22 June 2010

El 22 de Junio Lectura Bíblica Diaria


El 22 de Junio Lectura Bíblica Diaria:

Josué 19 a 21:
Simeón fue la segunda tribu que recibió sus territorios, según sus clanes. Su herencia estaba ubicada dentro del territorio de Judá. Le pertenecían las siguientes ciudades: Berseba (o Sabá), Moladá, Jazar Súal, Balá, Esen, Eltolad, Betul, Jormá, Siclag, Bet Marcabot, Jazar Susá, Bet Lebaot y Sarujén, es decir, trece ciudades con sus poblaciones; y Ayin, Rimón, Éter y Asán, es decir, cuatro ciudades con sus poblaciones. A estas ciudades se agregaban los pueblos que se contaban hasta los bordes de Balatber, ciudad de Ramat ubicada en el Néguev. Éstos fueron los territorios asignados a los clanes de la tribu de Simeón. Como la tribu de Judá tenía más territorio de lo que sus clanes necesitaban, la tribu de Simeón recibió su porción del territorio asignado a Judá. Zabulón fue la tercera tribu que recibió su territorio, según sus clanes. La frontera del territorio se extendía hasta Sarid. Por el occidente, se dirigía hacia Maralá, y llegaba a Dabéset, hasta tocar el arroyo frente a Jocneán. De allí, giraba al este de Sarid, hacia la salida del sol, hasta el territorio de Quislot Tabor, luego continuaba hasta alcanzar Daberat y subía hasta Jafía. La frontera cruzaba por el oriente hacia Gat Jefer e Itacasín, hasta llegar a Rimón y girar hacia Negá. De allí la frontera giraba hacia el norte hasta llegar a Janatón, y terminaba en el valle de Jeftel. Ese territorio incluía doce ciudades y sus poblaciones, entre ellas Catat, Nalal, Simrón, Idalá y Belén. Éste es el territorio asignado como herencia a los clanes de la tribu de Zabulón, incluyendo sus ciudades y pueblos. Isacar fue la cuarta tribu que recibió su territorio, según sus clanes. Las ciudades que se encontraban dentro de ese territorio eran: Jezrel, Quesulot, Sunén, Jafarayin, Sijón, Anajarat, Rabit, Cisón, Abez, Rémet, Enganín, Enadá y Bet Pasés. La frontera llegaba a Tabor, Sajazimá y Bet Semes, y terminaba en el río Jordán. En total, dieciséis ciudades con sus poblaciones componían la herencia de los clanes de la tribu de Isacar. Aser fue la quinta tribu que recibió su territorio, según sus clanes. En él se incluían las ciudades de Jelcat, Jalí, Betén, Acsaf, Alamélec, Amad y Miseal. La frontera tocaba, por el oeste, el monte Carmelo y Sijor Libnat. De allí giraba al este en dirección a Bet Dagón y llegaba a Zabulón, en el valle de Jeftel. Luego se dirigía al norte rumbo a Bet Émec y Neyel, bordeando, a la izquierda, Cabul. La frontera seguía hacia Abdón, Rejob, Hamón y Caná, hasta tocar la gran ciudad de Sidón. Luego hacía un giro hacia Ramá, y de allí, hasta la ciudad fortificada de Tiro. Después giraba hacia Josá y salía al mar Mediterráneo. Las ciudades sumaban veintidós, entre ellas Majaleb, Aczib, Uma, Afec y Rejob. Éste es el territorio asignado como herencia a los clanes de la tribu de Aser, incluyendo sus ciudades y pueblos. Neftalí fue la sexta tribu que recibió su territorio, según sus clanes. Su territorio abarcaba desde Jélef y el gran árbol de Sananín hacia Adaminéqueb y Jabnel, y continuaba hacia Lacún, hasta el río Jordán. La frontera seguía por el occidente, pasando por Aznot Tabor, y proseguía en Hucoc. Bordeaba el territorio de la tribu de Zabulón por el sur, la de Aser por el occidente y el río Jordán por el oriente. Las ciudades fortificadas eran: Sidín, Ser, Jamat, Racat, Quinéret, Adamá, Ramá, Jazor, Cedes, Edrey, Enjazor, Irón, Migdal El, Jorén, Bet Anat y Bet Semes. En total sumaban diecinueve ciudades con sus poblaciones. Éste es el territorio asignado como herencia a los clanes de la tribu de Neftalí, incluyendo sus ciudades y pueblos. Dan fue la séptima tribu que recibió territorio, según sus clanes. Se incluían en el territorio Zora, Estaol, Ir Semes, Sagalbín, Ayalón, Jetlá, Elón, Timnat, Ecrón, Eltequé, Guibetón, Balat, Jehúd, Bené Berac, Gat Rimón, Mejarcón y Racón, con la región