19 January 2023

El 19 de enero Lectura Bíblica Diaria

Sonidos del aire libre


EL 19 de enero Lectura Bíblica Diaria:

Job 1-3:

1 Hubo en tierra de Uz un varón llamado Job; y era este hombre perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal. Y le nacieron siete hijos y tres hijas. Su hacienda era siete mil ovejas, tres mil camellos, quinientas yuntas de bueyes, quinientas asnas, y muchísimos criados; y era aquel varón más grande que todos los orientales. E iban sus hijos y hacían banquetes en sus casas, cada uno en su día; y enviaban a llamar a sus tres hermanas para que comiesen y bebiesen con ellos. Y acontecía que habiendo pasado en turno los días del convite, Job enviaba y los santificaba, y se levantaba de mañana y ofrecía holocaustos conforme al número de todos ellos. Porque decía Job: Quizá habrán pecado mis hijos, y habrán blasfemado contra Dios en sus corazones. De esta manera hacía todos los días. Un día vinieron a presentarse delante de Jehová los hijos de Dios, entre los cuales vino también Satanás. Y dijo Jehová a Satanás: ¿De dónde vienes? Respondiendo Satanás a Jehová, dijo: De rodear la tierra y de andar por ella. Y Jehová dijo a Satanás: ¿No has considerado a mi siervo Job, que no hay otro como él en la tierra, varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal? Respondiendo Satanás a Jehová, dijo: ¿Acaso teme Job a Dios de balde? ¿No le has cercado alrededor a él y a su casa y a todo lo que tiene? Al trabajo de sus manos has dado bendición; por tanto, sus bienes han aumentado sobre la tierra. Pero extiende ahora tu mano y toca todo lo que tiene, y verás si no blasfema contra ti en tu misma presencia. Dijo Jehová a Satanás: He aquí, todo lo que tiene está en tu mano; solamente no pongas tu mano sobre él. Y salió Satanás de delante de Jehová. Y un día aconteció que sus hijos e hijas comían y bebían vino en casa de su hermano el primogénito, y vino un mensajero a Job, y le dijo: Estaban arando los bueyes, y las asnas paciendo cerca de ellos, y acometieron los sabeos y los tomaron, y mataron a los criados a filo de espada; solamente escapé yo para darte la noticia. Aún estaba éste hablando, cuando vino otro que dijo: Fuego de Dios cayó del cielo, que quemó las ovejas y a los pastores, y los consumió; solamente escapé yo para darte la noticia. Todavía estaba éste hablando, y vino otro que dijo: Los caldeos hicieron tres escuadrones, y arremetieron contra los camellos y se los llevaron, y mataron a los criados a filo de espada; y solamente escapé yo para darte la noticia. Entre tanto que éste hablaba, vino otro que dijo: Tus hijos y tus hijas estaban comiendo y bebiendo vino en casa de su hermano el primogénito; y un gran viento vino del lado del desierto y azotó las cuatro esquinas de la casa, la cual cayó sobre los jóvenes, y murieron; y solamente escapé yo para darte la noticia. Entonces Job se levantó, y rasgó su manto, y rasuró su cabeza, y se postró en tierra y adoró, y dijo: Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré allá. Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito. En todo esto no pecó Job, ni atribuyó a Dios despropósito alguno. 2 Aconteció que otro día vinieron los hijos de Dios para presentarse delante de Jehová, y Satanás vino también entre ellos presentándose delante de Jehová. Y dijo Jehová a Satanás: ¿De dónde vienes? Respondió Satanás a Jehová, y dijo: De rodear la tierra, y de andar por ella. Y Jehová dijo a Satanás: ¿No has considerado a mi siervo Job, que no hay otro como él en la tierra, varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal, y que todavía retiene su integridad, aun cuando tú me incitaste contra él para que lo arruinara sin causa? Respondiendo Satanás, dijo a Jehová: Piel por piel, todo lo que el hombre tiene dará por su vida. Pero extiende ahora tu mano, y toca su hueso y su carne, y verás si no blasfema contra ti en tu misma presencia. Y Jehová dijo a Satanás: He aquí, él está en tu mano; mas guarda su vida. Entonces salió Satanás de la presencia de Jehová, e hirió a Job con una sarna maligna desde la planta del pie hasta la coronilla de la cabeza. Y tomaba Job un tiesto para rascarse con él, y estaba sentado en medio de ceniza. Entonces le dijo su mujer: ¿Aún retienes tu integridad? Maldice a Dios, y muérete. Y él le dijo: Como suele hablar cualquiera de las mujeres fatuas, has hablado. ¿Qué? ¿Recibiremos de Dios el bien, y el mal no lo recibiremos? En todo esto no pecó Job con sus labios. Y tres amigos de Job, Elifaz temanita, Bildad suhita, y Zofar naamatita, luego que oyeron todo este mal que le había sobrevenido, vinieron cada uno de su lugar; porque habían convenido en venir juntos para condolerse de él y para consolarle. Los cuales, alzando los ojos desde lejos, no lo conocieron, y lloraron a gritos; y cada uno de ellos rasgó su manto, y los tres esparcieron polvo sobre sus cabezas hacia el cielo. Así se sentaron con él en tierra por siete días y siete noches, y ninguno le hablaba palabra, porque veían que su dolor era muy grande. 3 Después de esto abrió Job su boca, y maldijo su día. Y exclamó Job, y dijo: Perezca el día en que yo nací,
Y la noche en que se dijo: Varón es concebido. Sea aquel día sombrío,
Y no cuide de él Dios desde arriba,
Ni claridad sobre él resplandezca. Aféenlo tinieblas y sombra de muerte;
Repose sobre él nublado
Que lo haga horrible como día caliginoso. Ocupe aquella noche la oscuridad;
No sea contada entre los días del año,
Ni venga en el número de los meses. ¡Oh, que fuera aquella noche solitaria,
Que no viniera canción alguna en ella! Maldíganla los que maldicen el día,
Los que se aprestan para despertar a Leviatán. Oscurézcanse las estrellas de su alba;
Espere la luz, y no venga,
Ni vea los párpados de la mañana; Por cuanto no cerró las puertas del vientre donde yo estaba,
Ni escondió de mis ojos la miseria. ¿Por qué no morí yo en la matriz,
O expiré al salir del vientre? ¿Por qué me recibieron las rodillas?
¿Y a qué los pechos para que mamase? Pues ahora estaría yo muerto, y reposaría;
Dormiría, y entonces tendría descanso, Con los reyes y con los consejeros de la tierra,
Que reedifican para sí ruinas; O con los príncipes que poseían el oro,
Que llenaban de plata sus casas. ¿Por qué no fui escondido como abortivo,
Como los pequeñitos que nunca vieron la luz? Allí los impíos dejan de perturbar,
Y allí descansan los de agotadas fuerzas. Allí también reposan los cautivos;
No oyen la voz del capataz. Allí están el chico y el grande,
Y el siervo libre de su señor. ¿Por qué se da luz al trabajado,
Y vida a los de ánimo amargado, Que esperan la muerte, y ella no llega,
Aunque la buscan más que tesoros; Que se alegran sobremanera,
Y se gozan cuando hallan el sepulcro? ¿Por qué se da vida al hombre que no sabe por donde ha de ir,
Y a quien Dios ha encerrado? Pues antes que mi pan viene mi suspiro,
Y mis gemidos corren como aguas. Porque el temor que me espantaba me ha venido,
Y me ha acontecido lo que yo temía. No he tenido paz, no me aseguré, ni estuve reposado;
No obstante, me vino turbación.

