El 10 de setiembre Lectura Bíblica Diaria
Mensaje de la Cruz de Cristo Jesús-Capítulo-1


El 10 de setiembre Lectura Bíblica Diaria:
Génesis 44-46:
44 Mandó José al mayordomo de su casa, diciendo: Llena de alimento los costales de estos varones, cuanto puedan llevar, y pon el dinero de cada uno en la boca de su costal. Y pondrás mi copa, la copa de plata, en la boca del costal del menor, con el dinero de su trigo. Y él hizo como dijo José. Venida la mañana, los hombres fueron despedidos con sus asnos. Habiendo ellos salido de la ciudad, de la que aún no se habían alejado, dijo José a su mayordomo: Levántate y sigue a esos hombres; y cuando los alcances, diles: ¿Por qué habéis vuelto mal por bien? ¿Por qué habéis robado mi copa de plata? ¿No es ésta en la que bebe mi señor, y por la que suele adivinar? Habéis hecho mal en lo que hicisteis. Cuando él los alcanzó, les dijo estas palabras. Y ellos le respondieron: ¿Por qué dice nuestro señor tales cosas? Nunca tal hagan tus siervos. He aquí, el dinero que hallamos en la boca de nuestros costales, te lo volvimos a traer desde la tierra de Canaán; ¿cómo, pues, habíamos de hurtar de casa de tu señor plata ni oro? Aquel de tus siervos en quien fuere hallada la copa, que muera, y aun nosotros seremos siervos de mi señor. Y él dijo: También ahora sea conforme a vuestras palabras; aquel en quien se hallare será mi siervo, y vosotros seréis sin culpa. Ellos entonces se dieron prisa, y derribando cada uno su costal en tierra, abrió cada cual el costal suyo. Y buscó; desde el mayor comenzó, y acabó en el menor; y la copa fue hallada en el costal de Benjamín. Entonces ellos rasgaron sus vestidos, y cargó cada uno su asno y volvieron a la ciudad. Vino Judá con sus hermanos a casa de José, que aún estaba allí, y se postraron delante de él en tierra. Y les dijo José: ¿Qué acción es esta que habéis hecho? ¿No sabéis que un hombre como yo sabe adivinar? Entonces dijo Judá: ¿Qué diremos a mi señor? ¿Qué hablaremos, o con qué nos justificaremos? Dios ha hallado la maldad de tus siervos; he aquí, nosotros somos siervos de mi señor, nosotros, y también aquel en cuyo poder fue hallada la copa. José respondió: Nunca yo tal haga. El varón en cuyo poder fue hallada la copa, él será mi siervo; vosotros id en paz a vuestro padre. Entonces Judá se acercó a él, y dijo: Ay, señor mío, te ruego que permitas que hable tu siervo una palabra en oídos de mi señor, y no se encienda tu enojo contra tu siervo, pues tú eres como Faraón. Mi señor preguntó a sus siervos, diciendo: ¿Tenéis padre o hermano? Y nosotros respondimos a mi señor: Tenemos un padre anciano, y un hermano joven, pequeño aún, que le nació en su vejez; y un hermano suyo murió, y él solo quedó de los hijos de su madre; y su padre lo ama. Y tú dijiste a tus siervos: Traédmelo, y pondré mis ojos sobre él. Y nosotros dijimos a mi señor: El joven no puede dejar a su padre, porque si lo dejare, su padre morirá. Y dijiste a tus siervos: Si vuestro hermano menor no desciende con vosotros, no veréis más mi rostro. Aconteció, pues, que cuando llegamos a mi padre tu siervo, le contamos las palabras de mi señor. Y dijo nuestro padre: Volved a comprarnos un poco de alimento. Y nosotros respondimos: No podemos ir; si nuestro hermano va con nosotros, iremos; porque no podremos ver el rostro del varón, si no está con nosotros nuestro hermano el menor. Entonces tu siervo mi padre nos dijo: Vosotros sabéis que dos hijos me dio a luz mi mujer; y el uno salió de mi presencia, y pienso de cierto que fue despedazado, y hasta ahora no lo he visto. Y si tomáis también a éste de delante de mí, y le acontece algún desastre, haréis descender mis canas con dolor al Seol. Ahora, pues, cuando vuelva yo a tu siervo mi padre, si el joven no va conmigo, como su vida está ligada a la vida de él, sucederá que cuando no vea al joven, morirá; y tus siervos harán descender las canas de tu siervo nuestro padre con dolor al Seol. Como tu siervo salió por fiador del joven con mi padre, diciendo: Si no te lo vuelvo a traer, entonces yo seré culpable ante mi padre para siempre; te ruego, por tanto, que quede ahora tu siervo en lugar del joven por siervo de mi señor, y que el joven vaya con sus hermanos. Porque ¿cómo volveré yo a mi padre sin el joven? No podré, por no ver el mal que sobrevendrá a mi padre. 45 No podía ya José contenerse delante de todos los que estaban al lado suyo, y clamó: Haced salir de mi presencia a todos. Y no quedó nadie con él, al darse a conocer José a sus hermanos. Entonces se dio a llorar a gritos; y oyeron los egipcios, y oyó también la casa de Faraón. Y dijo José a sus hermanos: Yo soy José; ¿vive aún mi padre? Y sus hermanos no pudieron responderle, porque estaban turbados delante de él. Entonces dijo José a sus hermanos: Acercaos ahora a mí. Y ellos se acercaron. Y él dijo: Yo soy José vuestro hermano, el que vendisteis para Egipto. Ahora, pues, no os entristezcáis, ni os pese de haberme vendido acá; porque para preservación de vida me envió Dios delante de vosotros. Pues ya ha habido dos años de hambre en medio de la tierra, y aún quedan cinco años en los cuales ni habrá arada ni siega. Y Dios me envió delante de vosotros, para preservaros posteridad sobre la tierra, y para daros vida por medio de gran liberación. Así, pues, no me enviasteis acá vosotros, sino Dios, que me ha puesto por padre de Faraón y por señor de toda su casa, y por gobernador en toda la tierra de Egipto. Daos prisa, id a mi padre y decidle: Así dice tu hijo José: Dios me ha puesto por señor de todo Egipto; ven a mí, no te detengas. Habitarás en la tierra de Gosén, y estarás cerca de mí, tú y tus hijos, y los hijos de tus hijos, tus ganados y tus vacas, y todo lo que tienes. Y allí te alimentaré, pues aún quedan cinco años de hambre, para que no perezcas de pobreza tú y tu casa, y todo lo que tienes. He aquí, vuestros ojos ven, y los ojos de mi hermano Benjamín, que mi boca os habla. Haréis, pues, saber a mi padre toda mi gloria