El 20 de Junio Lectura Bíblica Diaria
Josué 13 a 15:
Cuando Josué era ya bastante anciano, el Señor le dijo: "Ya estás muy viejo, y todavía queda mucho territorio por conquistar. Me refiero a todo el territorio filisteo y guesureo, que se extiende desde el río Sijor, al este de Egipto, hasta la frontera de Ecrón al norte. A ése se le considera territorio cananeo, y en él se encuentran los cinco gobernantes filisteos: el de Gaza, el de Asdod, el de Ascalón, el de Gat y el de Ecrón. También queda sin conquistar el territorio de los aveos. Por el lado sur queda todo el territorio cananeo, desde Araj, tierra de los sidonios, hasta Afec, que está en la frontera de los amorreos. Además queda el territorio de los guiblitas y todo el Líbano oriental, desde Baal Gad, al pie del monte Hermón, hasta Lebó Jamat. Yo mismo voy a echar de la presencia de los israelitas a todos los habitantes de Sidón y a cuantos viven en la región montañosa, desde el Líbano hasta Misrefot Mayin. "Tú, por tu parte, repartirás y les darás por herencia esta tierra a los israelitas, tal como te lo he ordenado. Ya es tiempo de que repartas esta tierra entre las nueve tribus restantes y la otra media tribu de Manasés." La otra media tribu de Manasés, los rubenitas y los gaditas ya habían recibido la herencia que Moisés, siervo del Señor, les había asignado de antemano. Abarcaba desde Aroer, que estaba a orillas del arroyo Arnón, con la población ubicada en medio del valle. Incluía también toda la meseta de Medeba hasta Dibón, todas las ciudades de Sijón rey de los amorreos que reinaba desde Hesbón, hasta la frontera del país de los amonitas. Comprendía, además, Galaad, el territorio de la gente de Guesur y Macá, toda la montaña del Hermón y todo Basán hasta Salcá. Ésa era la tierra de Og, rey de Basán, que reinó en Astarot y Edrey; fue el último de los refaítas, a quienes Moisés había derrotado y arrojado de su territorio. Pero los israelitas no expulsaron de su territorio a los habitantes de Guesur y Macá, que hasta el día de hoy viven en territorio israelita. Sin embargo, a la tribu de Leví Moisés no le dio tierras por herencia, pues su herencia son las ofrendas del pueblo del Señor, Dios de Israel, tal como él se lo había prometido. Éstas son las tierras que Moisés había entregado a cada uno de los clanes de la tribu de Rubén: abarcaban desde Aroer, que estaba a orillas del arroyo Arnón, con la población ubicada en medio del valle. Incluían también toda la meseta de Medeba hasta Hesbón y todas las poblaciones de la meseta: Dibón, Bamot Baal, Bet Baal Megón, Yahaza, Cademot, Mefat, Quiriatayin, Sibma, Zaret Sajar, que está en la colina del valle, Bet Peor, Bet Yesimot y las laderas del monte Pisgá; es decir, las ciudades y los pueblos de la meseta, y todos los dominios de Sijón, rey amorreo que gobernó en Hesbón. Moisés había derrotado a este rey y a los príncipes madianitas Eví, Requen, Zur, Jur y Reba, todos ellos aliados de Sijón y habitantes de la región. Los israelitas pasaron a filo de espada a muchos hombres en el campo de batalla, incluso al adivino Balán hijo de Beor. El río Jordán sirvió como frontera del territorio perteneciente a los rubenitas. Estas ciudades y pueblos fueron la herencia de la tribu de Rubén, según sus clanes. Moisés también había entregado a la tribu de Gad y a sus respectivos clanes los siguientes territorios: las tierras de Jazer, todas las poblaciones de la región de Galaad y la mitad del territorio amonita, hasta Aroer, que está frente a Rabá; y las tierras comprendidas entre Hesbón, Ramat Mizpé y Betonín, y entre Majanayin y la frontera de Debir. En el valle recibieron Bet Aram, Bet Nimrá, Sucot y Zafón, junto con lo que quedaba del reino de Sijón, rey de Hesbón. Así que su territorio se extendía desde el este del Jordán hasta el sur del lago Quinéret. Estas ciudades y pueblos fueron la herencia de la tribu de Gad, según sus clanes. Éstas son las tierras que Moisés había entregado a