29 December 2008

El 29 de Diciembre Lectura Bíblica Diaria


El 29 de Diciembre Lectura Bíblica Diaria:


Génesis 27 a 29:
Isaac había llegado a viejo y se había quedado ciego. Un día llamó a Esaú, su hijo mayor. ¡Hijo mío! le dijo. Aquí estoy le contestó Esaú. Como te darás cuenta, ya estoy muy viejo y en cualquier momento puedo morirme. Toma, pues, tus armas, tu arco y tus flechas, y ve al campo a cazarme algún animal. Prepárame luego un buen guiso, como a mí me gusta, y tráemelo para que me lo coma. Entonces te bendeciré antes de que muera. Como Rebeca había estado escuchando mientras Isaac le hablaba a su hijo Esaú, en cuanto éste se fue al campo a cazar un animal para su padre, ella le dijo a su hijo Jacob: Según acabo de escuchar, tu padre le ha pedido a tu hermano Esaú que cace un animal y se lo traiga para hacerle un guiso como a él le gusta. También le ha prometido que antes de morirse lo va a bendecir, poniendo al Señor como testigo. Ahora bien, hijo mío, escúchame bien, y haz lo que te mando. Ve al rebaño y tráeme de allí dos de los mejores cabritos, para que yo le prepare a tu padre un guiso como a él le gusta. Tú se lo llevarás para que se lo coma, y así él te dará su bendición antes de morirse. Pero Jacob le dijo a su madre: Hay un problema: mi hermano Esaú es muy velludo, y yo soy lampiño. Si mi padre me toca, se dará cuenta de que quiero engañarlo, y esto hará que me maldiga en vez de bendecirme. Hijo mío, ¡que esa maldición caiga sobre mí! le contestó su madre. Tan sólo haz lo que te pido, y ve a buscarme esos cabritos. Jacob fue a buscar los cabritos, se los llevó a su madre, y ella preparó el guiso tal como le gustaba a su padre. Luego sacó la mejor ropa de su hijo mayor Esaú, la cual tenía en casa, y con ella vistió a su hijo menor Jacob. Con la piel de los cabritos le cubrió los brazos y la parte lampiña del cuello, y le entregó a Jacob el guiso y el pan que había preparado. Jacob se presentó ante su padre y le dijo: ¡Padre! Dime, hijo mío, ¿quién eres tú? preguntó Isaac. Soy Esaú, tu primogénito le contestó Jacob. Ya hice todo lo que me pediste. Ven, por favor, y siéntate a comer de lo que he cazado; así podrás darme tu bendición. Pero Isaac le preguntó a su hijo: ¿Cómo fue que lo encontraste tan pronto, hijo mío? El Señor tu Dios me ayudó respondió Jacob. Isaac le dijo: Acércate, hijo mío, para que pueda tocarte y saber si de veras eres o no mi hijo Esaú. Jacob se acercó a su padre, quien al tocarlo dijo: La voz es la de Jacob, pero las manos son las de Esaú. Así que no lo reconoció, porque sus manos eran velludas como las de Esaú. Ya se disponía a bendecirlo cuando volvió a preguntarle: ¿En serio eres mi hijo Esaú? Claro que sí respondió Jacob. Entonces su padre le dijo: Tráeme lo que has cazado, para que lo coma, y te daré mi bendición. Jacob le sirvió, y su padre comió. También le llevó vino, y su padre lo bebió. Luego le dijo su padre: Acércate ahora, hijo mío, y dame un beso. Jacob se acercó y lo besó. Cuando Isaac olió su ropa, lo bendijo con estas palabras: "El olor de mi hijo es como el de un campo bendecido por el Señor. Que Dios te conceda el rocío del cielo; que de la riqueza de la tierra te dé trigo y vino en abundancia. Que te sirvan los pueblos; que ante ti se inclinen las naciones. Que seas señor de tus hermanos; que ante ti se inclinen los hijos de tu madre. Maldito sea el que te maldiga, y bendito el que te bendiga." No bien había terminado Isaac de bendecir a Jacob, y éste de salir de la presencia de su padre, cuando Esaú volvió de cazar. También él preparó un guiso, se lo llevó a su padre y le dijo: Levántate, padre mío, y come de lo que ha cazado tu hijo. Luego podrás darme tu bendición. Pero Isaac lo interrumpió: ¿Quién eres tú? Soy Esaú, tu hijo primogénito respondió. Isaac comenzó a temblar y, muy sobresaltado, dijo: ¿Quién fue el que ya me trajo lo que había cazado? Poco antes de que llegaras, yo me lo comí todo. Le di mi bendición, y bendecido quedará. Al escuchar Esaú las palabras de su padre, lanzó un grito aterrador y, lleno de amargura, le dijo: ¡Padre mío, te ruego que también a mí me bendigas! Pero Isaac le respondió: Tu hermano vino y me engañó, y se llevó la bendición que a ti te correspondía. ¡Con toda razón le pusieron Jacob! replicó Esaú. Ya van dos veces que me engaña: primero