en Egipto, y todo lo que habéis visto; y daos prisa, y traed a mi padre acá. Y se echó sobre el cuello de Benjamín su hermano, y lloró; y también Benjamín lloró sobre su cuello. Y besó a todos sus hermanos, y lloró sobre ellos; y después sus hermanos hablaron con él. Y se oyó la noticia en la casa de Faraón, diciendo: Los hermanos de José han venido. Y esto agradó en los ojos de Faraón y de sus siervos. Y dijo Faraón a José: Dí a tus hermanos: Haced esto: cargad vuestras bestias, e id, volved a la tierra de Canaán; y tomad a vuestro padre y a vuestras familias y venid a mí, porque yo os daré lo bueno de la tierra de Egipto, y comeréis de la abundancia de la tierra. Y tú manda: Haced esto: tomaos de la tierra de Egipto carros para vuestros niños y vuestras mujeres, y traed a vuestro padre, y venid. Y no os preocupéis por vuestros enseres, porque la riqueza de la tierra de Egipto será vuestra. Y lo hicieron así los hijos de Israel; y les dio José carros conforme a la orden de Faraón, y les suministró víveres para el camino. A cada uno de todos ellos dio mudas de vestidos, y a Benjamín dio trescientas piezas de plata, y cinco mudas de vestidos. Y a su padre envió esto: diez asnos cargados de lo mejor de Egipto, y diez asnas cargadas de trigo, y pan y comida, para su padre en el camino. Y despidió a sus hermanos, y ellos se fueron. Y él les dijo: No riñáis por el camino. Y subieron de Egipto, y llegaron a la tierra de Canaán a Jacob su padre. Y le dieron las nuevas, diciendo: José vive aún; y él es señor en toda la tierra de Egipto. Y el corazón de Jacob se afligió, porque no los creía. Y ellos le contaron todas las palabras de José, que él les había hablado; y viendo Jacob los carros que José enviaba para llevarlo, su espíritu revivió. Entonces dijo Israel: Basta; José mi hijo vive todavía; iré, y le veré antes que yo muera. 46 Salió Israel con todo lo que tenía, y vino a Beerseba, y ofreció sacrificios al Dios de su padre Isaac. Y habló Dios a Israel en visiones de noche, y dijo: Jacob, Jacob. Y él respondió: Heme aquí. Y dijo: Yo soy Dios, el Dios de tu padre; no temas de descender a Egipto, porque allí yo haré de ti una gran nación. Yo descenderé contigo a Egipto, y yo también te haré volver; y la mano de José cerrará tus ojos. Y se levantó Jacob de Beerseba; y tomaron los hijos de Israel a su padre Jacob, y a sus niños, y a sus mujeres, en los carros que Faraón había enviado para llevarlo. Y tomaron sus ganados, y sus bienes que habían adquirido en la tierra de Canaán, y vinieron a Egipto, Jacob y toda su descendencia consigo; sus hijos, y los hijos de sus hijos consigo; sus hijas, y las hijas de sus hijos, y a toda su descendencia trajo consigo a Egipto. Y estos son los nombres de los hijos de Israel, que entraron en Egipto, Jacob y sus hijos: Rubén, el primogénito de Jacob. Y los hijos de Rubén: Hanoc, Falú, Hezrón y Carmi. Los hijos de Simeón: Jemuel, Jamín, Ohad, Jaquín, Zohar, y Saúl hijo de la cananea. Los hijos de Leví: Gersón, Coat y Merari. Los hijos de Judá: Er, Onán, Sela, Fares y Zara; mas Er y Onán murieron en la tierra de Canaán. Y los hijos de Fares fueron Hezrón y Hamul. Los hijos de Isacar: Tola, Fúa, Job y Simrón. Los hijos de Zabulón: Sered, Elón y Jahleel. Estos fueron los hijos de Lea, los que dio a luz a Jacob en Padan-aram, y además su hija Dina; treinta y tres las personas todas de sus hijos e hijas. Los hijos de Gad: Zifión, Hagui, Ezbón, Suni, Eri, Arodi y Areli. Y los hijos de Aser: Imna, Isúa, Isúi, Bería, y Sera hermana de ellos. Los hijos de Bería: Heber y Malquiel. Estos fueron los hijos de Zilpa, la que Labán dio a su hija Lea, y dio a luz éstos a Jacob; por todas dieciséis personas. Los hijos de Raquel, mujer de Jacob: José y Benjamín. Y nacieron a José en la tierra de Egipto Manasés y Efraín, los que le dio a luz Asenat, hija de Potifera sacerdote de On. Los hijos de Benjamín fueron Bela, Bequer, Asbel, Gera, Naamán, Ehi, Ros, Mupim, Hupim y Ard. Estos fueron los hijos de Raquel, que nacieron a Jacob; por todas catorce personas. Los hijos de Dan: Husim. Los hijos de Neftalí: Jahzeel, Guni, Jezer y Silem. Estos fueron los hijos de Bilha, la que dio Labán a Raquel su hija, y dio a luz éstos a Jacob; por todas siete personas. Todas las personas que vinieron con Jacob a Egipto, procedentes de sus lomos, sin las mujeres de los hijos de Jacob, todas las personas fueron sesenta y seis. Y los hijos de José, que le nacieron en Egipto, dos personas. Todas las personas de la casa de Jacob, que entraron en Egipto, fueron setenta. Y envió Jacob a Judá delante de sí a José, para que le viniese a ver en Gosén; y llegaron a la tierra de Gosén. Y José unció su carro y vino a recibir a Israel su padre en Gosén; y se manifestó a él, y se echó sobre su cuello, y lloró sobre su cuello largamente. Entonces Israel dijo a José: Muera yo ahora, ya que he visto tu rostro, y sé que aún vives. Y José dijo a sus hermanos, y a la casa de su padre: Subiré y lo haré saber a Faraón, y le diré: Mis hermanos y la casa de mi padre, que estaban en la tierra de Canaán, han venido a mí. Y los hombres son pastores de ovejas, porque son hombres ganaderos; y han traído sus ovejas y sus vacas, y todo lo que tenían. Y cuando Faraón os llamare y dijere: ¿Cuál es vuestro oficio? entonces diréis: Hombres de ganadería han sido tus siervos desde nuestra juventud hasta ahora, nosotros y nuestros padres; a fin de que moréis en la tierra de Gosén, porque para los egipcios es abominación todo pastor de ovejas.
Salmo 121:
Alzaré mis ojos a los montes, ¿De dónde vendrá mi socorro? Mi socorro viene de YHVH, Que hizo los cielos y la tierra. No dará tu pie al resbaladero, Ni se dormirá el que te guarda. He aquí no se adormecerá ni dormirá, El que guarda a Israel. YHVH es tu guardador, YHVH es tu sombra a tu mano derecha. El sol no te fatigará de día, Ni la luna de noche. YHVH te guardará de todo mal, Él guardará tu alma. YHVH guardará tu salida y tu entrada Desde ahora y para siempre.
