26 September 2022

El 26 de setiembre Lectura Bíblica Diaria

Mensaje de la Cruz de Cristo Jesús-Capítulo-1

Sonidos del aire libre



El 26 de setiembre Lectura Bíblica Diaria:

Levítico 2-4:

2 Cuando alguna persona ofreciere oblación a Jehová, su ofrenda será flor de harina, sobre la cual echará aceite, y pondrá sobre ella incienso, y la traerá a los sacerdotes, hijos de Aarón; y de ello tomará el sacerdote su puño lleno de la flor de harina y del aceite, con todo el incienso, y lo hará arder sobre el altar para memorial; ofrenda encendida es, de olor grato a Jehová. Y lo que resta de la ofrenda será de Aarón y de sus hijos; es cosa santísima de las ofrendas que se queman para Jehová. Cuando ofrecieres ofrenda cocida en horno, será de tortas de flor de harina sin levadura amasadas con aceite, y hojaldres sin levadura untadas con aceite. Mas si ofrecieres ofrenda de sartén, será de flor de harina sin levadura, amasada con aceite, la cual partirás en piezas, y echarás sobre ella aceite; es ofrenda. Si ofrecieres ofrenda cocida en cazuela, se hará de flor de harina con aceite. Y traerás a Jehová la ofrenda que se hará de estas cosas, y la presentarás al sacerdote, el cual la llevará al altar. Y tomará el sacerdote de aquella ofrenda lo que sea para su memorial, y lo hará arder sobre el altar; ofrenda encendida de olor grato a Jehová. Y lo que resta de la ofrenda será de Aarón y de sus hijos; es cosa santísima de las ofrendas que se queman para Jehová. Ninguna ofrenda que ofreciereis a Jehová será con levadura; porque de ninguna cosa leuda, ni de ninguna miel, se ha de quemar ofrenda para Jehová. Como ofrenda de primicias las ofreceréis a Jehová; mas no subirán sobre el altar en olor grato. Y sazonarás con sal toda ofrenda que presentes, y no harás que falte jamás de tu ofrenda la sal del pacto de tu Dios; en toda ofrenda tuya ofrecerás sal. Si ofrecieres a Jehová ofrenda de primicias, tostarás al fuego las espigas verdes, y el grano desmenuzado ofrecerás como ofrenda de tus primicias. Y pondrás sobre ella aceite, y pondrás sobre ella incienso; es ofrenda. Y el sacerdote hará arder el memorial de él, parte del grano desmenuzado y del aceite, con todo el incienso; es ofrenda encendida para Jehová. 3 Si su ofrenda fuere sacrificio de paz, si hubiere de ofrecerla de ganado vacuno, sea macho o hembra, sin defecto la ofrecerá delante de Jehová. Pondrá su mano sobre la cabeza de su ofrenda, y la degollará a la puerta del tabernáculo de reunión; y los sacerdotes hijos de Aarón rociarán su sangre sobre el altar alrededor. Luego ofrecerá del sacrificio de paz, como ofrenda encendida a Jehová, la grosura que cubre los intestinos, y toda la grosura que está sobre las entrañas, y los dos riñones y la grosura que está sobre ellos, y sobre los ijares; y con los riñones quitará la grosura de los intestinos que está sobre el hígado. Y los hijos de Aarón harán arder esto en el altar, sobre el holocausto que estará sobre la leña que habrá encima del fuego; es ofrenda de olor grato para Jehová. Mas si de ovejas fuere su ofrenda para sacrificio de paz a Jehová, sea macho o hembra, la ofrecerá sin defecto. Si ofreciere cordero por su ofrenda, lo ofrecerá delante de Jehová. Pondrá su mano sobre la cabeza de su ofrenda, y después la degollará delante del tabernáculo de reunión; y los hijos de Aarón rociarán su sangre sobre el altar alrededor. Y del sacrificio de paz ofrecerá por ofrenda encendida a Jehová la grosura, la cola entera, la cual quitará a raíz del espinazo, la grosura que cubre todos los intestinos, y toda la que está sobre las entrañas. Asimismo los dos riñones y la grosura que está sobre ellos, y la que está sobre los ijares; y con los riñones quitará la grosura de sobre el hígado. Y el sacerdote hará arder esto sobre el altar; vianda es de ofrenda encendida para Jehová. Si fuere cabra su ofrenda, la ofrecerá delante de Jehová. Pondrá su mano sobre la cabeza de ella, y la degollará delante del tabernáculo de reunión; y los hijos de Aarón rociarán su sangre sobre el altar alrededor. Después ofrecerá de ella su ofrenda encendida a Jehová; la grosura que cubre los intestinos, y toda la grosura que está sobre las entrañas, los dos riñones, la grosura que está sobre ellos, y la que está sobre los ijares; y con los riñones quitará la grosura de sobre el hígado. Y el sacerdote hará arder esto sobre el altar; vianda es de ofrenda que se quema en olor grato a Jehová; toda la grosura es de Jehová. Estatuto perpetuo será por vuestras edades, dondequiera que habitéis, que ninguna grosura ni ninguna sangre comeréis. 