16 August 2017

El 17 agosto Lectura Bíblica Diaria

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Mensaje de la Cruz de Cristo Jesús-Capítulo-1

 

El 17 agosto Lectura Bíblica Diaria:
 
2 Crónicas 6 a 8:

Entonces Salomón declaró: "Señor, tú has dicho que habitarías en la oscuridad de una nube, y yo te he construido un excelso templo, un lugar donde habites para siempre." Luego se puso de frente para bendecir a toda la asamblea de Israel que estaba allí de pie, y dijo: "Bendito sea el Señor, Dios de Israel, que con su mano ha cumplido ahora lo que con su boca le había prometido a mi padre David cuando le dijo: Desde el día en que saqué de la tierra de Egipto a mi pueblo, no elegí a ninguna ciudad de las tribus de Israel para que en ella se me construyera un templo donde yo habitara, ni elegí a nadie para que gobernara a mi pueblo Israel. Más bien, elegí a Jerusalén para habitar en ella, y a David para que gobernara a mi pueblo Israel. "Pues bien, mi padre David tuvo mucho interés en construir un templo en honor del Señor, Dios de Israel, pero el Señor le dijo: Me agrada que te hayas interesado en construir un templo en mi honor. Sin embargo, no serás tú quien me lo construya, sino un hijo de tus entrañas; él será quien construya el templo en mi honor. "Ahora el Señor ha cumplido su promesa: Tal como lo prometió, he sucedido a mi padre David en el trono de Israel, y he construido el templo en honor del Señor, Dios de Israel. Allí he colocado el arca, en la cual está el pacto que el Señor hizo con los israelitas." A continuación, Salomón se puso ante el altar del Señor y, en presencia de toda la asamblea de Israel, extendió las manos. Había mandado construir y colocar en medio del atrio una plataforma de bronce cuadrada, que medía dos metros con veinticinco centímetros por lado, y un metro con treinta y cinco centímetros de alto. Allí, sobre la plataforma, se arrodilló y, extendiendo las manos al cielo, oró así: "Señor, Dios de Israel, no hay Dios como tú en el cielo ni en la tierra, pues tú cumples tu pacto de amor con quienes te sirven y te siguen de todo corazón. Has llevado a cabo lo que le dijiste a tu siervo David, mi padre; y este día has cumplido con tu mano lo que con tu boca prometiste. "Y ahora, Señor, Dios de Israel, cumple también la promesa que le hiciste a tu siervo, mi padre David, cuando le dijiste: Si tus hijos observan una buena conducta, viviendo de acuerdo con mi ley como tú lo has hecho, nunca te faltará un descendiente que ocupe el trono de Israel en mi presencia. Señor, Dios de Israel, ¡confirma ahora esta promesa que le hiciste a tu siervo David! "Pero ¿será posible que tú, Dios mío, habites en la tierra con la humanidad? Si los cielos, por altos que sean, no pueden contenerte, ¡mucho menos este templo que he construido! Sin embargo, Señor mi Dios, atiende a la oración y a la súplica de este siervo tuyo. Oye el clamor y la oración que elevo en tu presencia. ¡Que tus ojos estén abiertos día y noche sobre este templo, el lugar donde decidiste habitar, para que oigas la oración que tu siervo te eleva aquí! Oye las súplicas de tu siervo y de tu pueblo Israel cuando oren en este lugar. Oye desde el cielo, donde habitas; ¡escucha y perdona! "Si alguien peca contra su prójimo y se le exige venir a este templo para jurar delante de tu altar, óyelo tú desde el cielo y juzga a tus siervos. Condena al culpable, y haz que reciba su merecido; absuelve al inocente, y vindícalo por su rectitud. "Si tu pueblo Israel es derrotado por el enemigo por haber pecado contra ti, y luego se vuelve a ti para honrar tu nombre, y ora y te suplica en este templo, óyelo tú desde el cielo, y perdona su pecado y hazlo regresar a la tierra que les diste a ellos y a sus antepasados. "Cuando tu pueblo peque contra ti y tú lo aflijas cerrando el cielo para que no llueva, si luego ellos oran en este lugar y honran tu nombre y se arrepienten de su pecado, óyelos tú desde el cielo y perdona el pecado de tus siervos, de tu pueblo Israel. Guíalos para que sigan el buen camino, y envía la lluvia sobre esta tierra, que es tuya, pues tú se la diste a tu pueblo por herencia. "Cuando en el país haya hambre, peste, sequía, o plagas de langostas o saltamontes en los sembrados, o cuando el enemigo sitie alguna de nuestras ciudades; en fin, cuando