El 18 de Junio Lectura Bíblica Diaria
Josué 7 a 9:
Sin embargo, los israelitas desobedecieron al Señor conservando lo que él había decidido que fuera destinado a la destrucción, pues Acán hijo de Carmí, nieto de Zabdí y bisnieto de Zera, guardó para sí parte del botín que Dios había destinado al exterminio. Este hombre de la tribu de Judá provocó la ira del Señor contra los israelitas. Josué envió a unos hombres de Jericó hacia Hai, lugar cercano a Bet Avén, frente a Betel, y les dijo: "Vayan a explorar la tierra." Fueron, pues, a explorar la ciudad de Hai. Poco después regresaron y le dieron el siguiente informe a Josué: "No es necesario que todo el pueblo vaya a la batalla. Dos o tres mil soldados serán suficientes para que tomemos Hai. Esa población tiene muy pocos hombres y no hay necesidad de cansar a todo el pueblo." Por esa razón, sólo fueron a la batalla tres mil soldados, pero los de Hai los derrotaron. El ejército israelita sufrió treinta y seis bajas, y fue perseguido desde la puerta de la ciudad hasta las canteras. Allí, en una pendiente, fueron vencidos. Como resultado, todo el pueblo se acobardó y se llenó de miedo. Ante esto, Josué se rasgó las vestiduras y se postró rostro en tierra ante el arca del pacto del Señor. Lo acompañaban los jefes de Israel, quienes también mostraban su dolor y estaban consternados. Josué le reclamó a Dios: Señor y Dios, ¿por qué hiciste que este pueblo cruzara el Jordán, y luego lo entregaste en manos de los amorreos para que lo destruyeran? ¡Mejor nos hubiéramos quedado al otro lado del río! Dime, Señor, ¿qué puedo decir ahora que Israel ha huido de sus enemigos? Los cananeos se enterarán y llamarán a los pueblos de la región; entonces nos rodearán y nos exterminarán. ¡Qué será de tu gran prestigio! Y el Señor le contestó: ¡Levántate! ¿Qué haces allí postrado? Los israelitas han pecado y han violado la alianza que concerté con ellos. Se han apropiado del botín de guerra que debía ser *destruido y lo han escondido entre sus posesiones. Por eso los israelitas no podrán hacerles frente a sus enemigos, sino que tendrán que huir de sus adversarios. Ellos mismos se acarrearon su destrucción. Y si no destruyen ese botín que está en medio de ustedes, yo no seguiré a su lado. ¡Levántate! ¡Purifica al pueblo! Diles que se consagren para presentarse ante mí mañana, y que yo, el Señor, Dios de Israel, declaro: ¡La destrucción está en medio de ti, Israel! No podrás resistir a tus enemigos hasta que hayas quitado el oprobio que está en el pueblo. Mañana por la mañana se presentarán por tribus. La tribu que yo señale por suertes presentará a sus clanes; el clan que el Señor señale presentará a sus familias; y la familia que el Señor señale presentará a sus varones. El que sea sorprendido en posesión del botín de guerra destinado a la destrucción será quemado junto con su familia y sus posesiones, pues ha violado el pacto del Señor y ha causado el oprobio a Israel. Al día siguiente, muy de madrugada, Josué mandó llamar, una por una, las tribus de Israel; y la suerte cayó sobre Judá. Todos los clanes de Judá se acercaron, y la suerte cayó sobre el clan de Zera. Del clan de Zera la suerte cayó sobre la familia de Zabdí. Josué, entonces, hizo pasar a cada uno de los varones de la familia de Zabdí, y la suerte cayó sobre Acán hijo de Carmí, nieto de Zabdí y bisnieto de Zera. Entonces Josué lo interpeló: Hijo mío, honra y alaba al Señor, Dios de Israel. Cuéntame lo que has hecho. ¡No me ocultes nada! Acán le replicó: Es cierto que he pecado contra el Señor, Dios de Israel. Ésta es mi falta: Vi en el botín un hermoso manto de Babilonia, doscientas monedas de plata y una barra de oro de medio kilo. Me deslumbraron y me apropié de ellos. Entonces los escondí en un hoyo que cavé en medio de mi carpa. La plata está también allí, debajo