4 Habló Jehová a Moisés, diciendo: Habla a los hijos de Israel y diles: Cuando alguna persona pecare por yerro en alguno de los mandamientos de Jehová sobre cosas que no se han de hacer, e hiciere alguna de ellas; si el sacerdote ungido pecare según el pecado del pueblo, ofrecerá a Jehová, por su pecado que habrá cometido, un becerro sin defecto para expiación. Traerá el becerro a la puerta del tabernáculo de reunión delante de Jehová, y pondrá su mano sobre la cabeza del becerro, y lo degollará delante de Jehová. Y el sacerdote ungido tomará de la sangre del becerro, y la traerá al tabernáculo de reunión; y mojará el sacerdote su dedo en la sangre, y rociará de aquella sangre siete veces delante de Jehová, hacia el velo del santuario. Y el sacerdote pondrá de esa sangre sobre los cuernos del altar del incienso aromático, que está en el tabernáculo de reunión delante de Jehová; y echará el resto de la sangre del becerro al pie del altar del holocausto, que está a la puerta del tabernáculo de reunión. Y tomará del becerro para la expiación toda su grosura, la que cubre los intestinos, y la que está sobre las entrañas, los dos riñones, la grosura que está sobre ellos, y la que está sobre los ijares; y con los riñones quitará la grosura de sobre el hígado, de la manera que se quita del buey del sacrificio de paz; y el sacerdote la hará arder sobre el altar del holocausto. Y la piel del becerro, y toda su carne, con su cabeza, sus piernas, sus intestinos y su estiércol, en fin, todo el becerro sacará fuera del campamento a un lugar limpio, donde se echan las cenizas, y lo quemará al fuego sobre la leña; en donde se echan las cenizas será quemado. Si toda la congregación de Israel hubiere errado, y el yerro estuviere oculto a los ojos del pueblo, y hubieren hecho algo contra alguno de los mandamientos de Jehová en cosas que no se han de hacer, y fueren culpables; luego que llegue a ser conocido el pecado que cometieren, la congregación ofrecerá un becerro por expiación, y lo traerán delante del tabernáculo de reunión. Y los ancianos de la congregación pondrán sus manos sobre la cabeza del becerro delante de Jehová, y en presencia de Jehová degollarán aquel becerro. Y el sacerdote ungido meterá de la sangre del becerro en el tabernáculo de reunión, y mojará el sacerdote su dedo en la misma sangre, y rociará siete veces delante de Jehová hacia el velo. Y de aquella sangre pondrá sobre los cuernos del altar que está delante de Jehová en el tabernáculo de reunión, y derramará el resto de la sangre al pie del altar del holocausto, que está a la puerta del tabernáculo de reunión. Y le quitará toda la grosura y la hará arder sobre el altar. Y hará de aquel becerro como hizo con el becerro de la expiación; lo mismo hará de él; así hará el sacerdote expiación por ellos, y obtendrán perdón. Y sacará el becerro fuera del campamento, y lo quemará como quemó el primer becerro; expiación es por la congregación. Cuando pecare un jefe, e hiciere por yerro algo contra alguno de todos los mandamientos de Jehová su Dios sobre cosas que no se han de hacer, y pecare; luego que conociere su pecado que cometió, presentará por su ofrenda un macho cabrío sin defecto. Y pondrá su mano sobre la cabeza del macho cabrío, y lo degollará en el lugar donde se degüella el holocausto, delante de Jehová; es expiación. Y con su dedo el sacerdote tomará de la sangre de la expiación, y la pondrá sobre los cuernos del altar del holocausto, y derramará el resto de la sangre al pie del altar del holocausto, y quemará toda su grosura sobre el altar, como la grosura del sacrificio de paz; así el sacerdote hará por él la expiación de su pecado, y tendrá perdón. Si alguna persona del pueblo pecare por yerro, haciendo algo contra alguno de los mandamientos de Jehová en cosas que no se han de hacer, y delinquiere; luego que conociere su pecado que cometió, traerá por su ofrenda una cabra, una cabra sin defecto, por su pecado que cometió. Y pondrá su mano sobre la cabeza de la ofrenda de la expiación, y la degollará en el lugar del holocausto. Luego con su dedo el sacerdote tomará de la sangre, y la pondrá sobre los cuernos del altar del holocausto, y derramará el resto de la sangre al pie del altar. Y le quitará toda su grosura, de la manera que fue quitada la grosura del sacrificio de paz; y el sacerdote la hará arder sobre el altar en olor grato a Jehová; así hará el sacerdote expiación por él, y será perdonado. Y si por su ofrenda por el pecado trajere cordero, hembra sin defecto traerá. Y pondrá su mano sobre la cabeza de la ofrenda de expiación, y la degollará por expiación en el lugar donde se degüella el holocausto. Después con su dedo el sacerdote tomará de la sangre de la expiación, y la pondrá sobre los cuernos del altar del holocausto, y derramará el resto de la sangre al pie del altar. Y le quitará toda su grosura, como fue quitada la grosura del sacrificio de paz, y el sacerdote la hará arder en el altar sobre la ofrenda encendida a Jehová; y le hará el sacerdote expiación de su pecado que habrá cometido, y será perdonado.

