El 17 de Mayo Lectura Bíblica Diaria
El 17 de Mayo Lectura Bíblica Diaria:
Levítico 8 a 10:
El Señor le dijo a Moisés: "Toma a Aarón y a sus hijos, junto con sus vestiduras, el aceite de la unción, el novillo para el sacrificio expiatorio, los dos carneros y el canastillo de los panes sin levadura, y congrega a toda la comunidad a la entrada de la Tienda de reunión." Moisés llevó a cabo la orden del Señor, y congregó a la comunidad a la entrada de la Tienda de reunión. Allí Moisés les dijo: "Esto es lo que el Señor nos ha ordenado hacer." Acto seguido, Moisés hizo que se acercaran Aarón y sus hijos, y los lavó con agua. A Aarón le puso la túnica y se la ciñó con la faja; luego lo cubrió con el manto, y encima le puso el *efod, ciñéndoselo con la cinta del mismo. En seguida, le colocó el pectoral, y sobre éste puso el *urim y el tumim. Por último, le colocó la tiara en la cabeza, y en la parte delantera puso la placa de oro, símbolo de su consagración, tal como el Señor se lo había mandado. Después Moisés tomó el aceite de la unción, y ungió el santuario y todo lo que había en él, para consagrarlos. Siete veces roció el aceite sobre el altar, para ungirlo y consagrarlo junto con el lavamanos y su base, y todos sus utensilios. Luego, para consagrar a Aarón, lo ungió derramando sobre su cabeza el aceite de la unción. Acto seguido, Moisés hizo que los hijos de Aarón se acercaran, y los vistió con las túnicas; se las ciñó con la faja, y les sujetó las mitras, tal como el Señor se lo había mandado. Luego hizo traer el novillo del sacrificio expiatorio, y Aarón y sus hijos pusieron las manos sobre la cabeza del novillo. Después Moisés lo degolló, y tomando un poco de sangre con el dedo, la untó en los cuernos alrededor del altar para *purificarlo. El resto de la sangre la derramó al pie del altar, y así lo consagró e hizo *propiciación por él. Luego Moisés tomó toda la grasa que recubre los intestinos, el lóbulo del hígado, los dos riñones y su grasa, y los quemó en el altar. Pero el resto del novillo, es decir, la piel, la carne y el excremento, lo quemó en el fuego, fuera del campamento, tal como el Señor se lo había mandado. Moisés mandó traer el carnero del *holocausto, y Aarón y sus hijos pusieron las manos sobre la cabeza del carnero. Moisés lo degolló, y derramó la sangre alrededor del altar. Cortó luego el carnero en trozos, y quemó la cabeza, los trozos y el sebo. Lavó con agua los intestinos y las patas, y luego quemó todo el carnero en el altar como holocausto de aroma grato, como ofrenda presentada por fuego al Señor, tal como el Señor se lo había mandado. Después Moisés mandó traer el otro carnero, el del sacrificio de ordenación, y Aarón y sus hijos pusieron las manos sobre la cabeza del carnero. Moisés lo degolló, y tomando un poco de la sangre, se la untó a Aarón en el lóbulo de la oreja derecha, en el pulgar de la mano derecha y en el dedo gordo del pie derecho. Además, hizo que los hijos de Aarón se acercaran, y les untó sangre en el lóbulo de la oreja derecha, en el pulgar de la mano derecha y en el dedo gordo del pie derecho. Luego derramó la sangre alrededor del altar. Tomó la grasa y la cola, y toda la grasa que recubre los intestinos, el lóbulo del hígado, los dos riñones y su grasa, y el muslo derecho, y tomando del canastillo que estaba colocado ante el Señor un pan sin levadura, una oblea y una torta de pan amasada con aceite, lo puso todo sobre la grasa y el muslo derecho. Todo esto lo puso sobre las manos de Aarón y de sus hijos, y Aarón lo ofreció ante el Señor como ofrenda mecida. Después se lo entregaron a Moisés, quien lo quemó en el altar, junto con el holocausto, como un sacrificio de ordenación de aroma grato, como una ofrenda presentada por fuego al Señor. Luego, de la parte de la ofrenda que le