El 20 de febrero Lectura Bíblica Diaria
El 20 de febrero Lectura Bíblica Diaria:
Isaías 35-37:
35 Se alegrarán el desierto y la soledad; el yermo se gozará y florecerá como la rosa. Florecerá profusamente, y también se alegrará y cantará con júbilo; la gloria del Líbano le será dada, la hermosura del Carmelo y de Sarón. Ellos verán la gloria de Jehová, la hermosura del Dios nuestro. Fortaleced las manos cansadas, afirmad las rodillas endebles. Decid a los de corazón apocado: Esforzaos, no temáis; he aquí que vuestro Dios viene con retribución, con pago; Dios mismo vendrá, y os salvará. Entonces los ojos de los ciegos serán abiertos, y los oídos de los sordos se abrirán. Entonces el cojo saltará como un ciervo, y cantará la lengua del mudo; porque aguas serán cavadas en el desierto, y torrentes en la soledad. El lugar seco se convertirá en estanque, y el sequedal en manaderos de aguas; en la morada de chacales, en su guarida, será lugar de cañas y juncos. Y habrá allí calzada y camino, y será llamado Camino de Santidad; no pasará inmundo por él, sino que él mismo estará con ellos; el que anduviere en este camino, por torpe que sea, no se extraviará. No habrá allí león, ni fiera subirá por él, ni allí se hallará, para que caminen los redimidos. Y los redimidos de Jehová volverán, y vendrán a Sion con alegría; y gozo perpetuo será sobre sus cabezas; y tendrán gozo y alegría, y huirán la tristeza y el gemido. 36 Aconteció en el año catorce del rey Ezequías, que Senaquerib rey de Asiria subió contra todas las ciudades fortificadas de Judá, y las tomó. Y el rey de Asiria envió al Rabsaces con un gran ejército desde Laquis a Jerusalén contra el rey Ezequías; y acampó junto al acueducto del estanque de arriba, en el camino de la heredad del Lavador. Y salió a él Eliaquim hijo de Hilcías, mayordomo, y Sebna, escriba, y Joa hijo de Asaf, canciller, a los cuales dijo el Rabsaces: Decid ahora a Ezequías: El gran rey, el rey de Asiria, dice así: ¿Qué confianza es esta en que te apoyas? Yo digo que el consejo y poderío para la guerra, de que tú hablas, no son más que palabras vacías. Ahora bien, ¿en quién confías para que te rebeles contra mí? He aquí que confías en este báculo de caña frágil, en Egipto, en el cual si alguien se apoyare, se le entrará por la mano, y la atravesará. Tal es Faraón rey de Egipto para con todos los que en él confían. Y si me decís: En Jehová nuestro Dios confiamos; ¿no es éste aquel cuyos lugares altos y cuyos altares hizo quitar Ezequías, y dijo a Judá y a Jerusalén: Delante de este altar adoraréis? Ahora, pues, yo te ruego que des rehenes al rey de Asiria mi señor, y yo te daré dos mil caballos, si tú puedes dar jinetes que cabalguen sobre ellos. ¿Cómo, pues, podrás resistir a un capitán, al menor de los siervos de mi señor, aunque estés confiado en Egipto con sus carros y su gente de a caballo? ¿Acaso vine yo ahora a esta tierra para destruirla sin Jehová? Jehová me dijo: Sube a esta tierra y destrúyela. Entonces dijeron Eliaquim, Sebna y Joa al Rabsaces: Te rogamos que hables a tus siervos en arameo, porque nosotros lo entendemos; y no hables con nosotros en lengua de Judá, porque lo oye el pueblo que está sobre el muro. Y dijo el Rabsaces: ¿Acaso me envió mi señor a que dijese estas palabras a ti y a tu señor, y no a los hombres que están sobre el muro, expuestos a comer su estiércol y beber su orina con vosotros? Entonces el Rabsaces se puso en pie y gritó a gran voz en lengua de Judá, diciendo: Oíd las palabras del gran rey, el rey de Asiria. El rey dice así: No os engañe Ezequías, porque no os podrá librar. Ni os haga Ezequías confiar en Jehová, diciendo: Ciertamente Jehová nos librará; no será entregada esta ciudad en manos del rey de Asiria. No escuchéis a Ezequías, porque así dice el rey de Asiria: Haced conmigo paz, y salid a mí; y coma cada uno de su viña, y cada uno de su higuera, y beba cada cual las aguas de su pozo, hasta que yo venga y os lleve a una tierra como la vuestra, tierra de grano y de