me quita mis derechos de primogénito, y ahora se lleva mi bendición. ¿No te queda ninguna bendición para mí? Isaac le respondió: Ya lo he puesto por señor tuyo: todos sus hermanos serán siervos suyos; lo he sustentado con trigo y con vino. ¿Qué puedo hacer ahora por ti, hijo mío? Pero Esaú insistió: ¿Acaso tienes una sola bendición, padre mío? ¡Bendíceme también a mí! Y se echó a llorar. Entonces su padre le dijo: "Vivirás lejos de las riquezas de la tierra, lejos del rocío que cae del cielo. Gracias a tu espada, vivirás y servirás a tu hermano. Pero cuando te impacientes, te librarás de su opresión." A partir de ese momento, Esaú guardó un profundo rencor hacia su hermano por causa de la bendición que le había dado su padre, y pensaba: "Ya falta poco para que hagamos duelo por mi padre; después de eso, mataré a mi hermano Jacob." Cuando Rebeca se enteró de lo que estaba pensando Esaú, mandó llamar a Jacob, y le dijo: Mira, tu hermano Esaú está planeando matarte para vengarse de ti. Por eso, hijo mío, obedéceme: Prepárate y huye en seguida a Jarán, a la casa de mi hermano Labán, y quédate con él por un tiempo, hasta que se calme el enojo de tu hermano. Cuando ya se haya tranquilizado, y olvide lo que le has hecho, yo enviaré a buscarte. ¿Por qué voy a perder a mis dos hijos en un solo día? Luego Rebeca le dijo a Isaac: Estas mujeres hititas me tienen harta. Me han quitado las ganas de vivir. Si Jacob se llega a casar con una de las hititas que viven en este país, ¡más me valdría morir! Isaac llamó a Jacob, lo bendijo y le ordenó: No te cases con ninguna mujer de aquí de Canaán. Vete ahora mismo a Padán Aram, a la casa de Betuel, tu abuelo materno, y cásate allá con una de las hijas de tu tío Labán. Que el Dios *Todopoderoso te bendiga, te haga fecundo y haga que salgan de ti numerosas naciones. Que también te dé, a ti y a tu descendencia, la bendición de Abraham, para que puedan poseer esta tierra donde ahora vives como extranjero, esta tierra que Dios le prometió a Abraham. Así envió Isaac a Jacob a Padán Aram, a la casa de Labán, quien era hijo de Betuel el *arameo, y hermano de Rebeca, la madre de Jacob y de Esaú. Esaú supo que Isaac había bendecido a Jacob, y que lo había enviado a Padán Aram para casarse allá. También se enteró de que, al bendecirlo, le dio la orden de no casarse con ninguna cananea, y de que Jacob había partido hacia Padán Aram en obediencia a su padre y a su madre. Entonces Esaú se dio cuenta de la antipatía de su padre por las cananeas. Por eso, aunque ya tenía otras esposas cananeas, Esaú fue hasta donde vivía Ismael hijo de Abraham y se casó con su hija Majalat, que era hermana de Nebayot. Jacob partió de Berseba y se encaminó hacia Jarán. Cuando llegó a cierto lugar, se detuvo para pasar la noche, porque ya estaba anocheciendo. Tomó una piedra, la usó como almohada, y se acostó a dormir en ese lugar. Allí soñó que había una escalinata apoyada en la tierra, y cuyo extremo superior llegaba hasta el cielo. Por ella subían y bajaban los ángeles de Dios. En el sueño, el Señor estaba de pie junto a él y le decía: "Yo soy el Señor, el Dios de tu abuelo Abraham y de tu padre Isaac. A ti y a tu descendencia les daré la tierra sobre la que estás acostado. Tu descendencia será tan numerosa como el polvo de la tierra. Te extenderás de norte a sur, y de oriente a occidente, y todas las familias de la tierra serán bendecidas por medio de ti y de tu descendencia. Yo estoy contigo. Te protegeré por dondequiera que vayas, y te traeré de vuelta a esta tierra. No te abandonaré hasta cumplir con todo lo que te he prometido." Al despertar Jacob de su sueño, pensó: "En realidad, el Señor está en este lugar, y yo no me había dado cuenta." Y con mucho temor, añadió: "¡Qué asombroso es este lugar! Es nada menos que la casa de Dios; ¡es la puerta del cielo!" A la mañana siguiente Jacob se levantó temprano, tomó la piedra que había usado como almohada, la erigió como una estela y derramó aceite sobre ella. En aquel lugar había una ciudad que se llamaba Luz, pero Jacob le cambió el nombre y le puso Betel. Luego Jacob hizo esta promesa: "Si Dios me acompaña y me protege en este viaje que estoy haciendo, y si me da alimento y ropa para vestirme, y si regreso sano y salvo a la casa de mi padre, entonces el Señor será mi Dios. Y esta