20 January 2023

El 20 de enero Lectura Bíblica Diaria

Sonidos del aire libre



El 20 de enero Lectura Bíblica Diaria:
  

Job 4-6:

4 Entonces respondió Elifaz temanita, y dijo: Si probáremos a hablarte, te será molesto;
Pero ¿quién podrá detener las palabras? He aquí, tú enseñabas a muchos,
Y fortalecías las manos débiles; Al que tropezaba enderezaban tus palabras,
Y esforzabas las rodillas que decaían. Mas ahora que el mal ha venido sobre ti, te desalientas;
Y cuando ha llegado hasta ti, te turbas. ¿No es tu temor a Dios tu confianza?
¿No es tu esperanza la integridad de tus caminos? Recapacita ahora; ¿qué inocente se ha perdido?
Y ¿en dónde han sido destruidos los rectos? Como yo he visto, los que aran iniquidad
Y siembran injuria, la siegan. Perecen por el aliento de Dios,
Y por el soplo de su ira son consumidos. Los rugidos del león, y los bramidos del rugiente,
Y los dientes de los leoncillos son quebrantados. El león viejo perece por falta de presa,
Y los hijos de la leona se dispersan. El asunto también me era a mí oculto;
Mas mi oído ha percibido algo de ello. En imaginaciones de visiones nocturnas,
Cuando el sueño cae sobre los hombres, Me sobrevino un espanto y un temblor,
Que estremeció todos mis huesos; Y al pasar un espíritu por delante de mí,
Hizo que se erizara el pelo de mi cuerpo. Paróse delante de mis ojos un fantasma,
Cuyo rostro yo no conocí,
Y quedo, oí que decía: ¿Será el hombre más justo que Dios?
¿Será el varón más limpio que el que lo hizo? He aquí, en sus siervos no confía,
Y notó necedad en sus ángeles; ¡Cuánto más en los que habitan en casas de barro,
Cuyos cimientos están en el polvo,
Y que serán quebrantados por la polilla! De la mañana a la tarde son destruidos,
Y se pierden para siempre, sin haber quien repare en ello. Su hermosura, ¿no se pierde con ellos mismos?
Y mueren sin haber adquirido sabiduría.
5 Ahora, pues, da voces; ¿habrá quien te responda?
¿Y a cuál de los santos te volverás? Es cierto que al necio lo mata la ira,
Y al codicioso lo consume la envidia. Yo he visto al necio que echaba raíces,
Y en la misma hora maldije su habitación. Sus hijos estarán lejos de la seguridad;
En la puerta serán quebrantados,
Y no habrá quien los libre. Su mies comerán los hambrientos,
Y la sacarán de entre los espinos,
Y los sedientos beberán su hacienda. Porque la aflicción no sale del polvo,
Ni la molestia brota de la tierra. Pero como las chispas se levantan para volar por el aire,
Así el hombre nace para la aflicción. Ciertamente yo buscaría a Dios,
Y encomendaría a él mi causa; El cual hace cosas grandes e inescrutables,
Y maravillas sin número; Que da la lluvia sobre la faz de la tierra,
Y envía las aguas sobre los campos; Que pone a los humildes en altura,
Y a los enlutados levanta a seguridad; Que frustra los pensamientos de los astutos,
Para que sus manos no hagan nada; Que prende a los sabios en la astucia de ellos,
Y frustra los designios de los perversos. De día tropiezan con tinieblas,
Y a mediodía andan a tientas como de noche. Así libra de la espada al pobre, de la boca de los impíos,
Y de la mano violenta; Pues es esperanza al menesteroso,
Y la iniquidad cerrará su boca. He aquí, bienaventurado es el hombre a quien Dios castiga;
Por tanto, no menosprecies la corrección del Todopoderoso. Porque él es quien hace la llaga, y él la vendará;
El hiere, y sus manos curan. En seis tribulaciones te librará,
Y en la séptima no te tocará el mal. En el hambre te salvará de la muerte,
Y del poder de la espada en la guerra. Del azote de la lengua serás encubierto;
No temerás la destrucción cuando viniere. De la destrucción y del hambre te reirás,
Y no temerás de las fieras del campo; Pues aun con las piedras del campo tendrás tu pacto,
Y las fieras del campo estarán en paz contigo. Sabrás que hay paz en tu tienda;
Visitarás tu morada, y nada te faltará. Asimismo echarás de ver que tu descendencia es mucha,
Y tu prole como la hierba de la tierra. Vendrás en la vejez a la sepultura,
Como la gavilla de trigo que se recoge a su tiempo. He aquí lo que hemos inquirido, lo cual es así;
Oyelo, y conócelo tú para tu provecho.
6 Respondió entonces Job, y dijo: ¡Oh, que pesasen justamente mi queja y mi tormento,
Y se alzasen igualmente en balanza! Porque pesarían ahora más que la arena del mar;
Por eso mis palabras han sido precipitadas. Porque las saetas del Todopoderoso están en mí,
Cuyo veneno bebe mi espíritu;
Y terrores de Dios me combaten. ¿Acaso gime el asno montés junto a la hierba?
¿Muge el buey junto a su pasto? ¿Se comerá lo desabrido sin sal?
¿Habrá gusto en la clara del huevo? Las cosas que mi alma no quería tocar,
Son ahora mi alimento. ¡Quién me diera que viniese mi petición,
Y que me otorgase Dios lo que anhelo, Y que agradara a Dios quebrantarme;
Que soltara su mano, y acabara conmigo! Sería aún mi consuelo,
Si me asaltase con dolor sin dar más tregua,
Que yo no he escondido las palabras del Santo. ¿Cuál es mi fuerza para esperar aún?
¿Y cuál mi fin para que tenga aún paciencia? ¿Es mi fuerza la de las piedras,
O es mi carne de bronce? ¿No es así que ni aun a mí mismo me puedo valer,
Y que todo auxilio me ha faltado? El atribulado es consolado por su compañero;
Aun aquel que abandona el temor del Omnipotente. Pero mis hermanos me traicionaron como un torrente;
Pasan como corrientes impetuosas Que están escondidas por la helada,
Y encubiertas por la nieve; Que al tiempo del calor son deshechas,
Y al calentarse, desaparecen de su lugar; Se apartan de la senda de su rumbo,
Van menguando, y se pierden. Miraron los caminantes de Temán,
Los caminantes de Sabá esperaron en ellas; Pero fueron avergonzados por su esperanza;
Porque vinieron hasta ellas, y se hallaron confusos. Ahora ciertamente como ellas sois vosotros;
Pues habéis visto el tormento, y teméis. ¿Os he dicho yo: Traedme,
Y pagad por mí de vuestra hacienda; Libradme de la mano del opresor,
Y redimidme del poder de los violentos? Enseñadme, y yo callaré;
Hacedme entender en qué he errado. ¡Cuán eficaces son las palabras rectas!
Pero ¿qué reprende la censura vuestra? ¿Pensáis censurar palabras,
Y los discursos de un desesperado, que son como el viento? También os arrojáis sobre el huérfano,
Y caváis un hoyo para vuestro amigo. Ahora, pues, si queréis, miradme,
Y ved si digo mentira delante de vosotros. Volved ahora, y no haya iniquidad;
Volved aún a considerar mi justicia en esto. ¿Hay iniquidad en mi lengua?
¿Acaso no puede mi paladar discernir las cosas inicuas?