pertenecía, Moisés tomó el pecho de la víctima y se lo presentó al Señor como ofrenda mecida, tal como el Señor se lo había mandado. Moisés tomó un poco del aceite de la unción y de la sangre del altar, y roció a Aarón y a sus hijos, junto con sus vestiduras. Así consagró Moisés a Aarón y a sus hijos, junto con sus vestiduras. Luego les dijo Moisés a Aarón y a sus hijos: "Cuezan la carne a la entrada de la Tienda de reunión, y cómanla allí junto con el pan del sacrificio de ordenación, tal como lo ordené cuando dije: Aarón y sus hijos se lo comerán. Quemen después en el fuego el resto de la carne y del pan. Quédense siete días a la entrada de la Tienda de reunión, hasta que se complete el rito de su ordenación, que dura siete días. El Señor mandó que se hiciera propiciación por ustedes, tal como se ha hecho hoy. Así que siete días con sus noches se quedarán a la entrada de la Tienda de reunión, cumpliendo con lo que el Señor ha prescrito, para que no mueran. Así me lo ha mandado el Señor." Y Aarón y sus hijos hicieron todo lo que el Señor había mandado por medio de Moisés. Al octavo día Moisés llamó a Aarón y a sus hijos, y a los ancianos de Israel. A Aarón le dijo: "Toma un becerro para el sacrificio expiatorio y un carnero para el holocausto, ambos sin defecto, y preséntaselos al Señor. Diles después a los israelitas: Traigan un macho cabrío para el sacrificio expiatorio, y un becerro y un cordero para el holocausto, ambos de un año y sin defecto. Traigan también un toro y un carnero para ofrecérselos al Señor como sacrificio de comunión; y traigan una ofrenda de cereal amasada con aceite. El Señor se manifestará hoy ante ustedes. " Los israelitas llevaron hasta la *Tienda de reunión lo que Moisés había mandado; y toda la comunidad se acercó y se quedó de pie ante el Señor. Y Moisés les dijo: "Esto es lo que el Señor les manda hacer, para que la gloria del Señor se manifieste ante ustedes." Después Moisés le dijo a Aarón: "Acércate al altar, y ofrece tu sacrificio expiatorio y tu holocausto. Haz *propiciación por ti y por el pueblo. Presenta la ofrenda por el pueblo y haz propiciación por ellos, tal como el Señor lo ha mandado." Aarón se acercó al altar y degolló el becerro como sacrificio expiatorio por sí mismo. Sus hijos le llevaron la sangre, y él mojó el dedo en la sangre y la untó en los cuernos del altar, derramando luego la sangre al pie del altar. Luego quemó en el altar la grasa, los riñones y el lóbulo del hígado del animal sacrificado, tal como el Señor se lo había mandado a Moisés. La carne y la piel las quemó fuera del campamento. Después Aarón degolló la víctima del holocausto. Sus hijos le llevaron la sangre, y él la derramó alrededor del altar. También le fueron pasando los trozos del animal y la cabeza, y él lo quemó todo en el altar. Lavó los intestinos y las patas, y luego quemó todo esto en el altar, junto con el holocausto. Entonces Aarón presentó la ofrenda del pueblo, es decir, el macho cabrío del sacrificio expiatorio. Lo tomó y lo degolló, ofreciéndolo como sacrificio expiatorio, como hizo con el primero. Luego presentó la víctima del holocausto, la cual sacrificó en la forma prescrita. También presentó la ofrenda de cereal, y tomando un puñado lo quemó en el altar, además del holocausto de la mañana. Después degolló el toro y el carnero como sacrificio de comunión por el pueblo. Sus hijos le llevaron la sangre, y él la derramó alrededor del altar. Pero tomó la grasa del toro y del carnero, es decir, la cola, el sebo que recubre los intestinos, los riñones y el lóbulo del hígado, y lo puso todo sobre el pecho de las víctimas para quemarlo en el altar. Aarón meció ante el Señor el pecho y el muslo derecho de las víctimas. Fue una ofrenda mecida, tal como Moisés se lo había mandado. Aarón levantó las manos hacia