29 July 2009

El 29 de Julio Lectura Bíblica Diaria


El 29 de Julio Lectura Bíblica Diaria:

2 Reyes 3 a 5:
En el año dieciocho de Josafat, rey de Judá, Jorán hijo de Acab ascendió al trono de Israel en Samaria, y reinó doce años. Jorán hizo lo que ofende al Señor, aunque no tanto como su padre y su madre, pues mandó que se quitara una piedra sagrada que su padre había erigido en honor de Baal. Sin embargo, Jorán se aferró a los mismos pecados con que Jeroboán hijo de Nabat había hecho pecar a los israelitas, pues no se apartó de esos pecados. Ahora bien, Mesá, rey de Moab, criaba ovejas, y como tributo anual le entregaba al rey de Israel cien mil ovejas y la lana de cien mil corderos. Pero al morir Acab, el rey de Moab se rebeló contra el rey de Israel. Entonces el rey Jorán salió de Samaria, movilizó a todo el ejército de Israel, y le envió este mensaje a Josafat, rey de Judá: El rey de Moab se ha rebelado contra mí. ¿Irías conmigo a pelear contra Moab? Claro que sí le respondió Josafat. Estoy a tu disposición, lo mismo que mi ejército y mi caballería. ¿Qué ruta tomaremos? La ruta del desierto de Edom contestó Jorán. Fue así como los reyes de Israel, Judá y Edom se pusieron en marcha. Durante siete días anduvieron por el desierto, hasta que el ejército y los animales se quedaron sin agua. ¡Ay! exclamó el rey de Israel. ¡El Señor ha reunido a tres reyes para entregarlos en manos de los moabitas! Pero Josafat preguntó: ¿Acaso no hay aquí un profeta del Señor, para que consultemos al Señor por medio de él? Un oficial del rey de Israel contestó: Aquí cerca está Eliseo hijo de Safat, el que servía a Elías. Pues él puede darnos palabra del Señor comentó Josafat. Así que el rey de Israel fue a ver a Eliseo, acompañado del rey Josafat y del rey de Edom. Pero Eliseo le dijo al rey de Israel: ¿Qué tengo yo que ver con usted? Váyase a consultar a los profetas de su padre y de su madre. No respondió el rey de Israel, pues el Señor nos ha reunido a los tres para entregarnos en manos de los moabitas. Eliseo replicó: Le juro que si no fuera por el respeto que le tengo a Josafat, rey de Judá, ni siquiera le daría a usted la cara. ¡Tan cierto como que vive el Señor Todopoderoso, a quien sirvo! En fin, ¡que me traigan un músico! Mientras el músico tañía el arpa, la mano del Señor vino sobre Eliseo, y éste dijo: Así dice el Señor: Abran zanjas por todo este valle, pues aunque no vean viento ni lluvia dice el Señor, este valle se llenará de agua, de modo que podrán beber ustedes y todos sus animales. Esto es poca cosa para el Señor, que además entregará a Moab en manos de ustedes. De hecho, ustedes destruirán todas las ciudades fortificadas y las otras ciudades principales. Cortarán los mejores árboles, cegarán los manantiales y sembrarán de piedras los campos fértiles. A la mañana siguiente, a la hora de la ofrenda, toda el área se inundó con el agua que venía de la región de Edom. Ahora bien, cuando los moabitas se enteraron de que los reyes habían salido para atacarlos, movilizaron a todos los que podían servir en el ejército y tomaron posiciones en la frontera. Al levantarse ellos por la mañana, el sol se reflejaba sobre el agua, y a los moabitas les pareció que estaba teñida en sangre. "¡Es sangre de batalla! exclamaron. Esos reyes deben de haber peleado, y se han matado unos a otros. ¡Vamos, Moab, al saqueo!" Cuando los moabitas llegaron al campamento de Israel, los israelitas les hicieron frente y los derrotaron. Aquéllos se dieron a la fuga, pero los israelitas los persiguieron y los aniquilaron, y destruyeron sus ciudades. Cada uno tiró una piedra en los campos fértiles de Moab hasta llenarlos; además, cegaron los manantiales y cortaron los mejores árboles. Sólo Quir Jaréset quedó en pie, aunque los honderos la cercaron y también lograron conquistarla. El rey de Moab, al ver que perdía la batalla, se