El 8 de octubre Lectura Bíblica Diaria
Mensaje de la Cruz de Cristo Jesús-Capítulo-1
11 Aconteció que el pueblo se quejó a oídos de Jehová; y lo oyó Jehová, y ardió su ira, y se encendió en ellos fuego de Jehová, y consumió uno de los extremos del campamento. Entonces el pueblo clamó a Moisés, y Moisés oró a Jehová, y el fuego se extinguió. Y llamó a aquel lugar Tabera, porque el fuego de Jehová se encendió en ellos. Y la gente extranjera que se mezcló con ellos tuvo un vivo deseo, y los hijos de Israel también volvieron a llorar y dijeron: ¡Quién nos diera a comer carne! Nos acordamos del pescado que comíamos en Egipto de balde, de los pepinos, los melones, los puerros, las cebollas y los ajos; y ahora nuestra alma se seca; pues nada sino este maná ven nuestros ojos. Y era el maná como semilla de culantro, y su color como color de bedelio. El pueblo se esparcía y lo recogía, y lo molía en molinos o lo majaba en morteros, y lo cocía en caldera o hacía de él tortas; su sabor era como sabor de aceite nuevo. Y cuando descendía el rocío sobre el campamento de noche, el maná descendía sobre él. Y oyó Moisés al pueblo, que lloraba por sus familias, cada uno a la puerta de su tienda; y la ira de Jehová se encendió en gran manera; también le pareció mal a Moisés. Y dijo Moisés a Jehová: ¿Por qué has hecho mal a tu siervo? ¿y por qué no he hallado gracia en tus ojos, que has puesto la carga de todo este pueblo sobre mí? ¿Concebí yo a todo este pueblo? ¿Lo engendré yo, para que me digas: Llévalo en tu seno, como lleva la que cría al que mama, a la tierra de la cual juraste a sus padres? ¿De dónde conseguiré yo carne para dar a todo este pueblo? Porque lloran a mí, diciendo: Danos carne que comamos. No puedo yo solo soportar a todo este pueblo, que me es pesado en demasía. Y si así lo haces tú conmigo, yo te ruego que me des muerte, si he hallado gracia en tus ojos; y que yo no vea mi mal. Entonces Jehová dijo a Moisés: Reúneme setenta varones de los ancianos de Israel, que tú sabes que son ancianos del pueblo y sus principales; y tráelos a la puerta del tabernáculo de reunión, y esperen allí contigo. Y yo descenderé y hablaré allí contigo, y tomaré del espíritu que está en ti, y pondré en ellos; y llevarán contigo la carga del pueblo, y no la llevarás tú solo. Pero al pueblo dirás: Santificaos para mañana, y comeréis carne; porque habéis llorado en oídos de Jehová, diciendo: ¡Quién nos diera a comer carne! ¡Ciertamente mejor nos iba en Egipto! Jehová, pues, os dará carne, y comeréis. No comeréis un día, ni dos días, ni cinco días, ni diez días, ni veinte días, sino hasta un mes entero, hasta que os salga por las narices, y la aborrezcáis, por cuanto menospreciasteis a Jehová que está en medio de vosotros, y llorasteis delante de él, diciendo: ¿Para qué salimos acá de Egipto? Entonces dijo Moisés: Seiscientos mil de a pie es el pueblo en medio del cual yo estoy; ¡y tú dices: Les daré carne, y comerán un mes entero! ¿Se degollarán para ellos ovejas y bueyes que les basten? ¿o se juntarán para ellos todos los peces del mar para que tengan abasto? Entonces Jehová respondió a Moisés: ¿Acaso se ha acortado la mano de Jehová? Ahora verás si se cumple mi palabra, o no. Y salió Moisés y dijo al pueblo las palabras de Jehová; y reunió a los setenta varones de los ancianos del pueblo, y los hizo estar alrededor del tabernáculo. Entonces Jehová descendió en la nube, y le habló; y tomó del espíritu que estaba en él, y lo puso en los setenta varones ancianos; y cuando posó sobre ellos el espíritu, profetizaron, y no cesaron. Y habían quedado en el campamento dos varones, llamados el uno Eldad y el otro Medad, sobre los cuales también reposó el espíritu; estaban éstos entre los inscritos, pero no habían venido al tabernáculo; y profetizaron en el campamento. Y corrió un joven y dio aviso a Moisés, y dijo: Eldad y Medad profetizan en el campamento. Entonces respondió Josué hijo de Nun, ayudante de Moisés, uno de sus jóvenes, y dijo: Señor mío Moisés, impídelos. Y Moisés le respondió: ¿Tienes tú celos por mí? Ojalá todo el pueblo de Jehová fuese profeta, y que Jehová pusiera su espíritu sobre ellos. Y Moisés volvió al campamento, él y los ancianos de Israel. Y