24 May 2022

El 24 de mayo Lectura Bíblica Diaria

Sonidos del aire libre

Mensaje de la Cruz de Cristo Jesús-Capítulo-1

El 24 de mayo Lectura Bíblica Diaria:

Job 29-31:
Volvió Job a reanudar su discurso, y dijo: ¡Quién me volviese como en los meses pasados,
Como en los días en que Dios me guardaba, Cuando hacía resplandecer sobre mi cabeza su lámpara,
A cuya luz yo caminaba en la oscuridad; Como fui en los días de mi juventud,
Cuando el favor de Dios velaba sobre mi tienda; Cuando aún estaba conmigo el Omnipotente,
Y mis hijos alrededor de mí; Cuando lavaba yo mis pasos con leche,
Y la piedra me derramaba ríos de aceite! Cuando yo salía a la puerta a juicio,
Y en la plaza hacía preparar mi asiento, Los jóvenes me veían, y se escondían;
Y los ancianos se levantaban, y estaban de pie. Los príncipes detenían sus palabras;
Ponían la mano sobre su boca. La voz de los principales se apagaba,
Y su lengua se pegaba a su paladar. Los oídos que me oían me llamaban bienaventurado,
Y los ojos que me veían me daban testimonio, Porque yo libraba al pobre que clamaba,
Y al huérfano que carecía de ayudador. La bendición del que se iba a perder venía sobre mí,
Y al corazón de la viuda yo daba alegría. Me vestía de justicia, y ella me cubría;
Como manto y diadema era mi rectitud. Yo era ojos al ciego,
Y pies al cojo. A los menesterosos era padre,
Y de la causa que no entendía, me informaba con diligencia; Y quebrantaba los colmillos del inicuo,
Y de sus dientes hacía soltar la presa. Decía yo: En mi nido moriré,
Y como arena multiplicaré mis días. Mi raíz estaba abierta junto a las aguas,
Y en mis ramas permanecía el rocío. Mi honra se renovaba en mí,
Y mi arco se fortalecía en mi mano. Me oían, y esperaban,
Y callaban a mi consejo. Tras mi palabra no replicaban,
Y mi razón destilaba sobre ellos. Me esperaban como a la lluvia,
Y abrían su boca como a la lluvia tardía. Si me reía con ellos, no lo creían;
Y no abatían la luz de mi rostro. Calificaba yo el camino de ellos, y me sentaba entre ellos como el jefe;
Y moraba como rey en el ejército,
Como el que consuela a los que lloran.
30 Pero ahora se ríen de mí los más jóvenes que yo,
A cuyos padres yo desdeñara poner con los perros de mi ganado. ¿Y de qué me serviría ni aun la fuerza de sus manos?
No tienen fuerza alguna. Por causa de la pobreza y del hambre andaban solos;
Huían a la soledad, a lugar tenebroso, asolado y desierto. Recogían malvas entre los arbustos,
Y raíces de enebro para calentarse. Eran arrojados de entre las gentes,
Y todos les daban grita como tras el ladrón. Habitaban en las barrancas de los arroyos,
En las cavernas de la tierra, y en las rocas. Bramaban entre las matas,
Y se reunían debajo de los espinos. Hijos de viles, y hombres sin nombre,
Más bajos que la misma tierra. Y ahora yo soy objeto de su burla,
Y les sirvo de refrán. Me abominan, se alejan de mí,
Y aun de mi rostro no detuvieron su saliva. Porque Dios desató su cuerda, y me afligió,
Por eso se desenfrenaron delante de mi rostro. A la mano derecha se levantó el populacho;
Empujaron mis pies,
Y prepararon contra mí caminos de perdición. Mi senda desbarataron,
Se aprovecharon de mi quebrantamiento,
Y contra ellos no hubo ayudador. Vinieron como por portillo ancho,
Se revolvieron sobre mi calamidad. Se han revuelto turbaciones sobre mí;
Combatieron como viento mi honor,
Y mi prosperidad pasó como nube. Y ahora mi alma está derramada en mí;
Días de aflicción se apoderan de mí. La noche taladra mis huesos,
Y los dolores que me roen no reposan. La violencia deforma mi vestidura; me ciñe como el cuello de mi túnica. El me derribó en el lodo,
Y soy semejante al polvo y a la ceniza. Clamo a ti, y no me oyes;
Me presento, y no me atiendes. Te has vuelto cruel para mí;
Con el poder de tu mano me persigues. Me alzaste sobre el viento, me hiciste cabalgar en él,