Proverbios 20:
EL vino es pendenciero, alborotador el licor: El que se tambalea con ellos no es sabio. Como rugido de león es el terror del rey, El que provoca su ira, expone su propia vida. Honra del hombre es evitar la contienda, pero todo insensato se envolverá en ella. En otoño no ara el holgazán, Rebuscará en la cosecha, pero no hallará nada. Agua profunda es el consejo en el corazón del hombre, El hombre entendido logrará sacarlo. Muchos proclaman sus propias bondades, Pero un hombre de fiar, ¿quién lo hallará? El justo que camina en su integridad, Deja hijos bienaventurados tras él. Un rey sentado en el tribunal, Disipa con su mirada toda maldad. ¿Quién podrá decir: Tengo la conciencia pura, Limpio estoy de mi pecado? Pesa falsa y medida falsa, Ambas son abominación a YHVH. Ya con sus acciones deja ver el niño, Si su conducta será limpia y recta. El oído que oye y el ojo que ve: Ambas cosas las hizo YHVH. No te aficiones al sueño, No sea que te empobrezcas, Despega tus ojos y te saciarás de pan. Caro, caro, dice el comprador, Pero se marcha restregándose las manos. Está el oro y multitud de rubíes, Pero los labios sabios son una joya preciosa. Quítale el vestido a quien sale fiador de un extraño, Y toma prendas del que se obliga por la extraña. Dulce es al hombre el pan de la falsedad, Pero cuando haya llenado su boca, se convertirá en cascajo. Sopesa los planes mediante el consejo, Y con sabias direcciones haz la guerra. Quien descubre secretos levanta calumnia, No frecuentes, pues, al que abre mucho la boca. Al que insulte a su padre o a su madre, Se le apagará su lámpara en la más densa oscuridad. Herencia adquirida con rapacidad al comienzo, No será bendita en su fin. No digas, yo me vengaré, Espera a YHVH, y Él te salvará. Las pesas desiguales son abominación a YHVH, Y una balanza con trampa no es buena. De YHVH son los pasos del hombre, ¿Cómo, pues, podrá el hombre entender su camino? Lazo es al hombre hacer apresuradamente un voto, Y después de prometido, pensarlo. El rey sabio avienta a los malvados, Y hace pasar sobre ellos la rueda de trillar. Lámpara de YHVH es el espíritu del hombre, Que escudriña las profundidades del alma. Misericordia y verdad preservan al rey, Y la clemencia sustenta su trono. La gloria de los jóvenes es su fortaleza, Y el esplendor de los ancianos, la cabeza cana. Las heridas y las llagas drenan el mal, Y los golpes llegan a lo íntimo del corazón.
El Libro de Marcos Capítulo 4 el Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:
EL SANTO EVANGELIO SEGÚN
SAN MARCOS
CAPÍTULO 4
(31 d.C.)
LA PARÁBOLA DEL
SEMBRADOR
Y OTRA vez Jesús comenzó a enseñar junto al mar: y se reunió a Él mucha gente, tanto que entrándose Él en un barco, se sentó en el mar (sentado en el barco en el Mar de Galilea); y toda la multitud estaba en tierra junto al mar.
2 Y les enseñaba por Parábolas muchas cosas, y les decía en Su Doctrina (si Él se hubiera quedado en la orilla del mar, los enfermos podrían haberlo tocado y podrían haber sido sanados; pero Su tarea como Siervo era de tratar con el pecado en vez de sus efectos),
3 Oíd (escuchen); he aquí, el sembrador salió a sembrar (esta Parábola es dada en Mateo, cap. 13, y repetida en Lucas, cap. 8, pero redactada un poco diferente; éstas eran ilustraciones tomadas de la vida diaria y del vivir, que la gente entendía. Sin embargo, ellos rara vez entendían Sus Parábolas):
4 Y aconteció, sembrando, que una parte cayó junto al camino, y vinieron las aves del Cielo y la devoraron (la "semilla sembrada" es el Evangelio; las "aves del aire" representan a Satanás y sus poderes demoníacos).
5 Y otra parte cayó en pedregales, donde no tenía mucha tierra; y luego salió, porque no tenía la tierra profunda:
6 Mas salido el sol, se quemó; y por cuanto no tenía raíz, se secó (muchos comienzan con Cristo, pero no duran mucho tiempo; todo esto completamente refuta la doctrina no bíblica de la Seguridad Eterna Incondicional).
7 Y otra parte (la simiente) cayó en espinas, y subieron las espinas, y la ahogaron (las preocupaciones de esta vida, etc.), y no dio fruto.
8 Y otra parte cayó en buena tierra, y dio fruto, que subió y creció; y llevó uno a treinta, y otro a sesenta, y otro a ciento (un ciento por uno, etc.).
9 Entonces les dijo, El que tiene oídos para oír, oiga (aquéllos que "oirían" correctamente, se ocuparían de estas Palabras de Cristo, considerándolas, hasta que de alguna manera la Verdad sería revelada finalmente; el Evangelio está diseñado de esta manera deliberadamente por el Espíritu Santo, a fin de descubrir lo que es insincero).
EL PROPÓSITO DE
LAS PARÁBOLAS
10 Y cuando estuvo solo, Le preguntaron los que estaban cerca de Él con los Doce (posiblemente no menos de cuarenta o cincuenta), sobre la Parábola (lo que ésta significaba).
11 Y les dijo, A vosotros es dado saber el misterio del Reino de Dios (aquéllos que realmente quieren saber): mas a los que están fuera (quienes no tienen deseo alguno de saber), reciben por Parábolas todas las cosas (las Parábolas fueron usadas para rechazar a los simples curiosos, y acercar a los que sinceramente estaban deseosos):
12 Para que viendo, vean y no perciban; y oyendo, oigan y no entiendan; para que no se conviertan, y les sean perdonados los pecados. (La ceguera y la sordera judicial justamente acontecen a aquéllos que no desean ver ni oír; el énfasis está en la persona y no en Dios. Él desea que todos vean y oigan bien.)
13 Y les dijo, ¿No sabéis esta Parábola? (Contiene un reproche apacible. La pregunta como dada por el Señor, indica que ellos deberían haber sabido.) ¿Cómo, pues, entenderéis todas las Parábolas? (La Parábola del Sembrador expone el principio de todas las Parábolas acerca del entendimiento de ellas.)
LA PARÁBOLA DEL
SEMBRADOR
14 El que siembra es el que siembra la Palabra (la Palabra de Dios. Esta "semilla" debe ser sembrada en todo el mundo [Marc. 16:15]).
15 Y estos (los que solamente oyen, pero no reciben) son los de junto al camino, en los que la Palabra es sembrada; pero después que la oyeron, inmediatamente viene Satanás, y quita la Palabra que fue sembrada en sus corazones (la estructura de la oración es que estos individuos no tienen que permitir que Satanás les quite la Palabra).
