11 July 2017

El 12 de julio Lectura Bíblica Diaria

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Mensaje de la Cruz de Cristo Jesús-Capítulo-1


Santa Rita Mountains (Tucson, Arizona)

El 12 de julio Lectura Bíblica Diaria:

I Samuel 30 a 32:
Al tercer día David y sus hombres llegaron a Siclag, pero se encontraron con que los amalecitas habían invadido la región del Néguev y con que, luego de atacar e incendiar a Siclag, habían tomado cautivos a las mujeres y a todos los que estaban allí, desde el más grande hasta el más pequeño. Sin embargo, no habían matado a nadie. Cuando David y sus hombres llegaron, encontraron que la ciudad había sido quemada, y que sus esposas, hijos e hijas habían sido llevados cautivos. David y los que estaban con él se pusieron a llorar y a gritar hasta quedarse sin fuerzas. También habían caído prisioneras dos esposas de David, la jezrelita Ajinoán y Abigaíl, la viuda de Nabal de Carmel. David se alarmó, pues la tropa hablaba de apedrearlo; y es que todos se sentían amargados por la pérdida de sus hijos e hijas. Pero cobró ánimo y puso su confianza en el Señor su Dios. Entonces le dijo al sacerdote Abiatar hijo de Ajimélec: Tráeme el *efod. Tan pronto como Abiatar se lo trajo, David consultó al Señor: ¿Debo perseguir a esa banda? ¿Los voy a alcanzar? Persíguelos le respondió el Señor. Vas a alcanzarlos, y rescatarás a los cautivos. David partió con sus seiscientos hombres hasta llegar al arroyo de Besor. Allí se quedaron rezagados doscientos hombres que estaban demasiado cansados para cruzar el arroyo. Así que David continuó la persecución con los cuatrocientos hombres restantes. Los hombres de David se encontraron en el campo con un egipcio, y se lo llevaron a David. Le dieron de comer y de beber, y le ofrecieron una torta de higo y dos tortas de uvas pasas, pues hacía tres días y tres noches que no había comido nada. En cuanto el egipcio comió, recobró las fuerzas. ¿A quién perteneces? le preguntó David. ¿De dónde vienes? Soy egipcio le respondió, esclavo de un amalecita. Hace tres días caí enfermo, y mi amo me abandonó. Habíamos invadido la región sur de los quereteos, de Judá y de Caleb; también incendiamos Siclag. Guíanos adonde están esos bandidos le dijo David. Júreme usted por Dios suplicó el egipcio que no me matará ni me entregará a mi amo. Con esa condición, lo llevo adonde está la banda. El egipcio los guió hasta los amalecitas, los cuales estaban dispersos por todo el campo, comiendo, bebiendo y festejando el gran botín que habían conseguido en el territorio filisteo y en el de Judá. David los atacó al amanecer y los combatió hasta la tarde del día siguiente. Los únicos que lograron escapar fueron cuatrocientos muchachos que huyeron en sus camellos. David pudo recobrar todo lo que los amalecitas se habían robado, y también rescató a sus dos esposas. Nada les faltó del botín, ni grande ni pequeño, ni hijos ni hijas, ni ninguna otra cosa de lo que les habían quitado. David también se apoderó de todas las ovejas y del ganado. La gente llevaba todo al frente y pregonaba: "¡Éste es el botín de David!" Luego David regresó al arroyo de Besor, donde se habían quedado