Salmo 102:
Escucha, Señor, mi oración; llegue a ti mi clamor. No escondas de mí tu rostro cuando me encuentro angustiado. Inclina a mí tu oído; respóndeme pronto cuando te llame. Pues mis días se desvanecen como el humo, los huesos me arden como brasas. Mi corazón decae y se marchita como la hierba; ¡hasta he perdido el apetito! Por causa de mis fuertes gemidos se me pueden contar los huesos. Parezco una lechuza del desierto; soy como un búho entre las ruinas. No logro conciliar el sueño; parezco ave solitaria sobre el tejado. A todas horas me ofenden mis enemigos, y hasta usan mi nombre para maldecir. Las cenizas son todo mi alimento; mis lágrimas se mezclan con mi bebida. ¡Por tu enojo, por tu indignación, me levantaste para luego arrojarme! Mis días son como sombras nocturnas; me voy marchitando como la hierba. Pero tú, Señor,   reinas eternamente; tu nombre perdura por todas las generaciones. Te levantarás y tendrás piedad de Sión, pues ya es tiempo de que la compadezcas. ¡Ha llegado el momento señalado! Tus siervos sienten cariño por sus ruinas; los mueven a compasión sus escombros. Las naciones temerán el nombre del Señor; todos los reyes de la tierra reconocerán su majestad. Porque el Señor reconstruirá a Sión, y se manifestará en su esplendor. Atenderá a la oración de los desamparados, y no desdeñará sus ruegos. Que se escriba esto para las generaciones futuras, y que el pueblo que será creado alabe al Señor. Miró el Señor desde su altísimo santuario; contempló la tierra desde el cielo, para oír los lamentos de los cautivos y liberar a los condenados a muerte; para proclamar en Sión el nombre del Señor y anunciar en Jerusalén su alabanza, cuando todos los pueblos y los reinos se reúnan para adorar al Señor. En el curso de mi vida acabó Dios con mis fuerzas; me redujo los días. Por eso dije: "No me lleves, Dios mío, a la mitad de mi vida; tú permaneces por todas las generaciones. En el principio tú afirmaste la tierra, y los cielos son la obra de tus manos. Ellos perecerán, pero tú permaneces. Todos ellos se desgastarán como un vestido. Y como ropa los cambiarás, y los dejarás de lado. Pero tú eres siempre el mismo, y tus años no tienen fin. Los hijos de tus siervos se establecerán, y sus descendientes habitarán en tu presencia."



