20 July 2017

El 20 de julio Lectura Bíblica Diaria

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Mensaje de la Cruz de Cristo Jesús-Capítulo-1

 
El 20 de julio Lectura Bíblica Diaria:

2 Samuel 23 y 24 a 1 Reyes 1: 
Éstas son las últimas palabras de David: "Oráculo de David hijo de Isaí, dulce cantor de Israel; hombre exaltado por el Altísimo y ungido por el Dios de Jacob. "El Espíritu del Señor habló por medio de mí; puso sus palabras en mi lengua. El Dios de Israel habló, la Roca de Israel me dijo: El que gobierne a la gente con justicia, el que gobierne en el   temor de Dios, será como la luz de la aurora en un amanecer sin nubes, que tras la lluvia resplandece para que brote la hierba en la tierra. "Dios ha establecido mi casa; ha hecho conmigo un pacto eterno, bien reglamentado y seguro. y que se cumpla todo mi deseo. Pero los malvados son como espinos que se desechan; nadie los toca con la mano. Se recogen con un hierro o con una lanza, y ahí el fuego los consume." Éstos son los nombres de los soldados más valientes de David: Joseb Basébet el tacmonita, que era el principal de los tres más famosos, en una batalla mató con su lanza a ochocientos hombres. En segundo lugar estaba Eleazar hijo de Dodó el ajojita, que también era uno de los tres más famosos. Estuvo con David cuando desafiaron a los filisteos que se habían concentrado en Pasdamín para la batalla. Los israelitas se retiraron, pero Eleazar se mantuvo firme y derrotó a tantos filisteos que, por la fatiga, la mano se le quedó pegada a la espada. Aquel día el Señor les dio una gran victoria. Las tropas regresaron adonde estaba Eleazar, pero sólo para tomar los despojos. El tercer valiente era Sama hijo de Agué el ararita. En cierta ocasión, los filisteos formaron sus tropas en un campo sembrado de lentejas. El ejército de Israel huyó ante ellos, pero Sama se plantó en medio del campo y lo defendió, derrotando a los filisteos. El Señor les dio una gran victoria. En otra ocasión, tres de los treinta más valientes fueron a la cueva de Adulán, donde estaba David. Era el comienzo de la siega, y una tropa filistea acampaba en el valle de Refayin. David se encontraba en su fortaleza, y en ese tiempo había una guarnición filistea en Belén. Como David tenía mucha sed, exclamó: "¡Ojalá pudiera yo beber agua del pozo que está a la *entrada de Belén!" Entonces los tres valientes se metieron en el campamento filisteo, sacaron agua del pozo de Belén, y se la llevaron a David. Pero él no quiso beberla, sino que derramó el agua en honor al Señor y declaró solemnemente: "¡Que el Señor me libre de beberla! ¡Eso sería como beberme la sangre de hombres que se han jugado la vida!" Y no quiso beberla. Tales hazañas hicieron esos tres héroes. Abisay, el hermano de Joab hijo de Sarvia, estaba al mando de los tres y ganó fama entre ellos. En cierta ocasión, lanza en mano atacó y mató a trescientos hombres. Se destacó más que los tres valientes, y llegó a ser su jefe, pero no fue contado entre ellos. Benaías hijo de Joyadá era un guerrero de Cabsel que realizó muchas hazañas. Derrotó a dos de los mejores hombres de Moab, y en otra ocasión, cuando estaba nevando, se metió en una cisterna y mató un león. También derrotó a un egipcio de gran estatura. El egipcio empuñaba una lanza, pero Benaías, que no llevaba más que un palo, le arrebató la lanza y lo mató con ella. Tales hazañas hizo Benaías hijo de Joyadá, y también él ganó fama como los tres valientes, pero no fue contado entre ellos, aunque se destacó más que los treinta valientes. Además, David lo puso al mando de su guardia personal. Entre los treinta valientes estaban: Asael hermano de Joab, Eljanán hijo de Dodó, el de Belén, Sama el jarodita, Elicá el jarodita, Heles el paltita, Ira hijo de Iqués el tecoíta, Abiezer el anatotita, Mebunay el jusatita, Zalmón el ajojita, Maray el netofatita, Jéled hijo de Baná el netofatita, Itay hijo de Ribay, el de Guibeá de los benjaminitas, Benaías el piratonita, Hiday, el de los