Salmo 101:
Quiero cantar al amor y a la justicia: quiero, Señor, cantarte salmos. Quiero triunfar en el camino de perfección: ¿Cuándo me visitarás? Quiero conducirme en mi propia casa con integridad de corazón. No me pondré como meta nada en que haya perversidad. Las acciones de gente desleal las aborrezco; no tendrán nada que ver conmigo. Alejaré de mí toda intención perversa; no tendrá cabida en mí la maldad. Al que en secreto calumnie a su prójimo, lo haré callar para siempre; al de ojos altivos y corazón soberbio no lo soportaré. Pondré mis ojos en los fieles de la tierra, para que habiten conmigo; sólo estarán a mi servicio los de conducta intachable. Jamás habitará bajo mi techo nadie que practique el engaño; jamás prevalecerá en mi presencia nadie que hable con falsedad. Cada mañana reduciré al silencio a todos los impíos que hay en la tierra; extirparé de la ciudad del Señor a todos los malhechores.


Proverbios 27:
No te jactes del día de mañana, porque no sabes lo que el día traerá. No te jactes de ti mismo; que sean otros los que te alaben. Pesada es la piedra, pesada es la arena, pero más pesada es la ira del necio. Cruel es la furia, y arrolladora la ira, pero ¿quién puede enfrentarse a la envidia? Más vale ser reprendido con franqueza que ser amado en secreto. Más confiable es el amigo que hiere que el enemigo que besa. Al que no tiene hambre, hasta la miel lo empalaga; al hambriento, hasta lo amargo le es dulce. Como ave que vaga lejos del nido es el hombre que vaga lejos del hogar. El perfume y el incienso alegran el corazón; la dulzura de la amistad fortalece el ánimo. No abandones a tu amigo ni al amigo de tu padre. No vayas a la casa de tu hermano cuando tengas un  problema. Más vale vecino cercano que hermano distante. Hijo mío, sé sabio y alegra mi corazón; así podré responder a los que me desprecian. El prudente ve el peligro y lo evita; el inexperto sigue adelante y sufre las consecuencias. Toma la prenda del que salga fiador por un extraño; reténla en garantía si la entrega por la mujer ajena. El mejor saludo se juzga una impertinencia cuando se da a gritos y de madrugada. Gotera  constante en un día lluvioso es la mujer que siempre pelea. Quien la domine, podrá dominar el viento y retener aceite en la mano. El hierro se afila con el hierro, y el hombre en el trato con el hombre. El que cuida de la higuera comerá de sus higos, y el que vela por su amo recibirá honores. En el agua se refleja el rostro, y en el corazón se refleja la persona. El sepulcro, la muerte y los ojos del hombre jamás se dan por satisfechos. En el crisol se prueba la plata; en el horno se prueba el oro; ante las alabanzas, el hombre. Aunque al necio lo muelas y lo remuelas, y lo machaques como al grano, no le quitarás la necedad. Asegúrate de saber cómo están tus rebaños; cuida mucho de tus ovejas; pues las riquezas no son eternas ni la fortuna está siempre segura. Cuando se limpien los campos y brote el verdor, y en los montes se recoja la hierba, las ovejas te darán para el vestido, y las cabras para comprar un campo; tendrás leche de cabra en abundancia para que se alimenten tú y tu familia, y toda tu servidumbre.

 
El Libro de Gálatas Capítulo 2 del Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:
LA EPÍSTOLA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS GÁLATAS
CAPÍTULO 2 
(52 d.C.) 
LA IGLESIA
  
