10 August 2017

El 11 agosto Lectura Bíblica Diaria

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Mensaje de la Cruz de Cristo Jesús-Capítulo-1


El 11 agosto Lectura Bíblica Diaria:


1 Crónicas 17 a 19:

Una vez instalado en su palacio, David le dijo al profeta Natán: ¡Aquí me tienes, habitando un palacio de cedro, mientras que el arca del pacto del Señor se encuentra bajo una simple tienda de campaña! Bien respondió Natán. Haga Su Majestad lo que su corazón le dicte, pues Dios está con usted. Pero aquella misma noche la palabra de Dios vino a Natán y le dijo: "Ve y dile a mi siervo David que así dice el Señor: No serás tú quien me construya una casa para que yo la habite. Desde el día en que liberé a Israel hasta el día de hoy, no he habitado en casa alguna, sino que he ido de campamento en campamento y de santuario en santuario. Todo el tiempo que anduve con Israel, cuando mandé a sus jueces que pastorearan a mi pueblo, ¿acaso le reclamé a alguno de ellos el no haberme construido una casa de cedro? "Pues bien, dile a mi siervo David que así dice el Señor Todopoderoso: Yo te saqué del redil para que, en vez de cuidar ovejas, gobernaras a mi pueblo Israel. Yo he estado contigo por dondequiera que has ido, y he aniquilado a todos tus enemigos. Y ahora voy a hacerte tan famoso como los más grandes de la tierra. También voy a designar un lugar para mi pueblo Israel, y allí los plantaré para que puedan vivir sin sobresaltos. Sus malvados enemigos no volverán a oprimirlos como lo han hecho desde el principio, desde los días en que nombré jueces sobre mi pueblo Israel. Yo derrotaré a todos tus enemigos. Te anuncio, además, que yo, el Señor, te edificaré una casa. Cuando tu vida llegue a su fin y vayas a reunirte con tus antepasados, yo pondré en el trono a uno de tus descendientes, a uno de tus hijos, y afirmaré su reino. Será él quien construya una casa en mi honor, y yo afirmaré su trono para siempre. Yo seré su padre, y él será mi hijo. Jamás le negaré mi amor, como se lo negué a quien reinó antes que tú. Al contrario, para siempre lo estableceré en mi casa y en mi reino, y su trono será firme para siempre. " Natán le comunicó todo esto a David, tal como lo había recibido por revelación. Luego el rey David se presentó ante el Señor y le dijo: "Señor y Dios, ¿quién soy yo, y qué es mi familia, para que me hayas hecho llegar tan lejos? Como si esto fuera poco, Señor y Dios, has hecho promesas a este siervo tuyo en cuanto al futuro de su dinastía. ¡Me has tratado como si fuera yo un hombre muy importante, Señor y Dios! ¿Qué más podría yo decir del honor que me has dado, si tú conoces a tu siervo? Señor, tú has hecho todas estas grandes maravillas, por amor a tu siervo y según tu voluntad, y las has dado a conocer. Señor, nosotros mismos hemos aprendido que no hay nadie como tú, y que aparte de ti no hay Dios. ¿Y qué nación se puede comparar con tu pueblo Israel? Es la única nación en la tierra que tú has redimido, para hacerla tu propio pueblo y para dar a conocer tu nombre. Hiciste prodigios y maravillas cuando al paso de tu pueblo, al cual redimiste de Egipto, expulsaste a las naciones y a sus dioses. Adoptaste a Israel para que fuera tu pueblo para siempre, y para que tú, Señor, fueras su Dios. "Y ahora, Señor, mantén para siempre la promesa que le has hecho a tu siervo y a su dinastía. Cumple tu palabra para que tu nombre permanezca y sea exaltado por siempre, y para que todos digan: ¡El Señor Todopoderoso es el Dios de Israel! Entonces la dinastía de tu siervo David quedará establecida en tu presencia. "Tú, Dios mío, le has revelado a tu siervo el propósito de establecerle una dinastía, y por eso tu siervo se ha atrevido a dirigirte esta súplica. Oh Señor, ¡tú eres Dios y has prometido este favor a tu siervo! Te has dignado bendecir a la familia de tu siervo, de modo que bajo tu protección exista para siempre. Tú, Señor, la has bendecido, y por eso quedará bendita para siempre." Pasado algún tiempo, David derrotó a los filisteos y los subyugó, quitándoles el control de la ciudad de Gat y de sus aldeas. También derrotó y sometió a los moabitas, los cuales pasaron a ser vasallos tributarios de David. Además, David derrotó en Jamat a Hadad Ezer, rey de Sobá, cuando éste se dirigía a establecer su dominio sobre la región del río Éufrates. David le capturó mil carros, siete mil jinetes y veinte mil soldados de infantería; también desjarretó los caballos de tiro, aunque dejó los caballos suficientes para cien carros. Luego, cuando los sirios de Damasco acudieron en auxilio de Hadad Ezer, rey de Sobá, David aniquiló a veintidós mil de ellos. También puso guarniciones en Damasco, de modo que los sirios pasaron a ser