la media tribu de Manasés y sus clanes: el territorio que abarca Majanayin y toda la región de Basán, es decir, todo el reino de Og, incluyendo las sesenta poblaciones de Yaír. Además, la mitad de Galaad, y Astarot y Edrey, ciudades del reino de Og, les correspondieron a la mitad de los descendientes de Maquir hijo de Manasés, según sus clanes. Ésta es la herencia que Moisés repartió cuando se encontraba en los llanos de Moab, al otro lado del río Jordán, al este de Jericó. Sin embargo, a la tribu de Leví Moisés no le dio tierras por herencia, porque el Señor, Dios de Israel, es su herencia, tal como él se lo había prometido. Éstas son las tierras cananeas que el sacerdote Eleazar, Josué hijo de Nun y los jefes de los clanes entregaron a los israelitas como herencia. Esa herencia se les repartió por sorteo a las nueve tribus y media, tal como el Señor había ordenado por medio de Moisés. Ya éste les había dado por herencia la parte oriental del Jordán a las dos tribus y media, pues los descendientes de José se habían dividido en dos tribus, Manasés y Efraín. Pero a los levitas no les dio tierras, sino sólo algunas poblaciones con sus respectivos campos de cultivo y pastoreo. Así los israelitas dividieron el territorio tal como el Señor se lo había ordenado a Moisés. Los descendientes de Judá se acercaron a Josué en Guilgal. El quenizita Caleb hijo de Jefone le pidió a Josué: "Acuérdate de lo que el Señor le dijo a Moisés, hombre de Dios, respecto a ti y a mí en Cades Barnea. Yo tenía cuarenta años cuando Moisés, siervo del Señor, me envió desde Cades Barnea para explorar el país, y con toda franqueza le informé de lo que vi. Mis compañeros de viaje, por el contrario, desanimaron a la gente y le infundieron temor. Pero yo me mantuve fiel al Señor mi Dios. Ese mismo día Moisés me hizo este juramento: La tierra que toquen tus pies será herencia tuya y de tus descendientes para siempre, porque fuiste fiel al Señor mi Dios. "Ya han pasado cuarenta y cinco años desde que el Señor hizo la promesa por medio de Moisés, mientras Israel peregrinaba por el desierto; aquí estoy este día con mis ochenta y cinco años: ¡el Señor me ha mantenido con vida! Y todavía mantengo la misma fortaleza que tenía el día en que Moisés me envió. Para la batalla tengo las mismas energías que tenía entonces. Dame, pues, la región montañosa que el Señor me prometió en esa ocasión. Desde ese día, tú bien sabes que los anaquitas habitan allí, y que sus ciudades son enormes y fortificadas. Sin embargo, con la ayuda del Señor los expulsaré de ese territorio, tal como él ha prometido." Entonces Josué bendijo a Caleb y le dio por herencia el territorio de Hebrón. A partir de ese día Hebrón ha pertenecido al quenizita Caleb hijo de Jefone, porque fue fiel al Señor, Dios de Israel. Hebrón se llamaba originalmente Quiriat Arbá, porque Arbá fue un importante antepasado de los anaquitas. Después de todo esto el país se vio libre de guerras. El territorio asignado a los clanes de la tribu de Judá abarcaba las tierras comprendidas hasta la frontera de Edom, incluyendo el desierto de Zin en el sur. La frontera sur, que partía de la bahía ubicada al extremo sur del Mar Muerto, salía hacia el sur de la cuesta de Acrabín, cruzaba hacia el desierto de Zin y continuaba hacia Cades Barnea, al sur. De allí seguía por Jezrón, subía hacia Adar, daba la vuelta hacia Carcá, continuaba por Asmón y salía hacia el arroyo de Egipto, para terminar en el Mediterráneo. Ésta es la frontera sur de Judá. La frontera oriental la formaba el Mar Muerto hasta la desembocadura del río Jordán. La frontera norte se iniciaba en la bahía de la desembocadura del Jordán y subía por Bet Joglá, continuando al norte de Bet Arabá, hasta la peña de Bohán hijo de Rubén. Subía luego hacia Debir desde el valle de Acor, y giraba hacia el norte en dirección a Guilgal, al frente de la pendiente de Adumín, al sur del valle. Seguía bordeando las aguas de Ensemes y llegaba