los doscientos hombres que estaban demasiado cansados para seguirlo. Ellos salieron al encuentro de David y su gente, y David, por su parte, se acercó para saludarlos. Pero entre los que acompañaban a David había gente mala y perversa que reclamó: Éstos no vinieron con nosotros, así que no vamos a darles nada del botín que recobramos. Que tome cada uno a su esposa y a sus hijos, y que se vaya. No hagan eso, mis hermanos les respondió David. Fue el Señor quien nos lo dio todo, y quien nos protegió y puso en nuestras manos a esa banda de maleantes que nos había atacado. ¿Quién va a estar de acuerdo con ustedes? Del botín participan tanto los que se quedan cuidando el bagaje como los que van a la batalla. Aquel día David estableció esa norma como ley en Israel, la cual sigue vigente hasta el día de hoy. Después de llegar a Siclag, David envió parte del botín a sus amigos que eran ancianos de Judá, con este mensaje: "Aquí tienen un regalo del botín que rescatamos de los enemigos del Señor." Recibieron ese regalo los ancianos de Betel, Ramot del Néguev, Jatir, Aroer, Sifmot, Estemoa, Racal, las ciudades de Jeramel, las ciudades quenitas de Jormá, Corasán, Atac, y Hebrón, y los ancianos de todos los lugares donde David y sus hombres habían vivido. Los filisteos fueron a la guerra contra Israel, y los israelitas huyeron ante ellos. Muchos cayeron muertos en el monte Guilboa. Entonces los filisteos se fueron en persecución de Saúl, y lograron matar a sus hijos Jonatán, Abinadab y Malquisúa. La batalla se intensificó contra Saúl, y los arqueros lo alcanzaron con sus flechas. Al verse gravemente herido, Saúl le dijo a su escudero: "Saca la espada y mátame, no sea que lo hagan esos incircuncisos cuando lleguen, y se diviertan a costa mía." Pero el escudero estaba tan asustado que no quiso hacerlo, de modo que Saúl mismo tomó su espada y se dejó caer sobre ella. Cuando el escudero vio que Saúl caía muerto, también él se arrojó sobre su propia espada y murió con él. Así, en un mismo día murieron Saúl, sus tres hijos, su escudero y todos sus hombres. Cuando los israelitas que vivían al otro lado del valle y del Jordán vieron que el ejército de Israel había huido, y que Saúl y sus hijos habían muerto, también ellos abandonaron sus ciudades y se dieron a la fuga. Así fue como los filisteos las ocuparon. Al otro día, cuando los filisteos llegaron para despojar a los cadáveres, encontraron a Saúl y a sus hijos muertos en el monte Guilboa. Entonces lo decapitaron, le quitaron las armas, y enviaron mensajeros por todo el país filisteo para que proclamaran la noticia en el templo de sus ídolos y ante todo el pueblo. Sus armas las depositaron en el templo de la diosa Astarté, y su cadáver lo colgaron en el muro de Betsán. Cuando los habitantes de Jabés de Galaad se enteraron de lo que habían hecho los filisteos con Saúl, los más valientes de ellos caminaron toda la noche hacia Betsán, tomaron los cuerpos de Saúl y de sus hijos y, luego de bajarlos del muro, regresaron a Jabés. Allí los incineraron, y luego tomaron los huesos y los enterraron a la sombra del tamarisco de Jabés. Después de eso guardaron siete días de ayuno.



