43
Aconteció que cuando Jeremías acabó de hablar a todo el pueblo todas
las palabras de Jehová Dios de ellos, todas estas palabras por las
cuales Jehová Dios de ellos le había enviado a ellos mismos, dijo
Azarías hijo de Osaías y Johanán hijo de Carea, y todos los varones
soberbios dijeron a Jeremías: Mentira dices; no te ha enviado Jehová
nuestro Dios para decir: No vayáis a Egipto para morar allí, sino que
Baruc hijo de Nerías te incita contra nosotros, para entregarnos en
manos de los caldeos, para matarnos y hacernos transportar a Babilonia.
No obedeció, pues, Johanán hijo de Carea y todos los oficiales de la
gente de guerra y todo el pueblo, a la voz de Jehová para quedarse en
tierra de Judá, sino que tomó Johanán hijo de Carea y todos los
oficiales de la gente de guerra, a todo el remanente de Judá que se
había vuelto de todas las naciones donde había sido echado, para morar
en tierra de Judá; a hombres y mujeres y niños, y a las hijas del rey y a
toda persona que había dejado Nabuzaradán capitán de la guardia con
Gedalías hijo de Ahicam, hijo de Safán, y al profeta Jeremías y a Baruc
hijo de Nerías, y entraron en tierra de Egipto, porque no obedecieron a
la voz de Jehová; y llegaron hasta Tafnes. Y vino palabra de Jehová a
Jeremías en Tafnes, diciendo: Toma con tu mano piedras grandes, y
cúbrelas de barro en el enladrillado que está a la puerta de la casa de
Faraón en Tafnes, a vista de los hombres de Judá; y diles: Así ha dicho
Jehová de los ejércitos, Dios de Israel: He aquí yo enviaré y tomaré a
Nabucodonosor rey de Babilonia, mi siervo, y pondré su trono sobre estas
piedras que he escondido, y extenderá su pabellón sobre ellas. Y vendrá
y asolará la tierra de Egipto; los que a muerte, a muerte, y los que a
cautiverio, a cautiverio, y los que a espada, a espada. Y pondrá fuego a
los templos de los dioses de Egipto y los quemará, y a ellos los
llevará cautivos; y limpiará la tierra de Egipto, como el pastor limpia
su capa, y saldrá de allá en paz. Además quebrará las estatuas de
Bet-semes, que está en tierra de Egipto, y los templos de los dioses de
Egipto quemará a fuego. 44 Palabra que vino a Jeremías acerca de todos
los judíos que moraban en la tierra de Egipto, que vivían en Migdol, en
Tafnes, en Menfis y en tierra de Patros, diciendo: Así ha dicho Jehová
de los ejércitos, Dios de Israel: Vosotros habéis visto todo el mal que
traje sobre Jerusalén y sobre todas las ciudades de Judá; y he aquí que
ellas están el día de hoy asoladas; no hay quien more en ellas, a causa
de la maldad que ellos cometieron para enojarme, yendo a ofrecer
incienso, honrando a dioses ajenos que ellos no habían conocido, ni
vosotros ni vuestros padres. Y envié a vosotros todos mis siervos los
profetas, desde temprano y sin cesar, para deciros: No hagáis esta cosa
abominable que yo aborrezco. Pero no oyeron ni inclinaron su oído para
convertirse de su maldad, para dejar de ofrecer incienso a dioses
ajenos. Se derramó, por tanto, mi ira y mi furor, y se encendió en las
ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén, y fueron puestas en
soledad y en destrucción, como están hoy. Ahora, pues, así ha dicho
Jehová de los ejércitos, Dios de Israel: ¿Por qué hacéis tan grande mal
contra vosotros mismos, para ser destruidos el hombre y la mujer, el
