20 August 2017

El 21 de agosto Lectura Bíblica Diaria

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Mensaje de la Cruz de Cristo Jesús-Capítulo-1

El 21 de agosto Lectura Bíblica Diaria:
2 Crónicas 18 a 20:
Josafat se hizo muy rico y famoso, y como había emparentado con Acab, después de algún tiempo fue a visitarlo en Samaria. Allí Acab mató muchas ovejas y vacas para Josafat y sus acompañantes, y lo animó a marchar contra Ramot de Galaad. Acab, rey de Israel, le preguntó a Josafat, rey de Judá: ¿Irías conmigo a pelear contra Ramot de Galaad? Josafat le respondió: Estoy a tu disposición, lo mismo que mi pueblo. Iremos contigo a la guerra. Pero antes que nada, consultemos al Señor añadió. Así que el rey de Israel reunió a los cuatrocientos profetas, y les preguntó: ¿Debemos ir a la guerra contra Ramot de Galaad, o no? Vaya, Su Majestad contestaron ellos, porque Dios la entregará en sus manos. Pero Josafat inquirió: ¿No hay aquí un profeta del Señor a quien podamos consultar? El rey de Israel le respondió: Todavía hay alguien por medio de quien podemos consultar al Señor, pero me cae muy mal porque nunca me profetiza nada bueno; sólo me anuncia desastres. Se trata de Micaías hijo de Imlá. No digas eso replicó Josafat. Entonces el rey de Israel llamó a uno de sus funcionarios y le ordenó: ¡Traigan de inmediato a Micaías hijo de Imlá! El rey de Israel, y Josafat, rey de Judá, vestidos con sus vestiduras reales y sentados en sus respectivos tronos, estaban en la plaza a la entrada de Samaria, con todos los que profetizaban en su presencia. Sedequías hijo de Quenaná, que se había hecho unos cuernos de hierro, anunció: "Así dice el Señor: Con estos cuernos atacarás a los sirios hasta aniquilarlos. " Y los demás profetas vaticinaban lo mismo. "Ataque Su Majestad a Ramot de Galaad, y vencerá, porque el Señor la entregará en sus manos." Ahora bien, el mensajero que había ido a llamar a Micaías le advirtió: Mira, los demás profetas a una voz predicen el éxito del rey. Habla favorablemente, para que tu mensaje concuerde con el de ellos. Pero Micaías repuso: Tan cierto como que el Señor vive, te juro que yo le anunciaré al rey lo que Dios me diga. Cuando compareció ante el rey, éste le preguntó: Micaías, ¿debemos ir a la guerra contra Ramot de Galaad, o no? Ataquen y vencerán contestó él, porque les será entregada. El rey le reclamó: ¿Cuántas veces debo hacerte jurar que no me digas nada más que la verdad en el nombre del Señor? Ante esto, Micaías concedió: Vi a todo Israel esparcido por las colinas, como ovejas sin pastor. Y el Señor dijo: Esta gente no tiene amo. ¡Que cada cual se vaya a su casa en paz! El rey de Israel le dijo a Josafat: ¿No te dije que jamás me profetiza nada bueno, y que sólo me anuncia desastres? Micaías prosiguió: Por lo tanto, oigan la palabra del Señor: Vi al Señor sentado en su trono con todo el ejército del cielo alrededor de él, a su derecha y a su izquierda. Y el Señor dijo: ¿Quién seducirá a Acab, rey de Israel, para que ataque a Ramot de Galaad y vaya a morir allí? Uno sugería una cosa, y otro sugería otra. Por último, un espíritu se adelantó, se puso delante del Señor y dijo: Yo lo seduciré. ¿Por qué medios?, preguntó el Señor. Y aquel espíritu respondió: Saldré y seré un espíritu mentiroso en la boca de sus profetas. Entonces el Señor ordenó: Ve y hazlo así, que tendrás éxito en seducirlo. Así que ahora el Señor ha puesto un espíritu mentiroso en la boca de estos profetas de Su Majestad. El Señor ha decretado para usted la calamidad. Al oír esto, Sedequías hijo de Quenaná se levantó y le dio una bofetada a Micaías. ¿Por dónde se fue el espíritu del Señor cuando salió de mí para hablarte? le preguntó. Micaías contestó: Lo sabrás el día en que andes de escondite en escondite. Entonces el rey de Israel ordenó: Tomen a Micaías, y llévenselo a Amón, el gobernador de la ciudad, y a Joás, mi hijo. Díganles que les ordeno echar en la cárcel a ese tipo, y no darle más que pan y agua, hasta que yo regrese sin contratiempos. Micaías manifestó: Si regresas sin contratiempos, el Señor no ha hablado por medio de mí. ¡Tomen nota todos ustedes de lo que estoy diciendo! El rey de Israel, y Josafat, rey de Judá, marcharon juntos contra Ramot de Galaad. Allí el rey de Israel le dijo a Josafat: "Yo entraré a la batalla disfrazado, pero