a Enroguel. Continuaba hacia el valle de Ben Hinón al sur de la cuesta de la ciudad jebusea, es decir, Jerusalén. Ascendía a la cumbre de la loma al oeste del valle de Hinón, al norte del valle de Refayin. De aquella cumbre la frontera se dirigía hacia el manantial de Neftóaj, seguía por las ciudades del monte Efrón y descendía hacia Balá, también llamada Quiriat Yearín. De allí giraba al oeste de Balá y se dirigía hacia el monte Seír, bordeaba por el norte las laderas del monte Yearín, llamado también Quesalón, y descendía hacia Bet Semes, pasando por Timná. Después seguía por la parte norte las cuestas de Ecrón, giraba hacia Sicrón, rodeaba el monte Balá y llegaba hasta Jabnel. La línea fronteriza terminaba en el mar Mediterráneo. La frontera occidental la formaba la costa del mar Mediterráneo. Éstas son las fronteras de los territorios asignados a la tribu de Judá y sus clanes. De acuerdo con lo ordenado por el Señor, Josué le dio a Caleb hijo de Jefone una porción del territorio asignado a Judá. Esa porción es Quiriat Arbá, es decir, Hebrón (Arbá fue un ancestro de los anaquitas). Caleb expulsó de Hebrón a tres descendientes de Anac: Sesay, Ajimán y Talmay. De allí subió para atacar a los habitantes de Debir, ciudad que antes se llamaba Quiriat Séfer. Y dijo: "Le daré mi hija Acsa como esposa al hombre que ataque y conquiste la ciudad de Quiriat Séfer." Entonces Otoniel hijo de Quenaz y sobrino de Caleb capturó Quiriat Séfer y se casó con Acsa. Cuando ella llegó, Otoniel la convenció de que le pidiera un terreno a su padre. Al bajar Acsa del asno, Caleb le preguntó: ¿Qué te pasa? Concédeme un gran favor respondió ella. Ya que me has dado tierras en el Néguev, dame también manantiales. Fue así como Caleb le dio a su hija manantiales en las zonas altas y en las bajas. Ésta es la lista de los territorios que recibieron como herencia los clanes de la tribu de Judá: Las ciudades sureñas de la tribu, ubicadas en el Néguev, cerca de la frontera con Edom: Cabsel, Edar, Jagur, Quiná, Dimoná, Adadá, Cedes, Jazor, Itnán, Zif, Telén, Bealot, Jazor Jadatá, Queriot, Jezrón (conocida también como Jazor), Amán, Semá, Moladá, Jazar Gadá, Hesmón, Bet Pelet, Jazar Súal, Berseba, con sus poblados, Balá, Iyín, Esen, Eltolad, Quesil, Jormá, Siclag, Madmana, Sansaná, Lebaot, Siljín, Ayin y Rimón, es decir, un total de veintinueve ciudades con sus pueblos. En la llanura: Estaol, Zora, Asena, Zanoa, Enganín, Tapúaj, Enam, Jarmut, Adulán, Soco, Azeca, Sajarayin, Aditayin, Guederá y Guederotayin, es decir, catorce ciudades con sus pueblos. Zenán, Jadasá, Migdal Gad, Dileán, Mizpa, Joctel, Laquis, Boscat, Eglón, Cabón, Lajmás, Quitlís, Guederot, Bet Dagón, Noamá y Maquedá, es decir, dieciséis ciudades con sus pueblos. Libná, Éter, Asán, Jifta, Asena, Nezib, Queilá, Aczib y Maresá, es decir, nueve ciudades con sus pueblos. Ecrón, con sus pueblos y aldeas; de allí al mar, todo el territorio colindante con Asdod, junto con sus poblaciones; Asdod, con sus pueblos y aldeas, y Gaza, con sus pueblos y aldeas, hasta el arroyo de Egipto y la costa del mar Mediterráneo. En la región montañosa: Samir, Jatir, Soco, Daná, Quiriat Saná (conocida como Debir), Anab, Estemoa, Anín, Gosén, Holón y Guiló, es decir, once ciudades con sus pueblos. Arab, Dumá, Esán, Yanún, Bet Tapúaj, Afecá, Humtá, Quiriat Arbá (llamada también Hebrón) y Sior, es decir, nueve ciudades con sus pueblos. Maón, Carmel, Zif, Yutá, Jezrel, Jocdeán, Zanoa, Caín, Guibeá y Timná, es decir, diez ciudades con sus pueblos. Jaljul, Betsur, Guedor, Marat, Bet Anot y Eltecón, es decir, seis ciudades con sus pueblos. Quiriat Baal (o Quiriat Yearín) y Rabá, con sus pueblos. En el desierto: Bet Arabá, Midín, Secacá, Nibsán, la Ciudad de la sal y Engadi, es decir, seis ciudades con sus pueblos. Los descendientes de Judá no pudieron expulsar de la ciudad de Jerusalén a los jebuseos, así que hasta el día de hoy éstos viven allí junto con los descendientes de Judá.