muchacho y el niño de pecho de en medio de Judá, sin que os quede
remanente alguno, haciéndome enojar con las obras de vuestras manos,
ofreciendo incienso a dioses ajenos en la tierra de Egipto, adonde
habéis entrado para vivir, de suerte que os acabéis, y seáis por
maldición y por oprobio a todas las naciones de la tierra? ¿Os habéis
olvidado de las maldades de vuestros padres, de las maldades de los
reyes de Judá, de las maldades de sus mujeres, de vuestras maldades y de
las maldades de vuestras mujeres, que hicieron en la tierra de Judá y
en las calles de Jerusalén? No se han humillado hasta el día de hoy, ni
han tenido temor, ni han caminado en mi ley ni en mis estatutos, los
cuales puse delante de vosotros y delante de vuestros padres. Por tanto,
así ha dicho Jehová de los ejércitos, Dios de Israel: He aquí que yo
vuelvo mi rostro contra vosotros para mal, y para destruir a todo Judá. Y
tomaré el resto de Judá que volvieron sus rostros para ir a tierra de
Egipto para morar allí, y en tierra de Egipto serán todos consumidos;
caerán a espada, y serán consumidos de hambre; a espada y de hambre
morirán desde el menor hasta el mayor, y serán objeto de execración, de
espanto, de maldición y de oprobio. Pues castigaré a los que moran en
tierra de Egipto como castigué a Jerusalén, con espada, con hambre y con
pestilencia. Y del resto de los de Judá que entraron en la tierra de
Egipto para habitar allí, no habrá quien escape, ni quien quede vivo
para volver a la tierra de Judá, por volver a la cual suspiran ellos
para habitar allí; porque no volverán sino algunos fugitivos. Entonces
todos los que sabían que sus mujeres habían ofrecido incienso a dioses
ajenos, y todas las mujeres que estaban presentes, una gran
concurrencia, y todo el pueblo que habitaba en tierra de Egipto, en
Patros, respondieron a Jeremías, diciendo: La palabra que nos has
hablado en nombre de Jehová, no la oiremos de ti; sino que ciertamente
pondremos por obra toda palabra que ha salido de nuestra boca, para
ofrecer incienso a la reina del cielo, derramándole libaciones, como
hemos hecho nosotros y nuestros padres, nuestros reyes y nuestros
príncipes, en las ciudades de Judá y en las plazas de Jerusalén, y
tuvimos abundancia de pan, y estuvimos alegres, y no vimos mal alguno.
Mas desde que dejamos de ofrecer incienso a la reina del cielo y de
derramarle libaciones, nos falta todo, y a espada y de hambre somos
consumidos. Y cuando ofrecimos incienso a la reina del cielo, y le
derramamos libaciones, ¿acaso le hicimos nosotras tortas para tributarle
culto, y le derramamos libaciones, sin consentimiento de nuestros
maridos? Y habló Jeremías a todo el pueblo, a los hombres y a las
mujeres y a todo el pueblo que le había respondido esto, diciendo: ¿No
se ha acordado Jehová, y no ha venido a su memoria el incienso que
ofrecisteis en las ciudades de Judá, y en las calles de Jerusalén,
vosotros y vuestros padres, vuestros reyes y vuestros príncipes y el
pueblo de la tierra? Y no pudo sufrirlo más Jehová, a causa de la maldad
de vuestras obras, a causa de las abominaciones que habíais hecho; por
tanto, vuestra tierra fue puesta en asolamiento, en espanto y en
maldición, hasta quedar sin morador, como está hoy. Porque ofrecisteis
incienso y pecasteis contra Jehová, y no obedecisteis a la voz de