de todo. En seguida, Josué envió a unos mensajeros, los cuales fueron corriendo a la carpa de Acán. Allí encontraron todo lo que Acán había escondido, lo recogieron y se lo llevaron a Josué y a los israelitas, quienes se lo presentaron al Señor. Y Josué y todos los israelitas tomaron a Acán, bisnieto de Zera, y lo llevaron al valle de Acor, junto con la plata, el manto y el oro; también llevaron a sus hijos, sus hijas, el ganado, su carpa y todas sus posesiones. Cuando llegaron al valle de Acor, Josué exclamó: ¿Por qué has traído esta desgracia sobre nosotros? ¡Que el Señor haga caer sobre ti esa misma desgracia! Entonces todos los israelitas apedrearon a Acán y a los suyos, y los quemaron. Luego colocaron sobre ellos un gran montón de piedras que sigue en pie hasta el día de hoy. Por eso aquel lugar se llama valle de Acor. Así aplacó el Señor el ardor de su ira. El Señor exhortó a Josué: "¡No tengas miedo ni te acobardes! Toma contigo a todo el ejército, y ataquen la ciudad de Hai. Yo les daré la victoria sobre su rey y su ejército; se apropiarán de su ciudad y de todo el territorio que la rodea. Tratarás a esta ciudad y a su rey como hiciste con Jericó y con su rey. Sin embargo, podrán quedarse con el botín de guerra y todo el ganado. Prepara una emboscada en la parte posterior de la ciudad." Se levantó Josué junto con su ejército y fueron a pelear contra Hai. Josué escogió treinta mil guerreros y los envió durante la noche con estas órdenes: Üstedes pondrán una emboscada en la parte posterior de la ciudad. No se alejen mucho de ella, y manténganse en sus posiciones. Yo me acercaré con mi tropa, y cuando los enemigos salgan a pelear contra nosotros, huiremos como la primera vez. Ellos nos perseguirán, pensando que estamos huyendo de nuevo, y así los alejaremos de la ciudad. Entonces ustedes saldrán de su escondite y se apoderarán de Hai. El Señor les dará la victoria. Cuando hayan capturado la ciudad, quémenla tal como nos lo ordenó el Señor. Éstas son mis órdenes." Dicho esto, Josué envió a los guerreros a preparar la emboscada, y ellos se apostaron entre Betel y Hai, al oeste de la ciudad mientras él, por su parte, pasaba esa noche con su ejército. Muy de mañana se levantó Josué, pasó revista al ejército y, junto con los jefes de Israel, se puso en marcha hacia Hai. Todos los guerreros que iban con Josué llegaron cerca de Hai y acamparon al norte de la ciudad. Sólo había un valle entre ellos y la ciudad. Josué envió a cinco mil guerreros a preparar la emboscada, y ellos se escondieron entre Betel y Hai, al oeste de la ciudad. De esa manera, una tropa acampó al norte de la ciudad y la otra al oeste. Esa noche Josué avanzó hacia el medio del valle. Cuando el rey de Hai se dio cuenta de lo que pasaba, se apresuró a salir con toda su tropa a pelear contra Israel, en la pendiente que está frente al desierto, sin saber que le habían puesto una emboscada en la parte posterior de la ciudad. Josué y su tropa, fingiéndose derrotados, huyeron por el camino que lleva al desierto. Mientras tanto, todos los hombres que estaban en la ciudad recibieron el llamado de perseguir a los israelitas, alejándose así de Hai. No quedó ni un solo hombre en Hai o en Betel que no hubiera salido a perseguir a Israel, de modo que la ciudad de Hai quedó desprotegida. Entonces el Señor le ordenó a Josué: "Apunta hacia Hai con la jabalina que llevas, pues en tus manos entregaré la ciudad." Y así lo hizo Josué. Al ver esto, los que estaban en la emboscada salieron de inmediato de donde estaban y, entrando en la ciudad, la tomaron y la incendiaron. Cuando los hombres de Hai miraron hacia atrás, vieron que subía de la ciudad una nube de humo. Entonces se dieron cuenta de que no podían huir en ninguna dirección, porque la gente de Josué que antes huía hacia el desierto, ahora