llevó consigo a setecientos guerreros con el propósito de abrirse paso hasta donde estaba el rey de Edom, pero no logró pasar. Tomó entonces a su hijo primogénito, que había de sucederlo en el trono, y lo ofreció en holocausto sobre la muralla. A raíz de esto, se desató contra Israel una furia incontenible, de modo que los israelitas tuvieron que retirarse y volver a su país. La viuda de un miembro de la comunidad de los profetas le suplicó a Eliseo: Mi esposo, su servidor, ha muerto, y usted sabe que él era fiel al Señor. Ahora resulta que el hombre con quien estamos endeudados ha venido para llevarse a mis dos hijos como esclavos. ¿Y qué puedo hacer por ti? le preguntó Eliseo. Dime, ¿qué tienes en casa? Su servidora no tiene nada en casa le respondió, excepto un poco de aceite. Eliseo le ordenó: Sal y pide a tus vecinos que te presten sus vasijas; consigue todas las que puedas. Luego entra en la casa con tus hijos y cierra la puerta. Echa aceite en todas las vasijas y, a medida que las llenes, ponlas aparte. En seguida la mujer dejó a Eliseo y se fue. Luego se encerró con sus hijos y empezó a llenar las vasijas que ellos le pasaban. Cuando ya todas estuvieron llenas, ella le pidió a uno de sus hijos que le pasara otra más, y él respondió: "Ya no hay." En ese momento se acabó el aceite. La mujer fue y se lo contó al hombre de Dios, quien le mandó: "Ahora ve a vender el aceite, y paga tus deudas. Con el dinero que te sobre, podrán vivir tú y tus hijos." Un día, cuando Eliseo pasaba por Sunén, cierta mujer de buena posición le insistió que comiera en su casa. Desde entonces, siempre que pasaba por ese pueblo, comía allí. La mujer le dijo a su esposo: "Mira, yo estoy segura de que este hombre que siempre nos visita es un santo hombre de Dios. Hagámosle un cuarto en la azotea, y pongámosle allí una cama, una mesa con una silla, y una lámpara. De ese modo, cuando nos visite, tendrá un lugar donde quedarse." En cierta ocasión Eliseo llegó, fue a su cuarto y se acostó. Luego le dijo a su criado Guiezi: Llama a la señora. El criado así lo hizo, y ella se presentó. Entonces Eliseo le dijo a Guiezi: Dile a la señora: ¡Te has tomado muchas molestias por nosotros! ¿Qué puedo hacer por ti? ¿Quieres que le hable al rey o al jefe del ejército en tu favor? Pero ella le respondió: Yo vivo segura en medio de mi pueblo. Eliseo le preguntó a Guiezi: ¿Qué puedo hacer por ella? Bueno contestó el siervo ella no tiene hijos, y su esposo ya es anciano. Llámala ordenó Eliseo. Guiezi la llamó, y ella se detuvo en la puerta. Entonces Eliseo le prometió: El año que viene, por esta fecha, estarás abrazando a un hijo. ¡No, mi señor, hombre de Dios! exclamó ella. No engañe usted a su servidora. En efecto, la mujer quedó embarazada. Y al año siguiente, por esa misma fecha, dio a luz un hijo, tal como Eliseo se lo había dicho. El niño creció, y un día salió a ver a su padre, que estaba con los segadores. De pronto exclamó: ¡Ay, mi cabeza! ¡Me duele la cabeza! El padre le ordenó a un criado: ¡Llévaselo a su madre! El criado lo cargó y se lo llevó a la madre, la cual lo tuvo en sus rodillas hasta el mediodía. A esa hora, el niño murió. Entonces ella subió, lo puso en la cama del hombre de Dios y, cerrando la puerta, salió. Después llamó a su esposo y le dijo: Préstame un criado y una burra; en seguida vuelvo. Voy de prisa a ver al hombre de Dios. ¿Para qué vas a verlo hoy? le preguntó su esposo. No es día de luna nueva ni *sábado. No importa respondió ella. Entonces hizo aparejar la burra y le ordenó al criado: ¡Anda, vamos! No te detengas hasta que te lo diga. La mujer se puso en marcha y llegó al monte Carmelo, donde estaba Eliseo, el hombre de Dios. Éste la vio a lo lejos y le dijo a su criado Guiezi: ¡Mira! Ahí viene la sunamita. Corre a recibirla y pregúntale cómo está ella, y cómo están su esposo y el niño. El criado