Jehová, ni anduvisteis en su ley ni en sus estatutos ni en sus
testimonios; por tanto, ha venido sobre vosotros este mal, como hasta
hoy. Y dijo Jeremías a todo el pueblo, y a todas las mujeres: Oíd
palabra de Jehová, todos los de Judá que estáis en tierra de Egipto. Así
ha hablado Jehová de los ejércitos, Dios de Israel, diciendo: Vosotros y
vuestras mujeres hablasteis con vuestras bocas, y con vuestras manos lo
ejecutasteis, diciendo: Cumpliremos efectivamente nuestros votos que
hicimos, de ofrecer incienso a la reina del cielo y derramarle
libaciones; confirmáis a la verdad vuestros votos, y ponéis vuestros
votos por obra. Por tanto, oíd palabra de Jehová, todo Judá que habitáis
en tierra de Egipto: He aquí he jurado por mi grande nombre, dice
Jehová, que mi nombre no será invocado más en toda la tierra de Egipto
por boca de ningún hombre de Judá, diciendo: Vive Jehová el Señor. He
aquí que yo velo sobre ellos para mal, y no para bien; y todos los
hombres de Judá que están en tierra de Egipto serán consumidos a espada y
de hambre, hasta que perezcan del todo. Y los que escapen de la espada
volverán de la tierra de Egipto a la tierra de Judá, pocos hombres;
sabrá, pues, todo el resto de Judá que ha entrado en Egipto a morar
allí, la palabra de quién ha de permanecer: si la mía, o la suya. Y esto
tendréis por señal, dice Jehová, de que en este lugar os castigo, para
que sepáis que de cierto permanecerán mis palabras para mal sobre
vosotros. Así ha dicho Jehová: He aquí que yo entrego a Faraón Hofra rey
de Egipto en mano de sus enemigos, y en mano de los que buscan su vida,
así como entregué a Sedequías rey de Judá en mano de Nabucodonosor rey
de Babilonia, su enemigo que buscaba su vida. 45 Palabra que habló el
profeta Jeremías a Baruc hijo de Nerías, cuando escribía en el libro
estas palabras de boca de Jeremías, en el año cuarto de Joacim hijo de
Josías rey de Judá, diciendo: Así ha dicho Jehová Dios de Israel a ti,
oh Baruc: Tú dijiste: ¡Ay de mí ahora! porque ha añadido Jehová tristeza
a mi dolor; fatigado estoy de gemir, y no he hallado descanso. Así le
dirás: Ha dicho Jehová: He aquí que yo destruyo a los que edifiqué, y
arranco a los que planté, y a toda esta tierra. ¿Y tú buscas para ti
grandezas? No las busques; porque he aquí que yo traigo mal sobre toda
carne, ha dicho Jehová; pero a ti te daré tu vida por botín en todos los
lugares adonde fueres.
Salmo 24:¡Del
Señor son la tierra y su plenitud! ¡Del Señor es el mundo y sus
habitantes! ¡El Señor afirmó la tierra sobre los mares! ¡El Señor la
estableció sobre los ríos! «¿Quién merece subir al monte del Señor?
¿Quién merece llegar a su santuario?» «Sólo quien tiene limpias las
manos y puro el corazón; Sólo quien no invoca a los ídolos ni hace
juramentos a dioses falsos. Quien es así recibe bendiciones del Señor;
¡Dios, su salvador, le hace justicia!» Así son todos los que te buscan,
los que buscan tu rostro, oh Dios de Jacob. «¡Ustedes, puertas, levanten
sus dinteles! ¡Ensánchense ustedes, puertas eternas! ¡Ábranle paso al
Rey de la gloria!» «¿Y quién es este Rey de la gloria?» «¡Es el Señor,
el fuerte y valiente! ¡Es el Señor, el poderoso en batalla!» «¡Ustedes,
puertas, levanten sus dinteles! ¡Ensánchense ustedes, puertas eternas!
¡Ábranle paso al Rey de la gloria!»
