El 16 de octubre Lectura Bíblica Diaria
Mensaje de la Cruz de Cristo Jesús-Capítulo-1
El 16 de octubre Lectura Bíblica Diaria:
Números 35-36 y Deuteronomio 1:
35 Habló Jehová a Moisés en los campos de Moab, junto al Jordán frente a Jericó, diciendo: Manda a los hijos de Israel que den a los levitas, de la posesión de su heredad, ciudades en que habiten; también daréis a los levitas los ejidos de esas ciudades alrededor de ellas. Y tendrán ellos las ciudades para habitar, y los ejidos de ellas serán para sus animales, para sus ganados y para todas sus bestias. Y los ejidos de las ciudades que daréis a los levitas serán mil codos alrededor, desde el muro de la ciudad para afuera. Luego mediréis fuera de la ciudad al lado del oriente dos mil codos, al lado del sur dos mil codos, al lado del occidente dos mil codos, y al lado del norte dos mil codos, y la ciudad estará en medio; esto tendrán por los ejidos de las ciudades. Y de las ciudades que daréis a los levitas, seis ciudades serán de refugio, las cuales daréis para que el homicida se refugie allá; y además de éstas daréis cuarenta y dos ciudades. Todas las ciudades que daréis a los levitas serán cuarenta y ocho ciudades con sus ejidos. Y en cuanto a las ciudades que diereis de la heredad de los hijos de Israel, del que tiene mucho tomaréis mucho, y del que tiene poco tomaréis poco; cada uno dará de sus ciudades a los levitas según la posesión que heredará. Habló Jehová a Moisés, diciendo: Habla a los hijos de Israel, y diles: Cuando hayáis pasado al otro lado del Jordán a la tierra de Canaán, os señalaréis ciudades, ciudades de refugio tendréis, donde huya el homicida que hiriere a alguno de muerte sin intención. Y os serán aquellas ciudades para refugiarse del vengador, y no morirá el homicida hasta que entre en juicio delante de la congregación. De las ciudades, pues, que daréis, tendréis seis ciudades de refugio. Tres ciudades daréis a este lado del Jordán, y tres ciudades daréis en la tierra de Canaán, las cuales serán ciudades de refugio. Estas seis ciudades serán de refugio para los hijos de Israel, y para el extranjero y el que more entre ellos, para que huya allá cualquiera que hiriere de muerte a otro sin intención. Si con instrumento de hierro lo hiriere y muriere, homicida es; el homicida morirá. Y si con piedra en la mano, que pueda dar muerte, lo hiriere y muriere, homicida es; el homicida morirá. Y si con instrumento de palo en la mano, que pueda dar muerte, lo hiriere y muriere, homicida es; el homicida morirá. El vengador de la sangre, él dará muerte al homicida; cuando lo encontrare, él lo matará. Y si por odio lo empujó, o echó sobre él alguna cosa por asechanzas, y muere; o por enemistad lo hirió con su mano, y murió, el heridor morirá; es homicida; el vengador de la sangre matará al homicida cuando lo encontrare. Mas si casualmente lo empujó sin enemistades, o echó sobre él cualquier instrumento sin asechanzas, o bien, sin verlo hizo caer sobre él alguna piedra que pudo matarlo, y muriere, y él no era su enemigo, ni procuraba su mal; entonces la congregación juzgará entre el que causó la muerte y el vengador de la sangre conforme a estas leyes; y la congregación librará al homicida de mano del vengador de la sangre, y la congregación lo hará volver a su ciudad de refugio, en la cual se había refugiado; y morará en ella hasta que muera el sumo sacerdote, el cual fue ungido con el aceite santo. Mas si el homicida saliere fuera de los límites de su ciudad de refugio, en la cual se refugió, y el vengador de la sangre le hallare fuera del límite de la ciudad de su refugio, y el vengador de la sangre matare al homicida, no se le culpará por ello; pues en su ciudad de refugio deberá aquél habitar hasta que muera el sumo sacerdote; y después que haya muerto el sumo sacerdote, el homicida volverá a la tierra de su posesión. Estas cosas os serán por ordenanza de derecho por vuestras edades, en todas vuestras habitaciones. Cualquiera que diere muerte a alguno, por dicho de testigos morirá el homicida; mas un solo testigo no hará fe contra una persona para que muera. Y no tomaréis precio por la vida del homicida, porque está condenado a muerte; indefectiblemente morirá. Ni tampoco tomaréis precio del que huyó a su ciudad de refugio, para que vuelva a vivir en su tierra, hasta que muera el sumo sacerdote. Y no contaminaréis la tierra donde estuviereis; porque esta sangre amancillará la tierra, y la tierra no será expiada de la sangre que fue derramada en ella, sino por la sangre del que la derramó. No contaminéis, pues, la tierra donde habitáis, en medio de la cual yo habito; porque yo Jehová habito en medio de los hijos de Israel. 