fue, y ella respondió que todos estaban bien. Pero luego fue a la montaña y se abrazó a los pies del hombre de Dios. Guiezi se acercó con el propósito de apartarla, pero el hombre de Dios intervino: ¡Déjala! Está muy angustiada, y el Señor me ha ocultado lo que pasa; no me ha dicho nada. Señor mío le reclamó la mujer, ¿acaso yo le pedí a usted un hijo? ¿No le rogué que no me engañara? Eliseo le ordenó a Guiezi: Arréglate la ropa, toma mi bastón y ponte en camino. Si te encuentras con alguien, ni lo saludes; si alguien te saluda, no le respondas. Y cuando llegues, coloca el bastón sobre la cara del niño. Pero la madre del niño exclamó: ¡Le juro a usted que no lo dejaré solo! ¡Tan cierto como que el Señor y usted viven! Así que Eliseo se levantó y fue con ella. Guiezi, que se había adelantado, llegó y colocó el bastón sobre la cara del niño, pero éste no respondió ni dio ninguna señal de vida. Por tanto, Guiezi volvió para encontrarse con Eliseo y le dijo: El niño no despierta. Cuando Eliseo llegó a la casa, encontró al niño muerto, tendido sobre su cama. Entró al cuarto, cerró la puerta y oró al Señor. Luego subió a la cama y se tendió sobre el niño boca a boca, ojos a ojos y manos a manos, hasta que el cuerpo del niño empezó a entrar en calor. Eliseo se levantó y se puso a caminar de un lado a otro del cuarto, y luego volvió a tenderse sobre el niño. Esto lo hizo siete veces, al cabo de las cuales el niño estornudó y abrió los ojos. Entonces Eliseo le dijo a Guiezi: Llama a la señora. Guiezi así lo hizo, y cuando la mujer llegó, Eliseo le dijo: Puedes llevarte a tu hijo. Ella entró, se arrojó a los pies de Eliseo y se postró rostro en tierra. Entonces tomó a su hijo y salió. Eliseo regresó a Guilgal y se encontró con que en esos días había mucha hambre en el país. Por tanto, se reunió con la comunidad de profetas y le ordenó a su criado: "Pon esa olla grande en el fogón y prepara un guisado para los profetas." En eso, uno de ellos salió al campo para recoger hierbas; allí encontró una planta silvestre y arrancó varias frutas hasta llenar su manto. Al regresar, las cortó en pedazos y las echó en el guisado sin saber qué eran. Sirvieron el guisado, pero cuando los hombres empezaron a comerlo, gritaron: ¡Hombre de Dios, esto es veneno! Así que no pudieron comer. Entonces Eliseo ordenó: Tráiganme harina. Y luego de echar la harina en la olla, dijo: Sírvanle a la gente para que coma. Y ya no hubo nada en la olla que les hiciera daño. De Baal Salisá llegó alguien que le llevaba al hombre de Dios pan de los primeros frutos: veinte panes de cebada y espigas de trigo fresco. Eliseo le dijo a su criado: Dale de comer a la gente. ¿Cómo voy a alimentar a cien personas con esto? replicó el criado. Pero Eliseo insistió: Dale de comer a la gente, pues así dice el Señor: Comerán y habrá de sobra. Entonces el criado les sirvió el pan y, conforme a la palabra del Señor, la gente comió y hubo de sobra. Naamán, jefe del ejército del rey de Siria, era un hombre de mucho prestigio y gozaba del favor de su rey porque, por medio de él, el Señor le había dado victorias a su país. Era un soldado valiente, pero estaba enfermo de lepra. En cierta ocasión los sirios, que salían a merodear, capturaron a una muchacha israelita y la hicieron criada de la esposa de Naamán. Un día la muchacha le dijo a su ama: "Ojalá el amo fuera a ver al profeta que hay en Samaria, porque él lo sanaría de su lepra." Naamán fue a contarle al rey lo que la muchacha israelita había dicho. El rey de Siria le respondió: Bien, puedes ir; yo le mandaré una carta al rey de Israel. Y así Naamán se fue, llevando treinta mil monedas de plata, seis mil monedas de oro y diez mudas de ropa. La carta que le llevó al rey de Israel decía: "Cuando te llegue esta carta, verás que el portador es Naamán, uno de mis oficiales. Te lo envío para que lo sanes de su