El 7 de Mayo Lectura Bíblica Diaria
El 7 de Mayo Lectura Bíblica Diaria:
Éxodo 18 a 20:
Todo lo que Dios había hecho por Moisés y por su pueblo Israel, y la manera como el Señor había sacado a Israel de Egipto, llegó a oídos de Jetro, sacerdote de Madián y suegro de Moisés. Cuando Moisés despidió a Séfora, su esposa, Jetro la recibió a ella y a sus dos hijos. Uno de ellos se llamaba Guersón, porque dijo Moisés: "Soy un extranjero en tierra extraña"; el otro se llamaba Eliezer, porque dijo: "El Dios de mi padre me ayudó y me salvó de la espada del faraón." Jetro fue al desierto para ver a Moisés, que estaba acampando junto a la montaña de Dios. Lo acompañaban la esposa y los hijos de Moisés. Jetro le había avisado: "Yo, tu suegro Jetro, voy a verte. Me acompañan tu esposa y tus dos hijos." Moisés salió al encuentro de su suegro, se inclinó delante de él y lo besó. Luego de intercambiar saludos y desearse lo mejor, entraron en la tienda de campaña. Allí Moisés le contó a su suegro todo lo que el Señor les había hecho al faraón y a los egipcios en favor de Israel, todas las dificultades con que se habían encontrado en el camino, y cómo el Señor los había salvado. Jetro se alegró de saber que el Señor había tratado bien a Israel y lo había rescatado del poder de los egipcios, y exclamó: "¡Alabado sea el Señor, que los salvó a ustedes del poder de los egipcios! ¡Alabado sea el que salvó a los israelitas del poder opresor del faraón! Ahora sé que el Señor es más grande que todos los dioses, por lo que hizo a quienes trataron a Israel con arrogancia." Dicho esto, Jetro le presentó a Dios un holocausto y otros sacrificios, y Aarón y todos los ancianos de Israel se sentaron a comer con el suegro de Moisés en presencia de Dios. Al día siguiente, Moisés ocupó su lugar como juez del pueblo, y los israelitas estuvieron de pie ante Moisés desde la mañana hasta la noche. Cuando su suegro vio cómo procedía Moisés con el pueblo, le dijo: ¡Pero qué es lo que haces con esta gente! ¿Cómo es que sólo tú te sientas, mientras todo este pueblo se queda de pie ante ti desde la mañana hasta la noche? Es que el pueblo viene a verme para consultar a Dios le contestó Moisés. Cuando tienen algún problema, me lo traen a mí para que yo dicte sentencia entre las dos partes. Además, les doy a conocer las leyes y las enseñanzas de Dios. No está bien lo que estás haciendo le respondió su suegro, pues te cansas tú y se cansa la gente que te acompaña. La tarea es demasiado pesada para ti; no la puedes desempeñar tú solo. Oye bien el consejo que voy a darte, y que Dios te ayude. Tú debes representar al pueblo ante Dios y presentarle los problemas que ellos tienen. A ellos los debes instruir en las leyes y en las enseñanzas de Dios, y darles a conocer la conducta que deben llevar y las obligaciones que deben cumplir. Elige tú mismo entre el pueblo hombres capaces y temerosos de Dios, que amen la verdad y aborrezcan las ganancias mal habidas, y desígnalos jefes de mil, de cien, de cincuenta y de diez personas. Serán ellos los que funjan como jueces de tiempo completo, atendiendo los casos sencillos, y los casos difíciles te los traerán a ti. Eso te aligerará la carga, porque te ayudarán a llevarla. Si pones esto en práctica y Dios así te lo ordena, podrás aguantar; el pueblo, por su parte, se irá a casa satisfecho. Moisés atendió a la voz de su suegro y siguió sus sugerencias. Escogió entre todos los israelitas hombres capaces, y los puso al frente de los israelitas como jefes de mil, cien, cincuenta y diez personas. Estos jefes fungían como jueces de tiempo completo, atendiendo los casos sencillos pero remitiendo a Moisés los casos difíciles. Más tarde Moisés despidió a su suegro, quien volvió entonces a su país. Los israelitas llegaron al desierto de Sinaí a los tres meses de