vino un viento de Jehová, y trajo codornices del mar, y las dejó sobre el campamento, un día de camino a un lado, y un día de camino al otro, alrededor del campamento, y casi dos codos sobre la faz de la tierra. Entonces el pueblo estuvo levantado todo aquel día y toda la noche, y todo el día siguiente, y recogieron codornices; el que menos, recogió diez montones; y las tendieron para sí a lo largo alrededor del campamento. Aún estaba la carne entre los dientes de ellos, antes que fuese masticada, cuando la ira de Jehová se encendió en el pueblo, e hirió Jehová al pueblo con una plaga muy grande. Y llamó el nombre de aquel lugar Kibrot-hataava, por cuanto allí sepultaron al pueblo codicioso. De Kibrot-hataava partió el pueblo a Hazerot, y se quedó en Hazerot. 12 María y Aarón hablaron contra Moisés a causa de la mujer cusita que había tomado; porque él había tomado mujer cusita. Y dijeron: ¿Solamente por Moisés ha hablado Jehová? ¿No ha hablado también por nosotros? Y lo oyó Jehová. Y aquel varón Moisés era muy manso, más que todos los hombres que había sobre la tierra. Luego dijo Jehová a Moisés, a Aarón y a María: Salid vosotros tres al tabernáculo de reunión. Y salieron ellos tres. Entonces Jehová descendió en la columna de la nube, y se puso a la puerta del tabernáculo, y llamó a Aarón y a María; y salieron ambos. Y él les dijo: Oíd ahora mis palabras. Cuando haya entre vosotros profeta de Jehová, le apareceré en visión, en sueños hablaré con él. No así a mi siervo Moisés, que es fiel en toda mi casa. Cara a cara hablaré con él, y claramente, y no por figuras; y verá la apariencia de Jehová. ¿Por qué, pues, no tuvisteis temor de hablar contra mi siervo Moisés? Entonces la ira de Jehová se encendió contra ellos; y se fue. Y la nube se apartó del tabernáculo, y he aquí que María estaba leprosa como la nieve; y miró Aarón a María, y he aquí que estaba leprosa. Y dijo Aarón a Moisés: ¡Ah! señor mío, no pongas ahora sobre nosotros este pecado; porque locamente hemos actuado, y hemos pecado. No quede ella ahora como el que nace muerto, que al salir del vientre de su madre, tiene ya medio consumida su carne. Entonces Moisés clamó a Jehová, diciendo: Te ruego, oh Dios, que la sanes ahora. Respondió Jehová a Moisés: Pues si su padre hubiera escupido en su rostro, ¿no se avergonzaría por siete días? Sea echada fuera del campamento por siete días, y después volverá a la congregación. Así María fue echada del campamento siete días; y el pueblo no pasó adelante hasta que se reunió María con ellos. Después el pueblo partió de Hazerot, y acamparon en el desierto de Parán. 13 Y Jehová habló a Moisés, diciendo: Envía tú hombres que reconozcan la tierra de Canaán, la cual yo doy a los hijos de Israel; de cada tribu de sus padres enviaréis un varón, cada uno príncipe entre ellos. Y Moisés los envió desde el desierto de Parán, conforme a la palabra de Jehová; y todos aquellos varones eran príncipes de los hijos de Israel. Estos son sus nombres: De la tribu de Rubén, Samúa hijo de Zacur. De la tribu de Simeón, Safat hijo de Horí. De la tribu de Judá, Caleb hijo de Jefone. De la tribu de Isacar, Igal hijo de José. De la tribu de Efraín, Oseas hijo de Nun. De la tribu de Benjamín, Palti hijo de Rafú. De la tribu de Zabulón, Gadiel hijo de Sodi. De la tribu de José: de la tribu de Manasés, Gadi hijo de Susi. De la tribu de Dan, Amiel hijo de Gemali. De la tribu de Aser, Setur hijo de Micael. De la tribu de Neftalí, Nahbi hijo de Vapsi. De la tribu de Gad, Geuel hijo de Maqui. Estos son los nombres de los varones que Moisés envió a reconocer la tierra; y a Oseas hijo de Nun le puso Moisés el nombre de Josué. Los envió, pues, Moisés a reconocer la tierra de Canaán, diciéndoles: Subid de aquí al Neguev, y subid al monte, y observad la tierra cómo es, y el pueblo que la habita, si es fuerte o débil, si poco o numeroso; cómo es la tierra habitada, si es buena o mala; y cómo son las ciudades habitadas, si son campamentos o plazas fortificadas; y cómo es el terreno, si es fértil o estéril, si en él hay árboles o no; y esforzaos, y tomad del fruto del país. Y era el tiempo de las primeras uvas. Y ellos subieron, y reconocieron la tierra desde el desierto