28 August 2009

El 28 de Agosto Lectura Bíblica Diaria



El 28 de Agosto Lectura Bíblica Diaria:


Esdras 3 a 5:
En el mes séptimo, cuando ya todos los israelitas se habían establecido en sus poblaciones, se reunió el pueblo en Jerusalén con un mismo propósito. Entonces Jesúa hijo de Josadac con sus parientes, que eran sacerdotes, y Zorobabel hijo de Salatiel con sus parientes empezaron a construir el altar del Dios de Israel para ofrecer holocaustos, según lo estipulado en la ley de Moisés, hombre de Dios. A pesar del miedo que tenían de los pueblos vecinos, colocaron el altar en su mismo sitio. Y todos los días, por la mañana y por la tarde, ofrecían holocaustos al Señor. Luego, según lo estipulado en la ley, celebraron la fiesta de las Enramadas, ofreciendo el número de holocaustos prescrito para cada día, como también los holocaustos diarios, los de luna nueva, los de las fiestas solemnes ordenadas por el Señor, y los que el pueblo le ofrecía voluntariamente. A pesar de que aún no se habían echado los cimientos del templo, desde el primer día del mes séptimo el pueblo comenzó a ofrecer holocaustos al Señor. Luego dieron dinero a los albañiles y carpinteros. A los de Sidón y Tiro les dieron comida, bebida y aceite para que por mar llevaran madera de cedro desde el Líbano hasta Jope, conforme a la autorización que había dado Ciro, rey de Persia. Zorobabel hijo de Salatiel, y Jesúa hijo de Josadac, junto con el resto de sus parientes, que eran sacerdotes, y con los levitas y con todos los que habían regresado del cautiverio, comenzaron la reconstrucción del templo en el mes segundo del segundo año de haber llegado a Jerusalén. A los levitas mayores de veinte años les encomendaron la tarea de supervisar las obras del templo del Señor. Entonces Jesúa, junto con sus hijos y hermanos, y Cadmiel y sus hijos, que eran descendientes de Hodavías, y los descendientes de Henadad, y sus hijos y hermanos, que eran levitas, se unieron para supervisar a los obreros que trabajaban en el templo de Dios. Cuando los constructores echaron los cimientos del templo del Señor, los sacerdotes llegaron con sus vestimentas sagradas y los levitas descendientes de Asaf, con sus platillos, ocuparon su lugar para alabar al Señor, según lo establecido por David, rey de Israel. Todos daban gracias al Señor, y a una le cantaban esta alabanza: "Dios es bueno; su gran amor por Israel perdura para siempre." Y todo el pueblo alabó con grandes aclamaciones al Señor, porque se habían echado los cimientos del templo. Muchos de los sacerdotes, levitas y jefes de familia, que eran ya ancianos y habían conocido el primer templo, prorrumpieron en llanto cuando vieron los cimientos del nuevo templo, mientras muchos otros gritaban de alegría. Y no se podía distinguir entre los gritos de alegría y las voces de llanto, pues la gente gritaba a voz en cuello, y el ruido se escuchaba desde muy lejos. Cuando los enemigos del pueblo de Judá y de Benjamín se enteraron de que los repatriados estaban reconstruyendo el templo del Señor, Dios de Israel, se presentaron ante Zorobabel y ante los jefes de familia y les dijeron:
Permítannos participar en la reconstrucción, pues nosotros, al igual que ustedes, hemos buscado a su Dios y le hemos ofrecido holocaustos desde el día en que Esarjadón, rey de Asiria, nos trajo acá. Pero Zorobabel, Jesúa y los jefes de las familias de Israel les respondieron:
No podemos permitir que ustedes se unan a nosotros en la reconstrucción del templo de nuestro Dios. Nosotros solos nos encargaremos de reedificar el templo para el Señor, Dios de Israel, tal como lo decretó Ciro, rey de Persia. Entonces los habitantes de la región comenzaron a desanimar e intimidar a los de Judá para que abandonaran la reconstrucción. Y hasta llegaron a sobornar a algunos de los consejeros para impedirles llevar a cabo sus planes. Esto sucedió durante todo el reinado de Ciro, rey de Persia, y hasta el reinado de Darío, que también fue rey de Persia. También al comienzo del reinado de Jerjes, aquellos enemigos enviaron una carta en la cual acusaban a los habitantes de Judá y de Jerusalén. Luego, cuando Artajerjes llegó a ser rey de Persia, también a él Bislán, Mitrídates, Tabel y sus demás compañeros le enviaron una carta, que fue traducida al arameo. Además, el comandante Rejún y el cronista Simsay enviaron a Artajerjes una carta en contra de los habitantes de Jerusalén. La carta decía: El comandante Rejún y el cronista Simsay escriben esta carta, junto con sus compañeros los jueces, gobernadores y funcionarios de Persia, Érec, Babilonia y Susa (es decir, Elam). Esta carta la suscriben también las demás naciones que el grande y noble Asnapar llevó cautivas y estableció en la ciudad de Samaria y en las otras provincias al oeste del río Éufrates. Al rey Artajerjes, de parte de sus siervos que habitan al oeste del río Éufrates: Sepa Su Majestad que los judíos enviados por usted han llegado a Jerusalén y están reconstruyendo