haber salido de Egipto. Después de partir de Refidín, se internaron en el desierto de Sinaí, y allí en el desierto acamparon, frente al monte, al cual subió Moisés para encontrarse con Dios. Y desde allí lo llamó el Señor y le dijo: "Anúnciale esto al pueblo de Jacob; declárale esto al pueblo de Israel: Ustedes son testigos de lo que hice con Egipto, y de que los he traído hacia mí como sobre alas de águila. Si ahora ustedes me son del todo obedientes, y cumplen mi pacto, serán mi propiedad exclusiva entre todas las naciones. Aunque toda la tierra me pertenece, ustedes serán para mí un reino de sacerdotes y una nación santa. "Comunícales todo esto a los israelitas." Moisés volvió y convocó a los ancianos del pueblo para exponerles todas estas palabras que el Señor le había ordenado comunicarles, y todo el pueblo respondió a una sola voz: "Cumpliremos con todo lo que el Señor nos ha ordenado." Así que Moisés le llevó al Señor la respuesta del pueblo, y el Señor le dijo: Voy a presentarme ante ti en medio de una densa nube, para que el pueblo me oiga hablar contigo y así tenga siempre confianza en ti. Moisés refirió al Señor lo que el pueblo le había dicho, y el Señor le dijo: Ve y consagra al pueblo hoy y mañana. Diles que laven sus ropas y que se preparen para el tercer día, porque en ese mismo día yo descenderé sobre el monte Sinaí, a la vista de todo el pueblo. Pon un cerco alrededor del monte para que el pueblo no pase. Diles que no suban al monte, y que ni siquiera pongan un pie en él, pues cualquiera que lo toque será condenado a muerte. Sea hombre o animal, no quedará con vida. Quien se atreva a tocarlo, morirá a pedradas o a flechazos. Sólo podrán subir al monte cuando se oiga el toque largo de la trompeta. En cuanto Moisés bajó del monte, consagró al pueblo; ellos, por su parte, lavaron sus ropas. Luego Moisés les dijo: "Prepárense para el tercer día, y absténganse de relaciones sexuales." En la madrugada del tercer día hubo truenos y relámpagos, y una densa nube se posó sobre el monte. Un toque muy fuerte de trompeta puso a temblar a todos los que estaban en el campamento. Entonces Moisés sacó del campamento al pueblo para que fuera a su encuentro con Dios, y ellos se detuvieron al pie del monte Sinaí. El monte estaba cubierto de humo, porque el Señor había descendido sobre él en medio de fuego. Era tanto el humo que salía del monte, que parecía un horno; todo el monte se sacudía violentamente, y el sonido de la trompeta era cada vez más fuerte. Entonces habló Moisés, y Dios le respondió en el trueno. El Señor descendió a la cumbre del monte Sinaí, y desde allí llamó a Moisés para que subiera. Cuando Moisés llegó a la cumbre, el Señor le dijo: Baja y advierte al pueblo que no intenten ir más allá del cerco para verme, no sea que muchos de ellos pierdan la vida. Hasta los sacerdotes que se acercan a mí deben consagrarse; de lo contrario, yo arremeteré contra ellos. Moisés le dijo al Señor: El pueblo no puede subir al monte Sinaí, pues tú mismo nos has advertido: Pon un cerco alrededor del monte, y conságramelo. El Señor le respondió: Baja y dile a Aarón que suba contigo. Pero ni los sacerdotes ni el pueblo deben intentar subir adonde estoy, pues de lo contrario, yo arremeteré contra ellos. Moisés bajó y repitió eso mismo al pueblo. Dios habló, y dio a conocer todos estos mandamientos: "Yo soy el Señor tu Dios. Yo te saqué de Egipto, del país donde eras esclavo. "No tengas otros dioses además de mí. "No te hagas ningún ídolo, ni nada que guarde semejanza con lo que hay arriba en el cielo, ni con lo que hay abajo en la tierra, ni con lo que hay en las aguas debajo de la tierra. No te inclines delante de ellos ni los adores. Yo, el Señor tu Dios, soy un Dios celoso. Cuando los padres son malvados y me odian, yo castigo a sus hijos