El 24 de Junio Lectura Bíblica Diaria
Jueces 1 a 3:
Después de la muerte de Josué, los israelitas le preguntaron al Señor: ¿Quién de nosotros será el primero en subir y pelear contra los cananeos? El Señor respondió: Judá será el primero en subir, puesto que ya le he entregado el país en sus manos. Entonces los de la tribu de Judá dijeron a sus hermanos de la tribu de Simeón: "Suban con nosotros al territorio que nos ha tocado, y pelearemos contra los cananeos; después nosotros iremos con ustedes al territorio que les tocó." Y los de la tribu de Simeón los acompañaron. Cuando Judá atacó, el Señor entregó en sus manos a los cananeos y a los ferezeos. En Bézec derrotaron a diez mil hombres. Allí se toparon con Adoní Bézec y pelearon contra él, y derrotaron a los cananeos y a los ferezeos. Adoní Bézec logró escapar, pero lo persiguieron hasta que lo alcanzaron, y le cortaron los pulgares de las manos y los dedos gordos de los pies. Entonces Adoní Bézec exclamó: "¡Setenta reyes, cortados los pulgares de las manos y los dedos gordos de los pies, recogían migajas debajo de mi mesa! ¡Ahora Dios me ha pagado con la misma moneda!" Luego lo llevaron a Jerusalén, y allí murió. Los de la tribu de Judá también atacaron a Jerusalén; la capturaron, matando a todos a filo de espada, y luego incendiaron la ciudad. Después la tribu de Judá fue a pelear contra los cananeos que vivían en la región montañosa, en el Néguev y en la Sefelá. Avanzaron contra los cananeos que vivían en Hebrón, ciudad que antes se llamaba Quiriat Arbá, y derrotaron a Sesay, Ajimán y Talmay. Desde allí, avanzaron contra los habitantes de Debir, ciudad que antes se llamaba Quiriat Séfer. Entonces Caleb dijo: "A quien derrote a Quiriat Séfer y la conquiste, yo le daré por esposa a mi hija Acsa." Y fue Otoniel hijo de Quenaz, hermano menor de Caleb, quien la conquistó; así que Caleb le dio por esposa a su hija Acsa. Cuando ella llegó, Otoniel la convenció de que le pidiera un terreno a su padre. Al bajar Acsa del asno, Caleb le preguntó: ¿Qué te pasa? Concédeme un gran favor respondió ella. Ya que me has dado tierras en el Néguev, dame también manantiales. Fue así como Caleb le dio a su hija mananatiales en las zonas altas y en las bajas. Los descendientes de Hobab el quenita, suegro de Moisés, acompañaron a la tribu de Judá desde la Ciudad de las Palmeras hasta el desierto de Judá, que está en el Néguev, cerca de Arad. Allí habitaron con la gente del lugar. Después fueron los de la tribu de Judá con sus hermanos de la tribu de Simeón y derrotaron a los cananeos que vivían en Sefat, ciudad a la que destruyeron por completo. Desde entonces Sefat fue llamada Jormá. Los hombres de Judá también conquistaron las ciudades de Gaza, Ascalón y Ecrón, cada una de ellas con su propio territorio. El Señor estaba con los hombres de Judá. Éstos tomaron posesión de la región montañosa, pero no pudieron expulsar a los que vivían en las llanuras, porque esa gente contaba con carros de hierro. Tal como lo había prometido Moisés, Caleb recibió Hebrón y expulsó de esa ciudad a los tres hijos de Anac. En cambio, los de la tribu de Benjamín no lograron expulsar a los jebuseos, que vivían en Jerusalén. Por eso hasta el día de hoy los jebuseos viven con los benjaminitas en Jerusalén. Los de la tribu de José, por su parte, subieron contra Betel, pues el Señor estaba con ellos. Enviaron espías a Betel, ciudad que antes se llamaba Luz, y éstos, al ver que un hombre salía de la ciudad, le dijeron: "Muéstranos cómo entrar en la ciudad, y seremos bondadosos contigo." Aquel hombre les mostró cómo entrar en la ciudad, y ellos la conquistaron a filo de espada; pero al hombre y a toda su familia les perdonaron la vida. Y ese hombre se fue a la tierra de los hititas, donde fundó una ciudad a la que llamó Luz, nombre que conserva hasta el día de hoy. Pero los de la tribu de Manasés no pudieron expulsar a los de Betseán y de Tanac con sus respectivas aldeas, ni tampoco a los habitantes de Dor, Ibleam y Meguido con sus respectivas aldeas, porque los cananeos estaban