se lanzaba contra sus perseguidores. En efecto, tan pronto como Josué y todos los israelitas vieron que los que tendieron la emboscada habían tomado la ciudad y la habían incendiado, se volvieron y atacaron a los de Hai. Los de la emboscada salieron de la ciudad y persiguieron a los guerreros de Hai, y así éstos quedaron atrapados por todos lados. Los israelitas atacaron a sus enemigos hasta no dejar ni fugitivos ni sobrevivientes. Al rey de Hai lo capturaron vivo y se lo entregaron a Josué. Después de que los israelitas terminaron de matar a filo de espada, en el campo y el desierto, a todos los guerreros de Hai que habían salido a perseguirlos, regresaron a la ciudad y del mismo modo mataron a todos los que quedaban. Ese día murieron todos los habitantes de Hai, como doce mil hombres y mujeres. Josué mantuvo extendido el brazo con el que sostenía su jabalina, hasta que el ejército israelita exterminó a todos los habitantes de Hai. Y tal como el Señor había mandado, el pueblo se quedó con el botín de guerra y todo el ganado. Luego Josué incendió la ciudad, reduciéndola a escombros, como permanece hasta el día de hoy. También mandó ahorcar en un árbol al rey de Hai, y ordenó que dejaran su cuerpo colgando hasta la tarde. Al ponerse el sol, Josué mandó que bajaran el cuerpo del rey y lo arrojaran a la entrada de la ciudad. Así mismo, pidió que se amontonaran piedras encima del cadáver. Y ese montón de piedras permanece hasta el día de hoy. Entonces Josué levantó, en el monte Ebal, un altar al Señor, Dios de Israel, tal como Moisés, siervo del Señor, había ordenado a los israelitas. Lo levantó de acuerdo con lo que está escrito en el libro de la ley de Moisés: un altar de piedras sin labrar, es decir, que no habían sido trabajadas con ninguna herramienta. En él ofrecieron holocaustos y sacrificios de comunión al Señor. Allí, en presencia de los israelitas, Josué escribió en tablas de piedra una copia de la ley que Moisés había escrito. Todos los israelitas, con sus jefes, oficiales y jueces, estaban de pie a ambos lados del arca del pacto, frente a los sacerdotes levitas que la cargaban en hombros. Tanto los israelitas como los inmigrantes tomaron sus posiciones, la mitad de ellos hacia el monte Guerizín y la otra mitad hacia el monte Ebal, tal como Moisés, siervo del Señor, había mandado cuando bendijo por primera vez al pueblo de Israel. Luego Josué leyó todas las palabras de la ley, tanto las bendiciones como las maldiciones, según lo que estaba escrito en el libro de la ley. De esta lectura que hizo Josué ante toda la asamblea de los israelitas, incluyendo a las mujeres, a los niños y a los inmigrantes, no se omitió ninguna palabra de lo ordenado por Moisés. Había reyes que vivían en el lado occidental del Jordán, en la montaña, en la llanura y a lo largo de la costa del Mediterráneo, hasta el Líbano: hititas, amorreos, cananeos, ferezeos, heveos y jebuseos. Cuando estos monarcas se enteraron de lo sucedido, se aliaron bajo un solo mando para hacer frente a Josué y a los israelitas. Los gabaonitas, al darse cuenta de cómo Josué había tratado a las ciudades de Jericó y de Hai, maquinaron un plan. Enviaron unos mensajeros, cuyos asnos llevaban costales viejos y odres para el vino, rotos y remendados. Iban vestidos con ropa vieja y tenían sandalias gastadas y remendadas. El pan que llevaban para comer estaba duro y hecho migas. Fueron al campamento de Guilgal, donde estaba Josué, y les dijeron a él y a los israelitas: Venimos de un país muy lejano. Queremos hacer un tratado con ustedes. Los israelitas replicaron: Tal vez ustedes son de por acá y, en ese caso, no podemos hacer ningún tratado con ustedes. Ellos le dijeron a Josué: Nosotros estamos dispuestos a servirles. Y Josué les preguntó: ¿Quiénes son ustedes y de dónde vienen? Ellos respondieron: Nosotros somos sus siervos, y hemos venido de un país muy distante, hasta donde ha llegado la fama del Señor su Dios. Nos hemos enterado de todo lo que él hizo en Egipto y de lo que les hizo a los dos reyes amorreos al este del Jordán: Sijón, rey de Hesbón, y Og, rey de Basán, el que residía en Astarot. Por eso los habitantes de nuestro país, junto con nuestros dirigentes, nos pidieron que nos preparáramos para el largo viaje y que les diéramos a ustedes el siguiente mensaje: Deseamos ser siervos de ustedes; hagamos un tratado. Cuando salimos para acá, nuestro pan estaba fresco y caliente, pero ahora, ¡mírenlo! Está duro y hecho migas. Estos odres estaban nuevecitos y repletos de vino, y ahora, tal como pueden ver, están todos rotos. Y nuestra ropa y sandalias están gastadas por el largo viaje. Los hombres de Israel participaron de las provisiones de los gabaonitas, pero no consultaron al Señor. Entonces Josué hizo con ellos un tratado de ayuda mutua y se comprometió a perdonarles la vida. Y los jefes israelitas ratificaron el tratado. Tres días después de haber concluido el tratado con los gabaonitas, los israelitas se enteraron de que eran sus vecinos y vivían en las cercanías. Por eso se pusieron en marcha, y al tercer día llegaron a sus ciudades: Gabaón, Cafira, Berot y Quiriat Yearín. Pero los israelitas no los atacaron porque los jefes de la comunidad les habían jurado en nombre del Señor, Dios de Israel, perdonarles la vida. Y aunque toda la comunidad se quejó contra sus jefes, éstos contestaron: Hemos hecho un juramento en nombre del Señor, y no podemos hacerles ningún daño. Esto es lo que haremos con ellos: les perdonaremos la vida, para que no caiga sobre nosotros el castigo divino por quebrantar el juramento que hicimos. Luego añadieron: Se les permitirá vivir, pero a cambio de ser los leñadores y aguateros de la comunidad. De ese modo, los jefes de la comunidad cumplieron su promesa. Entonces Josué llamó a los gabaonitas y les reclamó: ¿Por qué nos engañaron con el cuento de que eran de tierras lejanas, cuando en verdad son nuestros vecinos? A partir de ahora, ésta será su maldición: serán por siempre sirvientes del templo de mi Dios, responsables de cortar la leña y de acarrear el agua. Los gabaonitas contestaron: Nosotros, servidores suyos, fuimos bien informados de que el Señor su Dios ordenó a su siervo Moisés que les diera toda esta tierra y que destruyera a todos sus habitantes. Temimos tanto por nuestra vida que decidimos hacer lo que ya saben. Estamos a merced de ustedes. Hagan con nosotros lo que les parezca justo y bueno. Así salvó Josué a los gabaonitas de morir a manos del pueblo de Israel. Ese mismo día Josué los hizo leñadores y aguateros de la asamblea israelita, especialmente del altar del Señor que está en el lugar que él mismo eligió. Y así han permanecido hasta el día de hoy.
Salmo 36:
Dice el pecador: "Ser impío lo llevo en el corazón." delante de sus ojos. Cree que merece alabanzas y no halla aborrecible su pecado. Sus palabras son inicuas y engañosas; ha perdido el buen juicio y la capacidad de hacer el bien. Aun en su lecho trama hacer el mal; se aferra a su mal camino y persiste en la maldad. Tu amor, Señor, llega hasta los cielos; tu fidelidad alcanza las nubes. Tu justicia es como las altas montañas; tus juicios, como el gran océano. Tú, Señor, cuidas de hombres y animales; ¡cuán precioso, oh Dios, es tu gran amor! a la sombra de tus alas. Se sacian de la abundancia de tu casa; les das a beber de tu río de deleites. Porque en ti está la fuente de la vida, y en tu luz podemos ver la luz. Extiende tu amor a los que te conocen, y tu justicia a los rectos de corazón. Que no me aplaste el pie del orgulloso, ni me desarraigue la mano del impío. Vean cómo fracasan los malvados: ¡caen a tierra, y ya no pueden levantarse!