lepra." Al leer la carta, el rey de Israel se rasgó las vestiduras y exclamó: "¿Y acaso soy Dios, capaz de dar vida o muerte, para que ese tipo me pida sanar a un leproso? ¡Fíjense bien que me está buscando pleito!" Cuando Eliseo, hombre de Dios, se enteró de que el rey de Israel se había rasgado las vestiduras, le envió este mensaje: "¿Por qué está Su Majestad tan molesto? ¡Mándeme usted a ese hombre, para que sepa que hay profeta en Israel!" Así que Naamán, con sus caballos y sus carros, fue a la casa de Eliseo y se detuvo ante la puerta. Entonces Eliseo envió un mensajero a que le dijera: "Ve y zambúllete siete veces en el río Jordán; así tu piel sanará, y quedarás limpio." Naamán se enfureció y se fue, quejándose: "¡Yo creí que el profeta saldría a recibirme personalmente para invocar el nombre del Señor su Dios, y que con un movimiento de la mano me sanaría de la lepra! ¿Acaso los ríos de Damasco, el Abaná y el Farfar, no son mejores que toda el agua de Israel? ¿Acaso no podría zambullirme en ellos y quedar limpio?" Furioso, dio media vuelta y se marchó. Entonces sus criados se le acercaron para aconsejarle: "Señor, si el profeta le hubiera mandado hacer algo complicado, ¿usted no le habría hecho caso? ¡Con más razón si lo único que le dice a usted es que se zambulla, y así quedará limpio!" Así que Naamán bajó al Jordán y se sumergió siete veces, según se lo había ordenado el hombre de Dios. ¡Y su piel se volvió como la de un niño, y quedó limpio! Luego Naamán volvió con todos sus acompañantes y, presentándose ante el hombre de Dios, le dijo: Ahora reconozco que no hay Dios en todo el mundo, sino sólo en Israel. Le ruego a usted aceptar un regalo de su servidor. Pero Eliseo respondió: ¡Tan cierto como que vive el Señor, a quien yo sirvo, que no voy a aceptar nada! Y por más que insistió Naamán, Eliseo no accedió. En ese caso persistió Naamán, permítame usted llevarme dos cargas de esta tierra, ya que de aquí en adelante su servidor no va a ofrecerle holocaustos ni sacrificios a ningún otro dios, sino sólo al Señor. Y cuando mi señor el rey vaya a adorar en el templo de Rimón y se apoye de mi brazo, y yo me vea obligado a inclinarme allí, desde ahora ruego al Señor que me perdone por inclinarme en ese templo. Puedes irte en paz respondió Eliseo. Naamán se fue, y ya había recorrido cierta distancia cuando Guiezi, el criado de Eliseo, hombre de Dios, pensó: "Mi amo ha sido demasiado bondadoso con este sirio Naamán, pues no le aceptó nada de lo que había traído. Pero yo voy a correr tras él, a ver si me da algo. ¡Tan cierto como que el Señor vive!" Así que Guiezi se fue para alcanzar a Naamán. Cuando éste lo vio correr tras él, se bajó de su carro para recibirlo y lo saludó. Respondiendo al saludo, Guiezi dijo: Mi amo me ha enviado con este mensaje: Dos jóvenes de la comunidad de profetas acaban de llegar de la sierra de Efraín. Te pido que me des para ellos tres mil monedas de plata y dos mudas de ropa. Por favor, llévate seis mil respondió Naamán, e insistió en que las aceptara. Echó entonces las monedas en dos sacos, junto con las dos mudas de ropa, y todo esto se lo entregó a dos criados para que lo llevaran delante de Guiezi. Al llegar a la colina, Guiezi tomó los sacos y los guardó en la casa; después despidió a los hombres, y éstos se fueron. Entonces Guiezi se presentó ante su amo. ¿De dónde vienes, Guiezi? le preguntó Eliseo. Su servidor no ha ido a ninguna parte respondió Guiezi. Eliseo replicó: ¿No estaba yo presente en espíritu cuando aquel hombre se bajó de su carro para recibirte? ¿Acaso es éste el momento de recibir dinero y ropa, huertos y viñedos, ovejas y bueyes, criados y criadas? Ahora la lepra de Naamán se les pegará ti y a tus descendientes para siempre. No bien había salido Guiezi de la presencia de Eliseo cuando ya estaba blanco como la nieve por causa de la lepra.






