26 September 2016

El 26 de setiembre Lectura Bíblica Diaria

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Mensaje de la Cruz de Cristo Jesús-Capítulo-1
Sonidos del aire libre



El 26 de setiembre Lectura Bíblica Diaria:


Cantar de Cantares 3 a 5:

Por las noches, sobre mi lecho, busco al amor de mi vida; lo busco y no lo hallo. Me levanto, y voy por la ciudad, por sus calles y mercados, buscando al amor de mi vida. ¡Lo busco y no lo hallo! Me encuentran los centinelas mientras rondan la ciudad. Les pregunto: "¿Han visto ustedes al amor de mi vida?" No bien los he dejado, cuando encuentro al amor de mi vida. Lo abrazo y, sin soltarlo, lo llevo a la casa de mi madre, a la alcoba donde ella me concibió. Yo les ruego, mujeres de Jerusalén, por las gacelas y cervatillas del bosque, que no desvelen ni molesten a mi amada hasta que ella quiera despertar. ¿Qué es eso que sube por el desierto semejante a una columna de humo, entre aromas de mirra e incienso, entre exóticos perfumes? ¡Miren! ¡Es el carruaje de Salomón! Viene escoltado por sesenta guerreros, escogidos entre los más valientes de Israel. Todos ellos portan espadas, y han sido adiestrados para el combate; cada uno lleva la espada al cinto por causa de los peligros de la noche. Salomón mismo se hizo el carruaje con finas maderas del Líbano. Hizo de plata las columnas, y de oro los soportes. El asiento lo tapizó de púrpura, y su interior fue decorado con esmero por las hijas de Jerusalén. ¡Salgan, mujeres de Sión! ¡Contemplen al rey Salomón! ¡Lleva puesta la corona que le ciñó su madre el día en que contrajo nupcias, el día en que se alegró su corazón! ¡Cuán bella eres, amada mía! ¡Cuán bella eres! Tus ojos, tras el velo, son dos palomas. que retozan en los montes de Galaad. Tus dientes son como ovejas recién trasquiladas, que ascienden luego de haber sido bañadas. Cada una de ellas tiene su pareja; ninguna de ellas está sola. Tus labios son cual cinta escarlata; tus palabras me tienen hechizado. Tus mejillas, tras el velo, parecen dos mitades de granadas. Tu cuello se asemeja a la torre de David, construida con piedras labradas; de ella penden mil escudos, escudos de guerreros todos ellos. Tus pechos parecen dos cervatillos, dos crías mellizas de gacela que pastan entre azucenas. Antes de que el día despunte y se desvanezcan las sombras, subiré a la montaña de la mirra, a la colina del incienso. Toda tú eres bella, amada mía; no hay en ti defecto alguno. Desciende del Líbano conmigo, novia mía; desciende   del Líbano conmigo. Baja de la cumbre del Amaná, de la cima del Senir y del Hermón. Baja de las guaridas de los leones, de los montes donde habitan los leopardos. Cautivaste mi corazón, hermana y novia mía, con una mirada de tus ojos; con una vuelta de tu collar cautivaste mi corazón. ¡Cuán delicioso es tu amor, hermana y novia mía! ¡Más agradable que el vino es tu amor, y más que toda especia la fragancia de tu perfume! Tus labios, novia mía, destilan miel; leche y miel escondes bajo la lengua. es la fragancia de tus vestidos. Jardín cerrado eres tú, hermana y novia mía; ¡jardín cerrado, sellado manantial! Tus pechos son un huerto de granadas con frutos exquisitos, con flores de nardo y azahar; con toda clase de árbol resinoso, con nardo y azafrán, con cálamo y canela, con mirra y áloe, y con las más finas especias. Eres fuente de los jardines, manantial de aguas vivas, ¡arroyo que del Líbano desciende! ¡Viento del norte, despierta! ¡Viento del sur, ven acá! Soplen en mi jardín; ¡esparzan su fragancia! y pruebe sus frutos exquisitos. He entrado ya en mi jardín, hermana y novia mía, y en él recojo mirra y bálsamo; allí me sacio del panal y de su miel. Allí me embriago de vino y leche; ¡todo esto me pertenece! ¡Coman y beban, amigos, y embriáguense de amor! Yo dormía, pero mi corazón velaba. ¡Y oí una voz! ¡Mi amado estaba a la puerta! "Hermana, amada mía; preciosa paloma mía, ¡déjame entrar! Mi cabeza está empapada de rocío; la humedad de la noche corre por mi pelo." Ya me he quitado la ropa; ¡cómo volver a vestirme! Ya me he lavado los pies; ¡cómo ensuciarlos de nuevo! Mi amado pasó la mano por la abertura del cerrojo; ¡se estremecieron mis entrañas al sentirlo! Me levanté y le abrí a mi amado; ¡gotas de mirra corrían por mis manos! ¡Se deslizaban entre mis dedos y caían sobre la aldaba! Le abrí a mi amado, pero ya no estaba allí. Se había marchado, y tras su voz se fue mi alma. Lo busqué, y no lo hallé. Lo llamé, y no me respondió. Me encontraron los centinelas mientras rondaban la ciudad; los que vigilan las murallas me hirieron, me golpearon; ¡me despojaron de mi manto! Yo les ruego, mujeres de Jerusalén, que si encuentran a mi amado, ¡le digan que estoy enferma de amor! Dinos, bella entre las bellas, ¿en qué aventaja tu amado a otros hombres? ¿En qué aventaja tu amado a otros hombres, que nos haces tales ruegos? Mi amado es apuesto y trigueño, y entre diez mil hombres se le distingue. Su cabeza es oro puro; su cabellera es ondulada y negra como un cuervo. Sus ojos parecen palomas posadas junto a los arroyos, bañadas en leche, montadas como joyas. Sus mejillas son como lechos de bálsamo, como cultivos de aromáticas hierbas. por las que fluye mirra. Sus brazos son barras de oro montadas sobre topacios. incrustado de zafiros. Sus piernas son pilares de mármol que descansan sobre bases de oro puro. Su porte es como el del Líbano, esbelto como sus cedros. Su paladar es la dulzura misma; ¡él es todo un encanto! ¡Tal es mi amado, tal es mi amigo,  mujeres de Jerusalén!