venga cualquier calamidad o enfermedad, si luego en su dolor cada israelita, consciente de su culpa extiende sus manos hacia este templo, y ora y te suplica, óyelo tú desde el cielo, donde habitas, y perdónalo. Págale a cada uno según su conducta, la cual tú conoces, puesto que sólo tú escudriñas el corazón humano. Así todos tendrán temor de ti y andarán en tus caminos mientras vivan en la tierra que les diste a nuestros antepasados. "Trata de igual manera al extranjero que no pertenece a tu pueblo Israel, pero que atraído por tu gran fama y por tus despliegues de fuerza y poder ha venido de lejanas tierras. Cuando ese extranjero venga y ore en este templo, óyelo tú desde el cielo, donde habitas, y concédele cualquier petición que te haga. Así todos los pueblos de la tierra conocerán tu nombre y, al igual que tu pueblo Israel, tendrán temor de ti y comprenderán que en este templo que he construido se invoca tu nombre. "Cuando saques a tu pueblo para combatir a sus enemigos, sea donde sea, si el pueblo ora a ti y dirige la mirada hacia esta ciudad que has escogido, hacia el templo que he construido en tu honor, oye tú desde el cielo su oración y su súplica, y defiende su causa. "Ya que no hay ser humano que no peque, si tu pueblo peca contra ti y tú te enojas con ellos y los entregas al enemigo para que se los lleven cautivos a otro país, lejano o cercano, si en el destierro, en el país de los vencedores, se arrepienten y se vuelven a ti, y oran a ti diciendo: Somos culpables, hemos pecado, hemos hecho lo malo; y en la tierra de sus captores se vuelven a ti de todo corazón y con toda el alma, y oran y dirigen la mirada hacia la tierra que les diste a sus antepasados, hacia la ciudad que has escogido y hacia el templo que he construido en tu honor, oye tú sus oraciones y súplicas desde el cielo, donde habitas, y defiende su causa. ¡Perdona a tu pueblo que ha pecado contra ti! "Ahora, Dios mío, te ruego que tus ojos se mantengan abiertos, y atentos tus oídos a las oraciones que se eleven en este lugar. "Levántate, Señor y Dios; ven a descansar, tú y tu arca poderosa. Señor y Dios, ¡que tus sacerdotes se revistan de salvación! ¡Que tus fieles se regocijen en tu bondad! Señor y Dios, no le des la espalda a tu ungido. ¡Recuerda tu fiel amor hacia David, tu siervo!" Cuando Salomón terminó de orar, descendió fuego del cielo y consumió el holocausto y los sacrificios, y la gloria del Señor llenó el templo. Tan lleno de su gloria estaba el templo, que los sacerdotes no podían entrar en él. Al ver los israelitas que el fuego descendía y que la gloria del Señor se posaba sobre el templo, cayeron de rodillas y, postrándose rostro en tierra, alabaron al Señor diciendo: "El Señor es bueno; su gran amor perdura para siempre." Entonces el rey y todo el pueblo ofrecieron sacrificios en presencia del Señor. El rey Salomón ofreció veintidós mil bueyes y ciento veinte mil ovejas. Así fue como el rey y todo el pueblo dedicaron el templo de Dios. Los sacerdotes estaban de pie en sus puestos. Los levitas tocaban los instrumentos musicales que el rey David había hecho para alabar al Señor, y con los cuales cantaba: "Su gran amor perdura para siempre." Los sacerdotes tocaban las trompetas frente a los levitas, y todo Israel permanecía de pie. Salomón también consagró la parte central del atrio, que está frente al templo del Señor, y allí presentó los holocaustos y la grasa de los sacrificios de *comunión, ya que en el altar de bronce que hizo Salomón no había espacio para los holocaustos, la grasa y las ofrendas de cereales. En aquella ocasión Salomón y todo Israel celebraron la fiesta durante siete días. Era una inmensa asamblea que había acudido de todo lugar, desde Lebó Jamat hasta el río de Egipto. Al octavo día tuvieron una asamblea solemne, porque habían celebrado la consagración del altar durante siete días, y la fiesta durante siete días más. El día veintitrés del mes séptimo, Salomón envió al pueblo a sus casas, y ellos regresaron contentos y llenos de alegría por el bien que el Señor había hecho en favor de David, de Salomón y de su pueblo Israel. Cuando Salomón terminó el templo del Señor y el palacio real, llevando a feliz término todo lo que se había propuesto hacer en ellos, el Señor se le apareció una noche y le dijo: "He escuchado tu oración, y