el pueblo, y los bendijo. Una vez que terminó de ofrecer el sacrificio expiatorio, el holocausto y el sacrificio de comunión, se retiró del altar. Moisés y Aarón entraron en la Tienda de reunión. Al salir, bendijeron al pueblo, y la gloria del Señor se manifestó a todo el pueblo. De la presencia del Señor salió un fuego, que consumió el holocausto y la grasa que estaban sobre el altar. Al ver esto, todo el pueblo prorrumpió en gritos de júbilo y cayó rostro en tierra. Pero Nadab y Abiú, hijos de Aarón, tomaron cada uno su incensario y, poniendo en ellos fuego e incienso, ofrecieron ante el Señor un fuego que no tenían por qué ofrecer, pues él no se lo había mandado. Entonces salió de la presencia del Señor un fuego que los consumió, y murieron ante él. Moisés le dijo a Aarón: "De esto hablaba el Señor cuando dijo: "Entre los que se acercan a mí manifestaré mi *santidad, y ante todo el pueblo manifestaré mi gloria. " Y Aarón guardó silencio. Moisés mandó llamar a Misael y a Elzafán, hijos de Uziel, tío de Aarón, y les dijo: "Vengan acá y retiren del santuario a sus hermanos. ¡Sáquenlos del campamento!" Ellos se acercaron y, tomándolos por las túnicas, se los llevaron fuera del campamento, tal como Moisés lo había ordenado. Luego Moisés les dijo a Aarón y a sus hijos Eleazar e Itamar: "No anden ustedes con el pelo despeinado, ni se rasguen los vestidos. Así no morirán ustedes ni se irritará el Señor contra toda la comunidad. Sus hermanos israelitas harán duelo por el incendio que produjo el Señor, pero ustedes no vayan a salir de la Tienda de reunión, no sea que mueran, porque el aceite de la unción del Señor está sobre ustedes." Y ellos hicieron lo que Moisés les dijo. El Señor le dijo a Aarón: "Ni tú ni tus hijos deben beber vino ni licor cuando entren en la Tienda de reunión, pues de lo contrario morirán. Éste es un estatuto perpetuo para tus descendientes, para que puedan distinguir entre lo santo y lo profano, y entre lo puro y lo impuro, y puedan también enseñar a los israelitas todos los estatutos que el Señor les ha dado a conocer por medio de Moisés." Moisés le dijo a Aarón, y también a Eleazar e Itamar, los hijos que le quedaban a Aarón: "Tomen el resto de la ofrenda de cereal presentada al Señor, y cómanla sin levadura, junto al altar, porque es sumamente sagrada. Cómanla en un lugar *santo, porque así se me ha mandado. Es un estatuto para ti y para tus hijos con respecto a la ofrenda presentada por fuego al Señor. "Tú y tus hijos e hijas podrán comer también, en un lugar puro, el pecho que es ofrenda mecida y el muslo dado como contribución. Ambos son parte de los sacrificios de comunión de los israelitas, y a ti y a tus hijos se les han dado como estatuto. Tanto el muslo como el pecho serán presentados junto con la ofrenda de la grasa, para ofrecérselos al Señor como ofrenda mecida. Será un estatuto perpetuo para ti y para tus hijos, tal como lo ha mandado el Señor." Moisés pidió con insistencia el macho cabrío del sacrificio expiatorio, pero éste ya había sido quemado en el fuego. Irritado con Eleazar e Itamar, los hijos sobrevivientes de Aarón, les preguntó: ¿Por qué no comieron el sacrificio expiatorio dentro del santuario? Es un sacrificio sumamente sagrado; se les dio para quitar la culpa de la comunidad y hacer propiciación por ellos ante el Señor. Si no se introdujo en el Lugar Santo la sangre del macho cabrío, ustedes debieron haberse comido el animal en el área del santuario, tal como se lo mandé. Entonces Aarón le respondió a Moisés: Hoy mis hijos ofrecieron ante el Señor su sacrificio expiatorio y su holocausto, ¡y es cuando tenía que sucederme semejante desgracia! Si hoy hubiera yo comido del sacrificio expiatorio, ¿le habría parecido correcto al Señor? Al oír esto, Moisés quedó satisfecho con la respuesta.