36 Llegaron los príncipes de los padres de la familia de Galaad hijo de Maquir, hijo de Manasés, de las familias de los hijos de José; y hablaron delante de Moisés y de los príncipes, jefes de las casas paternas de los hijos de Israel, y dijeron: Jehová mandó a mi señor que por sorteo diese la tierra a los hijos de Israel en posesión; también ha mandado Jehová a mi señor, que dé la posesión de Zelofehad nuestro hermano a sus hijas. Y si ellas se casaren con algunos de los hijos de las otras tribus de los hijos de Israel, la herencia de ellas será así quitada de la herencia de nuestros padres, y será añadida a la herencia de la tribu a que se unan; y será quitada de la porción de nuestra heredad. Y cuando viniere el jubileo de los hijos de Israel, la heredad de ellas será añadida a la heredad de la tribu de sus maridos; así la heredad de ellas será quitada de la heredad de la tribu de nuestros padres. Entonces Moisés mandó a los hijos de Israel por mandato de Jehová, diciendo: La tribu de los hijos de José habla rectamente. Esto es lo que ha mandado Jehová acerca de las hijas de Zelofehad, diciendo: Cásense como a ellas les plazca, pero en la familia de la tribu de su padre se casarán, para que la heredad de los hijos de Israel no sea traspasada de tribu en tribu; porque cada uno de los hijos de Israel estará ligado a la heredad de la tribu de sus padres. Y cualquiera hija que tenga heredad en las tribus de los hijos de Israel, con alguno de la familia de la tribu de su padre se casará, para que los hijos de Israel posean cada uno la heredad de sus padres, y no ande la heredad rodando de una tribu a otra, sino que cada una de las tribus de los hijos de Israel estará ligada a su heredad. Como Jehová mandó a Moisés, así hicieron las hijas de Zelofehad. Y así Maala, Tirsa, Hogla, Milca y Noa, hijas de Zelofehad, se casaron con hijos de sus tíos paternos. Se casaron en la familia de los hijos de Manasés, hijo de José; y la heredad de ellas quedó en la tribu de la familia de su padre. Estos son los mandamientos y los estatutos que mandó Jehová por medio de Moisés a los hijos de Israel en los campos de Moab, junto al Jordán, frente a Jericó.
Deuteronomio 1:
Estas son las palabras que habló Moisés a todo Israel a este lado del Jordán en el desierto, en el Arabá frente al Mar Rojo, entre Parán, Tofel, Labán, Hazerot y Dizahab. Once jornadas hay desde Horeb, camino del monte de Seir, hasta Cades-barnea. Y aconteció que a los cuarenta años, en el mes undécimo, el primero del mes, Moisés habló a los hijos de Israel conforme a todas las cosas que Jehová le había mandado acerca de ellos, después que derrotó a Sehón rey de los amorreos, el cual habitaba en Hesbón, y a Og rey de Basán que habitaba en Astarot en Edrei. De este lado del Jordán, en tierra de Moab, resolvió Moisés declarar esta ley, diciendo: Jehová nuestro Dios nos habló en Horeb, diciendo: Habéis estado bastante tiempo en este monte. Volveos e id al monte del amorreo y a todas sus comarcas, en el Arabá, en el monte, en los valles, en el Neguev, y junto a la costa del mar, a la tierra del cananeo, y al Líbano, hasta el gran río, el río Eufrates. Mirad, yo os he entregado la tierra; entrad y poseed la tierra que Jehová juró a vuestros padres Abraham, Isaac y Jacob, que les daría a ellos y a su descendencia después de ellos. En aquel tiempo yo os hablé diciendo: Yo solo no puedo llevaros. Jehová vuestro Dios os ha multiplicado, y he aquí hoy vosotros sois como las estrellas del cielo en multitud. ¡Jehová Dios de vuestros padres os haga mil veces más de lo que ahora sois, y os bendiga, como os ha prometido! ¿Cómo llevaré yo solo vuestras molestias, vuestras cargas y vuestros pleitos? Dadme de entre vosotros, de vuestras tribus, varones sabios y entendidos y expertos, para que yo los ponga por vuestros jefes. Y me respondisteis y dijisteis: Bueno es hacer lo que has dicho. Y tomé a los principales de vuestras tribus, varones sabios y expertos, y los puse por jefes sobre vosotros, jefes de millares, de centenas, de cincuenta y de diez, y gobernadores de vuestras tribus. Y entonces mandé a vuestros jueces, diciendo: Oíd entre vuestros hermanos, y juzgad justamente entre el hombre y su hermano, y el extranjero. No hagáis distinción de persona en el juicio; así al pequeño como al grande oiréis; no tendréis temor de ninguno, porque el juicio es de Dios; y la causa que os fuere difícil, la traeréis