arroyos de Gaas, Abí Albón el arbatita, Azmávet el bajurinita, Elijaba el salbonita, los hijos de Jasén, Jonatán hijo de Sama el ararita, Ahían hijo de Sarar el ararita, Elifelet hijo de Ajasbay el macateo, Elián hijo de Ajitofel el guilonita, Jezró el de Carmel, Paray el arbita, Igal hijo de Natán, el de Sobá, el hijo de Hagrí, Sélec el amonita, Najaray el berotita, que fue escudero de Joab hijo de Sarvia, Ira el itrita, Gareb el itrita, y Urías el hitita. En total fueron treinta y siete. Una vez más, la ira del Señor se encendió contra Israel, así que el Señor incitó a David contra el pueblo al decirle: "Haz un censo de Israel y de Judá." Entonces el rey les ordenó a Joab y a los capitanes del ejército que lo acompañaban: Vayan por todas las tribus de Israel, desde Dan hasta Berseba, y hagan un censo militar, para que yo sepa cuántos pueden servir en el ejército. Joab le respondió: ¡Que el Señor su Dios multiplique cien veces las tropas de Su Majestad, y le permita llegar a verlo con sus propios ojos! Pero, ¿qué lleva a Su Majestad a hacer tal cosa? Sin embargo, la orden del rey prevaleció sobre la opinión de Joab y de los capitanes del ejército, de modo que salieron de su audiencia con el rey para llevar a cabo el censo militar de Israel. Cruzaron el Jordán y acamparon cerca de Aroer, al sur del pueblo que está en el valle, después de lo cual siguieron hacia Gad y Jazer. Fueron por Galaad   y por el territorio de Tajtín Jodsí, hasta llegar a Dan Jaán y a los alrededores de Sidón. Siguieron hacia la fortaleza de Tiro y recorrieron todas las ciudades de los heveos y los cananeos. Finalmente, llegaron a Berseba, en el Néguev de Judá. Al cabo de nueve meses y veinte días, y después de haber recorrido todo el país, regresaron a Jerusalén. Joab le entregó al rey los resultados del censo militar: en Israel había ochocientos mil hombres que podían servir en el ejército, y en Judá, quinientos mil. Entonces le remordió a David la conciencia por haber realizado este censo militar, y le dijo al Señor: "He cometido un pecado muy grande. He actuado como un necio. Yo te ruego, Señor, que perdones la maldad de tu siervo." Por la mañana, antes de que David se levantara, la palabra del Señor vino al profeta Gad, vidente de David, y le dio  este mensaje: "Ve a decirle a David: Así dice el Señor: ‘Te doy a escoger entre estos tres castigos; dime cuál de ellos quieres que te imponga.' " Entonces Gad fue a ver a David y le preguntó: ¿Qué prefieres: que vengan tres años de hambre en el país, o que tus enemigos te persigan durante tres meses, y tengas que huir de ellos, o que el país sufra tres días de peste? Piénsalo bien, y dime qué debo responderle al que me ha enviado. ¡Estoy entre la espada y la pared! respondió David. Pero es mejor que caigamos en las manos del Señor, porque su amor es grande, y no que yo caiga en las manos de los hombres. Por lo tanto, el Señor mandó contra Israel una peste que duró desde esa mañana hasta el tiempo señalado; y en todo el país, desde Dan hasta Berseba, murieron setenta mil personas. Entonces el ángel del Señor, que estaba junto a la parcela de Arauna el jebuseo, extendió su mano hacia Jerusalén para destruirla. Pero el Señor se arrepintió del castigo que había enviado. "¡Basta! le dijo al ángel que estaba hiriendo al pueblo. ¡Detén tu mano!" David, al ver que el ángel destruía a la gente, oró al Señor: "¿Qué culpa tienen estas ovejas? ¡Soy yo el que ha pecado! ¡Soy yo el que ha hecho mal! ¡Descarga tu mano sobre mí y sobre mi familia!" Ese mismo día, Gad volvió adonde estaba David y le dijo: "Sube y construye un altar al Señor en la  parcela de Arauna el jebuseo." David se puso en camino, tal como el Señor se lo había ordenado por medio de Gad. Arauna se asomó y, al ver que el rey y sus oficiales se acercaban, salió y rostro en tierra se postró delante de él. Su Majestad dijo Arauna, ¿a  qué debo el honor de su visita? Quiero comprarte la parcela respondió David y construir un altar al Señor para que se