Y disolviste mi sustancia. Porque yo sé que me conduces a la muerte,
Y a la casa determinada a todo viviente. Mas él no extenderá la mano contra el sepulcro;
¿Clamarán los sepultados cuando él los quebrantare? ¿No lloré yo al afligido?
Y mi alma, ¿no se entristeció sobre el menesteroso? Cuando esperaba yo el bien, entonces vino el mal;
Y cuando esperaba luz, vino la oscuridad. Mis entrañas se agitan, y no reposan;
Días de aflicción me han sobrecogido. Ando ennegrecido, y no por el sol;
Me he levantado en la congregación, y clamado. He venido a ser hermano de chacales,
Y compañero de avestruces. Mi piel se ha ennegrecido y se me cae,
Y mis huesos arden de calor. Se ha cambiado mi arpa en luto,
Y mi flauta en voz de lamentadores.
31 Hice pacto con mis ojos;
¿Cómo, pues, había yo de mirar a una virgen? Porque ¿qué galardón me daría de arriba Dios,
Y qué heredad el Omnipotente desde las alturas? ¿No hay quebrantamiento para el impío,
Y extrañamiento para los que hacen iniquidad? ¿No ve él mis caminos,
Y cuenta todos mis pasos? Si anduve con mentira,
Y si mi pie se apresuró a engaño, Péseme Dios en balanzas de justicia,
Y conocerá mi integridad. Si mis pasos se apartaron del camino,
Si mi corazón se fue tras mis ojos,
Y si algo se pegó a mis manos, Siembre yo, y otro coma,
Y sea arrancada mi siembra. Si fue mi corazón engañado acerca de mujer,
Y si estuve acechando a la puerta de mi prójimo, Muela para otro mi mujer,
Y sobre ella otros se encorven. Porque es maldad e iniquidad
Que han de castigar los jueces. Porque es fuego que devoraría hasta el Abadón,
Y consumiría toda mi hacienda. Si hubiera tenido en poco el derecho de mi siervo y de mi sierva,
Cuando ellos contendían conmigo, ¿Qué haría yo cuando Dios se levantase?
Y cuando él preguntara, ¿qué le respondería yo? El que en el vientre me hizo a mí, ¿no lo hizo a él?
¿Y no nos dispuso uno mismo en la matriz? Si estorbé el contento de los pobres,
E hice desfallecer los ojos de la viuda; Si comí mi bocado solo,
Y no comió de él el huérfano (Porque desde mi juventud creció conmigo como con un padre,
Y desde el vientre de mi madre fui guía de la viuda); Si he visto que pereciera alguno sin vestido,
Y al menesteroso sin abrigo; Si no me bendijeron sus lomos,
Y del vellón de mis ovejas se calentaron; Si alcé contra el huérfano mi mano,
Aunque viese que me ayudaran en la puerta; Mi espalda se caiga de mi hombro,
Y el hueso de mi brazo sea quebrado. Porque temí el castigo de Dios,
Contra cuya majestad yo no tendría poder. Si puse en el oro mi esperanza,
Y dije al oro: Mi confianza eres tú; Si me alegré de que mis riquezas se multiplicasen,
Y de que mi mano hallase mucho; Si he mirado al sol cuando resplandecía,
O a la luna cuando iba hermosa, Y mi corazón se engañó en secreto,
Y mi boca besó mi mano; Esto también sería maldad juzgada;
Porque habría negado al Dios soberano. Si me alegré en el quebrantamiento del que me aborrecía,
Y me regocijé cuando le halló el mal (Ni aun entregué al pecado mi lengua,
Pidiendo maldición para su alma); Si mis siervos no decían:
¿Quién no se ha saciado de su carne? (El forastero no pasaba fuera la noche;
Mis puertas abría al caminante); Si encubrí como hombre mis transgresiones,
Escondiendo en mi seno mi iniquidad, Porque tuve temor de la gran multitud,
Y el menosprecio de las familias me atemorizó,
Y callé, y no salí de mi puerta; ¡Quién me diera quien me oyese!
He aquí mi confianza es que el Omnipotente testificará por mí,
Aunque mi adversario me forme proceso. Ciertamente yo lo llevaría sobre mi hombro,
Y me lo ceñiría como una corona. Yo le contaría el número de mis pasos,
Y como príncipe me presentaría ante él. Si mi tierra clama contra mí,
Y lloran todos sus surcos; Si comí su sustancia sin dinero,
O afligí el alma de sus dueños, En lugar de trigo me nazcan abrojos,
Y espinos en lugar de cebada.
Aquí terminan las palabras de Job.