vasallos tributarios de David. En todas las campañas de David, el Señor le daba la victoria. En cuanto a los escudos de oro que llevaban los oficiales de Hadad Ezer, David se apropió de ellos y los trasladó a Jerusalén. Así mismo se apoderó de una gran cantidad de bronce que había en las ciudades de Tébaj y de Cun, poblaciones de Hadad Ezer. Ése fue el bronce que Salomón usó para hacer la fuente, las columnas y todos los utensilios de bronce. Tou, rey de Jamat, se enteró de que David había derrotado por completo al ejército de Hadad Ezer, rey de Sobá. Como Tou también era enemigo de Hadad Ezer, envió a su hijo Adorán a desearle *bienestar al rey David, y a felicitarlo por haber derrotado a Hadad Ezer en batalla. Y Tou envió toda clase de utensilios de oro, de plata y de bronce, los cuales el rey David consagró al Señor, tal como lo había hecho con toda la plata y el oro que había tomado de las naciones de Edom, Moab, Amón, Filistea y Amalec. Por su parte, Abisay hijo de Sarvia derrotó a los edomitas en el valle de la Sal, y aniquiló a dieciocho mil de ellos. También puso guarniciones en Edom, de modo que los edomitas pasaron a ser vasallos tributarios de David. En todas sus campañas, el Señor le daba la victoria. David reinó sobre todo Israel, gobernando al pueblo entero con justicia y rectitud. Joab hijo de Sarvia era general del ejército; Josafat hijo de Ajilud era el secretario; Sadoc hijo de Ajitob y Ajimélec hijo de Abiatar eran sacerdotes; Savsa era el cronista. Benaías hijo de Joyadá estaba al mando de los soldados quereteos y peleteos, y los hijos de David ocupaban los principales puestos junto al rey. Pasado algún tiempo, murió Najás, rey de los amonitas, y su hijo lo sucedió en el trono. Entonces David pensó: "Debo ser leal con Janún hijo de Najás, pues su padre lo fue conmigo." Así que envió a unos mensajeros para darle el pésame por la muerte de su padre. Cuando los mensajeros de David llegaron al país de los amonitas para darle el pésame a Janún, los jefes de ese pueblo le aconsejaron: "¿Y acaso cree Su Majestad que David ha enviado a estos mensajeros sólo para darle el pésame, y porque quiere honrar a su padre? ¿No será más bien que han venido a espiar y explorar el país para luego destruirlo?" Entonces Janún mandó que apresaran a los mensajeros de David y que les afeitaran la barba y les rasgaran la ropa por la mitad, a la altura de las nalgas. Y así los despidió. Los hombres de David se sentían muy avergonzados. Cuando David se enteró de lo que les había pasado, mandó que los recibieran y les dieran este mensaje de su parte: "Quédense en Jericó, y no regresen hasta que les crezca la barba." Al darse cuenta Janún y los amonitas de que habían ofendido a David, enviaron treinta y tres mil kilos de plata para contratar carros y jinetes en Aram Najarayin, en Aram de Macá y en Sobá. Contrataron treinta y dos mil carros y al rey de Macá con su ejército, que acampó frente a Medeba. Por su parte, los amonitas salieron de sus ciudades y se dispusieron para el combate. Cuando David lo supo, despachó a Joab con todos los soldados del ejército. Los amonitas avanzaron hasta la entrada de su ciudad, pero los reyes que habían venido a reforzarlos se quedaron aparte, en campo abierto. Joab se vio amenazado por el frente y por la retaguardia, así que escogió a las mejores tropas israelitas para pelear contra los sirios, y el resto de las tropas las puso al mando de su hermano Abisay, para que enfrentaran a los amonitas. A Abisay le ordenó: "Si los sirios pueden más que yo, tú vendrás a rescatarme; y si los amonitas pueden más que tú, yo te rescataré. ¡Ánimo! Luchemos con valor por nuestro pueblo y por las ciudades de nuestro Dios. ¡Y que el Señor haga lo que bien le parezca!" En seguida Joab y sus tropas avanzaron contra los sirios, y éstos huyeron de él. Al ver que los sirios se daban a la fuga, también los amonitas huyeron de Abisay y se refugiaron en la ciudad. Entonces Joab regresó a Jerusalén. Los sirios, al verse derrotados por Israel, enviaron mensajeros para pedir ayuda a los sirios que vivían al otro lado del río Éufrates. Sofac, jefe del ejército de Hadad Ezer, se puso al frente de ellos. Cuando David se enteró de esto, reunió a todo Israel, cruzó el Jordán y tomó posición de batalla contra los sirios. Éstos lo atacaron, pero tuvieron que huir ante los israelitas. David mató a siete mil soldados sirios de caballería y cuarenta mil de infantería; también mató a Sofac, jefe del ejército. Al ver que los sirios habían sido derrotados por los israelitas, todos los vasallos de Hadad Ezer hicieron la paz con David y se sometieron a él. A partir de entonces, los sirios se negaron a ir en auxilio de los amonitas.