DESPUÉS, pasados catorce años, fui otra vez a Jerusalén juntamente con Bernabé (era probablemente el Concilio de Jerusalén [Hch. 15:1-35]), tomando también conmigo a Tito. 2 Empero fui por Revelación (el Señor le dijo que fuera), y les comuniqué el Evangelio que Predico entre los Gentiles (el Mensaje de la Cruz), mas particularmente a los que parecían ser algo (por lo menos a algunos de los primeros Doce), por no correr, o haber corrido, en vano. (Si los Doce, o incluso Santiago el Hermano del Señor, hubieran repudiado Su Evangelio de Gracia, al menos en lo que concernía a los Gentiles, esto habría creado una barrera insuperable.) 3 Mas ni aun Tito, que estaba conmigo, siendo Griego (un Gentil), fue obligado a circuncidarse (Pablo probablemente lo tomó como un juicio): 4 Y eso por causa de los falsos hermanos, que se entraban secretamente (sugiere que fueron compañeros Creyentes, pero su insistencia sobre la necesidad de la Ley constituyó una negación de Cristo en la opinión de Pablo) para espiar nuestra libertad que tenemos en Cristo Jesús (la Verdad del Evangelio estaba en juego), para someternos a esclavitud (abandonar la Cruz siempre resulta en esclavitud): 5 A los cuales ni aun por una hora cedimos sujetándonos (Pablo no cedería una sola pizca, ni transigir en lo más mínimo); para que la Verdad del Evangelio permaneciese con vosotros. (La justificación por la Fe estaba en juicio.) 6 Empero de aquellos (hermanos falsos) que parecían ser algo, (cuáles hayan sido algún tiempo, no tengo que ver: Dios no acepta apariencia de hombre:) a mí ciertamente los que parecían ser algo, nada me dieron (no había nadie que pudiera añadir a la Revelación que el Señor le dio, en cuanto a la Cruz): 7 Antes por el contrario, cuando vieron que el Evangelio de la incircuncisión (los Gentiles) me era encargado (presenta a los Apóstoles de Jerusalén defendiendo la causa de Pablo después de oír la cuestión discutida en privada), como a Pedro el de la Circuncisión (los Judíos); 8 (Porque El Que hizo por Pedro para el Apostolado de la Circuncisión (los Judíos), hizo también por mí para con los Gentiles:) 9 Y cuando vieron la Gracia que me era dada (el Mensaje de la Gracia), Santiago (el Hermano del Señor) y Cefas (Pedro) y Juan, que parecían ser las columnas (una metáfora), nos estrecharon la mano en señal de compañerismo a mí y a Bernabé (una promesa de amistad y acuerdo); para que nosotros fuésemos a los Gentiles (a los que no son Judíos), y ellos a la Circuncisión (los Judíos). 10 Solamente nos pidieron que nos acordásemos de los pobres (los Santos  pobres en Jerusalén, quienes habían sufrido privaciones terribles debido a la persecución); lo mismo que fui también solícito en hacer. (Pablo vio la necesidad y sintió que él debía responder favorablemente, que así lo hizo.)PEDRO 11 Empero viniendo Pedro a Antioquía (Antioquía Siria, la ciudad usada por Dios para encabezar la Evangelización mundial), lo resistí en la cara (Pablo abiertamente se opuso y le reprobó, aunque Pedro fuera mayor), porque era de condenar (por haber abandonado la Cruz y recurrir a la Ley). 12 Porque antes que viniesen unos de parte de Santiago (nos da claramente otro ejemplo en cuanto a por qué los Apóstoles, o cualquier otro, no deben tener la última palabra, sino más bien la Palabra Misma de Dios), él (Pedro) comía con los Gentiles (Pedro conocía el Evangelio de la Gracia): mas después que vinieron (aquellos de Santiago en Jerusalén), se separaba y apartaba, teniendo miedo de los que eran de la Circuncisión. (El problema era “temor al hombre.” Algunos de los Cristianos Judíos todavía trataban de cumplir con la Ley de Moisés, lo que significa que aceptaban a Jesús como el Mesías, pero no daban crédito en absoluto a la Cruz. Esto por último le ocasionó a Pablo la necesidad de escribir la Epístola a los Hebreos.)13 Y a su disimulación consentían también (con Pedro) los otros Judíos (en la Iglesia en Antioquía); de tal manera que aun Bernabé fue también llevado de ellos en su simulación (hipocresía). 