06 August 2017

El 7 de agosto Lectura Bíblica Diaria

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Mensaje de la Cruz de Cristo Jesús-Capítulo-1

 
El 7 de agosto Lectura Bíblica Diaria:

1Crónicas 5 a 7:

Descendencia de Rubén, primogénito de Israel. Rubén era el primogénito, pero en la genealogía no fue reconocido como tal por haber profanado el lecho de su padre. Su derecho de primogenitura pasó a los hijos de José hijo de Israel. Y aunque es verdad que Judá fue más poderoso que sus hermanos, y hasta llegó a ser jefe de ellos, la primogenitura pasó a José. Los hijos de Rubén, primogénito de Israel, fueron Janoc, Falú, Jezrón y Carmí. Los descendientes de Joel en línea directa fueron Semaías, Gog, Simí, Micaías, Reaías, Baal y Beerá, jefe de los rubenitas. A este último se lo llevó cautivo Tiglat Piléser, rey de Asiria. Éstos fueron los parientes de Beerá, según los registros genealógicos de sus familias: Jeyel el jefe, Zacarías y Bela hijo de Azaz, hijo de Semá, hijo de Joel. Bela habitó en Aroer, y su territorio se extendía hasta Nebo y Baal Megón. Por el oriente se extendía hasta el borde del desierto que colinda con el río Éufrates, pues sus ganados aumentaron mucho en la tierra de Galaad. En el tiempo de Saúl le declararon la guerra a los agarenos y los derrotaron, y se establecieron en la región oriental de Galaad. Éstos fueron los hijos de Gad que habitaron frente a los rubenitas en la región de Basán, hasta llegar a Salcá: Joel fue el jefe en Basán; el segundo, Safán; y luego Janay y Safat. Sus parientes, según las familias patriarcales, fueron siete en total: Micael, Mesulán, Sabá, Joray, Jacán, Zía y Éber. Éstos fueron los hijos de Abijaíl hijo de Jurí, hijo de Jaroa, hijo de Galaad, hijo de Micael, hijo de Jesisay, hijo de Yadó, hijo de Buz. El jefe de sus familias era Ahí, hijo de Abdiel y nieto de Guní. Éstos habitaron en Galaad, en Basán y sus aldeas, y en todos los campos de pastoreo de Sarón, hasta sus confines. La genealogía de ellos se registró en el tiempo de Jotán, rey de Judá, y de Jeroboán, rey de Israel. Los rubenitas, los gaditas y los de la media tribu de Manasés contaban con un ejército de cuarenta y cuatro mil setecientos sesenta hombres valientes, armados de escudo y de espada, hábiles en el manejo del arco y diestros en la guerra. Combatieron a los agarenos y a Jetur, Nafis y Nodab. Por cuanto confiaban en Dios, clamaron a él en medio del combate, y Dios los ayudó a derrotar a los agarenos y a sus aliados. Se apoderaron de su ganado (cincuenta mil camellos, doscientas cincuenta mil ovejas y dos mil burros) y capturaron a cien mil personas, a muchas de las cuales mataron, porque Dios estaba con ellos. En ese lugar habitaron hasta el tiempo del exilio. Los hijos de la media tribu de Manasés eran numerosos y se establecieron en el país, desde Basán hasta Baal Hermón, Senir y el monte Hermón. Los jefes de sus familias patriarcales fueron Éfer, Isí, Eliel, Azriel, Jeremías, Hodavías y Yadiel. Todos ellos eran guerreros valientes, hombres importantes y jefes de sus respectivas familias patriarcales. Pero pecaron contra el Dios de sus antepasados, pues se prostituyeron al adorar a los dioses de los pueblos de la región, a los cuales Dios había destruido delante de ellos. Por eso el Dios de Israel incitó contra ellos a Pul, es decir, a Tiglat