tú te pondrás tus vestiduras reales." Así que el rey de Israel se disfrazó y entró al combate. Pero el rey de *Siria les había ordenado a sus capitanes de los carros de combate: "No luchen contra nadie, grande o pequeño, salvo contra el rey de Israel." Cuando los capitanes de los carros vieron a Josafat, pensaron: "Éste es el rey de Israel." Así que se volvieron para atacarlo; pero Josafat gritó, y Dios el Señor lo ayudó, haciendo que se apartaran de él. Entonces los capitanes de los carros vieron que no era el rey de Israel, y dejaron de perseguirlo. Sin embargo, alguien disparó su arco al azar e hirió al rey de Israel entre las piezas de su armadura. El rey le ordenó al que conducía su carro: "Da la vuelta y sácame del campo de batalla, pues me han herido." Todo el día arreció la batalla, y al rey de Israel se le mantuvo de pie en su carro frente a los sirios, hasta el atardecer, y murió al ponerse el sol. Cuando Josafat, rey de Judá, regresó sin ningún contratiempo a su palacio en Jerusalén, el vidente Jehú hijo de Jananí fue a visitarlo y le dijo: "¿Cómo te atreviste a ayudar a los malvados, haciendo alianza con los enemigos del Señor? Por haber hecho eso, la ira del Señor ha caído sobre ti. Pero hay cosas buenas a tu favor, pues has quitado del país las imágenes de la diosa Aserá, y has buscado a Dios de todo corazón." Josafat se estableció en Jerusalén, pero volvió a visitar al pueblo, desde Berseba hasta los montes de Efraín, para hacerlo volver al Señor, Dios de sus antepasados. En cada una de las ciudades fortificadas de Judá nombró jueces y les advirtió: "Tengan mucho cuidado con lo que hacen, pues su autoridad no proviene de un hombre, sino del Señor, que estará con ustedes cuando impartan justicia. Por eso, teman al Señor y tengan cuidado con lo que hacen, porque el Señor nuestro Dios no admite la injusticia ni la parcialidad ni el soborno." En Jerusalén, Josafat designó también a levitas, sacerdotes y jefes de las familias patriarcales de Israel, para que administraran la ley del Señor y resolvieran pleitos. Éstos vivían en Jerusalén. Josafat les ordenó: "Ustedes actuarán con fidelidad e integridad, bajo el temor del Señor. Cuando sus compatriotas vengan de las ciudades y sometan al juicio de ustedes casos de violencia, o algún otro asunto concerniente a la ley, los mandamientos, los estatutos y los juicios, ustedes les advertirán que no pequen contra el Señor, para que su ira no caiga sobre ustedes y sobre ellos. Si así lo hacen, no serán culpables. "El sumo sacerdote Amarías los orientará en todo asunto de carácter religioso, mientras que Zebadías hijo de Ismael, que es el jefe de la tribu de Judá, lo hará en todo asunto de carácter civil. También los levitas estarán al servicio de ustedes. ¡Anímense, y manos a la obra! El Señor estará con los que actúen bien." Después de esto, los moabitas, los amonitas y algunos de los meunitas le declararon la guerra a Josafat, y alguien fue a informarle: "Del otro lado del Mar Muerto y de Edom viene contra ti una gran multitud. Ahora están en Jazezón Tamar, es decir, en Engadi." Atemorizado, Josafat decidió consultar al Señor y proclamó un ayuno en todo Judá. Los habitantes de todas las ciudades de Judá llegaron para pedir juntos la ayuda del Señor. En el templo del Señor, frente al atrio nuevo, Josafat se puso de pie ante la asamblea de Judá y de Jerusalén, y dijo: "Señor, Dios de nuestros antepasados, ¿no eres tú el Dios del cielo, y el que gobierna a todas las naciones? ¡Es tal tu fuerza y tu poder que no hay quien pueda resistirte! ¿No fuiste tú, Dios nuestro, quien a los ojos de tu pueblo Israel expulsó a los habitantes de esta tierra? ¿Y no fuiste tú quien les dio para siempre esta tierra a los descendientes de tu amigo Abraham? Ellos la habitaron y construyeron un santuario en tu honor, diciendo: Cuando nos sobrevenga una calamidad, o un castigo por medio de la espada, o la peste o el hambre, si nos congregamos ante ti, en este templo donde habitas, y clamamos a ti en medio de nuestra aflicción, tú nos escucharás y nos salvarás. "Cuando Israel salió de Egipto, tú no le permitiste que invadiera a los amonitas, ni a los moabitas ni a los del monte de Seír, sino que lo enviaste por otro camino para que no destruyera a esas naciones. ¡Mira cómo nos pagan ahora, viniendo a