27 January 2023

El 27 de enero Lectura Bíblica Diaria

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El 27 de enero Lectura Bíblica Diaria:
  

Job 25-27:
25 Respondió Bildad suhita, y dijo: El señorío y el temor están con él;
El hace paz en sus alturas. ¿Tienen sus ejércitos número?
¿Sobre quién no está su luz? ¿Cómo, pues, se justificará el hombre para con Dios?
¿Y cómo será limpio el que nace de mujer? He aquí que ni aun la misma luna será resplandeciente,
Ni las estrellas son limpias delante de sus ojos; ¿Cuánto menos el hombre, que es un gusano,
Y el hijo de hombre, también gusano?
26 Respondió Job, y dijo: ¿En qué ayudaste al que no tiene poder?
¿Cómo has amparado al brazo sin fuerza? ¿En qué aconsejaste al que no tiene ciencia,
Y qué plenitud de inteligencia has dado a conocer? ¿A quién has anunciado palabras,
Y de quién es el espíritu que de ti procede? Las sombras tiemblan en lo profundo,
Los mares y cuanto en ellos mora. El Seol está descubierto delante de él, y el Abadón no tiene cobertura. El extiende el norte sobre vacío,
Cuelga la tierra sobre nada. Ata las aguas en sus nubes,
Y las nubes no se rompen debajo de ellas. El encubre la faz de su trono,
Y sobre él extiende su nube. Puso límite a la superficie de las aguas,
Hasta el fin de la luz y las tinieblas. Las columnas del cielo tiemblan,
Y se espantan a su reprensión. El agita el mar con su poder,
Y con su entendimiento hiere la arrogancia suya. Su espíritu adornó los cielos;
Su mano creó la serpiente tortuosa. He aquí, estas cosas son sólo los bordes de sus caminos;
¡Y cuán leve es el susurro que hemos oído de él!
Pero el trueno de su poder, ¿quién lo puede comprender?
27 Reasumió Job su discurso, y dijo: Vive Dios, que ha quitado mi derecho,
Y el Omnipotente, que amargó el alma mía, Que todo el tiempo que mi alma esté en mí,
Y haya hálito de Dios en mis narices, Mis labios no hablarán iniquidad,
Ni mi lengua pronunciará engaño. Nunca tal acontezca que yo os justifique;
Hasta que muera, no quitaré de mí mi integridad. Mi justicia tengo asida, y no la cederé;
No me reprochará mi corazón en todos mis días. Sea como el impío mi enemigo,
Y como el inicuo mi adversario. Porque ¿cuál es la esperanza del impío, por mucho que hubiere robado,
Cuando Dios le quitare la vida? ¿Oirá Dios su clamor
Cuando la tribulación viniere sobre él? ¿Se deleitará en el Omnipotente?
¿Invocará a Dios en todo tiempo? Yo os enseñaré en cuanto a la mano de Dios;
No esconderé lo que hay para con el Omnipotente. He aquí que todos vosotros lo habéis visto;
¿Por qué, pues, os habéis hecho tan enteramente vanos? Esta es para con Dios la porción del hombre impío,
Y la herencia que los violentos han de recibir del Omnipotente: Si sus hijos fueren multiplicados, serán para la espada;
Y sus pequeños no se saciarán de pan. Los que de él quedaren, en muerte serán sepultados,
Y no los llorarán sus viudas. Aunque amontone plata como polvo,
Y prepare ropa como lodo; La habrá preparado él, mas el justo se vestirá,
Y el inocente repartirá la plata. Edificó su casa como la polilla,
Y como enramada que hizo el guarda. Rico se acuesta, pero por última vez;
Abrirá sus ojos, y nada tendrá. Se apoderarán de él terrores como aguas;
Torbellino lo arrebatará de noche. Le eleva el solano, y se va;
Y tempestad lo arrebatará de su lugar. Dios, pues, descargará sobre él, y no perdonará;
Hará él por huir de su mano. Batirán las manos sobre él,
Y desde su lugar le silbarán.