2 Samuel 1:
Después de la muerte de Saúl, David se detuvo dos días en Siclag, luego de haber derrotado a los amalecitas. Al tercer día, llegó a Siclag un hombre que venía del campamento de Saúl. En señal de duelo se presentó ante David con la ropa rasgada y la cabeza cubierta de ceniza, y se postró rostro en tierra. ¿De dónde vienes? le preguntó David. Vengo huyendo del campamento israelita respondió. Pero, ¿qué ha pasado? exclamó David. ¡Cuéntamelo todo! Pues resulta que nuestro ejército ha huido de la batalla, y muchos han caído muertos contestó el mensajero. Entre los caídos en combate se cuentan Saúl y su hijo Jonatán. ¿Y cómo sabes tú que Saúl y su hijo Jonatán han muerto? le preguntó David al criado que le había traído la noticia. Por casualidad me encontraba yo en el monte Guilboa. De pronto, vi a Saúl apoyado en su lanza y asediado por los carros y la caballería respondió el criado. Saúl se volvió y, al verme, me llamó. Yo me puse a sus órdenes. Me preguntó quién era yo, y le respondí que era amalecita. Entonces me pidió que me acercara y me ordenó: ¡Mátame de una vez, pues estoy agonizando y no acabo de morir! Yo me acerqué y lo maté, pues me di cuenta de que no iba a sobrevivir al desastre. Luego le quité la diadema de la cabeza y el brazalete que llevaba en el brazo, para traérselos a usted, mi señor. Al oírlo, David y los que estaban con él se rasgaron las vestiduras. Lloraron y ayunaron hasta el anochecer porque Saúl y su hijo Jonatán habían caído a filo de espada, y también por el ejército del Señor y por la nación de Israel. Entonces David le preguntó al joven que le había traído la noticia: ¿De dónde eres? Soy un extranjero amalecita respondió. ¿Y cómo te atreviste a alzar la mano para matar al ungido del Señor? le reclamó David. Y en seguida llamó a uno de sus hombres y le ordenó: ¡Anda, mátalo! Aquél cumplió la orden y lo mató. David, por su parte, dijo: ¡Que tu sangre caiga sobre tu cabeza! Tu boca misma te condena al admitir que mataste al ungido del Señor. David compuso este lamento en honor de Saúl y de su hijo Jonatán. Lo llamó el "Cántico del Arco" y ordenó que lo enseñaran a los habitantes de Judá. Así consta en el libro de Jaser: "¡Ay, Israel! Tu gloria yace herida en las alturas de los montes. ¡Cómo han caído los valientes! "No lo anuncien en Gat ni lo pregonen en las calles de Ascalón, para que no se alegren las filisteas ni lo celebren esas paganas. "¡Ay, montes de Guilboa, que no caiga sobre ustedes lluvia ni rocío! ¡Que no crezca el trigo para las ofrendas! Porque allí deshonraron el escudo de Saúl: ¡allí quedó manchado el escudo de los valientes! ¡Jamás volvía el arco de Jonatán sin haberse saciado con la sangre de los heridos, ni regresaba la espada de Saúl sin haberse hartado con la grasa de sus oponentes! "¡Saúl! ¡Jonatán! ¡Nobles personas! Fueron amados en la vida, e inseparables en la muerte. Más veloces eran que las águilas, y más fuertes que los leones. "¡Ay, mujeres de Israel! Lloren por Saúl, que las vestía con lujosa seda carmesí y las adornaba con joyas de oro. "¡Cómo han caído los valientes en batalla! Jonatán yace muerto en tus alturas. ¡Cuánto sufro por ti, Jonatán, pues te quería como a un hermano! que el amor de las mujeres. "¡Cómo han caído los valientes! ¡Las armas de guerra han perecido!"