vino, tierra de pan y de viñas. Mirad que no os engañe Ezequías diciendo: Jehová nos librará. ¿Acaso libraron los dioses de las naciones cada uno su tierra de la mano del rey de Asiria? ¿Dónde está el dios de Hamat y de Arfad? ¿Dónde está el dios de Sefarvaim? ¿Libraron a Samaria de mi mano? ¿Qué dios hay entre los dioses de estas tierras que haya librado su tierra de mi mano, para que Jehová libre de mi mano a Jerusalén? Pero ellos callaron, y no le respondieron palabra; porque el rey así lo había mandado, diciendo: No le respondáis. Entonces Eliaquim hijo de Hilcías, mayordomo, y Sebna escriba, y Joa hijo de Asaf, canciller, vinieron a Ezequías, rasgados sus vestidos, y le contaron las palabras del Rabsaces. 37 Aconteció, pues, que cuando el rey Ezequías oyó esto, rasgó sus vestidos, y cubierto de cilicio vino a la casa de Jehová. Y envió a Eliaquim mayordomo, a Sebna escriba y a los ancianos de los sacerdotes, cubiertos de cilicio, al profeta Isaías hijo de Amoz. Los cuales le dijeron: Así ha dicho Ezequías: Día de angustia, de reprensión y de blasfemia es este día; porque los hijos han llegado hasta el punto de nacer, y la que da a luz no tiene fuerzas. Quizá oirá Jehová tu Dios las palabras del Rabsaces, al cual el rey de Asiria su señor envió para blasfemar al Dios vivo, y para vituperar con las palabras que oyó Jehová tu Dios; eleva, pues, oración tú por el remanente que aún ha quedado. Vinieron, pues, los siervos de Ezequías a Isaías. Y les dijo Isaías: Diréis así a vuestro señor: Así ha dicho Jehová: No temas por las palabras que has oído, con las cuales me han blasfemado los siervos del rey de Asiria. He aquí que yo pondré en él un espíritu, y oirá un rumor, y volverá a su tierra; y haré que en su tierra perezca a espada. Vuelto, pues, el Rabsaces, halló al rey de Asiria que combatía contra Libna; porque ya había oído que se había apartado de Laquis. Mas oyendo decir de Tirhaca rey de Etiopía: He aquí que ha salido para hacerte guerra; al oírlo, envió embajadores a Ezequías, diciendo: Así diréis a Ezequías rey de Judá: No te engañe tu Dios en quien tú confías, diciendo: Jerusalén no será entregada en mano del rey de Asiria.
Salmos 69:
Sálvame,
Dios mío, que las aguas ya me llegan al cuello. Me estoy hundiendo en
una ciénaga profunda, y no tengo dónde apoyar el pie. Estoy en medio de
profundas aguas, y me arrastra la corriente. Cansado estoy de pedir
ayuda; tengo reseca la garganta. Mis ojos languidecen, esperando la
ayuda de mi Dios. Más que los cabellos de mi cabeza son los que me odian
sin motivo; muchos son los enemigos gratuitos que se han propuesto
destruirme. ¿Cómo voy a devolver lo que no he robado? Oh Dios, tú sabes
lo insensato que he sido; no te puedo esconder mis transgresiones. Señor
Soberano, Todopoderoso, que no sean avergonzados por mi culpa los que
en ti esperan; oh Dios de Israel, que no sean humillados por mi culpa
los que te buscan. Por ti yo he sufrido insultos; mi rostro se ha
cubierto de ignominia. Soy como un extraño para mis hermanos; soy un
extranjero para los hijos de mi madre. El celo por tu casa me consume;
sobre mí han recaído los insultos de tus detractores. Cuando lloro y
ayuno, tengo que soportar sus ofensas; cuando me visto de luto, soy
objeto de burlas. Los que se sientan a la puerta murmuran contra mí; los
borrachos me dedican parodias. Pero yo, Señor, te imploro en el tiempo
de tu buena voluntad. Por tu gran amor, oh Dios, respóndeme; por tu
fidelidad, sálvame. Sácame del fango; no permitas que me hunda. Líbrame
de los que me odian, y de las aguas profundas. No dejes que me arrastre
la corriente; no permitas que me trague el abismo, ni que el foso cierre
sus fauces sobre mí. Respóndeme, Señor, por tu bondad y tu amor; por tu
gran compasión, vuélvete a mí. No escondas tu rostro de este siervo
tuyo; respóndeme pronto, que estoy angustiado. Ven a mi lado, y
rescátame; redímeme, por causa de mis enemigos. Tú bien sabes cómo me
insultan, me avergüenzan y denigran; sabes quiénes son mis adversarios.
