El 17 de Junio Lectura Bíblica Diaria
El 17 de Junio Lectura Bíblica Diaria:
Josué 4 a 6:
Cuando todo el pueblo terminó de cruzar el río Jordán, el Señor le dijo a Josué: "Elijan a un hombre de cada una de las doce tribus de Israel, y ordénenles que tomen doce piedras del cauce, exactamente del lugar donde los sacerdotes permanecieron de pie. Díganles que las coloquen en el lugar donde hoy pasarán la noche." Entonces Josué reunió a los doce hombres que había escogido de las doce tribus, y les dijo: "Vayan al centro del cauce del río, hasta donde está el arca del Señor su Dios, y cada uno cargue al hombro una piedra. Serán doce piedras, una por cada tribu de Israel, y servirán como señal entre ustedes. En el futuro, cuando sus hijos les pregunten: ¿Por qué están estas piedras aquí?, ustedes les responderán: El día en que el arca del pacto del Señor cruzó el Jordán, las aguas del río se dividieron frente a ella. Para nosotros los israelitas, estas piedras que están aquí son un recuerdo permanente de aquella gran hazaña. " Los israelitas hicieron lo que Josué les ordenó, según las instrucciones del Señor. Tomaron las piedras del cauce del Jordán, conforme al número de las tribus, las llevaron hasta el campamento y las colocaron allí. Además, Josué colocó doce piedras en el cauce del río donde se detuvieron los sacerdotes que llevaban el arca del pacto. Esas piedras siguen allí hasta el día de hoy. Los sacerdotes que llevaban el arca permanecieron en medio del cauce hasta que los israelitas hicieron todo lo que el Señor le había ordenado a Josué. Todo se hizo según las instrucciones que Josué había recibido de Moisés. El pueblo se apresuró a cruzar el río, y cuando todos lo habían hecho, el arca del Señor y los sacerdotes cruzaron también en presencia del pueblo. Acompañaban al pueblo los guerreros de las tribus de Rubén, Gad y la media tribu de Manasés, según las órdenes que había dado Moisés. Unos cuarenta mil guerreros armados desfilaron en presencia del Señor y se dirigieron a la planicie de Jericó, listos para la guerra. Aquel mismo día, el Señor engrandeció a Josué ante todo Israel. El pueblo admiró a Josué todos los días de su vida, como lo había hecho con Moisés. Luego el Señor le dijo a Josué: "Ordénales a los sacerdotes portadores del arca del pacto que salgan del Jordán." Josué les ordenó a los sacerdotes que salieran, y así lo hicieron, portando el arca del pacto. Tan pronto como sus pies tocaron tierra firme, las aguas del río regresaron a su lugar y se desbordaron como de costumbre. Así, el día diez del mes primero, el pueblo de Israel cruzó el Jordán y acampó en Guilgal, al este de Jericó. Entonces Josué erigió allí las piedras que habían tomado del cauce del Jordán, y se dirigió a los israelitas: "En el futuro, cuando sus hijos les pregunten: ¿Por qué están estas piedras aquí?, ustedes les responderán: Porque el pueblo de Israel cruzó el río Jordán en seco. El Señor, Dios de ustedes, hizo lo mismo que había hecho con el Mar Rojo cuando lo mantuvo seco hasta que todos nosotros cruzamos. Esto sucedió para que todas las naciones de la tierra supieran que el Señor es poderoso, y para que ustedes aprendieran a temerlo para siempre." En efecto, un gran pánico invadió a todos los reyes amorreos que estaban al oeste del Jordán y a los reyes cananeos de la costa del Mediterráneo, cuando se enteraron de que el Señor había secado el Jordán para que los israelitas lo cruzaran. ¡No se atrevían a hacerles frente! En aquel tiempo, el Señor le dijo a Josué: "Prepara cuchillos de pedernal, y vuelve a practicar la circuncisión entre los israelitas." Así que Josué hizo los cuchillos y circuncidó a los varones israelitas en la colina de Aralot. Realizó la ceremonia porque los israelitas en edad militar que habían salido de Egipto ya habían muerto en el desierto. Todos ellos habían sido circuncidados, pero no los que nacieron en el desierto mientras el pueblo peregrinaba después de salir de Egipto. Dios les había prometido a sus antepasados que les daría una tierra donde abundan la leche y la miel. Pero los israelitas que salieron de Egipto no obedecieron al Señor, y por ello él juró que no verían esa tierra. En