Salmo 77:
A Dios elevo mi voz suplicante; a Dios elevo mi voz para que me escuche. Cuando estoy angustiado, recurro al Señor; sin cesar elevo mis manos por las noches, pero me niego a recibir consuelo. Me acuerdo de Dios, y me lamento; medito en él, y desfallezco. Selah. No me dejas conciliar el sueño; tan turbado estoy que ni hablar puedo. Me pongo a pensar en los tiempos de antaño; de los años ya idos me acuerdo. Mi corazón reflexiona por las noches; mi espíritu medita e inquiere: "¿Nos rechazará el Señor para siempre? ¿No volverá a mostrarnos su buena voluntad? ¿Se habrá agotado su gran amor eterno, y sus promesas por todas las generaciones? ¿Se habrá olvidado Dios de sus bondades, y en su enojo ya no quiere tenernos compasión?" Selah. Y me pongo a pensar: "Esto es lo que me duele: que haya cambiado la diestra del Altísimo." Prefiero recordar las hazañas del Señor, traer a la memoria sus milagros de antaño. Meditaré en todas tus proezas; evocaré tus obras poderosas. Santos, oh Dios, son tus caminos; ¿qué dios hay tan excelso como nuestro Dios? Tú eres el Dios que realiza maravillas; el que despliega su poder entre los pueblos. Con tu brazo poderoso redimiste a tu pueblo, a los descendientes de Jacob y de José. Selah. Las aguas te vieron, oh Dios, las aguas te vieron y se agitaron; el propio abismo se estremeció con violencia. Derramaron su lluvia las nubes; retumbaron con estruendo los cielos; rasgaron el espacio tus centellas. Tu estruendo retumbó en el torbellino y tus relámpagos iluminaron el mundo; la tierra se estremeció con temblores. Te abriste camino en el mar; te hiciste paso entre las muchas aguas, y no se hallaron tus huellas. Por medio de Moisés y de Aarón guiaste como un rebaño a tu pueblo.





Proverbios 9:
La sabiduría construyó su casa y labró sus siete pilares. Preparó un banquete, mezcló su vino y tendió la mesa. Envió a sus doncellas, y ahora clama desde lo más alto de la ciudad. "¡Vengan conmigo los inexpertos! dice a los faltos de juicio. Vengan, disfruten de mi pan y beban del vino que he mezclado. Dejen su insensatez, y vivirán; andarán por el camino del discernimiento. "El que corrige al burlón se gana que lo insulten; el que reprende al malvado se gana su desprecio. No reprendas al insolente, no sea que acabe por odiarte; reprende al sabio, y te amará. Instruye al sabio, y se hará más sabio; enseña al justo, y aumentará su saber. "El comienzo de la sabiduría es el temor del Señor; conocer al Santo es tener discernimiento. Por mí aumentarán tus días; muchos años de vida te serán añadidos. Si eres sabio, tu premio será tu sabiduría; si eres insolente, sólo tú lo sufrirás." La mujer necia es escandalosa, frívola y desvergonzada. Se sienta a las puertas de su casa, sienta sus reales en lo más alto de la ciudad, y llama a los que van por el camino, a los que no se apartan de su senda. "¡Vengan conmigo, inexpertos! dice a los faltos de juicio. ¡Las aguas robadas saben a gloria! ¡El pan sabe a miel si se come a escondidas!" Pero éstos ignoran que allí está la muerte, que sus invitados caen al fondo de la fosa.