piedra que yo erigí como pilar será casa de Dios, y de todo lo que Dios me dé, le daré la décima parte." Jacob continuó su viaje y llegó a la tierra de los orientales. Al llegar vio, en medio del campo, un pozo donde descansaban tres rebaños de ovejas, ya que éstas bebían agua de allí. Sobre la boca del pozo había una piedra muy grande. Por eso los pastores corrían la piedra sólo cuando estaban juntos todos los rebaños, y luego de abrevar a las ovejas volvían a colocarla en su lugar, sobre la boca del pozo. Jacob les preguntó a los pastores: ¿De dónde son ustedes? Somos de Jarán respondieron. ¿Conocen a Labán, el hijo de Najor? volvió a preguntar Jacob. Claro que sí respondieron. Jacob siguió preguntando: ¿Se encuentra bien de salud? Sí, está bien le contestaron. A propósito, ahí viene su hija Raquel con las ovejas. Entonces Jacob les dijo: Todavía estamos en pleno día, y es muy temprano para encerrar el rebaño. ¿Por qué no les dan de beber a las ovejas y las llevan a pastar? Y ellos respondieron: No podemos hacerlo hasta que se junten todos los rebaños y los pastores quiten la piedra que está sobre la boca del pozo. Sólo entonces podremos dar de beber a las ovejas. Todavía estaba Jacob hablando con ellos, cuando Raquel llegó con las ovejas de su padre, pues era ella quien las cuidaba. En cuanto Jacob vio a Raquel, hija de su tío Labán, con las ovejas de éste, se acercó y quitó la piedra que estaba sobre la boca del pozo, y les dio de beber a las ovejas. Luego besó a Raquel, rompió en llanto, y le contó que era pariente de Labán, por ser hijo de su hermana Rebeca. Raquel salió entonces corriendo a contárselo a su padre. Al oír Labán las noticias acerca de su sobrino Jacob, salió a recibirlo y, entre abrazos y besos, lo llevó a su casa. Allí Jacob le contó todo lo que había sucedido, y Labán le dijo: "Realmente, tú eres de mi propia sangre." Jacob había estado ya un mes con Labán cuando éste le dijo: Por más que seas mi pariente, no vas a trabajar para mí gratis. Dime cuánto quieres ganar. Labán tenía dos hijas. La mayor se llamaba Lea, y la menor, Raquel. Lea tenía ojos apagados, mientras que Raquel era una mujer muy hermosa. Como Jacob se había enamorado de Raquel, le dijo a su tío: Me ofrezco a trabajar para ti siete años, a cambio de Raquel, tu hija menor. Labán le contestó: Es mejor que te la entregue a ti, y no a un extraño. Quédate conmigo. Así que Jacob trabajó siete años para poder casarse con Raquel, pero como estaba muy enamorado de ella le pareció poco tiempo. Entonces Jacob le dijo a Labán: Ya he cumplido con el tiempo pactado. Dame mi mujer para que me case con ella. Labán reunió a toda la gente del lugar y ofreció una gran fiesta. Pero cuando llegó la noche, tomó a su hija Lea y se la entregó a Jacob, y Jacob se acostó con ella. Además, como Lea tenía una criada que se llamaba Zilpá, Labán se la dio, para que la atendiera. A la mañana siguiente, Jacob se dio cuenta de que había estado con Lea, y le reclamó a Labán: ¿Qué me has hecho? ¿Acaso no trabajé contigo para casarme con Raquel? ¿Por qué me has engañado? Labán le contestó: La costumbre en nuestro país es casar primero a la mayor y luego a la menor. Por eso, cumple ahora con la semana nupcial de ésta, y por siete años más de trabajo te daré la otra. Así lo hizo Jacob, y cuando terminó la semana nupcial de la primera, Labán le entregó a Raquel por esposa. También Raquel tenía una criada, llamada Bilhá, y Labán se la dio para que la atendiera. Jacob entonces se acostó con Raquel, y la amó mucho más que a Lea, aunque tuvo que trabajar para Labán siete años más. Cuando el Señor vio que Lea no era amada, le concedió hijos. Mientras tanto, Raquel permaneció estéril. Lea quedó embarazada y dio a luz un hijo, al que llamó Rubén, porque dijo: "El Señor ha visto mi aflicción; ahora sí me amará mi esposo." Lea volvió a quedar embarazada y dio a luz otro hijo, al que llamó Simeón, porque dijo: "Llegó a oídos del Señor que no soy amada, y por eso me dio también este hijo." Luego quedó embarazada de nuevo y dio a luz un tercer hijo, al que llamó Leví, porque dijo: "Ahora sí me amará mi esposo, porque le he dado tres hijos." Lea volvió a quedar embarazada, y dio a luz un cuarto hijo, al que llamó Judá porque dijo: "Esta vez alabaré al Señor." Después de esto, dejó de dar a luz.