Salmo 109:
Oh Dios, alabanza mía, no guardes silencio. Pues gente impía y mentirosa ha declarado en mi contra, y con lengua engañosa me difaman; con expresiones de odio me acosan, y sin razón alguna me atacan. Mi amor me lo pagan con calumnias, mientras yo me encomiendo a Dios. Mi bondad la pagan con maldad; en vez de amarme, me aborrecen. Pon en su contra a un malvado; que a su derecha esté su acusador. Que resulte culpable al ser juzgado, y que sus propias oraciones lo condenen. Que se acorten sus días, y que otro se haga cargo de su oficio. Que se queden huérfanos sus hijos; que se quede viuda su esposa. Que anden sus hijos vagando y mendigando; que anden rebuscando entre las ruinas. Que sus acreedores se apoderen de sus bienes; que gente extraña saquee sus posesiones. Que nadie le extienda su bondad; que nadie se compadezca de sus huérfanos. Que sea exterminada su descendencia; que desaparezca su nombre en la próxima generación. Que recuerde el Señor la iniquidad de su padre, y no se olvide del pecado de su madre. Que no les quite el Señor la vista de encima, y que borre de la tierra su memoria. Por cuanto se olvidó de hacer el bien, y persiguió hasta la muerte a pobres, afligidos y menesterosos, y porque le encantaba maldecir, ¡que caiga sobre él la maldición! Por cuanto no se complacía en bendecir, ¡que se aleje de él la bendición! Por cuanto se cubrió de maldición como quien se pone un vestido, ¡que ésta se filtre en su cuerpo como el agua!, ¡que penetre en sus huesos como el aceite! ¡Que lo envuelva como un manto! ¡Que lo apriete en todo tiempo como un cinto! ¡Que así les pague el Señor a mis acusadores, a los que me calumnian! Pero tú, Señor Soberano, trátame bien por causa de tu nombre; líbrame por tu bondad y gran amor. Ciertamente soy pobre y estoy necesitado; profundamente herido está mi corazón. Me voy desvaneciendo como sombra vespertina; se desprenden de mí como de una langosta. De tanto ayunar me tiemblan las rodillas; la piel se me pega a los huesos. Soy para ellos motivo de burla; me ven, y menean la cabeza. Señor, mi Dios, ¡ayúdame!; por tu gran amor, ¡sálvame! Que sepan que ésta es tu mano; que tú mismo, Señor, lo has hecho. ¿Qué importa que ellos me maldigan? ¡Bendíceme tú! Pueden atacarme, pero quedarán avergonzados; en cambio, este siervo tuyo se alegrará. ¡Queden mis acusadores cubiertos de deshonra, envueltos en un manto de vergüenza! Por mi parte, daré muchas gracias al Señor; lo alabaré entre una gran muchedumbre. Porque él defiende al necesitado, para salvarlo de quienes lo condenan.



Proverbios 4:
Escuchen, hijos, la corrección de un padre; dispónganse a adquirir inteligencia. Yo les brindo buenas enseñanzas, así que no abandonen mi instrucción. Cuando yo era pequeño y vivía con mi padre, cuando era el niño consentido de mi madre, mi padre me instruyó de esta manera: "Aférrate de corazón a mis palabras; obedece mis mandamientos, y vivirás. Adquiere sabiduría, adquiere inteligencia; no olvides mis palabras ni te apartes de ellas. No abandones nunca a la sabiduría, y ella te protegerá;  ámala, y ella te cuidará. La sabiduría es lo primero. ¡Adquiere sabiduría! Por sobre todas las cosas, adquiere discernimiento. Estima a la sabiduría, y ella te exaltará; abrázala, y ella te honrará; te pondrá en la cabeza una hermosa diadema; te obsequiará una bella corona." Escucha, hijo mío; acoge mis palabras, y los años de tu vida aumentarán. Yo te guío por el camino de la sabiduría, te dirijo por sendas de rectitud. Cuando camines, no encontrarás obstáculos; cuando corras, no tropezarás. Aférrate a la instrucción, no la dejes escapar; cuídala bien, que ella es tu vida. No sigas la senda de los perversos ni vayas por el camino de los malvados. ¡Evita ese camino! ¡No pases por él! ¡Aléjate de allí, y sigue de largo! Los malvados no duermen si no hacen lo malo; pierden el sueño si no hacen que alguien caiga. Su pan es la maldad; su vino, la violencia. La senda de los justos se asemeja a los primeros albores de la aurora: su esplendor va en aumento hasta que el día alcanza su plenitud. Pero el camino de los malvados es como la más densa oscuridad; ¡ni siquiera saben con qué tropiezan! Hijo mío, atiende a mis consejos; escucha atentamente lo que digo. No pierdas de vista mis palabras; guárdalas muy dentro de tu corazón. Ellas dan vida a quienes las hallan; son la salud del cuerpo. Por sobre todas las cosas cuida tu corazón, porque de él mana la vida. Aleja de tu boca la perversidad; aparta de tus labios las palabras corruptas. Pon la mirada en lo que tienes delante; fija la vista en lo que está frente a ti. Endereza las sendas por donde andas; allana todos tus caminos. No te desvíes ni a diestra ni a siniestra; apártate de la maldad.



