estas instrucciones son aplicables a los Creyentes en todas partes y para siempre).
18 ¿Es llamado alguno Circuncidado? (los Judíos) quédese circunciso. ¿Es llamado alguno incircunciso? (los Gentiles) que no se Circuncide.
19 La Circuncisión nada es, y la incircuncisión nada es (Pablo dice que Cristo ha cumplido toda la antigua Ley Levítica, por eso ya no es obligatoria), sino la observancia de los Mandamientos de Dios. (Estos Mandamientos se encuentran en Mat. 22:36-40. Solamente se pueden guardar cuando el Creyente entienda que todo el poder y la fuerza vienen a través de la Cruz, lo que siempre debe ser el Objeto de nuestra Fe. Por lo tanto, da libertad de acción al Espíritu Santo para que obre en nuestras vidas, ayudándonos a hacer lo que tiene que hacerse.)
20 Cada uno en la vocación en que fue llamado, en ella se quede. (La condición o posición en que la persona se encuentra cuando acepta a Cristo, respetando posiciones o ciertos empleos que son honorables.)
21 ¿Eres llamado siendo siervo? no te preocupes (se refiere a un esclavo; el Espíritu Santo puede hacer Su Morada en el corazón de un esclavo como lo puede hacer en cualquiera otra persona): mas también si puedes hacerte libre, procúralo más bien (la libertad como preferencia, si es que se puede obtener; de otro modo, sirva a Dios como un esclavo; los esclavos eran la mayoría de la población en esa época).
22 Porque el que en el Señor es llamado, siendo siervo (esclavo), liberto es del Señor (en el Señor tal persona es libre, a pesar de su posición en la vida; es todo lo que realmente importa): asimismo también el que es llamado, siendo libre, siervo es de Cristo (una persona que no es un esclavo se hace un Esclavo Voluntario de Cristo).
23 Por precio sois comprados (el precio de rescate era la Preciosa Sangre Derramada de Jesús en la Cruz del Calvario); no os hagáis siervos de los hombres. (La Liberación por Jesucristo no sólo nos libera del pecado, sino también del temor del hombre y lo que el hombre puede hacernos.)
24 Cada uno, Hermanos, en lo que es llamado, en esto se quede para con Dios. (La tercera vez que Pablo dice esto [vv. 17, 20]; el Espíritu Santo nos coloca al mismo nivel en el Cristianismo.)

VÍRGENES

25 No obstante de las vírgenes no tengo Mandamiento del Señor (el Antiguo Testamento o el Señor en Su Ministerio terrenal no dijo nada acerca de esta cuestión; aún así lo que Él dirá ahora es sin duda alguna inspirado por Dios); mas doy mi parecer, como quien ha alcanzado misericordia del Señor para ser fiel. (Pablo parece implicar aquí que él había sido célibe toda su vida, y el Señor le había dado la Gracia respecto al apetito sexual.)
26 Tengo, pues, esto por bueno en vista de la presente angustia (persecución por Roma), que bueno es al hombre estarse así. (Él se refiere principalmente a los Predicadores y las adversidades que ellos se encontrarían con respecto a “la presente angustia” si tuvieran una familia.)
27 ¿Estás ligado a mujer? no procures soltarte (como se mencionó, él se refiere principalmente a los Predicadores). ¿Estáis suelto de mujer? no busques casarte. (En otras palabras, si usted no está casado, lo mejor sería que se quedara así. Pero entienda que Pablo se refería sólo de esa época en concreto, lo que también tendría que ver con cierto porvenir.)
28 Mas también si tomares mujer, no pecaste (se refiere a los hombres cuyas mujeres los habían abandonado debido a su aceptación de Cristo y la Predicación del Evangelio; no es pecado volver a casarse para aquel hombre [o mujer]); y si la doncella se casare, no pecó (se refiere a las señoritas que tenían en mente seguir solteras por el resto de sus vidas, pero luego resulta que se enamoran de un joven, etc.). Pero aflicción de carne tendrán los tales (“la presente angustia,” es decir, “la persecución”): mas yo os dejo. (¡Si él puede, quiere salvarlos de ciertos problemas!)