arrojarnos de la tierra que tú nos diste como herencia! Dios nuestro, ¿acaso no vas a dictar sentencia contra ellos? Nosotros no podemos oponernos a esa gran multitud que viene a atacarnos. ¡No sabemos qué hacer! ¡En ti hemos puesto nuestra esperanza!" Todos los hombres de Judá estaban de pie delante del Señor, junto con sus mujeres y sus hijos, aun los más pequeños. Entonces el Espíritu del Señor vino sobre Jahaziel, hijo de Zacarías y descendiente en línea directa de Benaías, Jeyel y Matanías. Este último era un levita de los hijos de Asaf que se encontraba en la asamblea. Y dijo Jahaziel: "Escuchen, habitantes de Judá y de Jerusalén, y escuche también Su Majestad. Así dice el Señor: No tengan miedo ni se acobarden cuando vean ese gran ejército, porque la batalla no es de ustedes sino mía. Mañana, cuando ellos suban por la cuesta de Sis, ustedes saldrán contra ellos y los encontrarán junto al arroyo, frente al desierto de Jeruel. Pero ustedes no tendrán que intervenir en esta batalla. Simplemente, quédense quietos en sus puestos, para que vean la salvación que el Señor les dará. ¡Habitantes de Judá y de Jerusalén, no tengan miedo ni se acobarden! Salgan mañana contra ellos, porque yo, el Señor, estaré con ustedes. " Josafat y todos los habitantes de Judá y de Jerusalén se postraron rostro en tierra y adoraron al Señor, y los levitas de los hijos de Coat y de Coré se pusieron de pie para alabar al Señor a voz en cuello. Al día siguiente, madrugaron y fueron al desierto de Tecoa. Mientras avanzaban, Josafat se detuvo y dijo: "Habitantes de Judá y de Jerusalén, escúchenme: ¡Confíen en el Señor, y serán librados! ¡Confíen en sus profetas, y tendrán éxito!" Después de consultar con el pueblo, Josafat designó a los que irían al frente del ejército para cantar al Señor y alabar el esplendor de su santidad con el cántico: "Den gracias al Señor; su gran amor perdura para siempre." Tan pronto como empezaron a entonar este cántico de alabanza, el Señor puso emboscadas contra los amonitas, los moabitas y los del monte de Seír que habían venido contra Judá, y los derrotó. De hecho, los amonitas y los moabitas atacaron a los habitantes de los montes de Seír y los mataron hasta aniquilarlos. Luego de exterminar a los habitantes de Seír, ellos mismos se atacaron y se mataron unos a otros. Cuando los hombres de Judá llegaron a la torre del desierto para ver el gran ejército enemigo, no vieron sino los cadáveres que yacían en tierra. ¡Ninguno había escapado con vida! Entonces Josafat y su gente fueron para apoderarse del botín, y entre los cadáveres encontraron muchas riquezas, vestidos y joyas preciosas. Cada uno se apoderó de todo lo que quiso, hasta más no poder. Era tanto el botín, que tardaron tres días en recogerlo. El cuarto día se congregaron en el valle de Beracá, y alabaron al Señor; por eso llamaron a ese lugar el valle de Beracá, nombre con el que hasta hoy se le conoce. Más tarde, todos los de Judá y Jerusalén, con Josafat a la cabeza, regresaron a Jerusalén llenos de gozo porque el Señor los había librado de sus enemigos. Al llegar, entraron en el templo del Señor al son de arpas, liras y trompetas. Al oír las naciones de la tierra cómo el Señor había peleado contra los enemigos de Israel, el temor de Dios se apoderó de ellas. Por lo tanto, el reinado de Josafat disfrutó de tranquilidad, y Dios le dio paz por todas partes. Josafat tenía treinta y cinco años cuando ascendió al trono de Judá, y reinó en Jerusalén veinticinco años. El nombre de su madre era Azuba hija de Siljí. Siguió el buen ejemplo de su padre Asá y nunca se desvió de él, sino que hizo lo que agrada al Señor. Sin embargo, no se quitaron los santuarios paganos, pues el pueblo aún no se había consagrado al Dios de sus antepasados. Los demás acontecimientos del reinado de Josafat, desde el primero hasta el último, están escritos en las crónicas de Jehú hijo de Jananí, que forman parte del libro de los reyes de Israel. Después de esto, Josafat se alió con el perverso Ocozías, rey de Israel, para construir una flota mercante que iría a Tarsis. Los barcos los hacían en Ezión Guéber. Entonces Eliezer hijo de Dodías, de Maresá, profetizó contra Josafat: "Por haberte aliado con Ocozías, el Señor destruirá lo que estás haciendo." En efecto, los barcos naufragaron y no pudieron ir a Tarsis.