esa ciudad rebelde y mala. Ya están echados los cimientos. Sepa también Su Majestad que si esta gente reconstruye la ciudad y termina la muralla, sus habitantes se rebelarán y no pagarán tributos, ni impuestos ni contribución alguna, lo cual sería perjudicial para el tesoro real. Como nosotros somos vasallos de Su Majestad, no podemos permitir que se le deshonre. Por eso le enviamos esta denuncia. Pida Su Majestad que se investigue en los archivos donde están las crónicas de los reyes que lo han precedido. Así comprobará que esta ciudad ha sido rebelde y nociva para los reyes y las provincias, y que fue destruida porque hace ya mucho tiempo allí se fraguaron sediciones. Por eso le advertimos que, si esa ciudad es reconstruida y la muralla levantada, Su Majestad perderá el dominio de la región al oeste del Éufrates. En respuesta, el rey les escribió:
Al comandante Rejún y al cronista Simsay, y al resto de sus compañeros que viven en Samaria y en las otras regiones al oeste del río Éufrates:
Saludos. La carta que ustedes enviaron ha sido traducida y leída en mi presencia. Di orden de investigar en los archivos y, en efecto, se encontró que anteriormente en dicha ciudad se fraguaron sediciones y se tramaron rebeliones contra los reyes; que en Jerusalén hubo reyes poderosos, gobernantes de toda la región al oeste del río Éufrates, a quienes se les pagaban impuestos, tributos y rentas. Por eso, ordénenles a esos hombres que cesen sus labores, que suspendan la reconstrucción de la ciudad, hasta que yo promulgue un nuevo edicto. Sean diligentes en hacer cumplir esta orden, para que no crezca la amenaza de perjuicio a los intereses reales. En cuanto la carta del rey Artajerjes se leyó en presencia de Rejún, del cronista Simsay y de sus compañeros, todos ellos fueron a Jerusalén y, por la fuerza de las armas, obligaron a los judíos a detener la obra. De este modo el trabajo de reconstrucción del templo de Dios en Jerusalén quedó suspendido hasta el año segundo del reinado de Darío, rey de Persia. Los profetas Hageo y Zacarías hijo de Idó profetizaron a los judíos que estaban en Judá y Jerusalén, en el nombre del Dios de Israel, que velaba por ellos. Entonces Zorobabel hijo de Salatiel y Jesúa hijo de Josadac se dispusieron a continuar la reconstrucción del templo de Dios en Jerusalén. Y los profetas estaban con ellos ayudándolos. En ese mismo tiempo, Tatenay, gobernador de la provincia al oeste del río Éufrates, y Setar Bosnay y sus compañeros, se presentaron ante los judíos y les preguntaron: "¿Quién los autorizó a reconstruir ese templo y restaurar su estructura?" Y añadieron: "¿Cómo se llaman los que están reconstruyendo ese edificio?" Pero como Dios velaba por los dirigentes judíos, no los obligaron a interrumpir el trabajo hasta que se consultara a Darío y éste respondiera por escrito. Entonces Tatenay, gobernador de la provincia al oeste del río Éufrates, y Setar Bosnay y sus compañeros, que eran los funcionarios del gobierno de esa provincia, enviaron una carta al rey Darío, la cual decía:
Al rey Darío:
Un cordial saludo. Ponemos en conocimiento de Su Majestad que fuimos a la provincia de Judá, al templo del gran Dios, y vimos que se está reconstruyendo con grandes piedras, y que sus paredes se están recubriendo con madera. El trabajo se hace con esmero y avanza rápidamente. A los dirigentes les preguntamos quién los había autorizado a reconstruir ese templo y restaurar su estructura, y cómo se llaman los que dirigen la obra, para comunicárselo por escrito a Su Majestad. Ellos nos respondieron:
"Somos siervos del Dios del cielo y de la tierra, y estamos reconstruyendo el templo que fue edificado y terminado hace ya mucho tiempo por un gran rey de Israel. Pero como nuestros antepasados provocaron a ira al Dios del cielo, él los entregó en manos de Nabucodonosor, rey de Babilonia, el caldeo que destruyó este templo y que llevó al pueblo cautivo a Babilonia. "Pero más tarde, en el primer año de su reinado, Ciro, rey de Babilonia, ordenó que este templo de Dios fuera reconstruido. También hizo sacar del templo de Babilonia los utensilios de oro y de plata que Nabucodonosor se había llevado del templo de Jerusalén y había puesto en el templo de Babilonia, y se los entregó a Sesbasar, a quien había nombrado gobernador. Ciro, pues, ordenó a Sesbasar que tomara esos utensilios y los devolviera al templo de Jerusalén, y que reedificara en el mismo sitio el templo de Dios. Entonces Sesbasar llegó a Jerusalén y echó los cimientos del templo de Dios. Desde entonces se ha estado trabajando en su reconstrucción, pero aún no se ha terminado." Ahora bien, si Su Majestad lo considera conveniente, pedimos que se investiguen los archivos donde están las crónicas de los reyes de Babilonia, para saber si es verdad que el rey Ciro ordenó la reconstrucción del templo de Dios en Jerusalén. Además solicitamos que se nos dé a conocer la decisión de Su Majestad con respecto a este asunto.


