07 February 2023

El 7 de febrero Lectura Bíblica Diaria

Sonidos del aire libre



El 7 de febrero Lectura Bíblica Diaria:

Cantar de Cantares 4-6:
4 He aquí que tú eres hermosa, amiga mía; he aquí que tú eres hermosa;
Tus ojos entre tus guedejas como de paloma;
Tus cabellos como manada de cabras
Que se recuestan en las laderas de Galaad. Tus dientes como manadas de ovejas trasquiladas,
Que suben del lavadero,
Todas con crías gemelas,
Y ninguna entre ellas estéril. Tus labios como hilo de grana,
Y tu habla hermosa;
Tus mejillas, como cachos de granada detrás de tu velo. Tu cuello, como la torre de David, edificada para armería;
Mil escudos están colgados en ella,
Todos escudos de valientes. Tus dos pechos, como gemelos de gacela,
Que se apacientan entre lirios. Hasta que apunte el día y huyan las sombras,
Me iré al monte de la mirra,
Y al collado del incienso. Toda tú eres hermosa, amiga mía,
Y en ti no hay mancha. Ven conmigo desde el Líbano, oh esposa mía;
Ven conmigo desde el Líbano.
Mira desde la cumbre de Amana,
Desde la cumbre de Senir y de Hermón,
Desde las guaridas de los leones,
Desde los montes de los leopardos. Prendiste mi corazón, hermana, esposa mía;
Has apresado mi corazón con uno de tus ojos,
Con una gargantilla de tu cuello. ¡Cuán hermosos son tus amores, hermana, esposa mía!
¡Cuánto mejores que el vino tus amores,
Y el olor de tus ungüentos que todas las especias aromáticas! Como panal de miel destilan tus labios, oh esposa;
Miel y leche hay debajo de tu lengua;
Y el olor de tus vestidos como el olor del Líbano. Huerto cerrado eres, hermana mía, esposa mía;
Fuente cerrada, fuente sellada. Tus renuevos son paraíso de granados, con frutos suaves,
De flores de alheña y nardos; Nardo y azafrán, caña aromática y canela,
Con todos los árboles de incienso;
Mirra y áloes, con todas las principales especias aromáticas. Fuente de huertos,
Pozo de aguas vivas,
Que corren del Líbano. Levántate, Aquilón, y ven, Austro;
Soplad en mi huerto, despréndanse sus aromas.
Venga mi amado a su huerto,
Y coma de su dulce fruta.
5 Yo vine a mi huerto, oh hermana, esposa mía;
He recogido mi mirra y mis aromas;
He comido mi panal y mi miel,
Mi vino y mi leche he bebido.
Comed, amigos; bebed en abundancia, oh amados. Yo dormía, pero mi corazón velaba.
Es la voz de mi amado que llama:
Abreme, hermana mía, amiga mía, paloma mía, perfecta mía,
Porque mi cabeza está llena de rocío,
Mis cabellos de las gotas de la noche. Me he desnudado de mi ropa; ¿cómo me he de vestir?
He lavado mis pies; ¿cómo los he de ensuciar? Mi amado metió su mano por la ventanilla,
Y mi corazón se conmovió dentro de mí. Yo me levanté para abrir a mi amado,
Y mis manos gotearon mirra,
Y mis dedos mirra, que corría
Sobre la manecilla del cerrojo. Abrí yo a mi amado;
Pero mi amado se había ido, había ya pasado;
Y tras su hablar salió mi alma.
Lo busqué, y no lo hallé;
Lo llamé, y no me respondió. Me hallaron los guardas que rondan la ciudad;
Me golpearon, me hirieron;
Me quitaron mi manto de encima los guardas de los muros. Yo os conjuro, oh doncellas de Jerusalén, si halláis a mi amado,
Que le hagáis saber que estoy enferma de amor. ¿Qué es tu amado más que otro amado,
Oh la más hermosa de todas las mujeres?
¿Qué es tu amado más que otro amado,
Que así nos conjuras? Mi amado es blanco y rubio,
Señalado entre diez mil. Su cabeza como oro finísimo;
Sus cabellos crespos, negros como el cuervo. Sus ojos, como palomas junto a los arroyos de las aguas,
Que se lavan con leche, y a la perfección colocados. Sus mejillas, como una era de especias aromáticas, como fragantes flores;
Sus labios, como lirios que destilan mirra fragante. Sus manos, como anillos de oro engastados de jacintos;
Su cuerpo, como claro marfil cubierto de zafiros. Sus piernas, como columnas de mármol fundadas sobre basas de oro fino;
Su aspecto como el Líbano, escogido como los cedros. Su paladar, dulcísimo, y todo él codiciable.
Tal es mi amado, tal es mi amigo,
Oh doncellas de Jerusalén.
6 ¿A dónde se ha ido tu amado, oh la más hermosa de todas las mujeres?
¿A dónde se apartó tu amado,
Y lo buscaremos contigo? Mi amado descendió a su huerto, a las eras de las especias,
Para apacentar en los huertos, y para recoger los lirios. Yo soy de mi amado, y mi amado es mío;
El apacienta entre los lirios. Hermosa eres tú, oh amiga mía, como Tirsa;
De desear, como Jerusalén;
Imponente como ejércitos en orden. Aparta tus ojos de delante de mí,
Porque ellos me vencieron.
Tu cabello es como manada de cabras
Que se recuestan en las laderas de Galaad. Tus dientes, como manadas de ovejas que suben del lavadero,
Todas con crías gemelas,
Y estéril no hay entre ellas. Como cachos de granada son tus mejillas
Detrás de tu velo. Sesenta son las reinas, y ochenta las concubinas,
Y las doncellas sin número; Mas una es la paloma mía, la perfecta mía;
Es la única de su madre,
La escogida de la que la dio a luz.
La vieron las doncellas, y la llamaron bienaventurada;
Las reinas y las concubinas, y la alabaron. ¿Quién es ésta que se muestra como el alba,
Hermosa como la luna,
Esclarecida como el sol,
Imponente como ejércitos en orden? Al huerto de los nogales descendí
A ver los frutos del valle,
Y para ver si brotaban las vides,
Si florecían los granados. Antes que lo supiera, mi alma me puso
Entre los carros de Aminadab. Vuélvete, vuélvete, oh sulamita;
Vuélvete, vuélvete, y te miraremos.
¿Qué veréis en la sulamita?
Algo como la reunión de dos campamentos.