Salmo 101:
Quiero cantar al amor y a la justicia: quiero, Señor, cantarte salmos. Quiero triunfar en el camino de perfección: ¿Cuándo me visitarás? con integridad de corazón. No me pondré como meta nada en que haya perversidad. Las acciones de gente desleal las aborrezco; no tendrán nada que ver conmigo. Alejaré de mí toda intención perversa; no tendrá cabida en mí la maldad. Al que en secreto calumnie a su prójimo, lo haré callar para siempre; al de ojos altivos y corazón soberbio no lo soportaré. Pondré mis ojos en los fieles de la tierra, para que habiten conmigo; sólo estarán a mi servicio los de conducta intachable. Jamás habitará bajo mi techo nadie que practique el engaño; jamás prevalecerá en mi presencia nadie que hable con falsedad. Cada mañana reduciré al silencio a todos los impíos que hay en la tierra; extirparé de la ciudad del Señor a todos los malhechores.


Proverbios 1:
Proverbios de Salomón hijo de David, rey de Israel: para adquirir sabiduría y disciplina; para discernir palabras de inteligencia; para recibir la corrección que dan la prudencia, la rectitud, la justicia y la equidad; para infundir sagacidad en los inexpertos, conocimiento y discreción en los jóvenes. Escuche esto el sabio, y aumente su saber; reciba dirección el entendido, para discernir el proverbio y la parábola, los dichos de los sabios y sus enigmas. El temor del Señor es el principio del conocimiento; los necios desprecian la sabiduría y la disciplina. Hijo mío, escucha las correcciones de tu padre y no abandones las enseñanzas de tu madre. Adornarán tu cabeza como una diadema; adornarán tu cuello como un collar. Hijo mío, si los pecadores quieren engañarte, no vayas con ellos. Éstos te dirán: "¡Ven con nosotros! y démonos el gusto de matar a algún incauto; traguémonos a alguien vivo, como se traga el sepulcro a la gente; devorémoslo entero, como devora la fosa a los muertos. Obtendremos toda clase de riquezas; con el botín llenaremos nuestras casas. Comparte tu suerte con nosotros, y compartiremos contigo lo que obtengamos." ¡Pero no te dejes llevar por ellos, hijo mío! ¡Apártate de sus senderos! Pues corren presurosos a hacer lo malo; ¡tienen prisa por derramar sangre! De nada sirve tender la red a la vista de todos los pájaros, pero aquéllos acechan su propia vida y acabarán por destruirse a sí mismos. Así terminan los que van tras ganancias mal habidas; por éstas perderán la vida. Clama la sabiduría en las calles; en los lugares públicos levanta su voz. Clama en las esquinas de calles transitadas; a la entrada de la ciudad razona: "¿Hasta cuándo, muchachos inexpertos, seguirán aferrados a su inexperiencia? ¿Hasta cuándo, ustedes los insolentes, se complacerán en su insolencia? ¿Hasta cuándo, ustedes los necios, aborrecerán el conocimiento? Respondan a mis reprensiones, y yo les abriré mi corazón; les daré a conocer mis pensamientos. Como ustedes no me atendieron cuando los llamé, ni me hicieron caso cuando les tendí la mano, sino que rechazaron todos mis consejos y no acataron mis reprensiones, ahora yo me burlaré de ustedes cuando caigan en desgracia. cuando les sobrevenga el miedo, cuando el miedo les sobrevenga como una tormenta y la desgracia los arrastre como un torbellino. "Entonces me llamarán, pero no les responderé; me buscarán, pero no me encontrarán. Por cuanto aborrecieron el conocimiento y no quisieron temer al Señor; por cuanto no siguieron mis consejos, sino que rechazaron mis reprensiones, cosecharán el fruto de su conducta, se hartarán con sus propias intrigas; ¡su descarrío e inexperiencia los destruirán, su complacencia y necedad los aniquilarán! Pero el que me obedezca vivirá tranquilo, sosegado y sin temor del mal."




El Libro de Mateo Capítulo 13 del Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:

EL SANTO EVANGELIO SEGÚN
SAN MATEO

CAPÍTULO 13
(31 d.C.)
LA PARÁBOLA DEL
SEMBRADOR

Y AQUEL día (el día en que la enseñanza fue dada como está registrado en el Capítulo anterior) saliendo Jesús de la casa (probablemente la casa de Pedro), se sentó junto al mar (el Mar de Galilea).