El Libro de Efesios Capítulo 4 del Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:


LA EPÍSTOLA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS EFESIOS

CAPÍTULO 4
(64 d.C.)
NUESTRO ANDAR DIARIO


YO pues, preso en el Señor (como se mencionó, el Apóstol está en la prisión en Roma; él se considera prisionero porque el Señor así lo quería y lo mandaba), os ruego que andéis como es digno de la vocación con que sois llamados (se refiere a la norma de conducta; vivir en santidad, el Creyente debe “andar conforme al Espíritu,” que se logra sólo cuando entiende que toda fuerza y ayuda provienen de la Cruz, y al hacer siempre la Cruz el Objeto de nuestra Fe),
2 Con toda humildad y mansedumbre, con paciencia soportando los unos a los otros en amor (de nuevo, todo esto es obra del Espíritu, lo que significa que no se puede lograr por nuestra propia habilidad; la ayuda del Espíritu nos llega por nuestra Fe constante en la Cruz [I Cor. 1:17-18, 23]);
3 Solícitos a guardar la unidad del Espíritu (la unidad con respecto a la Fe en Cristo y la Cruz) en el vínculo de la paz (la Fe en cosas ajenas de Cristo y la Cruz destruye la paz, porque promueve la auto-justicia).
4 Un cuerpo (el Cuerpo de los Creyentes llamados), y un Espíritu (un Espíritu Santo, Quien obra siempre por medio de Cristo y la Cruz [Jn. 16:13-14]; significa que la Fe en cosas ajenas de la Cruz no es del Espíritu Santo, sino de espíritus), como sois también llamados a una misma esperanza de vuestra vocación (toda nuestra esperanza está en Cristo Jesús y lo que Él hizo por nosotros en la Cruz; es nuestra “sola” y única “esperanza”);
5 Un Señor (Jesucristo), una Fe (lo que Él hizo en la Cruz), un Bautismo (nuestra Salvación, refiriéndose a los Creyentes Bautizados en Cristo, que se efectuó en la Cruz; no tiene nada que ver con el Bautismo en Agua [Rom. 6:3-5]),
6 Un Dios y Padre de todos (se refiere sólo a los Redimidos; Dios no es el Padre de los inconversos, como Jesús lo dijo claramente; el padre de ellos es realmente el Diablo [Jn. 8:44]), El Cual es sobre todas las cosas (se refiere a la supremacía), y por todas las cosas, y en todos vosotros (en virtud de lo que Cristo hizo por nosotros en la Cruz, y nuestra Fe en aquella Obra Terminada).

EL DON DE CRISTO

7 Empero a cada uno de nosotros es dada la Gracia (sin embargo, se puede frustrar esta Gracia cuando los Creyentes se desvían de la Cruz a otras cosas [Gál. 2:21]) conforme a la medida del Don de Cristo (proporcionada en cierta medida a cada Santo según la necesidad, a menos que, como se mencionó, sea frustrada).
8 Por lo cual dice (Sal. 68:18), Subiendo a lo alto (la Ascensión), llevó cautiva la cautividad (liberó a las almas en el Paraíso; antes de la Cruz, a pesar de ser Creyentes, ellos todavía estuvieron retenidos como cautivos por Satanás porque la sangre de toros y cabras no pudo quitar la deuda del pecado; pero cuando Jesús murió en la Cruz, la deuda del pecado fue pagada, y entonces Él convierte a todos estos en Sus Cautivos), y dio Dones a los hombres. (Los “Dones” incluyen todos los Atributos de Cristo, todo se hizo posible por la Cruz.)
9 (Y que Él subió (misión cumplida), ¿qué es, sino que también había descendido primero a las partes más bajas de la Tierra? (Inmediatamente antes de Su Ascensión a la Gloria, lo cual se llevaría a cabo en triunfo total, Él primero bajó al Paraíso para liberar a todas las almas Creyentes en aquella región, ¡lo que Él así lo hizo!)
10 El Que descendió, Él Mismo es El Que también subió (es una representación de Jesús como Libertador y Mediador) sobre todos los Cielos (revela Su posición presente, nunca más volver a descender al mundo de las tinieblas), para cumplir todas las cosas.) (Él siempre fue el Creador, pero Él ahora es también el Salvador.)
11 Y Él Mismo dio (nuestro Señor hace el llamado) unos, ciertamente Apóstoles (tiene referencia al hecho de que no todos quienes son llamados a ser Ministros serán llamados a ser Apóstoles; se aplica a otras designaciones también; los “Apóstoles” sirven como los líderes de facto de la Iglesia, y hacen así por el Mensaje particular dado a ellos por el Señor para la Iglesia); y otros, Profetas (quienes se mantienen en la Oficina del Profeta, por ello, prediciendo y predicando); y otros, Evangelistas (recoger la cosecha); y otros, Pastores (Pastores de las Iglesias) y Maestros (aquellos con un Ministerio especial para enseñar la Palabra al Cuerpo de Cristo; los “Apóstoles” pueden desempeñar en todas las vocaciones);