Los insultos me han destrozado el corazón; para mí ya no hay remedio.
Busqué compasión, y no la hubo; busqué consuelo, y no lo hallé. En mi
comida pusieron hiel; para calmar mi sed me dieron vinagre. Que se
conviertan en trampa sus banquetes, y su prosperidad en lazo. Que se
les nublen los ojos, para que no vean; y que sus fuerzas flaqueen para
siempre. Descarga tu furia sobre ellos; que tu ardiente ira los alcance.
Quédense desiertos sus campamentos, y deshabitadas sus tiendas de
campaña. Pues al que has afligido lo persiguen, y se burlan del dolor
del que has herido. Añade a sus pecados más pecados; no los hagas
partícipes de tu salvación. Que sean borrados del libro de la vida; que
no queden inscritos con los justos. Y a mí, que estoy pobre y adolorido,
que me proteja, oh Dios, tu salvación. Con cánticos alabaré el nombre
de Dios; con acción de gracias lo exaltaré. Esa ofrenda agradará más al
Señor que la de un toro o un novillo con sus cuernos y pezuñas. Los
pobres verán esto y se alegrarán; ¡reanímense ustedes, los que buscan a
Dios! Porque el Señor oye a los necesitados, y no desdeña a su pueblo
cautivo. Que lo alaben los cielos y la tierra, los mares y todo lo que
se mueve en ellos, porque Dios salvará a Sión y reconstruirá las
ciudades de Judá. Allí se establecerá el pueblo y tomará posesión de la tierra. La heredarán los hijos
de sus siervos; la habitarán los que aman al Señor.
Proverbios 3:
Hijo
mío, si haces tuyas mis palabras y atesoras mis mandamientos; si tu
oído inclinas hacia la sabiduría y de corazón te entregas a la
inteligencia; si llamas a la inteligencia y pides discernimiento; si la
buscas como a la plata, como a un tesoro escondido, entonces
comprenderás el temor del Señor y hallarás el conocimiento de Dios.
Porque el Señor da la sabiduría; conocimiento y ciencia brotan de sus
labios. Él reserva su ayuda para la gente íntegra y protege a los de
conducta intachable. Él cuida el sendero de los justos y protege el
camino de sus fieles. Entonces comprenderás la justicia y el derecho, la
equidad y todo buen camino; la sabiduría vendrá a tu corazón, y el
conocimiento te endulzará la vida. La discreción te cuidará, la
inteligencia te protegerá. La sabiduría te librará del camino de los
malvados, de los que profieren palabras perversas, de los que se apartan
del camino recto para andar por sendas tenebrosas, de los que se
complacen en hacer lo malo y festejan la perversidad, de los que andan
por caminos torcidos y por sendas extraviadas; te librará de la mujer
ajena, de la extraña de palabras seductoras que, olvidándose de su pacto
con Dios, abandona al compañero de su juventud. Ciertamente su casa
conduce a la muerte; sus sendas llevan al reino de las sombras. El que
se enreda con ella no vuelve jamás, ni alcanza los senderos de la vida.
Así andarás por el camino de los buenos y seguirás la senda de los
justos. Pues los íntegros, los perfectos, habitarán la tierra y
permanecerán en ella. Pero los malvados, los impíos, serán desarraigados
y expulsados de la tierra.