Salmo 136:




Den gracias al Señor, porque él es bueno; su gran amor perdura para siempre. Den gracias al Dios de dioses; su gran amor perdura para siempre. Den gracias al Señor omnipotente; su gran amor perdura para siempre. Al único que hace grandes maravillas; su gran amor perdura para   siempre. Al que con inteligencia hizo los cielos; su gran amor perdura para siempre. Al que expandió la tierra sobre las aguas; su gran amor perdura para siempre. Al que hizo las grandes luminarias; su gran amor perdura para siempre. El sol, para iluminar el día; su gran amor perdura para siempre. La luna y las estrellas, para iluminar la noche; su gran amor perdura para siempre. Al que hirió a los primogénitos de Egipto; su gran amor perdura para siempre. Al que sacó de Egipto a Israel; su gran amor perdura para siempre. Con mano poderosa y con brazo extendido; su gran amor perdura para siempre. Al que partió en dos el Mar Rojo; su gran amor perdura para siempre. Y por en medio hizo cruzar a Israel; su gran amor perdura para siempre. Pero hundió en el Mar Rojo al faraón y a su ejército; su gran amor perdura para siempre. Al que guió a su pueblo por el desierto; su gran amor perdura para siempre. Al que hirió de muerte a grandes reyes; su gran amor perdura para siempre. Al que a reyes poderosos les quitó la vida; su gran amor perdura para siempre. A Sijón, el rey amorreo; su gran amor perdura para siempre. A Og, el rey de Basán; su gran amor perdura para siempre. Cuyas tierras entregó como herencia; su gran amor perdura para siempre. Como herencia para su siervo Israel; su gran amor perdura para siempre. Al que nunca nos olvida, aunque estemos humillados; su gran amor perdura para siempre. Al que nos libra de nuestros adversarios; su gran amor perdura para siempre. Al que alimenta a todo ser viviente; su gran amor perdura para siempre. ¡Den gracias al Dios de los cielos! ¡Su gran amor perdura para siempre!