consecuencia, deambularon por el desierto durante cuarenta años, hasta que murieron todos los varones en edad militar. A los hijos de éstos, a quienes Dios puso en lugar de ellos, los circuncidó Josué, pues no habían sido circuncidados durante el viaje. Una vez que todos fueron circuncidados, permanecieron en el campamento hasta que se recuperaron. Luego el Señor le dijo a Josué: "Hoy les he quitado de encima el oprobio de Egipto." Por esa razón, aquel lugar se llama Guilgal hasta el día de hoy. Al caer la tarde del día catorce del mes primero, mientras acampaban en la llanura de Jericó, los israelitas celebraron la Pascua. Al día siguiente, después de la Pascua, el pueblo empezó a alimentarse de los productos de la tierra, de panes sin levadura y de trigo tostado. Desde ese momento dejó de caer maná, y durante todo ese año el pueblo se alimentó de los frutos de la tierra. Cierto día Josué, que acampaba cerca de Jericó, levantó la vista y vio a un hombre de pie frente a él, espada en mano. Josué se le acercó y le preguntó: ¿Es usted de los nuestros, o del enemigo? ¡De ninguno! respondió. Me presento ante ti como comandante del ejército del Señor. Entonces Josué se postró rostro en tierra y le preguntó: ¿Qué órdenes trae usted, mi Señor, para este siervo suyo? El comandante del ejército del Señor le contestó: Quítate las sandalias de los pies, porque el lugar que pisas es sagrado. Y Josué le obedeció. Las puertas de Jericó estaban bien aseguradas por temor a los israelitas; nadie podía salir o entrar. Pero el Señor le dijo a Josué: "¡He entregado en tus manos a Jericó, y a su rey con sus guerreros! Tú y tus soldados marcharán una vez alrededor de la ciudad; así lo harán durante seis días. Siete sacerdotes llevarán trompetas hechas de cuernos de carneros, y marcharán frente al arca. El séptimo día ustedes marcharán siete veces alrededor de la ciudad, mientras los sacerdotes tocan las trompetas. Cuando todos escuchen el toque de guerra, el pueblo deberá gritar a voz en cuello. Entonces los muros de la ciudad se derrumbarán, y cada uno entrará sin impedimento." Josué hijo de Nun llamó a los sacerdotes y les ordenó: "Carguen el arca del pacto, y que siete de ustedes lleven trompetas y marchen frente a ella." Y le dijo al pueblo: "¡Adelante! ¡Marchen alrededor de la ciudad! Pero los hombres armados deben marchar al frente del arca del Señor." Cuando Josué terminó de dar las instrucciones al pueblo, los siete sacerdotes marcharon al frente del arca del pacto del Señor tocando sus trompetas; y el arca del pacto les seguía. Los hombres armados marchaban al frente de los sacerdotes que tocaban las trompetas, y tras el arca marchaba la retaguardia. Durante todo ese tiempo las trompetas no cesaron de sonar. Al resto del pueblo, en cambio, Josué le ordenó marchar en silencio, sin decir palabra alguna ni gritar hasta el día en que les diera la orden de gritar a voz en cuello. Josué hizo llevar el arca alrededor de Jericó una sola vez. Después, el pueblo regresó al campamento para pasar la noche. Al día siguiente, Josué se levantó temprano, y los sacerdotes cargaron el arca del Señor. Los siete sacerdotes que llevaban las trompetas tomaron la delantera y marcharon al frente del arca mientras tocaban sus trompetas. Los hombres armados marchaban al frente de ellos, y tras el arca del Señor marchaba la retaguardia. ¡Nunca dejaron de oírse las trompetas! También en este segundo día marcharon una sola vez alrededor de Jericó, y luego regresaron al campamento. Así hicieron durante seis días. El séptimo día, a la salida del sol, se levantaron y marcharon alrededor de la ciudad tal como lo habían hecho los días anteriores, sólo que en ese día repitieron la marcha siete veces. A la séptima vuelta, los sacerdotes tocaron las trompetas, y Josué le ordenó al ejército: "¡Empiecen a gritar! ¡El Señor les ha entregado la ciudad! Jericó, con todo lo que hay en ella, será destinada al exterminio como ofrenda al Señor. Sólo se salvarán la prostituta Rajab y los que se encuentren en su casa, porque ella escondió a nuestros mensajeros. No vayan a tomar nada de lo que ha sido destinado al exterminio para que ni ustedes ni el campamento de Israel se