detenga la plaga que está afligiendo al pueblo. Tome Su Majestad y presente como ofrenda lo que mejor le parezca. Aquí hay bueyes para el *holocausto, y hay también trillos y yuntas que usted puede usar como leña. Todo esto se lo doy a usted. ¡Que el Señor su Dios vea a Su Majestad con agrado! Pero el rey le respondió a Arauna: Eso no puede ser. No voy a ofrecer al Señor mi Dios holocaustos que nada me cuesten. Te lo compraré todo por su precio justo. Fue así como David compró la parcela y los bueyes por cincuenta monedas de plata. Allí construyó un altar al Señor y ofreció holocaustos y sacrificios de comunión. Entonces el Señor tuvo piedad del país, y se detuvo la plaga que estaba afligiendo a Israel.
1 Kings 1:1-53:
El rey David era ya tan anciano y tan entrado en años que, por más que lo abrigaban, no conseguía entrar en calor. Por eso sus servidores le dijeron: "Busquemos a una joven soltera para que atienda a Su Majestad y lo cuide, y se acueste a su lado para darle calor." Así que fueron por todo Israel en busca de una muchacha hermosa, y encontraron a una sunamita llamada Abisag y se la llevaron al rey. La muchacha era realmente muy hermosa, y se dedicó a cuidar y a servir al rey, aunque el rey nunca tuvo relaciones sexuales con ella. Adonías, cuya madre fue Jaguit, ambicionaba ser rey, y por lo tanto se levantó en armas. Consiguió carros de combate, caballos y cincuenta guardias de escolta. Adonías era más joven que Absalón, y muy bien parecido. Como David, su padre, nunca lo había contrariado ni le había pedido cuentas  de lo que hacía, Adonías se confabuló con Joab hijo de Sarvia y con el sacerdote Abiatar, y éstos le dieron su apoyo. Quienes no lo apoyaron fueron el sacerdote Sadoc, Benaías hijo de Joyadá, el profeta Natán, Simí y Reguí, y la guardia personal de David. Cerca de Enroguel, junto a la peña de Zojélet, Adonías ofreció un sacrificio de ovejas, bueyes y terneros engordados. Invitó a todos sus hermanos, los hijos del rey, y a todos los funcionarios reales de Judá, pero no invitó al profeta Natán, ni a Benaías, ni a la guardia real ni a su hermano Salomón. Por eso Natán le preguntó a Betsabé, la madre de Salomón: "¿Ya sabes que Adonías, el hijo de Jaguit, se ha proclamado rey a espaldas de nuestro señor David? Pues si quieres salvar tu vida y la de tu hijo Salomón, déjame darte un consejo: Ve a presentarte ante el rey David, y dile: ¿Acaso no le había jurado Su Majestad a esta servidora suya que mi hijo Salomón lo sucedería en el trono? ¿Cómo es que ahora el rey es Adonías? Mientras tú estés allí, hablando con el rey, yo entraré para confirmar tus palabras." Betsabé se dirigió entonces a la habitación del rey. Como éste ya era muy anciano, lo atendía Abisag la sunamita. Al llegar Betsabé, se arrodilló ante el rey, y éste le preguntó: ¿Qué quieres? Mi señor juró por el Señor su Dios a esta servidora suya contestó Betsabé, que mi hijo Salomón sucedería en el trono a Su Majestad. Pero ahora resulta que Adonías se ha proclamado rey a espaldas de Su Majestad. Ha sacrificado una gran cantidad de toros, terneros engordados y ovejas, y ha invitado a todos los hijos del rey, al sacerdote Abiatar y a Joab, general del ejército; sin embargo, no invitó a Salomón, que es un fiel servidor de Su Majestad. Mi señor y rey, todo Israel está a la expectativa y quiere que usted le diga quién lo sucederá en el trono. De lo contrario, tan pronto como Su Majestad muera, mi hijo Salomón y yo seremos acusados de alta traición. Mientras Betsabé hablaba con el rey, llegó el profeta Natán, y el rey se enteró de su llegada. Entonces Natán se presentó ante el rey y, arrodillándose, le dijo: Mi señor y rey, ¿acaso ha decretado usted que Adonías lo suceda en el trono? Pregunto esto porque él ha ido hoy a sacrificar una gran cantidad de toros, terneros engordados y ovejas. Además, ha invitado a todos los hijos de Su Majestad, a los comandantes del ejército y al sacerdote Abiatar, y allí están todos ellos comiendo y bebiendo, y gritando