Piléser, rey de Asiria, quien deportó a los rubenitas, los gaditas y a la media tribu de Manasés, llevándolos a Jalaj, Jabor, Hará, y al río Gozán, donde permanecen hasta hoy. Éstos fueron los hijos de Leví: Guersón, Coat y Merari. Hijos de Coat: Amirán, Izar, Hebrón y Uziel. Hijos de Amirán: Aarón, Moisés y Miriam. Hijos de Aarón: Nadab, Abiú, Eleazar e Itamar. Eleazar fue el padre de Finés. Finés fue el padre de Abisúa, Abisúa fue el padre de Buquí, Buquí fue el padre de Uzi, Uzi fue el padre de Zeraías, Zeraías fue el padre de Merayot, Merayot fue el padre de Amarías, Amarías fue el padre de Ajitob, Ajitob fue el padre de Sadoc, Sadoc fue el padre de Ajimaz, Ajimaz fue el padre de Azarías, Azarías fue el padre de Johanán, Johanán fue el padre de Azarías, quien ejerció el sacerdocio en el templo que Salomón construyó en Jerusalén. Azarías fue el padre de Amarías, Amarías fue el padre de Ajitob, Ajitob fue el padre de Sadoc, Sadoc fue el padre de Salún, Salún fue el padre de Jilquías, Jilquías fue el padre de Azarías, Azarías fue el padre de Seraías, y Seraías fue el padre de Josadac. Josadac fue llevado al cautiverio cuando el Señor deportó a Judá y a Jerusalén por medio de Nabucodonosor. Los hijos de Leví fueron Guersón, Coat y Merari. Hijos de Guersón: Libní y Simí. Hijos de Coat: Amirán, Izar, Hebrón y Uziel. Hijos de Merari: Majlí y Musí. Éstos fueron los descendientes de los levitas por sus familias. Los descendientes de Guersón en línea directa fueron Libní, Yajat, Zimá, Joa, Idó, Zera y Yatray. Los descendientes de Coat en línea directa fueron Aminadab, Coré, Asir, Elcaná, Ebiasaf, Asir, Tajat, Uriel, Uzías y Saúl. Los hijos de Elcaná fueron Amasay y Ajimot. Los descendientes de Ajimot en línea directa fueron Elcaná, Zofay, Najat, Eliab, Jeroán y Elcaná. Los hijos de Samuel fueron Vasni, el primogénito, y Abías. Los descendientes de Merari en línea directa fueron Majlí, Libní, Simí, Uza, Simá, Jaguías y Asaías. Éstos fueron los cantores que David nombró para el templo del Señor, desde que se colocó allí el arca. Ellos ya cantaban en la Tienda de reunión, delante del santuario, antes de que Salomón edificara el templo del Señor en Jerusalén. Luego continuaron su ministerio según las normas establecidas. Éstos y sus hijos estuvieron a cargo del canto: De los descendientes de Coat, el cantor Hemán fue hijo de Joel, descendiente en línea directa de Samuel, Elcaná, Jeroán, Eliel, Toa, Zuf, Elcaná, Mahat, Amasay, Elcaná, Joel, Azarías, Sofonías, Tajat, Asir, Ebiasaf, Coré, Izar, Coat, Leví e Israel. A la derecha de Hemán se colocaba su pariente Asaf hijo de Berequías, descendiente en línea directa de Simá, Micael, Baseías, Malquías, Etní, Zera, Adaías, Etán, Zimá, Simí, Yajat, Guersón y Leví. A la izquierda de Hemán se colocaba Etán hijo de Quisi, que era de sus parientes los meraritas y descendiente en línea directa de Abdí, Maluc, Jasabías, Amasías, Jilquías, Amsí, Baní, Sémer, Majlí, Musí, Merari y Leví. Sus hermanos los levitas estaban al servicio del santuario, en el templo de Dios. Aarón y sus hijos estaban encargados de quemar las ofrendas sobre el altar de los holocaustos y sobre el altar del incienso. De acuerdo con lo ordenado por Moisés, siervo de Dios, eran también responsables de todo lo relacionado con el Lugar Santísimo y de hacer la expiación por Israel. Los