a mí, y yo la oiré. Os mandé, pues, en aquel tiempo, todo lo que habíais de hacer. Y salidos de Horeb, anduvimos todo aquel grande y terrible desierto que habéis visto, por el camino del monte del amorreo, como Jehová nuestro Dios nos lo mandó; y llegamos hasta Cades-barnea. Entonces os dije: Habéis llegado al monte del amorreo, el cual Jehová nuestro Dios nos da. Mira, Jehová tu Dios te ha entregado la tierra; sube y toma posesión de ella, como Jehová el Dios de tus padres te ha dicho; no temas ni desmayes. Y vinisteis a mí todos vosotros, y dijisteis: Enviemos varones delante de nosotros que nos reconozcan la tierra, y a su regreso nos traigan razón del camino por donde hemos de subir, y de las ciudades adonde hemos de llegar. Y el dicho me pareció bien; y tomé doce varones de entre vosotros, un varón por cada tribu. Y se encaminaron, y subieron al monte, y llegaron hasta el valle de Escol, y reconocieron la tierra. Y tomaron en sus manos del fruto del país, y nos lo trajeron, y nos dieron cuenta, y dijeron: Es buena la tierra que Jehová nuestro Dios nos da. Sin embargo, no quisisteis subir, antes fuisteis rebeldes al mandato de Jehová vuestro Dios; y murmurasteis en vuestras tiendas, diciendo: Porque Jehová nos aborrece, nos ha sacado de tierra de Egipto, para entregarnos en manos del amorreo para destruirnos. ¿A dónde subiremos? Nuestros hermanos han atemorizado nuestro corazón, diciendo: Este pueblo es mayor y más alto que nosotros, las ciudades grandes y amuralladas hasta el cielo; y también vimos allí a los hijos de Anac. Entonces os dije: No temáis, ni tengáis miedo de ellos. Jehová vuestro Dios, el cual va delante de vosotros, él peleará por vosotros, conforme a todas las cosas que hizo por vosotros en Egipto delante de vuestros ojos. Y en el desierto has visto que Jehová tu Dios te ha traído, como trae el hombre a su hijo, por todo el camino que habéis andado, hasta llegar a este lugar. Y aun con esto no creísteis a Jehová vuestro Dios, quien iba delante de vosotros por el camino para reconoceros el lugar donde habíais de acampar, con fuego de noche para mostraros el camino por donde anduvieseis, y con nube de día. Y oyó Jehová la voz de vuestras palabras, y se enojó, y juró diciendo: No verá hombre alguno de estos, de esta mala generación, la buena tierra que juré que había de dar a vuestros padres, excepto Caleb hijo de Jefone; él la verá, y a él le daré la tierra que pisó, y a sus hijos; porque ha seguido fielmente a Jehová. También contra mí se airó Jehová por vosotros, y me dijo: Tampoco tú entrarás allá. Josué hijo de Nun, el cual te sirve, él entrará allá; anímale, porque él la hará heredar a Israel. Y vuestros niños, de los cuales dijisteis que servirían de botín, y vuestros hijos que no saben hoy lo bueno ni lo malo, ellos entrarán allá, y a ellos la daré, y ellos la heredarán. Pero vosotros volveos e id al desierto, camino del Mar Rojo. Entonces respondisteis y me dijisteis: Hemos pecado contra Jehová; nosotros subiremos y pelearemos, conforme a todo lo que Jehová nuestro Dios nos ha mandado. Y os armasteis cada uno con sus armas de guerra, y os preparasteis para subir al monte. Y Jehová me dijo: Diles: No subáis, ni peleéis, pues no estoy entre vosotros; para que no seáis derrotados por vuestros enemigos. Y os hablé, y no disteis oído; antes fuisteis rebeldes al mandato de Jehová, y persistiendo con altivez subisteis al monte. Pero salió a vuestro encuentro el amorreo, que habitaba en aquel monte, y os persiguieron como hacen las avispas, y os derrotaron en Seir, hasta Horma. Y volvisteis y llorasteis delante de Jehová, pero Jehová no escuchó vuestra voz, ni os prestó oído. Y estuvisteis en Cades por muchos días, los días que habéis estado allí.
Psalms 6
No
me reprendas, Señor, en tu ira; no me castigues en tu furor. Tenme
compasión, Señor, porque desfallezco; sáname, Señor, que un frío de
muerte recorre mis huesos. Angustiada está mi alma; ¿hasta cuándo,
Señor, hasta cuándo? Vuélvete, Señor, y sálvame la vida; por tu gran
amor, ¡ponme a salvo! En la muerte nadie te recuerda; en el sepulcro,
¿quién te alabará? Cansado estoy de sollozar; toda la noche inundo de
lágrimas mi cama, ¡mi lecho empapo con mi llanto! Desfallecen mis ojos
por causa del dolor; desfallecen por culpa de mis enemigos. ¡Apártense
de mí, todos los malhechores, que el Señor ha escuchado mi llanto! El
Señor ha escuchado mis ruegos; el Señor ha tomado en cuenta mi oración.
Todos mis enemigos quedarán avergonzados y confundidos; ¡su repentina
vergüenza los hará retroceder!