Proverbios 30:
Dichos de Agur hijo de Jaqué. Oráculo. Palabras de este varón: "Cansado estoy, oh Dios; cansado estoy, oh Dios, y débil. "Soy el más ignorante de todos los hombres; no hay en mí discernimiento humano. No he adquirido sabiduría, ni tengo conocimiento del Dios santo. "¿Quién ha subido a los cielos y descendido de ellos? ¿Quién puede atrapar el viento en su puño o envolver el mar en su manto? ¿Quién ha establecido los límites de la tierra? ¿Quién conoce su nombre o el de su hijo? "Toda palabra de Dios es digna de crédito; Dios protege a los que en él buscan refugio. No añadas nada a sus palabras, no sea que te reprenda y te exponga como a un mentiroso. "Sólo dos cosas te pido, Señor; no me las niegues antes de que muera: Aleja de mí la falsedad y la mentira; no me des pobreza ni riquezas sino sólo el pan de cada día. Porque teniendo mucho, podría desconocerte y decir: ¿Y quién es el Señor? Y teniendo poco, podría llegar a robar y deshonrar así el nombre de mi Dios. "No ofendas al esclavo delante de su amo, pues podría maldecirte y sufrirías las consecuencias. "Hay quienes maldicen a su padre y no bendicen a su madre. Hay quienes se creen muy puros, pero no se han purificado de su impureza. Hay quienes se creen muy importantes, y a todos miran con desdén. Hay quienes tienen espadas por dientes y cuchillos por mandíbulas; para devorar a los pobres de la tierra y a los menesterosos de este mundo. "La sanguijuela tiene dos hijas que sólo dicen: Dame, dame. "Tres cosas hay que nunca se sacian, y una cuarta que nunca dice ¡Basta!: el sepulcro, el vientre estéril, la tierra, que nunca se sacia de agua, y el fuego, que no se cansa de consumir. "Al que mira con desdén a su padre, y rehúsa obedecer a su madre, que los cuervos del valle le saquen los ojos y que se lo coman vivo los buitres. "Tres cosas hay que me causan asombro, y una cuarta que no alcanzo a comprender: el rastro del águila en el cielo, el rastro de la serpiente en la roca, el rastro del barco en alta mar, y el rastro del hombre en la mujer. "Así procede la adúltera: come, se limpia la boca, y afirma: Nada malo he cometido. "Tres cosas hacen temblar la tierra, y una cuarta la hace estremecer: el siervo que llega a ser rey, el necio al que le sobra comida, la mujer rechazada que llega a casarse, y la criada que suplanta a su señora. "Cuatro cosas hay pequeñas en el mundo, pero que son más sabias que los sabios: las hormigas, animalitos de escasas fuerzas, pero que almacenan su comida en el verano; los tejones, animalitos de poca monta, pero que construyen su casa entre las rocas; las langostas, que no tienen rey, pero que avanzan en formación perfecta; las lagartijas, que se atrapan con la mano, pero que habitan hasta en los palacios. "Tres cosas hay que caminan con garbo, y una cuarta de paso imponente: el león, poderoso entre las bestias, que no retrocede ante nada; el gallo engreído, el macho cabrío, y el rey al frente de su ejército. "Si como un necio te has engreído, o si algo maquinas, ponte a pensar que batiendo la leche se obtiene mantequilla, que sonándose fuerte sangra la nariz, y que provocando la ira se acaba peleando."
El Libro de HEBREOS Capítulo 6 del Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:
LA EPÍSTOLA DEL APÓSTOL PABLO A LOS
HEBREOS
CAPÍTULO 6
(64 d.C.)
LA APOSTASÍA
POR tanto, dejando la Palabra elemental de la Doctrina de Cristo (se refiere a los "primeros principios," que se refiere al Antiguo Testamento; Cristo es la Pieza central de la totalidad de la Biblia), vamos adelante a la perfección (se refiere al Sacrificio del Nuevo Testamento, el Señor Jesús, y el Testamento que Él inauguró con Su Obra en la Cruz); no echando otra vez el Fundamento del Arrepentimiento de obras muertas (se refiere a estos Cristianos Judíos que se remontan al Antiguo Sistema de Sacrificio, etc.), y de la Fe en Dios (se refiere a la Fe hacia Dios en la esfera del Camino del Antiguo Testamento, que Dios ya no aceptará en vista de que Jesús ha cumplido la Ley del Antiguo Testamento),
2 De la Doctrina de Bautismos (debiera traducirse, "la Doctrina de Lavamientos"; tenía que ver con muchos "lavamientos" contenidos en el Sistema de Sacrificio del Antiguo Testamento), y de la imposición de manos (se remonta a las Ofrendas Levíticas del Antiguo Testamento; cuando la persona traía un animal de Sacrificio, él tenía que imponer las manos en la cabeza de la víctima inocente, confesar sus pecados, por ello transfiriéndolos al animal inocente que sería sacrificado [Lev. 16:21]), y de la Resurrección de los muertos (se refiere a la Resurrección como se enseñó en el Antiguo Testamento; por eso, esta Doctrina era muy incompleta, así como todas las Doctrinas en el Antiguo Testamento; el sentido verdadero no podía darse a entender hasta después de la Cruz y la Resurrección de Cristo, lo cual el Señor se lo dio a Pablo [I Cor., cap. 15]), y del Juicio Eterno. (En el Antiguo Testamento, el Señor fue considerado más como Juez que cualquier otra cosa. Desde la Cruz, Él es considerado más como Salvador.)