descendientes de Aarón en línea directa fueron Eleazar, Finés, Abisúa, Buquí, Uzi, Zeraías, Merayot, Amarías, Ajitob, Sadoc y Ajimaz. Éstos fueron los territorios donde vivían los descendientes de Aarón. A las familias de los coatitas se les adjudicó por sorteo Hebrón, en la tierra de Judá, con sus campos de pastoreo. A Caleb hijo de Jefone le tocaron el campo de la ciudad y sus aldeas. A los descendientes de Aarón les entregaron las siguientes ciudades de refugio: Hebrón, Libná, Jatir, Estemoa, Hilén, Debir, Asán y Bet Semes, con sus respectivos campos de pastoreo. De la tribu de Benjamín les dieron Gueba, Alemet y Anatot, con sus respectivos campos de pastoreo. En total les tocaron trece ciudades, distribuidas entre sus familias. Al resto de los descendientes de Coat les tocaron por sorteo diez ciudades de la media tribu de Manasés. A los descendientes de Guersón, según sus familias, les dieron trece ciudades de las tribus de Isacar, Aser y Neftalí, y de la tribu de Manasés que estaba en Basán. A los descendientes de Merari, según sus familias, les tocaron por sorteo doce ciudades de las tribus de Rubén, Gad y Zabulón. Fue así como los israelitas entregaron a los levitas estas ciudades con sus campos de pastoreo. Les adjudicaron por sorteo las ciudades de las tribus de Judá, Simeón y Benjamín, las cuales ya han sido mencionadas. Algunas de las familias descendientes de Coat recibieron por sorteo ciudades de la tribu de Efraín. Como ciudades de refugio les dieron Siquén, en los montes de Efraín, Guézer, Jocmeán, Bet Jorón, Ayalón y Gat Rimón, con sus respectivos campos de pastoreo. De la media tribu de Manasés les entregaron Aner y Bileán, con sus respectivos campos de pastoreo. Éstas fueron las ciudades asignadas al resto de las familias de Coat. Los descendientes de Guersón recibieron las siguientes ciudades de la media tribu de Manasés: Golán de Basán, y Astarot, con sus respectivos campos de pastoreo. De la tribu de Isacar recibieron Cedes, Daberat, Ramot y Anén, con sus respectivos campos de pastoreo. De la tribu de Aser recibieron Masal, Abdón, Hucoc y Rejob, con sus respectivos campos de pastoreo. De la tribu de Neftalí recibieron Cedes de Galilea, Hamón y Quiriatayin, con sus respectivos campos de pastoreo. Los demás descendientes de Merari recibieron las siguientes ciudades de la tribu de Zabulón: Rimón y Tabor, con sus respectivos campos de pastoreo. De la tribu de Rubén, que está en la ribera oriental del Jordán, frente a Jericó, recibieron Béser, que está en el desierto, Jaza, Cademot y Mefat, con sus respectivos campos de pastoreo. De la tribu de Gad recibieron Ramot de Galaad, Majanayin, Hesbón y Jazer, con sus respectivos campos de pastoreo. Los hijos de Isacar fueron cuatro en total: Tola, Fuvá, Yasub y Simrón. Los hijos de Tola fueron Uzi, Refaías, Jeriel, Yamay, Ibsán y Samuel, todos ellos guerreros valientes y jefes de las familias patriarcales de Tola. Según sus registros genealógicos, en el tiempo de David eran veintidós mil seiscientos. Israías fue el hijo de Uzi, y los hijos de Israías fueron Micael, Abdías, Joel e Isías, en total cinco jefes. Tan grande era el número de sus mujeres y niños que, según sus registros genealógicos, contaban con un ejército de treinta y seis mil hombres de guerra. El número total de todos sus parientes de las familias de Isacar