16 March 2023

El 16 de marzo Lectura Bíblica Diaria

Sonidos del aire libre

Mensaje de la Cruz de Cristo



El 16 de marzo Lectura Bíblica Diaria:


Jeremías 41-43:

41 Aconteció en el mes séptimo que vino Ismael hijo de Netanías, hijo de Elisama, de la descendencia real, y algunos príncipes del rey y diez hombres con él, a Gedalías hijo de Ahicam en Mizpa; y comieron pan juntos allí en Mizpa. Y se levantó Ismael hijo de Netanías y los diez hombres que con él estaban, e hirieron a espada a Gedalías hijo de Ahicam, hijo de Safán, matando así a aquel a quien el rey de Babilonia había puesto para gobernar la tierra. Asimismo mató Ismael a todos los judíos que estaban con Gedalías en Mizpa, y a los soldados caldeos que allí estaban. Sucedió además, un día después que mató a Gedalías, cuando nadie lo sabía aún, que venían unos hombres de Siquem, de Silo y de Samaria, ochenta hombres, raída la barba y rotas las ropas, y rasguñados, y traían en sus manos ofrenda e incienso para llevar a la casa de Jehová. Y de Mizpa les salió al encuentro, llorando, Ismael el hijo de Netanías. Y aconteció que cuando los encontró, les dijo: Venid a Gedalías hijo de Ahicam. Y cuando llegaron dentro de la ciudad, Ismael hijo de Netanías los degolló, y los echó dentro de una cisterna, él y los hombres que con él estaban. Mas entre aquéllos fueron hallados diez hombres que dijeron a Ismael: No nos mates; porque tenemos en el campo tesoros de trigos y cebadas y aceites y miel. Y los dejó, y no los mató entre sus hermanos. Y la cisterna en que echó Ismael todos los cuerpos de los hombres que mató a causa de Gedalías, era la misma que había hecho el rey Asa a causa de Baasa rey de Israel; Ismael hijo de Netanías la llenó de muertos. Después llevó Ismael cautivo a todo el resto del pueblo que estaba en Mizpa, a las hijas del rey y a todo el pueblo que en Mizpa había quedado, el cual había encargado Nabuzaradán capitán de la guardia a Gedalías hijo de Ahicam. Los llevó, pues, cautivos Ismael hijo de Netanías, y se fue para pasarse a los hijos de Amón. Y oyeron Johanán hijo de Carea y todos los príncipes de la gente de guerra que estaban con él, todo el mal que había hecho Ismael hijo de Netanías. Entonces tomaron a todos los hombres y fueron a pelear contra Ismael hijo de Netanías, y lo hallaron junto al gran estanque que está en Gabaón. Y aconteció que cuando todo el pueblo que estaba con Ismael vio a Johanán hijo de Carea y a todos los capitanes de la gente de guerra que estaban con él, se alegraron. Y todo el pueblo que Ismael había traído cautivo de Mizpa se volvió y fue con Johanán hijo de Carea. Pero Ismael hijo de Netanías escapó delante de Johanán con ocho hombres, y se fue a los hijos de Amón. Y Johanán hijo de Carea y todos los capitanes de la gente de guerra que con él estaban tomaron a todo el resto del pueblo que había recobrado de Ismael hijo de Netanías, a quienes llevó de Mizpa después que mató a Gedalías hijo de Ahicam; hombres de guerra, mujeres, niños y eunucos, que Johanán había traído de Gabaón; y fueron y habitaron en Gerutquimam, que está cerca de Belén, a fin de ir y meterse en Egipto, a causa de los caldeos; porque los temían, por haber dado muerte Ismael hijo de Netanías a Gedalías hijo de Ahicam, al cual el rey de Babilonia había puesto para gobernar la tierra. 42 Vinieron todos los oficiales de la gente de guerra, y Johanán hijo de Carea, Jezanías hijo de Osaías, y todo el pueblo desde el menor hasta el mayor, y dijeron al profeta Jeremías: Acepta ahora nuestro ruego delante de ti, y ruega por nosotros a Jehová tu Dios por todo este resto (pues de muchos hemos quedado unos pocos, como nos ven tus ojos), para que Jehová tu Dios nos enseñe el camino por donde vayamos, y lo que hemos de hacer. Y el profeta Jeremías les dijo: He oído. He aquí que voy a orar a Jehová vuestro Dios, como habéis dicho, y todo lo que Jehová os respondiere, os enseñaré; no os reservaré palabra. Y ellos dijeron