EL PROPÓSITO DE
LOS DONES

12 Para perfección de los Santos (“equipar para el servicio”), para la obra del Ministerio (proclamar el Mensaje de Redención al mundo entero), para la edificación del Cuerpo de Cristo (para la edificación espiritual de la Iglesia):
13 Hasta que todos lleguemos a la unidad de la Fe (traer a todos los Creyentes a un conocimiento apropiado de Cristo y la Cruz), y del conocimiento del Hijo de Dios (lo que de nuevo se refiere a lo que Él hizo por nosotros en la Cruz), a un varón perfecto (el Creyente que obra en madurez), a la medida de la edad de la plenitud de Cristo (la “medida” es la “plenitud de Cristo,” que sólo se puede alcanzar con una Fe apropiada en la Cruz):
14 Que ya no seamos niños (presenta lo opuesto de la madurez, y se refiere a aquellos cuya Fe está en algo ajeno de la Cruz), fluctuantes, y llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres (Satanás usa a los Predicadores) que para engañar (se refiere a una planificación o sistema deliberada), emplean con astucia las artimañas engañosas del error (apariencia de falsedad, algo que no es de la Cruz);
15 Antes siguiendo la Verdad en Amor (proclama con poder la Verdad de la Cruz, pero siempre con Amor), crezcamos en todas las cosas (el Crecimiento Espiritual apropiado puede tener lugar sólo según la Fe apropiada en la Cruz [I Cor. 1:21, 23; 2:2]) en Aquél que es la Cabeza, a saber, Cristo (Cristo es la Cabeza de la Iglesia, y es así en virtud de la Cruz):
16 Del Cual (Cristo Jesús), todo el Cuerpo (Cristo como la Cabeza y la Iglesia como el Cuerpo) compuesto y bien ligado (el pie en el lugar donde ha de estar, y el ojo en el lugar correcto, etc.) entre sí por aquello que todas las junturas proveen (una parte es dependiente en el otro), que recibe según la operación, cada miembro conforme a su medida (cada parte labora para producir un gran resultado) crece el cuerpo edificándose en amor (edificándose a sí mismo; ocurrirá cuando funcionamos según el Orden Prescrito de Dios, que es la “unidad de la Fe”; de nuevo, se refiere a un entendimiento correcto de la Cruz).