decididos a permanecer en esa tierra. Sólo cuando Israel se hizo fuerte pudo someter a los cananeos a trabajos forzados, aunque nunca pudo expulsarlos del todo. Los de la tribu de Efraín tampoco pudieron expulsar a los cananeos que vivían en Guézer, de modo que los cananeos siguieron viviendo entre ellos. Los de la tribu de Zabulón, por su parte, tampoco pudieron expulsar a los cananeos que vivían en Quitrón y Nalol, y éstos siguieron viviendo entre ellos, aunque fueron sometidos a trabajos forzados. Tampoco los de la tribu de Aser pudieron expulsar a los habitantes de Aco, Sidón, Ajlab, Aczib, Jelba, Afec y Rejob. Por eso, como no pudieron expulsarlos, el pueblo de la tribu de Aser vivió entre los cananeos que habitaban en aquella región. Tampoco los de la tribu de Neftalí pudieron expulsar a los habitantes de Bet Semes y Bet Anat, sino que vivieron entre los cananeos que habitaban en aquella región. Sin embargo, sometieron a trabajos forzados a los que vivían en Bet Semes y Bet Anat. Los amorreos hicieron retroceder a los de la tribu de Dan hasta la región montañosa, y no les permitieron bajar a la llanura. Los amorreos también estaban decididos a permanecer en el monte Heres, en Ayalón y en Salbín. Pero cuando se acrecentó el poder de la tribu de José, los amorreos también fueron sometidos a trabajos forzados. La frontera de los amorreos iba desde la cuesta de los Escorpiones hasta Selá, e incluso más arriba. El ángel del Señor subió de Guilgal a Boquín y dijo: "Yo los saqué a ustedes de Egipto y los hice entrar en la tierra que juré darles a sus antepasados. Dije: Nunca quebrantaré mi pacto con ustedes; ustedes, por su parte, no harán ningún pacto con la gente de esta tierra, sino que derribarán sus altares. ¡Pero me han desobedecido! ¿Por qué han actuado así? Pues quiero que sepan que no expulsaré de la presencia de ustedes a esa gente; ellos les harán la vida imposible, y sus dioses les serán una trampa." Cuando el ángel del Señor les habló así a todos los israelitas, el pueblo lloró a gritos. Por eso llamaron a aquel lugar Boquín, y allí ofrecieron sacrificios al Señor. Cuando Josué despidió al pueblo, los israelitas se fueron a tomar posesión de la tierra, cada uno a su propio territorio. El pueblo sirvió al Señor mientras vivieron Josué y los ancianos que le sobrevivieron, los cuales habían visto todas las grandes obras que el Señor había hecho por Israel. Josué hijo de Nun, siervo del Señor, murió a la edad de ciento diez años, y lo sepultaron en Timnat Jeres, tierra de su heredad, en la región montañosa de Efraín, al norte del monte de Gaas. También murió toda aquella generación, y surgió otra que no conocía al Señor ni sabía lo que él había hecho por Israel. Esos israelitas hicieron lo que ofende al Señor y adoraron a los ídolos de *Baal. Abandonaron al Señor, Dios de sus padres, que los había sacado de Egipto, y siguieron a otros dioses dioses de los pueblos que los rodeaban, y los adoraron, provocando así la ira del Señor. Abandonaron al Señor, y adoraron a Baal y a las imágenes de Astarté. Entonces el Señor se enfureció contra los israelitas y los entregó en manos de invasores que los saquearon. Los vendió a sus enemigos que tenían a su alrededor, a los que ya no pudieron hacerles frente. Cada vez que los israelitas salían a combatir, la mano del Señor estaba en contra de ellos para su mal, tal como el Señor se lo había dicho y jurado. Así llegaron a verse muy angustiados. Entonces el Señor hizo surgir caudillos que los libraron del poder de esos invasores. Pero tampoco escucharon a esos caudillos, sino que se prostituyeron al entregarse a otros dioses y adorarlos. Muy pronto se apartaron del camino que habían seguido sus antepasados, el camino de la obediencia a los mandamientos del Señor. Cada vez que el Señor levantaba entre ellos un caudillo, estaba con él. Mientras ese caudillo vivía, los libraba del poder de sus enemigos, porque el Señor se compadecía de ellos al oírlos gemir por causa de quienes los oprimían y afligían. Pero cuando el caudillo moría, ellos volvían a