Salmo 80:
Pastor de Israel, tú que guías a José como a un rebaño, tú que reinas entre los querubines, ¡escúchanos! ¡Resplandece delante de Efraín, Benjamín y Manasés! ¡Muestra tu poder, y ven a salvarnos! Restáuranos, oh Dios; haz resplandecer tu rostro sobre nosotros, y sálvanos. ¿Hasta cuándo, Señor, Dios Todopoderoso, arderá tu ira contra las oraciones de tu pueblo? Por comida, le has dado pan de lágrimas; por bebida, lágrimas en abundancia. Nos has hecho motivo de contienda para nuestros vecinos; nuestros enemigos se burlan de nosotros. Restáuranos, oh Dios Todopoderoso; haz resplandecer tu rostro sobre nosotros, y sálvanos. De Egipto trajiste una vid; expulsaste a los pueblos paganos, y la plantaste. Le limpiaste el terreno, y ella echó raíces y llenó la tierra. Su sombra se extendía hasta las montañas, su follaje cubría los más altos cedros. Sus ramas se extendieron hasta el Mediterráneo y sus renuevos hasta el Éufrates. ¿Por qué has derribado sus muros? ¡Todos los que pasan le arrancan uvas! Los jabalíes del bosque la destruyen, los animales salvajes la devoran. ¡Vuélvete a nosotros, oh Dios Todopoderoso! ¡Asómate a vernos desde el cielo y brinda tus cuidados a esta vid! ¡Es la raíz que plantaste con tu diestra! ¡Es el vástago que has criado para ti! Tu vid está derribada, quemada por el fuego; a tu reprensión perece tu pueblo. Bríndale tu apoyo al *hombre de tu diestra, al ser humano que para ti has criado. Nosotros no nos apartaremos de ti; reavívanos, e invocaremos tu nombre. Restáuranos, Señor, Dios Todopoderoso; haz resplandecer tu rostro sobre nosotros, y sálvanos.