Proverbios 28:
El malvado huye aunque nadie lo persiga; pero el justo vive confiado como un león. Cuando hay rebelión en el país, los caudillos se multiplican; cuando el gobernante es entendido, se mantiene el orden. El gobernante que oprime a los pobres es como violenta lluvia que arrasa la cosecha. Los que abandonan la ley alaban a los malvados; los que la obedecen luchan contra ellos. Los malvados nada entienden de la justicia; los que buscan al Señor lo entienden todo. Más vale pobre pero honrado, que rico pero perverso. El hijo entendido se sujeta a la ley; el derrochador deshonra a su padre. El que amasa riquezas mediante la usura las acumula para el que se compadece de los pobres. Dios aborrece hasta la oración del que se niega a obedecer la ley. El que lleva a los justos por el mal camino, caerá en su propia trampa; pero los íntegros heredarán el bien. El rico se las da de sabio; el pobre pero inteligente lo desenmascara. Cuando los justos triunfan, se hace gran fiesta; cuando los impíos se imponen, todo el mundo se esconde. Quien encubre su pecado jamás prospera; quien lo confiesa y lo deja, halla perdón. ¡Dichoso el que siempre teme al Señor! Pero el obstinado caerá en la desgracia. Un león rugiente, un oso hambriento, es el gobernante malvado que oprime a los pobres. El gobernante falto de juicio es terrible opresor; el que odia las riquezas prolonga su vida. El que es perseguido por homicidio será un fugitivo hasta la muerte. ¡Que nadie le brinde su apoyo! El que es honrado se mantendrá a salvo; el de caminos perversos caerá en la fosa. El que trabaja la tierra tendrá abundante comida; el que sueña despierto sólo abundará en pobreza. El hombre fiel recibirá muchas bendiciones; el que tiene prisa por enriquecerse no quedará impune. No es correcto mostrarse parcial con nadie. Hay quienes pecan hasta por un mendrugo de pan. El tacaño ansía enriquecerse, sin saber que la pobreza lo aguarda. A fin de cuentas, más se aprecia al que reprende que al que adula. El que roba a su padre o a su madre, e insiste en que no ha pecado, amigo es de gente perversa. El que es ambicioso provoca peleas, pero el que confía en el Señor prospera. Necio es el que confía en sí mismo; el que actúa con sabiduría se pone a salvo. El que ayuda al pobre no conocerá la pobreza; el que le niega su ayuda será maldecido. Cuando triunfan los impíos, la gente se esconde; cuando perecen, los justos prosperan.



El Libro de Gálatas Capítulo 3 del Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:

LA EPÍSTOLA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS GÁLATAS

CAPÍTULO 3
(58 d.C.)
POR LA FE


¡O Gálatas insensatos! (Ellos no usaron sus propios poderes de percepción.) ¿Quién os fascinó (influencia perjudicial), para no obedecer a la Verdad (se refiere “a Jesucristo y Él Crucificado”), ante cuyos ojos Jesucristo fue ya descrito, como Crucificado entre vosotros? (Pablo Predicaba la Cruz con tal intensidad que sus oyentes podían ver a Jesucristo Crucificado entre ellos. Desgraciadamente, sólo unos cuantos Predicadores modernos siguen su ejemplo.)
2 Esto solo quiero saber de vosotros (les convenceré de su error por este argumento), ¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la Ley, o por el oír de la Fe? (Se refiere a ser Nacido de Nuevo, en ese momento el Espíritu de Dios entra en el corazón y la vida del nuevo Creyente. Se recibe solamente al confiar en Cristo, y lo que Él hizo en la Cruz.)
3 ¿Tan necios sois? ¿Habiendo comenzado por el Espíritu (¿piensan ustedes que ya se puede llegar a un estado de madurez espiritual por su propio esfuerzo?), ahora os perfeccionáis por la carne? (Estos Gálatas practicaban la Salvación por “Fe” y Santificación por “sí mismos,” que es precisamente también la condición de la mayoría de los Cristianos.)
4 ¿Tantas cosas habéis padecido en vano? (Ustedes han sufrido la persecución debido a su aceptación de Cristo. No lo deseche.) si es que fue en vano (en esencia dice, “espero que no sea en vano”).
5 Aquél (el Señor Jesús), pues, que os daba el Espíritu, y obraba Maravillas entre vosotros, ¿Lo hacía por las obras de la Ley, o por el oír de la Fe? (Es evidente que todo lo que el Señor hace se basa cuando el Creyente exhibe Fe. Nunca es por obras de la Ley.)