Salmo 136:

Den gracias al Señor, porque él es bueno; su gran amor perdura para siempre. Den gracias al Dios de dioses; su gran amor perdura para siempre. Den gracias al Señor omnipotente; su gran amor perdura para siempre. Al único que hace grandes maravillas; su gran amor perdura para   siempre. Al que con inteligencia hizo los cielos; su gran amor perdura para siempre. Al que expandió la tierra sobre las aguas; su gran amor perdura para siempre. Al que hizo las grandes luminarias; su gran amor perdura para siempre. El sol, para iluminar el día; su gran amor perdura para siempre. La luna y las estrellas, para iluminar la noche; su gran amor perdura para siempre. Al que hirió a los primogénitos de Egipto; su gran amor perdura para siempre. Al que sacó de Egipto a Israel; su gran amor perdura para siempre. Con mano poderosa y con brazo  extendido; su gran amor perdura para siempre. Al que partió en dos el Mar Rojo; su gran amor perdura para siempre. Y por en medio hizo cruzar a Israel; su gran amor perdura para siempre. Pero hundió en el Mar Rojo al faraón y a su ejército; su gran amor perdura para siempre. Al que guió a su pueblo por el desierto; su gran amor perdura para siempre. Al que hirió de muerte a grandes reyes; su gran amor perdura para siempre. Al que a reyes poderosos les quitó la vida; su gran amor perdura para siempre. A Sijón, el rey amorreo; su gran amor perdura para siempre. A Og, el rey de Basán; su gran amor perdura para siempre. Cuyas tierras entregó como herencia; su gran amor perdura para siempre. Como herencia para su siervo Israel; su gran amor perdura para siempre. Al que nunca nos olvida, aunque estemos humillados; su gran amor perdura para siempre. Al que nos libra de nuestros adversarios; su gran amor perdura para siempre. Al que alimenta a todo ser viviente; su gran amor perdura para siempre. ¡Den gracias al Dios de los cielos! ¡Su gran amor perdura para siempre!