en su presencia: ¡Viva el rey Adonías! Sin embargo, no me invitó a mí, que estoy al servicio de Su Majestad, ni al sacerdote Sadoc, ni a Benaías hijo de Joyadá, ni a Salomón, que es un fiel servidor de Su Majestad. ¿Será posible que mi señor y rey haya hecho esto sin dignarse comunicarles a sus servidores quién lo sucederá en el trono? Al oír esto, el rey David ordenó: ¡Llamen a Betsabé! Ella entró y se quedó de pie ante el rey. Entonces el rey le hizo este juramento: Tan cierto como que vive el Señor, que me ha librado de toda angustia, te aseguro que hoy cumpliré lo que te juré por el Señor, el Dios de Israel. Yo te prometí que tu hijo Salomón me sucederá en el trono y reinará en mi lugar. Betsabé se inclinó ante el rey y, postrándose rostro en tierra, exclamó: ¡Que viva para siempre mi señor el rey David! David ordenó: Llamen al sacerdote Sadoc, al profeta Natán y a Benaías hijo de Joyadá. Cuando los tres se presentaron ante el rey, éste les dijo: Tomen con ustedes a los funcionarios de la corte, monten a mi hijo Salomón en mi propia mula, y llévenlo a Guijón para que el sacerdote Sadoc y el profeta Natán lo unjan como rey de Israel. Toquen luego la trompeta, y griten: ¡Viva el   rey Salomón! Después de eso, regresen con él para que ocupe el trono en mi lugar y me suceda como rey, pues he dispuesto que sea él quien gobierne a Israel y a Judá. ¡Que así sea! le respondió Benaías hijo de Joyadá. ¡Que así lo confirme el Señor, Dios de Su Majestad! Que así como el Señor estuvo con Su Majestad, esté también con Salomón; ¡y que engrandezca su trono aún más que el trono de mi señor el rey David! El sacerdote Sadoc, el profeta Natán y Benaías hijo de Joyadá, y los quereteos y los peleteos, montaron a Salomón en la mula del rey David y lo escoltaron mientras bajaban hasta Guijón. Allí el sacerdote Sadoc tomó el cuerno de aceite que estaba en el santuario, y ungió a Salomón. Tocaron entonces la trompeta, y todo el pueblo gritó: "¡Viva el rey Salomón!" Luego, todos subieron detrás de él, tocando flautas y lanzando gritos de alegría. Era tal el estruendo, que la tierra temblaba. Adonías y todos sus invitados estaban por terminar de comer cuando sintieron el estruendo. Al oír el sonido de la trompeta, Joab preguntó: ¿Por qué habrá tanta bulla en la ciudad? Aún estaba hablando cuando llegó Jonatán, hijo del sacerdote Abiatar. ¡Entra! le dijo Adonías. Un hombre respetable como tú debe traer buenas noticias. ¡No es así! exclamó Jonatán. Nuestro señor el rey David ha nombrado rey a Salomón. También ha ordenado que el sacerdote Sadoc, el profeta Natán y Benaías hijo de Joyadá, con los quereteos y los peleteos, monten a Salomón en la mula del rey. Sadoc y Natán lo han ungido como rey en Guijón. Desde allí han subido lanzando gritos de alegría, y la ciudad está alborotada. A eso se debe tanta bulla. Además, Salomón se ha sentado en el trono real, y los funcionarios de la corte han ido a felicitar a nuestro señor, el rey David. Hasta le desearon que su Dios hiciera el nombre de Salomón más famoso todavía que el de David, y que engrandeciera el trono de Salomón más que el suyo. Ante eso, el rey se inclinó en su cama y dijo: ¡Alabado sea el Señor, Dios de Israel, que hoy me ha concedido ver a mi sucesor sentarse en mi trono! Al oír eso, todos los invitados de Adonías se levantaron llenos de miedo y se dispersaron. Adonías, por temor a Salomón, se refugió en el santuario, en donde se agarró de los cuernos del altar. No faltó quien fuera a decirle a Salomón: Adonías tiene miedo de Su Majestad y está agarrado de los cuernos del altar. Ha dicho: ¡Quiero que hoy mismo jure el rey Salomón que no condenará a muerte a este servidor suyo! Salomón respondió: Si demuestra que es un hombre de honor, no perderá ni un cabello de su cabeza; pero si se le sorprende en alguna maldad, será condenado a muerte. Acto seguido, el rey Salomón mandó que lo trajeran. Cuando Adonías llegó, se inclinó ante el rey Salomón, y éste le ordenó que se fuera a su casa.