Proverbios 12: El
que ama la corrección ama la sabiduría; el que aborrece la reprensión
es ignorante. El Señor se agrada del hombre bueno, pero condena al mal
intencionado. Por su maldad nadie se mantiene firme, pero la raíz de los
justos jamás es removida. La mujer noble es corona de su esposo; la
malvada es como carcoma en sus huesos. Los justos sólo piensan en la
justicia; los impíos sólo piensan en engañar. Los impíos hablan para
derramar sangre, pero los hombres rectos hablan y los ponen a salvo. Los
impíos caen y dejan de existir, pero los justos y los suyos permanecen
firmes. El hombre es alabado según su sabiduría, pero el de corazón
perverso es menospreciado. Más vale un patrón despreciado que un
engreído que carece de pan. El justo sabe cuando su bestia tiene hambre,
pero los impíos son crueles de corazón. El que labra su tierra se sacia
de pan, pero el amigo de vagos no tiene cordura. La codicia del impío
es una trampa del mal, pero la raíz de los justos da fruto. El impío se
enreda en sus labios pecadores, pero el justo logra salir del aprieto.
El hombre se sacia del buen fruto de su boca, y recibe su paga según la
obra de sus manos. El necio piensa que va por buen camino, pero el sabio
presta atención al consejo. El necio al instante revela su enojo; Pero
el prudente desdeña la injuria. Quien dice la verdad proclama la
justicia, pero el testigo falso propaga el engaño. Hay gente cuyas
palabras son puñaladas, pero la lengua de los sabios sana las heridas.
Los labios veraces permanecen para siempre, pero la lengua mentirosa
tiene corta vida. En la mente malvada habita el engaño; entre los que
promueven la paz hay alegría. Ninguna adversidad le sobreviene al justo,
pero todos los males caen sobre los impíos. Al Señor le repugnan los
labios mentirosos; pero le agradan los que dicen la verdad. El que es
astuto no demuestra lo que sabe, pero el que es necio deja ver su
ignorancia. Los diligentes dominan a otros; los negligentes son
dominados. La congoja abate el corazón del hombre, pero una buena
noticia lo alegra. El justo sabe guiar a su prójimo; el impío le hace
perder el camino. El indolente no cocina ni su presa; ¡el gran tesoro
del hombre es la diligencia! En el camino de la justicia hay vida; no
hay en su camino lugar para la muerte.
El Libro de Juan Capítulo 19 del Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:EL SANTO EVANGELIO
SEGÚN SAN JUAN
CAPÍTULO 19
(33 d.C.)
LA CORONA DE ESPINAS
ASÍ
que, entonces tomó Pilato a Jesús, y Le azotó (¡Pilato estaba
esperanzado que al flagelar a Jesús calmaría el deseo del derramamiento
de sangre! él vuelve a decepcionarse).
2 Y los soldados entretejieron
de espinas una corona (las espinas del Vencedor), y la pusieron sobre
Su Cabeza, y Le vistieron de una ropa de grana (probablemente Herodes se
la puso a Él),
3 Y decían, ¡Salve, Rey de los Judíos! (¡Tenía la
intención de insultar no sólo a Cristo, sino también a la Nación de
Israel!) y Le daban de bofetadas (siguieron golpeándole en la Cara con
palmas abiertas o puños doblados).
CRUCIFÍCALE
4 Entonces Pilato
salió otra vez fuera, y les dijo, He aquí, os Le traigo fuera, para que
entendáis que ningún crimen hallo en Él (otra petición infructuosa a la
humanidad pervertida y a la justicia del tropel enfurecido).
5 Y
salió Jesús fuera, llevando la corona de espinas (de nuevo, el
Gobernador tenía la esperanza de mitigar la ferocidad de la gente) y la
ropa de grana. Y les dice Pilato, ¡He aquí, el Hombre! (Su petición fue
en vano; ni una voz a favor de Jesús rompió el silencio.)
6 Y cuando
Le vieron los Principales Sacerdotes (este Pagano, que no conoce a Dios,
se compadeció al ver esto, pero el liderazgo religioso de Israel no
mostró compasión en absoluto; ¡tal es la religión!), y los servidores,
dieron voces diciendo, Crucifícale, crucifícale (registra las palabras
más horribles que jamás hayan salido de la boca de un ser humano en
cualquier momento). Les dice Pilato, Tomadle vosotros, y crucificadle:
porque yo no hallo en él crimen (el Gobernador una vez más intenta
exonerarse de la culpa).