Salmo 91:
El que habita al abrigo del Altísimo se acoge a la sombra del Todopoderoso. Yo le digo al Señor: "Tú eres mi refugio, mi fortaleza, el Dios en quien confío." Sólo él puede librarte de las trampas del cazador y de mortíferas plagas, pues te cubrirá con sus plumas y bajo sus alas hallarás refugio. ¡Su verdad será tu escudo y tu baluarte! No temerás el terror de la noche, ni la flecha que vuela de día, ni la peste que acecha en las sombras ni la plaga que destruye a mediodía. Podrán caer mil a tu izquierda, y diez mil a tu derecha, pero a ti no te afectará. No tendrás más que abrir bien los ojos, para ver a los impíos recibir su merecido. Ya que has puesto al Señor por tu refugio, al Altísimo por tu protección, ningún mal habrá de sobrevenirte, ninguna calamidad llegará a tu hogar. Porque él ordenará que sus ángeles te cuiden en todos tus caminos. Con sus propias manos te levantarán para que no tropieces con piedra alguna. Aplastarás al león y a la víbora; ¡hollarás fieras y serpientes! "Yo lo libraré, porque él se acoge a mí; lo protegeré, porque reconoce mi nombre. Él me invocará, y yo le responderé; estaré con él en momentos de angustia; lo libraré y lo llenaré de honores. Lo colmaré con muchos años de vida y le haré gozar de mi salvación."



Proverbios 22:
Vale más la buena fama que las muchas riquezas, y más que oro y plata, la buena reputación. El rico y el pobre tienen esto en común: a ambos los ha creado el Señor. El prudente ve el peligro y lo evita; el inexperto sigue adelante y sufre las consecuencias. Recompensa de la humildad y del temor del Señor son las riquezas, la honra y la vida. Espinas y trampas hay en la senda de los impíos, pero el que cuida su vida se aleja de ellas. Instruye al niño en el camino correcto, y aun en su vejez no lo abandonará. Los ricos son los amos de los pobres; los deudores son esclavos de sus acreedores. El que siembra maldad cosecha desgracias; el Señor lo destruirá con el cetro de su ira. El que es generoso será bendecido, pues comparte su comida con los pobres. Despide al insolente, y se irá la discordia y cesarán los pleitos y los insultos. El que ama la pureza de corazón y tiene gracia al hablar tendrá por amigo al rey. Los ojos del Señor protegen el saber, pero desbaratan las palabras del traidor. "¡Hay un león allá afuera! dice el holgazán. ¡En plena calle me va a hacer pedazos!" La boca de la adúltera es una fosa profunda; en ella caerá quien esté bajo la ira del Señor. La necedad es parte del corazón juvenil, pero la vara de la disciplina la corrige. Oprimir al pobre para enriquecerse, y hacerle regalos al rico, ¡buena manera de empobrecerse! Presta atención, escucha mis palabras; aplica tu corazón a mi conocimiento. Grato es retenerlas dentro de ti, y tenerlas todas a flor de labio. A ti te las enseño en este día, para que pongas tu confianza en el Señor. ¿Acaso no te he escrito treinta dichos que contienen sabios consejos? Son para enseñarte palabras ciertas y confiables, para que sepas responder bien a quien te pregunte. 1 No explotes al pobre porque es pobre, ni oprimas en los tribunales a los necesitados; porque el Señor defenderá su causa, y despojará a quienes los despojen. 2 No te hagas amigo de gente violenta, ni te juntes con los iracundos, no sea que aprendas sus malas costumbres y tú mismo caigas en la trampa. 3 No te comprometas por otros ni salgas fiador de deudas ajenas; porque si no tienes con qué pagar, te quitarán hasta la cama en que duermes. 4 No cambies de lugar los linderos antiguos que establecieron tus antepasados. 5 ¿Has visto a alguien diligente en su trabajo? Se codeará con reyes, y nunca será un Don Nadie.