Salmo 68:
Que se levante Dios, que sean dispersados sus enemigos, que huyan de su presencia los que le odian. Que desaparezcan del todo, como humo que se disipa con el viento; que perezcan ante Dios los impíos, como cera que se derrite en el fuego. Pero que los justos se alegren y se regocijen; que estén felices y alegres delante de Dios. Canten a Dios, canten salmos a su nombre; aclamen a quien cabalga por las estepas, y regocíjense en su presencia. ¡Su nombre es el Señor! Padre de los huérfanos y defensor de las viudas es Dios en su morada santa. Dios da un hogar a los desamparados y libertad a los cautivos; los rebeldes habitarán en el desierto. Cuando saliste, oh Dios, al frente de tu pueblo, cuando a través de los páramos marchaste, Selah. la tierra se estremeció, los cielos se vaciaron, delante de Dios, el Dios de Sinaí, delante de Dios, el Dios de Israel. Tú, oh Dios, diste abundantes lluvias; reanimaste a tu extenuada herencia. Tu familia se estableció en la tierra que en tu bondad, oh Dios, preparaste para el pobre. El Señor ha emitido la palabra, y millares de mensajeras la proclaman: "Van huyendo los reyes y sus tropas; en las casas, las mujeres se reparten el botín: alas de paloma cubiertas de plata, con plumas de oro resplandeciente. Tú te quedaste a dormir entre los rebaños." Cuando el Todopoderoso puso en fuga a los reyes de la tierra, parecían copos de nieve cayendo sobre la cumbre del Zalmón. Montañas de Basán, montañas imponentes; montañas de Basán, montañas escarpadas: ¿Por qué, montañas escarpadas, miran con envidia al monte donde a Dios le place residir, donde el Señor habitará por siempre? Los carros de guerra de Dios se cuentan por millares; del Sinaí vino en ellos el Señor para entrar en su santuario. Cuando tú, Dios y Señor, ascendiste a las alturas, te llevaste contigo a los cautivos; tomaste tributo de los hombres, aun de los rebeldes, para establecer tu morada. Bendito sea el Señor, nuestro Dios y Salvador, que día tras día sobrelleva nuestras cargas. Selah. Nuestro Dios es un Dios que salva; el Señor Soberano nos libra de la muerte. Dios aplastará la cabeza de sus enemigos, la testa enmarañada de los que viven pecando. El Señor nos dice: "De Basán los regresaré; de las profundidades del mar los haré volver, para que se empapen los pies en la sangre de sus enemigos; para que, al lamerla, los perros tengan también su parte." En el santuario pueden verse las procesiones de mi Dios, las procesiones de mi Dios y rey. Los cantores van al frente, seguidos de los músicos de cuerda, entre doncellas que tocan panderetas. Bendigan a Dios en la gran congregación; alaben al Señor, descendientes de Israel. Los guía la joven tribu de Benjamín, seguida de los múltiples príncipes de Judá y de los príncipes de Zabulón y Neftalí. Despliega tu poder, oh Dios; haz gala, oh Dios, de tu poder, que has manifestado en favor nuestro. Por causa de tu templo en Jerusalén los reyes te ofrecerán presentes. Reprende a esa bestia de los juncos, a esa manada de toros bravos entre naciones que parecen becerros. Haz que, humillada, te lleve barras de plata; dispersa a las naciones belicosas. Egipto enviará embajadores, y Cus se someterá a Dios. Cántenle a Dios, oh reinos de la tierra, cántenle salmos al Señor, Selah. al que cabalga por los cielos, los cielos antiguos, al que hace oír su voz, su voz de trueno. Reconozcan el poder de Dios; su majestad está sobre Israel, su poder está en las alturas. En tu santuario, oh Dios, eres imponente; ¡el Dios de Israel da poder y fuerza a su pueblo! ¡Bendito sea Dios!