7 Le respondieron los Judíos, Nosotros
tenemos ley, y según nuestra ley debe morir (el Sanedrín Judío, el
Cuerpo Dirigente de Israel, tanto Civil como Religioso), porque se hizo
Hijo de Dios (Él no se hizo Hijo de Dios, sino que, efectivamente, era
Hijo de Dios).
PILATO
8 Y cuando Pilato oyó esta palabra, tuvo más miedo (en el Griego, quiere decir estar "sumamente temeroso").
9
Y entró otra vez en el pretorio (iba a seguir interrogando a Jesús), y
dijo a Jesús, ¿De dónde eres Tú? (Pilato le estaba preguntado a Jesús si
Él era Dios.) Mas Jesús no le dio respuesta (se cumplió lo que dice
Isaías 53:7).
10 Entonces Le dice Pilato, ¿A mí no me hablas? (El
Gobernador estaba irritado porque Jesús no lo contestaba.) ¿No sabes que
tengo potestad para crucificarte, y que tengo potestad para soltarte?
11
Respondió Jesús, Ninguna potestad tendrías contra Mí, si no te fuese
dada de arriba (el grado de control ejercido por Dios): por tanto, el
que a ti Me ha entregado, mayor pecado tiene (nos damos cuenta que hay
pecados que son peores que otros, por eso sabemos que Dios consideraba a
los Judíos más culpables que los Romanos).
12 Desde entonces
procuraba Pilato soltarle (acababa de decir que tenía el poder de soltar
a Jesús, sin embargo es un hombre sin carácter): mas los Judíos daban
voces, diciendo, Si a Éste sueltas, no eres amigo de César (¡es irónico!
ellos odiaban a César; sin embargo, ¡odiaban más a su propio Mesías!):
cualquiera que se hace rey, a César contradice (critica el punto más
débil de Pilato; el indicio más leve de deslealtad al Emperador traería
consecuencias serias).
RECHAZO FINAL
13 Entonces Pilato oyendo
este dicho, llevó fuera a Jesús (sacan a Jesús del Tribunal para
presentarse delante de la muchedumbre), y se sentó en el tribunal en el
lugar que se dice Empedrado, y en Hebreo Gabata (era una plataforma de
piedra en el Tribunal abierto delante del pretorio, el lugar de la
condena final).
14 Y era la víspera de la Pascua (era realmente un
Miércoles en vez del Viernes, como muchos suponen), y como la hora sexta
(a las 6:00 de la madrugada): Entonces dijo a los Judíos, He aquí,
vuestro Rey (aparentemente era una resignación de Pilato, se daba cuenta
que sus esfuerzos tibios por salvar a Cristo no iban a ser realizados).
15
Mas ellos dieron voces, Fuera, fuera, crucifícalo (¡sólo Roma podía
crucificar! ellos quieren a Jesús crucificado; esperando que esto
refutaría que Él era en realidad el Hijo de Dios; ellos seguían la norma
de Deut. 21:22-23). Les dice Pilato, ¿A vuestro Rey he de crucificar?
(Era exactamente lo que ellos quisieron.) Respondieron los Principales
Sacerdotes, No tenemos rey sino a César (eligieron a César para que
fuera su rey; por César fueron destruidos).
LA CRUCIFIXIÓN
16 Así
que entonces Lo entregó a ellos para que fuese crucificado (él consintió
a sus deseos). Y tomaron a Jesús, y Le llevaron (lo que ellos quisieron
fue lo que recibieron).