Proverbios 6:
Hijo mío, si has salido fiador de tu vecino, si has hecho tratos para responder por otro, si verbalmente te has comprometido, enredándote con tus propias palabras, entonces has caído en manos de tu prójimo. Si quieres librarte, hijo mío, éste es el camino: Ve corriendo y humíllate ante él; procura deshacer tu compromiso. No permitas que se duerman tus ojos; no dejes que tus párpados se cierren. Líbrate, como se libra del cazador la gacela, como se libra de la trampa el ave. ¡Anda, perezoso, fíjate en la hormiga! ¡Fíjate en lo que hace, y adquiere sabiduría! No tiene quien la mande, ni quien la vigile ni gobierne; con todo, en el verano almacena provisiones y durante la cosecha recoge alimentos. Perezoso, ¿cuánto tiempo más seguirás acostado? ¿Cuándo despertarás de tu sueño? Un corto sueño, una breve siesta, un pequeño descanso, cruzado de brazos... ¡y te asaltará la pobreza como un bandido, y la escasez como un hombre armado! El bribón y sinvergüenza, el vagabundo de boca corrupta, hace guiños con los ojos, y señas con los pies y con los dedos. El malvado trama el mal en su mente, y siempre anda provocando disensiones. Por eso le sobrevendrá la ruina; ¡de repente será destruido, y no podrá evitarlo! Hay seis cosas que el Señor aborrece, y siete que le son detestables: los ojos que se enaltecen, la lengua que miente, las manos que derraman sangre inocente, el corazón que hace planes perversos, los pies que corren a hacer lo malo, el falso testigo que esparce mentiras, y el que siembra discordia entre hermanos. Hijo mío, obedece el mandamiento de tu padre y no abandones la enseñanza de tu madre. Grábatelos en el corazón; cuélgatelos al cuello. Cuando camines, te servirán de guía; cuando duermas, vigilarán tu sueño; cuando despiertes, hablarán contigo. El mandamiento es una lámpara, la enseñanza es una luz y la disciplina es el camino a la vida. Te protegerán de la mujer malvada, de la mujer ajena y de su lengua seductora. No abrigues en tu corazón deseos por su belleza, ni te dejes cautivar por sus ojos, pues la ramera va tras un pedazo de pan, pero la adúltera va tras el hombre que vale. ¿Puede alguien echarse brasas en el pecho sin quemarse la ropa? ¿Puede alguien caminar sobre las brasas sin quemarse los pies? Pues tampoco quien se acuesta con la mujer ajena puede tocarla y quedar impune. No se desprecia al ladrón que roba para mitigar su hambre; pero si lo atrapan, deberá devolver siete tantos lo robado, aun cuando eso le cueste todas sus posesiones. Pero al que comete adulterio le faltan sesos; el que así actúa se destruye a sí mismo. No sacará más que golpes y vergüenzas, y no podrá borrar su oprobio. Porque los celos desatan la furia del esposo, y éste no perdonará en el día de la venganza. No aceptará nada en desagravio, ni se contentará con muchos regalos.