ascendía a ochenta y siete mil guerreros valientes. Los hijos de Benjamín fueron Bela, Béquer y Jediael, tres en total. Los hijos de Bela fueron Esbón, Uzi, Uziel, Jerimot e Irí, cinco en total. Todos ellos eran jefes de las familias patriarcales y guerreros valientes, y sumaban veintidós mil treinta y cuatro. Los hijos de Béquer fueron Zemirá, Joás, Eliezer, Elihoenay, Omrí, Jerimot, Abías, Anatot y Alamet. Todos ellos eran hijos de Béquer, jefes de sus familias patriarcales y guerreros valientes. Según sus registros genealógicos, eran veinte mil doscientos. Bilhán fue el hijo de Jediael, y los hijos de Bilán fueron Jeús, Benjamín, Aod, Quenaná, Zetán, Tarsis y Ajisajar. Todos ellos descendían de Jediael, y eran jefes de sus familias patriarcales y guerreros valientes. En total, eran diecisiete mil doscientos hombres aptos para la guerra. Los hijos de Ir fueron Supín y Jupín. Jusín fue el hijo de Ajer. Los hijos de Neftalí fueron Yazel, Guní, Jéser y Salún. Éstos eran descendientes de Bilhá. Los hijos que Manasés tuvo con su concubina *siria fueron Asriel y Maquir, este último, padre de Galaad. Maquir tomó por esposa a Macá, de la familia de Jupín y Supín. El segundo hijo se llamaba Zelofejad, quien solamente tuvo hijas. Macá, la esposa de Maquir, dio a luz un hijo, al que llamó Peres. Éste fue hermano de Seres y padre de Ulán y Requen. Bedán fue hijo de Ulán. Éstos fueron los hijos de Galaad, hijo de Maquir, hijo de Manasés. Su hermana Hamoléquet fue la madre de Isod, Abiezer y Majlá. Los hijos de Semidá fueron Ahián, Siquén, Liquejí y Anián. Los descendientes de Efraín en línea directa fueron Sutela, Béred, Tajat, Eladá, Tajat, Zabad, Sutela, Ezer y Elad. Los habitantes de Gad mataron a estos dos últimos porque bajaron a robarles sus ganados. Durante mucho tiempo Efraín guardó luto por sus hijos, y sus parientes llegaron para consolarlo. Luego se unió a su esposa, la cual concibió y le dio a luz un hijo, a quien él llamó Beriá por la desgracia que su familia había sufrido. Su hija Será edificó Bet Jorón la de arriba y Bet Jorón la de abajo, y también Uzén Será. Los descendientes de Beriá en línea directa fueron Refa, Résef, Télaj, Taján, Ladán, Amiud, Elisama, Nun y Josué. Sus posesiones y lugares de residencia fueron Betel con sus aldeas; Narán, al este; Guézer con sus aldeas, al oeste; y Siquén con sus aldeas hasta Ayah con sus aldeas. Los descendientes de Manasés tenían en su poder a Betseán, Tanac, Meguido y Dor, con sus respectivas aldeas. En estos lugares se asentaron los descendientes de José hijo de Israel. Los hijos de Aser fueron Imná, Isvá, Isví, Beriá y Sera, su hermana. Los hijos de Beriá fueron Héber y Malquiel, padre de Birzávit. Los hijos de Héber fueron Jaflet, Semer, Jotán y Suá, su hermana. Los hijos de Jaflet fueron Pasac, Bimal y Asvat. Los hijos de su hermano Semer fueron Rohegá, Yehubá y Aram. Los hijos de su hermano Hélem fueron Zofa, Imná, Seles y Amal. Los hijos de Zofa fueron Súaj, Harnéfer, Súal, Berí, Imrá, Béser, Hod, Sama, Silsa, Itrán y Beerá. Los hijos de Jéter fueron Jefone, Pispa y Ará. Los hijos de Ula fueron Araj, Janiel y Risiyá. Todos ellos fueron descendientes de Aser, jefes de familias patriarcales, hombres selectos, guerreros valientes e importantes. Según sus registros genealógicos eran veintiséis mil hombres, aptos para la guerra.