he escogido este templo para que en él se me ofrezcan sacrificios. Cuando yo cierre los cielos para que no llueva, o le ordene a la langosta que devore la tierra, o envíe pestes sobre mi pueblo, si mi pueblo, que lleva mi nombre, se humilla y ora, y me busca y abandona su mala conducta, yo lo escucharé desde el cielo, perdonaré su pecado y restauraré su tierra. Mantendré abiertos mis ojos, y atentos mis oídos a las oraciones que se eleven en este lugar. Desde ahora y para siempre escojo y consagro este templo para habitar en él. Mis ojos y mi *corazón siempre estarán allí. "En cuanto a ti, si me sigues como lo hizo tu padre David, y me obedeces en todo lo que yo te ordene y cumples mis decretos y *leyes, yo afirmaré tu trono real, como pacté con tu padre David cuando le dije: Nunca te faltará un descendiente en el trono de Israel. "Pero si ustedes me abandonan, y desobedecen los decretos y mandamientos que les he dado, y se apartan de mí para servir y adorar a otros dioses, los desarraigaré de la tierra que les he dado y repudiaré este templo que he consagrado en mi honor. Entonces los convertiré en el hazmerreír de todos los pueblos. Y aunque ahora este templo es imponente, llegará el día en que todo el que pase frente a él quedará asombrado y preguntará: ¿Por qué el Señor ha tratado así a este país y a este templo? Y le responderán: Porque abandonaron al Señor, Dios de sus antepasados, que los sacó de Egipto, y se echaron en los brazos de otros dioses, a los cuales adoraron y sirvieron. Por eso el Señor ha dejado que les sobrevenga tanto desastre. " Veinte años tardó el rey Salomón en construir el templo del Señor y su propio palacio. Después de esto, reconstruyó las ciudades que le había entregado Hiram y las pobló con israelitas. Luego marchó contra la ciudad de Jamat de Sobá y la conquistó. Reconstruyó Tadmor, en el desierto, y todos los lugares de almacenamiento que había construido en Jamat. Reconstruyó como ciudades fortificadas Bet Jorón la de arriba y Bet Jorón la de abajo, y les puso murallas, puertas y cerrojos. Lo mismo hizo con Balat y con todos los lugares de almacenamiento que tenía, con los cuarteles para sus carros de combate y para su caballería, y con todo cuanto quiso construir en Jerusalén, en el Líbano y en todo el territorio bajo su dominio. A los descendientes de los pueblos no israelitas (es decir, a los hititas, amorreos, ferezeos, heveos y jebuseos, pueblos que quedaron en el país porque los israelitas no pudieron destruirlos), Salomón los sometió a trabajos forzados, y así continúan hasta el día de hoy. Pero a los israelitas Salomón no los hizo trabajar como esclavos, sino que le servían como soldados, comandantes, oficiales de carros de combate y jefes de caballería. El rey Salomón tenía además doscientos cincuenta capataces que supervisaban a los obreros. A la hija del faraón, Salomón la trasladó de la Ciudad de David al palacio que le había construido, pues dijo: "Mi esposa no debe vivir en el palacio de David, rey de Israel, porque los lugares donde ha estado el arca del Señor son sagrados." En el altar del Señor que había construido frente al atrio, Salomón ofrecía holocaustos al Señor los días correspondientes, según lo ordenado por Moisés: los sábados, las fiestas de luna nueva, y las tres fiestas anuales, es decir, la de los Panes sin levadura, la de las Semanas y la de las Enramadas. Conforme a lo dispuesto por su padre David, Salomón asignó turnos a los sacerdotes para prestar su servicio. A los levitas los estableció en sus cargos para entonar las alabanzas y para ayudar a los sacerdotes en los ritos diarios. También fijó turnos a los porteros en cada puerta, porque así lo había ordenado David, hombre de Dios. Y se obedecieron todas las órdenes del rey en cuanto a los sacerdotes y levitas, y aun en lo referente a los tesoros. Toda la obra de Salomón se llevó a cabo, desde el día en que se echaron los cimientos del templo hasta que se terminó de construirlo. Así el templo del Señor quedó perfectamente terminado. Luego Salomón se dirigió a Ezión Guéber y a Elat, en la costa de Edom. Hiram, por medio de sus oficiales, le envió a Salomón barcos y marineros expertos. Éstos y los oficiales de Salomón navegaron a Ofir y volvieron con unos quince mil kilos de oro, que le entregaron al rey Salomón.