Proverbs 25
Éstos
son otros proverbios de Salomón, copiados por los escribas de Ezequías,
rey de Judá. Gloria de Dios es ocultar un asunto, y gloria de los reyes
el investigarlo. Tan impenetrable es el corazón de los reyes como alto
es el cielo y profunda la tierra. Quita la escoria de la plata, y de
allí saldrá material para el orfebre; quita de la presencia del rey al
malvado, y el rey afirmará su trono en la justicia. No te des
importancia en presencia del rey, ni reclames un lugar entre los
magnates; vale más que el rey te diga: "Sube acá", y no que te humille
ante gente importante. Los que atestigües con tus ojos no lo lleves de inmediato al tribunal, pues ¿qué
harás si a fin de cuentas tu prójimo te pone en vergüenza? Defiende tu causa contra tu prójimo, pero
no traiciones la confianza de nadie, no sea que te avergüence el que te
oiga y ya no puedas quitarte la infamia. Como naranjas de oro con
incrustaciones de plata son las palabras dichas a tiempo. Como anillo o
collar de oro fino son los regaños del sabio en oídos atentos. Como
frescura de nieve en día de verano es el mensajero confiable para quien
lo envía, pues infunde nuevo ánimo en sus amos. Nubes y viento, y nada
de lluvia, es quien presume de dar y nunca da nada. Con paciencia se
convence al gobernante. ¡La lengua amable quebranta hasta los huesos! Si
encuentras miel, no te empalagues; la mucha miel provoca náuseas. No
frecuentes la casa de tu amigo; no sea que lo fastidies y llegue a
aborrecerte. Un mazo, una espada, una aguda saeta, ¡eso es el falso
testigo contra su amigo! Confiar en gente desleal en momentos de
angustia es como tener un diente careado o una pierna quebrada.
Dedicarle canciones al corazón afligido es como echarle vinagre a una
herida o como andar desabrigado en un día de frío. Si tu enemigo tiene
hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber. Actuando así, harás
que se avergüence de su conducta, y el Señor te lo recompensará. Con el
viento del norte vienen las lluvias; con la lengua viperina, las malas
caras. Más vale habitar en un rincón de la azotea que compartir el techo
con mujer pendenciera. Como el agua fresca a la garganta reseca son las
buenas noticias desde lejanas tierras. Manantial turbio, contaminado
pozo, es el justo que flaquea ante el impío. No hace bien comer mucha
miel, ni es honroso buscar la propia gloria. Como ciudad sin defensa y
sin murallas es quien no sabe dominarse.
El Libro de Juan Capítulo 1 del Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:
EL SANTO EVANGELIO SEGÚN
SAN JUAN
CAPÍTULO 1
(26 d.C.)
LA DEIDAD DE CRISTO
EN
el principio (no indica que Cristo como Dios tenía un principio, porque
como Dios Él no tenía principio alguno, sino más bien se refiere al
tiempo de la Creación [Gén. 1:1]) era el Verbo (el Espíritu Santo por
Juan describe a Jesús como "el Logos Eterno"), y el Verbo era con Dios
("estaba en relación con Dios," y expresa la idea de la Trinidad), y el
Verbo era Dios (quiere decir que Él no dejó de ser Dios durante la
Encarnación; Él "era" y "es" Dios desde la eternidad pasada a la
eternidad futura).
2 Este era en el principio con Dios (esta misma
Persona estaba en la eternidad con Dios; hay sólo un Dios, pero
manifestado en tres Personas — Dios el Padre, Dios el Hijo, Dios el
Espíritu Santo).
3 Todas las cosas por Él fueron hechas (todas las
cosas llegaron a existir por Él; se refiere a cada cosa de la Creación
una por una, en vez de todas las cosas consideradas en totalidad); y sin
Él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho (nada, ni siquiera una sola
cosa, fue hecha independientemente de Su cooperación y volición).
4
En Él estaba la Vida (presenta a Jesús, el Logos Eterno, como la primera
causa); y la Vida era la Luz de los hombres (Él Solo es la Fuente de
Luz de la Vida; si alguien no conoce a Cristo, entonces está en
tinieblas).
5 Y la Luz en las tinieblas resplandece (se refiere a la
Encarnación de Cristo, y Su venida a este mundo; Su "Luz," porque se
deriva de Su Vida, echa fuera las "tinieblas"); más las tinieblas no la
comprendieron (debiera traducirse, "no prevalecieron contra ella";
significa que Satanás, aunque él intentara con toda su fuerza, no podrá
detener "la Luz," ¡nunca!; hoy está resplandeciendo por todo el mundo, y
un día pronto, no habrá nada más que aquella "Luz").
JUAN EL BAUTISTA
6 Fue un hombre enviado de Dios, el cual se llamaba Juan.
7
Éste vino por testimonio (habla de la Misión del Profeta), para que
diese testimonio de la Luz (se refería a Jesús y sólo a Jesús), para que
todos creyesen por Él (presenta a Jesús que no es solamente para
Israel, sino también para el mundo entero).