El Libro de Apocalipsis Capítulo 13 del Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:


EL APOCALIPSIS
DE SAN JUAN



CAPÍTULO 13
(96 d.C.)
EL ANTICRISTO



Y YO me paré sobre la arena del mar (no es un cuerpo de agua, sino un mar de gente), y vi una bestia subir del mar (corresponde al Anticristo, facultado ya por Satanás como ningún otro hombre jamás lo haya estado), que tenía siete cabezas y diez cuernos (representa a los siete Imperios que muchas veces han perseguido a Israel en el pasado, con los "diez cuernos" que en realidad es la séptima cabeza; los "diez cuernos" representan a las diez naciones que están todavía en el futuro), y sobre sus cuernos diez diademas (los cuernos ya coronados indican que estas diez naciones ya han subido al poder y emplearán ese poder para ayudar al Anticristo; estarán ubicados en el Medio Oriente y en regiones de Europa y posiblemente al Norte de África, todo dentro del antiguo territorio del Imperio Romano [Dan. 7:7-8]), y sobre las cabezas de ella nombre de blasfemia. (Satanás controla estos Imperios y controlará las diez naciones, por consiguiente, el nombre "blasfemia.")
2 Y la bestia que vi (representa al Ángel caído que será suelto del abismo para ayudar al Anticristo [Apoc. 11:7]; tanto el Ángel caído como el Anticristo se atribuyen como "bestia," pero son dos seres diferentes), era semejante a un leopardo (este Ángel caído ayudará al Anticristo a conquistar rápidamente; Daniel describe este acontecimiento también [Dan. 7:6]), y sus pies como de oso (lleva las características del antiguo Imperio Medo-Persa, que es la ferocidad), y su boca como boca de león (representa la fineza, la grandiosidad y la pompa del Imperio Babilónico): y el dragón (Satanás) le dio (el Anticristo) su poder, y su trono, y gran autoridad. (De este modo, el Anticristo tendrá a Satanás ayudándole así como este Ángel caído poderoso, y, sin duda, una hueste de otros Ángeles caídos y espíritus demoníacos.)
3 Y vi una de sus cabezas como herida de muerte (no se refiere al Anticristo, sino a uno de los Imperios del pasado, que mucho persiguió a Israel; pertenece al Imperio Griego bajo Alejandro Magno, y en realidad, revela que es el mismo Ángel caído que le ayudó a Alejandro; cuando Alejandro murió, este Ángel caído que le ayudó a conquistar rápidamente fue guardado bajo llave en el abismo [Dan. 7:6]); y la llaga de su muerte fue curada (se refiere al hecho de que este Ángel caído será liberado del abismo para ser cómplice del Anticristo [Apoc., cap. 17]; es poco seguro que el Anticristo sabrá o se dará cuenta de la fuente de su poder, tomando todo el crédito para sí mismo): y se maravilló toda la Tierra en pos de la bestia. (Se refiere a la parte del mundo que él ha conquistado, pero con la totalidad del mundo rindiéndole homenaje ya que al parecer emana capacidad sobrehumana.)
4 Y adoraron al dragón que había dado poder a la bestia (se refiere al hecho de que los hombres adoran el poder): y adoraron a la bestia, diciendo, ¿Quién es semejante a la bestia, y quién podrá luchar con ella? (Indica el medio por el cual se adora el poder.)