corromperse aún más que sus antepasados, pues se iban tras otros dioses, a los que servían y adoraban. De este modo se negaban a abandonar sus malvadas costumbres y su obstinada conducta. Por eso el Señor se enfureció contra Israel y dijo: "Puesto que esta nación ha violado el pacto que yo establecí con sus antepasados y no me ha obedecido, tampoco yo echaré de su presencia a ninguna de las naciones que Josué dejó al morir. Las usaré para poner a prueba a Israel y ver si guarda mi camino y anda por él, como lo hicieron sus antepasados." Por eso el Señor dejó en paz a esas naciones; no las echó en seguida ni las entregó en manos de Josué. Las siguientes naciones son las que el Señor dejó a salvo para poner a prueba a todos los israelitas que no habían participado en ninguna de las guerras de Canaán. Lo hizo solamente para que los descendientes de los israelitas, que no habían tenido experiencia en el campo de batalla, aprendieran a combatir. Quedaron los cinco príncipes de los filisteos, todos los cananeos, y los sidonios y heveos que vivían en los montes del Líbano, desde el monte de Baal Hermón hasta Lebó Jamat. Allí los dejó el Señor para poner a prueba a los israelitas, a ver si obedecían sus mandamientos, que él había dado a sus antepasados por medio de Moisés. Los israelitas vivían entre cananeos, hititas, amorreos, ferezeos, heveos y jebuseos. Se casaron con las hijas de esos pueblos, y a sus propias hijas las casaron con ellos y adoraron a sus dioses. Los israelitas hicieron lo que ofende al Señor; se olvidaron del Señor su Dios, y adoraron a las imágenes de Baal y de Aserá. El Señor se enfureció contra Israel a tal grado que los vendió a Cusán Risatayin, rey de Aram Najarayin, a quien estuvieron sometidos durante ocho años. Pero clamaron al Señor, y él hizo que surgiera un libertador, Otoniel hijo de Quenaz, hermano menor de Caleb. Y Otoniel liberó a los israelitas. El Espíritu del Señor vino sobre Otoniel, y así Otoniel se convirtió en caudillo de Israel y salió a la guerra. El Señor entregó a Cusán Risatayin, rey de Aram, en manos de Otoniel, quien prevaleció sobre él. El país tuvo paz durante cuarenta años, hasta que murió Otoniel hijo de Quenaz. Una vez más los israelitas hicieron lo que ofende al Señor, y por causa del mal que hicieron, el Señor le dio poder sobre ellos a Eglón, rey de Moab. Luego de aliarse con los amonitas y los amalecitas, Eglón fue y atacó a Israel, y se apoderó de la Ciudad de las Palmeras. Los israelitas estuvieron sometidos a Eglón, rey de Moab, durante dieciocho años. Los israelitas volvieron a clamar al Señor, y el Señor les levantó un libertador, Aod hijo de Guerá, de la tribu de Benjamín, quien era zurdo. Por medio de él los israelitas enviaron tributo a Eglón, rey de Moab. Aod se había hecho una espada de doble filo y de medio metro de largo, la cual sujetó a su muslo derecho por debajo de la ropa. Le presentó el tributo a Eglón, rey de Moab, que era muy gordo. Cuando Aod terminó de presentárselo, se fue a despedir a los hombres que habían transportado el tributo. Pero luego se regresó desde las canteras que estaban cerca de Guilgal, y dijo: Majestad, tengo un mensaje secreto para usted. ¡Silencio! ordenó el rey. Y todos sus servidores se retiraron de su presencia. Entonces Aod se acercó al rey, que estaba sentado solo en la habitación del piso superior de su palacio de verano, y le dijo: Tengo un mensaje de Dios para usted. Cuando el rey se levantó de su trono, Aod extendió la mano izquierda, sacó la espada que llevaba en el muslo derecho, y se la clavó al rey en el vientre. La empuñadura se hundió tras la hoja, a tal punto que le salió por la espalda. Además, Aod no le sacó la espada, ya que ésta quedó totalmente cubierta por la gordura. Luego de cerrar y atrancar las puertas de la habitación del piso superior, Aod salió por la ventana. Cuando ya Aod se había ido, llegaron los siervos del rey y, al ver atrancadas las puertas de la habitación del piso superior, dijeron: "Tal vez está haciendo sus necesidades en el cuarto interior de la casa." Y