El Libro de Los Hechos del Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:
LOS HECHOS DE LOS APÓSTOLES
CAPÍTULO 1
(33 d.C.)
POSRESURRECCIÓN
EN
el primer tratado (se refiere al Evangelio de Lucas, que probablemente
fue terminado un año y tanto antes de escribir este relato llamado, “Los
Hechos de los Apóstoles”), O Teófilo (la misma persona al cual Lucas se
dirigió en aquel Evangelio), he hablado de todas las cosas que Jesús
comenzó a hacer y a enseñar (es el Estándar, el Principal y el
Fundamento del Evangelio),
2 Hasta el día en que fue recibido arriba
(la Resurrección), habiendo dado Mandamientos por el Espíritu Santo (se
refiere a que el Espíritu de Dios es el Orador y el Actor en este Libro)
a los Apóstoles que escogió (se refiere al Ministerio de nuestro Señor
de aproximadamente tres años y medio, del cual los Apóstoles
presenciaron):
3 A los cuales, después de haber padecido, se presentó
vivo con muchas pruebas indubitables (muchas personas Lo vieron después
de Su Resurrección, y antes de Su Ascensión), apareciéndoles por
cuarenta días (a partir del momento de la Resurrección hasta el momento
de Su Ascensión), y hablándoles del Reino de Dios (parece que se incluyó
mucha enseñanza durante este período de tiempo):
EL ESPÍRITU SANTO
4
Y estando juntos (se refiere al momento cuando Él subió de regreso al
Padre; probablemente era durante el tiempo cuando se le apareció “a más
de quinientos” [I Cor. 15:6]), les Mandó (no una sugerencia) que no se
fuesen de Jerusalén (el lugar del Templo donde el Espíritu Santo
descendería), sino que esperasen la Promesa del Padre (hace referencia
al Espíritu Santo que el Padre prometió [Luc. 24:49; Joel, cap. 2]), que
oísteis, dijo, de Mí (ustedes también Me oyeron decir estas cosas [Jn.
7:37-39; 14:12-17, 26; 15:26; 16:7-15]).
LA PROFECÍA
5
Porque Juan a la verdad bautizó con agua (simplemente simbolizaba el
mejor Bautismo que los Creyentes podían recibir antes del Día de
Pentecostés); mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo no
muchos días después de estos (se refiere al Día de Pentecostés venidero,
aunque Jesús no usó ese término en ese instante).
6 Entonces los que
se habían juntado le preguntaron, diciendo (aparentemente da los
detalles de la última reunión antes de la Ascensión), Señor,
¿restituirás el Reino a Israel en este tiempo? (Él contestaría más tarde
este interrogante por medio del Apóstol Pablo [II Tes., cap. 2].)
7 Y
les dijo, No toca a vosotros saber los tiempos o las sazones que el
Padre puso en Su Sola potestad (el Maestro dice que no es asunto de los
seguidores de Cristo ocuparse en saber esta información, sino más bien
“Ocupad entre tanto que Yo vengo” [Luc. 19:13]).
EL PODER
8
Mas recibiréis poder (Poder para Obrar Milagros) del Espíritu Santo que
vendrá sobre vosotros (expresamente dice que este "Poder" está
inherente en el Espíritu Santo, y únicamente en Su Dominio): y Me (sin
el Bautismo con el Espíritu Santo, realmente no se puede conocer a Jesús
como ha de conocerlo) seréis testigos (no significa testificar a las
almas, sino más bien entregarse en toda su capacidad a Cristo, hasta dar
su vida por Él) en Jerusalén, en toda Judea, y Samaria, y hasta lo
último de la Tierra (hace bien claro que la Obra de Dios tiene alcance
mundial).
LA ASCENCIÓN
9 Y habiendo dicho estas cosas (se
refiere a Sus últimas instrucciones para Sus seguidores), viéndolo
ellos, fue alzado (se refiere a Él que sube delante de su vista); y una
nube le recibió y le quitó de sus ojos (representa la Gloria Shekiná de
Dios, que envolvió a Cristo cuando Él ascendía).