16 Y asimismo estos (aquéllos que oyen y reciben, pero no tienen durabilidad alguna) son los que son sembrados en pedregales; los que cuando han oído la Palabra, luego la toman con gozo (millones se hunden en esta categoría);
17 Pero no tienen raíz en sí (otra vez, esto es culpa del individuo), antes son temporales (quiere decir que ellos sinceramente Nacieron de Nuevo): cuando llega la tribulación o la persecución por causa de la Palabra (es seguro que ocurrirá), luego se escandalizan (no pueden aguantar la oposición, porque ellos no tienen raíz alguna, que significa que la tierra no estuvo suficientemente preparada).
18 Y estos (empiezan bien, y hasta aguantan por un rato, pero ellos permiten que el mundo los detenga) son los que son sembrados entre espinas; los que oyen la Palabra,
19 Mas los cuidados de este siglo, y el engaño de las riquezas, y las codicias que hay en las otras cosas, entrando, ahogan la Palabra, y se hace infructuosa (significa que ellos manifestaban realmente el fruto por un momento, pero permitieron que las cosas del mundo lo ahogaran, hasta que ellos se volvieron totalmente infructuosos, y perdieron su camino; la Parábola del Sembrador completamente refuta la doctrina no bíblica de la Seguridad Eterna Incondicional, como es obvio aquí).
20 Y estos (aquéllos que oyen, reciben, llevan fruto y siguen llevando fruto para siempre; no permiten que nada los detenga) son los que fueron sembrados en buena tierra (el individuo determina si la tierra es buena o no); los que oyen la Palabra, y la reciben, y hacen fruto, uno a treinta, otro a sesenta, y otro a ciento.
EL EVANGELIO
21 También les dijo, ¿Se trae la antorcha para ser puesta debajo del almud, o debajo de la cama? ¿No es para ser puesta en el candelero? (El Evangelio no debe ser simplemente disfrutado en privado, sino más bien impartido como una lámpara imparte su luz.)
22 Porque no hay nada oculto, que no haya de ser manifestado; ni secreto, que no haya de descubrirse (el Evangelio no está destinado para ser escondido, o guardado en secreto, pero debe ser extendido por todas partes, en todo el mundo).
23 Si alguno tiene oídos para oír, oiga (el Señor hará que el Evangelio sea conocido a todas las Naciones, y todos los que lo oyen serán responsables por lo que oyen).
24 Les dijo también, Mirad lo que oís (no hay excusa alguna para que los Creyentes no oigan correctamente): con la medida que medís, os medirán otros: y será añadido a vosotros los que oís (en la misma proporción a la diligencia dada al Estudio de la Biblia, así la inteligencia espiritual será medida al estudiante).
25 Porque al que tiene, le será dado: y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado (los dones espirituales, si están ejercidos, serán desarrollados; si no, serán perdidos).
LA PARÁBOLA DE LA SEMILLA
26 Decía más, Así es el Reino de Dios, como si un hombre echa simiente en la tierra (la responsabilidad de los Creyentes de extender el Evangelio);
27 Y duerme, y se levanta de noche y de día, y la simiente brota y crece, cómo, él no sabe (la Palabra si es correctamente sembrada, tendrá sin falta, su efecto apropiado).
28 Porque de suyo fructifica la tierra, primero hierba, luego espiga, después grano lleno en la espiga (esta es la Ley del Evangelio en cuanto a "sembrar y cosechar").
29 Y cuando el fruto fuere producido, luego se mete la hoz, porque la cosecha ha llegado (tiene referencia al fin de la época, cuando la Iglesia será llamada para dar cuenta).
LA PARÁBOLA DE LA SEMILLA
DE MOSTAZA
30 Y decía, ¿A qué haremos semejante el Reino de Dios? ¿o con qué Parábola le compararemos? (Tiene la intención de indicar la manera en que Satanás procurará corromper la Palabra de Dios.)
31 Es como el grano de mostaza, que, cuando se siembra en tierra, es la más pequeña de todas las simientes que hay en la tierra (la Iglesia comenzó muy pequeña):
32 Pero después de sembrado, sube, y se hace la mayor de todas las hortalizas, y echa grandes ramas (el Cristianismo es actualmente la religión más grande en la Tierra, que cuenta con casi dos mil millones de adherentes, en una forma u otro); de tal manera que las aves del Cielo puedan morar bajo su sombra (se refiere a la mayor parte del Cristianismo corrompido por Poderes Satánicos como explicado en Mat. 13:19 y Luc. 8:12).
33 Y con muchas tales Parábolas Él les hablaba la Palabra, conforme a lo que podían oír (capaz de entender).
34 Y sin Parábola Él no les hablaba: mas a Sus Discípulos en particular Él declaraba todo (les dio una instrucción ampliada).
JESÚS CALMA LA TEMPESTAD
35 Y les dijo (los Doce) aquel día, cuando fue tarde (se refiere al mismo día que Él enseñaba a la gente por Parábolas), Pasemos al otro lado del mar (se manifiesta como un microcosmo de esta vida presente; las tormentas vienen, y es sólo con Cristo, que podemos llegar a la otra orilla).
36 Y despachando la multitud, Le tomaron como estaba, en el barco (quiere decir que Él estuvo muy cansado, hasta el punto del agotamiento físico; como ser humano, Él se cansó, como nosotros lo hacemos). Y había también con Él otros barquitos (¡se refiere a aquéllos que quisieron estar cerca de Él, lo cual es muy comprensible!).
37 Y se levantó una grande tempestad de viento, y echaba las olas en el barco, de tal manera que ya se llenaba de agua (representa en el sentido espiritual, las tormentas de la vida, que vienen a todas las personas).
38 Y Él estaba en la popa durmiendo sobre un cabezal: y Le despertaron, y Le dicen, ¿Maestro, no tienes cuidado que perecemos? (El Señor había dicho, "déjenos pasar al otro lado." Esto significa que a pesar de la tormenta, o algo más respecto a eso, alcanzarían la otra orilla. La gente de Dios está en el mismo barco con Cristo, y no podemos perecer porque Él no puede perecer. Pero es de esperar las tormentas de oposición porque con seguridad vendrá [Sal. 93].)
39 Y Él levantándose, reprendió al viento, y dijo al mar, Calla, enmudece (el Griego insinúa, "¡Silencio! ¡Cállese!"). Y cesó el viento, y fue hecha grande bonanza (inmediatamente).
40 Y a ellos dijo, ¿Por qué estáis así amedrentados? (Este tipo de miedo, muestra el amor inapropiado [I Jn. 4:18].) ¿Cómo no tenéis fe? (Los Discípulos habían aceptado Su Oficio como el Mesías, pero tenían el concepto más inadecuado de lo que aquel Oficio incluía.)
41 Y temieron con gran temor (significa que su temor a Él, era más que el miedo que le tenían a la tormenta), y decían el uno al otro, ¿Quién es Éste, que aun el viento y el mar Le obedecen? (¡Los Discípulos tenían razón! El viento y el mar de veras Le obedecieron, y todas las demás cosas también. ¿Entonces, por qué tendremos miedo?)
Primera Corintios Capítulo 13:
Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.