que estaba frente a Jope. Como a los danitas no les alcanzó el territorio que se les asignó, fueron a conquistar la ciudad de Lesén. Después de que la tomaron, pasaron a filo de espada a todos sus habitantes. Luego los danitas la habitaron y le dieron por nombre Dan, en honor de su antepasado. Así quedó establecido el territorio de los clanes de la tribu de Dan, junto con sus ciudades y pueblos. Cuando se terminó de asignarle a cada tribu el territorio que le correspondía, el pueblo de Israel le entregó a Josué hijo de Nun el territorio que le pertenecía a él como herencia. Así cumplieron con lo que el Señor había ordenado. Josué recibió la ciudad de Timnat Sera, que estaba enclavada en la región montañosa de Efraín. Él la había solicitado, así que la reconstruyó y se estableció en ella. De este modo terminaron de dividir los territorios el sacerdote Eleazar, Josué y los jefes de las tribus de Israel. El sorteo lo realizaron en Siló, en presencia del Señor, a la entrada de la *Tienda de reunión. El Señor le dijo a Josué: "Pídeles a los israelitas que designen algunas ciudades de refugio, tal como te lo ordené por medio de Moisés. Así cualquier persona que mate a otra accidentalmente o sin premeditación podrá huir a esas ciudades para refugiarse del vengador del delito de sangre. "Cuando tal persona huya a una de esas ciudades, se ubicará a la entrada y allí presentará su caso ante los *ancianos de la ciudad. Acto seguido, los ancianos lo aceptarán en esa ciudad y le asignarán un lugar para vivir con ellos. Si el vengador del delito de sangre persigue a la persona hasta esa ciudad, los ancianos no deberán entregárselo, pues ya habrán aceptado al que mató sin premeditación ni rencor alguno. El acusado permanecerá en aquella ciudad hasta haber comparecido ante la asamblea del pueblo y hasta que el sumo sacerdote en funciones haya fallecido. Sólo después de esto el acusado podrá regresar a su hogar y al pueblo del cual huyó tiempo atrás." En respuesta a la orden de Josué, los israelitas designaron Cedes en Galilea, en la región montañosa de Neftalí; Siquén, en la región montañosa de Efraín, y Quiriat Arbá, conocida como Hebrón, en la región montañosa de Judá. Al este del río Jordán, escogieron las tres ciudades siguientes: Béser, en el desierto que está en la meseta perteneciente al territorio de la tribu de Rubén; Ramot de Galaad, en el territorio de la tribu de Gad, y Golán de Basán, en el territorio de la tribu de Manasés. Todo israelita o inmigrante que hubiera matado accidentalmente a alguien podría huir hacia una de esas ciudades para no morir por mano del vengador del delito de sangre, antes de ser juzgado por la asamblea. Los jefes de familia de los levitas se acercaron al sacerdote Eleazar, a Josué hijo de Nun y a los representantes de los clanes israelitas, los cuales estaban en Siló, en la tierra de Canaán, y les dijeron: "El Señor ordenó por medio de Moisés que ustedes nos asignaran pueblos donde vivir y tierras para nuestro ganado." Entonces, según el mandato del Señor, los israelitas entregaron, de su propiedad, las siguientes poblaciones y campos de pastoreo a los levitas: Los primeros en recibir sus poblaciones, por sorteo, fueron los levitas descendientes de Coat. A estos descendientes del sacerdote Aarón se les entregaron trece poblaciones en los territorios de las tribus de Judá, Simeón y Benjamín. Al resto de los descendientes de Coat se les entregaron diez poblaciones en los territorios de las tribus de Efraín, Dan y la media tribu de Manasés. A los descendientes de Guersón se les entregaron, por sorteo, trece poblaciones en los territorios de las tribus de Isacar, Aser, Neftalí y la media tribu de Manasés en Basán. Los descendientes de Merari recibieron doce poblaciones en los territorios de las tribus de Rubén, Gad y Zabulón. De este modo los israelitas asignaron todas estas poblaciones con sus campos de pastoreo a los levitas, según el mandato del Señor