Proverbios 31:
Los dichos del rey Lemuel. Oráculo mediante el cual su madre lo instruyó: "¿Qué pasa, hijo mío? ¿Qué pasa, hijo de mis entrañas? ¿Qué pasa, fruto de mis votos al Señor? No gastes tu vigor en las mujeres, ni tu fuerza en las que arruinan a los reyes. "No conviene que los reyes, oh Lemuel, no conviene que los reyes se den al vino, ni que los gobernantes se entreguen al licor, no sea que al beber se olviden de lo que la ley ordena y priven de sus derechos a todos los oprimidos. Dales licor a los que están por morir, y vino a los amargados; ¡que beban y se olviden de su pobreza! ¡que no vuelvan a acordarse de sus penas! "¡Levanta la voz por los que no tienen voz! ¡Defiende los derechos de los desposeídos! ¡Levanta la voz, y hazles justicia! ¡Defiende a los pobres y necesitados!" Epílogo: Acróstico a la mujer ejemplar Álef - Mujer ejemplar, ¿dónde se hallará? ¡Es más valiosa que las piedras preciosas! Bet - Su esposo confía plenamente en ella y no necesita de ganancias mal habidas. Guímel - Ella le es fuente de bien, no de mal, todos los días de su vida. Dálet - Anda en busca de lana y de lino, y gustosa trabaja con sus manos. He - Es como los barcos mercantes, que traen de muy lejos su alimento. Vav - Se levanta de madrugada, da de comer a su familia y asigna tareas a sus criadas. Zayin - Calcula el valor de un campo y lo compra; con sus ganancias planta un viñedo. Jet - Decidida se ciñe la cintura y se apresta para el trabajo. Tet - Se complace en la prosperidad de sus negocios, y no se apaga su lámpara en la noche. Yod - Con una mano sostiene el huso y con la otra tuerce el hilo. Caf - Tiende la mano al pobre, y con ella sostiene al necesitado. Lámed - Si nieva, no tiene que preocuparse de su familia, pues todos están bien abrigados. Mem - Las colchas las cose ella misma, y se viste de púrpura y lino fino. Nun - Su esposo es respetado en la comunidad; ocupa un puesto entre las autoridades del lugar. Sámej - Confecciona ropa de lino y la vende; provee cinturones a los comerciantes. Ayin - Se reviste de fuerza y dignidad, y afronta segura el porvenir. Pe - Cuando habla, lo hace con sabiduría; cuando instruye, lo hace con amor. Tsade - Está atenta a la marcha de su hogar, y el pan que come no es fruto del ocio. Qof - Sus hijos se levantan y la felicitan; también su esposo la alaba: Resh - "Muchas mujeres han realizado proezas, pero tú las superas a todas." Shin - Engañoso es el encanto y pasajera la belleza; la mujer que teme al Señor es digna de alabanza. Tav - ¡Sean reconocidos sus logros, y públicamente alabadas sus obras!