Hebreos 10:35-12:4
Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida. Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre.
Romanos 8:
Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.
Génesis 44-46:
44 Mandó José al mayordomo de su casa, diciendo: Llena de alimento los costales de estos varones, cuanto puedan llevar, y pon el dinero de cada uno en la boca de su costal. Y pondrás mi copa, la copa de plata, en la boca del costal del menor, con el dinero de su trigo. Y él hizo como dijo José. Venida la mañana, los hombres fueron despedidos con sus asnos. Habiendo ellos salido de la ciudad, de la que aún no se habían alejado, dijo José a su mayordomo: Levántate y sigue a esos hombres; y cuando los alcances, diles: ¿Por qué habéis vuelto mal por bien? ¿Por qué habéis robado mi copa de plata? ¿No es ésta en la que bebe mi señor, y por la que suele adivinar? Habéis hecho mal en lo que hicisteis. Cuando él los alcanzó, les dijo estas palabras. Y ellos le respondieron: ¿Por qué dice nuestro señor tales cosas? Nunca tal hagan tus siervos. He aquí, el dinero que hallamos en la boca de nuestros costales, te lo volvimos a traer desde la tierra de Canaán; ¿cómo, pues, habíamos de hurtar de casa de tu señor plata ni oro? Aquel de tus siervos en quien fuere hallada la copa, que muera, y aun nosotros seremos siervos de mi señor. Y él dijo: También ahora sea conforme a vuestras palabras; aquel en quien se hallare será mi siervo, y vosotros seréis sin culpa. Ellos entonces se dieron prisa, y derribando cada uno su costal en tierra, abrió cada cual el costal suyo. Y buscó; desde el mayor comenzó, y acabó en el menor; y la copa fue hallada en el costal de Benjamín. Entonces ellos rasgaron sus vestidos, y cargó cada uno su asno y volvieron a la ciudad. Vino Judá con sus hermanos a casa de José, que aún estaba allí, y se postraron delante de él en tierra. Y les dijo José: ¿Qué acción es esta que habéis hecho? ¿No sabéis que un hombre como yo sabe adivinar? Entonces dijo Judá: ¿Qué diremos a mi señor? ¿Qué hablaremos, o con qué nos justificaremos? Dios ha hallado la maldad de tus siervos; he aquí, nosotros somos siervos de mi señor, nosotros, y también aquel en cuyo poder fue hallada la copa. José respondió: Nunca yo tal haga. El varón en cuyo poder fue hallada la copa, él será mi siervo; vosotros id en paz a vuestro padre. Entonces Judá se acercó a él, y dijo: Ay, señor mío, te ruego que permitas que hable tu siervo una palabra en oídos de mi señor, y no se encienda tu enojo contra tu siervo, pues tú eres como Faraón. Mi señor preguntó a sus siervos, diciendo: ¿Tenéis padre o hermano? Y nosotros respondimos a mi señor: Tenemos un padre anciano, y un hermano joven, pequeño aún, que le nació en su vejez; y un hermano suyo murió, y él solo quedó de los hijos de su madre; y su padre lo ama. Y tú dijiste a tus siervos: Traédmelo, y pondré mis ojos sobre él. Y nosotros dijimos a mi señor: El joven no puede dejar a su padre, porque si lo dejare, su padre morirá. Y dijiste a tus siervos: Si vuestro hermano menor no desciende con vosotros, no veréis más mi rostro. Aconteció, pues, que cuando llegamos a mi padre tu siervo, le contamos las palabras de mi señor. Y dijo nuestro padre: Volved a comprarnos un poco de alimento. Y nosotros respondimos: No podemos ir; si nuestro hermano va con nosotros, iremos; porque no podremos ver el rostro del varón, si no está con nosotros nuestro hermano el menor. Entonces tu siervo mi padre nos dijo: Vosotros sabéis que dos hijos me dio a luz mi mujer; y el uno salió de mi presencia, y pienso de cierto que fue despedazado, y hasta ahora no lo he visto. Y si tomáis también a éste de delante de mí, y le acontece algún desastre, haréis descender mis canas con dolor al Seol. Ahora, pues, cuando vuelva yo a tu siervo mi padre, si el joven no va conmigo, como su vida está ligada a la vida de él, sucederá que cuando no vea al joven, morirá; y tus siervos harán descender las canas de tu siervo nuestro padre con dolor al Seol. Como tu siervo salió por fiador del joven con mi padre, diciendo: Si no te lo vuelvo a traer, entonces yo seré culpable ante mi padre para siempre; te ruego, por tanto, que quede ahora tu siervo en lugar del joven por siervo de mi señor, y que el joven vaya con sus hermanos. Porque ¿cómo volveré yo a mi padre sin el joven? No podré, por no ver el mal que sobrevendrá a mi padre. 45 No podía ya José contenerse delante de todos los que estaban al lado suyo, y clamó: Haced salir de mi presencia a todos. Y no quedó nadie con él, al darse a conocer José a sus hermanos. Entonces se dio a llorar a gritos; y oyeron los egipcios, y oyó también la casa de Faraón. Y dijo José a sus hermanos: Yo soy José; ¿vive aún mi padre? Y sus hermanos no pudieron responderle, porque estaban turbados delante de él. Entonces dijo José a sus hermanos: Acercaos ahora a mí. Y ellos se acercaron. Y él dijo: Yo soy José vuestro hermano, el que vendisteis para Egipto. Ahora, pues, no os entristezcáis, ni os pese de haberme vendido acá; porque para preservación de vida me envió Dios delante de vosotros. Pues ya ha habido dos años de hambre en medio de la tierra, y aún quedan cinco años en los cuales ni habrá arada ni siega. Y Dios me envió delante de vosotros, para preservaros posteridad sobre la tierra, y para daros vida por medio de gran liberación. Así, pues, no me enviasteis acá vosotros, sino Dios, que me ha puesto por padre de Faraón y por señor de toda su casa, y por gobernador en toda la tierra de Egipto. Daos prisa, id a mi padre y decidle: Así dice tu hijo José: Dios me ha puesto por señor de todo Egipto; ven a mí, no te detengas. Habitarás en la tierra de Gosén, y estarás cerca de mí, tú y tus hijos, y los hijos de tus hijos, tus ganados y tus vacas, y todo lo que tienes. Y allí te alimentaré, pues aún quedan cinco años de hambre, para que no perezcas de pobreza tú y tu casa, y todo lo que tienes. He aquí, vuestros ojos ven, y los ojos de mi hermano Benjamín, que mi boca os habla. Haréis, pues, saber