por medio de Moisés. Lo mismo se hizo con los territorios de las tribus de Judá y Simeón. Las poblaciones que se asignaron las recibieron los descendientes aaronitas del clan de Coat, porque ellos fueron los primeros que resultaron favorecidos en el sorteo. A ellos se les asignó Quiriat Arbá, es decir, Hebrón, junto con sus campos de pastoreo, en la región montañosa de Judá (Arbá fue un ancestro de los anaquitas). Pero las aldeas y los campos adyacentes a Hebrón no se asignaron a ningún levita, pues ya se habían asignado a Caleb hijo de Jefone. Además de Hebrón (ciudad de refugio para los acusados de homicidio), a los descendientes del sacerdote Aarón se les asignaron las siguientes poblaciones con sus campos de pastoreo: Libná, Jatir, Estemoa, Holón, Debir, Ayin, Yutá y Bet Semes, nueve poblaciones en total. Del territorio de la tribu de Benjamín se asignaron las siguientes poblaciones con sus campos de pastoreo: Gabaón, Gueba, Anatot y Almón, es decir, cuatro poblaciones. En total fueron trece poblaciones con sus campos de pastoreo las que se asignaron a los sacerdotes descendientes de Aarón. Al resto de los levitas descendientes de Coat se les asignaron poblaciones en el territorio de la tribu de Efraín. En la región montañosa de Efraín se les asignó la ciudad de Siquén, que fue una de las ciudades de refugio para los acusados de homicidio. También se les asignaron Guézer, Quibsayin y Bet Jorón, es decir, cuatro poblaciones con sus campos de pastoreo. De la tribu de Dan se les asignaron Eltequé, Guibetón, Ayalón y Gat Rimón, es decir, cuatro poblaciones con sus campos de pastoreo. De la media tribu de Manasés se les asignaron Tanac y Gat Rimón, es decir, dos poblaciones con sus campos de pastoreo. En total fueron diez poblaciones con sus campos de pastoreo las que se asignaron al resto de los descendientes de los clanes de Coat. A los levitas descendientes de Guersón se les asignaron dos poblaciones con sus campos de pastoreo en el territorio de la media tribu de Manasés: Golán en Basán (ciudad de refugio para los acusados de homicidio) y Besterá. De la tribu de Isacar se les asignaron Cisón, Daberat, Jarmut y Enganín, es decir, cuatro poblaciones con sus campos de pastoreo. De la tribu de Aser se les asignaron Miseal, Abdón, Jelcat y Rejob, es decir, cuatro poblaciones con sus campos de pastoreo. De la tribu de Neftalí se les asignaron tres poblaciones con sus campos de pastoreo: Cedes (ciudad de refugio en la región de Galilea), y las poblaciones de Jamot Dor y Cartán. En total fueron trece poblaciones con sus campos de pastoreo las que se asignaron a los levitas descendientes de los clanes de Guersón. A los meraritas, uno de los clanes levitas, se les asignaron cuatro poblaciones de la tribu de Zabulón, con sus campos de pastoreo: Jocneán, Cartá, Dimná y Nalal. De la tribu de Rubén se les asignaron cuatro poblaciones con sus campos de pastoreo: Béser, Yahaza, Cademot y Mefat. De la tribu de Gad se les asignaron cuatro poblaciones con sus campos de pastoreo: Ramot de Galaad (ciudad de refugio), Majanayin, Hesbón y Jazer. Fue así como los clanes levitas descendientes de Merari, los últimos a quienes se les asignaron poblaciones, recibieron un total de doce. Los levitas recibieron en total cuarenta y ocho poblaciones con sus respectivos campos de pastoreo en territorio israelita. Cada una de esas poblaciones estaba rodeada de campos de pastoreo. Así fue como el Señor les entregó a los israelitas todo el territorio que había prometido darles a sus antepasados; y el pueblo de Israel se estableció allí. El Señor les dio descanso en todo el territorio, cumpliendo así la promesa hecha años atrás a sus antepasados. Ninguno de sus enemigos pudo hacer frente a los israelitas, pues el Señor entregó en sus manos a cada uno de los que se les oponían. Y ni una sola de las buenas promesas del Señor a favor de Israel dejó de cumplirse, sino que cada una se cumplió al pie de la letra.