Salmo 97:

¡El Señor es rey! ¡Regocíjese la tierra! ¡Alégrense las costas más remotas! Oscuros nubarrones lo rodean; la rectitud y la justicia son la base de su trono. El fuego va delante de él y consume a los adversarios que lo rodean. Sus relámpagos iluminan el mundo; al verlos, la tierra se estremece. Ante el Señor, dueño de toda la tierra, las montañas se derriten como cera. Los cielos proclaman su justicia, y todos los pueblos contemplan su gloria. Sean avergonzados todos los idólatras, los que se jactan de sus ídolos inútiles. ¡Póstrense ante él todos los dioses! Señor, por causa de tus juicios Sión escucha esto y se alegra, y las ciudades de Judá se regocijan. Porque tú eres el Señor Altísimo, por encima de toda la tierra. ¡Tú estás muy por encima de todos los dioses! El Señor ama a los que odian el mal; él protege la vida de sus fieles, y los libra de manos de los impíos. La luz se esparce sobre los justos, y la alegría sobre los rectos de corazón. Alégrense en el Señor, ustedes los justos, y alaben su santo nombre.


Proverbios 28: El que es reacio a las reprensiones será destruido de repente y sin remedio. Cuando los justos prosperan, el pueblo se alegra; cuando los impíos gobiernan, el pueblo gime. El que ama la sabiduría alegra a su padre; el que frecuenta rameras derrocha su fortuna. Con justicia el rey da estabilidad al país; cuando lo abruma con tributos, lo destruye. El que adula a su prójimo le tiende una trampa. Al malvado lo atrapa su propia maldad, pero el justo puede cantar de alegría. El justo se ocupa de la causa del desvalido; el malvado ni sabe de qué se trata. Los insolentes conmocionan a la ciudad, pero los sabios apaciguan los ánimos. Cuando el sabio entabla pleito contra un necio, aunque se enoje o se ría, nada arreglará. Los asesinos aborrecen a los íntegros, y tratan de matar a los justos. El necio da rienda suelta a su ira, pero el sabio sabe dominarla. Cuando un gobernante se deja llevar por mentiras, todos sus oficiales se corrompen. Algo en común tienen el pobre y el opresor: a los dos el Señor les ha dado la vista. El rey que juzga al pobre según la verdad afirma su trono para siempre. La vara de la disciplina imparte sabiduría, pero el hijo malcriado avergüenza a su madre. Cuando prospera el impío, prospera el pecado, pero los justos presenciarán su caída. Disciplina a tu hijo, y te traerá tranquilidad; te dará muchas satisfacciones. Donde no hay visión, el pueblo se extravía; ¡dichosos los que son obedientes a la ley! No sólo con palabras se corrige al siervo; aunque entienda, no obedecerá. ¿Te has fijado en los que hablan sin pensar? ¡Más se puede esperar de un necio que de gente así! Quien consiente a su criado cuando éste es niño, al final habrá de lamentarlo. El hombre iracundo provoca peleas; el hombre violento multiplica sus crímenes. El altivo será humillado, pero el humilde será enaltecido. El cómplice del ladrón atenta contra sí mismo; aunque esté bajo juramento, no testificará. Temer a los hombres resulta una trampa, pero el que confía en el Señor sale bien librado. Muchos buscan el favor del gobernante, pero la sentencia del hombre la dicta el Señor. Los justos aborrecen a los malvados, y los malvados aborrecen a los justos.



El Libro de Mateo Capítulo 9 del Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:

EL SANTO EVANGELIO SEGÚN
SAN MATEO

CAPÍTULO 9
(31 d.C.)
JESÚS SANA A UN HOMBRE
PARALÍTICO

ENTONCES entrando en el barco, pasó a la otra parte y vino a Su Propia ciudad (Capernaum).
2 Y, he aquí, Le trajeron un paralítico (paralizado), echado en una cama: y viendo Jesús la Fe de ellos (la acción de la Fe) dijo al paralítico, Confía, hijo; tus pecados te son perdonados (la enfermedad fue causada por el pecado).
3 Y, he aquí, algunos de los Escribas (expertos en la Ley de Moisés) decían dentro de sí (murmuraban entre ellos mismos), Éste blasfema (no Lo reconocieron como Señor).
4 Y viendo Jesús sus pensamientos dijo (revelado a Él por el Espíritu), ¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones? (¡Incredulidad!)
5 Porque, ¿qué es más fácil, decir, Tus pecados te son perdonados; o decir, Levántate, y anda? (El pecado original y el resultado correspondiente, la enfermedad.)
6 Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la Tierra de perdonar pecados (proclama Su Deidad), (dice entonces al paralítico,) Levántate, toma tu cama, y vete a tu casa (poder para perdonar pecados y sanar).
7 Entonces él se levantó (la acción física de un resultado espiritual) y se fue a su casa.
8 Y las gentes viéndolo (la sanidad del hombre), se maravillaron, y glorificaron a Dios, que había dado tal potestad a los hombres (las multitudes todavía no entendían que Él era El Mesías).
EL LLAMADO DE MATEO
9 Y pasando Jesús de allí, vio a un hombre, que estaba sentado al banco de los tributos públicos (Mateo era recaudador de impuestos — un Publicano), el cual se llamaba Mateo (el Espíritu lo dirigió); y le (Jesús) dijo (Mateo), Sígueme (el llamado a ser uno de los Doce). Y se levantó (inmediatamente), y Le siguió.
10 Y aconteció (después de algunos días) que estando Él sentado a la mesa (una cena) en casa (en la casa de Mateo), he aquí, que muchos Publicanos (recaudadores de impuestos) y pecadores que habían venido, se sentaron juntamente a la mesa con Jesús y Sus Discípulos (en Sus términos, y no en los términos de aquéllos).
11 Y viendo esto los Fariseos (escuchaban de esto un poco más tarde), dijeron a Sus Discípulos, ¿Por qué come vuestro Maestro con los Publicanos y pecadores (auto-justicia)?
12 Y oyéndolo Jesús (un rato más tarde), les dijo (a Sus Discípulos), Los que están sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos (Él vino para los pecadores, lo cual incluye a todos).
13 Andad pues, y aprended qué cosa es, Misericordia quiero, y no sacrificio (el guardar los rituales, por ejemplo, los sacrificios, no salvará; el pedir la misericordia sí lo hará): porque no he venido a llamar a Justos (los que confían en sí mismos con una auto-justicia, los auto-justificados) sino pecadores al Arrepentimiento.
EL AYUNO
14 Entonces los Discípulos de Juan (Juan ahora estaba en la prisión) vienen a Él, diciendo, ¿Por qué nosotros y los Fariseos ayunamos muchas veces, y Tus Discípulos no ayunan? (Ayunaban dos veces a la semana.)
15 Y Jesús les dijo (introducción del Nuevo Convenio), ¿Pueden los que están de bodas tener luto entre tanto que el Esposo está con ellos? (Jesús es el Novio, no era tiempo de ayunar.) mas vendrán días cuando el Esposo será quitado de ellos (Muerte, Resurrección y Ascensión de Cristo), y entonces ayunarán (el ayuno representa algo malo que se necesita remediar, lo cual la Venida de Cristo resolverá).
16 Y nadie echa remiendo de paño nuevo (el Convenio Nuevo) en vestido viejo (el Convenio Antiguo), porque tal remiendo tira del vestido (un parche), y se hace peor la rotura (al revertir a la Ley empeorará la situación; la Cruz es el Nuevo Convenio).
17 Ni echan vino nuevo (el Nuevo Convenio) en cueros viejos (los odres): de otra manera los cueros se rompen (el vino nuevo agrieta el odre), y el vino se derrama (al revertir a la Ley frustra la Gracia [Gál. 2:21]), y se pierden (la Ley destruye la Gracia) los cueros (los odres): mas echan el vino nuevo en cueros nuevos (odres nuevos), y lo uno y lo otro se conservan juntamente (el Convenio Nuevo puede funcionar solamente por la Fe [odres nuevos] y no por la Ley).
LOS MILAGROS
18 Hablando Él estas cosas a ellos (del tema del Versículo anterior), he aquí, vino un Principal (Jairo), y Le adoraba (como Señor y Mesías), diciendo, Mi hija acaba de morir (está moribunda): mas ven y pon Tu Mano sobre ella, y vivirá.
19 Y se levantó Jesús, y le siguió (inmediatamente), y Sus Discípulos.