Salmo 11:
En el Señor hallo refugio. ¿Cómo, pues, se atreven a decirme: "Huye al monte, como las aves"? Vean cómo tensan sus arcos los malvados: preparan las flechas sobre la cuerda para disparar desde las sombras contra los rectos de corazón. Cuando los fundamentos son destruidos, ¿qué le queda al justo? El Señor está en su santo templo, en los cielos tiene el Señor su trono, y atentamente observa al ser humano; con sus propios ojos lo examina. El Señor examina a justos y a malvados, y aborrece a los que aman la violencia. Hará llover sobre los malvados ardientes brasas y candente azufre; ¡un viento abrasador será su suerte! Justo es el Señor, y ama la justicia; por eso los íntegros contemplarán su rostro.


Proverbios 5:
Hijo mío, pon atención a mi sabiduría y presta oído a mi buen juicio, para que al hablar mantengas la discreción y retengas el conocimiento. De los labios de la adúltera fluye miel; su lengua es más suave que el aceite. Pero al fin resulta más amarga que la hiel y más cortante que una espada de dos filos. Sus pies descienden hasta la muerte; sus pasos van derecho al sepulcro. No toma ella en cuenta el camino de la vida; sus sendas son torcidas, y ella no lo reconoce. Pues bien, hijo mío, préstame atención y no te apartes de mis palabras. Aléjate de la adúltera; no te acerques a la puerta de su casa, para que no entregues a otros tu vigor, ni tus años a gente cruel; para que no sacies con tu fuerza a gente extraña, ni vayan a dar en casa ajena tus esfuerzos. Porque al final acabarás por llorar, cuando todo tu ser se haya consumido. Y dirás: "¡Cómo pude aborrecer la corrección! ¡Cómo pudo mi corazón despreciar la disciplina! No atendí a la voz de mis maestros, ni presté oído a mis instructores. Ahora estoy al borde de la ruina, en medio de toda la comunidad." Bebe el agua de tu propio pozo, el agua que fluye de tu propio manantial. ¿Habrán de derramarse tus fuentes por las calles y tus corrientes de aguas por las plazas públicas? Son tuyas, solamente tuyas, y no para que las compartas con extraños. ¡Bendita sea tu fuente! ¡Goza con la esposa de tu juventud! Es una gacela amorosa, es una cervatilla encantadora. ¡Que sus pechos te satisfagan siempre! ¡Que su amor te cautive todo el tiempo! ¿Por qué, hijo mío, dejarte cautivar por una adúltera? ¿Por qué abrazarte al pecho de la mujer ajena? Nuestros caminos están a la vista del Señor; él examina todas nuestras sendas. Al malvado lo atrapan sus malas obras; las cuerdas de su pecado lo aprisionan. Morirá por su falta de disciplina; perecerá por su gran insensatez.