Salmo 40:
Puse en el Señor toda mi esperanza; él se inclinó hacia mí y escuchó mi clamor. Me sacó de la fosa de la muerte, del lodo y del pantano; puso mis pies sobre una roca, y me plantó en terreno firme. Puso en mis labios un cántico nuevo, un himno de alabanza a nuestro Dios. Al ver esto, muchos tuvieron miedo y pusieron su confianza en el Señor. Dichoso el que pone su confianza en el Señor y no recurre a los idólatras ni a los que adoran dioses falsos. Muchas son, Señor mi Dios, las maravillas que tú has hecho. tus bondades en favor nuestro. Si quisiera anunciarlas y proclamarlas, serían más de lo que puedo contar. A ti no te complacen sacrificios ni ofrendas, pero me has hecho obediente; tú no has pedido holocaustos ni sacrificios por el pecado. Por eso dije: "Aquí me tienes como el libro dice de mí. Me agrada, Dios mío, hacer tu voluntad; tu ley la llevo dentro de mí." En medio de la gran asamblea he dado a conocer tu justicia. Tú bien sabes, Señor, que no he sellado mis labios. No escondo tu justicia en mi corazón, sino que proclamo tu fidelidad y tu salvación. tu gran amor y tu verdad. No me niegues, Señor, tu misericordia; que siempre me protejan tu amor y tu verdad. Muchos males me han rodeado; tantos son que no puedo contarlos. Me han alcanzado mis iniquidades, y ya ni puedo ver. Son más que los cabellos de mi cabeza, y mi corazón desfallece. Por favor, Señor, ¡ven a librarme! ¡Ven pronto, Señor, en mi auxilio! Sean confundidos y avergonzados todos los que tratan de matarme; huyan derrotados todos los que procuran mi mal; que la vergüenza de su derrota humille a los que se burlan de mí. Pero que todos los que te buscan se alegren en ti y se regocijen; que los que aman tu salvación digan siempre: "¡Cuán grande es el Señor!" Y a mí, pobre y necesitado, quiera el Señor tomarme en cuenta. Tú eres mi socorro y mi libertador; ¡no te tardes, Dios mío!