Salmo 56:
Ten compasión de mí, oh Dios, pues hay gente que me persigue. Todo el día me atacan mis opresores, todo el día me persiguen mis adversarios; son muchos los arrogantes que me atacan. Cuando siento miedo, pongo en ti mi confianza. Confío en Dios y alabo su palabra; confío en Dios y no siento miedo. ¿Qué puede hacerme un simple mortal? Todo el día tuercen mis palabras; siempre están pensando hacerme mal. Conspiran, se mantienen al acecho; ansiosos por quitarme la vida, vigilan todo lo que hago. ¡En tu enojo, Dios mío, humilla a esos pueblos! ¡De ningún modo los dejes escapar! Toma en cuenta mis lamentos; registra mi llanto en tu libro. ¿Acaso no lo tienes anotado? Cuando yo te pida ayuda, huirán mis enemigos. Una cosa sé: ¡Dios está de mi parte! Confío en Dios y alabo su palabra; confío en el Señor y alabo su palabra; confío en Dios  y no siento miedo. ¿Qué puede hacerme un simple mortal? He hecho votos delante de ti, oh Dios, y te presentaré mis ofrendas de gratitud. Tú, oh Dios, me has librado de tropiezos, me has librado de la muerte, para que siempre, en tu presencia, camine en la luz de la vida.