Proverbios 5:




Hijo mío, pon atención a mi sabiduría y presta oído a mi buen juicio, para que al hablar mantengas la discreción y retengas el conocimiento. De los labios de la adúltera fluye miel; su lengua es más suave que el aceite. Pero al fin resulta más amarga que la hiel y más cortante que  una espada de dos filos. Sus pies descienden hasta la muerte; sus pasos van derecho al sepulcro. No toma ella en cuenta el camino de la vida; sus sendas son torcidas, y ella no lo reconoce. Pues bien, hijo mío, préstame atención y no te apartes de mis palabras. Aléjate de la adúltera; no te acerques a la puerta de su casa, para que no entregues a otros tu vigor, ni tus años a gente cruel; para que no sacies con tu fuerza a gente extraña, ni vayan a dar en casa ajena tus esfuerzos. Porque al final acabarás por llorar, cuando todo tu ser se haya consumido. Y dirás: "¡Cómo pude aborrecer la corrección! ¡Cómo pudo mi corazón despreciar la disciplina! No atendí a la voz de mis maestros, ni presté oído a mis instructores. Ahora estoy al borde de la ruina, en medio de toda la comunidad." Bebe el agua de tu propio pozo, el agua que fluye de tu propio manantial. ¿Habrán de derramarse tus fuentes por las calles y tus corrientes de aguas por las plazas públicas? Son tuyas, solamente tuyas, y no para que las compartas con extraños. ¡Bendita sea tu fuente! ¡Goza con la esposa de tu juventud! Es una gacela amorosa, es una cervatilla encantadora. ¡Que sus pechos te satisfagan siempre! ¡Que su amor te cautive todo el tiempo! ¿Por qué, hijo mío, dejarte cautivar por una adúltera? ¿Por qué abrazarte al pecho de la mujer ajena? Nuestros caminos están a la vista del Señor; él examina todas nuestras sendas. Al malvado lo atrapan sus malas obras; las cuerdas de su pecado lo aprisionan. Morirá por su falta de disciplina; perecerá por su gran insensatez.




El Libro de Lucas Capítulo 5 del Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:




EL SANTO EVANGELIO SEGÚN
SAN LUCAS




CAPÍTULO 5
(31 d.C.)
UN BARCO PRESTADO




Y ACONTECIÓ, que, estando Él junto al lago de Genezaret (el Mar de Galilea), las gentes se agolpaban sobre Él para oír la Palabra de Dios,
2 Y vio dos barcos que estaban cerca de la orilla del lago (dos entre muchos): y los pescadores habiendo descendido de ellos, lavaban sus redes (Pedro, Andrés, Santiago y Juan habían pescado toda la noche y no pescaron nada).
3 Y entrado en uno de estos barcos, el cual era de Simón (demuestra que Él ya pidió prestado este barco para servir como plataforma o púlpito), le rogó que lo desviase de tierra un poco. Y sentándose (la costumbre de aquel entonces), enseñaba desde el barco a las gentes.
EL MILAGRO
4 Y cuando cesó de hablar (acababa de Predicar y enseñar), dijo a Simón, Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar (fue una sorpresa para estos pescadores; ellos habían pescado toda la noche y no pescaron nada, entonces debieron de haberse  preguntado qué estaba haciendo Él ahora, en efecto, Él iba a pagar por el uso del barco; Dios nunca le debe nada a nadie).
5 Y respondiendo Simón, Le dijo, Maestro, habiendo trabajado toda la noche, nada hemos tomado: más en Tu Palabra echaré la red (la idea es que Pedro jamás se hubiera molestado de tirar la red por orden de otra persona que no fuera Jesús).
6 Y habiéndolo hecho, encerraron gran multitud de pescado: más su red se rompía (tantos peces que la red comenzaba a romper).
7 E hicieron señas a los compañeros (Pedro y Andrés llamaron a Santiago y a Juan), que estaban en el otro barco, que viniesen a ayudarles. Y vinieron, y llenaron ambos barcos, de tal manera que se anegaban (Cristo tenía el mismo poder sobre los peces del mar como Él tenía sobre las ranas, las pulgas y las langostas de Egipto).
8 Lo cual viendo Simón Pedro (demuestra que la intención de esta lección no es para que Simón   tuviera una estimación alta de sí mismo, sino una estimación baja; es la intención de toda manifestación del Poder Divino y de la Gracia en la conciencia del hombre caído), se derribó de rodillas ante Jesús, diciendo, Apártate de mí, Señor; porque soy hombre pecador (declara el milagro revelador de la incredulidad oculta en el corazón de Simón, sin lugar a dudas, cuando él echaba las redes se dijo: "no pescaremos nada").
9 Porque temor le había rodeado, y a todos los que estaban con él, de la presa de los peces que habían tomado:
10 Y asimismo a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Y Jesús dijo a Simón, No temas; desde ahora pescarás hombres (es el primer instante registrado en que Jesús usaba las palabras, "no temas," con Sus Discípulos; Su declaración los elevaba a ser pescadores de hombres, y constituía su llamado al Discipulado, y como Apóstoles).
11 Y cuando llegaron a tierra los barcos, dejándolo todo, Le siguieron (quiere decir que ellos respondieron inmediatamente).
JESÚS SANA A UN LEPROSO
12 Y aconteció que estando en una cierta ciudad, he aquí, un hombre lleno de lepra (el hombre estaba en la última etapa de la lepra, en realidad estaba a punto de morir): el cual viendo a Jesús, postrándose sobre el rostro, Le rogó, diciendo, Señor, si Quieres, puedes limpiarme (él expresó duda en cuanto a la buena Voluntad de Jesús, en vez de confiar en Su Poder; además muchos Judíos que sabían que la lepra era un tipo del pecado, no creyeron que hasta un leproso pudiera ser salvo; de ahí, la declaración de este leproso acerca de la buena Voluntad de Cristo para que lo sanara).
13 Entonces, extendiendo la Mano, le tocó diciendo, Quiero: sé limpio (Su respuesta y acción resolvió para siempre la pregunta en cuanto a la Voluntad de Dios con respecto a la sanidad de los enfermos). Y luego la lepra se fue de él (la estructura de esta frase en el Griego expresa que fue la Palabra de Jesús la que sanó al hombre, por eso cuando Él lo tocó, ya había ocurrido la sanidad).
14 Y Él le mandó que no lo dijese a nadie: mas ve, muéstrate al Sacerdote, y ofrece por tu limpieza, como mandó Moisés, para testimonio a ellos (corresponde a la Ley de la Limpieza del Leproso [Lev., cap. 14]).