Proverbios 3:
Hijo mío, no te olvides de mis enseñanzas; más bien, guarda en tu corazón mis mandamientos. Porque prolongarán tu vida muchos años y te traerán prosperidad. Que nunca te abandonen el amor y la verdad: llévalos siempre alrededor de tu cuello y escríbelos en el libro de tu corazón. Contarás con el favor de Dios y tendrás buena fama entre la gente. Confía en el Señor de todo corazón, y no en tu propia inteligencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él allanará tus sendas. No seas sabio en tu propia opinión; más bien, teme al Señor y huye del mal. Esto infundirá salud a tu cuerpo y fortalecerá tu ser. Honra al Señor con tus riquezas y con los primeros frutos de tus cosechas. Así tus graneros se llenarán a reventar y tus bodegas rebosarán de vino nuevo. Hijo mío, no desprecies la disciplina del Señor, ni te ofendas por sus reprensiones. Porque el Señor disciplina a los que ama, como corrige un padre a su hijo querido. Dichoso el que halla sabiduría, el que adquiere inteligencia. Porque ella es de más provecho que la plata y rinde más ganancias que el oro. Es más valiosa que las piedras preciosas: ¡ni lo más deseable se le puede comparar! Con la mano derecha ofrece larga vida; con la izquierda, honor y riquezas. Sus caminos son placenteros y en sus senderos hay paz. Ella es árbol de vida para quienes la abrazan; ¡dichosos los que la retienen! Con sabiduría afirmó el Señor la tierra, con inteligencia estableció los cielos. Por su conocimiento se separaron las aguas, y las nubes dejaron caer su rocío. Hijo mío, conserva el buen juicio; no pierdas de vista la discreción. Te serán fuente de vida, te adornarán como un collar. Podrás recorrer tranquilo tu camino, y tus pies no tropezarán. Al acostarte, no tendrás temor alguno; te acostarás y dormirás tranquilo. No temerás ningún desastre repentino, ni la desgracia que sobreviene a los impíos. Porque el Señor estará siempre a tu lado y te librará de caer en la trampa. No niegues un favor a quien te lo pida, si en tu mano está el otorgarlo. Nunca digas a tu prójimo: "Vuelve más tarde; te ayudaré mañana", si hoy tienes con qué ayudarlo. No urdas el mal contra tu prójimo, contra el que ha puesto en ti su confianza. No entres en pleito con nadie que no te haya hecho ningún daño. No envidies a los violentos, ni optes por andar en sus caminos. Porque el Señor aborrece al perverso, pero al íntegro le brinda su amistad. La maldición del Señor cae sobre la casa del malvado; su bendición, sobre el hogar de los justos. El Señor se burla de los burlones, pero muestra su favor a los humildes. Los sabios son dignos de honra, pero los necios sólo merecen deshonra.


El Libro de HEBREOS Capítulo 10 del Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:

LA EPÍSTOLA DEL APÓSTOL PABLO A LOS
HEBREOS
CAPÍTULO 10
(64 d.C.)
EL ANTIGUO CONVENIO


PORQUE la Ley (la Ley de Moisés), teniendo la sombra de los bienes venideros (la Ley de Moisés sólo tenía el propósito de ser temporal; manifestaba a Cristo Quien había de venir), no la imagen misma de las cosas (era totalmente imposible para la Ley presentar una imagen apropiada de Quien y lo que Cristo sería; sugirió tal, pero era sólo una sugerencia), nunca puede, por los mismos Sacrificios que ofrecen continuamente cada año, hacer perfectos a los que se allegan. (Los Sacrificios de animales solamente podían cubrir los pecados, no quitarlos. Solamente Le quedaba a Cristo hacerlo [Jn. 1:29].)
2 ¿De otra manera cesarían de ofrecerse? (Pablo hizo esta pregunta simplemente por el hecho de que el Sacrificio de animales tenía que ser ofrecido una y otra vez lo que manifestaba su insuficiencia. En realidad era sólo una medida interina.) Para que los que tributen este culto, limpios de una vez, no tendrían más conciencia de pecado. (Explica lo que el Sacrificio Correcto de Cristo puede hacer, y, de hecho, hizo realmente, pero lo que el Sacrificio de becerros y machos cabríos no podían hacer. La frase, "No tendrían más conciencia del pecado," no debe malentenderse como "no hay más conocimiento del pecado.")
3 Empero en estos Sacrificios (Sacrificios de animales) cada año se hace conmemoración de los pecados. (Que el Sumo Sacerdote de Israel tuviera que entrar en el Lugar Santísimo una vez al año con la sangre de animal demostraba el hecho de que este sistema era básicamente defectuoso, y sólo tenía el propósito de señalar a Cristo Quien estaba por venir.)