14 Mas cuando vi que no andaban con rectitud conforme a la Verdad del Evangelio (estaban abandonando la Cruz), dije a Pedro delante de todos (la amonestación de Pablo fue en presencia de todos, de toda la Iglesia de Antioquia), Si tú, siendo Judío, vives como los Gentiles y no como Judío, ¿por qué exiges a los Gentiles a Judaizar? (¡Hipocresía!)LA JUSTIFICACIÓN 15 Nosotros Judíos naturales (deberíamos entenderlo mejor), y no pecadores de los Gentiles (que sólo sabían lo que les decíamos porque no fueron privilegiados de tener la Ley como nosotros la tuvimos), 16 Sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la Ley (tal es imposible), sino por la Fe de Jesucristo (la Fe en lo que Él hizo en la Cruz), nosotros también hemos creído en Jesucristo (el Objeto de la Fe siempre debe ser la Cruz), para que fuésemos Justificados por la Fe de Cristo, y no por las obras de la Ley: por cuanto por las obras de la Ley ninguna carne será justificada (¡categóricamente así es! no puede ser hecho). 17 Y si buscando nosotros ser Justificados en Cristo (al confiar en lo que Cristo hizo en la Cruz), también nosotros somos hallados pecadores (si fallamos, por ello al pecar de algún modo), ¿es por eso Cristo ministro de pecado? (¿Debe Cristo ser culpado por nuestro fracaso?) En ninguna manera. (La Cruz no ha fallado. Somos nosotros los que hemos fallado.) 18 Porque si las cosas que destruí (volver a la Ley), las mismas vuelvo a edificar, transgresor me hago. (Volver a cualquier tipo de Ley es una desviación del Orden Prescrito de Dios de la Victoria [la Cruz], y es pecado.) 19 Porque yo por la Ley (Cristo ha guardado perfectamente la Ley y ha sufrido su pena justa, todo por mí) soy muerto a la Ley (la Ley no está muerta, pero yo estoy muerto a la Ley en virtud de haber muerto con Cristo [Rom. 6:3-5]), para vivir a Dios. (Indica aquello que sólo puede ser hecho por Cristo, y nunca según la Ley.) 20 Con Cristo estoy juntamente Crucificado (como el Fundamento de toda Victoria; Pablo, aquí, nos lleva de nuevo a Romanos 6:3-5): mas yo vivo (tengo nueva vida); no ya yo (no por mi propia fuerza y capacidad), mas vive Cristo en mí (en virtud de haber muerto con Él en la Cruz, y resucitado con Él a novedad de vida): y la vida que ahora vivo en la carne (mi andar diario ante Dios), la vivo en la Fe del Hijo de Dios (la Cruz siempre es el Objeto de mi Fe), El Cual me amó, y se entregó a Sí Mismo a muerte por mí (que es el único camino por el cual yo podría ser salvo). 21 No desecho la Gracia de Dios (si hacemos el Objeto de nuestra Fe en algo además de la Cruz de Cristo, frustramos la Gracia de Dios, lo que significa que impedimos su acción, y el Espíritu Santo ya no nos ayudará): porque si por la Ley fuese la Justicia (cualquier tipo de Ley), entonces por demás murió Cristo. (Si puedo vivir con éxito para el Señor por algún medio aparte de la Fe en Cristo y la Cruz, entonces la Muerte de Cristo fue un desperdicio.) 

Primera Corintios Capítulo 13: 
Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor. 


Hebreos 10:35-12:4
 Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida. Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté,  David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre. 


Romanos 8: 
Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, los que no vivan según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los   muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.

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