17 Y llevando Su Cruz (es la respuesta de la
humanidad al único Hombre bueno que jamás vivió), salió al lugar que se
dice de la Calavera, y en Hebreo, Gólgota (indudablemente se refiere a
lo que en la actualidad se conoce como "el Calvario de Gordon," nombre
del General Británico que descubrió el lugar de la Crucifixión y la
Tumba):
18 Donde Le crucificaron (la crucifixión era la forma más
horrible de morir que jamás se podría comenzar a concebir en la mente
atormentada del hombre), y con Él otros dos, uno a cada lado, y Jesús en
medio (fue diseñado deliberadamente, Lo colocaron entre dos criminales;
sin embargo, en esta situación Sus enemigos cumplieron lo profetizado
en Isaías 53:9).
19 Y escribió también Pilato un título, que puso
encima de la Cruz (hecho por Pilato, a pesar de los Judíos). Y el
escrito era, JESÚS NAZARENO REY DE LOS JUDÍOS (aunque tenía la intención
de usarse como sarcasmo, no obstante, era la Verdad, y el Espíritu
Santo así lo ingenió).
20 Y muchos de los Judíos leyeron este título
(cumplió su objetivo tal como Pilato lo esperaba): porque el lugar donde
fue crucificado Jesús estaba cerca de la ciudad (estaba directamente
fuera de los límites de la ciudad y a lado de una carretera principal): y
estaba escrito en Hebreo, en Griego, y en Latín.
21 Y decían a
Pilato los Principales Sacerdotes de los Judíos, No escribas, Rey de los
Judíos; sino, que Él dijo, Rey soy de los Judíos.
22 Respondió
Pilato, Lo que he escrito, he escrito (en efecto, él estaba diciendo,
"ustedes lo han acusado falsamente de sedición contra César, y saben que
me han mentido en mi cara").
23 Y cuando los soldados hubieron
crucificado a Jesús (la obra horripilante que se completaba al clavarlo
en la Cruz), tomaron Sus Vestidos, e hicieron cuatro partes, para cada
soldado una parte (se empleó a cuatro soldados en la Crucifixión; fue su
paga suplementaria para llevar a cabo una tarea tan espantosa); y Su
túnica: mas la túnica era sin costura, toda tejida desde arriba abajo
(el valor de esta vestimenta en particular era que no tenía costura, o
sea que era una sola pieza de tela).
24 Y dijeron entre ellos, No la
repartamos, sino echemos suertes sobre ella, de quién será (lo que Juan
claramente vio y oyó con sus propios ojos y oídos; realmente aparenta
que fuera el único Discípulo que se encontraba cerca de la Cruz en ese
momento): para que se cumpliese La Escritura, que dice, Repartieron para
sí Mis Vestidos, Y sobre Mi Vestidura echaron suertes (Sal. 22:18). Y
los soldados hicieron esto (casi no se daban cuenta que estaban
cumpliendo Las Escrituras).
25 Y estaban junto a la Cruz de Jesús Su
Madre (el sufrimiento que ella tenía que soportar cuando miró este
espectáculo es, sin duda, ¡incomprensible!), y la hermana de Su Madre,
María mujer de Cleofas, y María Magdalena.
26 Y cuando vio Jesús a Su
Madre, y al Discípulo que Él amaba (Juan, el autor de este Evangelio),
que estaba presente, dice a Su Madre, Mujer, he ahí tu hijo (por causa
de Sus Propios hermanastros que no creían en Él, Jesús encargaría el
cuidado de María en manos de Juan, el Amado; sin embargo, la
Resurrección remediaría esto).
27 Después dice al Discípulo, He ahí
tu madre (Jesús le dijo a Juan que a partir de aquel momento en
adelante, él tenía que depender de María tal como si fuese su propia
Madre). Y desde aquella hora el Discípulo la recibió consigo (Juan se
refiere a sí mismo en tercera persona; la tradición menciona que Juan
realizó en totalidad el Mandato del Maestro).
LA MUERTE
28 Después
de esto, sabiendo Jesús que todas las cosas eran ya cumplidas (los
últimos minutos antes de Su Muerte), para que La Escritura se cumpliese,
dijo, Sed tengo (Sal. 69:21).