8 No era él la Luz (Juan
el Bautista no era la luz), sino para que diese testimonio de la Luz
(presenta todo lo que el hombre puede hacer).
LA ENCARNACIÓN
9
Aquél era la Luz Verdadera (hay muchas luces falsas; Jesús es la única
Luz Verdadera), que alumbra a todo hombre que viene a este mundo (si el
hombre ha de encontrar la Luz, sólo la encontrará en Cristo, y es para
"toda la humanidad").
10 En el mundo Él estaba (el Logos Eterno, el
"Creador"), y el mundo fue hecho por Él (como fue creado al principio
antes de la caída de Lucifer y la Caída del hombre), y el mundo no Le
conoció (el mundo no puede conocer a Cristo mediante la sabiduría, sino
sólo por Revelación).
11 A los Suyos vino (al mundo en general,
pero más en específico a los Judíos), y los Suyos no Le recibieron (Él
vino como el Heredero de Sus Propias Posesiones [Mat. 21:38], pero Sus
Propios siervos no Lo recibieron; al contrario, Lo mataron).
12 Mas a
todos los que Le recibieron (algunos Lo recibieron y otros aún Lo
reciben), les dio potestad de ser hechos hijos de Dios (constituye una
de las promesas más grandes en la Palabra de Dios), aun a los que creen
en Su Nombre (la Fe en Cristo y en lo que Él hizo por nosotros en la
Cruz puede convertir a una persona en "un hijo o una hija de Dios"):
13
Los cuales no son engendrados de sangre (quiere decir que los hombres
llegan a ser Hijos de Dios no por nacimiento natural), ni de voluntad de
carne (el hombre no puede ganarse la Salvación, es un regalo gratuito,
se recibe por Fe), ni de voluntad de varón (se refiere a los esfuerzos
religiosos del hombre), mas de Dios (la Salvación no se origina del todo
por el hombre, sino totalmente por Dios).
14 Y aquel Verbo fue hecho
carne (se refiere a la Encarnación, "Dios hecho hombre"), y habitó
entre nosotros (se refiere a Jesús, aunque Perfecto, no se elevó más que
los demás, sino más bien vivió tal como todos los hombres, hasta como
un campesino), (y vimos Su Gloria, Gloria como del Unigénito del Padre,)
(habla de Su Deidad, aunque oculta de los ojos de los meramente
curiosos; aunque Cristo puso a un lado la expresión de Su Deidad, Él
nunca perdió la posesión de Su Deidad) lleno de Gracia y de Verdad (como
"carne," declaró Su Humanidad, "Gracia y de Verdad," Su Deidad).
EL TESTIMONIO
15
Juan dio testimonio de Él (Juan fue llamado por este mismo motivo), y
clamó, diciendo, Éste es El del Que yo decía (corresponde al Ministerio
de Juan con respecto a la Persona de Jesús), El que viene tras mí, es
antes de mí (debiera haberse traducido, "existió antes que yo"): porque
Él es primero que yo (de nuevo, un testimonio a la Deidad de Cristo; al
igual que Dios, Él siempre ha sido).
16 Porque de Su plenitud tomamos
todos (Juan ha declarado Quién es Jesús, ahora declara qué es lo que Él
hace), y Gracia por Gracia (debiera haberse traducido, "Gracia sobre
Gracia"; esta es la provisión de Su Amor colmándose una encima de la
otra en Su provisión para las necesidades de Su Pueblo).
17 Porque
la Ley por Moisés fue dada, mas la Gracia y la Verdad por Jesucristo fue
hecha (Lo declara como el Representante Guardador de la Ley para toda
la humanidad, es decir, a todos los que creerán; la Ley manifestó al
hombre [lleno de maldad]; el Hijo manifestó a Dios [lleno de bondad]).
18
A Dios nadie Le vio jamás (mejor traducido, "Ningún hombre jamás ha
entendido ni ha experimentado a Dios en toda Su plenitud en cualquier
momento"); el Unigénito Hijo (Jesucristo y la Encarnación, Quien Solo
podría declarar perfectamente el Padre), que está en el Seno del Padre
(el compañerismo más amoroso e íntimo con el Padre), Él Le declaró (en
esencia, Dios el Padre y Dios el Hijo son Uno).
19 Y este es el
testimonio de Juan, cuando los Judíos enviaron de Jerusalén Sacerdotes y
Levitas que le preguntasen, ¿Tú, quién eres? (En ese momento, algunos
pensaban que Juan el Bautista era el Mesías.)
20 Y confesó (no había
absolutamente ninguna vacilación en su confesión en cuanto a quién él
era realmente, y sobre todo, su misión), y no negó (él no negaba que
algunos lo estaban llamando "Cristo," sin embargo, en lo absoluto él les
estaba animando a hacer esto y, de hecho, repudia totalmente el rumor);
mas declaró, No soy yo el Cristo (en realidad el Griego dice, "Yo, por
mi parte, no soy el Cristo," y fue dicho con énfasis).