5 Y le fue dada boca que hablaba grandes cosas y blasfemias (se harán afirmaciones fuertes y el Nombre de Jesús será ridiculizado); y le fue dada autoridad para obrar cuarenta y dos meses (los últimos tres años y medio de la Gran Tribulación; a pesar de su poder, el Señor todavía controla los tiempos, y, de hecho, todos los acontecimientos).
6 Y abrió su boca en blasfemias contra Dios, para blasfemar Su Nombre (él usará la influencia de la imprenta, la Radio, la Televisión y las computadoras para degradar al Dios de la Biblia; será un régimen de blasfemia a base mundial como nunca antes el mundo haya conocido), y Su Tabernáculo (se refiere al Cielo), y a los que moran en el Cielo. (Aunque se refiere a todos los Creyentes en el Cielo, intencionadamente se refiere a los 144.000 Judíos que han sido Arrebatados y ya están en el Cielo. Los insultos serán muchos y rápidos, en efecto, ridiculizando el Cielo.)
7 Y le fue dado hacer guerra contra los Santos, y vencerlos (incluirá a todos los Creyentes del mundo entero; también, el Texto insinúa por la palabra "vencer" que el Señor permitirá que esto suceda): también le fue dado poder sobre toda tribu, y pueblo, y lengua, y gente. (No incluye la totalidad del mundo, sino más bien la región donde tiene el control, la cual es básicamente la región del antiguo Imperio Romano.)
8 Y todos los que moran en la Tierra le adoraron (en primer lugar, hablamos aquí de la adoración, no del dominio de las naciones; además, la palabra "todos" no se refiere a cada ser humano, sino personas de todas las naciones del mundo, no importa cuántas sean), cuyos nombres no están escritos en el Libro de la Vida (se refiere al hecho de que los Creyentes no adorarán al Anticristo) del Cordero, el cual fue muerto desde el principio del mundo. (Nos dice que el único modo que el nombre de alguien sea escrito en el Libro de Vida es al aceptar a Jesucristo como Señor y Salvador y lo que Él hizo por nosotros en la Cruz. También, la frase, "del fundamento del mundo" proclama el hecho de que la Doctrina de "Jesucristo y Él Crucificado" es la Doctrina Fundamental de todas las Doctrinas. En otras palabras, toda Doctrina de la Biblia debe estar edificada en el fundamento de la Cruz de Cristo, de otra manera es falsa.)
9 Si alguno tiene oído, oiga (se refiere a la habilidad de oír espiritualmente, y oír correctamente de esta manera; Jesús usó el término muchas veces [Mat. 11:15; 13:9, 43; Marc. 4:9; etc.]).
10 El que lleva en cautividad, va en cautividad (pudiera traducirse, "Él que está destinado al cautiverio entrará en el cautiverio"; se refiere al hecho de que aquéllos que no oirán la Palabra del Señor, sino la Palabra del Anticristo, están garantizados a lo peor de la esclavitud espiritual): el que a cuchillo matare, es necesario que a cuchillo sea muerto. (Corresponde a las naciones del mundo que seguirán al Anticristo en su búsqueda de dominio y poder mundial. Ellas se buscarán el Juicio rápido y seguro en la Segunda Venida del Señor.) Aquí está la paciencia y la Fe de los Santos. (Se refiere básicamente a Israel y que su Redención está muy cerca, la cual acontecerá en la Segunda Venida.)
11 Después vi otra bestia que subía de la Tierra (se refiere al falso profeta; por el empleo de la palabra "Tierra," el Espíritu Santo nos dice que este hombre no es un ser celestial, sino más bien de las masas); y tenía dos cuernos semejantes a los de un cordero (él tiene un aspecto parecido a un cordero que tiene el objetivo de engañar), mas hablaba como un dragón (se refiere al hecho de que será muy ungido por el Diablo; en cierto modo, el Anticristo afirmará ser Cristo, mientras que el falso profeta tratará de representar al Espíritu Santo).