a mi padre toda mi gloria en Egipto, y todo lo que habéis visto; y daos prisa, y traed a mi padre acá. Y se echó sobre el cuello de Benjamín su hermano, y lloró; y también Benjamín lloró sobre su cuello. Y besó a todos sus hermanos, y lloró sobre ellos; y después sus hermanos hablaron con él. Y se oyó la noticia en la casa de Faraón, diciendo: Los hermanos de José han venido. Y esto agradó en los ojos de Faraón y de sus siervos. Y dijo Faraón a José: Dí a tus hermanos: Haced esto: cargad vuestras bestias, e id, volved a la tierra de Canaán; y tomad a vuestro padre y a vuestras familias y venid a mí, porque yo os daré lo bueno de la tierra de Egipto, y comeréis de la abundancia de la tierra. Y tú manda: Haced esto: tomaos de la tierra de Egipto carros para vuestros niños y vuestras mujeres, y traed a vuestro padre, y venid. Y no os preocupéis por vuestros enseres, porque la riqueza de la tierra de Egipto será vuestra. Y lo hicieron así los hijos de Israel; y les dio José carros conforme a la orden de Faraón, y les suministró víveres para el camino. A cada uno de todos ellos dio mudas de vestidos, y a Benjamín dio trescientas piezas de plata, y cinco mudas de vestidos. Y a su padre envió esto: diez asnos cargados de lo mejor de Egipto, y diez asnas cargadas de trigo, y pan y comida, para su padre en el camino. Y despidió a sus hermanos, y ellos se fueron. Y él les dijo: No riñáis por el camino. Y subieron de Egipto, y llegaron a la tierra de Canaán a Jacob su padre. Y le dieron las nuevas, diciendo: José vive aún; y él es señor en toda la tierra de Egipto. Y el corazón de Jacob se afligió, porque no los creía. Y ellos le contaron todas las palabras de José, que él les había hablado; y viendo Jacob los carros que José enviaba para llevarlo, su espíritu revivió. Entonces dijo Israel: Basta; José mi hijo vive todavía; iré, y le veré antes que yo muera. 46 Salió Israel con todo lo que tenía, y vino a Beerseba, y ofreció sacrificios al Dios de su padre Isaac. Y habló Dios a Israel en visiones de noche, y dijo: Jacob, Jacob. Y él respondió: Heme aquí. Y dijo: Yo soy Dios, el Dios de tu padre; no temas de descender a Egipto, porque allí yo haré de ti una gran nación. Yo descenderé contigo a Egipto, y yo también te haré volver; y la mano de José cerrará tus ojos. Y se levantó Jacob de Beerseba; y tomaron los hijos de Israel a su padre Jacob, y a sus niños, y a sus mujeres, en los carros que Faraón había enviado para llevarlo. Y tomaron sus ganados, y sus bienes que habían adquirido en la tierra de Canaán, y vinieron a Egipto, Jacob y toda su descendencia consigo; sus hijos, y los hijos de sus hijos consigo; sus hijas, y las hijas de sus hijos, y a toda su descendencia trajo consigo a Egipto. Y estos son los nombres de los hijos de Israel, que entraron en Egipto, Jacob y sus hijos: Rubén, el primogénito de Jacob. Y los hijos de Rubén: Hanoc, Falú, Hezrón y Carmi. Los hijos de Simeón: Jemuel, Jamín, Ohad, Jaquín, Zohar, y Saúl hijo de la cananea. Los hijos de Leví: Gersón, Coat y Merari. Los hijos de Judá: Er, Onán, Sela, Fares y Zara; mas Er y Onán murieron en la tierra de Canaán. Y los hijos de Fares fueron Hezrón y Hamul. Los hijos de Isacar: Tola, Fúa, Job y Simrón. Los hijos de Zabulón: Sered, Elón y Jahleel. Estos fueron los hijos de Lea, los que dio a luz a Jacob en Padan-aram, y además su hija Dina; treinta y tres las personas todas de sus hijos e hijas. Los hijos de Gad: Zifión, Hagui, Ezbón, Suni, Eri, Arodi y Areli. Y los hijos de Aser: Imna, Isúa, Isúi, Bería, y Sera hermana de ellos. Los hijos de Bería: Heber y Malquiel. Estos fueron los hijos de Zilpa, la que Labán dio a su hija Lea, y dio a luz éstos a Jacob; por todas dieciséis personas. Los hijos de Raquel, mujer de Jacob: José y Benjamín. Y nacieron a José en la tierra de Egipto Manasés y Efraín, los que le dio a luz Asenat, hija de Potifera sacerdote de On. Los hijos de Benjamín fueron Bela, Bequer, Asbel, Gera, Naamán, Ehi, Ros, Mupim, Hupim y Ard. Estos fueron los hijos de Raquel, que nacieron a Jacob; por todas catorce personas. Los hijos de Dan: Husim. Los hijos de Neftalí: Jahzeel, Guni, Jezer y Silem. Estos fueron los hijos de Bilha, la que dio Labán a Raquel su hija, y dio a luz éstos a Jacob; por todas siete personas. Todas las personas que vinieron con Jacob a Egipto, procedentes de sus lomos, sin las mujeres de los hijos de Jacob, todas las personas fueron sesenta y seis. Y los hijos de José, que le nacieron en Egipto, dos personas. Todas las personas de la casa de Jacob, que entraron en Egipto, fueron setenta. Y envió Jacob a Judá delante de sí a José, para que le viniese a ver en Gosén; y llegaron a la tierra de Gosén. Y José unció su carro y vino a recibir a Israel su padre en Gosén; y se manifestó a él, y se echó sobre su cuello, y lloró sobre su cuello largamente. Entonces Israel dijo a José: Muera yo ahora, ya que he visto tu rostro, y sé que aún vives. Y José dijo a sus hermanos, y a la casa de su padre: Subiré y lo haré saber a Faraón, y le diré: Mis hermanos y la casa de mi padre, que estaban en la tierra de Canaán, han venido a mí. Y los hombres son pastores de ovejas, porque son hombres ganaderos; y han traído sus ovejas y sus vacas, y todo lo que tenían. Y cuando Faraón os llamare y dijere: ¿Cuál es vuestro oficio? entonces diréis: Hombres de ganadería han sido tus siervos desde nuestra juventud hasta ahora, nosotros y nuestros padres; a fin de que moréis en la tierra de Gosén, porque para los egipcios es abominación todo pastor de ovejas.
Salmo 121:
Alzaré mis ojos a los montes, ¿De dónde vendrá mi socorro? Mi socorro viene de YHVH, Que hizo los cielos y la tierra. No dará tu pie al resbaladero, Ni se dormirá el que te guarda. He aquí no se adormecerá ni dormirá, El que guarda a Israel. YHVH es tu guardador, YHVH es tu sombra a tu mano derecha. El sol no te fatigará de día, Ni la luna de noche. YHVH te guardará de todo mal, Él guardará tu alma. YHVH guardará tu salida y tu entrada Desde ahora y para siempre.