de Zin hasta Rehob, entrando en Hamat. Y subieron al Neguev y vinieron hasta Hebrón; y allí estaban Ahimán, Sesai y Talmai, hijos de Anac. Hebrón fue edificada siete años antes de Zoán en Egipto. Y llegaron hasta el arroyo de Escol, y de allí cortaron un sarmiento con un racimo de uvas, el cual trajeron dos en un palo, y de las granadas y de los higos. Y se llamó aquel lugar el Valle de Escol, por el racimo que cortaron de allí los hijos de Israel. Y volvieron de reconocer la tierra al fin de cuarenta días. Y anduvieron y vinieron a Moisés y a Aarón, y a toda la congregación de los hijos de Israel, en el desierto de Parán, en Cades, y dieron la información a ellos y a toda la congregación, y les mostraron el fruto de la tierra. Y les contaron, diciendo: Nosotros llegamos a la tierra a la cual nos enviaste, la que ciertamente fluye leche y miel; y este es el fruto de ella. Mas el pueblo que habita aquella tierra es fuerte, y las ciudades muy grandes y fortificadas; y también vimos allí a los hijos de Anac. Amalec habita el Neguev, y el heteo, el jebuseo y el amorreo habitan en el monte, y el cananeo habita junto al mar, y a la ribera del Jordán. Entonces Caleb hizo callar al pueblo delante de Moisés, y dijo: Subamos luego, y tomemos posesión de ella; porque más podremos nosotros que ellos. Mas los varones que subieron con él, dijeron: No podremos subir contra aquel pueblo, porque es más fuerte que nosotros. Y hablaron mal entre los hijos de Israel, de la tierra que habían reconocido, diciendo: La tierra por donde pasamos para reconocerla, es tierra que traga a sus moradores; y todo el pueblo que vimos en medio de ella son hombres de grande estatura. También vimos allí gigantes, hijos de Anac, raza de los gigantes, y éramos nosotros, a nuestro parecer, como langostas; y así les parecíamos a ellos.
Salmo 148:
Proverbios 17:
Más vale comer pan duro donde hay concordia que hacer banquete donde hay discordia. El siervo sabio gobernará al hijo sin vergüenza, y compartirá la herencia con los otros hermanos. En el crisol se prueba la plata y en el horno se prueba el oro, pero al corazón lo prueba el Señor. El malvado hace caso a los labios impíos, y el mentiroso presta oído a la lengua maliciosa. El que se burla del pobre ofende a su Creador; el que se alegra de verlo en la ruina no quedará sin castigo. La corona del anciano son sus nietos; el orgullo de los hijos son sus padres. No va bien con los necios el lenguaje refinado, ni con los gobernantes, la mentira. Vara mágica es el soborno para quien lo ofrece, pues todo lo que emprende lo consigue. El que perdona la ofensa cultiva el amor; el que insiste en la ofensa divide a los amigos. Cala más un regaño en el hombre prudente que cien latigazos en el obstinado. El revoltoso siempre anda buscando camorra, pero se las verá con un mensajero cruel. Más vale toparse con un oso enfurecido que con un necio empecinado en su necedad. Al que devuelve mal por bien, nunca el mal se apartará de su familia. Iniciar una pelea es romper una represa; vale más retirarse que comenzarla. Absolver al culpable y condenar al inocente son dos cosas que el Señor aborrece. ¿De qué le sirve al necio poseer dinero? ¿Podrá adquirir sabiduría si le faltan sesos? En todo tiempo ama el amigo; para ayudar en la adversidad nació el hermano. El que es imprudente se compromete por otros, y sale fiador de su prójimo. Al que le gusta pecar, le gusta pelear; el que abre mucho la boca, busca que se la rompan. El de corazón perverso jamás prospera; el de lengua engañosa caerá en desgracia. Engendrar a un hijo necio es causa de pesar; ser padre de un necio no es ninguna alegría. Gran remedio es el corazón alegre, pero el ánimo decaído seca los huesos. El malvado acepta soborno en secreto, con lo que tuerce el curso de la justicia. La meta del prudente es la sabiduría; el necio divaga contemplando vanos horizontes. El hijo necio irrita a su padre, y causa amargura a su madre. No está bien castigar al inocente, ni azotar por su rectitud a gente honorable. El que es entendido refrena sus palabras; el que es prudente controla sus impulsos. Hasta un necio pasa por sabio si guarda silencio; se le considera prudente si cierra la boca.