NORMAS MORALES

17 Esto pues digo, y requiero en el Señor (se le dio a él por el Señor con respecto a nuestro estilo de vida diario), que no andéis más como los otros Gentiles (su norma de comportamiento), que andan en la vanidad de su mente (se refiere a vivir en la esfera de vaciedad; denota ignorancia de los asuntos Divinos, una ceguera moral),
18 Teniendo el entendimiento entenebrecido (un proceso completado en el pasado [la Caída] pero con resultados en el presente), ajenos de la vida de Dios (la única vida verdadera que hay) por la ignorancia que en ellos hay (no sólo se refiere al intelecto, sino denota ignorancia de los asuntos Divinos), por la dureza de su corazón (es una “ignorancia voluntaria” que ocasiona una “ceguera voluntaria,” es decir, “ceguera espiritual”):
19 Los cuales después que perdieron el sentido de la conciencia (la insensibilidad moral, que ocasiona la inhumanidad del hombre al hombre), se entregaron a la lujuria (una rendición completa de sí mismo a la maldad) para cometer con avidez toda suerte de impureza (tal persona codicia ese estilo de vida).
20 Mas vosotros no habéis aprendido así a Cristo (en contraste con los paganos insensibles, dominados por pasión quienes existen sólo para satisfacer su naturaleza inferior; en otras palabras, el Señor nos salva del pecado, no en el pecado);
21 Si empero Lo habéis oído (el punto principal es, “Puesto que era Cristo a Quien habían escuchado Predicar”), y habéis sido por Él enseñados (deberían haberse traducido, “en Él,” es decir, “en la esfera de Cristo”), como la Verdad está en Jesús (la verdad no sólo es “en Jesús,” sino también “es Jesús” [Jn. 14:6]):
22 A que os despojéis (que sólo se puede hacer por medio de colocar su Fe exclusivamente en la Cruz) en cuanto a la pasada manera de vivir (concerniente a la manera anterior de vida) el viejo hombre (se refiere a la persona inconversa dominada totalmente por la naturaleza depravada [Rom. 6:6]), que se corrompe conforme a los deseos engañosos (la persona inconversa está sujeta a un proceso continuo de corrupción que se empeora con el transcurrir del tiempo);
23 Y a renovarnos (un acto continuo) en el espíritu de vuestra mente (tiene que ver con la voluntad humana; el Creyente debe desechar la mentalidad de dependencia en sí mismo y colocar dependencia total en Cristo, lo que sólo puede lograrse al hacer sólo la Cruz el Objeto de su propia Fe [Rom. 12:1-2]);
24 Y vestirse del nuevo hombre (somos un “nuevo hombre” en virtud de ser Bautizados en Su Muerte, Sepultado con Él por Bautismo en Su Muerte, refiriéndose a la Crucifixión, y estando Resucitado con Él en “novedad de vida” [Rom. 6:3-5]) que es creado conforme a Dios en Justicia y en Santidad de la verdad. (Es lo que el “nuevo hombre” ha de ser y lo que puede ser, pero sólo cuando se considera muerto al pecado y a la naturaleza pecaminosa [efectuado en la Cruz], pero vivo a Dios a través de Jesucristo nuestro Señor [Rom. 6:11].)
25 Por lo cual dejando la mentira (la primera cosa que debe incluir al desechar el “viejo yo” es la falsedad, que se refiere a creer algo ajeno de Cristo y de la Cruz; en otras palabras, todo lo demás que no es de Cristo y Él Crucificado es una “mentira”), hablad verdad cada uno con su prójimo (la Verdad es Cristo y la Cruz, que ocasiona la Justicia y la Verdadera Santidad): porque somos miembros los unos de los otros. (Por lo tanto, debemos todos ceñirnos a la misma cosa, que es Cristo y la Cruz.)
26 Airaos, y no pequéis: no se ponga el sol sobre vuestro enojo (la única “ira” que se permite es la ira Justa; todas las demás iras son el resultado del “viejo hombre,” y debe ser “despojado”; tiene que ver básicamente con nuestras emociones, lo cual el Espíritu Santo puede calmar apropiadamente; significa que para que Él obre, debemos siempre tener la Cruz como el Objeto de nuestra Fe):
27 Ni deis lugar al Diablo. (La Fe apropiadamente puesta en la Cruz no da lugar a Satanás.)
28 El que hurtaba, no hurte más (cuando nos asemejamos a Cristo resulta en altas normas morales): antes trabaje, obrando con sus manos lo que es bueno (hemos de ganarnos la vida por cualquier método honesto que esté a nuestro alcance), para que tenga de qué dar al que padeciere necesidad. (En lugar de recibir de los demás, ahora podemos dar a los demás.)
29 Ninguna palabra torpe salga de vuestra boca (que ninguna calumnia ni incredulidad proceda de su boca), sino la que sea buena para edificación (lo que nosotros decimos ¿edifica o destroza?), para que dé Gracia a los oyentes (una Bendición).
30 Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios (decir malas palabras o palabras inútiles es repugnante a la Santidad del Espíritu), con el cual estáis sellados para el Día de la Redención. (Debiera traducirse, “En Quien están ustedes sellados hasta el Día de la Redención.” El Espíritu Santo es el Sello Mismo que Dios ha puesto sobre nosotros.)
31 Toda amargura, y enojo, e ira, y clamor, y maledicencia, sea quitada de vosotros, con toda malicia (a medida que el Creyente pone su Fe en la Cruz y mantiene su Fe en la Cruz, dando libertad de acción al Espíritu Santo para obrar, la maldad se “despoja” de nuestra vida):
32 Antes sed los unos con los otros benignos, misericordiosos, perdonándoos los unos a los otros (sea presto a perdonar), aun como también Dios os perdonó en Cristo. (El perdón de Cristo a nosotros ha de ser siempre el motivo de nuestro perdón a los demás.)



Primera Corintios Capítulo 13:
Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.


Hebreos 10:35-12:4
Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida. Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté,  David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre.


Romanos 8:
Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, los que no vivan según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los   muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.

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