CRISTIANOS CASADOS

29 Esto empero digo, Hermanos, que el tiempo es corto (hay que aprovechar el tiempo que tenemos y no agobiarnos sin necesidad, de ese modo, haciendo difícil nuestra vida para el Señor): lo que resta es, que los que tienen mujeres sean como los que no las tienen (los Cristianos han de estar relajados en cuanto al interés terrenal; el Señor debe ser primero en todo);
30 Y los que lloran, como los que no lloran (todo lo terrenal es pasajero; ¡hay que recordar esto!); y los que se regocijan, como los que no se regocijan; y los que compran, como los que no poseen;
31 Y los que usan de este mundo, como los que no lo usan plenamente (sólo estamos de paso): porque la apariencia de este mundo se pasa (es como un vapor que se esfuma, por eso, los Cristianos no debieran aferrarse en ello).

LAS RESPONSABILIDADES

32 Quisiera, pues, que estuvieseis sin congoja (no hay que estar agobiados de preocupación). El soltero tiene cuidado de las cosas que son del Señor, cómo ha de agradar al Señor (se refiere otra vez a los Predicadores del Evangelio, y sobre todo considerando “la presente angustia”):
33 Empero el que se casó tiene cuidado de las cosas que son del mundo, cómo ha de agradar a su mujer. (De nuevo, “la angustia presente” concernía lo que Nerón estuvo a punto de hacer, lo que resultaría en que muchos Cristianos perderían sus vidas.)
34 Hay asimismo diferencia entre la casada y la doncella (concierne sólo la manera de disponibilidad por el Señor). La doncella tiene cuidado de las cosas del Señor, para ser Santa así en el cuerpo como en el espíritu (Pablo no le está hablando a todas las mujeres Cristianas, sólo a aquellas que son llamadas al Ministerio, y más expresamente sólo a aquellas para las cuales sería la Voluntad de Dios): mas la casada tiene cuidado de las cosas del mundo, cómo ha de agradar a su marido. (¡Realmente quiere decir que su interés está dividido entre el Señor y su marido, mientras que la de una mujer soltera es sólo del Señor, o al menos se supone que deba ser así!)
35 Esto empero digo para vuestro provecho; no para echaros lazo (sus palabras no son obligatorias, pero tienen la intención de servir como consejos e instrucción; toda persona debe buscar al Señor con respecto a su propia vida y Ministerio), sino para lo honesto y decente, y para que sin impedimento os lleguéis al Señor (cual sea la Voluntad del Señor en cada caso individual).
36 Mas si a alguno parece que no está obrando correctamente con su hija virgen (no se refiere a una novia como lo indica aquí, sino más bien el Padre de esta doncella), que pase ya de edad (se consideraba que tenía veinte años en ese momento; por eso, debían ya permitirle que tomara su propia decisión con respecto al matrimonio, etc.), y que así conviene que se haga, haga lo que quisiere, no peca (por ser ya su hija una adulta, ella tiene la libertad de tomar sus propias decisiones, y el Padre ya no es el responsable): cásese.
37 Pero el que está firme en su corazón, y no tiene necesidad (la hija no desea casarse; por lo tanto, el Padre podía seguir dedicándose a ella), sino que tiene libertad de su voluntad, y determinó en su corazón esto, el guardar su hija virgen, bien hace (le concierne al Padre la dedicación de ella al Señor, lo cual es también el deseo de ella, con el entendimiento que él la mantendría por toda su vida).
38 Así que el que la da en casamiento, bien hace (si es lo que ella quiere); y el que no la da en casamiento, hace mejor (no tiene la intención de declarar que es mejor moralmente, sino más bien “mejor con relación a la Obra de Dios”).

VIUDAS CRISTIANAS

39 La mujer casada está atada a la ley mientras vive su marido; mas si su marido muriere, libre es, cásese con quien quisiere; con tal que sea en el Señor (casarse con otro Cristiano).
40 Empero más venturosa será si se quedare así, según mi consejo (permanece soltera): y pienso que también yo tengo Espíritu de Dios (pone el consejo de Pablo fuera de la esfera del juicio humano y dentro de la esfera del Divino).




Primera Corintios Capítulo 13:
Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.


Hebreos 10:35-12:4
Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida. Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre.


Romanos 8:
Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, los que no vivan según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.

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