El Libro de Apocalipsis Capítulo 4 del Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:
EL APOCALIPSISDE SAN JUAN



CAPÍTULO 4
(96 d.C.)
EL TRONO




DESPUÉS de estas cosas miré (representa el tiempo después de las Iglesias, en otras palabras, después del Arrebatamiento), y, he aquí, una puerta abierta en el Cielo (le da a Juan la capacidad de ver lo que está aconteciendo allá): y la primera Voz que oí, era como de trompeta que hablaba conmigo (efectivamente, es la Voz de Jesús que corresponde a Apoc. 1:10); diciendo, Sube acá, y Yo te mostraré las cosas que han de ser después de éstas (después del Arrebatamiento de la Iglesia).
2 Y luego yo fui en Espíritu (Juan vio estas cosas en una Visión): y, he aquí, un Trono que estaba puesto en el Cielo, y sobre el Trono estaba Uno sentado (Dios el Padre).
3 Y El Que estaba sentado, era al parecer semejante a una piedra de jaspe y de sardio: y un arco iris había alrededor del Trono, semejante en el aspecto a la esmeralda. (Proclama la Gloria de Dios, que está más allá de la comprensión.)
4 Y alrededor del Trono había veinticuatro sillas (Tronos): y vi sobre las sillas veinticuatro Ancianos sentados (esos hombres representan la totalidad de la Obra de Dios con respecto a los Creyentes, que sin duda, incluye un conjunto de Profetas y Apóstoles), vestidos de ropas blancas (representa la Justicia de Cristo); y tenían sobre sus cabezas coronas de oro (significa autoridad).
5 Y del Trono salían relámpagos, y truenos, y voces (es constante): y siete lámparas de   fuego estaban ardiendo delante del Trono, las cuales son los Siete Espíritus de Dios. (Representa la totalidad y la universalidad del Espíritu Santo. El número "Siete" es el número de Dios, que denota la perfección.)
SERES VIVIENTES
6 Y delante del Trono había como un mar de vidrio semejante al cristal (indica lo que es perfectamente transparente): y en medio del Trono, y alrededor del Trono, cuatro Criaturas vivientes (Seres Vivientes) llenos de ojos delante y detrás. (Representan a las Criaturas de las cuales no tenemos conocimiento y que están más allá de nuestra comprensión, como lo es en realidad mucho de lo que es del Cielo.)
7 Y la primera Criatura (Ser Viviente) era semejante a un león, y la segunda Criatura, semejante a un becerro, y la tercera Criatura tenía la cara como de hombre, y la cuarta Criatura, semejante a un águila volando. (Esas Criaturas extrañas están delante del Trono constantemente.)
8 Y las cuatro Criaturas (Seres Vivientes) tenían cada uno por sí seis alas alrededor, y de dentro estaban llenos de ojos (la revelación de su naturaleza interior y de su ser): y no tenían reposo día ni noche (demuestra que estos Seres son "espíritu" y no son de "carne"), diciendo, Santo, Santo, Santo, el Señor Dios Todopoderoso, que era, y que es, y que ha de venir. (Al repetirse tres veces, llama la atención a la Santidad infinita de Dios.)
ADORACIÓN CELESTIAL
9 Y cuando aquellas Criaturas (Seres Vivientes) daban gloria, y honra, y alabanza Al Que estaba sentado en el Trono, Al Que vive para siempre jamás (si esas Criaturas pueden dar constantemente a Dios "Gloria, y Honra, y Alabanza," a Dios, ¡cómo podemos nosotros los que conocemos la Redención gloriosa de nuestro Señor hacer menos!),
10 Los veinticuatro Ancianos se postraban delante del que estaba sentado en el Trono, y adoraban al que vive para siempre jamás (la acción de los 24 Ancianos que representan la Iglesia del Dios Viviente en el Cielo, proclama lo que ha de ser la Iglesia en la Tierra), y echaban sus coronas delante del Trono, diciendo (¡expresa el reconocimiento de su herencia real; todo proviene de Dios!):
11 Señor, digno eres de recibir Gloria, y Honra, y Poder (a menos que el adorador reconozca plenamente el valor del Señor, no se dará cuenta de su falta de mérito): porque Tú criaste todas las cosas, y por Tu Voluntad existen y fueron creadas. (¡En efecto, las alabanzas de los 24 Ancianos nos dice que la Creación, eso incluye cada parte de la Creación, va a ser restaurada completamente, y todo debido a lo que Cristo hizo en la Cruz!)



Primera Corintios Capítulo 13:
Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.


Hebreos 10:35-12:4
Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida. Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta  en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los  de Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté,  David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre.


Romanos 8:
Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos;   herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.

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