ABRAHAM

6 Como Abraham creyó a Dios (el Patriarca fue justificado por Fe, no por obras), y le fue imputado a Justicia. (La Justicia de Dios está imputada a una persona sólo sobre la base de la Fe en Cristo, y lo que Cristo ha hecho en la Cruz [Jn. 8:56].)
7 Sabéis por tanto, que los que son de Fe (presenta la Fe, y la Fe sola, como el fundamento; pero el Objeto de la Fe debe ser siempre la Cruz), los tales son hijos de Abraham (los hijos legítimos de Abraham).
8 Y viendo antes La Escritura, que Dios por la Fe había de justificar a los Gentiles (la Palabra de Dios como el Fundamento de todas las Cosas), Predicó antes a Abraham las Buenas Nuevas, diciendo, En ti serán benditas todas las naciones (Gén. 12:1-3).
9 Luego los (quienquiera que fuera) de la Fe (en Cristo y la Cruz) son benditos con el Creyente Abraham. (¡Él recibió la Justificación por la Fe, y así también nosotros!)

LA SOLA FE

10 Porque todos los que son de las Obras de la Ley están bajo maldición (el Creyente sólo puede estar bajo la Ley o la Gracia; es la una o la otra; sólo puede venir por la Gracia a través de la Cruz; si alguien confía en la Ley, sea la que sea cualquier clase de Ley, es maldito): porque escrito está, Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas que están escritas en el Libro de la Ley para hacerlas (Deut. 27:26). (Para alcanzar la Justicia de la Ley, se tiene que guardar la Ley intachablemente, por ello sin fallar. Tal es imposible, de modo que deja sólo la Cruz como el medio de la Salvación y la Victoria.)
11 Mas por cuanto por la Ley ninguno se justifica para con Dios, es cierto (porque es imposible para el hombre guardar perfectamente la Ley): que, El justo por la Fe vivirá ([Hab. 2:4], la Fe en Cristo y lo que Él hizo en la Cruz).
12 La Ley también no es de la Fe (los dos principios, el de la Ley y de la Fe, como un medio de la Justificación son mutuamente exclusivos el uno del otro): sino, El hombre que los hiciere vivirá en ellos. (El Creyente tiene una alternativa. Él puede intentar vivir esta vida según la Ley o según la Fe. Él no puede vivir bajo las dos.)
13 Cristo nos redimió de la maldición de la Ley (Él nos redimió en la Cruz), hecho por nosotros una maldición (Él tomó la pena de la Ley, que era la muerte): porque está escrito, Maldito cualquiera que es colgado en un madero (Deut. 21:22-23):
14 Para que la bendición de Abraham (la Justificación por la Fe) fuese sobre los Gentiles en Cristo Jesús (lo que Él hizo en la Cruz); para que por la Fe recibamos la Promesa del Espíritu. (Todo pecado fue expiado en la Cruz que canceló la deuda del pecado del Creyente, haciéndolo posible para que el Espíritu Santo entre en la vida del Creyente y more allí para siempre [Jn. 14:16-17].)

EL CONVENIO

15 Hermanos, hablo como hombre (ahora expone un argumento para mostrar que el Convenio que Dios hizo con Abraham todavía está vigente); Aunque un pacto sea de hombre, con todo, siendo confirmado, nadie lo cancela, o le añade. (En otras palabras, el Convenio de Justificación por la Fe no puede romperse ni ponerse a un lado.)
16 A Abraham fueron hechas las Promesas y a su simiente (a todos aquellos que han recibido la Salvación por Fe en Cristo). No dice, Y a las simientes, como de muchos; sino como de uno, Y a tu simiente, la cual es Cristo. (La Simiente de Abraham era Cristo, y Cristo es Dios y también Hombre. Por lo tanto, el Convenio no puede ser quebrantado.)
17 Esto pues digo, Que el Pacto confirmado de Dios para con Cristo (se refiere al Convenio Abrámico, que es la Justificación por la Fe), la Ley (la Ley de Moisés) que fue hecha cuatrocientos treinta años después, no lo abroga, para invalidar la Promesa. (En otras palabras, la Ley de Moisés no anuló el Convenio Abrámico. De hecho, ese Convenio todavía está vigente.)
18 Porque si la herencia es por la Ley, ya no es por la Promesa (la herencia no puede provenir de ambos Convenios y, de hecho, no puede provenir por la Ley): empero Dios la dio gratuitamente a Abraham por la Promesa. (El verbo “dio” es en el tiempo perfecto del indicativo, lo que significa que Dios dio la Promesa acerca de Cristo como una Promesa permanente que no puede ser reemplazada ni modificada.)