Salmos 60:
Oh Dios, tú nos has rechazado y has abierto brecha en nuestras filas; te has enojado con nosotros: ¡restáuranos ahora! Has sacudido la tierra, la has resquebrajado; repara sus grietas, porque se desmorona. Has sometido a tu pueblo a duras pruebas; nos diste a beber un vino embriagador. Da a tus fieles la señal de retirada, para que puedan escapar de los arqueros. Selah. Líbranos con tu diestra, respóndenos para que tu pueblo amado quede a salvo. Dios ha dicho en su santuario: "Triunfante repartiré a Siquén, y dividiré el valle de Sucot. Mío es Galaad, mío es Manasés; Efraín es mi yelmo y Judá mi cetro. En Moab me lavo las manos, sobre Edom arrojo mi sandalia; sobre Filistea lanzo gritos de triunfo." ¿Quién me llevará a la ciudad fortificada? ¿Quién me mostrará el camino a Edom? ¿No eres tú, oh Dios, quien nos ha rechazado? ¡Ya no sales, oh Dios, con nuestros ejércitos! Bríndanos tu ayuda contra el enemigo, pues de nada sirve la ayuda humana. Con Dios obtendremos la victoria; ¡él pisoteará a nuestros enemigos!


Proverbios 23:
6 Cuando te sientes a comer con un gobernante, fíjate bien en lo que tienes ante ti. Si eres dado a la glotonería, domina tu apetito. No codicies sus manjares, pues tal comida no es más que un engaño. 7 No te afanes acumulando riquezas; no te obsesiones con ellas. ¿Acaso has podido verlas? ¡No existen! Es como si les salieran alas, pues se van volando como las águilas. No te sientes a la mesa de un tacaño, ni codicies sus manjares, que son como un pelo en la garganta. "Come y bebe", te dirá, pero no te lo dirá de corazón. 8 Acabarás vomitando lo que hayas comido, y tus cumplidos no habrán servido de nada. 9 A oídos del necio jamás dirijas palabra, pues se burlará de tus sabios consejos. 10 No cambies de lugar los linderos antiguos, ni invadas la propiedad de los huérfanos, porque su Defensor es muy poderoso y contra ti defenderá su causa. 11 Aplica tu corazón a la disciplina y tus oídos al conocimiento. 12 No dejes de disciplinar al joven, que de unos cuantos azotes no se morirá. Dale unos buenos azotes, y así lo librarás del sepulcro. 13 Hijo mío, si tu corazón es sabio, también mi corazón se regocijará; en lo íntimo de mi ser me alegraré cuando tus labios hablen con rectitud. 14 No envidies en tu corazón a los pecadores; más bien, muéstrate siempre celoso en el temor del Señor. Cuentas con una esperanza futura, la cual no será destruida. 15 Hijo mío, presta atención y sé sabio; mantén tu corazón en el camino recto. No te juntes con los que beben mucho vino, ni con los que se hartan de carne, pues borrachos y glotones, por su indolencia, acaban harapientos y en la pobreza. 16 Escucha a tu padre, que te engendró, y no desprecies a tu madre cuando sea anciana. Adquiere la verdad y la sabiduría, la disciplina y el discernimiento, ¡y no los vendas! El padre del justo experimenta gran regocijo; quien tiene un hijo sabio se solaza en él. ¡Que se alegren tu padre y tu madre! ¡Que se regocije la que te dio la vida! 17 Dame, hijo mío, tu corazón y no pierdas de vista mis caminos. Porque fosa profunda es la prostituta, y estrecho pozo, la mujer ajena. Se pone al acecho, como un bandido, y multiplica la infidelidad de los hombres. 18 ¿De quién son los lamentos? ¿De quién los pesares? ¿De quién son los pleitos? ¿De quién las quejas? ¿De quién son las heridas gratuitas? ¿De quién los ojos morados? ¡Del que no suelta la botella de vino ni deja de probar licores! No te fijes en lo rojo que es el vino, ni en cómo brilla en la copa, ni en la suavidad con que se desliza; porque acaba mordiendo como serpiente y envenenando como víbora. Tus ojos verán alucinaciones, y tu mente imaginará estupideces. Te parecerá estar durmiendo en alta mar, acostado sobre el mástil mayor. Y dirás: "Me han herido, pero no me duele. Me han golpeado, pero no lo siento. ¿Cuándo despertaré de este sueño para ir a buscar otro trago?"



El Libro de I Juan Capítulo 4 del Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:


LA PRIMERA EPÍSTOLA UNIVERSAL DE
SAN JUAN

CAPÍTULO 4
(90 d.C.)
PRUEBA LOS ESPÍRITUS




AMADOS, no creáis a todo espíritu (detrás de toda doctrina existe "un espíritu"; si es Doctrina Verdadera, el Espíritu Santo; si es doctrina errónea, espíritus malignos), sino probad los espíritus si son de Dios (el criterio es, "¿es Bíblico?"): porque muchos falsos profetas han ido en el mundo (y ellos continúan hasta hoy día).
2 En esto conoced el Espíritu de Dios (como Creyentes, debemos saber lo que el Espíritu de Dios sanciona): todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne es de Dios (la Encarnación de Cristo se refiere a la Cruz de Cristo, la misma razón por la cual Él vino; significa que el Espíritu de Dios colocará su aprobación en la Cruz y la Cruz sola; algo más no es de Dios):
3 Y todo espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no es de Dios (Cristo vino en carne para ir a la Cruz; refuta el error del Gnosticismo, que afirma que la carne de Cristo era maligno, tanto como todo lo que importa afirman que es maligno; además, alguien que denigra o que minimice la Cruz de cualquier modo alguno no es de Dios): y éste es el espíritu del Anticristo (el espíritu que niega la Cruz es el espíritu del Anticristo), del cual vosotros habéis oído que ha de venir, y que ahora ya está en el mundo. (La Doctrina de la Cruz es esencial al sistema Cristiano. El que no la apoya no puede considerarse Cristiano ni reconocerse como Maestro Cristiano.)
4 Hijitos, vosotros sois de Dios, y los habéis vencido (algunos Cristianos en la época de Juan tenían tendencia a creer la Doctrina que denigró la Cruz, pero la superaron): porque El Que (el Espíritu Santo) en vosotros está, es mayor que el que (Satanás) está en el mundo.
5 Ellos son del mundo (se refiere a los falsos maestros del Versículo 3): por eso hablan del mundo (la fuente de sus doctrinas erróneas es el mundo), y el mundo los oye (porque los falsos maestros declaran lo que el mundo quiere oír).
6 Nosotros somos de Dios (aquellos que aceptan a Cristo y la Cruz): el que conoce a Dios nos oye; el que no es de Dios no nos oye. (La actitud del hombre hacia el Mensaje del Salvador Encarnado lo sitúa al lado de Dios o al del mundo.) Por esto conocemos el Espíritu de Verdad y el espíritu de error. (El "Espíritu de la Verdad" es el Espíritu Santo, Quien nos guía a toda Verdad, que se refiere a "Jesucristo y Él Crucificado [I Cor. 1:23; 2:2]. El "espíritu del error" se refiere a toda doctrina que denigra o ignora la Cruz, que es fomentada por Satanás, quien emplea espíritus engañadores [I Tim. 4:1].)
DIOS ES AMOR
7 Amados, amémonos unos a otros: porque el amor es de Dios (se refiere al amor ágape, del cual el mundo no sabe nada, y, de hecho, no puede tener en ninguna capacidad); cualquiera que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios. (Es la clase de amor de Dios, y no puede ser fingido. De hecho, siempre ocurrirá algo que revelará qué clase de amor posee la persona, ya sea es de la clase de Dios o del mundo.)
8 El que no ama, no conoce a Dios; porque Dios es amor. ("En cuanto a Su naturaleza, Dios es amor.")
9 En esto se mostró el Amor de Dios para con nosotros (si realmente tenemos el Amor de Dios en nuestros corazones, manifestaremos dicho amor hacia a nuestro prójimo), en que Dios envió a Su Hijo Unigénito al mundo (nuestro Señor es el Hijo Unigénito de Dios en el sentido que Él procede de Dios el Padre por generación eterna, poseyendo eternamente junto con Dios el Padre y Dios el Espíritu la esencia de Deidad), para que vivamos por Él. (Es solamente por medio de Cristo y lo que Él hizo en la Cruz en que nosotros podemos encontrar la vida, y vivir a través de Él así como Él vive a través de nosotros [Gál. 2:20].)
10 En esto consiste el amor (el Griego dice, "en esto se mostró el amor"), no que nosotros hayamos amado a Dios, sino que Él nos amó a nosotros (la raza humana inconversa no ama a Dios; no obstante, Él amó a la raza humana), y ha enviado a Su Hijo en propiciación por nuestros pecados. (La "propiciación" es el Sacrificio, lo que totalmente satisfizo las demandas de la Ley quebrantada e hizo así por la Muerte de nuestro Señor en la Cruz del Calvario. Su Muerte satisfizo eternamente la Justicia de Dios.)