Salmo 4:
Responde a mi clamor, Dios mío y defensor mío. Dame alivio cuando esté angustiado, apiádate de mí y escucha mi oración. Y ustedes, señores, ¿hasta cuándo cambiarán mi gloria en vergüenza? ¿Hasta cuándo amarán ídolos vanos e irán en pos de lo ilusorio? Selah. Sepan que el Señor honra al que le es fiel; el Señor me escucha cuando lo llamo. Si se enojan, no pequen; en la quietud del descanso nocturno examínense el corazón. Selah. Ofrezcan sacrificios de justicia y confíen en el Señor. Muchos son los que dicen: "¿Quién puede mostrarnos algún bien?" ¡Haz, Señor, que sobre nosotros brille la luz de tu rostro! Tú has hecho que mi corazón rebose de alegría, alegría mayor que la que tienen los que disfrutan de trigo y vino en abundancia. En *paz me acuesto y me duermo, porque sólo tú, Señor, me haces vivir confiado.
Proverbios 29:
El que es reacio a las reprensiones será destruido de repente y sin remedio. Cuando los justos prosperan, el pueblo se alegra; cuando los impíos gobiernan, el pueblo gime. El que ama la sabiduría alegra a su padre; el que frecuenta rameras derrocha su fortuna. Con justicia el rey da estabilidad al país; cuando lo abruma con tributos, lo destruye. El que adula a su prójimo le tiende una trampa. Al malvado lo atrapa su propia maldad, pero el justo puede cantar de alegría. El justo se ocupa de la causa del desvalido; el malvado ni sabe de qué se trata. Los insolentes conmocionan a la ciudad, pero los sabios apaciguan los ánimos. Cuando el sabio entabla pleito contra un necio, aunque se enoje o se ría, nada arreglará. Los asesinos aborrecen a los íntegros, y tratan de matar a los justos. El necio da rienda suelta a su ira, pero el sabio sabe dominarla. Cuando un gobernante se deja llevar por mentiras, todos sus oficiales se corrompen. Algo en común tienen el pobre y el opresor: a los dos el Señor les ha dado la vista. El rey que juzga al pobre según la verdad afirma su trono para siempre. La vara de la disciplina imparte sabiduría, pero el hijo malcriado avergüenza a su madre. Cuando prospera el impío, prospera el pecado, pero los justos presenciarán su caída. Disciplina a tu hijo, y te traerá tranquilidad; te dará muchas satisfacciones. Donde no hay visión, el pueblo se extravía; ¡dichosos los que son obedientes a la ley! No sólo con palabras se corrige al siervo; aunque entienda, no obedecerá. ¿Te has fijado en los que hablan sin pensar? ¡Más se puede esperar de un necio que de gente así! Quien consiente a su criado cuando éste es niño, al final habrá de lamentarlo. El hombre iracundo provoca peleas; el hombre violento multiplica sus crímenes. El altivo será humillado, pero el humilde será enaltecido. El cómplice del ladrón atenta contra sí mismo; aunque esté bajo juramento, no testificará. Temer a los hombres resulta una trampa, pero el que confía en el Señor sale bien librado. Muchos buscan el favor del gobernante, pero la sentencia del hombre la dicta el Señor. Los justos aborrecen a los malvados, y los malvados aborrecen a los justos.