21 Y le
preguntaron, ¿Qué pues? ¿Eres tú Elías? (Malaquías había vuelto a
predecir la venida del Profeta Elías que vendría del Cielo [Mal. 4:5].)
Dijo, No soy (presenta una negativa categórica; algunos de los Judíos
insinuaban que él era la reencarnación real de Elías). ¿Eres tú el
Profeta? (Se refirió al Profeta que Moisés mencionó en Deuteronomio
18:15-18. Ese era el Mesías. Por eso de nuevo, Le interrogaron si él era
el Mesías.) Y respondió, No.
22 Le dijeron, ¿Pues quién eres? para
que demos respuesta a los que nos enviaron (en realidad ellos no
investigaban por la información correcta, ni la Verdad acerca de este
asunto, sino más bien querían que él afirmara a algo con qué pudieran
acusarle). ¿Qué dices de ti mismo? (¡Su contestación es sumamente
reveladora!)
23 Dijo, Yo soy la voz del que clama en el desierto
(tomado de Isaías 40:3), Enderezad el Camino del Señor, como dijo Isaías
el Profeta (declara su misión ya que la primera frase declara su
identidad).
24 Y los que habían sido enviados eran de los Fariseos
(el Espíritu Santo tiene cuidado de delinear la fuente de estas
interrogaciones; ya la oposición da comienzo).
25 Y le preguntaron, y
le dijeron, ¿Por qué pues bautizas, si tú no eres el Cristo, ni Elías,
ni el Profeta? (Ellos se indignaron porque Juan no sólo bautizaba sin
autoridad eclesiástica, sino que además bautizaba contrario a la
práctica de los Fariseos. En otras palabras, ¡ni pidió ni buscó su
permiso, tampoco le importó de que ellos estuvieran de acuerdo o no!)
26
Y Juan les respondió, diciendo, Yo bautizo con agua (significa que era
un símbolo temporal del bautismo verdadero, duradero y eficaz del Quien
bautizaría con el Espíritu Santo): mas en medio de vosotros ha estado
Uno a Quién vosotros no conocéis (señala a su ignorancia espiritual;
¡Cristo andaba en medio de ellos, y ellos no lo sabían!).
27 Éste es
El (el Mesías ya está aquí, y aunque ustedes no Le reconozcan, y, como
se expresó anteriormente, yo no soy aquél) Que ha de venir tras mí, El
Cual es antes de mí (Quién existió antes que yo, de hecho, ha existido
eternalmente), Del Cual yo no soy digno de desatar la correa del zapato
(¡al compararse a Cristo, el Profeta más grande que jamás ha nacido de
mujer denota a sí mismo como tal, y tiene razón!).
28 Estas cosas
acontecieron en Betábara, de la otra parte del Jordán, donde Juan
bautizaba (probablemente no muy lejos de Jericó).
29 El siguiente día
(se refiere al día después que Juan fue interrogado por los emisarios
del Sanedrín) ve Juan a Jesús que venía a él (sin lugar a dudas
aconteció después del Bautismo de Jesús, y la tentación en el desierto),
y dice, He aquí, el Cordero de Dios (declara a Jesús como el Sacrificio
por el pecado, y de hecho la Ofrenda Expiatoria, lo que representaban
todos los sacrificios de millones y millones de ovejas ofrecidas), que
quita el pecado del mundo (la sangre de los animales sólo podía cubrir
el pecado, no podía quitarlo; pero Jesús al ofrecerse a Sí Mismo como el
Sacrificio Perfecto quitó el pecado del mundo; Él no sólo limpió las
acciones del pecado, sino que también trató con la raíz de la causa del
pecado [Col. 2:14-15]).
30 Éste es Él del Que dije (Juan hace una
identificación positiva; Él es el Único Quien "quita los pecados del
mundo"), Tras mí viene un Varón, El Cual es antes de mí (afirma Su
Humanidad innata): porque era primero que yo (afirma Su Deidad innata).
31
Y yo no Le conocía (no quiere decir que él no conocía a Cristo, sino
que no debía presentar a Cristo hasta que se lo dijera el Espíritu
Santo): mas para que Él fuese manifestado a Israel (quiere decir que en
cierto momento, y no antes, Jesús iba a ser presentado a Israel como el
Mesías, lo cual Juan realizó exactamente como fue guiado), por eso vine
yo bautizando con agua (declara lo que el Espíritu Santo le dijo que
hiciera).