Salmo 87:
Los cimientos de la ciudad de Dios están en el santo monte. El Señor ama las entradas de Sión más que a todas las moradas de Jacob. De ti, ciudad de Dios, se dicen cosas gloriosas: Selah. "Entre los que me reconocen puedo contar a Rahab y a Babilonia, a Filistea y a Tiro, lo mismo que a Cus. Se dice: Éste nació en Sión. " De Sión se dirá, en efecto: "Éste y aquél nacieron en ella. El Altísimo mismo la ha establecido." El Señor anotará en el registro de los pueblos: "Éste nació en Sión." Selah. Y mientras cantan y bailan, dicen: "En ti se hallan todos mis orígenes."



Proverbios 18:
El egoísta busca su propio bien; contra todo sano juicio se rebela. Al necio no le complace el discernimiento; tan sólo hace alarde de su propia opinión. Con la maldad, viene el desprecio, y con la vergüenza llega el oprobio. Las palabras del hombre son aguas profundas, arroyo de aguas vivas, fuente de sabiduría. No está bien declarar inocente al malvado y dejar de lado los derechos del justo. Los labios del necio son causa de contienda; su boca incita a la riña. La boca del necio es su perdición; sus labios son para él una trampa mortal. Los chismes son deliciosos manjares; penetran hasta lo más íntimo del ser. El que es negligente en su trabajo confraterniza con el que es destructivo. Torre inexpugnable es el nombre del Señor; a ella corren los justos y se ponen a salvo. Ciudad amurallada es la riqueza para el rico, y éste cree que sus muros son inexpugnables. Al fracaso lo precede la soberbia humana; a los honores los precede la humildad. Es necio y vergonzoso responder antes de escuchar. En la enfermedad, el ánimo levanta al enfermo; ¿pero quién podrá levantar al abatido? El corazón prudente adquiere conocimiento; los oídos de los sabios procuran hallarlo. Con regalos se abren todas las puertas y se llega a la presencia de gente importante. El primero en presentar su caso parece inocente, hasta que llega la otra parte y lo refuta. El echar suertes pone fin a los litigios y decide entre las partes en pugna. Más resiste el hermano ofendido que una ciudad amurallada; los litigios son como cerrojos de ciudadela. Cada uno se llena con lo que dice y se sacia con lo que habla. En la lengua hay poder de vida y muerte; quienes la aman comerán de su fruto. Quien halla esposa halla la felicidad: muestras de su favor le ha dado el Señor. El pobre habla en tono suplicante; el rico responde con aspereza. Hay amigos que llevan a la ruina, y hay amigos más fieles que un hermano.