11 Amados, si Dios así nos ha amado, debemos también nosotros amarnos unos a otros. (El Amor de Dios es representado por la Cruz más que cualquiera otra cosa. Para que nosotros entendamos Su Amor, tenemos que entender la Cruz primero.)
12 Ninguno vio jamás a Dios. (Nadie ha visto aún la Deidad en toda su esencia.) Si nos amamos unos a otros, Dios está en nosotros (los Santos que por costumbre tienen este amor ágape el uno por el otro muestra que este amor, que Dios en Su Naturaleza, ha llevado a cabo su propósito en nuestras vidas), y Su amor es perfecto en nosotros. (Las palabras "Su Amor" no se refiere a nuestro amor por Él ni a Su Amor por nosotros, sino al Amor que es específicamente Su Propio, que responde a Su Naturaleza.)
13 En esto conocemos que permanecemos en Él, y Él en nosotros ("permanecemos" se refiere a la comunión entre dos o más personas; en este caso, Dios y nosotros), en que nos ha dado de Su Espíritu. (El Espíritu Santo toma Residencia permanente en nosotros.)
14 Y nosotros hemos visto y testificamos (Juan fue un testigo ocular de Jesucristo, a Quien Él era como también a Lo Que Él hizo) que el Padre ha enviado al Hijo para ser Salvador del mundo. (Su Misión fue Redimir a la humanidad perdida, lo que Él hizo en la Cruz.)
15 Cualquiera que confesare que Jesús es el Hijo de Dios (la confesión de la que se refiere Juan es una confesión de toda la vida, y representa la actitud sostenida del corazón), Dios está en él, y él en Dios (la unión del Padre en el Creyente y el Creyente en el Padre, todo hecho posible por lo que Cristo hizo en la Cruz).
16 Y nosotros hemos conocido y creído el Amor que Dios tiene para con nosotros. (El amor que Dios nos ha mostrado es manifestado en Él al dar a Su Hijo para morir en la Cruz.) Dios es amor (que es probado por Su acto de dar a Su Único Hijo); y el que vive en amor vive en Dios, y Dios en él. (Todo hecho posible por la Cruz y sólo por la Cruz.)
17 En esto es perfecto el amor con nosotros (nuestro Amor se realiza, es decir, "se hizo completo," por una confesión continua de Jesucristo como Hijo de Dios y lo que Él hizo por nosotros en la Cruz), para que tengamos confianza en el Día del Juicio (el Juicio se trata del "Tribunal venidero de Cristo"): pues como Él es, así somos nosotros en este mundo. (Cristo es victorioso totalmente y debido a que estamos en Él, también nosotros podemos ser victoriosos totalmente en este mundo.)
18 En amor no hay temor (la clase de "temor" mencionado no es un temor Piadoso ni una reverencia filial, sino más bien un temor servil hacia un amo o de un criminal ante un Juez); mas el perfecto amor echa fuera el temor (Dios tiene un Amor Perfecto por nosotros, y si tenemos un amor perfecto por Él, que, sin duda, lo podemos tener, por consiguiente sabemos que Él va a sustentarnos, por eso no hay nada de qué temer): porque el temor tiene pena. (Es debido a la culpa que los hombres temen lo que está por venir.) De donde el que teme, no está perfecto en el amor. (Si no entendemos correctamente la Cruz, entonces no somos hechos perfectos en el amor.)
19 Nosotros Le amamos a Él, porque Él nos amó primero. (La primera iniciación del Amor fue de parte de Dios, y no nosotros, como era imprescindible.)
20 Si alguno dice, Yo amo a Dios, y aborrece a su Hermano, es mentiroso (como Santiago dijo, "¿Echa alguna fuente por una misma abertura agua dulce y amarga?" [Stg. 3:11]): porque el que no ama a su hermano al cual ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto? (Si un Cristiano profesante no ama al que lleva la Imagen Divina, a quien él ve y conoce, ¿cómo puede él amar a Dios, la Imagen de Quien él lleva, aunque no Lo ha visto?)
21 Y nosotros tenemos este Mandamiento de Él (el Espíritu Santo, por Juan, proclama todo esto como "un Mandamiento"), que el que ama a Dios, ame también a su Hermano. (El amor verdadero a Dios siempre producirá la acción correcta.)



1 Corintios 13 Nueva Versión Internacional:
Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.



Hebreos 10:35-12:4 Nueva Versión Internacional:
Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida. Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre.


Romanos 8 Nueva Versión Internacional:
Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, los que no andan conforme a la naturaleza pecaminosa sino conforme al Espíritu. Pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.

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