2 Y se llegaron a Él grandes multitudes (quisieron que Él les enseñara, Él así lo hizo), y entrándose Él en el barco, se sentó (que era la costumbre de aquella época con respecto a estar sentado cuando le impartía a la gente); y toda la gente estaba a la ribera.
3 Y les habló muchas cosas por Parábolas (una ilustración comparativa, utilizada para explicar una verdad), diciendo, He aquí, el que sembraba salió a sembrar (se trata de una ilustración a la que todos estarían familiarizados);
4 Y sembrando, parte de la semilla (la Palabra de Dios) cayó junto al camino, y vinieron las aves (espíritus demoníacos) y la comieron:
5 Y parte (la semilla) cayó en pedregales, donde no tenía mucha tierra: y nació luego, porque no tenía profundidad de tierra (no tenía fondo):
6 Pero cuando salió el sol, se quemó; y se secó, porque no tenía raíz (debido a no tener profundidad alguna, las persecuciones pronto los causó a quedarse en el camino; todo esto corresponde a la presentación del Evangelio, y como es evidente, refuta totalmente la doctrina de la Seguridad Eterna Incondicional, la cual no está de acuerdo a Las Escrituras).
7 Y parte (la semilla) cayó en espinas; y las espinas crecieron, y la ahogaron (permitieron meter otras cosas y obstaculizar el crecimiento de la Palabra en el corazón):
8 Y parte (la semilla) cayó en buena tierra (tierra receptiva), y dio fruto, cual a ciento, cual a sesenta, y cual a treinta (Jn. 15:1-8).
9 Quien tiene oídos para oír, oiga (quienquiera que escucha es responsable de escuchar, por ejemplo, de obedecer, y será juzgado según corresponde; el secreto de esta primera Parábola es que solamente un cuarto más o menos de los esfuerzos empleados salen bien, y fracasan los otros tres cuartos; la historia subsiguiente demuestra la exactitud de esta profecía).
JESÚS EXPLICA EL MOTIVO
DE HABLAR POR PARÁBOLAS
10 Entonces llegándose los Discípulos, Le dijeron (parece que corresponde a un período más tarde en que estaban solos), ¿Por qué les hablas por Parábolas? (¡Demuestra consternación de su parte!)
11 Y Él respondiendo les dijo (tiene que ver con el método del Señor al tratarse con dos clases distintas de gente, los que realmente desearon saber el Camino de Dios y los que eran nada más que curiosos), Porque a vosotros es concedido saber los misterios del Reino de los Cielos; mas a ellos no es concedido (se manifiestan aquí dos categorías; ¿en cuál categoría está usted?).
12 Porque a cualquiera que tiene (y quiere más), se le dará, y tendrá más (si alguien quiere más Justicia, el Señor quiere darles más Justicia a ellos): pero al que no tiene (no tiene ningún interés para recibir más), aun lo que tiene le será quitado (él no sólo pierde lo que él hubiera podido tener, sino incluso lo que él ya tiene; a los que aceptan la Cruz, tendrán aun más, y los que rechazan la Cruz, perderán todo, incluso lo que ellos tenían previamente).
13 Por eso Yo les hablo por Parábolas (para separar a los que tienen hambre y sed de Justicia de los que no lo tienen): porque viendo no ven; y oyendo no oyen, ni entienden (es decir, no desean ver ni oír ni entender; y por lo tanto, por un juicio justo pierden esta triple capacidad moral).
14 De manera que se cumple en ellos (los que rechazan la Cruz [I Cor. 1:23]) la Profecía de Isaías, que dice, De oído oiréis, y no entenderéis; y viendo veréis, y no percibiréis (una sordera voluntariosa, una ceguera voluntariosa y una torpeza voluntariosa; este Pasaje se repite de una forma u otra unas siete veces en el Nuevo Testamento [Mat. 13:14-15; Marc. 4:12; Luc. 8:10; Jn. 12:39-40; Hch. 28:26-27; Rom. 11:8]):
15 Porque el corazón de este pueblo está engrosado (ésta es la razón de su torpeza espiritual y, por lo tanto, el rechazo de Cristo; el rechazo espiritual o la aceptación comienza en el corazón), y de los oídos oyen pesadamente (escuchaban repetidas veces, y poco actuaban en lo que escucharon, y el Espíritu Santo se retira hasta que pierden incluso lo que han tenido), y de sus ojos guiñan (deliberadamente cerraron sus ojos, aun teniendo en frente las pruebas irrefutables); para que no vean con los ojos, y oigan con los oídos, y del corazón entiendan, y se conviertan, y yo los sane (no recurrieron a Él; si lo hubieran hecho lo más segura es que Él los hubiera sanado moral y espiritualmente; se refiere a los que han aceptado al Señor, pero por varios motivos se quedarán en el Camino; como se dijo antes, esto refuta totalmente la doctrina de la Seguridad Eterna Incondicional que no es según Las Escrituras).