Proverbios 20:
EL vino es pendenciero, alborotador el licor: El que se tambalea con ellos no es sabio. Como rugido de león es el terror del rey, El que provoca su ira, expone su propia vida. Honra del hombre es evitar la contienda, pero todo insensato se envolverá en ella. En otoño no ara el holgazán, Rebuscará en la cosecha, pero no hallará nada. Agua profunda es el consejo en el corazón del hombre, El hombre entendido logrará sacarlo. Muchos proclaman sus propias bondades, Pero un hombre de fiar, ¿quién lo hallará? El justo que camina en su integridad, Deja hijos bienaventurados tras él. Un rey sentado en el tribunal, Disipa con su mirada toda maldad. ¿Quién podrá decir: Tengo la conciencia pura, Limpio estoy de mi pecado? Pesa falsa y medida falsa, Ambas son abominación a YHVH. Ya con sus acciones deja ver el niño, Si su conducta será limpia y recta. El oído que oye y el ojo que ve: Ambas cosas las hizo YHVH. No te aficiones al sueño, No sea que te empobrezcas, Despega tus ojos y te saciarás de pan. Caro, caro, dice el comprador, Pero se marcha restregándose las manos. Está el oro y multitud de rubíes, Pero los labios sabios son una joya preciosa. Quítale el vestido a quien sale fiador de un extraño, Y toma prendas del que se obliga por la extraña. Dulce es al hombre el pan de la falsedad, Pero cuando haya llenado su boca, se convertirá en cascajo. Sopesa los planes mediante el consejo, Y con sabias direcciones haz la guerra. Quien descubre secretos levanta calumnia, No frecuentes, pues, al que abre mucho la boca. Al que insulte a su padre o a su madre, Se le apagará su lámpara en la más densa oscuridad. Herencia adquirida con rapacidad al comienzo, No será bendita en su fin. No digas, yo me vengaré, Espera a YHVH, y Él te salvará. Las pesas desiguales son abominación a YHVH, Y una balanza con trampa no es buena. De YHVH son los pasos del hombre, ¿Cómo, pues, podrá el hombre entender su camino? Lazo es al hombre hacer apresuradamente un voto, Y después de prometido, pensarlo. El rey sabio avienta a los malvados, Y hace pasar sobre ellos la rueda de trillar. Lámpara de YHVH es el espíritu del hombre, Que escudriña las profundidades del alma. Misericordia y verdad preservan al rey, Y la clemencia sustenta su trono. La gloria de los jóvenes es su fortaleza, Y el esplendor de los ancianos, la cabeza cana. Las heridas y las llagas drenan el mal, Y los golpes llegan a lo íntimo del corazón.
El Libro de Marcos Capítulo 4 el Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:
EL SANTO EVANGELIO SEGÚN
SAN MARCOS
CAPÍTULO 4
(31 d.C.)
LA PARÁBOLA DEL
SEMBRADOR
Y OTRA vez Jesús comenzó a enseñar junto al mar: y se reunió a Él mucha gente, tanto que entrándose Él en un barco, se sentó en el mar (sentado en el barco en el Mar de Galilea); y toda la multitud estaba en tierra junto al mar.
2 Y les enseñaba por Parábolas muchas cosas, y les decía en Su Doctrina (si Él se hubiera quedado en la orilla del mar, los enfermos podrían haberlo tocado y podrían haber sido sanados; pero Su tarea como Siervo era de tratar con el pecado en vez de sus efectos),
3 Oíd (escuchen); he aquí, el sembrador salió a sembrar (esta Parábola es dada en Mateo, cap. 13, y repetida en Lucas, cap. 8, pero redactada un poco diferente; éstas eran ilustraciones tomadas de la vida diaria y del vivir, que la gente entendía. Sin embargo, ellos rara vez entendían Sus Parábolas):
4 Y aconteció, sembrando, que una parte cayó junto al camino, y vinieron las aves del Cielo y la devoraron (la "semilla sembrada" es el Evangelio; las "aves del aire" representan a Satanás y sus poderes demoníacos).
5 Y otra parte cayó en pedregales, donde no tenía mucha tierra; y luego salió, porque no tenía la tierra profunda:
6 Mas salido el sol, se quemó; y por cuanto no tenía raíz, se secó (muchos comienzan con Cristo, pero no duran mucho tiempo; todo esto completamente refuta la doctrina no bíblica de la Seguridad Eterna Incondicional).
7 Y otra parte (la simiente) cayó en espinas, y subieron las espinas, y la ahogaron (las preocupaciones de esta vida, etc.), y no dio fruto.
8 Y otra parte cayó en buena tierra, y dio fruto, que subió y creció; y llevó uno a treinta, y otro a sesenta, y otro a ciento (un ciento por uno, etc.).
9 Entonces les dijo, El que tiene oídos para oír, oiga (aquéllos que "oirían" correctamente, se ocuparían de estas Palabras de Cristo, considerándolas, hasta que de alguna manera la Verdad sería revelada finalmente; el Evangelio está diseñado de esta manera deliberadamente por el Espíritu Santo, a fin de descubrir lo que es insincero).
EL PROPÓSITO DE
LAS PARÁBOLAS
10 Y cuando estuvo solo, Le preguntaron los que estaban cerca de Él con los Doce (posiblemente no menos de cuarenta o cincuenta), sobre la Parábola (lo que ésta significaba).
11 Y les dijo, A vosotros es dado saber el misterio del Reino de Dios (aquéllos que realmente quieren saber): mas a los que están fuera (quienes no tienen deseo alguno de saber), reciben por Parábolas todas las cosas (las Parábolas fueron usadas para rechazar a los simples curiosos, y acercar a los que sinceramente estaban deseosos):
12 Para que viendo, vean y no perciban; y oyendo, oigan y no entiendan; para que no se conviertan, y les sean perdonados los pecados. (La ceguera y la sordera judicial justamente acontecen a aquéllos que no desean ver ni oír; el énfasis está en la persona y no en Dios. Él desea que todos vean y oigan bien.)
13 Y les dijo, ¿No sabéis esta Parábola? (Contiene un reproche apacible. La pregunta como dada por el Señor, indica que ellos deberían haber sabido.) ¿Cómo, pues, entenderéis todas las Parábolas? (La Parábola del Sembrador expone el principio de todas las Parábolas acerca del entendimiento de ellas.)
LA PARÁBOLA DEL
SEMBRADOR
14 El que siembra es el que siembra la Palabra (la Palabra de Dios. Esta "semilla" debe ser sembrada en todo el mundo [Marc. 16:15]).
15 Y estos (los que solamente oyen, pero no reciben) son los de junto al camino, en los que la Palabra es sembrada; pero después que la oyeron, inmediatamente viene Satanás, y quita la Palabra que fue sembrada en sus corazones (la estructura de la oración es que estos individuos no tienen que permitir que Satanás les quite la Palabra).
16 Y asimismo estos (aquéllos que oyen y reciben, pero no tienen durabilidad alguna) son los que son sembrados en pedregales; los que cuando han oído la Palabra, luego la toman con gozo (millones se hunden en esta categoría);
17 Pero no tienen raíz en sí (otra vez, esto es culpa del individuo), antes son temporales (quiere decir que ellos sinceramente Nacieron de Nuevo): cuando llega la tribulación o la persecución por causa de la Palabra (es seguro que ocurrirá), luego se escandalizan (no pueden aguantar la oposición, porque ellos no tienen raíz alguna, que significa que la tierra no estuvo suficientemente preparada).
