15 August 2017

El 16 de agosto Lectura Bíblica Diaria

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Mensaje de la Cruz de Cristo Jesús-Capítulo-1


El 16 de agosto Lectura Bíblica Diaria:


2 Crónicas 3 a 5:

Salomón comenzó a construir el templo del Señor en el monte Moria, en Jerusalén, donde el Señor se le había aparecido a su padre David. Lo construyó en el lugar que David había destinado, esto es, en la parcela de Arauna, el jebuseo. La construcción la comenzó el día dos del mes segundo del cuarto año de su reinado. Salomón determinó que los cimientos del templo de Dios fueran de veintisiete metros de largo por nueve metros de ancho. El vestíbulo de la nave medía lo mismo que el ancho del templo, es decir, también medía nueve metros de largo, y nueve metros de alto. Por dentro, Salomón lo recubrió de oro puro. Recubrió la nave central con paneles de madera de ciprés, sobre los cuales colocó figuras de palmeras y cadenas de oro fino. El templo lo adornó con piedras preciosas y con oro de Parvayin. En el interior del templo recubrió de oro las vigas, los umbrales, las paredes y las puertas, y en las paredes esculpió querubines. Salomón hizo también el Lugar Santísimo, el cual medía lo mismo que el ancho del templo, es decir, nueve metros de largo y nueve metros de ancho. Lo recubrió por dentro con veintitrés toneladas de oro fino. Cada clavo de oro pesaba medio kilo. También recubrió de oro las habitaciones superiores. En el Lugar Santísimo mandó tallar dos querubines, y los recubrió de oro. Las alas de los querubines medían nueve metros de largo. Cada una de las alas del primer querubín medía dos metros con veinticinco centímetros; una de ellas tocaba la pared interior de la habitación, y la otra rozaba el ala del segundo querubín. Cada una de las alas del segundo querubín también medía dos metros con veinticinco centímetros; una de ellas tocaba la pared interior de la habitación, y la otra rozaba el ala del primer querubín. Los querubines estaban de pie, con el rostro hacia la nave, y sus alas extendidas medían en total nueve metros. La cortina la hizo de púrpura, carmesí, escarlata y lino, y sobre ella mandó bordar querubines. En la fachada del templo levantó dos columnas de dieciséis metros de altura, y el capitel que coronaba cada columna medía más de dos metros; además, mandó hacer unas cadenas trenzadas y las colocó en lo alto de las columnas; hizo también cien granadas, y las intercaló entre las cadenas. Levantó las columnas en la fachada del templo, una en el lado sur y otra en el lado norte. A la primera la nombró Jaquín, y a la segunda, Boaz. Salomón hizo un altar de bronce que medía nueve metros de largo por nueve de ancho y cuatro metros y medio de alto. Hizo también una fuente circular de metal fundido, que medía cuatro metros y medio de diámetro y dos metros con veinticinco centímetros de alto. Su circunferencia, medida a cordel, era de trece metros y medio. Bajo el borde hizo dos hileras de figuras de bueyes, diez por cada medio metro, las cuales estaban fundidas en una sola pieza con la fuente. La fuente descansaba sobre doce bueyes, que tenían sus cuartos traseros hacia adentro. Tres bueyes miraban al norte, tres al oeste, tres al sur y tres al este. El grosor de la fuente era de ocho centímetros, y su borde, en forma de copa, se asemejaba a un capullo de azucena. Tenía una capacidad de sesenta y seis mil litros. Salomón hizo también diez lavamanos, y puso cinco en el lado sur y cinco en el lado norte. En ellos se lavaba todo el material de los holocaustos, mientras que en la fuente se lavaban los sacerdotes. Hizo además diez candelabros de oro, según el modelo prescrito, y los colocó en el templo, cinco en el lado sur y cinco en el lado norte. Salomón hizo diez mesas y las colocó en el templo, cinco en el lado sur y cinco en el lado norte. También hizo cien aspersorios de oro. Edificó el atrio de los sacerdotes y el atrio mayor con sus puertas, las cuales recubrió de bronce. La fuente de metal la colocó en la esquina del lado derecho, que da al sureste. También hizo las ollas, las palas y los aspersorios. Así fue como Hiram terminó todo el trabajo que había emprendido para el rey Salomón en el templo de Dios, es decir: las dos columnas; los dos capiteles en forma de tazón que coronaban las columnas; las dos redes que decoraban los capiteles; las cuatrocientas granadas, dispuestas en dos hileras para cada red; las bases con sus lavamanos; la fuente de metal y los doce bueyes que la sostenían; las ollas, las tenazas y los tenedores. Todos los utensilios que Hiram Abí le hizo al rey Salomón para el templo del Señor eran de bronce pulido. El rey los hizo fundir en moldes de arcilla en la llanura del Jordán, entre Sucot y Saretán. Eran tantos los utensilios que hizo Salomón, que no fue posible determinar el peso del bronce utilizado. Salomón también mandó hacer los otros utensilios que estaban en el templo de Dios, es decir: el altar de oro; las mesas sobre las cuales se ponía el pan de la Presencia; los candelabros de oro puro con sus respectivas lámparas, para encenderlas en frente del Lugar Santísimo, tal como está prescrito; la obra floral, las lámparas y las tenazas, que también eran de oro puro; las despabiladeras, los aspersorios, la vajilla y los incensarios; y la entrada del templo, es decir, las puertas interiores del Lugar Santísimo y las puertas de la nave central del templo, las cuales eran de oro. Una vez terminada toda la obra que había mandado hacer para el templo del Señor, Salomón hizo traer el oro, la plata y todos los utensilios que su padre David había consagrado, y los depositó en el tesoro del templo de Dios. Entonces Salomón mandó que los ancianos de Israel, y todos los jefes de las tribus y los patriarcas de las familias israelitas, se congregaran en Jerusalén para trasladar el arca del pacto del Señor desde Sión, la Ciudad de David. Así que durante la fiesta del mes séptimo todos los israelitas se congregaron ante el rey. Cuando llegaron todos los ancianos de Israel, los levitas alzaron el arca. Los sacerdotes y los levitas la trasladaron junto con la Tienda de reunión y con todos los utensilios sagrados que había en ella. El rey Salomón y toda la asamblea de Israel reunida delante del arca sacrificaron ovejas y bueyes en tal cantidad que fue imposible llevar la cuenta. Luego los sacerdotes llevaron el arca del pacto del Señor a su lugar en el santuario interior del templo, que es el Lugar Santísimo, y la pusieron bajo las alas de los querubines. Con sus alas extendidas sobre ese lugar, los querubines cubrían el arca y sus travesaños. Los travesaños eran tan largos que sus extremos se podían ver desde el arca delante del Lugar Santísimo, aunque no desde afuera; y ahí han permanecido hasta hoy. En el arca sólo estaban las dos tablas que Moisés había colocado en ella en Horeb, donde el Señor hizo un pacto con los israelitas después de que ellos salieron de Egipto. Los sacerdotes se retiraron del Lugar Santo. Todos los sacerdotes allí presentes, sin distinción de clases, se habían santificado. Todos los levitas cantores es decir, Asaf, Hemán, Jedutún, sus hijos y sus parientes estaban de pie en el lado este del altar, vestidos de lino fino y con címbalos, arpas y liras. Junto a ellos estaban ciento veinte sacerdotes que tocaban la trompeta. Los trompetistas y los cantores alababan y daban gracias al Señor al son de trompetas, címbalos y otros instrumentos musicales. Y cuando tocaron y cantaron al unísono: "El Señor es bueno; su gran amor perdura para siempre", una nube cubrió el templo del Señor. Por causa de la nube, los sacerdotes no pudieron celebrar el culto, pues la gloria del Señor había llenado el templo.