Salmo 38:
Señor, no me reprendas en tu enojo ni me castigues en tu ira. Porque tus flechas me han atravesado, y sobre mí ha caído tu mano. Por causa de tu indignación no hay nada sano en mi cuerpo; por causa de mi pecado mis huesos no hallan descanso. Mis maldades me abruman, son una carga demasiado pesada. Por causa de mi insensatez mis llagas hieden y supuran. Estoy agobiado, del todo abatido; todo el día ando acongojado. Estoy ardiendo de fiebre; no hay nada sano en mi cuerpo. Me siento débil, completamente deshecho; mi corazón gime angustiado. Ante ti, Señor, están todos mis deseos; no te son un secreto mis anhelos. Late mi corazón con violencia, las fuerzas me abandonan, hasta la luz de mis ojos se apaga. Mis amigos y vecinos se apartan de mis llagas; mis parientes se mantienen a distancia. Tienden sus trampas los que quieren matarme; maquinan mi ruina los que buscan mi mal y todo el día urden engaños. Pero yo me hago el sordo, y no los escucho; me hago el mudo, y no les respondo. Soy como los que no oyen ni pueden defenderse. Yo, Señor, espero en ti; tú, Señor y Dios mío, serás quien responda. Tan sólo pido que no se burlen de mí, que no se crean superiores si resbalo. Estoy por desfallecer; el dolor no me deja un solo instante. Voy a confesar mi iniquidad, pues mi pecado me angustia. Muchos son mis enemigos gratuitos; abundan los que me odian sin motivo. Por hacer el bien, me pagan con el mal; por procurar lo bueno, se ponen en mi contra. Señor, no me abandones; Dios mío, no te alejes de mí. Señor de mi salvación, ¡ven pronto en mi ayuda!
Proverbios 1:
Proverbios de Salomón hijo de David, rey de Israel: para adquirir sabiduría y disciplina; para discernir palabras de inteligencia; para recibir la corrección que dan la prudencia, la rectitud, la justicia y la equidad; para infundir sagacidad en los inexpertos, conocimiento y discreción en los jóvenes. Escuche esto el sabio, y aumente su saber; reciba dirección el entendido, para discernir el proverbio y la parábola, los dichos de los sabios y sus enigmas. El temor del Señor es el principio del conocimiento; los necios desprecian la sabiduría y la disciplina. Hijo mío, escucha las correcciones de tu padre y no abandones las enseñanzas de tu madre. Adornarán tu cabeza como una diadema; adornarán tu cuello como un collar. Hijo mío, si los pecadores quieren engañarte, no vayas con ellos. Éstos te dirán: "¡Ven con nosotros! y démonos el gusto de matar a algún incauto; traguémonos a alguien vivo, como se traga el sepulcro a la gente; devorémoslo entero, como devora la fosa a los muertos. Obtendremos toda clase de riquezas; con el botín llenaremos nuestras casas. Comparte tu suerte con nosotros, y compartiremos contigo lo que obtengamos." ¡Pero no te dejes llevar por ellos, hijo mío! ¡Apártate de sus senderos! Pues corren presurosos a hacer lo malo; ¡tienen prisa por derramar sangre! De nada sirve tender la red a la vista de todos los pájaros, pero aquéllos acechan su propia vida y acabarán por destruirse a sí mismos. Así terminan los que van tras ganancias mal habidas; por éstas perderán la vida. Clama la sabiduría en las calles; en los lugares públicos levanta su voz. Clama en las esquinas de calles transitadas; a la entrada de la ciudad razona: "¿Hasta cuándo, muchachos inexpertos, seguirán aferrados a su inexperiencia? ¿Hasta cuándo, ustedes los insolentes, se complacerán