hasta la tercera y cuarta generación. Por el contrario, cuando me aman y cumplen mis mandamientos, les muestro mi amor por mil generaciones. "No pronuncies el nombre del Señor tu Dios a la ligera. Yo, el Señor, no tendré por inocente a quien se atreva a pronunciar mi nombre a la ligera. "Acuérdate del sábado, para consagrarlo. Trabaja seis días, y haz en ellos todo lo que tengas que hacer, pero el día séptimo será un día de reposo para honrar al Señor tu Dios. No hagas en ese día ningún trabajo, ni tampoco tu hijo, ni tu hija, ni tu esclavo, ni tu esclava, ni tus animales, ni tampoco los extranjeros que vivan en tus ciudades. Acuérdate de que en seis días hizo el Señor los cielos y la tierra, el mar y todo lo que hay en ellos, y que descansó el séptimo día. Por eso el Señor bendijo y consagró el día de reposo. "Honra a tu padre y a tu madre, para que disfrutes de una larga vida en la tierra que te da el Señor tu Dios. "No mates. "No cometas adulterio. "No robes. "No des falso testimonio en contra de tu prójimo. "No codicies la casa de tu prójimo: No codicies su esposa, ni su esclavo, ni su esclava, ni su buey, ni su burro, ni nada que le pertenezca." Ante ese espectáculo de truenos y relámpagos, de sonidos de trompeta y de la montaña envuelta en humo, los israelitas temblaban de miedo y se mantenían a distancia. Así que le suplicaron a Moisés: Háblanos tú, y te escucharemos. Si Dios nos habla, seguramente moriremos. No tengan miedo les respondió Moisés. Dios ha venido a ponerlos a prueba, para que sientan temor de él y no pequen. Entonces Moisés se acercó a la densa oscuridad en la que estaba Dios, pero los israelitas se mantuvieron a distancia. El Señor le ordenó a Moisés: "Diles lo siguiente a los israelitas: Ustedes mismos han oído que les he hablado desde el cielo. No me ofendan; no se hagan dioses de plata o de oro, ni los adoren. Háganme un altar de tierra, y ofrézcanme sobre él sus *holocaustos y sacrificios de comunión, sus ovejas y sus toros. Yo vendré al lugar donde les pida invocar mi nombre, y los bendeciré. Si me hacen un altar de piedra, no lo construyan con piedras labradas, pues las herramientas profanan la piedra. Y no le pongan escalones a mi altar, no sea que al subir se les vean los genitales.
Salmo 144:
Bendito sea el Señor, mi Roca, que adiestra mis manos para la guerra, mis dedos para la batalla. Él es mi Dios amoroso, mi amparo, mi más alto escondite, mi libertador, mi escudo, en quien me refugio. Él es quien pone los pueblos a mis pies. Señor, ¿qué es el mortal para que lo cuides? ¿Qué es el ser humano para que en él pienses? Todo mortal es como un suspiro; sus días son fugaces como una sombra. Abre tus cielos, Señor, y desciende; toca los montes y haz que echen humo. Lanza relámpagos y dispersa al enemigo; dispara tus flechas y ponlo en retirada. Extiende tu mano desde las alturas y sálvame de las aguas tumultuosas; líbrame del poder de gente extraña. Cuando abren la boca, dicen mentiras; cuando levantan su diestra, juran en falso. Te cantaré, oh Dios, un cántico nuevo; con el arpa de diez cuerdas te cantaré salmos. Tú das la victoria a los reyes; a tu siervo David lo libras de la cruenta espada. Ponme a salvo, líbrame del poder de gente extraña. Cuando abren la boca, dicen mentiras; cuando levantan su diestra, juran en falso. Que nuestros hijos, en su juventud, crezcan como plantas frondosas; que sean nuestras hijas como columnas esculpidas para adornar un palacio. Que nuestros graneros se llenen con provisiones de toda especie. Que nuestros rebaños aumenten por millares, por decenas de millares en nuestros campos. Que nuestros bueyes arrastren cargas pesadas; que no haya brechas ni salidas, ni gritos de angustia en nuestras calles. ¡Dichoso el pueblo que recibe todo esto! ¡Dichoso el pueblo cuyo Dios es el Señor!