tanto esperaron que se sintieron desconcertados. Al ver que el rey no abría las puertas de la habitación, las abrieron con una llave. Allí encontraron a su señor tendido en el piso, ya muerto. Mientras esperaban, Aod se escapó. Pasó junto a las canteras y huyó a Seirat. Cuando llegó allí, tocó la trompeta en la región montañosa de Efraín, y los israelitas descendieron de la montaña, con él a la cabeza. "Síganme les ordenó, porque el Señor ha entregado en manos de ustedes a sus enemigos los moabitas." Bajaron con él y, tomando posesión de los vados del Jordán que conducían a Moab, no dejaron pasar a nadie. En aquella ocasión derrotaron a unos diez mil moabitas, todos robustos y aguerridos. No escapó ni un solo hombre. Aquel día Moab quedó sometido a Israel, y el país tuvo paz durante ochenta años. El sucesor de Aod fue Samgar hijo de Anat, quien derrotó a seiscientos filisteos con una vara para arrear bueyes. También él liberó a Israel.
Salmo 42:
Cual ciervo jadeante en busca del agua, así te busca, oh Dios, todo mi ser. Tengo sed de Dios, del Dios de la vida. ¿Cuándo podré presentarme ante Dios? Mis lágrimas son mi pan de día y de noche, mientras me echan en cara a todas horas: "¿Dónde está tu Dios?" Recuerdo esto y me deshago en llanto: yo solía ir con la multitud, y la conducía a la casa de Dios. hacíamos gran celebración. ¿Por qué voy a inquietarme? ¿Por qué me voy a angustiar? y todavía lo alabaré. ¡Él es mi Salvador y mi Dios! Me siento sumamente angustiado; por eso, mi Dios, pienso en ti desde la tierra del Jordán, desde las alturas del Hermón, desde el monte Mizar. Un abismo llama a otro abismo en el rugir de tus cascadas; todas tus ondas y tus olas se han precipitado sobre mí. Ésta es la oración al Dios de mi vida: que de día el Señor mande su amor, y de noche su canto me acompañe. Y le digo a Dios, a mi Roca: "¿Por qué me has olvidado? ¿Por qué debo andar de luto y oprimido por el enemigo?" Mortal agonía me penetra hasta los huesos ante la burla de mis adversarios, mientras me echan en cara a todas horas: "¿Dónde está tu Dios?" ¿Por qué voy a inquietarme? ¿Por qué me voy a angustiar? En Dios pondré mi esperanza, y todavía lo alabaré. ¡Él es mi Salvador y mi Dios!
Proverbios 5:
Hijo mío, pon atención a mi sabiduría y presta oído a mi buen juicio, para que al hablar mantengas la discreción y retengas el conocimiento. De los labios de la adúltera fluye miel; su lengua es más suave que el aceite. Pero al fin resulta más amarga que la hiel y más cortante que una espada de dos filos. Sus pies descienden hasta la muerte; sus pasos van derecho al sepulcro. No toma ella en cuenta el camino de la vida; sus sendas son torcidas, y ella no lo reconoce. Pues bien, hijo mío, préstame atención y no te apartes de mis palabras. Aléjate de la adúltera; no te acerques a la puerta de su casa, para que no entregues a otros tu vigor, ni tus años a gente cruel; para que no sacies con tu fuerza a gente extraña, ni vayan a dar en casa ajena tus esfuerzos. Porque al final acabarás por llorar, cuando todo tu ser se haya consumido. Y dirás: "¡Cómo pude aborrecer la corrección! ¡Cómo pudo mi corazón despreciar la disciplina! No atendí a la voz de mis maestros, ni presté oído a mis instructores. Ahora estoy al borde de la ruina, en medio de toda la comunidad." Bebe el agua de tu propio pozo, el agua que fluye de tu propio manantial. ¿Habrán de derramarse tus fuentes por las calles y tus corrientes de aguas por las plazas públicas? Son tuyas, solamente tuyas, y no para que las compartas con extraños. ¡Bendita sea tu fuente! ¡Goza con la esposa de tu juventud! Es una gacela amorosa, es una cervatilla encantadora. ¡Que sus pechos te satisfagan siempre! ¡Que su amor te cautive todo el tiempo! ¿Por qué, hijo mío, dejarte cautivar por una adúltera? ¿Por qué abrazarte al pecho de la mujer ajena? Nuestros caminos están a la vista del Señor; él examina todas nuestras sendas. Al malvado lo atrapan sus malas obras; las cuerdas de su pecado lo aprisionan. Morirá por su falta de disciplina; perecerá por su gran insensatez.