El Libro de Apocalipsis Capítulo 21 del Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:

EL APOCALIPSIS

DE SAN JUAN


CAPÍTULO 21
(96 d.C.)
CIELO NUEVO Y
TIERRA NUEVA




Y VI un Cielo Nuevo, y una Tierra Nueva ("Nuevo" en el Griego es "kainós" y significa "frescura con respecto a la edad"; cuando se haya terminado, será nuevo, como es evidente, pero la idea es que permanecerá nuevo y fresco para siempre jamás porque no hay más pecado): porque el primer Cielo y la primera Tierra se fueron (se refiere a la Creación original, que fue estropeada por el pecado; "fallecido" en el Griego es "parérjomai," y quiere decir, "pasar de una condición a otra"; nunca significa aniquilación); y el mar ya no es (se refiere a los grandes océanos, tal como el Atlántico y el Pacífico; sin embargo, continuarán existiendo los lagos, cuerpos de agua, ríos, arroyos, etc.).
2 Y yo Juan vi la Santa Ciudad, la Nueva Jerusalén (presenta una Nueva Ciudad para esta Nueva Tierra), que descendía del Cielo, de Dios (en efecto, Dios trasladará Su Sede del Cielo a la Tierra), dispuesta como una esposa ataviada para su marido (describe el Hogar Eterno de los Redimidos como una morada).
3 Y oí una gran Voz del Cielo que decía (según los mejores manuscritos, la Voz que se oía fue "provenía del Trono"), He aquí, el Tabernáculo de Dios con los hombres, y morará con ellos, y ellos serán Su pueblo, y Él Mismo Dios será su Dios con ellos. (Finalmente proclama lo que Dios quiso desde el principio.)
4 Y limpiará Dios toda lágrima de los ojos de ellos (en realidad el Griego dice, "cada lágrima" y se refiere a lágrimas de pena); y la muerte no será más, y no habrá más llanto, ni clamor, ni dolor (trata el pecado y las consecuencias): porque las primeras cosas son pasadas (se refiere al efecto total de la Caída).
5 Y El Que estaba sentado en el Trono dijo (por segunda vez en este Libro, presenta a Dios Mismo como el Orador), He aquí, Yo hago nuevas todas las cosas (se refiere al hecho de cambiar de una condición a otra). Y me dijo, Escribe: porque estas palabras son fieles y verdaderas. (Toda palabra es "Verdadera," y Dios será "Fiel" para llevarla a cabo también.)
6 Y me dijo, ¡Ya está terminada! Yo Soy Alfa y Omega, el principio y el fin. (La gran declaración "Ya está terminada" que se oyó en la mañana de la Creación, en el Calvario, y ahora se repite aquí por última vez, cierra toda Profecía. Lo que Él comenzó, ahora lo termina.) Al que tuviere sed, Yo le daré de la fuente del Agua de Vida gratuitamente. (Esta declaración no corresponde a la Edad Perfecta venidera, ya que todos de esa época tendrán el Agua de Vida, sino a la presente. Esta "fuente del Agua de Vida" está ligada directamente a la Cruz del Calvario en que es totalmente gratis a todos quienes creerán [Jn. 3:16].)
7 El que venciere, poseerá todas las cosas (la única manera que alguien puede vencer es por medio de poner su Fe exclusivamente en la Cruz de Cristo, que le da libertad de acción al Espíritu Santo para obrar en la propia vida, que produce el Fruto del Espíritu); y Yo seré su Dios, y él será Mi hijo. (El vencedor es adoptado en la Familia de Dios y Dios lo trata como un hijo, exactamente como Él hace con Su Hijo, el Señor Jesucristo.)
8 Mas a los temerosos e incrédulos, a los abominables y homicidas, a los fornicarios y hechiceros, y a los idólatras, y a todos los mentirosos (todo esto corresponde "a las obras de la carne," bosquejado en Gál. 5:19-21), su parte será en el lago ardiendo con fuego y azufre: que es la muerte segunda (proclama el destino Eterno de los que rechazan a Cristo).
LA NUEVA JERUSALÉN
9 Y vino a mí uno de los siete Ángeles que tenían las siete Copas llenas de las siete postreras plagas, y habló conmigo, diciendo, Ven acá, yo te mostraré la novia, esposa del Cordero. (Por el empleo de la palabra "Cordero," nos hace volver a la Cruz, que hizo todo esto posible.)