16 Mas bienaventurados vuestros ojos, porque ven: y vuestros oídos, porque oyen (éste es el grupo que tiene ganas de conocer al Señor de una manera aun mejor).
17 Porque de cierto os digo (señala una declaración muy importante), Que muchos Profetas y justos desearon ver lo que veis (lo que Cristo presentó a Israel, pero lo rechazaron), y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron (por contraste, fueron muchos quienes "desearon" ver, oír y entender).
EXPLICACIÓN DE LA
PARÁBOLA DEL SEMBRADOR
18 Oíd pues vosotros la Parábola del que siembra (Cristo ahora lo explicará):
19 Oyendo cualquiera la Palabra del Reino (se refiere a la Palabra de Dios; señala al Camino de Dios contra el camino de Satanás), y no entendiéndola (no se refiere al que no tiene la capacidad de entender, sino al que no tiene ningún deseo de entender), viene el malo (Jesús compara a Satanás con un buitre), y arrebata lo que fue sembrado en su corazón (se refiere a Satanás que se le permite hacer tal cosa por medio de la persona implicada; la culpa no es del Señor ni de Satanás, sino de la persona implicada). Éste es el que fue sembrado junto al camino (las palabras "junto al camino" se refiere al hecho de que el individuo no le da creencia, es decir, "incredulidad").
20 Y el que fue sembrado (la Palabra de Dios) en pedregales (se refiere al segundo grupo), éste es el que oye la Palabra, y luego (inmediatamente) la recibe con gozo (comienzan bien, pero después caen al lado del camino);
21 Mas no tiene raíz en sí (se refiere a los "lugares pedregosos"), antes es temporal (él escucha la Palabra de Dios, la cree y acepta a Cristo; hace todo con alegría; pero entonces algo más sucede): que venida la aflicción o la persecución por la Palabra (que definitivamente sucederá), luego (inmediatamente) se ofende (la ofensa de la Cruz [Gál. 5:11]).
22 Y el que fue sembrado (la Palabra de Dios) en espinas, éste es el que oye la Palabra (él recibe la Palabra; la tierra es fértil y buena con mucha profundidad); pero el afán de este siglo (los caminos de este mundo), y el engaño de las riquezas (engañoso, simplemente porque al adquirirlas hace que la persona crea cosas erróneas), ahogan la Palabra (detiene su crecimiento), y se hace infructuosa (tal persona al final estará perdida [Jn. 15:2, 6]).
23 Mas el que fue sembrado en buena tierra (tierra preparada — tierra arada por el Espíritu de convicción a causa del pecado), éste es el que oye la Palabra (hace esto con muchas ganas) y la entiende (él tenía ganas de entender y el Señor recompensa a tales dándoles aun más entendimiento); y el que lleva fruto (el crecimiento Cristiano), y lleva uno a ciento, y otro a sesenta, y otro a treinta (la idea es que se multiplica cien veces; el Espíritu Santo se esfuerza a aumentar los treinta y los sesenta hasta que lleguen a multiplicarse cien veces [Jn. 15:1-8]).
LA PARÁBOLA DEL TRIGO
Y DE LA CIZAÑA
24 Otra Parábola Él les propuso, diciendo (expresa la segunda Parábola), el Reino de los Cielos es semejante al Hombre (Cristo) que siembra buena semilla (la Palabra de Dios) en su campo (el mundo):
25 Mas durmiendo los hombres (la Iglesia a menudo está dormida), vino Su (el enemigo de Cristo) enemigo (Satanás), y sembró cizaña (apóstatas) entre el trigo (Cristianos genuinos), y se fue (Satanás obra mayormente por medio de Creyentes profesantes).
26 Y cuando la hierba salió (se refiere a la buena semilla que echa raíz, crece y tiene un comienzo saludable), e hizo fruto (se refiere a su propósito previsto), entonces apareció también la cizaña (la Iglesia tiene lo verdadero y lo falso).
27 Y llegándose los siervos del padre de la familia, le dijeron (indica a los que habían ayudado a sembrar la "buena semilla"), Señor, ¿no sembraste buena simiente en tu campo? ¿De dónde pues tiene cizaña? (No se sembró cizaña, entonces, ¿por qué están allí?)
28 Y Él les dijo, Un hombre enemigo ha hecho esto (se refiere a Satanás y a sus ministros [II Cor. 11:13-15]). Y los siervos le dijeron, ¿Quieres pues que vayamos y la recojamos? (¿Deshacerse del campo de la cizaña?)