El Libro de HEBREOS Capítulo 12 del Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:
LA EPÍSTOLA DEL APÓSTOL PABLO A LOS
HEBREOS
CAPÍTULO 12
(64 d.C.)
JESÚS
POR tanto nosotros también, teniendo en derredor nuestro una tan grande nube de testigos (los Santos del Antiguo Testamento quienes esperaban con ansias la Promesa venidera, Quien es el Señor Jesucristo y lo que Él haría en la Cruz para Redimir la humanidad), dejando todo el peso, y el pecado que nos rodea (lo podemos hacer sólo cuando entendemos que todo tiene que pasar por la Cruz, y la Cruz debe ser siempre el Objeto de nuestra Fe, lo cual entonces le da libertad de acción al Espíritu Santo para obrar dentro de nuestras vidas), corramos con paciencia la carrera que tenemos propuesta (el único "peso" que Dios nos permitirá en el curso de esta carrera es tomar y cargar la Cruz, y hacerlo fielmente [Luc. 9:23-24]),
2 Puestos los ojos en el Autor y Consumador de la Fe, en Jesús (Jesús nos ayudará hasta el final, ya que eso es lo que la palabra "Consumador" significa, con tal que mantengamos nuestra mirada en Él y lo que Él hizo en la Cruz; Él es la Fuente, en tanto la Cruz es el medio); El Cual por el gozo que Le esperaba, sufrió la Cruz, menospreciando la vergüenza (pero la Cruz era indispensable, si el hombre tenía que ser redimido), y se sentó a la Diestra del Trono de Dios. (Él "se sentó," se refiere a Su Obra en la Cruz que es "una Obra Terminada," y el hecho de que Él se sentó en el "Trono de Dios" significa que Dios ha aceptado totalmente Su Sacrificio.)
3 Enfocad pues a vuestro pensamiento a Aquél Que sufrió tal contradicción de pecadores contra Sí Mismo (significa considerar a modo de comparación; se refiere principalmente a los líderes religiosos de Israel que se opusieron amargamente a Él), para que no os fatiguéis en vuestros ánimos desmayando. (¡"Considérelo a Él" en vez de a sí mismo, y habrá victoria!)
4 Que aún no habéis resistido hasta la sangre, combatiendo contra el pecado. (El Señor no les pide a los Creyentes que vaya a la Cruz y derramen su sangre para resistir el pecado. Jesús ya lo hizo por nosotros.)
CASTIGO
5 Y estáis ya olvidados de la exhortación que como a hijos habla con vosotros (el propósito del Apóstol en la introducción es mostrar que las aflicciones son concebidas por Dios para producir efectos positivos en las vidas de Su Pueblo), diciendo, Hijo Mío, no menosprecies el castigo del Señor, ni desmayes cuando eres de Él reprendido (todo lo que le sucede al Creyente es causado o permitido por el Señor; por consiguiente, debiéramos aprender lo que la lección desea impartir):
6 Porque el Señor al que ama castiga (Dios disciplina a aquéllos que Él ama, no a aquéllos por los cuales Él es indiferente), y azota a cualquiera que recibe por hijo. (Se refiere a todos quienes sinceramente Le pertenecen.)
7 Si sufrís el castigo, Dios se os presenta como a hijos (el castigo del Señor garantiza el hecho de que es un Hijo de Dios); porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no castiga? (Si un padre terrenal realmente tiene amor por su hijo, él tomará la medida necesaria para que el niño sea controlado. Si un padre terrenal hará esto, ¿cuánto más hará lo mismo nuestro Padre Celestial?)