El Libro de Primera Corintios Capítulo 10 del Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:

LA PRIMERA EPÍSTOLA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS CORINTIOS

CAPÍTULO 10
(59 d.C.)
ISRAEL

PORQUE no quiero, Hermanos, que ignoréis (el Espíritu Santo no quiere que seamos ignorantes de estas Verdades) que nuestros padres todos estuvieron bajo la nube (la Presencia de Dios, la cual guiaba a Israel), y todos pasaron el Mar (el Mar Rojo, simboliza pasando de la muerte a la vida);
2 Y todos en Moisés fueron bautizados (el Dador de la Ley era un Tipo de Cristo) en la nube (un Tipo de la Presencia del Señor) y en el mar (un Tipo del Bautismo en Agua);
3 Y todos comieron la misma vianda espiritual (refiriéndose al Maná como un Tipo de “la Cena del Señor”);
4 Y todos bebieron la misma bebida espiritual (se refería a la Peña Herida [Éx. 17:6; Núm. 20:11; Sal. 78:15]): porque bebían (literalmente dice, “ellos estaban tomando,” indicando que era un don continuo) de la Piedra espiritual que los seguía (hay una leyenda Judaica que dice que la primera Peña Herida en Refidim [Éx. 17:6] les seguía durante su Jornada entera en el Desierto y les suplía agua; toda evidencia indica que esto es cierto): y la Piedra era Cristo (la Peña tipificaba a Cristo).
5 Pero Dios no se agradó de la mayoría de ellos (debiera traducirse, “la mayor parte de ellos”): por lo cual sus cuerpos fueron tendidos en el desierto. (Esto, en efecto, se refiere a Dios que diseñaba con propósito la destrucción de ellos por su rebelión.)
6 Empero estas cosas fueron hechos como ejemplos para nosotros (hemos de aprender de ellos, y no cometer los mismos errores), para que no codiciemos cosas malas, como ellos codiciaron (expone los mismos resultados de la destrucción para los Cristianos modernos como para los Israelitas de la antigüedad, si es que los Creyentes modernos insisten en vivir en el pecado).
7 Ni seáis idólatras, como algunos de ellos (la religión es la idolatría más grande de todas); según está escrito (Éx. 32:6), Se sentó el pueblo a comer y a beber, y se levantaron a jugar. (Temo que la mayoría de la Iglesia moderna está “jugando,” tal como Israel de la antigüedad.)
8 Ni forniquemos, como algunos de ellos fornicaron, y cayeron en un día veinte y tres mil (una advertencia contra la inmoralidad [Núm. 25:1-9]).
9 Ni tentemos a Cristo, como también algunos de ellos Le tentaron (se refiere a dudar de la Palabra de Dios), y perecieron por las serpientes (Núm. 21:5-9).
10 Ni murmuréis, como algunos de ellos murmuraron (criticaron la manera en que Dios está obrando), y perecieron por el destructor. (Dios es el Destructor final, aunque Él puede usar cualquier otra cosa como Su instrumento.)
11 Y estas cosas les acontecieron en figura (como advertencia; hay que tener en cuenta esas advertencias): y son escritas para nuestra admonición, en quienes los fines de los siglos han parado (debiera haberse traducido, “a quienes el cumplimiento de las edades ha llegado,” es decir, “la Edad de la Iglesia”).

ADVERTENCIA

12 Así que el que piensa estar firme (dirigido a todos los Creyentes) mire que no caiga. (No quiere decir disasociarse de la comunión, como algunos lo enseñan, sino perder la Salvación Eterna. Si siempre tiene la Cruz a la vista, entonces esto no va a ocurrir.)
13 No os hayáis pasado por tentación alguna que no sea humana (las limitaciones que Dios ha impuesto sobre Satanás con respecto a lo que él puede o no puede hacer): mas Fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podáis soportar (tenemos Su Promesa; toda tentación puede ser vencida por nuestra Fe al permanecer constante en Cristo y en la Cruz, la cual le da el Poder del Espíritu Santo para ayudarnos [Rom. 8:2]); antes dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis aguantar. (Como se dijo, “la salida” es siempre la Cruz [Ef. 6:10-18].)
14 Por tanto, amados míos, huid de la idolatría. (En cualquier cosa que coloquemos nuestra Fe, aparte de la Cruz de Cristo, se convierte en un ídolo.)
15 Como a sabios hablo (si lo eran o no, es lo que debían haber sido); juzgad vosotros lo que digo (significa en este caso, “lo que estoy por decir”).
16 La Copa de Bendición que bendecimos, ¿no es la Comunión de la Sangre de Cristo? (La Cena del Señor es una Bendición, si la comprende correctamente.) El pan que partimos, ¿no es la Comunión del Cuerpo de Cristo? (La “Sangre” y el “Cuerpo” se refieren al precio que Cristo pagó en la Cruz.)
17 Porque nosotros siendo muchos somos un sólo pan y un sólo cuerpo (Cristo es el “Pan,” y el único “Pan” que produce un solo Cuerpo, es decir, “la Iglesia”): pues todos participamos de aquel mismo Pan. (Se refiere a Jesucristo como el único “Pan de Vida.” ¡No hay ningún otro!)
18 Mirad a Israel según la carne (la Ley de Moisés): los que comen de los Sacrificios ¿no son partícipes con el Altar? (Probablemente se hubiera traducido mejor, “¿no tienen ellos Comunión con el Altar?” Tiene referencia al siguiente Versículo.)
19 ¿Qué pues digo? (¿Qué estoy diciendo?) ¿Que el ídolo es algo? ¿O que sea algo lo que es Sacrificado a los ídolos? (Como un punto estricto, el ídolo no es nada, tampoco lo es el Sacrificio ofrecido a los ídolos.)
20 Antes digo, que lo que los Gentiles Sacrifican, a los demonios lo Sacrifican, y no a Dios (declara en términos tajantes los poderes de tinieblas detrás de los ídolos): y no querría que vosotros fueseis partícipes con los demonios. (En efecto, él está diciendo, “no quiero que ustedes sean participantes ni copartícipes con los demonios.” Lo mismo se puede decir de la mayoría de las películas modernas, además de la mayoría de la recreación moderna.)
21 No podéis beber la Copa del Señor, y la copa de los demonios (si vamos a asociarnos con demonios, el Señor no va a permanecer): no podéis ser partícipes de la mesa del Señor (la Cena del Señor), y de la mesa de los demonios (lo que el mundo ofrece).
22 ¿O provocaremos a celos al Señor? (Él está completamente celoso de cualquier cosa en nuestras vidas que compite con Él, como es evidente [Stg. 4:5].) ¿Somos más fuertes que Él? (La advertencia de que el “celo” de Dios no puede ser desafiado con impunidad.)