El Libro de Filipenses Capítulo 4 del Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:
LA EPÍSTOLA DEL APÓSTOL PABLO A LOS
FILIPENSES
CAPÍTULO 4
(64 d.C.)
PERMANECED FIRMES
ASÍ que, Hermanos míos amados y deseados (expresa el amor del Apóstol por los Filipenses), gozo y corona mía (Pablo se deleitaba mucho en esta Iglesia), estad así firmes en el Señor, amados (sólo se puede lograr esto al hacer la Cruz el Objeto de su Fe, lo cual le dará luego al Espíritu Santo la libertad de acción para ocasionar tanta victoria).
REGOCIJAOS
2 A Evodia ruego (en algunas versiones fue traducido "Evodias," pero debiera traducirse, "Evodia," como aparece aquí ya que "Evodias" es el nombre de un hombre), y a Síntique exhorto (el Apóstol le ruega a estas damas porque al parecer hubo una ruptura entre ellas, que había afectado la Iglesia entera), que sientan lo mismo en el Señor. (Les hacía falta echar una nueva mirada a la Cruz, que es la respuesta a todo con respecto al Señor.)
3 Asimismo te ruego también a ti, Hermano compañero (no se identifica a este hombre), ayuda a las que lucharon juntamente conmigo en el Evangelio, con Clemente también, y los demás mis colaboradores (ayudaron a resolver el problema), cuyos nombres están en el Libro de la Vida (se refiere a los nombres de los Creyentes inscritos en el Cielo).
4 Gozaos en el Señor siempre (no para todo, sino en todo): otra vez digo, Que os gocéis. (La enseñanza de Pablo acerca del bienestar emocional, es lo siguiente, comenzar a regocijarse en el Señor.)
NO ESTÉIS AFANOSOS
5 Vuestra modestia (estar satisfecho con menos de lo que se merece) sea conocida de todos los hombres (aun de nuestros enemigos). El Señor está cerca (está cercano; en efecto, se refiere al Arrebatamiento).
6 Por nada estéis afanosos (no se preocupen por nada); sino sean notorias vuestras peticiones delante de Dios (se refiere a todas las cosas, material, física y espiritual) en toda oración y ruego (presenta el remedio de la preocupación, lo que es la oración con Fe), con acción de gracias (incluye todo lo que Dios ha hecho por nosotros en el pasado, lo que está haciendo en el presente, y lo que hará en el futuro).
7 Y la Paz de Dios (la Paz que resulta de la Santificación), que sobrepasa todo entendimiento (al margen de la comprensión humana), guardará vuestros corazones y vuestros entendimientos en Cristo Jesús (mediante lo que Cristo hizo en la Cruz).
PENSAD
8 Por lo demás, Hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si alguna alabanza, en esto pensad. (Es posible hacerlo, con tal que la Cruz sea el Objeto de nuestra Fe, lo cual le da luego al Espíritu Santo la libertad de acción para ayudarnos.)
9 Lo que aprendisteis, y recibisteis, y oísteis, y visteis en mí, esto haced (Pablo les había dado el Evangelio de la Cruz, y les había demostrado la Obra de la Cruz en su vida; por lo tanto, tenían la enseñanza correcta y tenían el ejemplo correcto): y el Dios de Paz estará con vosotros. (La Paz que resulta de la Santificación será nuestra, si nuestra Fe está colocada apropiadamente en la Cruz y permanece en la Cruz.)
ACCIÓN DE GRACIAS
10 Mas en gran manera me gocé en el Señor (con respecto al donativo que le habían dado) de que ya al fin ha reflorecido vuestro cuidado de mí (parece que por un período de tiempo, los Filipenses habían dejado de ayudar al Apóstol); de lo cual aun estabais solícitos (la Iglesia en Filipos no se había olvidado de Pablo, pero carecía del medio de hacerle llegar el donativo), pero os faltaba la oportunidad (gracias al Señor, por fin se presentaba la oportunidad).