Proverbios 19:
Más vale pobre e intachable que necio y embustero. El afán sin conocimiento no vale nada; mucho yerra quien mucho corre. La necedad del hombre le hace perder el rumbo, y para colmo se irrita contra el Señor. Con las riquezas aumentan los amigos, pero al pobre hasta su amigo lo abandona. El testigo falso no quedará sin castigo; el que esparce mentiras no saldrá bien librado. Muchos buscan congraciarse con los poderosos; todos son amigos de quienes reparten regalos. Si al pobre lo aborrecen sus parientes, con más razón lo evitan sus amigos. Aunque los busca suplicante, por ninguna parte los encuentra. El que adquiere cordura a sí mismo se ama, y el que retiene el discernimiento prospera. El testigo falso no quedará sin castigo; el que difunde mentiras perecerá. No va bien con el necio vivir entre lujos, y menos con el esclavo gobernar a los príncipes. El buen juicio hace al hombre paciente; su gloria es pasar por alto la ofensa. Rugido de león es la ira del rey; su favor es como rocío sobre el pasto. El hijo necio es la ruina del padre; la mujer pendenciera es gotera constante. La casa y el dinero se heredan de los padres, pero la esposa inteligente es un don del Señor. La pereza conduce al sueño profundo; el holgazán pasará hambre. El que cumple el mandamiento cumple consigo mismo; el que descuida su conducta morirá. Servir al pobre es hacerle un préstamo al Señor; Dios pagará esas buenas acciones. Corrige a tu hijo mientras aún hay esperanza; no te hagas cómplice de su muerte. El iracundo tendrá que afrontar el castigo; el que intente disuadirlo aumentará su enojo. Atiende al consejo y acepta la corrección, y llegarás a ser sabio. El corazón humano genera muchos proyectos, pero al final prevalecen los designios del Señor. De todo hombre se espera lealtad. Más vale ser pobre que mentiroso. El temor del Señor conduce a la vida; da un sueño tranquilo y evita los problemas. El perezoso mete la mano en el plato, pero es incapaz de llevarse el bocado a la boca. Golpea al insolente, y se hará prudente el inexperto; reprende al entendido, y ganará en conocimiento. El que roba a su padre y echa a la calle a su madre es un hijo infame y sinvergüenza. Hijo mío, si dejas de atender a la corrección, te apartarás de las palabras del saber. El testigo corrupto se burla de la justicia, y la boca del malvado engulle maldad. El castigo se dispuso para los insolentes, y los azotes para la espalda de los necios.
El Libro de Gálatas Capítulo 6 del Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:
LA EPÍSTOLA DEL APÓSTOL PABLO A LOS
GÁLATAS
CAPÍTULO 6
(58 d.C.)
RESTAURACIÓN
HERMANOS, si alguno fuere tomado en alguna falta (el fracaso moral, y se efectúa cuando por ignorancia la persona se coloca bajo la Ley; tal posición garantiza el fracaso), vosotros que sois espirituales (aquéllos que entienden el Orden Prescrito de Dios de Victoria, que es la Cruz), restaurad al tal (dígale que fracasó porque volvió a la Ley, y que la victoria puede ser suya al poner su Fe totalmente en la Cruz, lo cual entonces da libertad de acción al Espíritu Santo para obrar, Quien Solo puede dar la Victoria) con el espíritu de mansedumbre (nunca con una actitud prepotente y superior que diga "soy más Santo que usted"); considerándote a ti mismo, para que tú no seas también tentado (la implicación es que si no tratamos tal caso Bíblicamente, entonces abrimos la puerta a Satanás para que nos ataque de la misma manera como le hizo fracasar al hermano).
2 Sobrellevad los unos las cargas de los otros (compartir el dolor y la pena de alguien que ha fracasado espiritualmente), y cumplid así la Ley de Cristo (¡lo cual es Amor!).
3 Porque el que se estima que es algo importante, no siendo nada (se refiere al Creyente quien se pone a sí mismo por encima del que ha fracasado en sus propios ojos), a sí mismo se engaña. (Demuestra a alguien que tiene la idea vanidosa de que él es superior moral y espiritualmente de lo que es en realidad.)
4 Así que cada uno examine su obra (poner a prueba su Fe en la Cruz con motivo de obtener aprobación, que se hace por ver cómo obedece la Palabra del Señor), y entonces tendrá gloria sólo respecto de sí mismo (el hombre espiritual se ve a sí mismo como es en realidad, totalmente dependiendo en Cristo y la Cruz), y no en otro. (Por lo tanto, no se regocija en el fracaso de otra persona.)
5 Porque cada cual llevará su propia carga. (Cuando el Creyente se da cuenta de sus propios fracasos, lo cual le ocurre a todos, no estará propenso a compararse con los demás, por lo menos en cuanto a una posición superior.)
6 Y el que es enseñado en la Palabra (se refiere al acto de recibir instrucción), comunique en todos los bienes al que lo instruye. (No le pongamos más cargas al Maestro llamado de Dios obstaculizándole de alguna manera, sino más bien animándole.)
DOS DESTINOS
7 No os engañéis (se refiere al hecho de que un Creyente definitivamente puede ser engañado; ante todo Pablo está hablando de Creyentes que permiten a los falsos maestros trasladar su Fe de la Cruz a otras cosas); Dios no puede ser burlado (Dios, de hecho, es burlado cuando sustituimos algo en lugar de la Cruz): que todo lo que el hombre sembrare, eso también cosechará (la Ley de sembrar y cosechar, que infaliblemente se cumplirá).