29 Y Él dijo, No; porque recogiendo la cizaña, arranquéis también con ella el trigo (mientras que la cizaña [doctrina falsa] debía ser precisada, ninguna fuerza debe ser utilizada para arrancarla del campo; pues al hacerlo, destruiría parte del trigo).
30 Dejad crecer juntamente lo uno y lo otro hasta la siega (indica la Primera Resurrección de la Vida): y al tiempo de la siega yo diré a los segadores (se refiere al Señor que llevará a cabo esta tarea tan importante, porque solamente Él tiene la Sabiduría y la Capacidad para hacerlo), Coged primero la cizaña, y atadla en manojos para quemarla (la cizaña se perderá eternamente): mas recoged el trigo en mi alfolí (se refiere a los que estarán en la Primera Resurrección [I Tes. 4:13-18]).
LA PARÁBOLA DEL GRANO
DE MOSTAZA
31 Otra Parábola les propuso, diciendo (la tercera Parábola), El Reino de los Cielos es semejante al grano de mostaza (la Palabra de Dios), que tomándolo (Cristo), alguno lo sembró en su campo (el mundo):
32 El cual a la verdad es la más pequeña de todas las simientes (se trata del humilde inicio del Evangelio de Jesucristo); mas cuando ha crecido (que así está ahora), es la mayor de las hortalizas (el Cristianismo es la fe mayor en la Tierra, con aproximadamente dos mil millones de adherentes), y se hace árbol (un arbusto de mostaza que se convierte en un árbol es anormal), que vienen las aves del Cielo (toda clase de aves, lo que representa toda clase de doctrina) y hacen nidos en sus ramas (así que en conducta y en doctrina, el fracaso de lo que se llama Cristianismo se revela aquí de antemano).
LA PARÁBOLA DE
LA LEVADURA
33 Otra Parábola les dijo (la cuarta); El Reino de los Cielos es semejante a la levadura (expresado invariablemente en Las Escrituras como símbolo del mal), que tomó una mujer (Las Escrituras presentan con frecuencia también a la mujer como agente de la idolatría), y escondió en tres medidas de harina (la comida es la Palabra de Dios), hasta que todo quedó leudo (más cizaña que trigo).
EL EMPLEO DE PARÁBOLAS
POR JESÚS
34 Todo esto habló Jesús por Parábolas a las multitudes (se relaciona solamente con este segmento de Sus Enseñanzas); y sin Parábolas no les hablaba:
35 Para que se cumpliese lo que fue dicho por el Profeta (Asaf [Sal. 78:2]), que dijo, Abriré en Parábolas Mi Boca; rebosaré cosas escondidas desde la fundación del mundo (se refiere a las Verdades que nunca antes se han revelado, pero ya se las dan, no obstante en sombra; como por ejemplo, los Gentiles serán incluidos).
EXPLICACIÓN DE LA PARÁBOLA
DEL TRIGO Y LA CIZAÑA
36 Entonces despedidas las multitudes, Jesús se vino a la casa (Él enseñaba por la ribera del mar, y luego entra en la casa de Pedro): y llegándose a Él Sus Discípulos, Le dijeron, Decláranos la Parábola de la cizaña del campo (una audiencia privada).
37 Y respondiendo Él les dijo, El que siembra la buena semilla (la Palabra de Dios) es el Hijo del Hombre (Cristo es el Señor de la Cosecha);
38 El campo es el mundo (no sólo los Judíos, lo cual en efecto, se refiere a la Iglesia venidera); y la buena semilla son los hijos del Reino (se refiere a los Creyentes verdaderos de la Palabra de Dios), y la cizaña son los hijos del malo (profesan ser hijos del Reino, pero en efecto, eran ministros de Satanás de una forma u otra [II Cor. 11:13-15]);
39 Y el enemigo que la sembró (la semilla mala), es el Diablo; y la siega es el fin del mundo (el fin de la edad; el Juicio); y los segadores son los Ángeles (los Ángeles que regresarán con Cristo y todos los Santos redimidos, en la Segunda Venida [Apoc., cap. 19]).
40 De manera que como es cogida la cizaña (la semilla mala) y quemada al fuego (el Juicio del Gran Trono Blanco [Apoc. 20:11-15]); así será en el fin de este siglo (el fin de esta edad).
41 Enviará el Hijo del Hombre a sus Ángeles, y cogerán de Su Reino (para separar la cizaña del trigo) todos los que sirvan de estorbos, y los que hacen iniquidad (el Juicio del Gran Trono Blanco);
42 Y los echarán en el horno de fuego: allí será el lloro y el crujir de dientes (la Segunda Resurrección de Maldición, es decir, "la Segunda Muerte" [Apoc. 20:11-15]).