El Libro de Mateo Capítulo 3 del Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:

EL SANTO EVANGELIO SEGÚN
SAN MATEO

CAPÍTULO 3
(29 d.C.)
LA PREDICACIÓN DE JUAN EL BAUTISTA

EN aquellos días (inmediatamente antes de la introducción de Cristo) vino Juan el Bautista, predicando en el desierto de Judea (el área cerca de Jericó).
2 Y diciendo, Arrepentíos (reconocer la dirección equivocada de uno mismo): que el Reino de los Cielos (el Reino de los Cielos, encabezado por Cristo Jesús) se ha acercado (fue ofrecido a Israel).
3 Porque éste es aquél (Juan el Bautista) del cual fue dicho por el Profeta Isaías, que dijo, Voz de uno que clama en el desierto, Preparad el Camino del Señor, enderezad Sus veredas (Isa. 40:3).
4 Y tenía Juan su vestido de pelos de camellos, y una cinta de cuero alrededor de sus lomos; y su comida era langostas y miel silvestre.
5 Entonces salía a él Jerusalén, y toda Judea, y toda la provincia de alrededor del Jordán (el Río Jordán),
6 Y eran bautizados de él en el Jordán (sumergido totalmente debajo del agua), confesando sus pecados.
7 Y viendo él muchos de los Fariseos y de los Saduceos (dos sectas de Judíos que se auto-justificaban y eran entusiastas) que venían a su Bautismo (el Bautismo en Agua), les decía, Generación de víboras (serpientes), ¿quién os ha enseñado a huir de la ira que vendrá?
8 Haced pues frutos (evidencias) dignos de (que corresponden al) Arrepentimiento:
9 Y no penséis decir dentro de vosotros, a Abraham tenemos por padre (el orgullo): porque yo os digo, que Dios puede despertar hijos a Abraham aún de estas piedras (El Señor ha levantado a los Gentiles como hijos de Abraham [Gál. 3:7, 14]).
10 Ahora, ya también el hacha está puesta a la raíz de los árboles: por tanto todo árbol que no hace buen fruto es cortado, y echado en el fuego (Israel fue cortado por su incredulidad [Rom. 11:20]).
11 Yo a la verdad os bautizo en agua para Arrepentimiento (el Bautismo en Agua era un acto exterior de una obra interna ya realizada): mas Él que (El Cristo) viene tras mí es más poderoso que yo, los Zapatos del Cual yo no soy digno de llevar: Él os Bautizará con Espíritu Santo y con fuego (para quemar la escoria pecaminosa [Hch. 2:2-4]).
12 Su aventador está en Su Mano (el método antiguo para aventar el grano), y aventará Su era ("lo limpiará, para que lleve más fruto" [Jn. 15:2]), y recogerá Su Trigo en el alfolí (el producto final como fue desarrollado por el Espíritu); y quemará la paja en fuego que nunca se apagará (el trigo es simbólico de la Obra del Espíritu, mientras que la paja es simbólica de la obra de la carne).
El BAUTISMO DE JESÚS POR JUAN
13 Entonces Jesús vino de Galilea a Juan al Jordán, para ser bautizado de él (que significa el momento más grande de la historia humana hasta entonces; el Ministerio terrenal de Cristo ahora comenzaría).
14 Mas Juan lo resistía mucho, diciendo, Yo necesito ser Bautizado de Ti, ¿y Tú vienes a mí?
15 Y respondiendo Jesús le dijo, Deja ahora (permita que Yo sea bautizado): porque así nos conviene cumplir toda Justicia (el Bautismo en Agua es un tipo de la Muerte, Sepultura y Resurrección de Cristo [Rom. 6:3-5]). Entonces le dejó.
16 Y Jesús, después que Él fue bautizado (era el comienzo de Su Ministerio terrenal), subió luego (inmediatamente) del agua (se refiere al Bautismo por inmersión y no por asperjar, ni rociar); y, he aquí, los Cielos Le fueron abiertos (El Único, el Señor Jesucristo, a quien los Cielos se Le abrieron), y vio al Espíritu de Dios (El Espíritu Santo) que descendía como paloma, y venía sobre Él (Juan vio una forma visible que le hizo recordar a una paloma).
17 Y, he aquí, una Voz de los Cielos, que decía (la Voz de Dios El Padre), Este es Mi Hijo Amado, en Quien tengo contentamiento (la Trinidad se aparece aquí: El Padre habla, El Espíritu desciende, y El Hijo ora [Luc. 3:21-22]).


Primera Corintios Capítulo 13:
Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.


Hebreos 10:35-12:4
Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida. Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre.


Romanos 8:
Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.

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