12 Y ejerce todo el poder de la primera bestia en presencia de ella (el poder o la autoridad ejercida por el falso profeta vendrá directamente de Satanás y no a través del Anticristo), y hace a la Tierra y a los moradores de ella adorar la primera bestia (el falso profeta promueve la Tierra y no el Cielo, que quiere decir que prometerá el Cielo aquí en la Tierra; las promesas que él hace estarán ligadas a la "adoración" que se le da al Anticristo), cuya llaga de muerte fue curada (no se refiere a una tentativa de asesinato ni que el Anticristo será matado y resucitado de los muertos como algunos lo enseñan, sino más bien que el poderoso Ángel caído, quien ayudó a traer el Imperio Griego al poder bajo Alejandro Magno y ha sido guardado bajo llave por muchos, muchos siglos, ya lo han soltado y está ayudando al Anticristo; esta "herida mortal ha de estar curada" se refiere a su liberación del abismo [Dan. 7:6; Apoc. 11:7; 13:2]).
13 Y (el falso profeta) hace grandes maravillas (señales), de tal manera que aun hace descender fuego del Cielo a la Tierra delante de los hombres (será literal, lo que significa que no es un truco; él hará esto por el poder de Satanás),
14 Y engaña a los moradores de la Tierra por las señales que le ha sido dado hacer en presencia de la bestia (se refiere a los esfuerzos del falso profeta para elevar al Anticristo; se emplea la palabra "bestia" de modo intercambiable entre el Anticristo, el falso profeta y el Ángel caído; independientemente de cómo se llamen, el Espíritu Santo se refiere a ellos como "bestias"); mandando a los moradores de la Tierra que hagan la imagen de la bestia (es una imagen con el propósito de adoración y probablemente será establecido en el Templo construido por los Judíos en Jerusalén) que tiene la herida de cuchillo, y vivió (se refiere al Anticristo que de algún modo es herido, a propósito una herida que debiera haberle quitado la vida; el hecho de que él esté vivo es un milagro, probablemente dándole el crédito al falso profeta; no es la "herida" del Versículo 3; aquella era en "una de sus cabezas," que tuvo que ver con un Imperio [en realidad, el Imperio Griego], y no un individuo; esta herida del Versículo 14 pertenece a un individuo, en este caso, el Anticristo).
15 Y (el falso profeta) le fue dado que diese espíritu a la imagen de la bestia (debiera traducirse, "Ya que él tenía el poder de darle espíritu a la imagen de la bestia"; es la palabra concreta empleada en el Griego; dar vida es únicamente la prerrogativa de la Deidad), para que la imagen de la bestia hable, y hará que cualesquiera que no adoraren la imagen de la bestia sean muertos (por los poderes de las tinieblas, esta imagen podrá de alguna manera hablar y también pronunciar la sentencia de muerte a todos aquellos que no adorarán la imagen de la bestia; ¡probablemente ocurrirá esto en Jerusalén!).
16 Y hacía que a todos, a los pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y siervos, se pusiese una marca en su mano derecha, o en sus frentes ("todos" representa sólo aquéllos en su esfera, no la totalidad del mundo; esta esfera incluirá prácticamente la totalidad de la región del antiguo Imperio Romano, la cual incluye al África del Norte, el Medio Oriente y la mayor parte de la Europa moderna; será una señal literal):
17 Y que ninguno pudiese comprar o vender, sino el que tuviera la señal (nos dicen en los Versículos 11 al 13 que la seducción del Anticristo será religiosa; ahora nos dicen en los Versículos 16 y 17 que será económica), o el nombre de la bestia, o el número de su nombre. (El pensamiento es que se les exigirá a todos el "nombre" o el "número" de la bestia como marca o señal.)
18 Aquí hay sabiduría (es la sabiduría de Dios). El que tiene entendimiento, cuente el número de la bestia (la idea es que es el número del hombre, no de Dios, lo que significa que él dará cuenta a Jehová, a Quien él había blasfemado repetidamente): porque es el número de hombre; y el número de ella, seiscientos sesenta y seis. (Es el número de un hombre, no de un reino, ni de una religión, ni de una administración, sino de un hombre. El número será 666.)




Primera Corintios Capítulo 13:
Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.


Hebreos 10:35-12:4
Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida. Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre.


Romanos 8:
Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.

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