Salmo 96:
Canten al Señor un cántico nuevo; canten al Señor, habitantes de toda la tierra. Canten al Señor, alaben su nombre; anuncien día tras día su victoria. Proclamen su gloria entre las naciones, sus maravillas entre todos los pueblos. ¡Grande es el Señor y digno de alabanza, más temible que todos los dioses! Todos los dioses de las naciones no son nada, pero el Señor ha creado los cielos. El esplendor y la majestad son sus heraldos; hay poder y belleza en su santuario. Tributen al Señor, pueblos todos, tributen al Señor la gloria y el poder. Tributen al Señor la gloria que merece su nombre; traigan sus ofrendas y entren en sus atrios. Póstrense ante el Señor en la majestad de su santuario; ¡tiemble delante de él toda la tierra! Que se diga entre las naciones: "¡El Señor es rey!" Ha establecido el mundo con firmeza; jamás será removido. Él juzga a los pueblos con equidad. ¡Alégrense los cielos, regocíjese la tierra! ¡Brame el mar y todo lo que él contiene! ¡Canten alegres los campos y todo lo que hay en ellos! ¡Canten jubilosos todos los árboles del bosque! ¡Canten delante del Señor, que ya viene! ¡Viene ya para juzgar la tierra! Y juzgará al mundo con justicia, y a los pueblos con fidelidad.