EL SEGUNDO ADVENIMIENTO
10
Y estando con los ojos puestos en el Cielo, entre tanto que Él iba
(estas declaraciones son importantes porque afirman Su Ascensión actual
presenciada por testigos oculares), he aquí, dos varones se pusieron
junto a ellos en vestidos blancos (estos dos "hombres" eran en realidad
Ángeles);
11 Los cuales también les dijeron, Varones Galileos, ¿por
qué estáis mirando al Cielo? (No significa que solamente varones estaban
presentes, sino que era un término común que se usaba tanto para
hombres como para mujeres.) este mismo Jesús que ha sido tomado desde
vosotros arriba en el Cielo (se refiere al mismo Cuerpo Humano con las
marcas de los clavos en Sus Manos y Pies, etc.), así vendrá como Le
habéis visto ir al Cielo (se refiere al mismo lugar, que es el Monte de
los Olivos).
EL APOSENTO ALTO
12 Entonces se volvieron a
Jerusalén del Monte que se llama de los Olivos (representa, como se
dijo, el lugar de Su Ascensión, que también será el lugar de Su
Descenso), el cual está cerca de Jerusalén camino de un Sábado
(representa un poco más de un kilómetro ([casi media milla]).
13 Y
entrados, subieron al aposento alto (probablemente la misma habitación
donde ellos comieron la Pascua con Cristo [Luc. 22:12]), donde moraban
Pedro y Santiago, Juan y Andrés, Felipe y Tomás, Bartolomé y Mateo,
Jacobo hijo de Alfeo, y Simón Zelote, y Judas hermano de Jacobo (este
Judas también se llama “Lebeo” y "Tadeo" [Mat. 10:3; Marc. 3:18]).
14
Todos éstos perseveraban unánimes en oración y ruego (expone la manera
cómo se condujeron estas reuniones), con las mujeres, y con María la
Madre de Jesús (tiene que ver con las mujeres que siguieron a Cristo
desde Galilea [Mat. 27:55-56]), y con Sus hermanos.
EL SUCESOR DE JUDAS
ISCARIOTE
15
Y en aquellos días, Pedro, levantándose en medio de los Hermanos
(representa a Pedro que toma la delantera), dijo (y era el número de los
nombres como de ciento y veinte en número) (en esencia es el comienzo
de la "Iglesia"),
16 Varones hermanos, convino que se cumpliese La
Escritura, la cual dijo antes el Espíritu Santo por la boca de David, de
Judas, que fue guía de los que prendieron a Jesús (derivado de Sal.
69:25-28).
17 El cual era contado con nosotros, y recibió parte en
este Ministerio (quiere decir que él era uno de los Apóstoles, y
escogido por el Señor).
18 Este, pues, adquirió un campo del salario
de su iniquidad (se refiere a los Fariseos que tomaron el dinero
manchado con la sangre de Judas y compraron su lugar de entierro [Mat.
27:6-8]); y colgándose, reventó por el medio, y todas sus entrañas se
derramaron (él se suicidó [Mat. 27:3-8]).
19 Y fue notorio a todos
los moradores de Jerusalén (en realidad quiere decir que “se dio a
conocer”); de tal manera que aquel campo es llamado en su propia lengua,
Acéldama, que es, Campo de sangre (también conocido como el “Campo del
Alfarero”).
20 Porque está escrito en el Libro de los Salmos, Sea
hecha desierta su habitación, y no haya quien more en ella; y (indica
que el nombre de Judas estaba en el Libro de la Vida, pero fue borrado
debido a su pecado), tome otro su obispado (se refiere a su Apostolado).
21
Conviene, pues, que de estos hombres que han estado juntos con nosotros
todo el tiempo que el Señor Jesús entró y salió entre nosotros
(probablemente se refiere a los setenta [Luc. 10:17]),
22 Comenzando
desde el Bautismo de Juan, hasta el día que fue recibido arriba de entre
nosotros (abarca la totalidad de los tres años y medio del Ministerio
de Cristo), uno sea hecho testigo con nosotros de Su Resurrección
(aprendemos de esto que la Resurrección de Cristo de entre los muertos
es una Doctrina Cardinal del Evangelio).