8 Mas si estáis fuera del castigo, del cual todos (todos los Verdaderos Creyentes) han sido hechos participantes, luego sois bastardos, y no hijos. (Muchos afirman ser Creyentes aunque siguen en el pecado, pero el Señor nunca los castiga. Esto demuestra que son hijos ilegítimos, quiere decir que quieren la fe basándose en algo además de la Cruz. El verdadero hijo, sin duda, será castigado de vez en cuando.)
9 Por otra parte, a pesar del castigo que nos imponen nuestros padres de la carne, los reverenciábamos (padres terrenales): ¿por qué no obedeceremos mucho mejor al Padre de los espíritus, y viviremos? (El "Padre de los espíritus" hace contraste con "los padres de la carne." Concierne a nuestros padres terrenales. La relación de nuestros padres con nosotros es limitada. La Suya es universal y eterna.)
10 Y aquéllos, a la verdad, por pocos días nos castigaban como a ellos les parecía (el empleo de la palabra "parecía" indica que el castigo puede o no puede haber sido apropiado, con respecto a nuestros padres terrenales); mas Éste para lo que nos es provechoso (explica la diferencia entre la desventaja del error humano y el conocimiento perfecto de nuestro Padre Celestial; Él busca nuestro provecho, y no puede equivocarse en el empleo del medio), para que recibamos Su Santificación. (Indica el propósito del castigo y la corrección de Dios.)
11 Es verdad que ningún castigo al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza (explica el hecho de que a veces las dificultades a las cuales estamos expuestos no nos dan gozo en ese momento, y a menudo es difícil de soportar): mas después da fruto apacible de Justicia a los que en Él son ejercitados. (El Espíritu Santo lleva todo esto a cabo para un propósito específico [Jn. 15:1-9].)
DESOBEDIENCIA
12 Por lo cual alzad las manos caídas (no esté desalentado) y las rodillas paralizadas (las rodillas, que se refieren a nuestro andar y dirección, son débiles debido al desaliento);
13 Y haced derechos pasos a vuestros pies (se refiere al "camino recto," lo que el castigo creado por el Señor desea causar), para que lo que es cojo no salga fuera del camino (ser cojo espiritualmente, lo cual se refiere a nuestra Fe que está puesta en otra cosa que no es la Cruz); antes sea sanado (lo que obrará cuando la Fe del Creyente esté nuevamente afianzada en la Cruz).
14 Seguid la paz con todos, y la Santidad (se debe esforzar para vivir pacíficamente con todos los hombres, pero no a costa de la Santidad, es decir, "comprometer la Palabra"), sin la cual nadie verá al Señor (la Ley no puede causar la Santidad; sólo la Gracia puede causarla, lo cual fue hecho posible por la Cruz):
15 Mirando bien que ninguno se aparte de la Gracia de Dios (frustramos la Gracia de Dios, y podemos caer de la Gracia, si obramos fuera de los límites de la Cruz [Gál. 2:21; 5:4]); que ninguna raíz de amargura brotando os impida (tratar de vivir para Dios fuera de Su orden prescrito, lo cual es la Cruz, solamente conducirá al fracaso, por eso, proporciona tierra fértil para "raíces de amargura"), y por ella muchos sean contaminados (se refiere a las obras de la carne [Gál. 5:19-21]);
16 Que ninguno sea fornicario, o profano, como Esaú (él era "impío" porque rechazó el Camino de Dios, es decir, la Cruz, y los resultados son inevitables), que por una vianda vendió su primogenitura. (Él estaba dentro de la Familia de Dios, pero no era parte de la Familia de Dios, lo que caracteriza a millones de personas en la actualidad.)
17 Porque ya sabéis que aun después, deseando heredar la Bendición, fue reprobado (indica a Esaú, así como a millones de personas que desean la Bendición sin desear Al Que Bendice): que no halló lugar de arrepentimiento, aunque la procuró (la Bendición) con lágrimas. (Él quiso la Bendición, pero no quiso arrepentirse de poner su fe en algo ajeno de Cristo.)