20 Y, he aquí, (una interrupción) una mujer, enferma de flujo de sangre (física y ceremonialmente [Lev. 15:25] probablemente de un trastorno femenino) hacía doce años, llegándose por detrás, tocó la franja (el borde) de Su Vestido (una borla azul y blanca usada en las cuatro esquinas de la ropa superior [Núm. 15:37-41]):
21 Porque decía entre sí (ya que ella no podía conseguir una audiencia privada), Si tocare solamente Su Vestido, seré salva (su Fe).
22 Mas Jesús volviéndose (respondió a su toque), y mirándola (requirió un momento para encontrarla), dijo, Confía (no te asustes), Hija (un cambio de la relación de una "mujer" a la de una "hija"), ten ánimo tu Fe te ha salvado (si Él no le toca, usted puede tocarlo a Él). Y la mujer fue salva desde aquella hora (la tradición dice que se llamaba Verónica).
23 Y llegado Jesús a la casa del Principal (Jairo, jefe de la Sinagoga), viendo los tañedores de flautas (personas que fueron contratadas para endechar, lo cual durante aquel entonces era la costumbre; ya la niña había muerto), y la gente que hacía bullicio (que hacía lamentación por la muerte de la niña),
24 Les dijo, Apartaos (salgan del cuarto donde está la niña): que la muchacha no ha muerto, sino duerme (no seguirá muerta). Y se burlaban de Él (sabían que la niña murió y concluían que Él no podría hacer nada).
25 Y como la gente fue echada fuera (no se fueron silenciosamente), entró (Él no entraría hasta que los escépticos salieran), y la tomó de la mano, y se levantó la muchacha (Él la resucitó de entre los muertos; la Vida tocó la Muerte; nadie moría ni permanecía muerto en Su Presencia).
26 Y salió esta fama por toda aquella tierra (por todas partes de Israel y aun más allá).
LOS CIEGOS SANADOS
27 Y pasando Jesús de allí (dejó la casa de Jairo), Le siguieron dos ciegos, dando voces, y diciendo, Ten misericordia de nosotros (un gemido del cual Él siempre responde), Hijo de David (el título Mesiánico).
28 Y llegado a la casa (probablemente la casa de Pedro), vinieron a Él los ciegos (sin lugar a dudas ellos oyeron que Él había resucitado a los muertos); y Jesús les dice, ¿Creéis que puedo hacer esto? (Él requirió solamente la Fe.) Ellos dicen, Sí, Señor.
29 Entonces tocó los ojos de ellos (la Luz tocó las Tinieblas), diciendo, Conforme a vuestra Fe os sea hecho (la Ley de la Fe).
30 Y los ojos de ellos fueron abiertos (instantáneamente). Y Jesús les encargó rigurosamente (fuertemente), diciendo, Mirad que nadie lo sepa (su fama había crecido hasta tal punto que Israel pronto pediría a voces para hacerle Rey, pero por todas las razones malintencionadas).
31 Mas ellos salidos, divulgaron Su fama por toda aquella tierra (por lo menos extendían Su fama y no la de ellos).
EL HOMBRE MUDO SANADO
32 Y saliendo ellos (muy probable de la casa de Pedro), he aquí, Le trajeron un hombre mudo, endemoniado (un espíritu demoníaco había causado que él fuera mudo).
33 Y echado fuera el demonio (espíritu demoníaco), el mudo habló; y las gentes se maravillaron, diciendo, Nunca ha sido vista cosa semejante en Israel (los espíritus demoníacos son la causa de muchas cosas).
34 Mas los Fariseos decían (el grupo religioso más fuerte en Israel, y se pusieron amargamente en contra de Cristo), Por el príncipe de los demonios (por el poder de Satanás) echa fuera los demonios (espíritus demoníacos).
35 Y rodeaba Jesús por todas las ciudades y aldeas, enseñando (que explica la Verdad) en las Sinagogas de ellos, y predicando (que proclama la Verdad) el Evangelio del Reino (las Buenas Nuevas), y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo ("predicar, enseñar y sanar" es el programa del Evangelio).
LA NECESIDAD DE
LOS OBREROS
36 Y viendo las multitudes, tuvo compasión de ellas (tenía gran compasión y simpatía), porque estaban derramadas, y esparcidas, como ovejas que no tienen pastor (no había liderazgo espiritual).
37 Entonces dice a Sus Discípulos, A la verdad la Mies (almas que salvar) es mucha, mas los obreros pocos (no hay muchos Predicadores de la Justicia).
38 Rogad (intercede) pues al Señor de la Mies (Cristo es el Señor), que envíe obreros a Su Mies (la cosecha de almas es la Suya, y tiene que ser cosechada a Su manera).


Primera Corintios Capítulo 13:
Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.


Hebreos 10:35-12:4
Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida. Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre.


Romanos 8:
Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.

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