18 Y estos (empiezan bien, y hasta aguantan por un rato, pero ellos permiten que el mundo los detenga) son los que son sembrados entre espinas; los que oyen la Palabra,
19 Mas los cuidados de este siglo, y el engaño de las riquezas, y las codicias que hay en las otras cosas, entrando, ahogan la Palabra, y se hace infructuosa (significa que ellos manifestaban realmente el fruto por un momento, pero permitieron que las cosas del mundo lo ahogaran, hasta que ellos se volvieron totalmente infructuosos, y perdieron su camino; la Parábola del Sembrador completamente refuta la doctrina no bíblica de la Seguridad Eterna Incondicional, como es obvio aquí).
20 Y estos (aquéllos que oyen, reciben, llevan fruto y siguen llevando fruto para siempre; no permiten que nada los detenga) son los que fueron sembrados en buena tierra (el individuo determina si la tierra es buena o no); los que oyen la Palabra, y la reciben, y hacen fruto, uno a treinta, otro a sesenta, y otro a ciento.
EL EVANGELIO
21 También les dijo, ¿Se trae la antorcha para ser puesta debajo del almud, o debajo de la cama? ¿No es para ser puesta en el candelero? (El Evangelio no debe ser simplemente disfrutado en privado, sino más bien impartido como una lámpara imparte su luz.)
22 Porque no hay nada oculto, que no haya de ser manifestado; ni secreto, que no haya de descubrirse (el Evangelio no está destinado para ser escondido, o guardado en secreto, pero debe ser extendido por todas partes, en todo el mundo).
23 Si alguno tiene oídos para oír, oiga (el Señor hará que el Evangelio sea conocido a todas las Naciones, y todos los que lo oyen serán responsables por lo que oyen).
24 Les dijo también, Mirad lo que oís (no hay excusa alguna para que los Creyentes no oigan correctamente): con la medida que medís, os medirán otros: y será añadido a vosotros los que oís (en la misma proporción a la diligencia dada al Estudio de la Biblia, así la inteligencia espiritual será medida al estudiante).
25 Porque al que tiene, le será dado: y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado (los dones espirituales, si están ejercidos, serán desarrollados; si no, serán perdidos).
LA PARÁBOLA DE LA SEMILLA
26 Decía más, Así es el Reino de Dios, como si un hombre echa simiente en la tierra (la responsabilidad de los Creyentes de extender el Evangelio);
27 Y duerme, y se levanta de noche y de día, y la simiente brota y crece, cómo, él no sabe (la Palabra si es correctamente sembrada, tendrá sin falta, su efecto apropiado).
28 Porque de suyo fructifica la tierra, primero hierba, luego espiga, después grano lleno en la espiga (esta es la Ley del Evangelio en cuanto a "sembrar y cosechar").
29 Y cuando el fruto fuere producido, luego se mete la hoz, porque la cosecha ha llegado (tiene referencia al fin de la época, cuando la Iglesia será llamada para dar cuenta).
LA PARÁBOLA DE LA SEMILLA
DE MOSTAZA
30 Y decía, ¿A qué haremos semejante el Reino de Dios? ¿o con qué Parábola le compararemos? (Tiene la intención de indicar la manera en que Satanás procurará corromper la Palabra de Dios.)
31 Es como el grano de mostaza, que, cuando se siembra en tierra, es la más pequeña de todas las simientes que hay en la tierra (la Iglesia comenzó muy pequeña):
32 Pero después de sembrado, sube, y se hace la mayor de todas las hortalizas, y echa grandes ramas (el Cristianismo es actualmente la religión más grande en la Tierra, que cuenta con casi dos mil millones de adherentes, en una forma u otro); de tal manera que las aves del Cielo puedan morar bajo su sombra (se refiere a la mayor parte del Cristianismo corrompido por Poderes Satánicos como explicado en Mat. 13:19 y Luc. 8:12).
33 Y con muchas tales Parábolas Él les hablaba la Palabra, conforme a lo que podían oír (capaz de entender).
34 Y sin Parábola Él no les hablaba: mas a Sus Discípulos en particular Él declaraba todo (les dio una instrucción ampliada).
JESÚS CALMA LA TEMPESTAD
35 Y les dijo (los Doce) aquel día, cuando fue tarde (se refiere al mismo día que Él enseñaba a la gente por Parábolas), Pasemos al otro lado del mar (se manifiesta como un microcosmo de esta vida presente; las tormentas vienen, y es sólo con Cristo, que podemos llegar a la otra orilla).
36 Y despachando la multitud, Le tomaron como estaba, en el barco (quiere decir que Él estuvo muy cansado, hasta el punto del agotamiento físico; como ser humano, Él se cansó, como nosotros lo hacemos). Y había también con Él otros barquitos (¡se refiere a aquéllos que quisieron estar cerca de Él, lo cual es muy comprensible!).
37 Y se levantó una grande tempestad de viento, y echaba las olas en el barco, de tal manera que ya se llenaba de agua (representa en el sentido espiritual, las tormentas de la vida, que vienen a todas las personas).
38 Y Él estaba en la popa durmiendo sobre un cabezal: y Le despertaron, y Le dicen, ¿Maestro, no tienes cuidado que perecemos? (El Señor había dicho, "déjenos pasar al otro lado." Esto significa que a pesar de la tormenta, o algo más respecto a eso, alcanzarían la otra orilla. La gente de Dios está en el mismo barco con Cristo, y no podemos perecer porque Él no puede perecer. Pero es de esperar las tormentas de oposición porque con seguridad vendrá [Sal. 93].)
39 Y Él levantándose, reprendió al viento, y dijo al mar, Calla, enmudece (el Griego insinúa, "¡Silencio! ¡Cállese!"). Y cesó el viento, y fue hecha grande bonanza (inmediatamente).
40 Y a ellos dijo, ¿Por qué estáis así amedrentados? (Este tipo de miedo, muestra el amor inapropiado [I Jn. 4:18].) ¿Cómo no tenéis fe? (Los Discípulos habían aceptado Su Oficio como el Mesías, pero tenían el concepto más inadecuado de lo que aquel Oficio incluía.)
41 Y temieron con gran temor (significa que su temor a Él, era más que el miedo que le tenían a la tormenta), y decían el uno al otro, ¿Quién es Éste, que aun el viento y el mar Le obedecen? (¡Los Discípulos tenían razón! El viento y el mar de veras Le obedecieron, y todas las demás cosas también. ¿Entonces, por qué tendremos miedo?)
Primera Corintios Capítulo 13:
Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.
Hebreos 10:35-12:4
Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida. Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre.
Romanos 8:
Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.
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