29 Y estaba allí un vaso lleno de
vinagre (una clase de vino, que no era un producto tóxico): entonces
ellos llenaron una esponja de vinagre, y rodeada a un hisopo, se la
llegaron a Su Boca (era "el hisopo," que además fue utilizado para untar
la sangre sobre los postes de las puertas en Egipto en la Primera
Pascua; en cierto modo, es simbólico de la Humanidad de Cristo).
30 Y
cuando Jesús tomó el vinagre (la humectación de los labios y lengua,
que se había secado por la pérdida de fluido del Cuerpo; probablemente
Él pidió esto a fin de que pudiera decir las últimas palabras), dijo,
Consumado es (las Palabras más significantes, aunque a un gran precio,
que todo pecador jamás pudiera haber oído; en efecto, la deuda del mundo
fue pagada; cada pizca de la Ley se cumplió). Y habiendo inclinado la
Cabeza, entregó el Espíritu (Jesús no murió de Sus Heridas; Él
voluntariamente entregó Su Vida, de hecho, murió cuando el Espíritu
Santo Le dijo que muriera [Heb. 9:14]).
31 Entonces los Judíos, por
cuanto era la víspera de la Pascua (la preparación de la comida de la
Pascua, realizado el día antes de la Pascua verdadera), para que los
cuerpos no quedasen en la Cruz en el Sábado, (pues era el gran Día del
Sábado,) (no se refiere al Sábado normal de los Judíos que cae en el día
Sábado, sino más bien "el Día Alto" de la Pascua, también llamado un
Sábado, que ocurría en el día Jueves) rogaron a Pilato que se les
quebrasen las piernas, y fuesen quitados (las víctimas en la Cruz morían
por el impacto del quebramiento de las piernas, para que pudieran
bajarlos, de modo que no se quedaran en la Cruz en el Sábado).
32 Y
vinieron los soldados, y quebraron las piernas al primero, y asimismo al
otro que había sido crucificado con Él (se refiere a los dos ladrones).
33
Mas cuando vinieron a Jesús, como Le vieron ya muerto (ocurrió algo
extraño, porque por lo general las víctimas colgadas en la Cruz duraban
días sin expirar), no Le quebraron las Piernas:
34 Empero uno de los
soldados Le abrió el Costado con una lanza (junto con el resto de los
Versículos de este Capítulo, es esencialmente valioso afirmar más allá
de la controversia la Muerte actual de Jesucristo), y luego salió sangre
y agua (algunos declaran que fue el resultado de un corazón roto o
quebrado).
35 Y él que lo vio, da testimonio, y su testimonio es
verdadero: y él sabe que dice verdad, para que vosotros también creáis
(Juan se refiere a sí mismo como un testigo ocular).
36 Porque estas
cosas fueron hechas para que se cumpliese La Escritura, Hueso no
quebrantaréis de Él (Éx. 12:46; Núm. 9:12; Sal. 34:20; en ese momento,
los Judíos se apresuraban para comer su Cordero Pascual, ni un hueso
podía se quebrar legalmente, lo que era un Tipo de Cristo).
37 Y también otra Escritura dice, Mirarán al que traspasaron (Sal. 22:16-17; Zac. 12:10; Apoc. 1:7).
LA SEPULTURA
38
Después de estas cosas, José de Arimatea (era un miembro del Sanedrín
Judío, junto con Nicodemo), el cual era Discípulo de Jesús (un seguidor
de Cristo), pero en secreto por miedo de los Judíos (se refiere al temor
de lo que los demás dirían y lo que ellos harían — es el problema de
millones de personas en la actualidad), rogó a Pilato que pudiera quitar
el Cuerpo de Jesús (requirió la Cruz para traer a José de Arimatea al
lugar en que él adoptaría una actitud valiente y abierta por Cristo): y
lo permitió Pilato (así lo dejó hacer). Entonces vino, y quitó el Cuerpo
de Jesús (le frustró los planes de los Judíos para quitar el cadáver y
llevárselo al Valle de Hinóm, que en realidad era un vertedero de
basura).