El Libro de Lucas Capítulo 17 del Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:
EL SANTO EVANGELIO SEGÚN
SAN LUCAS
CAPÍTULO 17
(33 d.C.)
EL PERDÓN Y LA FE
Y a Sus Discípulos Él dice (expresa la enseñanza dada aquí por Cristo como inmediatamente después de la ilustración dada acerca del hombre rico en el Infierno), Imposible es que no vengan ofensas (se refiere al hecho de la oposición contra el Hijo de Dios, y de quien ésta vendrá mayormente): ¡mas ay de aquél por quien vienen! (¡Aunque parezca extraño, la mayor parte de la oposición vendrá del sector religioso! ¡Hay una ofensa en la Cruz! Y aquéllos que rechazan la Cruz, que son la máxima mayoría, se opondrán a aquéllos que aceptan la Cruz. ¡Rechazar la Cruz es rechazar a Cristo! Se garantiza el juicio a consecuencia de tal acción.)
2 Mejor le fuera, si le pusiesen al cuello una piedra de molino, y le lanzasen en el mar (pronuncia el juicio que le espera a los rechazadores de Cristo), que escandalizar a uno de estos pequeñitos (los "pequeñitos" mencionados aquí no tienen nada que ver con los niños, sino más bien Creyentes que son revestidos de humildad, en consecuencia permiten al Señor defenderlos; son "pequeñitos" en sus propios ojos, juzgados de ser el mismo por los pecadores, pero el Señor los considera muy amados y los vela minuciosamente).
3 Mirad por vosotros mismos (le hablaba directamente a Sus Discípulos, advirtiéndolos que este espíritu de ofensa puede llegarle a cualquiera a menos que tengan cuidado): si pecare contra ti tu hermano, repréndele (tiene que ver con Mateo 18:15-17); y si se arrepintiere, perdónale.
4 Y si siete veces al día pecare contra ti, y siete veces al día se volviere a ti, diciendo, me arrepiento; perdónale (como los incansables amonestadores intrépidos en contra de todo pecado, al mismo tiempo, nunca debemos cansarnos de conceder el perdón en el momento que el ofensor se arrepiente).
5 Y dijeron los Apóstoles al Señor, Auméntanos la Fe (esta es la petición de muchos; sin embargo, la respuesta que el Señor dará es muy interesante).
6 Entonces el Señor dijo, Si tuvieseis Fe como un grano de mostaza (una semilla pequeñita, diciéndonos, en efecto, que no es realmente la cantidad de Fe, sino más bien el Objeto correcto de la Fe; el Objeto correcto es la Cruz [I Cor. 1:18]), diréis a este sicómoro, Desarráigate, y plántate en el mar; y os obedecerá (el traslado de árboles y montañas era figura retórica proverbial entre los Judíos de esa época, expresando la superación de grandes dificultades).
EL SIERVO FIEL
7 ¿Y quién de vosotros tiene un siervo que ara o apacienta, que vuelto del campo le diga luego (inmediatamente), Pasa, siéntate a la mesa?
8 ¿No le dice antes, Prepárame algo para cenar, y vístete apropiadamente, y sírveme, hasta que haya comido y bebido; y después de esto come tú y bebe? (Un siervo fiel se ocupará primero de sus deberes, y luego de sí mismo.)
9 ¿Da gracias al siervo porque hizo lo que le había sido mandado? Pienso que no (¡de ninguna manera!).
10 Así también vosotros, cuando hubiereis hecho todo lo que os es mandado, decid, Siervos inútiles somos: porque lo que debíamos hacer, hicimos (el Señor, en esencia, dice que habiendo realizado todas estas condiciones, que era su deber, ellos no serían más que siervos inútiles; este es un golpe mortal a la doctrina de Salvación por obras; el Discípulo ha de decir, "soy un siervo inútil"; el Maestro le dirá entonces, "bien, buen siervo y fiel" [Mat. 25:21]).