10 Y me llevó en Espíritu a un grande y alto monte (el "Espíritu" al cual se refiere aquí es el Espíritu Santo), y me mostró la gran Ciudad Santa de Jerusalén, que descendía del Cielo de Dios (Juan lo vio "descender," que quiere decir que venía a la Tierra; será después de que el Señor haya creado el "Cielo Nuevo y la Tierra Nueva," de hecho cuando Dios cambie Su Sede del Cielo a la Tierra),
11 Teniendo la Gloria de Dios (es lo que hace la ciudad lo que es): y su luz era semejante a una piedra preciosísima, como piedra de jaspe, resplandeciente como cristal (presenta el resplandor de la Gloria de Dios);
LA SANTA CIUDAD
12 Y tenía un muro grande y alto (este muro tiene casi 66 metros [216 pies] de alto, contando 44.5 centímetros [18 pulgadas] al codo; sólo sirve de ornamentación) con doce puertas (tres puertas al lado Norte, tres al lado Sur, tres al lado Oriental, y tres al lado Occidental; las puertas en cada lado serán de casi 603.5 kilómetros [375 millas] separadas de una a otra), y en las puertas, doce Ángeles (proclama la Gloria de la Ciudad y también la Gloria del Gobierno de Dios), y nombres escritos, que son los de las Doce Tribus de los Hijos de Israel (expresa el hecho de que "la esposa del Cordero" se compone de cada uno de los Creyentes, ya sea en este lado o en el otro lado de la Cruz; cada puerta tendrá el nombre de una de las Doce Tribus; además, nos indica cuán precioso es Israel en el Corazón de Dios):
13 Al oriente tres puertas (tendrán probablemente los nombres José, Benjamín y Dan); al norte tres puertas (tendrán probablemente los nombres Rubén, Judá y Leví); al sur tres puertas (tendrán probablemente los nombres Simeón, Isacar y Zabulón); al oeste tres puertas (tendrán probablemente los nombres Gad, Aser y Neftalí).
14 Y el muro de la ciudad tenía doce fundamentos (el camino de Salvación fue mostrado a los Judíos, de ahí, las puertas y los nombres de las Doce Tribus inscritas en aquellas puertas; sin embargo, el fundamento de Salvación realmente no fue dado hasta después de la Cruz, porque no podía darse hasta después de la Cruz), y en ellos los doce nombres de los Doce Apóstoles del Cordero. (En cada fundamento está el nombre de uno de los Doce Apóstoles. El fundamento del Mensaje de Salvación es basado el 100% en Cristo y la Cruz, de ahí, se usa la palabra "Cordero.")
15 Y el que hablaba conmigo (no es el Ángel que habló con Juan en el Versículo 9; el que ahora está hablando se identifica como un Profeta [Apoc. 22:9]), tenía una medida de una caña de oro para medir la ciudad, y sus puertas, y su muro. (Él hizo la medida por una razón. Revela la perfección, el cumplimiento y la culminación de todos los Propósitos de Dios para Su Pueblo Redimido.)
MEDIDAS
16 Y la ciudad está situada y puesta en cuadro, y su largura es tanta como su anchura: y él midió la ciudad con la caña, doce mil estadios (se transfiere en unos 2.414 kilómetros [1.500 millas] por lado). La largura y la altura y la anchura de ella son iguales. (Demuestra dimensiones asombrosas. Es casi la mitad del tamaño de los Estados Unidos, en cuanto a longitud y anchura. Como si no fuese suficiente para dejar a uno sin respiración, además de altura será 2.414 kilómetros [1.500 millas]. La mente no puede comprender esto, pero la Fe cree.)
17 Y midió su muro, ciento cuarenta y cuatro codos (se transfiere en unos 64 metros [216 pies] de alto, contando 44.5 centímetros [18 pulgadas] al codo; como se expresó, el muro es pura ornamentación), de medida de hombre, la cual es del Ángel. (La designación de "Ángel" a veces se les da a los hombres, a Dios y a las Criaturas de las cuales nos referimos como Ángeles. Este hombre, como lo explica Apoc. 22:9, es un Profeta.)
18 Y el material de su muro era de jaspe (presenta una gema de varios colores): mas la ciudad era de oro puro, semejante al vidrio limpio (¡nos lleva más allá de la imaginación, más allá de la comprensión! sin embargo, esto es literal).