43 Entonces (el principio de la Edad del Reino) los Justos resplandecerán como el sol en el Reino de su Padre (la perfecta edad venidera [Apoc., caps. 21-22]). El que tiene oídos para oír, oiga (indica la certidumbre de tal acción).
LA PARÁBOLA DEL TESORO
ESCONDIDO
44 Además (la quinta Parábola), el Reino de los Cielos es semejante al tesoro (el Nuevo Convenio) escondido en el campo (el mundo); el cual hallado (el tesoro es Cristo), el hombre lo encubre, y de gozo de ello va y vende todo lo que tiene, y compra aquel campo (la moraleja es, Cristo vale más que nada en el mundo).
LA PARÁBOLA DE LA PERLA
DE GRAN PRECIO
45 También (la sexta Parábola), el Reino de los Cielos es semejante al hombre mercader, que busca buenas perlas (este hombre es rico, pero no está satisfecho, y con razón; la "Perla" es la única substancia que el hombre no puede perfeccionar; esta Perla representa a Cristo):
46 Quien, al hallar una perla de gran valor (esta perla individual entre muchas perlas, que era la mejor que todas, es decir, "Cristo"), fue y vendió todo lo que tenía, y la compró (esta Perla vale todo, y se requeriría todo para adquirirla).
LA PARÁBOLA DE LA RED
47 Asimismo (la séptima Parábola), el Reino de los Cielos es semejante a la red, que echada en el mar, coge de toda clase de peces (todo tipo de Creyentes llegan a la Iglesia):
48 La cual estando llena (cuando la dispensación de la Iglesia siga su curso; ya está por acabar), la sacaron a la orilla, y sentados, cogieron lo bueno en vasos, y lo malo echaron fuera (la separación de la cizaña y el trigo).
49 Así será al fin del siglo (al final de la edad): saldrán los Ángeles, y apartarán a los malos de entre los justos (los "justos" son los que confían en Cristo y la Cruz),
50 Y los echarán (los malvados) en el horno del fuego (el Juicio del Gran Trono Blanco [Apoc. 20:11-15]): allí será el lloro y el crujir de dientes.
EL DUEÑO DE LA CASA
51 Les dijo Jesús, ¿Habéis entendido todas estas cosas? Ellos responden, Sí, Señor.
52 Y Él les dijo, Por eso todo Escriba (todos los Creyentes aquí se compara con los Escribas, que quiere decir que ellos buscan diligentemente la Palabra de Dios) docto (aptos en la Palabra, lo cual debe ser cierto de todos los Creyentes) en el Reino de los Cielos, es semejante a un padre de familia (posee las llaves del Reino), que saca de su tesoro cosas nuevas y cosas viejas (puede enriquecer a otros sacando de su almacén la Verdad Divina; esa Verdad es tan antigua como el tiempo, por ejemplo, eterno en cuanto a su experiencia, poder y carácter es nueva perpetuamente).
JESÚS RECHAZADO
EN NAZARET
53 Y aconteció, que acabando Jesús estas Parábolas, pasó de allí.
54 Y venido a Su Tierra (Nazaret), les enseñaba en la Sinagoga (Luc. 4:15-30) de ellos, de tal manera que ellos estaban atónitos (quedaron sin habla), y decían, ¿De dónde tiene Éste esta sabiduría, y estas maravillas? (Fue un intento de calumniar a Cristo.)
55 ¿No es Éste el hijo del carpintero? (Ésta era una negación de Su afirmación con respecto al Oficio Mesiánico.) ¿No se llama Su madre María, y Sus hermanos, Santiago, y José, y Simón, y Judas? (Negaban también Su Nacimiento Virginal.)
56 ¿Y no están todas sus hermanas con nosotros? ¿De dónde, pues, tiene este Hombre todas estas cosas? (Si todas estas cosas que decían fueran ciertas, Su familia ya lo hubiera mencionado.)
57 Y se escandalizaban en Él (Lucas dijo que "se llenaron de ira" y lo hubieran matado a Él si hubieran podido hacerlo [Luc. 4:28-30]). Mas Jesús les dijo, No hay Profeta sin honra, sino en su propia tierra, y en su casa (esta frase "en su propia" revela mucho; declara el hecho que Su propia familia no creyó en Él [Jn. 7:5]).
58 Y no hizo allí (en Nazaret) muchas maravillas a causa de la incredulidad de ellos (no Le traerían a los enfermos y a los afligidos; la incredulidad era la razón).


Primera Corintios Capítulo 13:
Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.


Hebreos 10:35-12:4
Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida. Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre.


Romanos 8:
Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.

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