32 Y Juan dio testimonio (quiere decir que es exactamente
lo que el Espíritu Santo dijo que sucedería, en cuanto a la identidad de
Jesús como el Mesías), diciendo, Vi al Espíritu que descendía del Cielo
como paloma (tenemos que llegar a la conclusión que Juan vio algo, lo
cual era el Espíritu Santo; Lucas hizo constar que, "descendió sobre Él
en forma corporal, como una Paloma," [Luc. 3:22]; hay que concluir
basadas a estas declaraciones que el Espíritu Santo tiene un Cuerpo
Espiritual de cierta naturaleza), y reposó sobre Él (el Espíritu
permaneciendo sobre Él señalaba el comienzo de Su Ministerio).
33 Y
yo no Le conocía (Juan lo usó por segunda vez, y con motivo; el Espíritu
Santo quiere que todos sepamos que la presentación de Jesús como el
Mesías no fue según la carne, es decir, por conocimiento personal,
circunstancias, etc., sino más bien por Revelación de Lo Alto; nadie
puede en realidad conocer a Jesús, a menos que sea revelado por el
Espíritu Santo): mas El Que me envió a bautizar con agua (nos dice que
el Bautismo en Agua instituido por Juan no fue de ninguna manera idea
del Profeta, sino más bien le fue dado por Revelación de Dios), Aquél me
dijo, Sobre Quien vieres descender el Espíritu, y que reposa sobre Él
(sería la Revelación de Dios, a la cual Juan tenía que prestar atención,
y así lo hizo), Éste es El Que bautiza con Espíritu Santo (lo que Jesús
haría después de Su Muerte y Resurrección; ¡la Cruz hizo que todo esto
fuera posible!).
34 Y yo Le vi, y he dado testimonio que Éste es el
Hijo de Dios (Juan el Bautista siguió sus instrucciones al pie de la
letra, y según la Revelación, él supo sin lugar a dudas que Jesús era el
Hijo de Dios).
LOS PRIMEROS DISCÍPULOS
35 El siguiente día otra
vez estaba Juan (el día siguiente de hacer las declaraciones
anteriores), y dos de sus discípulos (Andrés y sin duda Juan, quienes
entonces eran Discípulos del Bautista).
36 Y mirando a Jesús que
andaba por allí (nos lleva de regreso al Versículo 29, ya que los dos
Versículos hablan del mismo incidente), dijo, ¡He aquí, el Cordero de
Dios! (Vuelve a usarse esta frase, para perfeccionar el marco de tiempo
para el relato que estaba por darse.)
37 Y Le oyeron los dos
discípulos hablar, y siguieron a Jesús (en esencia, fue el comienzo de
convertirse en Discípulos de Cristo).
38 Y volviéndose Jesús, y
viéndolos seguirle, les dice, ¿Qué buscáis? (Era un interrogante
perspicaz que tenía consecuencias eternas.) Y ellos Le dijeron, Rabí
(que declarado, quiere decir, Maestro,) ¿dónde moras? (Ellos se referían
a un domicilio terrenal, aunque la contestación completa a aquel
interrogante incorporaba una dimensión que estaba más allá de la
comprensión de cualquier mortal. Su verdadera morada era el Trono de
Dios.)
39 Les dice, Venid y ved (¡el recorrido que ellos comenzaron
ese día no se ha suspendido, aún hasta hoy día, y de hecho nunca se va a
suspender!). Vinieron, y vieron donde moraba, y se quedaron con Él
aquel día: porque eran como las cuatro de la tarde (la hora décima) (por
siglos se ha debatido si Juan el Amado acostumbraba la hora Judía o la
hora Romana; en la hora Judía habría sido a las 4:00 de la tarde,
mientras que en la hora Romana habría sido a las 10:00 de la mañana).
40
Era Andrés, hermano de Simón Pedro, uno de los dos que habían oído de
Juan, y Le habían seguido (la manera por la cual se refiere a "Andrés,"
como el hermano de "Simón Pedro," nos dice que el nombre de Pedro ya se
reconocía a un mayor grado que cualquiera de los otros Apóstoles).
41
Éste (Andrés) halló primero a su hermano Simón, y le dijo, Hemos
hallado al Mesías, que declarado es, el Cristo (era únicamente la causa
del anhelo y entusiasmo de Andrés).
42 Y le trajo a Jesús. Y
mirándole Jesús (el Espíritu Santo Le permitió a Jesús a examinar el
mismo alma de Pedro), dijo, Tú eres Simón hijo de Jonás ("Simón" quiere
decir "oír"; a Pedro le pusieron el nombre por "Simeón," el segundo hijo
de Jacob y Lea [Gén. 29:32-33]): tú serás llamado Cefas, que quiere
decir, Piedra (la capacidad de Cristo de cambiar a hombres en manera
fundamental y característica — o más bien volver a crear a los hombres).
43
El siguiente día quiso Jesús ir a Galilea (parece insinuar que Su
recorrido del lugar de Su Bautismo en Agua y la Tentación del Desierto,
Juan no menciona la última, hacia Galilea ya iba a comenzar), y halla a
Felipe, al cual dijo, Sígueme (no nos dice exactamente donde aconteció;
sin embargo, hay cierta indicación que fue en Galilea).