Proverbios 5:




Hijo mío, pon atención a mi sabiduría y presta oído a mi buen juicio, para que al hablar mantengas la discreción y retengas el conocimiento. De los labios de la adúltera fluye miel; su lengua es más suave que el aceite. Pero al fin resulta más amarga que la hiel y más cortante que  una espada de dos filos. Sus pies descienden hasta la muerte; sus pasos van derecho al sepulcro. No toma ella en cuenta el camino de la vida; sus sendas son torcidas, y ella no lo reconoce. Pues bien, hijo mío, préstame atención y no te apartes de mis palabras. Aléjate de la adúltera; no te acerques a la puerta de su casa, para que no entregues a otros tu vigor, ni tus años a gente cruel; para que no sacies con tu fuerza a gente extraña, ni vayan a dar en casa ajena tus esfuerzos. Porque al final acabarás por llorar, cuando todo tu ser se haya consumido. Y dirás: "¡Cómo pude aborrecer la corrección! ¡Cómo pudo mi corazón despreciar la disciplina! No atendí a la voz de mis maestros, ni presté oído a mis instructores. Ahora estoy al borde de la ruina, en medio de toda la comunidad." Bebe el agua de tu propio pozo, el agua que fluye de tu propio manantial. ¿Habrán de derramarse tus fuentes por las calles y tus corrientes de aguas por las plazas públicas? Son tuyas, solamente tuyas, y no para que las compartas con extraños. ¡Bendita sea tu fuente! ¡Goza con la esposa de tu juventud! Es una gacela amorosa, es una cervatilla encantadora. ¡Que sus pechos te satisfagan siempre! ¡Que su amor te cautive todo el tiempo! ¿Por qué, hijo mío, dejarte cautivar por una adúltera? ¿Por qué abrazarte al pecho de la mujer ajena? Nuestros caminos están a la vista del Señor; él examina todas nuestras sendas. Al malvado lo atrapan sus malas obras; las cuerdas de su pecado lo aprisionan. Morirá por su falta de disciplina; perecerá por su gran insensatez.




El Libro de Lucas Capítulo 5 del Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:




EL SANTO EVANGELIO SEGÚN
SAN LUCAS




CAPÍTULO 5
(31 d.C.)
UN BARCO PRESTADO




Y ACONTECIÓ, que, estando Él junto al lago de Genezaret (el Mar de Galilea), las gentes se agolpaban sobre Él para oír la Palabra de Dios,
2 Y vio dos barcos que estaban cerca de la orilla del lago (dos entre muchos): y los pescadores habiendo descendido de ellos, lavaban sus redes (Pedro, Andrés, Santiago y Juan habían pescado toda la noche y no pescaron nada).
3 Y entrado en uno de estos barcos, el cual era de Simón (demuestra que Él ya pidió prestado este barco para servir como plataforma o púlpito), le rogó que lo desviase de tierra un poco. Y sentándose (la costumbre de aquel entonces), enseñaba desde el barco a las gentes.
EL MILAGRO
4 Y cuando cesó de hablar (acababa de Predicar y enseñar), dijo a Simón, Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar (fue una sorpresa para estos pescadores; ellos habían pescado toda la noche y no pescaron nada, entonces debieron de haberse preguntado qué estaba haciendo Él ahora, en efecto, Él iba a pagar por el uso del barco; Dios nunca le debe nada a nadie).
5 Y respondiendo Simón, Le dijo, Maestro, habiendo trabajado toda la noche, nada hemos tomado: más en Tu Palabra echaré la red (la idea es que Pedro jamás se hubiera molestado de tirar la red por orden de otra persona que no fuera Jesús).
6 Y habiéndolo hecho, encerraron gran multitud de pescado: más su red se rompía (tantos peces que la red comenzaba a romper).
7 E hicieron señas a los compañeros (Pedro y Andrés llamaron a Santiago y a Juan), que estaban en el otro barco, que viniesen a ayudarles. Y vinieron, y llenaron ambos barcos, de tal manera que se anegaban (Cristo tenía el mismo poder sobre los peces del mar como Él tenía sobre las ranas, las pulgas y las langostas de Egipto).
8 Lo cual viendo Simón Pedro (demuestra que la intención de esta lección no es para que Simón   tuviera una estimación alta de sí mismo, sino una estimación baja; es la intención de toda manifestación del Poder Divino y de la Gracia en la conciencia del hombre caído), se derribó de rodillas ante Jesús, diciendo, Apártate de mí, Señor; porque soy hombre pecador (declara el milagro revelador de la incredulidad oculta en el corazón de Simón, sin lugar a dudas, cuando él echaba las redes se dijo: "no pescaremos nada").
9 Porque temor le había rodeado, y a todos los que estaban con él, de la presa de los peces que habían tomado:
10 Y asimismo a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Y Jesús dijo a Simón, No temas; desde ahora pescarás hombres (es el primer instante registrado en que Jesús usaba las palabras, "no temas," con Sus Discípulos; Su declaración los elevaba a ser pescadores de hombres, y constituía su llamado al Discipulado, y como Apóstoles).
11 Y cuando llegaron a tierra los barcos, dejándolo todo, Le siguieron (quiere decir que ellos respondieron inmediatamente).
JESÚS SANA A UN LEPROSO
12 Y aconteció que estando en una cierta ciudad, he aquí, un hombre lleno de lepra (el hombre estaba en la última etapa de la lepra, en realidad estaba a punto de morir): el cual viendo a Jesús, postrándose sobre el rostro, Le rogó, diciendo, Señor, si Quieres, puedes limpiarme (él expresó duda en cuanto a la buena Voluntad de Jesús, en vez de confiar en Su Poder; además muchos Judíos que sabían que la lepra era un tipo del pecado, no creyeron que hasta un leproso pudiera ser salvo; de ahí, la declaración de este leproso acerca de la buena Voluntad de Cristo para que lo sanara).
13 Entonces, extendiendo la Mano, le tocó diciendo, Quiero: sé limpio (Su respuesta y acción resolvió para siempre la pregunta en cuanto a la Voluntad de Dios con respecto a la sanidad de los enfermos). Y luego la lepra se fue de él (la estructura de esta frase en el Griego expresa que fue la Palabra de Jesús la que sanó al hombre, por eso cuando Él lo tocó, ya había ocurrido la sanidad).
14 Y Él le mandó que no lo dijese a nadie: mas ve, muéstrate al Sacerdote, y ofrece por tu limpieza, como mandó Moisés, para testimonio a ellos (corresponde a la Ley de la Limpieza del Leproso [Lev., cap. 14]).