Salmo 108:
Firme está, oh Dios, mi corazón;
¡voy a cantarte salmos, gloria mía! ¡Despierten, arpa y lira!
¡Haré despertar al nuevo día! Te alabaré, Señor, entre los pueblos;
te cantaré salmos entre las naciones. Pues tu amor es tan grande que rebasa los cielos;
¡tu verdad llega hasta el firmamento! Tú, oh Dios, estás sobre los cielos,
y tu gloria cubre toda la tierra. Líbranos con tu diestra, respóndeme
para que tu pueblo amado quede a salvo. Dios ha dicho en su santuario:
"Triunfante repartiré a Siquén,
y dividiré el valle de Sucot. Mío es Galaad, mío es Manasés;
Efraín es mi yelmo y Judá mi cetro. En Moab me lavo las manos,
sobre Edom arrojo mi sandalia;
sobre Filistea lanzo gritos de triunfo." ¿Quién me llevará a la ciudad fortificada?
¿Quién me mostrará el camino a Edom? ¿No es Dios quien nos ha rechazado?
¡Ya no sales, oh Dios, con nuestros ejércitos! Bríndanos tu ayuda contra el enemigo,
pues de nada sirve la ayuda humana. Con Dios obtendremos la victoria;
¡él pisoteará a nuestros enemigos!