44 Y era
Felipe de Betsaida, la ciudad de Andrés y de Pedro (esta ciudad estaba
situada en la costa norte del Mar de Galilea; había sido el domicilio de
estos hombres antes de que se trasladaran a Capernaum, a unos nueve y
medio kilómetros [seis millas]).
45 Felipe halló a Natanael (Natanael
también llamado "Bartolomeo"), y le dice, Hemos hallado a Aquél, de
Quien escribió Moisés en la Ley, y los Profetas (en la mente de Felipe,
Jesús llenó los criterios de la Palabra de Dios), a Jesús, el hijo de
José, de Nazaret (Jesús no era en realidad el Hijo de José, debido al
Nacimiento Virginal, pero se refería de esta manera por motivos
evidentes).
46 Y le dijo Natanael, ¿De Nazaret puede haber algo de
bueno? (Israel no consideraba la ciudad de Nazaret como un lugar
distinguido, sino más bien lo contrario.) Le dice Felipe, Ven y ve
(declara dentro de sí el carácter básico del Cristianismo).
47 Jesús
vio venir a Sí a Natanael, y dijo de él, ¡He aquí, un verdadero
Israelita, en el cual no hay engaño! (Jesús no dijo que este hombre era
sin pecado, sino que era "sin astucia," lo que significa, "sin engaño.")
48
Le dice Natanael, ¿De dónde me conoces? (Declara que estaba asustado el
posible Discípulo.) Respondió Jesús y le dijo, Antes que Felipe te
llamara, cuando estabas debajo de la higuera te vi (el Espíritu Santo se
Lo reveló).
49 Respondió Natanael, y Le dijo, Rabí, Tú eres el Hijo
de Dios; Tú eres el Rey de Israel (la Fe de Natanael nunca apoderará más
de lo que abarca en ese momento).
50 Respondió Jesús y le dijo,
¿Porque te dije, Te vi debajo de la higuera, crees? Cosas mayores que
éstas verás (¡tenga por seguro que él desde luego las presenció!).
51
Y le dice, De cierto, de cierto, te digo, De aquí en adelante veréis el
Cielo abierto, y los Ángeles de Dios que suben y descienden sobre el
Hijo del Hombre (tiene que ver con el sueño de Jacob [Gén. 28:11-13];
fue cumplido en Jesús; Él Solo podría abrir el Cielo, porque Él Solo es
el Camino a Dios).
Primera Corintios Capítulo 13:
Si hablo
en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un
metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de
profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si
tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy
nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi
cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano
con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni
jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no
se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la
maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo
cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue,
mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y
el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de
manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto
desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño,
razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de
niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero
entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero
entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas
tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de
ellas es el amor.
Hebreos 10:35-12:4
Así que no pierdan la
confianza, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan
perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios,
reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, "el que
ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si
se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero nosotros no somos de los
que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y
preservan su vida. Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera,
la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los
antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue formado por la
palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve. Por
la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín,
por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su
ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía. Por
la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue
hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió
testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe es imposible
agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer
que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé,
advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó
un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a
ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham,
cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como
herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó
como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña
con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque
esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y
constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que
Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque
consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo
hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las
estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar.
Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas
prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran
extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente
dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado
pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido
oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor,
es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser
llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había
recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo
único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se
establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene
poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado,
recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a
Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob,
cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José,
y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de
su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio
instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién
nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron
que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la
fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del
faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los
efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del
Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la
mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle
miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo
al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre,
para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel.
Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando
los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las
murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su
alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los
desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a
decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté,
David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos,
hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones,
apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada;
sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y
pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la
resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a
golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los
pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e
incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la
mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para
allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades,
afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin
rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos
obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio
el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a
la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por
tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande
de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del
pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que
tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y
perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó
la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está
sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel
que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para
que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran
contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su
sangre.
Romanos 8:
Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación
para los que están unidos a Cristo Jesús, pues por medio de él la ley
del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte.
En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa
anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición
semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en
sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza
humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en
nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el
Espíritu. Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la
mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme
al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad
pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del
Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios,
pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que
viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin
embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el
Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no
tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en
ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que
está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de
aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo
que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus
cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por
tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme
a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella,
morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos
del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de
Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de
nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos
y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a
nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos
herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora
sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. De hecho,
considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la
gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda con
ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la
frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que
así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma
ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar
la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación
todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella,
sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu,
gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos,
es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos
salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién
espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en
la espera mostramos nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad
el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu
mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con
palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención
del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a
la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las
cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de
acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios conoció de antemano,
también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo,
para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que
predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y
a los que justificó, también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto?
Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El
que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos
nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas
las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que
justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso
resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién
nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la
persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así
está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día;
nos tratan como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo
esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy
convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los
demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni
lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del
amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.
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