3 Y esto haremos (en otras palabras, si no hacemos esto [se refiere a continuar a la perfección de Cristo], los resultados serán desastrosos) a la verdad, si Dios lo permitiere. (Se refiere al hecho de que toda la dependencia ha de estar en Cristo y la Cruz. Dios no permitirá ningún otro tipo de la Fe.)
4 Porque es imposible que los que una vez fueron iluminados (aquéllos que han aceptado la Luz del Evangelio, lo cual significa aceptación de Cristo y Su gran Sacrificio) y gustaron el Don Celestial (corresponde a Cristo y lo que Él hizo en la Cruz), y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo (lo que ocurre cuando una persona acepta a Cristo),
5 Y asimismo gustaron la buena Palabra de Dios (no es el lenguaje que usa un pecador impenitente, como algunos afirman; los inconversos no tienen mucha afición a la Verdad de Dios, y no le ven ningún encanto), y los poderes del mundo venidero (la Obra del Espíritu Santo en los corazones y vidas, lo que el inconverso no tiene ni conoce),
6 Y cayeron (debiera traducirse, "y habiendo apostatado"), sean otra vez renovados para Arrepentimiento ("de nuevo" declara que ya se habían arrepentido una vez, pero ahora le habían dado la espalda a Cristo); crucificando de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios (ya no creen en lo que Cristo hizo en la Cruz, en efecto, concluyen que Él es un impostor; la única manera que alguien pueda arrepentirse es poner su Fe en Cristo y la Cruz; si repudia esto, no hay Arrepentimiento), y exponiéndole a vituperio (poner a Cristo en ridículo al público; Pablo escribió esta Epístola porque algunos Cristianos Judíos regresaron al Judaísmo, o estaban considerando seriamente hacerlo).
7 Porque la tierra que embebe el agua que muchas veces vino sobre ella (el Apóstol usa cosas naturales para representar la realidad espiritual, que es común en todas Las Escrituras), y produce hierba (demuestra la recolección natural de la tierra que es cultivada apropiadamente y recibe la lluvia; va a haber una cosecha) provechosa a aquéllos de los cuales es labrada (lo que reciben los individuos que hacen el cultivo de la tierra, etc.), recibe Bendición de Dios (indica el resultado inevitable de la Fe apropiada):
8 Mas la que produce espinas y cardos, es reprobada (los Creyentes que le han dado la espalda a Cristo y la Cruz, y ya no producen fruto apropiado, sino más bien "espinas y cardos"), y cercana de maldición (se refiere al juicio); cuyo fin será el ser abrasada. (Se refiere al simple hecho de que si una persona que una vez fue Creyente y permanece en ese estado, perderá su alma.)
9 Pero de vosotros, Oh Amados (estos Cristianos Judíos no sólo eran el objeto del Amor de Dios, sino también del cuidado y preocupación de Pablo), esperamos mejores cosas de vosotros (él habla específicamente a aquéllos que consideraban seriamente darle la espalda a Cristo), y más cercanas a Salvación (las Bendiciones que le vendrán al Creyente que afianza bien su Fe en Cristo y la Cruz), aunque hablamos así. (El Apóstol no habla desde el punto de vista de la conjetura, sino basándose en muchos años de experiencia.)
10 Porque Dios no es injusto para olvidar vuestra obra y el trabajo de amor (una Promesa gloriosa y maravillosa) que habéis mostrado a Su Nombre (refleja que todo debe hacerse en Su Nombre), habiendo ministrado y ministrando aún a los Santos. (El Apóstol les dice a estos Cristianos Judíos que no den la espalda a lo que han hecho antes.)