Proverbios 27:
No te jactes del día de mañana, porque no sabes lo que el día traerá. No te jactes de ti mismo; que sean otros los que te alaben. Pesada es la piedra, pesada es la arena, pero más pesada es la ira del necio. Cruel es la furia, y arrolladora la ira, pero ¿quién puede enfrentarse a la envidia? Más vale ser reprendido con franqueza que ser amado en secreto. Más confiable es el amigo que hiere que el enemigo que besa. Al que no tiene hambre, hasta la miel lo empalaga; al hambriento, hasta lo amargo le es dulce. Como ave que vaga lejos del nido es el hombre que vaga lejos del hogar. El perfume y el incienso alegran el corazón; la dulzura de la amistad fortalece el ánimo. No abandones a tu amigo ni al amigo de tu padre. No vayas a la casa de tu hermano cuando tengas un problema. Más vale vecino cercano que hermano distante. Hijo mío, sé sabio y alegra mi corazón; así podré responder a los que me desprecian. El prudente ve el peligro y lo evita; el inexperto sigue adelante y sufre las consecuencias. Toma la prenda del que salga fiador por un extraño; reténla en garantía si la entrega por la mujer ajena. El mejor saludo se juzga una impertinencia cuando se da a gritos y de madrugada. Gotera constante en un día lluvioso es la mujer que siempre pelea. Quien la domine, podrá dominar el viento y retener aceite en la mano. El hierro se afila con el hierro, y el hombre en el trato con el hombre. El que cuida de la higuera comerá de sus higos, y el que vela por su amo recibirá honores. En el agua se refleja el rostro, y en el corazón se refleja la persona. El sepulcro, la muerte y los ojos del hombre jamás se dan por satisfechos. En el crisol se prueba la plata; en el horno se prueba el oro; ante las alabanzas, el hombre. Aunque al necio lo muelas y lo remuelas, y lo machaques como al grano, no le quitarás la necedad. Asegúrate de saber cómo están tus rebaños; cuida mucho de tus ovejas; pues las riquezas no son eternas ni la fortuna está siempre segura. Cuando se limpien los campos y brote el verdor, y en los montes se recoja la hierba, las ovejas te darán para el vestido, y las cabras para comprar un campo; tendrás leche de cabra en abundancia para que se alimenten tú y tu familia, y toda tu servidumbre.




El Libro de Mateo Capítulo 8 del Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:



EL SANTO EVANGELIO SEGÚN
SAN MATEO


CAPÍTULO 8
(31 d.C.)
JESÚS SANA A UN LEPROSO


Y CUANDO descendió del monte (este Mensaje en particular ya había terminado), Le seguían las multitudes (es el resultado de la "autoridad" con que Él enseñó).
2 Y, he aquí, un leproso vino (en aquel entonces la lepra era considerada como un símbolo del pecado) y Le adoraba (Le adoró por ser El Señor, reconociéndole como El Mesías), diciendo, Señor, si quisieres, puedes limpiarme (solamente Cristo puede limpiar del pecado, de lo cual la lepra era un tipo).
3 Y extendiendo Jesús Su Mano, le tocó, diciendo, Quiero; sé limpio (esta declaración para siempre da por sentado que es la Voluntad de Dios en cuanto a la Salvación y la Sanidad; Su acto de tocarle no lo limpió, al contrario, Su Palabra lo hizo; según el Griego, antes del momento en que Su Mano tocara al hombre él estaba ya limpio; así pues, Jesús no quebrantó la Ley al tocar a un leproso). Y luego su lepra fue limpiada (inmediatamente cuando dijo la palabra "Quiero").
4 Entonces Jesús le dijo, Mira, no lo digas a nadie (la Misión de nuestro Señor en Su Primera Venida era tratar con el pecado y sufrir su juicio en El Calvario; Él suprimió cualquier cosa que obstaculizaría ese propósito de la Gracia, y prohibió al hombre publicar el hecho de su sanidad); sino ve, muéstrate al Sacerdote, y ofrece la ofrenda que Mandó Moisés, para Testimonio a ellos (la Ley de la Limpieza del Leproso se encuentra en Lev., caps. 13 y 14).
LA SANIDAD DEL SIERVO
DEL CAPITÁN
5 Y entrando Jesús en Capernaum (Su Sede), vino a Él un Centurión (un Capitán Romano con autoridad sobre 100 hombres), rogándole (con determinación Le suplicaba, implorándole; Jesús vino para limpiar no solamente a Israel, sino para liberar a los Gentiles también, y, por consiguiente, el siervo del Oficial Romano fue liberado de su malestar),
6 Y diciendo, Señor (el Judío leproso había llamado a Jesús, "Señor," y ahora, el Centurión Gentil lo llama también "Señor," proclamándolo Señor de Todos), mi siervo joven yace en casa paralítico, gravemente atormentado (esta enfermedad era una parálisis con contracción de los empalmes, acompañada de un sufrimiento intenso; la vida del hombre estaba en peligro amenazada a la muerte).
7 Y Jesús le dijo, Yo iré y le sanaré (el énfasis no está en la llegada, sino, en cambio, en El Que viene, a Saber Cristo; el "Yo" es enfático, que quiere decir, "¡Yo puedo y Yo lo haré!" una vez más, "Yo le sanaré" da por sentado la respuesta para la pregunta en cuanto a la Sanidad Divina).
8 Respondió el Centurión y dijo, Señor, no soy digno de que entres debajo de mi techo (probablemente su manera de referirse indirectamente a sí mismo como un Gentil): mas solamente di la Palabra, y mi siervo sanará (la Palabra de Cristo era todo lo que se necesitó, y el soldado se dio cuenta de eso).
9 Porque también yo soy hombre bajo potestad, y tengo bajo mí soldados: y digo a éste, Ve, y va; y al otro, Ven, y viene; y a mi siervo, Haz esto, y lo hace (la inteligencia de este Centurión era muy notable; él razonó que los soldados tenían que obedecerlo porque en su persona residía la autoridad del Emperador y, de igual forma, la enfermedad obedece a Jesús porque en Él está la Autoridad de Dios).
10 Y oyendo Jesús, se maravilló (se registra aquí una de las dos únicas instancias en que Él se maravilló; la "Fe" de este Gentil, y la "incredulidad" de los Judíos [Marc. 6:6]), y dijo a los que Le seguían, De cierto os digo, Que ni aún en Israel he hallado tanta Fe (es una representación del hecho de que los Gentiles aceptarían a Cristo, mientras que Israel no lo haría).
11 Y os digo (demuestra la aceptación de Cristo por los Gentiles, y Su rechazo por los Judíos), Que vendrán muchos (Gentiles) del oriente y del occidente, y se sentarán con Abraham, e Isaac y Jacob, en el Reino de los Cielos (vendrían en el Convenio Abrámico [Gén. 12:1-3; Gál. 3:14]):
12 Mas los hijos del Reino (Israel) serán echados a las tinieblas de afuera: allí será el lloro y el crujir de dientes (morirían sin Dios, así irían al Infierno, debido a su rechazo de Cristo).
13 Entonces Jesús dijo al Centurión, Ve, y como creíste (creer, no en hacer algo), te sea hecho. Y su siervo fue sanado en el mismo momento.
LA SUEGRA DE PEDRO
SANADA