15 Empero tanto más se extendía Su fama: y se juntaban muchas gentes a oír, y ser sanadas de sus enfermedades.
16 Más Él se apartaba a los desiertos, y oraba (¡si Jesús tenía que orar, ¿qué de nosotros?!).
LA SANIDAD Y EL PERDÓN
17 Y aconteció un día, que Él estaba enseñando, y los Fariseos y Doctores de la Ley estaban sentados, los cuales habían venido de todas las aldeas de Galilea, y de Judea y Jerusalén (ya la gran oposición iba a comenzar): y la Virtud del Señor estaba allí para sanarlos (la implicación es que los enfermos se sanaban sin que Jesús tuviera que tratar con sus enfermedades o aflicciones; el Espíritu de Dios que emanaba de Él aplastaba las enfermedades y aflicciones; en otras palabras, Su mera Presencia trajo la sanidad).
18 Y, he aquí, unos hombres, que traían sobre un lecho a un hombre que estaba paralítico (cuatro hombres cuando Marcos testificaba; el hombre tenía cierto tipo de "parálisis"): y buscaban meterle, y ponerle delante de Él (el lugar estaba atestado de gente que no podían entrar en la casa).
19 Y no hallando por donde meterle a causa de la multitud, subieron encima de la casa (las casas normalmente tenían techos planos en aquella región del mundo), y por el tejado le bajaron con el lecho en medio, delante de Jesús (es probable que ampliaron una trampilla que había en el techo).
20 El cual, viendo la Fe de ellos (en la Fe verdadera siempre hay acción), le dice, Hombre, tus pecados te son perdonados (indica que la desgraciada condición física del enfermo fue debido a su vida pecadora; no obstante, Jesús lo trató con suma bondad).
21 Entonces los Escribas y los Fariseos comenzaron a pensar, diciendo, ¿Quién es éste que habla blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados sino Sólo Dios? (Hubo una atmósfera hostil en la sala, y nuestro Señor lo sintió. Lo que pensaron en sus corazones lo expresaron en sus rostros, y en sus acciones, y hasta en sus mismas personalidades.)
22 Jesús entonces, conociendo los pensamientos de ellos (el Espíritu Santo Le reveló lo que ellos estaban pensando), respondiendo les dijo, ¿Qué pensáis en vuestros corazones? (Él no sólo perdonaba los pecados, sino que Él leía las mentes cuando el Espíritu Santo se Lo revelaba, que además demostraba que Él era Dios.)
23 ¿Qué es más fácil, decir, Tus pecados te son perdonados; o decir, Levántate y anda? (La idea de la pregunta planteada por Cristo es que Dios Solo podía "perdonar y sanar.")
24 Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la Tierra de perdonar pecados (para demostrar ese poder), (dice al paralítico,) A ti digo, Levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa.
25 Y luego, levantándose en presencia de ellos (implica que antes él no podía hacer eso), y tomando aquél en que estaba echado (llevaba su propia cama), se fue a su casa, Glorificando a Dios (había venido enfermo, sin poder caminar, y salió sano y fuerte; con razón, Glorificaba a Dios).
26 Y tomó espanto a todos (la Verdad era indiscutible), y Glorificaban a Dios (que insinúa que hasta los Escribas y los Fariseos hicieron lo mismo), y fueron llenos de temor, diciendo, Hemos visto maravillas hoy (de hecho, habían visto lo que ningún ser humano jamás había visto antes).
JESÚS LLAMA A MATEO
27 Y después de estas cosas salió, y vio a un Publicano (un recaudador de impuestos), llamado Leví (Mateo), sentado al banco de los tributos públicos (era una ocupación lucrativa, pero un empleo despreciado por los Judíos; en otras palabras, ellos odiaban a los recaudadores de impuestos porque representaban a Roma; la tarea era tan detestable que la mayoría de los Publicanos contrataban a otros para que físicamente fueran a colectar los impuestos; pero al parecer Mateo poco se preocupaba de lo que la gente pensaba de él): y le (Mateo) dijo (Jesús), Sígueme (no en fila india, uno detrás del otro, sino caminaban juntos, hombro a hombro por la misma senda).
28 Y dejadas todas las cosas, levantándose, Le siguió (él dejó su posición de recaudador de impuestos, y lo hizo inmediatamente).