19 Y los fundamentos del muro de la ciudad estaban adornados de toda piedra preciosa (describe hermosura de hermosura). El primer fundamento era jaspe; el segundo, zafiro; el tercero, ágata; el cuarto, esmeralda;
20 El quinto, sardónica; el sexto, sardio; el séptimo, crisólito; el octavo, berilo; el noveno, topacio; el décimo, crisopraso; el undécimo, jacinto; el duodécimo, amatista. (La saturación de colores en aquella Cuidad incomparable está más allá de la imaginación. Todas estas piedras mencionadas aquí son de colores exquisitas.)
21 Y las doce puertas eran doce perlas (es probable que se refiera a cada puerta, que es de unos 64 metros [216 pies] de alto, está fabricada de miles de incalculables perlas), en cada una, una; cada puerta era de una perla (parece indicar que esta puerta en particular, la cual es probable que cada tercera o cuarta puerta, está hecha de una perla gigantesca): y la plaza de la ciudad era de oro puro como vidrio transparente (se refiere al hecho de que no sólo son todos los edificios de "oro puro," [Apoc. 21:18], sino que hasta las calles son hechas de oro puro).
LA LUZ
22 Y no vi en ella Templo (se refiere a un Templo como en los tiempos del Antiguo Testamento; realmente hay un Templo literal en la Nueva Jerusalén, pero no servirá el mismo propósito que el Templo en la Tierra [Apoc. 3:12; 7:15; 11:19; 14:15, 17; 15:1-8; 16:1, 17]): porque el Señor Dios Todopoderoso es el Templo de ella, y el Cordero. (Antes de la Cruz, fue indispensable un Templo en la Tierra porque en ese entonces Dios no podía morar en el hombre, al menos directamente. Desde la Cruz, el Espíritu Santo mora dentro del hombre, porque la deuda del terrible pecado ha sido pagada [Jn. 14:17; I Cor. 3:16].)
23 Y la ciudad no tenía necesidad de sol, ni de luna, para que resplandezcan en ella (expresa el hecho de que el Creador no necesita Su Creación; Dios no tiene necesidad de nada, pero todos tenemos necesidad de Dios): porque la Gloria de Dios la ilumina, y el Cordero era su lumbrera. (La palabra "Cordero" significa que todo es hecho posible para los Creyentes como consecuencia de lo que Cristo hizo en la Cruz.)
24 Y las naciones que hubieren sido salvas andarán en la lumbre de ella (debiera traducirse, "y las naciones andarán por medio de su luz"; las palabras "de aquéllos que son salvos" en realidad no están en los mejores manuscritos; de hecho, no habrá nadie en el mundo en aquel día que no sea salvo): y los reyes de la Tierra traerán su gloria y honor a ella. (Se refiere a los líderes de las naciones, independientemente de lo que podrían llamarse en ese entonces. Todos darán Gloria a Dios y Honra al Señor y lo harán para siempre.)
25 Y sus puertas nunca serán cerradas de día (de hecho, nunca estarán cerradas): porque allí no habrá noche. (Se refiere a la Ciudad solamente, porque en el exterior de la Ciudad habrá día y noche eternamente [Gén. 1:14-18; 8:22; Sal. 89:2-3; Jer. 31:35-36].)
26 Y llevarán la gloria y la honra de las naciones a ella (un comercio Justo y en todo sentido).
27 No entrará en ella ninguna cosa sucia, o que hace abominación y mentira (todo el pecado está desterrado para siempre y nunca volverá): sino solamente los que están escritos en el Libro de la Vida del Cordero (se refiere al Libro de los Redimidos; la palabra "Cordero" se refiere al hecho de que todos son salvos al poner su Fe y Confianza en Cristo y lo que Él hizo por nosotros en la Cruz).


Primera Corintios Capítulo 13:
Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.


Hebreos 10:35-12:4
Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida. Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre.


Romanos 8:
Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.

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