14 Y vino Jesús a casa de Pedro (en Capernaum), y Él (Jesús) vio a la madre de su esposa (la suegra de Pedro) echada en cama y con fiebre.
15 Y Él (Jesús) tocó su mano, y la fiebre la dejó (inmediatamente): y ella se levantó, y les servía (preparó una cena).
LOS DEMONIOS ECHADOS
FUERA; MUCHOS ENFERMOS
SANADOS
16 Y como fue ya tarde (cuando el Sábado se terminó a la puesta del sol), trajeron a Él (Jesús) muchos endemoniados (demonios): y echó fuera los demonios con la Palabra, y sanó a todos los enfermos:
17 Para que se cumpliese lo que fue dicho por el Profeta Isaías (Isa. 53:4), que dijo, El Mismo tomó nuestras enfermedades, y llevó nuestras dolencias (tomó la penalidad de nuestro pecado y nuestras enfermedades).
LAS PRUEBAS DEL
DISCIPULADO
18 Y viendo Jesús las grandes multitudes alrededor de Sí, Él mandó (instrucciones) pasar al otro lado del lago (al lado oriental del Mar de Galilea).
19 Y llegándose un cierto Escriba (experto en la Ley de Moisés), Le dijo, Maestro, Te seguiré adondequiera que fueres.
20 Y Jesús le dijo, Las zorras tienen cavernas, y las aves del Cielo nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene donde recostar Su Cabeza (la Tierra tiene sitio para las zorras y los pájaros, pero no hay lugar para Cristo; el "Hijo del Hombre" refiere al hecho de que Él tomará de nuevo el dominio, lo cual fue hecho en la Cruz).
21 Y otro de sus Discípulos (no era uno de los doce) Le dijo, Señor, dame licencia para que vaya primero y entierre a mi padre (cuidar a mi padre hasta que él muera).
22 Y Jesús le dijo (en tono de censura), Sígueme (nada debe obstaculizar el camino); deja que los muertos entierren a sus muertos (deje que los muertos espirituales entierren a sus muertos físicos).
JESÚS CALMA LA TEMPESTAD
23 Y entrando Él en el barco, Sus Discípulos Le siguieron.
24 Y, he aquí, se desató una gran tormenta en el mar (una gran tempestad), que el barco se cubría de las ondas: pero Él dormía.
25 Y llegándose Sus Discípulos, Le despertaron, diciendo, Señor, sálvanos: que perecemos (Él Solo nos puede salvar).
26 Y Él les dice (la razón de su dilema), ¿Por qué teméis, vosotros de poca fe (una fe mal dirigida)? Entonces, levantándose, reprendió a los vientos y al mar (gran poder); y fue grande bonanza ("vosotros de poca fe" ocurre cuatro veces [cuidado, Mat. 6:30; miedo, Mat. 8:26; incredulidad, Mat. 14:31; razonamiento, Mat. 16:8]).
27 Y los hombres se maravillaron (se asombraron), diciendo, ¿Qué hombre es éste, que aun los vientos y el mar Le obedecen? (Él es hombre, pero también es Dios.)
LOS ENDEMONIADOS
GADARENOS
28 Y cuando Él hubo llegado en la otra ribera (al lado oriental de Galilea) al país de los Gadarenos, Le vinieron al encuentro dos endemoniados (poseídos de demonios), que salían de los sepulcros (donde ellos vivían), fieros en gran manera (maníacos), que nadie podía pasar por aquel camino.
29 Y, he aquí, clamaron (hablaban, dirigiéndose a Cristo), diciendo, ¿Qué tenemos contigo, Jesús, Hijo de Dios? (Los demonios tenían más inteligencia que los discípulos del pensamiento moderno.) ¿Has venido acá a atormentarnos antes de tiempo? (El Juicio [Apoc. 20:1-3].)
30 Y estaba lejos de ellos un hato de muchos puercos (cerdos) paciendo.
31 Y los demonios Le rogaron, diciendo, Si nos echas fuera (puesto que Tú estás echándonos fuera), permítenos ir a aquel hato de puercos (dejar a los hombres y habitar en los cerdos).
32 Y les dijo, Id (proclama Su aprobación). Y ellos salieron, y se fueron a aquel hato de puercos: y, he aquí, todo el hato de los puercos se precipitó de un despeñadero en el mar (el Mar de Galilea), y murieron en las aguas.
33 Y los porqueros huyeron (muy aprisa), y viniendo a la ciudad, contaron todas las cosas, y lo que había pasado con los endemoniados (su liberación completa).
34 Y, he aquí, toda la ciudad salió a encontrar a Jesús: y cuando Le vieron (se requirió un poco rato para encontrarlo), Le rogaban que saliese de sus términos (comarcas).


Primera Corintios Capítulo 13:
Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.


Hebreos 10:35-12:4
Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida. Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre.


Romanos 8:
Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.

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