18 Porque no os habéis llegado al Monte que se podía tocar (en efecto, le dice a estos Cristianos Judíos, "ustedes debieran considerar con cuidado la Ley que están proponiendo para volver a adoptarla"), y al fuego abrasador, y al turbión, y a la oscuridad, y a la tempestad (la idea es que podemos estar orientado hacia Dios con respeto a Su Ley según los símbolos dados, o podemos estar orientado a Él por medio de la Sangre de Su Hijo y nuestro Salvador, el Señor Jesucristo),
19 Y al sonido de la trompeta, y a la voz de las palabras (aquello que acompañaba la entrega de la Ley en el Monte Sinaí [Éx. 20:19]); la cual los que la oyeron rogaron que no se les hablase más (relaciona el hecho de que la Voz de Dios sonaba con tal poder que la gente no podía aguantarlo [Éx. 20:19; Deut. 5:22-27]):
20 (Porque no podían tolerar lo que se mandaba (temieron que iban a morir), Si bestia tocare al monte, será apedreada, o pasada con dardo (todo esto representa la Santidad de Dios):
21 Y tan terrible cosa era lo que se veía, que Moisés dijo, Estoy asombrado y temblando:) (Demuestra en la voz más fuerte posible de que la Ley no puede ofrecer bendición duradera al hombre caído.)
22 Mas os habéis llegado al Monte de Sión, y a la ciudad del Dios Vivo, Jerusalén la Celestial (jamás ha alcanzado alguien esta ciudad por la Ley, sino sólo por la Gracia), y a la compañía de muchos millares de Ángeles (se refiere a números incontables),
23 Y a la Congregación de los Primogénitos, cuyos nombres están inscritos en los Cielos (corresponde a todo Creyente Nacido de Nuevo a partir del tiempo de Abel hasta la Segunda Venida; ¡el precio era la Cruz!), y a Dios el Juez de todos (Dios ha juzgado a todos quienes están en "la Congregación de los Primogénitos" como perfectamente justificado a Su vista), y a los espíritus de los justos hechos perfectos (Justificación por Fe),
24 Y a Jesús el Mediador del Nuevo Testamento (lo cual fue posible por la Cruz), y a la sangre del rociamiento (Cristo es el Mediador del Nuevo Convenio, por el derramamiento de Su Sangre; fue tipificado por la Sangre del Antiguo Convenio del cual Moisés rociaba a todo el pueblo [Éx. 24:4-8; Heb. 9:19]) que habla mejor que la de Abel. (Se refiere al Sacrificio animal de Abel como está registrado en Génesis, Capítulo 4.)
25 Mirad que no desechéis Al Que habla. (Se refiere a Cristo implícitamente y lo que Él hizo en la Cruz.) Porque si aquéllos no escaparon que desecharon Al Que hablaba en la Tierra (se refiere a Dios que dio la Ley en el Monte Sinaí), mucho menos nosotros, si desecháremos Al Que habla de los Cielos (si rechazamos a Cristo y la Cruz, ¡el Juicio es seguro!):
26 La Voz Del Cual entonces conmovió la Tierra (la Voz de Dios en el Monte Sinaí tenía el propósito de impresionarle a Israel la solemnidad del momento): mas ahora ha denunciado, diciendo, Aún la próxima vez Yo conmoveré no solamente la Tierra, mas aun el Cielo. (Esta frase se refiere al Primer Advenimiento de Cristo, Cuya Muerte en la Cruz sacudió el Cielo y la Tierra. Su Muerte, porque ésta expió todo el pecado, quebrantó el reclamo de Satanás por la humanidad.)
27 Y esta Palabra (se refiere a la "Palabra de la Cruz" [I Cor. 1:18]), Aún la próxima vez, declara la mudanza de las cosas movibles, como de cosas creadas (se refiere al Hecho de Dios transfiriendo este Universo que está bajo la maldición del pecado de Adán a una nueva base; esa nueva base que es un Universo nuevo y perfecto, que vendrá al final), para que quedan las que son firmes. (Se refiere a todo lo que Jesús pagó en la Cruz. Sólo la Fe en Cristo y en la Cruz nunca será sacudida. ¡Siempre permanecerán!)
28 Así que, tomando el Reino inmóvil (se refiere a nuestra entrada en este Reino, todo posible por la Cruz), vamos a Dios agradándole con temor y reverencia (se puede servir a Dios solamente por medio de la Gracia, cuya Fuente es Cristo y cuyo medio es la Cruz):
29 Porque nuestro Dios es fuego consumidor. (El fuego de Dios consumirá todo lo que no tiene que ver con la Fe en Cristo y la Cruz [I Cor. 3:10-17].)
Primera Corintios Capítulo 13:
Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.
Hebreos 10:35-12:4
Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida. Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre.
Romanos 8:
Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.
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