29 Y Le (a Jesús) hizo Leví gran banquete en su casa (indica el hecho de que Mateo era una persona de consecuencia y posición): y había mucha compañía de Publicanos y de otros, los cuales estaban a la mesa con ellos (señala a un grupo de las personas a quienes no permitieron probablemente ni dentro de las Sinagogas).
LOS FARISEOS
30 Y los Escribas (que supuestamente eran expertos en la Ley de Moisés) y los Fariseos (el partido religioso fundamentalista en Israel) murmuraban contra Sus Discípulos, diciendo, ¿Por qué coméis y bebéis con los Publicanos y pecadores? (Ni siquiera se les ocurría a ellos compartir  una comida con esa clase de gente, mucho menos tratarlos con amabilidad.)
31 Y respondiendo Jesús les dijo, Los que están sanos no necesitan médico, sino los que están enfermos (asociarse con "los Publicanos y los pecadores" no era el problema de los Fariseos, sino más bien era debido a sus corazones oscurecidos, que era más perverso en los Ojos de Dios que las personas que ellos condenaban).
32 No he venido a llamar justos, sino pecadores al arrepentimiento (en otras palabras, la misma razón por la cual Yo he venido es precisamente por esta gente que ustedes condenan).
EL AYUNO
33 Entonces ellos Le dijeron, ¿Por qué los discípulos de Juan ayunan muchas veces y hacen oraciones, y asimismo los de los Fariseos (es probable que hicieron esta pregunta por los discípulos de Juan el Bautista); y Tus Discípulos comen y beben? (Se refiere a los Discípulos de Jesús en comparación con los discípulos de Juan.)
34 Y Él les dijo, ¿Podéis hacer que los que están de bodas ayunen, entre tanto que el esposo está con ellos? (El objeto de todo lo que hace el Creyente, ya sea ayunar o comer, es Jesús. Él Solo es el punto focal de todo. El ayuno que anteriormente bajo el Antiguo Convenio, fue en relación con Su Venida, la cual se refiere a Su Primer Advenimiento porque, como es obvio, Él todavía no estaba con ellos. Ahora Él está con ellos, por eso no hay necesidad de ayunar, por lo menos durante ese tiempo en particular.)
35 Empero vendrán días cuando el esposo (Cristo) les será quitado de ellos (los Creyentes), entonces ayunarán en aquellos días (se refiere a la época de la Edad de la Iglesia, que ha existido ya por unos 2.000 años; aunque los motivos del ayuno son variados y muchos, la razón principal está relacionada al hecho de que Él no está aquí, que indica muchas cosas; cuando Él regrese, el gozo, la prosperidad y la celebración serán entonces el orden en el mundo entero).
36 Y les decía también una Parábola: Nadie mete remiendo de paño nuevo en vestido viejo; de otra manera el nuevo rompe, y el viejo no conviene remiendo nuevo (el Nuevo Convenio tiene que estar completo en sí, y no parte del Antiguo Convenio; en otras palabras, el Nuevo Convenio no puede remendarse en el Antiguo Convenio).
37 Y nadie echa vino nuevo en cueros viejos (los odres); de otra manera el vino nuevo  romperá los cueros, y el vino se derramará, y los cueros se perderán (tratar de juntar el Nuevo Convenio al Antiguo Convenio destruiría los dos Convenios).
38 Mas el vino nuevo (Nuevo Convenio) en cueros nuevos (odres nuevos) se ha de echar; y lo uno y lo otro se conservan (el "vino nuevo" es el Nuevo Convenio, "los nuevos odres" constituyen la Iglesia; quiere decir que el Judaísmo no tendrá parte alguna en el Cristianismo, aunque las raíces del Cristianismo están claramente en el Judaísmo).
39 Y ninguno que bebiere del añejo en seguida (de inmediato), quiere luego el nuevo: porque dice, El añejo es mejor (el Antiguo Convenio tenía que ser abolido completamente, o de lo contrario el Nuevo no iba a ser aceptado; ¿por qué? "Las obras" siempre son más atractivas a los hombres que "la Fe"; ¿por qué? "Las obras" atraen el orgullo, mientras que "la Fe" atrae la Cruz).


Primera Corintios Capítulo 13:




Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.


Hebreos 10:35-12:4




Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida. Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté,  David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre.

Romanos 8:




Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los  muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.

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