LA GLORIA DE DIOS

23 Todo me es Lícito, mas no todo conviene (se trata de la Libertad Cristiana, y, también, la manera por la cual debe de tenerla en cuenta): todo me es Lícito, mas no todo edifica. (Trata acerca de la contención de algunos Corintios quienes afirmaban que sus “derechos” Cristianos les concedían la libertad de comportarse como les daba la gana.)
24 Ninguno busque su propio bien, sino el del otro. (Debiera traducirse, “cada hombre es el bien de los demás,” lo que significa que debemos pensar en los demás con respecto a todo lo que hagamos. La libertad no es buscar mi propio bien, sino el bien de los demás.)
25 De todo lo que se vende en la carnicería (el mercado o la carnicería), comed, sin preguntar nada por causa de la conciencia (no se moleste en indagar si al principio fue ofrecido a los ídolos o no):
26 Porque del Señor es la Tierra, y todo lo que hay en ella. (Pablo emplea este Texto para justificar el comer de todos los alimentos, siempre que sean deseados [Sal. 24:1].)
27 Y si algún incrédulo (inconverso) os llama, y queréis ir (a las casas de estas personas, no a los Templos de los ídolos); de todo lo que se os pone delante, comed, sin preguntar nada por causa de la conciencia (no lo investigue, sólo cómaselo y agradézcalo).
28 Mas si alguien os dijere, Esto fue Sacrificado a los ídolos, no lo comáis, por causa de aquel que lo declaró, y por causa de la conciencia (hay que tomar esta dirección solamente si el anfitrión le revela esa información): porque del Señor es la Tierra, y todo lo que en ella hay (significa que esta plenitud, hablando de la carne ofrecida a los ídolos, no está siendo usado en la manera como lo intentaba el Señor):
29 La conciencia, digo, no la tuya, sino del otro (se refiere al hecho de que debemos siempre estar conscientes de los demás): pues ¿por qué ha de ser juzgada mi libertad por otra conciencia? (Todo lo que hagamos hay que hacerlo teniendo en mente cómo afectará a los demás.)
30 Y si yo con agradecimiento participo, ¿por qué he de ser blasfemado por lo que doy gracias? (El Apóstol está diciendo que no podemos agradar a todos. Hay algunos que siempre criticarán no importa lo que hagamos.)
31 Si pues coméis, o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la Gloria de Dios. (Cualquier cosa que hagamos, siempre hay que preguntarse: “¿trae esto Gloria a Dios?”)
32 Sed sin ofensa a Judíos, y a Gentiles, y a la Iglesia de Dios:
33 Como también yo en todas las cosas complazco a todos, no procurando mi propio beneficio (“en todo procure agradar a todos los hombres”), sino el de muchos, para que sean salvos (siempre teniendo en cuenta la Salvación de las almas).



Primera Corintios Capítulo 13:
Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.


Hebreos 10:35-12:4
Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida. Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre.


Romanos 8:
Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, los que no vivan según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.

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