pongan en peligro de exterminio y de desgracia. El oro y la plata y los utensilios de bronce y de hierro pertenecen al Señor: colóquenlos en su tesoro." Entonces los sacerdotes tocaron las trompetas, y la gente gritó a voz en cuello, ante lo cual las murallas de Jericó se derrumbaron. El pueblo avanzó, sin ceder ni un centímetro, y tomó la ciudad. Mataron a filo de espada a todo hombre y mujer, joven y anciano. Lo mismo hicieron con las vacas, las ovejas y los burros; destruyeron todo lo que tuviera aliento de vida. ¡La ciudad entera quedó arrasada! Ahora bien, Josué les había dicho a los dos exploradores: "Vayan a casa de la prostituta, y tráiganla junto con sus parientes, tal como se lo juraron." Así que los jóvenes exploradores entraron y sacaron a Rajab junto con sus padres y hermanos, y todas sus pertenencias, y llevaron a toda la familia a un lugar seguro, fuera del campamento israelita. Sólo entonces los israelitas incendiaron la ciudad con todo lo que había en ella, menos los objetos de plata, de oro, de bronce y de hierro, los cuales depositaron en el tesoro de la casa del Señor. Así Josué salvó a la prostituta Rajab, a toda su familia y todas sus posesiones, por haber escondido a los mensajeros que él había enviado a Jericó. Y desde entonces, Rajab y su familia viven con el pueblo de Israel. En aquel tiempo, Josué hizo este juramento: "¡Maldito sea en la presencia del Señor el que se atreva a reconstruir esta ciudad! a costa de la vida de su hijo mayor. a costa de la vida de su hijo menor." El Señor estuvo con Josué, y éste se hizo famoso por todo el país.
Salmo 35:
Defiéndeme, Señor, de los que me atacan; combate a los que me combaten. Toma tu adarga, tu escudo, y acude en mi ayuda. Empuña la lanza y el hacha, y haz frente a los que me persiguen. Quiero oírte decir: "Yo soy tu salvación." Queden confundidos y avergonzados los que procuran matarme; retrocedan humillados los que traman mi ruina. Sean como la paja en el viento, acosados por el ángel del Señor; sea su senda oscura y resbalosa, perseguidos por el ángel del Señor. Ya que sin motivo me tendieron una trampa, y sin motivo cavaron una fosa para mí, que la ruina los tome por sorpresa; que caigan en su propia trampa, en la fosa que ellos mismos cavaron. Así mi alma se alegrará en el Señor y se deleitará en su salvación; así todo mi ser exclamará: "¿Quién como tú, Señor? Tú libras de los poderosos a los pobres; a los pobres y necesitados libras de aquellos que los explotan." Se presentan testigos despiadados y me preguntan cosas que yo ignoro. Me devuelven mal por bien, y eso me hiere en el alma; pues cuando ellos enfermaban yo me vestía de luto, me afligía y ayunaba. ¡Ay, si pudiera retractarme de mis oraciones! Me vestía yo de luto, como por un amigo o un hermano. Afligido, inclinaba la cabeza, como si llorara por mi madre. Pero yo tropecé, y ellos se alegraron, y a una se juntaron contra mí. Gente extraña, que yo no conocía, me calumniaba sin cesar. Me atormentaban, se burlaban de mí, y contra mí rechinaban los dientes. ¿Hasta cuándo, Señor, vas a tolerar esto? Libra mi vida, mi única vida, de los ataques de esos leones. Yo te daré gracias en la gran asamblea; ante una multitud te alabaré. No dejes que de mí se burlen mis enemigos traicioneros; no dejes que se guiñen el ojo los que me odian sin motivo. Porque no vienen en son de paz, sino que urden mentiras contra la gente apacible del país. De mí se ríen a carcajadas, y exclaman: "¡Miren en lo que vino a parar!" Señor, tú has visto todo esto; no te quedes callado. ¡Señor, no te alejes de mí! ¡Despierta, Dios mío, levántate! ¡Hazme justicia, Señor, defiéndeme! Júzgame según tu justicia, Señor mi Dios; no dejes que se burlen de mí. No permitas que piensen: "¡Así queríamos verlo!" No permitas que digan: "Nos lo hemos tragado vivo." Queden avergonzados y confundidos todos los que se alegran de mi desgracia; sean cubiertos de oprobio y vergüenza todos los que se creen más que yo. Pero lancen voces de alegría y regocijo los que apoyan mi causa, y digan siempre: "Exaltado sea el Señor, quien se deleita en el bienestar de su siervo." Con mi lengua proclamaré tu justicia, y todo el día te alabaré.