15 Empero tanto más se extendía Su fama: y se juntaban muchas gentes a oír, y ser sanadas de sus enfermedades.
16 Más Él se apartaba a los desiertos, y oraba (¡si Jesús tenía que orar, ¿qué de nosotros?!).
LA SANIDAD Y EL PERDÓN
17 Y aconteció un día, que Él estaba enseñando, y los Fariseos y Doctores de la Ley estaban sentados, los cuales habían venido de todas las aldeas de Galilea, y de Judea y Jerusalén (ya la gran oposición iba a comenzar): y la Virtud del Señor estaba allí para sanarlos (la implicación es que los enfermos se sanaban sin que Jesús tuviera que tratar con sus enfermedades o aflicciones; el Espíritu de Dios que emanaba de Él aplastaba las enfermedades y aflicciones; en otras palabras, Su mera Presencia trajo la sanidad).
18 Y, he aquí, unos hombres, que traían sobre un lecho a un hombre que estaba paralítico (cuatro hombres cuando Marcos testificaba; el hombre tenía cierto tipo de "parálisis"): y buscaban meterle, y ponerle delante de Él (el lugar estaba atestado de gente que no podían entrar en la casa).
19 Y no hallando por donde meterle a causa de la multitud, subieron encima de la casa (las casas normalmente tenían techos planos en aquella región del mundo), y por el tejado le bajaron con el lecho en medio, delante de Jesús (es probable que ampliaron una trampilla que había en el techo).
20 El cual, viendo la Fe de ellos (en la Fe verdadera siempre hay acción), le dice, Hombre, tus pecados te son perdonados (indica que la desgraciada condición física del enfermo fue debido a su vida pecadora; no obstante, Jesús lo trató con suma bondad).
21 Entonces los Escribas y los Fariseos comenzaron a pensar, diciendo, ¿Quién es éste que habla blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados sino Sólo Dios? (Hubo una atmósfera hostil en la sala, y nuestro Señor lo sintió. Lo que pensaron en sus corazones lo expresaron en sus rostros, y en sus acciones, y hasta en sus mismas personalidades.)
22 Jesús entonces, conociendo los pensamientos de ellos (el Espíritu Santo Le reveló lo que ellos estaban pensando), respondiendo les dijo, ¿Qué pensáis en vuestros corazones? (Él no sólo perdonaba los pecados, sino que Él leía las mentes cuando el Espíritu Santo se Lo revelaba, que además demostraba que Él era Dios.)
23 ¿Qué es más fácil, decir, Tus pecados te son perdonados; o decir, Levántate y anda? (La idea de la pregunta planteada por Cristo es que Dios Solo podía "perdonar y sanar.")
24 Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la Tierra de perdonar pecados (para demostrar ese poder), (dice al paralítico,) A ti digo, Levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa.
25 Y luego, levantándose en presencia de ellos (implica que antes él no podía hacer eso), y tomando aquél en que estaba echado (llevaba su propia cama), se fue a su casa, Glorificando a Dios (había venido enfermo, sin poder caminar, y salió sano y fuerte; con razón, Glorificaba a Dios).
26 Y tomó espanto a todos (la Verdad era indiscutible), y Glorificaban a Dios (que insinúa que hasta los Escribas y los Fariseos hicieron lo mismo), y fueron llenos de temor, diciendo, Hemos visto maravillas hoy (de hecho, habían visto lo que ningún ser humano jamás había visto antes).
JESÚS LLAMA A MATEO
27 Y después de estas cosas salió, y vio a un Publicano (un recaudador de impuestos), llamado Leví (Mateo), sentado al banco de los tributos públicos (era una ocupación lucrativa, pero un empleo despreciado por los Judíos; en otras palabras, ellos odiaban a los recaudadores de impuestos porque representaban a Roma; la tarea era tan detestable que la mayoría de los Publicanos contrataban a otros para que físicamente fueran a colectar los impuestos; pero al parecer Mateo poco se preocupaba de lo que la gente pensaba de él): y le (Mateo) dijo (Jesús), Sígueme (no en fila india, uno detrás del otro, sino caminaban juntos, hombro a hombro por la misma senda).
28 Y dejadas todas las cosas, levantándose, Le siguió (él dejó su posición de recaudador de impuestos, y lo hizo inmediatamente).