4 Porque es imposible que la sangre de los toros y de los machos cabríos puede quitar los pecados. (La palabra "imposible" es una palabra poderosa. Significa que no había forma de avanzar por la sangre de animales. También, se aplica a todos los otros esfuerzos hechos por el hombre para dirigirse al problema del pecado, ajeno de la Cruz.)
5 Por lo cual, entrando Él (el Señor Jesús) en el mundo (presenta a Cristo que viene como el Salvador, Quien promete satisfacer en la Gracia cada reclamo que el Trono de Dios tiene en contra de los pecadores penitentes), Él dice (Sal. 40:6), Sacrificio y Ofrenda no quisiste (se refiere al hecho de que Él pagaría por el pecado, pero no con Sacrificios de animales), mas Me apropiaste Cuerpo (Dios se hizo hombre con el pleno propósito que Su Cuerpo Físico Perfecto debiera ser ofrecido en Sacrificio en la Cruz, que fue así; la Cruz fue siempre Su Destino):
6 Holocaustos y Expiaciones por el pecado (la raíz del problema que acosa la humanidad — esto es "el pecado"; la idea es, que los Sacrificios no eran suficientes con respecto al "pecado"; por lo tanto, Dios no tomaba ningún agrado en ellos en esa capacidad) no te agradaron.
7 Entonces dije, Heme aquí (en la Cabecera del Libro está escrito de Mí,) (La totalidad del Antiguo Testamento señala exclusivamente a Cristo, y en toda capacidad.) para que haga, Oh Dios, Tu Voluntad. (La Cruz era la Voluntad de Dios porque tuvo que ser así si el hombre habría de ser Redimido.)
8 Diciendo arriba, Sacrificio y Ofrenda y Holocaustos y Expiaciones por el pecado no quisiste (se refiere al hecho de que los Sacrificios de animales no podían limpiar del pecado), ni te agradaron (concierne la insuficiencia de los Sacrificios); las cuales cosas se ofrecen según la Ley (se refiere al hecho de que todas estas Ofrendas fueron incluidas en la Ley Mosaica; aunque instigadas por Dios, tenían el propósito de señalar a Cristo);
9 Entonces dijo, Heme aquí, para que haga, Oh Dios, Tu Voluntad. (El hacer la Voluntad de Dios, con respecto a Cristo, perteneció total y completamente a Su Sacrificio de Sí Mismo en la Cruz.) Quita lo Primero (el Antiguo Convenio, que Él hizo por el Sacrificio de Sí Mismo), para establecer lo Postrero (el Nuevo Convenio que Él hizo por medio de ir a la Cruz, el único modo en que podría ser establecido).
10 En la cual voluntad (el Sacrificio de Cristo quitó el Primer Convenio, satisfaciendo sus demandas, y estableció el Nuevo Convenio) somos Santificados por la Ofrenda del Cuerpo de Jesucristo hecha una sola vez. (Proclama indiscutiblemente que el único modo que el Creyente puede vivir una vida victoriosa es por la Cruz que siempre es el Objeto de su Fe.)
11 Así que, todo Sacerdote se presenta cada día Ministrando y ofreciendo muchas veces los mismos Sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados (la limitación de este método):
12 Pero Éste (este Sacerdote, Cristo Jesús), habiendo ofrecido por los pecados Un Solo Sacrificio para siempre (se refiere a la Cruz), está sentado a la Diestra de Dios (el gran contraste con los Sacerdotes bajo el sistema Levítico que nunca se sentaron porque su obra nunca fue terminada; la obra de Cristo era "una Obra Terminada," y no necesitaba repetición);
13 Esperando lo que resta, hasta que Sus enemigos sean puestos por Estrado de Sus Pies. (Estos enemigos son Satanás y todos los Ángeles caídos y espíritus de demonios, además todos aquellos que siguen a Satanás.)