Proverbios 8:
¿Acaso no está llamando la sabiduría?
¿No está elevando su voz la inteligencia? Toma su puesto en las alturas,
a la vera del camino y en las encrucijadas. Junto a las puertas que dan a la ciudad,
a la entrada misma, grita a voz en cuello: "A ustedes los hombres, los estoy llamando;
dirijo mi voz a toda la humanidad. Ustedes los inexpertos, ¡adquieran prudencia!
Ustedes los necios, ¡obtengan discernimiento! Escúchenme, que diré cosas importantes;
mis labios hablarán con justicia. Mi boca expresará la verdad,
pues mis labios detestan la mentira. Las palabras de mi boca son todas justas;
no hay en ellas maldad ni doblez. Son claras para los entendidos,
e irreprochables para los sabios. Opten por mi instrucción, no por la plata;
por el conocimiento, no por el oro refinado. Vale más la sabiduría que las piedras preciosas,
y ni lo más deseable se le compara. "Yo, la sabiduría, convivo con la prudencia
y poseo conocimiento y discreción. Quien teme al Señor aborrece lo malo;
yo aborrezco el orgullo y la arrogancia,
la mala conducta y el lenguaje perverso. Míos son el consejo y el buen juicio;
míos son el entendimiento y el poder. Por mí reinan los reyes
y promulgan leyes justas los gobernantes. Por mí gobiernan los príncipes
y todos los nobles que rigen la tierra. A los que me aman, les correspondo;
a los que me buscan, me doy a conocer. Conmigo están las riquezas y la honra,
la prosperidad y los bienes duraderos. Mi fruto es mejor que el oro fino;
mi cosecha sobrepasa a la plata refinada. Voy por el camino de la rectitud,
por los senderos de la justicia, enriqueciendo a los que me aman
y acrecentando sus tesoros. "El Señor me dio la vida como primicia de sus obras,
mucho antes de sus obras de antaño. Fui establecida desde la eternidad,
desde antes que existiera el mundo. No existían los grandes mares cuando yo nací;
no había entonces manantiales de abundantes aguas. Nací antes que fueran formadas las colinas,
antes que se cimentaran las montañas, antes que él creara la tierra y sus paisajes
y el polvo primordial con que hizo el mundo. Cuando Dios cimentó la bóveda celeste
y trazó el horizonte sobre las aguas,
allí estaba yo presente. Cuando estableció las nubes en los cielos
y reforzó las fuentes del mar profundo; cuando señaló los límites del mar,
para que las aguas obedecieran su mandato;
cuando plantó los fundamentos de la tierra, allí estaba yo, afirmando su obra.
Día tras día me llenaba yo de alegría,
siempre disfrutaba de estar en su presencia; me regocijaba en el mundo que él creó;
¡en el género humano me deleitaba! "Y ahora, hijos míos, escúchenme:
dichosos los que van por mis caminos. Atiendan a mi instrucción, y sean sabios;
no la descuiden. Dichosos los que me escuchan
y a mis puertas están atentos cada día,
esperando a la entrada de mi casa. En verdad, quien me encuentra, halla la vida
y recibe el favor del Señor. Quien me rechaza, se perjudica a sí mismo;
quien me aborrece, ama la muerte."




El Libro de Mateo Capítulo 20 del Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:


EL SANTO EVANGELIO SEGÙN

SAN MATEO


CAPÍTULO 20
(33 d.C.)
LA PARÁBOLA DE LOS
OBREROS

PORQUE el Reino de los Cielos es semejante a un hombre, a un hacendado, que salió por la mañana a contratar obreros para su viña (una Parábola — en efecto, Jesús está contestando la pregunta de Pedro, “¿qué pues tendremos?”, la lección fundamental que aprenderemos es que la recompensa del Reino no es de deuda, sino de Gracia).
2 Y habiéndose concertado con los obreros en un denario al día (casi cuarenta dólares por día el equivalente al dinero actual), los envió a su viña.
3 Y saliendo cerca de la hora tercera (a las 9:00 de la mañana), vio otros que estaban en la plaza ociosos,
4 Y les dijo, Id también vosotros a mi viña, y os daré lo que fuere justo. Y ellos fueron (dejaron la cantidad del pago a discreción del hacendado).
5 Salió otra vez cerca de las horas sexta y novena (a las 12:00 del mediodía y a las 3:00 de la tarde), e hizo lo mismo.
6 Y saliendo cerca de la hora undécima (a las 5:00 de la tarde), halló otros que estaban ociosos, y les dijo, ¿Por qué estáis aquí todo el día ociosos?
7 Ellos le dijeron, Porque nadie nos ha contratado. Les dijo, Id también vosotros a la viña; y recibiréis lo que fuere justo (ellos también, aceptaron su palabra).
8 Y cuando fue la tarde (casi a las 6:00 de la tarde), el señor de la viña dijo a su mayordomo, Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando desde los postreros hasta los primeros (los que fueron contratados por último debían pagarles primero, y los primeros que fueron contratados pagarles por último).
9 Y viniendo los que habían ido cerca de la hora undécima, recibieron cada uno un denario (casi el equivalente de cuarenta dólares por el trabajo de una hora).
10 Y viniendo también los primeros (los primeros contratados), pensaron que habían de recibir más; pero también ellos recibieron cada uno un denario (cuarenta dólares).
11 Y tomándolo, murmuraban contra el hacendado,
12 Diciendo, Estos postreros sólo han trabajado (laborado) una hora, y los han hecho iguales a nosotros, que hemos llevado la carga y el calor del día.
13 Mas él respondiendo, dijo a uno de ellos, Amigo, no te hago injusticia alguna; ¿no te conviniste conmigo por un denario?
14 Toma lo que es tuyo, y vete: mas quiero dar a este último, como a ti (nuestro Señor enseña sobre la Gracia aquí, lo que quiere decir que no obtenemos la Salvación de Él por mérito alguno, sino también, se refiere a Israel y la Iglesia; la Iglesia aunque es última, recibirá tanto como Israel, quien fue el primero).
15 ¿No me es lícito a mí hacer lo que quiero con lo mío? O ¿es malo tu ojo, porque yo soy bueno? (Ningún hombre tiene el derecho de hacer reclamo a Dios basado en mérito. Todo debe ser por Fe en Cristo y la Cruz [Rom. 3:20-31].)
16 Así los primeros serán postreros (la Iglesia fue elegida por última, pero será primero, porque Israel que fue elegido primero, rechazó al Señor), y los postreros primeros: porque muchos son llamados, mas pocos los escogidos (muchos son llamados, pero solamente algunos escogen prestar atención al llamado).

JESÚS UNA VEZ MÁS PREDICE
SU MUERTE Y RESURRECCIÓN

17 Y subiendo Jesús a Jerusalén (cuándo y dónde Él sería Crucificado), tomó Sus Doce Discípulos aparte en el camino (en privado), y les dijo,
18 He aquí, subimos a Jerusalén; y el Hijo del Hombre será entregado a los Principales Sacerdotes y a los Escribas, y Le condenarán a Él a la muerte,
19 Y Le entregarán a los Gentiles (los Romanos) para que Lo escarnezcan, y Lo azoten (golpearlo), y crucifiquen: mas al tercer día Él resucitará (los Judíos y los Gentiles condenaron a Cristo).