23 Y señalaron a dos, a
José, llamado Barsabás, que tenía por sobrenombre Justo, y a Matías
(ellos presentarían a estos dos al Señor para Su selección).
24 Y
orando (muestra su dependencia completa en el Señor para recibir
dirección y ayuda), dijeron, Tú, Señor, que conoces los corazones de
todos (nos dice solamente dónde se puede encontrar la Verdad), muestra
cuál escoges de estos dos (expresa su deseo de tener la Selección de
Dios y Solo Su Selección),
25 Para que tome el oficio de este
Ministerio y Apostolado (el Fundamento de la Iglesia), del cual cayó
Judas por transgresión (nos dice claramente que Judas una vez conocía al
Señor, pues ¿cómo puede caerse de algo del cual nunca ha alcanzado?),
para irse a su lugar (la obstinación le llevará al Infierno eterno,
justo como Judas fue llevado).
26 Y les echaron suertes (parecido al
Urim y Tumim con que los Discípulos estaban familiarizados y por lo cual
el Señor, en tiempos del Antiguo Testamento, dio dirección a Su Gente
[Deut. 33:8-10; Núm. 27:21]); y cayó la suerte sobre Matías
(probablemente quiere decir que los nombres de los dos hombres fueron
colocados en dos piedras, pedazos de pergamino o madera, y luego
colocados en una urna, para echar a suertes [Lev. 16:8-9; Jos. 14:2]); y
fue contado con los Once Apóstoles (indica que él era la Selección de
Dios).
1 Corintios 13:
Si hablo en lenguas humanas y
angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o
un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos
los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra
trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre
los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo
consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es
paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni
orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja
fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino
que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo
espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don
de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento
desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de manera imperfecta; pero
cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era
niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando
llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera
indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a
cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y
como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe,
la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.
Hebreos 10:35-12:4:
Así
que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada.
Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la
voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy
poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo
vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero
nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse,
sino de los que tienen fe y preservan su vida. Ahora bien, la fe es la
garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a
ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo
fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino
de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más
aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo,
pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto,
habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar
la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser
llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe
es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios
tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por
la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor
reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó
al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por
la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde
recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la
fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas
de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa,
porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es
arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad
y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos,
porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este
solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las
estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar.
Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas
prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran
extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente
dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado
pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido
oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor,
es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser
llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había
recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo
único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se
establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene
poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado,
recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a
Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob,
cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José,
y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de
su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio
instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién
nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron
que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la
fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del
faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los
efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del
Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la
mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle
miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo
al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre,
para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel.
Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando
los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las
murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su
alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los
desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a
decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté,
David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos,
hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones,
apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada;
sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y
pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la
resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a
golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los
pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e
incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la
mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para
allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades,
afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin
rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos
obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio
el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a
la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por
tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande
de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del
pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que
tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y
perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó
la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está
sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel
que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para
que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran
contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su
sangre.
Romanos 8:
Por lo tanto, ya no hay ninguna
condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, los que no andan
conforme a la naturaleza pecaminosa sino conforme al Espíritu. Pues por
medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del
pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la
naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio
Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que
se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en
la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se
cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa
sino según el Espíritu. Los que viven conforme a la naturaleza
pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio,
los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del
Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad
que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es
enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de
hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a
Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino
según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si
alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo
está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el
Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el
Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en
ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará
vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en
ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de
vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven
conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a
los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados
por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un
espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los
adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu
mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos
hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues
si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria.
De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales
con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda
con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a
la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del
que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación
misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así
alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la
creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo
ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del
Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción
como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa
esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es
esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que
todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia. Así
mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos
qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que
no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones,
sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por
los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que
Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que
han sido llamados de acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios
conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la
imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos
hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó,
también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó.
¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede
estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino
que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos
generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que
Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo
Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios
e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La
tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el
peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos
amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al
matadero."* Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por
medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni
la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por
venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda
la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en
Cristo Jesús nuestro Señor.
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