14 Porque con una sola Ofrenda hizo perfectos para siempre a los Santificados. (Todo lo que uno necesita se encuentra en la Cruz [Gál. 6:14].)
15 Y nos atestigua lo mismo el Espíritu Santo (un testimonio a la Cruz): que después que dijo (se refiere al hecho de que el Espíritu Santo siempre daba prueba de la veracidad de la Obra Terminada de Cristo),
16 Y este es el Pacto que haré con ellos después de aquellos días (declara su rasgo distintivo como la Obra Santificadora del Espíritu Santo Quien tomará Su morada permanente en el Creyente, lo hizo todo posible por la Cruz), dice el Señor, Daré Mis Leyes en sus corazones, y en sus almas las escribiré (la obra del Nuevo Convenio, que acompaña la experiencia de Nacer de Nuevo);
17 Añade, y nunca más Me acordaré de sus pecados e iniquidades. (Él los ha quitado a todos ellos, y lo hizo por la Cruz.)
18 Pues donde hay remisión de éstos (con todos los pecados Expiados, el argumento está resuelto), no hay más Ofrenda por pecado. (No hay necesidad de más ofrendas, ya Cristo pagó todo esto.)
LA FE
19 Así que, mis Hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la Sangre de Jesucristo (la Cruz lo ha hecho posible para toda persona y todo Creyente que venga a la presencia del mismo Trono de Dios, y en cualquier momento que lo deseen),
20 Por el camino que Él nos consagró (por la Cruz), nuevo y vivo (presenta el Nuevo Convenio), por el Velo (contiene una alusión al Velo que separó el Lugar Santísimo del Lugar Santo en el Tabernáculo), esto es, por Su Carne (se refiere al darse a Sí Mismo en la Cruz, que abrió el camino a Dios);
21 Y teniendo un gran Sacerdote sobre la Casa de Dios (el Griego en realidad dice, "un Sacerdote, el Máximo"; Él es la Cabeza [Col. 1:18]);
22 Lleguémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de la Fe (la Fe en la Obra Terminada de Cristo), purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua limpia. (Pablo usa Tipos del Antiguo Testamento para representar la realidad que ya tenemos en Cristo [Lev., Capítulos 8-9].)
23 Mantengamos firme la profesión de nuestra Fe sin vacilar (Fe en Cristo y la Cruz); (porque Fiel es El Que Prometió;) (Se refiere al hecho de que todo lo que promete el Nuevo Convenio, lo cual es la Salvación y la victoria total sobre todo el pecado, será realizado en totalidad.)
24 Y considerémonos los unos a los otros para provocarnos al amor y a las buenas obras (lo que seguirá naturalmente la Verdadera Fe en la Cruz):
25 No dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre (es importante que los Creyentes se reúnan, no importa cómo se lleve a cabo la reunión); mas exhortándonos (animándose el uno al otro en la Fe): y tanto más, cuando veis que aquel día se acerca (sobre todo durante estos últimos días).
CONSECUENCIAS
26 Porque si pecáremos voluntariamente ("el pecado voluntarioso" es la transferencia de Fe de Cristo y Él Crucificado a otras cosas) después de haber recibido el conocimiento de la Verdad (el Camino Bíblico de Salvación y Victoria, que es "Jesucristo y Él Crucificado" [I Cor. 2:2]), ya no queda Sacrificio por el pecado (si la Cruz de Cristo es rechazada, no hay ningún otro Sacrificio ni camino que será aceptado por Dios),
27 Sino una horrenda esperanza de juicio, y hervor de fuego (la Ira de Dios debido a los hombres que rechazan a Jesucristo y la Cruz) que ha de devorar a los adversarios. (Son las llamas del Infierno, que les vendrán finalmente a todos quienes rechazan a Cristo y la Cruz.)