en su insolencia? ¿Hasta cuándo, ustedes los necios, aborrecerán el conocimiento? Respondan a mis reprensiones, y yo les abriré mi corazón; les daré a conocer mis pensamientos. Como ustedes no me atendieron cuando los llamé, ni me hicieron caso cuando les tendí la mano, sino que rechazaron todos mis consejos y no acataron mis reprensiones, ahora yo me burlaré de ustedes cuando caigan en desgracia. cuando les sobrevenga el miedo, cuando el miedo les sobrevenga como una tormenta y la desgracia los arrastre como un torbellino. "Entonces me llamarán, pero no les responderé; me buscarán, pero no me encontrarán. Por cuanto aborrecieron el conocimiento y no quisieron temer al Señor; por cuanto no siguieron mis consejos, sino que rechazaron mis reprensiones, cosecharán el fruto de su conducta, se hartarán con sus propias intrigas; ¡su descarrío e inexperiencia los destruirán, su complacencia y necedad los aniquilarán! Pero el que me obedezca vivirá tranquilo, sosegado y sin temor del mal."
El Libro de HEBREOS Capítulo 8 del Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:
LA EPÍSTOLA DEL APÓSTOL PABLO A LOS
HEBREOS
CAPÍTULO 8
(64 d.C.)
SUMO SACERDOTE
ASÍ que, lo principal acerca de lo que se ha dicho es (se refiere a lo que Pablo dará ahora en cuanto al significado de todo esto): Tenemos tal Sumo Sacerdote, Que se sentó a la Diestra del Trono de la Majestad en los Cielos (el mismo hecho de que Cristo está sentado ahora en el Cielo a la Diestra de Dios comprueba que Su Obra es una Obra Terminada);
2 Ministro del Santuario (Pablo usando la palabra "Ministro," refiriéndose al servicio Sacerdotal a Dios y al servicio al hombre), y de aquel Verdadero Tabernáculo (la Verdadera Morada de Dios, que está en los Cielos) que el Señor erigió, y no el hombre. (Se refiere al hecho de que Moisés erigió el Tabernáculo terrenal, pero Dios formó el Verdadero Tabernáculo.)
3 Porque todo Sumo Sacerdote está nombrado para presentar Ofrendas y Sacrificios (describe a los Sumos Sacerdotes de la antigüedad como mediadores entre Dios y los hombres): por lo cual es necesario que también Éste (Cristo Jesús) tuviese algo que ofrecer. (Un Sacerdote debe tener un Sacrificio para ofrecer. Cristo se ofreció a Sí Mismo. Era Su único gran Sacrificio que lo abarca todo, satisfaciendo todos los Tipos del Antiguo Convenio y aboliendo todas las Ofrendas para el pecado.)
4 Así que si Él (el Señor Jesús), estuviese sobre la Tierra, ni aun sería Sacerdote (se refiere al hecho de que Él no era del Orden Levítico, y debido a Su Sacrificio de Sí Mismo, ya no hay más necesidad de Sacerdotes terrenales, que, como debiera ser obvio, revoca completamente el Sacerdocio Católico), habiendo aún los Sacerdotes que presenten Ofrendas según la Ley (debido a Su Sacerdocio Eterno y la Ofrenda de Él en el Sacrificio, la Ley está caducada):
5 Los cuales (el Sacerdocio Levítico) sirven de bosquejo y sombra de las cosas Celestiales (se refiere a una réplica provocativa, que, de hecho, no tenía ninguna sustancia en sí), como fue respondido a Moisés cuando había de acabar el Tabernáculo (indica el hecho de que era sólo una mala réplica de la realidad Quien es Cristo): Mira, dice (Éx. 25:40; Núm. 8:4), haz todas las cosas conforme al modelo que te ha sido mostrado en el Monte (el significado del Tabernáculo en la Tierra era simplemente una réplica de algo mucho mejor en los Cielos).