Proverbs 21:
En las manos del Señor el corazón del rey es como un río: sigue el curso que el Señor le ha trazado. A cada uno le parece correcto su proceder, pero el Señor juzga los corazones. Practicar la justicia y el derecho lo prefiere el Señor a los sacrificios. Los ojos altivos, el corazón orgulloso y la lámpara de los malvados son pecado. Los planes bien pensados: ¡pura ganancia! Los planes apresurados: ¡puro fracaso! La fortuna amasada por la lengua embustera se esfuma como la niebla y es mortal como una trampa. La violencia de los malvados los destruirá, porque se niegan a practicar la justicia. Torcido es el camino del culpable, pero recta la conducta del hombre honrado. Más vale habitar en un rincón de la azotea que compartir el techo con mujer pendenciera. El malvado sólo piensa en el mal; jamás se compadece de su prójimo. Cuando se castiga al insolente, aprende el inexperto; cuando se instruye al sabio, el inexperto adquiere conocimiento. El justo se fija en la casa del malvado, y ve cuando éste acaba en la ruina. Quien cierra sus oídos al clamor del pobre, llorará también sin que nadie le responda. El regalo secreto apacigua el enojo; el obsequio discreto calma la ira violenta. Cuando se hace justicia, se alegra el justo y tiembla el malhechor. Quien se aparta de la senda del discernimiento irá a parar entre los muertos. El que ama el placer se quedará en la pobreza; el que ama el vino y los perfumes jamás será rico. El malvado pagará por el justo, y el traidor por el hombre intachable. Más vale habitar en el desierto que con mujer pendenciera y de mal genio. En casa del sabio abundan las riquezas y el perfume, pero el necio todo lo despilfarra. El que va tras la justicia y el amor halla vida, prosperidad y honra. El sabio conquista la ciudad de los valientes y derriba el baluarte en que ellos confiaban. El que refrena su boca y su lengua se libra de muchas angustias. Orgulloso y arrogante, y famoso por insolente, es quien se comporta con desmedida soberbia. La codicia del perezoso lo lleva a la muerte, porque sus manos se niegan a trabajar; todo el día se lo pasa codiciando, pero el justo da con generosidad. El sacrificio de los malvados es detestable, y más aún cuando se ofrece con mala intención. El testigo falso perecerá, y quien le haga caso será destruido para siempre. El malvado es inflexible en sus decisiones; el justo examina su propia conducta. De nada sirven ante el Señor la sabiduría, la inteligencia y el consejo. Se alista al caballo para el día de la batalla, pero la victoria depende del Señor.




Juan 9: Biblia de Estudio del Expositor:


CAPÍTULO 9
(32 d.C.)
NACIDO CIEGO


Y PASANDO Jesús, vio a un hombre ciego desde su nacimiento (el único caso de una sanidad parecida que se registra; es un cuadro de la humanidad nacida en pecado, en consecuencia, ciego espiritualmente desde el nacimiento).
2 Y Le preguntaron Sus Discípulos, diciendo, Rabí, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que naciese ciego? (Muchos creyeron, como se supone por el interrogante de los Discípulos, que cada catástrofe semejante señalaba a algún pecado especial o concreto. Parece que no aprendieron casi nada del Libro de Job, que repudia este modo de pensar.)
3 Respondió Jesús, Ni éste pecó, ni sus padres (no quiere decir que el Señor afirma que esta gente no tiene pecado, sino más bien rompe el supuesto enlace entre su conducta y la aflicción específica que hay por delante): mas para que las Obras de Dios se manifiesten en Él (quiere decir que Jesús no vino a esta Tierra para condenar a los hombres en su condición caída porque, la verdad es, que ya estaban condenados; Él vino para liberar al hombre por el Poder de Dios).
4 Me conviene obrar las Obras Del Que Me envió (algunas versiones comienzan el Versículo 4 con “Nos conviene.” “Nos” debe ser sustituido por “Me,” simplemente porque estas Obras tienen que continuarse por todos los que siguen a Cristo), entre tanto que el día dura (esta duración de la vida): la noche viene, cuando nadie puede obrar (al final de esta duración de vida).
5 Entre tanto que estuviere en el mundo (la duración de Su Ministerio terrenal), Luz soy del mundo (Jesús estaba consciente supremamente de Su Poder para hacer para el mundo moral lo que el Sol hace para el mundo físico).
6 Esto dicho, escupió en tierra, e hizo lodo con la saliva (tiene la intención de expresar para los ojos moralmente ciegos de los hombres a Cristo en un cuerpo de barro humilde; animaba el barro por medio del Soplo Divino; el barro simboliza Su Humanidad, y la humedad de Sus Labios la vida que la animaba), y untó con el lodo sobre los ojos del ciego (tiene la intención de servir como un símbolo del Cuerpo humano de Cristo que se ofrece como un Sacrificio Perfecto para el pecado),
7 Y le dijo, Ve, lávate en el estanque de Siloé (simbolizaba la Sangre derramada de Cristo, la cual limpia de todo pecado), (que significa, si lo interpretares, Enviado.) (Jesús enviado de Dios para la Salvación del mundo.) Y fue entonces, y se lavó, y volvió viendo (espiritualmente se refiere a todos los que están limpios en la preciosa Sangre derramada del Señor Jesucristo; sólo entonces podemos “ver”).
8 Entonces los vecinos, y los que antes le habían visto que era ciego, decían (aquéllos que personalmente le conocían, que atestiguaban el cambio milagroso que había ocurrido), ¿no es éste el que se sentaba y mendigaba? (No volvería a pedir limosna.)
9 Unos decían, Éste es: y otros, A él se parece: mas él decía, Yo soy (quería que todos supieran quién era él, y Quien hizo este Milagro; a pesar de los líderes religiosos, él no tenía vergüenza de Cristo, ni tampoco tenía temor de ellos).
10 Y le dijeron, ¿Cómo te fueron abiertos los ojos?
11 Respondió él y dijo, El Hombre que se llama Jesús, hizo lodo, y me untó los ojos, y me dijo, Ve al Siloé, y lávate (este hombre repetía casi exactamente lo que Jesús le había dicho lo que debía hacer; él comenzó donde todos los Discípulos debían, con “el Hombre que se llamaba Jesús”): y fui, y me lavé, y recibí la vista (¡póngase a pensar! Este hombre, nacido ciego, jamás había visto algo y ahora puede ver).
12 Entonces le dijeron, ¿Dónde está Aquél? (Parece que fue preguntado con algo de sarcasmo.) Él dijo, No sé (parece que fue dicho con la idea en mente que aunque él no sabía en ese momento, se determinaba a hallarlo).