11 Mas deseamos que cada uno de vosotros muestre la misma solicitud hasta el cabo, para cumplimiento de la esperanza (¡no se detengan ahora!):
12 Que no os hagáis perezosos (significa ser flojo y apático hacia los asuntos del Señor), mas imitadores de aquéllos que por la Fe y la paciencia heredan las Promesas (se refiere a los dignos de la Fe del Antiguo Testamento).
LA PROMESA DE DIOS
13 Porque Dios le hizo la Promesa a Abraham (presenta al Patriarca como el ejemplo más ilustre de aquéllos que "heredan las Promesas" [Jn. 8:58]), Él (Dios) no pudiendo jurar por otro mayor (se refiere a la solemnidad y el poder de esta Promesa), juró por Sí Mismo (una garantía con los recursos del Cielo que la respalda para que la Promesa sea cumplida),
14 Diciendo, De cierto te bendeciré bendiciendo (se refiere "a la Justificación por la Fe," y es tomado de Génesis 22:17), y multiplicando te multiplicaré. (Se refiere a su semilla que llegó a ser una nación, y lo que es más importante, todo Creyente es "Hijo de la Promesa" [Gál. 4:28].)
15 Y así, esperando con paciencia (existe siempre una distancia entre la Promesa y la Posesión, y aquella distancia nunca está sin incidentes), alcanzó la Promesa. (El significado inmediato fue el nacimiento de Isaac. Sin embargo, el significado eterno era la Justificación por la Fe, que se producirá de la semilla de Isaac, Quien es Cristo [Gál. 3:16].)
16 Porque los hombres ciertamente apelan al mayor cuando ellos juran (los hombres nunca juran por alguien que es inferior): y el fin de todas sus controversias es el juramento para confirmación. (En nuestra terminología moderna, significa que un contrato ha sido convenido y firmado por todos los partidos, que pone fin a toda discusión.)
17 Por lo cual, queriendo Dios mostrar más abundantemente a los herederos de la Promesa (el Señor obra de acuerdo con esta costumbre universal) la inmutabilidad (se refiere al hecho de que Dios no cambiará Su Posición en cuanto a Su Promesa) de Su Consejo, interpuso juramento (la garantía del Compromiso o Promesa):
18 Para que por dos cosas inmutables (ellas son la Promesa del Redentor venidero a Abraham, y el Juramento dado en cuanto a Cristo, el cual es un Sacerdote para siempre según el Orden de Melquisedec), en la cual es imposible que Dios mienta (imposibilidad moral de esa índole), tengamos un fortísimo consuelo (se refiere a la garantía), los que acudimos a Él buscando refugio asiéndonos a la esperanza puesta delante de nosotros (conlleva la idea del pecador que huye a una de las Ciudades de Refugio en Israel; en efecto, se refugiaba en el Sumo Sacerdote quien le había ofrecido Expiación por él y su pecado [Deut. 4:42]; usando esto como un tipo, hemos también de refugiarnos en nuestro Sumo Sacerdote, el Señor Jesucristo):
19 La cual tenemos como segura y firme ancla del alma (el Apóstol cambia la ilusión de la seguridad en las Ciudades de Refugio a un barco que arriba al puerto después de un viaje tempestuoso, sabiendo que su ancla está segura y firme), y que entra hasta dentro del Velo (se refiere al Lugar Santísimo, en el cual Jesús ha entrado en nuestro favor);
20 Donde Jesús entró por nosotros como Precursor (presenta las imágenes del Gran Día de la Expiación, cuando el Sumo Sacerdote entraba en el Lugar Santo en favor de la gente; todo esto era un Tipo de Cristo, Que ha entrado en el Lugar Santísimo por nosotros), hecho Sumo Sacerdote eternamente según el orden de Melquisedec. (Cristo no proviene del linaje de Aarón, sino de otro Orden completamente distinto. El viejo Orden Levítico tenía un fin. Este Orden no tiene fin. Cristo es un Sumo Sacerdote Eterno.)
Primera Corintios Capítulo 13:
Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.
Hebreos 10:35-12:4
Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida. Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre.
Romanos 8:
Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.
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