LOS LEPROSOS
11 Y aconteció, que yendo Él a Jerusalén, pasaba por medio de (entre) Samaria y de Galilea (el Señor viajaba hacia el oriente al Jordán, donde Él pasaría, y viajaría con rumbo al sur hacia Jerusalén en el lado hacia el oriente, que era la ruta más larga).
12 Y entrando en una cierta aldea, Le vinieron al encuentro diez hombres leprosos, los cuales se pararon de lejos (la Ley Levítica declaraba que tenían que estar retirados por lo menos a unos 30 metros [100 pies] de la otra gente [Lev. 13:21, 45-46; 14:2]):
13 Y alzaron la voz (no les permitieron que se acercaran más a Cristo, o a alguien más respecto a eso, por eso tenían que gritar para hacerse oír), diciendo, Jesús, Maestro, ten misericordia de nosotros (sin duda, habían oído muchas maravillas acerca de Jesús, y ya milagro de milagros, Él estaba de pie no muy lejos de ellos).
14 Y cuando Él los vio (captaron Su Atención), les dijo, Id, mostraos a los Sacerdotes (este mandato aseguraba la limpieza; porque sólo el leproso limpiado podía presentarse a los Sacerdotes). Y aconteció, que yendo ellos, fueron limpios (sabían que eran inmundos; pero creyeron la Palabra de Cristo, se marcharon con la convicción de que era cierto, y fueron inmediatamente sanados en el camino).
15 Entonces uno de ellos, cuando se vio (tenía que ver con el Samaritano) que estaba sanado, volvió, Glorificando a Dios a gran voz (todo Creyente debiera alabar al Señor continuamente),
16 Y se postró sobre el rostro a Sus Pies, dándole gracias: y éste era Samaritano (lo que Jesús hizo por él anulaba su fe nacional en el Monte Gerizim y, con razón, lo atrajo al camino correcto [Jn. 4:22]).
17 Y respondiendo Jesús dijo, ¿No son diez los que fueron limpios? ¿Y los nueve dónde están? (Los "nueve" eran indicativo de la mayor parte de Israel de esa época particular, ¡unos ingratos!)
18 ¿No hubo quién volviese y diese Gloria a Dios sino este extranjero? (También, el "forastero" que había sido sanado sería indicativo de la Iglesia Gentil, que había de cumplirse dentro de poco.)
19 Y le dijo, Levántate, vete (Jesús levanta a la gente): tu Fe te ha Salvado (declara el hecho de que no sólo fue sanado, sino Salvado también; todos ellos mostraron Fe al pedirle a Cristo la sanidad, la cual recibieron; sin embargo, sólo uno, al parecer se le dio la Vida Eterna porque Él Glorificó a Dios).
EL REINO DE DIOS
20 Y preguntado por los Fariseos, cuando había de venir el Reino de Dios (el Señor, en efecto, contestó que el Reino de Dios estaba en aquel momento en su medio, ya que Él era el Reino de Dios), les respondió y dijo, El Reino de Dios no vendrá con observación (los Judíos afirmaban que cuando viniera el Mesías, Él derrotaría a Roma, etc.; Jesús les decía que sus "observaciones" estaban equivocadas):
21 Ni dirán, ¡Helo aquí! o, ¡helo allí! (Él les explica que todas estas señales externas de las cuales hablaban no son Bíblicas, y en realidad no tienen nada que ver con el Reino de Dios.) porque, he aquí, el Reino de Dios entre vosotros está (hubiera sido mejor traducido como, "el Reino de Dios está en medio de vosotros," porque el Reino es Jesús, pero Israel no quería reconocerle; la experiencia del "Nacer de Nuevo" trae a Cristo al corazón y, por lo tanto, coloca el "Reino de Dios dentro de la persona").
LA SEGUNDA VENIDA
22 Y dijo a Sus Discípulos, Tiempo vendrá, cuando desearéis ver uno de los días del Hijo del Hombre, y no lo veréis (después del Día de Pentecostés, todos los seguidores de Cristo, y especialmente los Discípulos, hubieran tenido una mejor comprensión de todas las cosas que Jesús dijo e hizo, y les hubieran encantado la oportunidad de volver a vivir de nuevo todos aquellos días pasados).
23 Y os dirán, ¡Helo aquí! o, ¡helo allí! no vayáis, ni sigáis (Él se refiere a la Segunda Venida).
24 Porque como el relámpago, relampagueando desde una parte de debajo del Cielo, resplandece hasta la otra debajo del Cielo; así también será el Hijo del Hombre en Su día (en otras palabras, Él explica que cuando Él regrese en verdad, habría una gran demostración de la Gloria Celestial y nadie tendrá que preguntarse, "¿es Él de veras?"; va a ser claro para todos que de veras es Él).