LOS FARISEOS

13 Llevaron (parece que eran aquéllos que trataban de causar problemas) a los Fariseos al que antes había sido ciego.
14 Y era Sábado cuando Jesús había hecho el lodo, y le había abierto los ojos (llegamos ya a otra confrontación sobre las reglas religiosas, las cuales plagaba a la humanidad desde el principio).
15 Y le volvieron a preguntar también los Fariseos de qué manera había recibido la vista. Y él les dijo, Me puso lodo sobre los ojos, y me lavé, y veo (parece que este hombre comenzaba a sospechar que se inventaron algún cargo en contra de Jesús; por lo tanto, él con sagacidad omite la “saliva” y el “hacer lodo,” así como el lugar adonde él fue enviado a lavarse, aquellas cosas que los Fariseos afirmaban que eran las que quebrantaban la Ley de Moisés).
16 Entonces unos de los Fariseos decían, Este Hombre no es de Dios, que no guarda el Sábado (en el Griego, es realmente despectivo). Otros decían, ¿Cómo puede un hombre pecador hacer estas Señales? (Proporciona un dilema para los Fariseos porque la verdad es que un pecador no podía hacer tales Milagros.) Y había disensión entre ellos (¡declara lo que es obvio!).
17 Vuelven a decir al ciego, ¿Tú, qué dices del que te abrió los ojos? (Demuestra la idea como que fue presentado por los Fariseos de que Jesús quizá hiciera este Milagro por medio de la agencia de espíritus demoníacos.) Y él dijo, Que es Profeta (teniendo poco conocimiento de Jesús, él Lo llama “Profeta” porque este es el título máximo que podía aplicar en ese instante).
18 Mas los Judíos no creían de él, que había sido ciego, y hubiese recibido la vista (los Fariseos no sólo niegan a Cristo, sino que además niegan lo que obviamente ocurrió, afirmando que necesitaban más evidencias), hasta que llamaron a los padres del que había recibido la vista.
19 Y les preguntaron, diciendo, ¿Es éste vuestro hijo, el que vosotros decís que nació ciego? (El interrogante indica que todavía dudaban en cuanto al testimonio de los padres.) ¿Cómo, pues, ve ahora? (¡Qué pregunta más necia!)
20 Les respondieron sus padres y dijeron, Sabemos que éste es nuestro hijo, y que nació ciego:
21 Mas cómo vea ahora, no sabemos (es verdad, ellos sólo sabían lo que su hijo les había dicho); o quién le haya abierto los ojos, nosotros no lo sabemos (no presenta completamente toda la verdad; de seguro ellos sabían quién era Jesús, pero sintiendo la animosidad que era patente, ellos no confesarían a Cristo): él tiene edad; preguntadle a él: él hablará por sí mismo (en realidad los presenta distanciándose del Milagro y, en cierto modo, de su propio hijo).
22 Esto dijeron sus padres, porque tenían miedo de los Judíos (Jesús había expuesto anteriormente el temor al hombre): porque ya los Judíos habían resuelto, que si alguno confesase que Él era el Mesías, fuera expulsado de la Sinagoga (excomulgado, que lo separaba de la familia, de los lazos sociales, del empleo, literalmente de todo).
23 Por eso dijeron sus padres, Edad tiene, preguntadle a él (el Espíritu Santo lo pone en relieve dos veces para destacar la posición que los padres tomaron).
24 Así que, volvieron a llamar al hombre que había sido ciego, y le dijeron, Da gloria a Dios (ellos querían que el hombre rechazara a Jesús; en este caso, dar alabanza a Dios equivalía que juraba a decir la verdad [Jos. 7:19]): nosotros sabemos que este hombre es pecador (¡su blasfemia y amenazas no influyeron en lo más mínimo al antiguo ciego!).
25 Entonces él respondió y dijo, Si es pecador, no lo sé (aunque la traducción parezca dejar duda, en el Texto Griego original no hay ningún indicio; en efecto, “ustedes lo afirman, pero la realidad de mi experiencia es totalmente distinta”): una cosa sé, que, habiendo yo sido ciego, ahora veo (hace volver la atención al gran Milagro que había realizado Jesús; ¡ellos tuvieron un argumento, mientras que él tuvo una experiencia!).
26 Y le volvieron a decir, ¿Qué te hizo? (Representa la tercera vez que ellos le interrogaron en cuanto a cómo él fue sanado.) ¿Cómo te abrió los ojos? (Otra vez, la implicación es que fue hecho por el poder de espíritus demoníacos. En efecto, estos líderes religiosos blasfemaban el Espíritu Santo.)
27 Les respondió, Ya os lo he dicho, y no habéis atendido (presenta una valentía que pocos en Israel tenían en esa época): ¿por qué lo queréis otra vez oír? (Realmente dice, “¿De qué sirve decírselos otra vez?”) ¿Queréis también vosotros haceros Sus Discípulos? (¡El antiguo ciego ahora usa sarcasmo, y con razón!)
28 Y le ultrajaron (quiere decir denigrar, insultar, escarnecer, injuriar, recriminar y abusar con palabras), y dijeron, Tú eres Su Discípulo (para variar los presenta diciendo la Verdad); pero nosotros discípulos de Moisés somos (a pesar de sus afirmaciones, ellos no eran más Discípulos de Moisés que de Cristo).
29 Nosotros sabemos que a Moisés habló Dios (es verdad, pero no obedecieron del todo lo que Dios le dijo a Moisés): más Éste, no sabemos de dónde es (si ellos conocieran realmente a Moisés, conocieran a Cristo).
30 Respondió aquel hombre, y les dijo, Por cierto, maravillosa cosa es ésta, que vosotros no sabéis de dónde sea, y a mí me abrió los ojos (¡efectivamente dice, “hasta ustedes debieran saber que sólo Dios puede abrir los ojos cegados!”).
31 Y sabemos que Dios no oye a los pecadores (efectivamente dice, “sabemos que Dios no escucha el clamor de los pecadores, en que como pecadores, piden por razones de su pecado para proteger su propio objetivo pecaminoso”): mas si alguno es temeroso de Dios, y hace Su Voluntad, a Éste oye (la Verdad más profunda de la Revelación Divina acerca de las condiciones de una oración aceptable; es evidente que este hombre tenía un conocimiento de Dios que pocas personas en Israel poseían en aquel entonces).
32 Desde el principio del mundo jamás fue oído, que abriese alguno los ojos de uno que nació ciego (describe la magnitud de este Milagro).
33 Si Éste no fuera de Dios, no pudiera hacer nada (de manera que, obligan a los Fariseos a escuchar por un momento a un conocido mendigo callejero, sus palabras de enseñanza a lo largo de las sucesiones más refinadas de una experiencia profunda).
34 Respondieron, y le dijeron, Tú eres nacido enteramente en pecados, ¿y tú nos enseñas? (La pregunta los presenta incapaz de contestar su acusación Bíblica, por eso no tienen otra arma que usar sino invectivas y persecución.) Y le echaron fuera (quiere decir que lo excomulgaron de la Sinagoga).