LA MADRE DE SANTIAGO
Y JUAN

20 Entonces se llegó a Él la madre de los hijos de Zebedeo (Salomé) con sus hijos (Santiago y Juan), adorándole, y pidiéndole algo (la cuarta predicción de la Crucifixión fracasó como la de 17:22-23 para desplazar en los corazones de los Discípulos el interés propio y la presunción).
21 Y Él le dijo, ¿Qué quieres? Ella le dijo, Di que se sienten estos dos hijos míos (Santiago y Juan), el uno a Tu Mano Derecha, y el otro a Tu Izquierda, en Tu Reino (percibimos aquí las primeras muestras de la política en la Iglesia).
22 Entonces Jesús respondiendo dijo, No sabéis lo que pedís (a menos que el Espíritu Santo ilumine el corazón, la enseñanza espiritual más clara no tiene ni son ni ton ni poder alguno; este hecho humilla el orgullo del hombre). ¿Podéis beber el vaso que Yo he de beber (la copa del sufrimiento), y ser bautizados del bautismo de que Yo soy bautizado? (Es el bautismo que resulta del sufrimiento. La Cruz causará la oposición tanto de la Iglesia como del mundo, pero más proviene de la Iglesia.) Y ellos le dicen, Podemos (no sabían lo que decían; estaban pensando acerca de tronos en gloria, y definitivamente no en el sufrimiento).
23 Y Él les dice, A la verdad de Mi vaso beberéis, y del bautismo con que Yo soy bautizado, seréis bautizados (cada Cristiano verdadero sufrirá las indignidades de la Cruz; si no, no están viviendo y predicando la Cruz, que quiere decir que no están viviendo y predicando el Evangelio): mas el sentaros a Mi Mano Derecha y a Mi Izquierda, no es Mío darlo, sino a aquellos para quienes está preparado de Mi Padre (las posiciones en el Reino del Hijo fueron planeadas por el Padre y el Hijo y la Unidad de la Trinidad, daría solamente tales posiciones a aquellas personas a quienes el Padre había determinado concedérselas).
24 Y cuando los diez (los Discípulos restantes) oyeron esto (oído lo que fue solicitado por Salomé), se indignaron (ellos mismos desearon las posiciones) de los dos hermanos (Santiago y Juan).
25 Entonces Jesús llamándolos (todos los Doce), dijo, Sabéis que los príncipes de los Gentiles se enseñorean sobre ellos, y los que son grandes ejercen autoridad sobre ellos (grandeza mundana, que es lo contrario de la grandeza espiritual).
26 Mas entre vosotros no será así (el Creyente no debe aspirar a la grandeza mundana): sino el que quisiere entre vosotros hacerse grande, será vuestro servidor (siervo);
27 Y el que quisiere entre vosotros ser el primero, será vuestro siervo (alguien que se entrega enteramente a la voluntad de otra persona, por lo menos lo que es Bíblico):
28 Como el Hijo del Hombre no vino para ser servido (no para tener servidores sirviéndole a Él), sino para servir (servir a los demás), y para dar Su vida en rescate por muchos (lo que Él cumplió en la Cruz).

JESÚS SANA A DOS
HOMBRES CIEGOS

29 Entonces saliendo ellos de Jericó (la única oportunidad en que Él fue a Jericó de la cual estamos enterados), Le seguía gran compañía (Jesús está en Su jornada a Jerusalén).
30 Y, he aquí, dos ciegos sentados junto al camino, cuando oyeron que Jesús pasaba, clamaron, diciendo, Señor, Hijo de David, ten misericordia de nosotros (Bartimeo era uno de estos hombres; ambos fueron sanados).
31 Y la gente les reprendía para que callasen (exigieron que se callaran); mas ellos clamaban más, diciendo, Señor, Hijo de David, ten misericordia de nosotros (esta designación reconoció a Cristo como el Mesías).
32 Y parándose Jesús, los llamó, y dijo, ¿Qué queréis que haga por vosotros?
33 Ellos Le dicen, Señor, que sean abiertos nuestros ojos.
34 Entonces Jesús, teniendo compasión de ellos, les tocó los ojos: y luego sus ojos recibieron la vista, y Le siguieron (dos hombres ciegos son mencionados por Mateo en armonía con su Evangelio; representan la Nación Hebrea en sus dos divisiones de Israel y de Judá; y al recibir la vista ilustra y predice la luz que brillará sobre la Nación en el día futuro, cuando el Hijo de David hará Su magnífica entrada en Jerusalén en la Segunda Venida).



Primera Corintios Capítulo 13:
Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.
Hebreos 10:35-12:4
Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida. Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre.



Romanos 8:
Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.

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