Proverbios 29:
El que es reacio a las reprensiones será destruido de repente y sin remedio. Cuando los justos prosperan, el pueblo se alegra; cuando los impíos gobiernan, el pueblo gime. El que ama la sabiduría alegra a su padre; el que frecuenta rameras derrocha su fortuna. Con justicia el rey da estabilidad al país; cuando lo abruma con tributos, lo destruye. El que adula a su prójimo le tiende una trampa. Al malvado lo atrapa su propia maldad, pero el justo puede cantar de alegría. El justo se ocupa de la causa del desvalido; el malvado ni sabe de qué se trata. Los insolentes conmocionan a la ciudad, pero los sabios apaciguan los ánimos. Cuando el sabio entabla pleito contra un necio, aunque se enoje o se ría, nada arreglará. Los asesinos aborrecen a los íntegros, y tratan de matar a los justos. El necio da rienda suelta a su ira, pero el sabio sabe dominarla. Cuando un gobernante se deja llevar por mentiras, todos sus oficiales se corrompen. Algo en común tienen el pobre y el opresor: a los dos el Señor les ha dado la vista. El rey que juzga al pobre según la verdad afirma su trono para siempre. La vara de la disciplina imparte sabiduría, pero el hijo malcriado avergüenza a su madre. Cuando prospera el impío, prospera el pecado, pero los justos presenciarán su caída. Disciplina a tu hijo, y te traerá tranquilidad; te dará muchas satisfacciones. Donde no hay visión, el pueblo se extravía; ¡dichosos los que son obedientes a la ley! No sólo con palabras se corrige al siervo; aunque entienda, no obedecerá. ¿Te has fijado en los que hablan sin pensar? ¡Más se puede esperar de un necio que de gente así! Quien consiente a su criado cuando éste es niño, al final habrá de lamentarlo. El hombre iracundo provoca peleas; el hombre violento multiplica sus crímenes. El altivo será humillado, pero el humilde será enaltecido. El cómplice del ladrón atenta contra sí mismo; aunque esté bajo juramento, no testificará. Temer a los hombres resulta una trampa, pero el que confía en el Señor sale bien librado. Muchos buscan el favor del gobernante, pero la sentencia del hombre la dicta el Señor. Los justos aborrecen a los malvados, y los malvados aborrecen a los justos.
El Libro de HEBREOS Capítulo 5 del Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:
LA EPÍSTOLA DEL APÓSTOL PABLO A LOS
HEBREOS
CAPÍTULO 5
(64 d.C.)
MELQUISEDEC
PORQUE todo Sumo Sacerdote tomado de entre los hombres es constituido a favor de los hombres en lo que a Dios toca ("de entre los hombres" corresponde a la debilidad de los hombres), para que ofrezca Ofrendas y Sacrificios por los pecados (las "Ofrendas" se referían a las "Ofrendas de Acción de Gracias," mientras que los "Sacrificios" se referían a ciertos animales ofrecidos, todos son tipos de Cristo):
2 Que se pueda compadecer de los ignorantes (tener sentimientos por aqullos cuyo favor él ejerce su ministerio) y extraviados (aquéllos que han pecado y saben que han pecado); puesto que Él también está rodeado de debilidad. (Se refiere a la condición de todos los hombres, hasta el Sumo Sacerdote en la antigua economía Judaica.)
3 Y por causa de ella debe (se refiere al propósito verdadero de su oficina, que es de ofrecer el Sacrificio por los pecados), como por sí mismo, así también por el pueblo (el Sumo Sacerdote que sirve como Mediador), ofrecer por los pecados. (Se refiere al hecho de que él era también un pecador, y hasta tuvo que ofrecer un Sacrificio en su favor, para hacer Expiación y tener reconciliación con Dios.)
4 Ni nadie toma para sí esta honra, sino el que es llamado de Dios, como Aarón. (Bajo la Antigua Ley, los únicos quienes podían ofrecer Sacrificios eran los Sacerdotes, quienes fueron hijos de Aarón, y cuyo orden fue ordenado por Dios y no por el hombre.)
5 Así también Cristo no se Glorificó a Sí Mismo haciéndose Sumo Sacerdote (declara el hecho de que no era ninguna ambición personal de parte del Mesías que resultó en que Él se hizo Sumo Sacerdote, sino el hecho de que Dios Lo llamó a esa posición); mas El Que Le dijo, Tú eres Mi Hijo, Yo Te he engendrado hoy. (El Sacerdocio de Cristo fue planeado por Dios a partir del principio mismo, que significó que la Encarnación era absolutamente necesaria.)