MEDIADOR
6 Mas ahora (desde la Cruz) tanto mejor Ministerio (el Nuevo Convenio en la Sangre de Jesús es superior, y toma el lugar del Antiguo Convenio en la sangre de animales) es el Suyo (el Señor Jesús), en cuanto es Mediador de un Mejor Pacto (explica el hecho de que Cristo ejerce las funciones entre Dios y el hombre según los arreglos del Nuevo Convenio), el cual ha sido formado sobre mejores Promesas. (Demuestra el Nuevo Convenio, basado explícitamente en la limpieza y el perdón de todo el pecado, lo que el Antiguo Convenio no podía hacer.)
7 Porque si aquel Primero fuera sin falta (explica el hecho de que el Primer Convenio no era intachable definitivamente; como se indicó, estaba basado en la sangre de animales, que era muy inferior a la Sangre Preciosa de Cristo), cierto no se hubiera procurado lugar para el Segundo (indica la necesidad del Nuevo Convenio).
8 Porque reprendiéndolos (el Primer Convenio fue diseñado realmente para representar expresamente la culpa de la gente, lo cual se logró con éxito) Él dice (Jer. 31:31): He aquí, vienen días, dice el Señor, y estableceré para con la casa de Israel y para con la casa de Judá un Nuevo Pacto (aquel Nuevo Convenio fue en Cristo y lo que Él hizo en la Cruz; desgraciadamente, Israel lo rechazó):
9 No como el Pacto que hice con sus padres (se refiere a la Ley de Moisés, que le fue dada a Israel unos cincuenta días después de ser libertado de Egipto) el día que los tomé por la mano para sacarlos de la tierra de Egipto (se refiere a la inmadurez de Israel de aquel entonces; en consecuencia, fue tratada como algo secundario); porque ellos no permanecieron en Mi Pacto (Israel no era fiel al Convenio en cuanto a la Antigua Ley), y yo los menosprecié, dice el Señor. (Israel rechazó el Primer Convenio de Dios, por lo tanto, Dios los rechazó.)
10 Por lo cual, este es el Pacto que ordenaré a la Casa de Israel (se refiere como dicho al "Nuevo Convenio") después de aquellos días (se refiere al Antiguo Convenio que ya seguía su curso, lo cual así fue en el momento de la Cruz), dice el Señor; pondré Mis Leyes en el alma de ellos, y sobre el corazón de ellos las escribiré (explica en detalle abreviado el hecho glorioso de lo que el Nuevo Convenio haría porque la deuda de pecado fue pagada por Cristo en la Cruz, que lo hizo posible para que el Espíritu Santo more para siempre en el corazón y vida de los Creyentes [Jn. 14:16-17): y seré a ellos por Dios, y ellos me serán a Mí por pueblo (se refiere a la relación bajo el Nuevo Convenio que no era posible bajo el Antiguo Convenio [Zac. 8:8]):
11 Y ninguno enseñará a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo, Conoce al Señor (se refiere al proceso complicado del Antiguo Convenio): porque todos Me conocerán, desde el menor de ellos hasta el mayor. (Indica el hecho de que el Espíritu Santo le enseñará a cada Creyente, y Él lo hace, y que Jesús también dijo que sería así [Jn. 16:13-15].)
12 Porque seré propicio a sus injusticias (la Cruz hizo que esto fuera posible), y de sus pecados y de sus iniquidades no me acordaré más. (Debido a la Cruz, los pecados y las iniquidades ya no existen, al menos en aquéllos que confían en Cristo.)
13 Diciendo (Jer. 31:31), Nuevo Pacto (todo en Cristo y lo que Él hizo en la Cruz), dio por anticuado al primero (fue diseñado para que fuera temporal). Y lo que es dado por anticuado y se envejece, definitivamente se desvanece. (Desde la Cruz, que introdujo el Nuevo Convenio, no hay más necesidad del Antiguo, que es muy inferior.)
Primera Corintios Capítulo 13:
Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.
Hebreos 10:35-12:4
Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida. Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre.
Romanos 8:
Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.
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