8 Porque el que siembra para su carne, de la carne cosechará corrupción (aquéllos que hacen de otra cosa el Objeto de su Fe, en vez de la Cruz, quiere decir que ya dependen de su propia obstinación); mas el que siembra para el Espíritu (lo hace por confiar exclusivamente en Cristo y lo que Cristo hizo en la Cruz), del Espíritu cosechará vida eterna (el Orden Prescrito de Dios de Victoria).
GLORIFICAR A DIOS
9 No nos cansemos, pues, de hacer bien (Pablo continúa instruyendo acerca de "sembrar para el Espíritu"): que a su tiempo cosecharemos (en el tiempo de Dios, definitivamente, nuestra Fe en Cristo y la Cruz no estará sin recompensa, mas producirá exactamente lo que el Señor ha Prometido), si no hubiéremos desmayado. (Muchos comienzan la carrera, pero no terminan. Se rinden después de poco tiempo, exclamando que la Cruz no funciona. ¡Que quede bien claro, nosotros podemos fallar, pero la Cruz nunca falla!)
10 Así que, entre tanto que tenemos tiempo, hagamos bien a todos (el Espíritu Santo siempre nos ayuda a hacer esto, con tal que nuestra Fe siempre esté en la Cruz; de otro modo, fracasaremos), y mayormente a los de la familia de la Fe. (Hay muchos que son de la Fe, pero en realidad no entienden la Fe, por lo tanto andan derrotados. Debemos darles el Mensaje de la Cruz, para que puedan andar en Victoria perpetua [Rom. 8:2].)
11 Mirad en cuán grandes letras os he escrito de mi mano. (Pablo mismo había escrito la Epístola de los Gálatas, lo que normalmente no hacía. Por lo general, era la labor de los escribas mientras él dictaba, y luego él escribía una posdata y firmaba su nombre.)
LA CRUZ
12 Todos los que quieren agradar en la carne, éstos os constriñen a que os Circuncidéis (los Judaizantes intentaban que los Gálatas adoptaran la Ley conjuntamente con Cristo); solamente por no padecer persecución por la Cruz de Cristo. (El Mensaje de la Cruz trae persecución tanto del mundo como de la Iglesia. Va directo al grano en cuanto al orgullo espiritual y la auto-justicia.)
13 Porque ni aun los mismos que se Circuncidan guardan la Ley (participando en el rito de la Circuncisión, que era el sello de la Ley de Moisés, no le ayudaba a nadie guardar la Ley); sino que quieren que vosotros seáis Circuncidados, para Gloriarse en vuestra carne. (Muchos en la Iglesia se glorían en el auto-esfuerzo, pero pocos se glorían en la Cruz porque la Cruz coloca el esfuerzo propio en su debido lugar.)
14 Mas lejos esté de mí gloriarme (jactarme), sino en la Cruz de nuestro Señor Jesucristo (lo que los opositores de Pablo buscaban escapar a precio de la insinceridad fue la única base sobre la cual el Apóstol podía gloriarse), por El Cual el mundo me es Crucificado a mí, y yo al mundo. (La única manera en que podemos vencer al mundo, y digo la única manera, es por medio de poner nuestra Fe exclusivamente en la Cruz de Cristo y por medio de mantenerla allí.)
15 Porque en Cristo Jesús, ni la Circuncisión vale nada, ni la incircuncisión (deshace todas las ceremonias religiosas del hombre dejándolas en ruina), sino la nueva criatura (nuevo en todo aspecto, que sólo puede realizarse al confiar en Cristo y lo que Él hizo por nosotros en la Cruz).
16 Y todos los que anduvieren (dirigir la vida de alguien, ordenar la conducta de alguien) conforme a esta regla (el principio de la Cruz), paz sobre ellos, y misericordia (que sólo viene por medio de la Cruz), y sobre el Israel de Dios. (Se refiere a todos los que miran a la Cruz por su Redención. Sólo ellos son el Verdadero Israel.)
17 De aquí en adelante nadie me sea molesto (no presten atención a estos falsos maestros): porque yo traigo en mi cuerpo las marcas del Señor Jesús. (Tiene que ver con la persecución que él sufrió por la "ofensa de la Cruz" [5:11].)
18 Hermanos, la Gracia de nuestro Señor Jesucristo (la cual se recibe por la Fe en la Cruz) sea con vuestro espíritu (adoramos al Señor en Espíritu y en Verdad, y la Cruz es la Verdad). Amén.
Primera Corintios Capítulo 13:
Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.
Hebreos 10:35-12:4
Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida. Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre.
Romanos 8:
Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.
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