25 Mas primero es necesario que padezca mucho, y sea rechazado de esta generación (ahora las Glorias de ese día venidero tendrán una relación y serán el resultado de Sus Sufrimientos Expiatorias en el Calvario).
ADVERTENCIAS
26 Y como fue en los días de Noé, así también será en los días del Hijo del Hombre (quiere decir que el mundo, en el tiempo de la Segunda Venida, será tan indiferente y corrupto como en los días de Noé y Lot respecto a eso).
27 Comían, bebían, los hombres tomaban mujeres, y las mujeres maridos (declara los negocios como de costumbre; en otras palabras, como el mundo de esa época no esperaba que las predicciones de Noé se cumpliera con respecto al diluvio, tampoco el mundo de hoy en día se espera la Segunda Venida, la cual está proclamada en la Biblia), hasta el día que entró Noé en el Arca (quiere decir que hasta ese momento mismo se burlaron de sus predicciones; lo presenciaron entrar en el Arca, y respondieron con escarnio), y vino el diluvio, y destruyó a todos (su reacción negativa de ninguna manera desvió el juicio que estuvo por venir).
28 Asimismo también como fue en los días de Lot; comían, bebían, compraban, vendían, plantaban, edificaban (corresponde a la destrucción de Sodoma y Gomorra);
29 Mas el día que Lot salió de Sodoma, llovió del Cielo fuego y azufre, y destruyó a todos (el Juicio no llegó, sin embargo, hasta que los Justos con respecto a Noé y Lot fuesen quitados de ese lugar; aunque todo esto corresponde a la Segunda Venida, también corresponde al Arrebatamiento de la Iglesia, el cual se llevará a los Creyentes y los harán entrar al Juicio como se registran en Apocalipsis, Capítulos 6 al 19).
30 Aun así será el día en que el Hijo del Hombre se manifestará (es la Segunda Venida).
31 En aquel día (definitivamente se refiere a la Segunda Venida, y no al Arrebatamiento), el que estuviere en el terrado, y sus alhajas en casa, no descienda a tomarlas (en el Medio Oriente, casi todas las casas tienen techos planos, y en la época de Jesús, especialmente durante los meses del verano, muchos dormían en el techo de la casa, y hasta ahora muchos todavía lo hacen): y el que está en el campo, asimismo no vuelva atrás (esas declaraciones concretas no tienen nada que ver con el Arrebatamiento, en vista de que será repentino, "en un abrir y cerrar de ojos"; Versículos 31 al 37 corresponden a la movilización de Israel contra el Anticristo; Ezequiel lo describe en los Capítulos 38 y 39; esa movilización será de prisa).
32 Acordaos de la mujer de Lot (la insistencia es que si Israel no se decide en ese determinado tiempo, ellos serán destruidos tal como la esposa de Lot; a propósito, en este único Pasaje, Jesús relata el hecho histórico de la esposa de Lot convertida en una columna de sal [Gén. 19:26]).
33 Cualquiera que procurare salvar su vida, la perderá (se refiere a los Judíos que en ese entonces creerán que al huir en otras direcciones sus vidas serán preservadas, pero en realidad tendrá el efecto contrario); y cualquiera que la perdiere, la salvará (se refiere a aquéllos que van hacia adelante a la batalla (la Batalla de Armagedón), y como resultado, tendrán la protección del Señor [Zac. 12:8]).
34 Os digo, Que en aquella noche estarán dos en una cama; el uno será tomado, y el otro será dejado.
35 Dos mujeres estarán moliendo juntas (moliendo en el molino); la una será tomada, y la otra dejada.
36 Dos estarán en el campo; el uno será tomado, y el otro dejado (de nuevo, se refiere a la movilización de Israel en la Batalla de Armagedón; no se refiere al Arrebatamiento como muchos son inducidos a creer).
37 Y respondiendo Le dicen, ¿Dónde, Señor? (Ellos no sabían ni dónde ni de lo qué el Señor se refería, por lo menos, en aquel momento.) Y Él les dijo, Donde estuviere el cuerpo, allá se juntarán también las águilas (se refiere directamente a la Batalla de Armagedón y, de nuevo, no al Arrebatamiento como algunos lo creen [Ezeq. 39:17])
Primera Corintios Capítulo 13:
Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.
Hebreos 10:35-12:4
Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida. Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre.
Romanos 8:
Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.
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