6 Como también dice en otro lugar (Sal. 110:4), Tú eres Sacerdote eternamente, según el orden de Melquisedec. (Es la característica distintiva de este orden de Sacerdocio, y lo declara Sacerdocio Eterno.)
7 El Cual en los días de Su carne (expresa la Encarnación de Cristo), ofreciendo ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas (indica la vida de oración del Maestro) al que Le podía librar de la muerte (expresa la oración por la Resurrección), fue oído (el hecho de que Dios oyó y contestó Su Oración) por Su temor reverente (el cuadro en la palabra "temor" es el de tomarla con cautela, y manejarla con cuidado y respeto; es Cristo que tomó todo en cuenta, no sólo Su Propio deseo, sino la Voluntad del Padre);
8 Y aunque era Hijo (pone de relieve a la Deidad, pero al mismo tiempo la representación de Cristo como "Hijo del Hombre"), por lo que padeció (se trataba del curso entero de Su Vida, pero aun más acerca de la Cruz) aún aprendió la obediencia (no significa que Él tuvo que aprender a obedecer, ya que significaría que Él había pecado; significa que Él activamente buscaba el camino de obediencia, y luego andaba en eso indefectiblemente);
9 Y consumado (se refiere a ser traído al objetivo determinado por Dios, lo que tuvo que ser así si Él había de ser el Sacrificio Perfecto), vino a ser causa de Eterna Salvación (declara una Salvación perfecta, porque Él era y es el Redentor Perfecto, porque Él era el Sacrificio Perfecto) a todos los que Le obedecen (Le obedecemos cuando exhibimos Fe en la Cruz, que luego le da libertad de acción al Espíritu Santo para obrar; esta Verdad le fue dada a Pablo [Rom. 6:3-5, 11, 14; Gál. 1:11-12]);
10 Nombrado de Dios Sumo Sacerdote (el Título es conferido en Él por Dios el Padre) según el orden de Melquisedec. (Cristo no debía ser un gran Sumo Sacerdote solamente para los Judíos, sino también para los Gentiles, para que sea así, Su Sacerdocio tendría que depender en otra cosa que no fuera el Orden Levítico; al estar conforme al Orden de Melquisedec satisfizo ambas demandas, porque Melquisedec precedió a Israel como pueblo [Gén. 14:18-20; Sal. 110:4].)
LA FE
11 Del Cual tenemos mucho que decir (se refiere a Cristo), y dificultoso de declarar (su dificultad estaba en la adaptación de la interpretación a la capacidad de sus lectores), por cuanto sois bastante torpes para oír. (Los Cristianos Judíos fueron lentos y torpes en cuanto al entendimiento de la enseñanza de la Verdad del Nuevo Testamento. Se hizo difícil enseñarles.)
12 Porque debiendo ser ya maestros a causa del tiempo (se refiere al hecho de que ya tenían bastante tiempo de ser salvos para ser maduros en la Palabra), tenéis necesidad de volver a ser enseñados cuáles sean los primeros rudimentos de los Oráculos de Dios (corresponde al Antiguo Testamento y lo que realmente significaba, en lugar de la forma en que fue tomado erróneamente por estos Judíos Cristianos); y habéis llegado a ser tales que tengáis necesidad de leche, y no de manjar sólido (falta de madurez).
13 Que cualquiera que participa de la leche (no se refiere a alguien que acababa de salvarse, sino más bien a aquéllos que ya han sido salvos desde hace tiempo, y debían haber avanzado en la Palabra del Señor), es incapacitado para la Palabra de la Justicia (se refiere a los beneficios de la Cruz, de la cual se deriva la Justicia): porque es niño. (Se refiere al individuo que no entiende ni conoce todos los beneficios de lo que Jesús hizo en la Cruz.)
14 Mas la vianda firme es para los perfectos (aquéllos que son maduros en el Señor), para los que por la costumbre tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal. (Tal persona anda según el Espíritu. Se refiere a la colocación de la Fe en la Cruz y no según la carne, lo que se refiere a no depender de otras cosas [Rom. 8:1-2, 11].)
Primera Corintios Capítulo 13:
Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.
Hebreos 10:35-12:4
Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida. Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre.
Romanos 8:
Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.
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