29 Y Le (a Jesús) hizo Leví gran banquete en su casa (indica el hecho de que Mateo era una persona de consecuencia y posición): y había mucha compañía de Publicanos y de otros, los cuales estaban a la mesa con ellos (señala a un grupo de las personas a quienes no permitieron probablemente ni dentro de las Sinagogas).
LOS FARISEOS
30 Y los Escribas (que supuestamente eran expertos en la Ley de Moisés) y los Fariseos (el partido religioso fundamentalista en Israel) murmuraban contra Sus Discípulos, diciendo, ¿Por qué coméis y bebéis con los Publicanos y pecadores? (Ni siquiera se les ocurría a ellos compartir  una comida con esa clase de gente, mucho menos tratarlos con amabilidad.)
31 Y respondiendo Jesús les dijo, Los que están sanos no necesitan médico, sino los que están enfermos (asociarse con "los Publicanos y los pecadores" no era el problema de los Fariseos, sino más bien era debido a sus corazones oscurecidos, que era más perverso en los Ojos de Dios que las personas que ellos condenaban).
32 No he venido a llamar justos, sino pecadores al arrepentimiento (en otras palabras, la misma razón por la cual Yo he venido es precisamente por esta gente que ustedes condenan).
EL AYUNO
33 Entonces ellos Le dijeron, ¿Por qué los discípulos de Juan ayunan muchas veces y hacen oraciones, y asimismo los de los Fariseos (es probable que hicieron esta pregunta por los discípulos de Juan el Bautista); y Tus Discípulos comen y beben? (Se refiere a los Discípulos de Jesús en comparación con los discípulos de Juan.)
34 Y Él les dijo, ¿Podéis hacer que los que están de bodas ayunen, entre tanto que el esposo está con ellos? (El objeto de todo lo que hace el Creyente, ya sea ayunar o comer, es Jesús. Él Solo es el punto focal de todo. El ayuno que anteriormente bajo el Antiguo Convenio, fue en relación con Su Venida, la cual se refiere a Su Primer Advenimiento porque, como es obvio, Él todavía no estaba con ellos. Ahora Él está con ellos, por eso no hay necesidad de ayunar, por lo menos durante ese tiempo en particular.)
35 Empero vendrán días cuando el esposo (Cristo) les será quitado de ellos (los Creyentes), entonces ayunarán en aquellos días (se refiere a la época de la Edad de la Iglesia, que ha existido ya por unos 2.000 años; aunque los motivos del ayuno son variados y muchos, la razón principal está relacionada al hecho de que Él no está aquí, que indica muchas cosas; cuando Él regrese, el gozo, la prosperidad y la celebración serán entonces el orden en el mundo entero).
36 Y les decía también una Parábola: Nadie mete remiendo de paño nuevo en vestido viejo; de otra manera el nuevo rompe, y el viejo no conviene remiendo nuevo (el Nuevo Convenio tiene que estar completo en sí, y no parte del Antiguo Convenio; en otras palabras, el Nuevo Convenio no puede remendarse en el Antiguo Convenio).
37 Y nadie echa vino nuevo en cueros viejos (los odres); de otra manera el vino nuevo romperá los cueros, y el vino se derramará, y los cueros se perderán (tratar de juntar el Nuevo Convenio al Antiguo Convenio destruiría los dos Convenios).
38 Mas el vino nuevo (Nuevo Convenio) en cueros nuevos (odres nuevos) se ha de echar; y lo uno y lo otro se conservan (el "vino nuevo" es el Nuevo Convenio, "los nuevos odres" constituyen la Iglesia; quiere decir que el Judaísmo no tendrá parte alguna en el Cristianismo, aunque las raíces del Cristianismo están claramente en el Judaísmo).
39 Y ninguno que bebiere del añejo en seguida (de inmediato), quiere luego el nuevo: porque dice, El añejo es mejor (el Antiguo Convenio tenía que ser abolido completamente, o de lo contrario el Nuevo no iba a ser aceptado; ¿por qué? "Las obras" siempre son más atractivas a los hombres que "la Fe"; ¿por qué? "Las obras" atraen el orgullo, mientras que "la Fe" atrae la Cruz).


Primera Corintios Capítulo 13:




Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.


Hebreos 10:35-12:4




Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida. Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre.

Romanos 8:




Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.

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