El Libro de I Tesalonicenses Capítulo 3 del Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:



LA PRIMERA EPÍSTOLA DEL APÓSTOL PABLO A LOS
TESALONISENSES



CAPÍTULO 3
(54 d.C.)
TIMOTEO



POR lo cual, no pudiendo esperar más (Pablo deseando saber la situación espiritual en Tesalónica), acordamos quedarnos solos en Atenas (Timoteo devuelto a Tesalónica, no hay mención de Silas);
2 Y enviamos a Timoteo, nuestro Hermano, y Ministro de Dios, y colaborador nuestro en el Evangelio de Cristo, a confirmaros (los Tesalonicenses requerían más instrucción, por eso Timoteo fue enviado para desempeñar la tarea) y exhortaros en vuestra Fe (estímulo y aliento para fortalecerlos a tener ánimo):
3 Para que nadie se conmueva por estas tribulaciones (se refiere al hecho de que no debemos permitir que estas cosas nos desalienten ni nos entorpezcan): porque vosotros sabéis que nosotros somos puestos para esto. (Estamos designados a las aflicciones debido a que Satanás se  opone al Evangelio.)
4 Que aun estando con vosotros, os predecíamos que habíamos de pasar tribulaciones (la Fe colocada totalmente en la Cruz de Cristo trae oposición tanto del mundo como de la Iglesia, pero sobre todo de la Iglesia), como ha acontecido, y sabéis (quiere decir que la tribulación es inevitable).
5 Por lo cual (se refiere a la persecución y su reacción), también yo, no esperando más (presenta al Apóstol que seguía repitiendo lo que ya había mencionado en los Versículos 1 y 2 para dar más énfasis), he enviado a reconocer vuestra fe (que su Fe permanezca firme en la Cruz), no sea que os haya tentado el tentador, y que nuestro trabajo haya sido en vano. (Los inducían a mover su Fe a otra cosa que no fuera la Cruz, lo que resultaría en la destrucción espiritual.)
EL INFORME
6 Empero volviendo de vosotros a nosotros Timoteo (se refiere a Timoteo que viene de Tesalónica a Corinto, donde Pablo ya se encontraba), y haciéndonos saber vuestra fe y amor (un informe excelente sobre su Fe y Amor), y que siempre tenéis buena memoria de nosotros, deseando vernos, como también nosotros a vosotros (los Tesalonicenses no se habían desviados de Pablo por los falsos maestros):
7 En ello, Hermanos, recibimos consolación de vosotros en toda nuestra necesidad y aflicción por causa de vuestra Fe (el Apóstol se sentía muy animado al saber que la Fe de ellos permanecía fuerte):
8 Porque ahora vivimos (son consolados), si vosotros estáis firmes en el Señor. (Niéguese a permitir que su Fe sea removida de la Cruz hacia otras cosas.)
9 Por lo cual, ¿qué acción de gracias podremos dar a Dios por vosotros (en esencia, dice, "¡Cómo podemos agradecer a nuestro Dios por ustedes!"), por todo el gozo con que nos gozamos a causa de vosotros delante de nuestro Dios (lo que produce gozo en el corazón del Apóstol es el éxito en la Obra de Dios, lo cual es el Crecimiento Espiritual de estos Creyentes);
10 Orando de noche y de día con gran insistencia, que veamos vuestro rostro (tiene que ver con el deseo del Apóstol de visitar una vez más a esta Iglesia incipiente, lo cual tuvo oportunidad más tarde [Hch. 20:1-2]), y que cumplamos lo que falta a vuestra fe? (Fortalecerlos más firmemente en la Cruz, lo que debe ser siempre el Objeto de nuestra Fe.)
LA ORACIÓN DE PABLO
11 Mas El Mismo Dios y Padre nuestro, y el Señor nuestro Jesucristo (la Cruz sola de Cristo ha hecho esta relación posible), encamine nuestro viaje a vosotros (se busca la Voluntad de Dios, y se abrirá camino al manifestar la Voluntad de Dios).
12 Y a vosotros multiplique el Señor, y haga abundar el amor entre vosotros, y para con todos, como es también de nosotros para con vosotros (lo cual resultará cuando la Cruz de Cristo se entienda cada vez más):
13 Para que sean confirmados vuestros corazones (estar libre de culpa ante el Tribunal de Cristo) en Santidad, irreprensibles delante de Dios nuestro Padre (se refiere al hecho de que Dios es el Juez de estas cosas), para la venida de nuestro Señor Jesucristo con todos Sus Santos. (Se refiere al Arrebatamiento de la Iglesia.)



Primera Corintios Capítulo 13:
Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.


Hebreos 10:35-12:4
Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida. Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté,  David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre.


Romanos 8:
Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los  muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.

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