JESÚS

35 Oyó Jesús que le habían echado fuera; y hallándole, le dijo, ¿Crees tú en el Hijo de  Dios? (Jesús se presenta a Sí Mismo a este antiguo mendigo como el Mesías de Israel.)
36 Respondió él y dijo, ¿Quién es, Señor, para que crea en Él? (¡Esta pregunta se hizo con la idea de que él ya sospechaba que Jesús se refería a Sí Mismo!)
37 Y le dijo Jesús, Y Le has visto (expresa que Lo vio física y espiritualmente), y Él que habla contigo, Él es (¡declara la mayor Revelación que jamás se podría dar a cualquiera persona en cualquier momento!).
38 Y él dice, Creo, Señor (¿qué creyó él? Él creyó que Jesús era y es el “Hijo de Dios,”  el Salvador de la humanidad, el Redentor del mundo, el Mesías de Israel). Y Lo adoró (tanto por el gran Milagro de la Sanidad que recibió, como también, por la Gran Salvación que ya recibió, la cual fue el más grande milagro de todos).
39 Y dijo Jesús, Yo, para juicio he venido a este mundo (lo que los hombres, cual sea su edad, creen de Cristo es la cuestión que decide su condición moral ante Dios), para que los que no ven, vean (pertenece principalmente al mundo Gentil); y los que ven, sean cegados (podría ser traducido, “lo que ellos creen es lo que ven, pero en realidad no ven, y rehusan aceptar la presentación del Evangelio, habiendo creído que no tienen necesidad de ello”).
40 Y ciertos de los Fariseos que estaban con Él oyeron esto, y Le dijeron, ¿Somos nosotros también ciegos? (Al parecer fue una interrogación con un tono de sarcasmo.)
41 Les dijo Jesús, Si fuerais ciegos, no tuvierais pecado (no significa que la ausencia de luz revoca su condición como pecadores; todos los hombres son pecadores [Rom. 3:9-18]; Jesús dice que si ellos confesaran que eran espiritualmente ciegos, que en realidad eran, entonces este pecado particular de rechazar la Luz no les sería atribuido): mas ahora porque decís, Vemos; por tanto vuestro pecado permanece (por lo tanto, eran culpables del pecado terrible de rechazar la Verdadera Luz, que significó que se les quitarían la Luz que tenían, ya que se quedarían totalmente “ciegos” en el sentido espiritual).



 

1 Corinthians 13:
Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.


Hebrews 10:35-12:4:
Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida.
Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e  incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta* sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre.


Romans 8:
Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos;  herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.

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