28 El que menospreciare la Ley de Moisés, por el testimonio de dos o tres testigos muere sin ninguna misericordia (tuvieron que haber muchos testigos de un delito capital antes de que la pena de muerte pudiera ser llevada a cabo, según la Ley del Antiguo Testamento de Moisés [Deut. 17:2-7]):
29 ¿Cuánto pensáis que será más digno de mayor castigo, el que hollare al Hijo de Dios (expresa el propósito del "castigo más severo"), y tuviere por inmunda la Sangre del Testamento, en la cual fue Santificado (persona que ha sido salvada, pero que ya expresa incredulidad hacia lo que al principio le salvó), e hiciere afrenta al Espíritu de Gracia? (Cuando se rechaza la Cruz, es un insulto al Espíritu Santo.)
30 Sabemos Quien es El Que dijo, Mía es la venganza, Yo daré el pago, dice el Señor (tiene la intención de insinuar que todo va a ser juzgado por el Señor, Quien Solo es el Juez justo). Y otra vez, El Señor Juzgará a Su pueblo (disciplina a Su Pueblo [Deut. 32:35-36]).
31 Horrenda cosa es caer en las Manos del Dios Vivo. (Se refiere a aquéllos que una vez conocieron al Señor, pero ya no ejercen Fe en la Cruz.)
RECOMPENSA
32 Empero traed a la memoria los días pasados (las primeras pruebas de fidelidad y amor), en los cuales, después de haber sido iluminados (se refiere a la iluminación que el Evangelio trae a la mente del Creyente), sufristeis un gran combate de aflicciones (se refiere a las persecuciones que vinieron a ellos después de la conversión);
33 Por una parte, ciertamente, con vituperios y tribulaciones fuisteis hechos espectáculo (se refiere, también, a la burla pública); y por otra parte, hechos compañeros de los que estaban en tal estado. (Se refiere a los Cristianos Judíos, que trataban de ayudar a los Judíos recién convertidos, que estaban bajo la persecución severa.)
34 Porque de mis prisiones también os apenasteis conmigo (claramente se refiere a la vez cuando Pablo estuvo en la prisión en Roma, Hechos 28:16 hace mención de esto; además, otra prueba que Pablo escribió el Libro de Hebreos), y el robo de vuestros bienes padecisteis con gozo (muchos Judíos sufrieron gran pérdida económica por haber aceptado a Cristo), conociendo que tenéis en vosotros una mejor sustancia en los Cielos, y que permanece. (La pérdida del tesoro terrenal no obstaculizó su tesoro Celestial.)
35 No perdáis pues vuestra confianza (confesión de Fe en Cristo y la Cruz), la cual tiene gran remuneración de galardón (la recompensa eterna, mientras que la persecución terrenal es temporal).
36 Porque la paciencia os es necesaria (la Fe apropiada siempre tendrá la paciencia apropiada), para que, habiendo hecho la Voluntad de Dios, obtengáis la Promesa. (Si llevamos a cabo la Voluntad de Dios en nuestras vidas, no tenemos que preocuparnos de que la Promesa se va a cumplir.)
37 Porque aún un poquito, y El Que ha de venir vendrá, y no tardará. (Se refiere al Arrebatamiento de la Iglesia. Si el Espíritu Santo estimó en poco el marco del tiempo hace 2.000 años, por lo tanto, ¿cuán cerca estamos en la actualidad?)
38 Ahora el justo vivirá por Fe (Fe en Cristo y en la Cruz [Hab. 2:4]): mas si se vuelve atrás (declara el hecho de que tal puede ser hecho, y se refiere a los Creyentes que transfieren su Fe de Cristo y la Cruz a otras cosas), no agradará a Mi alma. (Como debiera ser obvio, a Dios le duele la conducta de toda persona que hiciera tal.)
39 Pero nosotros no somos tales que se vuelven atrás para perdición (Pablo dice que él no va a retroceder, y que aquéllos que lo hacen perderán sus almas); sino de los que tienen Fe para la preservación del alma. (Crea en Cristo y en Él Crucificado.)


Primera Corintios Capítulo 13:
Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.


Hebreos 10:35-12:4
Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida. Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre.


Romanos 8:
Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.

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