11 No lo digo por motivo de escasez (no dependía de las comodidades materiales): pues he aprendido a contentarme con lo que tengo (no dependía de las circunstancias externas).
12 Sé estar humillado (seguir regocijándose cuando no haya dinero), y sé tener abundancia (seguir regocijándose cuando haya dinero): en todo y por todo estoy enseñado, así para estar satisfecho como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad. (Todo vendrá tarde o temprano, y lo negativo no es por falta de Fe, sino más bien para que aprendamos sobre la Justicia.)
13 Todo lo puedo (ser humillado o dotado en abundancia) en Cristo que me fortalece (de Quien recibo mi fuerza).
14 Sin embargo, bien hicisteis (no tiene la intención de menospreciar el donativo de la Iglesia de Filipos) que comunicasteis juntamente conmigo en mi tribulación. (Le proporcionaron a las necesidades de Pablo con la ofrenda que ellos le enviaron.)
15 Y sabéis también vosotros, Oh Filipenses, que al principio del Evangelio (se refiere a aquella vez cuando por primera vez Pablo les Predicó la Palabra, hacía casi 10 años), cuando partí de Macedonia, ninguna Iglesia me comunicó en razón de dar y recibir, sino vosotros sólo (los Filipenses siempre habían sido generosos).
16 Porque aun a Tesalónica (cuando recién iniciaba la Iglesia) me enviasteis lo necesario una y dos veces (indica la fidelidad de ellos).
17 No porque busque dádivas (el Apóstol se defendía contra la acusación calumniosa de que usaba el Evangelio como pretexto para ganar dinero): mas busco fruto que abunde en vuestra cuenta. (Dios mantiene cuentas de todo, aun nuestras ofrendas, ya sea en lo que se dio o recibió.)
18 Empero todo lo he recibido, y tengo abundancia: estoy lleno (la ofrenda de los Filipenses fue muy generosa), habiendo recibido de Epafrodito lo que enviasteis (Epafrodito había llevado la ofrenda de Filipos a Roma), olor de suavidad (los olores del Antiguo Testamento de los Sacrificios Levíticos, todos tipifican a Cristo), Sacrificio acepto, agradable a Dios (por aquéllos que dieron ofrendas a Pablo, permitiéndole llevar el Mensaje de la Cruz a los demás, la ofrenda de ellos y las ofrendas en el momento presente, son apreciadas por Dios como parte de la Obra Expiatoria del Sacrificio de Cristo en la Cruz; ¡nada supera a esto!).
19 Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta (el Apóstol le aseguraba a los Filipenses, y a todos los Creyentes también, que no se habían empobrecido al dar generosamente a la causa de Cristo) conforme a Sus riquezas en Gloria (la medida de la suministración será determinada por las riquezas de Dios en la Gloria) en Cristo Jesús (hecho posible por la Cruz).
BENDICIÓN FINAL
20 Al Dios pues y Padre nuestro sea Gloria por los siglos de los siglos. Amén. (Toda la Gloria le corresponde a Dios, ¡y así ha de ser!)
21 Saludad (Acoged) a todos los Santos en Cristo Jesús. Los Hermanos que están conmigo os saludan. (Este saludo, sin duda, incluyó a Timoteo y a otros. No nos dice quiénes eran todos ellos.)
22 Todos los Santos os saludan (se refiere a los Creyentes de la Iglesia en Roma), y mayormente los que son de la casa de César. (La obra notable que Pablo había realizado produjo resultados, aun en los lugares más inverosímiles.)
23 La Gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con todos vosotros (hecho posible por la Cruz). Amén.
Primera Corintios Capítulo 13:
Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.
Hebreos 10:35-12:4
Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida. Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre.
Romanos 8:
Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.
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