39 Y vino también Nicodemo, el que antes había venido a
Jesús de noche (al igual, la Cruz lo cambió), trayendo un compuesto de
mirra y de áloes, como cien libras (el proceso de embalsamamiento que
los Judíos adinerados llevaban a cabo en esa época; ¡resultó muy
costoso! al mismo tiempo, muestra que ellos no esperaban del todo que
Jesús resucitara de entre los muertos).
40 Tomaron pues el Cuerpo de
Jesús, y Lo envolvieron en telas de lino con especias, como es costumbre
de los Judíos sepultar (independientemente de sus pensamientos acerca
de la Resurrección, José y Nicodemo declararon por sus acciones que
ellos eran amigos de Cristo).
41 Y en aquel lugar donde había sido
crucificado, había un jardín (únicamente Juan menciona el "jardín"); y
en el jardín un sepulcro nuevo, en el cual aún no había sido puesto
ninguno (entre otras cosas, previno la posibilidad de cualquier
confusión o que el Cuerpo Sagrado del Señor tuviera contacto con la
corrupción).
42 Allí, pues, por causa de la víspera de la Pascua de
los Judíos (se refiere a la Pascua, que comenzaría a la puesta del sol);
porque aquel sepulcro estaba cerca, pusieron a Jesús (cerca del lugar
de la Crucifixión).
Primera Corintios Capítulo 13:Si
hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más
que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don
de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y
si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no
soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi
cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano
con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni
jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no
se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la
maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo
cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue,
mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y
el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de
manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto
desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño,
razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de
niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero
entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero
entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas
tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de
ellas es el amor.
Hebreos 10:35-12:4Así
que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada.
Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la
voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy
poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo
vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero
nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse,
sino de los que tienen fe y preservan su vida. Ahora bien, la fe es la
garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a
ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo
fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino
de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más
aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo,
pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto,
habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar
la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser
llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe
es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios
tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por
la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor
reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó
al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por
la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde
recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la
fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas
de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa,
porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es
arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad
y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos,
porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este
solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las
estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar.
Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas
prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran
extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente
dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado
pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido
oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor,
es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser
llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había
recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo
único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se
establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene
poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado,
recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a
Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob,
cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José,
y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de
su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio
instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién
nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron
que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la
fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del
faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los
efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del
Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la
mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle
miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo
al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre,
para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel.
Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando
los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las
murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su
alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los
desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a
decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté,
David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos,
hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones,
apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada;
sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y
pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la
resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a
golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los
pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e
incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la
mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para
allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades,
afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin
rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos
obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio
el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a
la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por
tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande
de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del
pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que
tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y
perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó
la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está
sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel
que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para
que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran
contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su
sangre.
Romanos 8:Por
lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a
Cristo Jesús, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha
liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo
liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios
envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de
pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así
condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas
demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la
naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a
la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza;
en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los
deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la
mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad
pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es
capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no
pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza
pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive
en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo.
Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del
pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la
justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los
muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los
muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su
Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una
obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa.
Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del
Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque
todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y
ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo,
sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba!
¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos
hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y
coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos
parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan
los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en
nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de
Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su
propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso.Pero queda la firme
esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción
que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de
Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera
dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que
tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras
aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de
nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la
esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene?
Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos
nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a
ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por
nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que
examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el
Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios.
Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de
quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito.
Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser
transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito
entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los
que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los
glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte,
¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio
Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos
generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que
Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo
Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e
intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La
tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el
peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos
amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al
matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio
de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la
vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni
los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la
creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en
Cristo Jesús nuestro Señor.
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