LA LEY

19 ¿Pues de qué sirve la Ley? (¿Para qué vale la Ley?) Fue puesta por causa de las rebeliones (fue dada para definir el pecado), hasta que viniese la Simiente a quien fue hecha la Promesa (Cristo es la Promesa); ordenada aquélla por los Ángeles en la mano de un mediador. (Moisés era el mediador de la Ley.)
20 Y el mediador no es de uno (para ser un mediador, se requiere más de una persona; en otras palabras, el mediador es la persona intermedia entre dos o más personas que están enemistadas), pero Dios es uno. (Dios es el Mediador del Nuevo Convenio, pero de un modo diferente que Moisés. Jesús es Dios, y también Jesús es Hombre. Por consiguiente, el Nuevo Convenio no depende del hombre como tal, sino más bien el Hombre Cristo Jesús. ¡Por lo tanto, este Convenio no puede fallar!)
21 ¿Luego la Ley es contra las Promesas de Dios? (Exige una respuesta negativa.) De ninguna manera: porque si la Ley dada pudiera vivificar, la Justicia fuera verdaderamente por la Ley. (La Ley de Moisés podía demostrar al hombre lo que él era, pero no tenía ningún poder de cambiarlo.)
22 Mas encerró La Escritura todo bajo pecado (la Ley no podía ofrecer Vida Eterna; sólo podía exigir castigo, que era la muerte), para que la Promesa fuese dada a los que creen por la Fe de Jesucristo. (La Vida Eterna es por Fe en la Promesa, Quien es Jesucristo y lo que Él hizo en la Cruz. En otras palabras, la palabra “creen” demanda que Cristo y la Cruz siempre deban ser el Objeto de nuestra Fe.)
23 Empero antes que viniese la Fe (en realidad dice en el Griego, “antes de la Fe”; en resumen, se refiere “a Jesucristo y Él Crucificado”), estábamos guardados bajo la Ley (en efecto quiere decir, “mantenerse bajo llave”), encerrados para aquella Fe que había de ser descubierta. (Indica que la Ley señalaba a Cristo, siempre a Cristo.)
24 De manera que la Ley ha sido nuestro ayo (debiera traducirse, “nuestra tutora”) para llevarnos a Cristo (declara lo que el resultado final de la Ley fuese destinado), para que fuésemos justificados por la Fe. (Nos indica que la Ley no tenía ninguna función permanente, sino que servía solamente hasta que viniera Cristo. Es sólo por la Fe en Cristo que puede justificarse.)
25 Mas venida la Fe (Pablo se refiere a la Obra Terminada de Cristo en la Cruz), ya no estamos bajo el ayo. (Realmente debiera decir, “ya no estamos bajo la tutela de la Ley.” La Ley fue totalmente cumplida en Cristo.)

LA FE

26 Porque todos sois Hijos de Dios por la Fe en Cristo Jesús. (Toda persona que es salva, y toda persona que fue salva o será salva, es salva sólo por “la Fe en Cristo Jesús,” lo cual se refiere a lo que Él hizo en la Cruz.)
27 Porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo (el Bautismo en Su Muerte en el Calvario [Rom. 6:3-5]; la referencia no es el Bautismo en Agua) de Cristo estáis vestidos (quiere decir estar revestido con Él [Jn. 14:20]).
28 No hay Judío ni Griego, no hay siervo ni libre, no hay varón ni hembra (todos tienen una vida común en Cristo Jesús): porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús. (El fin de la clase, estatus y distinción social. Esta sola frase corresponde al racismo.)
29 Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente la simiente de Abraham sois (Cristo es la Simiente de Abraham, por eso mi unión con Cristo me convierte en la simiente de Abraham también), y los herederos conforme a la Promesa (herederos de Dios y coherederos con Jesucristo [Rom. 8:17]).



Primera Corintios Capítulo 13:
Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.


Hebreos 10:35-12:4
Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida. Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté,  David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre.


Romanos 8:
Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, los que no vivan según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los   muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.

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