a Jeremías: Jehová sea entre nosotros testigo de la verdad y de la lealtad, si no hiciéremos conforme a todo aquello para lo cual Jehová tu Dios te enviare a nosotros. Sea bueno, sea malo, a la voz de Jehová nuestro Dios al cual te enviamos, obedeceremos, para que obedeciendo a la voz de Jehová nuestro Dios nos vaya bien. Aconteció que al cabo de diez días vino palabra de Jehová a Jeremías. Y llamó a Johanán hijo de Carea y a todos los oficiales de la gente de guerra que con él estaban, y a todo el pueblo desde el menor hasta el mayor; y les dijo: Así ha dicho Jehová Dios de Israel, al cual me enviasteis para presentar vuestros ruegos en su presencia: Si os quedareis quietos en esta tierra, os edificaré, y no os destruiré; os plantaré, y no os arrancaré; porque estoy arrepentido del mal que os he hecho. No temáis de la presencia del rey de Babilonia, del cual tenéis temor; no temáis de su presencia, ha dicho Jehová, porque con vosotros estoy yo para salvaros y libraros de su mano; y tendré de vosotros misericordia, y él tendrá misericordia de vosotros y os hará regresar a vuestra tierra. Mas si dijereis: No moraremos en esta tierra, no obedeciendo así a la voz de Jehová vuestro Dios, diciendo: No, sino que entraremos en la tierra de Egipto, en la cual no veremos guerra, ni oiremos sonido de trompeta, ni padeceremos hambre, y allá moraremos; ahora por eso, oíd la palabra de Jehová, remanente de Judá: Así ha dicho Jehová de los ejércitos, Dios de Israel: Si vosotros volviereis vuestros rostros para entrar en Egipto, y entrareis para morar allá, sucederá que la espada que teméis, os alcanzará allí en la tierra de Egipto, y el hambre de que tenéis temor, allá en Egipto os perseguirá; y allí moriréis. Todos los hombres que volvieren sus rostros para entrar en Egipto para morar allí, morirán a espada, de hambre y de pestilencia; no habrá de ellos quien quede vivo, ni quien escape delante del mal que traeré yo sobre ellos. Porque así ha dicho Jehová de los ejércitos, Dios de Israel: Como se derramó mi enojo y mi ira sobre los moradores de Jerusalén, así se derramará mi ira sobre vosotros cuando entrareis en Egipto; y seréis objeto de execración y de espanto, y de maldición y de afrenta; y no veréis más este lugar. Jehová habló sobre vosotros, oh remanente de Judá: No vayáis a Egipto; sabed ciertamente que os lo aviso hoy. ¿Por qué hicisteis errar vuestras almas? Pues vosotros me enviasteis a Jehová vuestro Dios, diciendo: Ora por nosotros a Jehová nuestro Dios, y haznos saber todas las cosas que Jehová nuestro Dios dijere, y lo haremos. Y os lo he declarado hoy, y no habéis obedecido a la voz de Jehová vuestro Dios, ni a todas las cosas por las cuales me envió a vosotros. Ahora, pues, sabed de cierto que a espada, de hambre y de pestilencia moriréis en el lugar donde deseasteis entrar para morar allí. 43 Aconteció que cuando Jeremías acabó de hablar a todo el pueblo todas las palabras de Jehová Dios de ellos, todas estas palabras por las cuales Jehová Dios de ellos le había enviado a ellos mismos, dijo Azarías hijo de Osaías y Johanán hijo de Carea, y todos los varones soberbios dijeron a Jeremías: Mentira dices; no te ha enviado Jehová nuestro Dios para decir: No vayáis a Egipto para morar allí, sino que Baruc hijo de Nerías te incita contra nosotros, para entregarnos en manos de los caldeos, para matarnos y hacernos transportar a Babilonia. No obedeció, pues, Johanán hijo de Carea y todos los oficiales de la gente de guerra y todo el pueblo, a la voz de Jehová para quedarse en tierra de Judá, sino que tomó Johanán hijo de Carea y todos los oficiales de la gente de guerra, a todo el remanente de Judá que se había vuelto de todas las naciones donde había sido echado, para morar en tierra de Judá; a hombres y mujeres y niños, y a las hijas del rey y a toda persona que había dejado Nabuzaradán capitán de la guardia con Gedalías hijo de Ahicam, hijo de Safán, y al profeta Jeremías y a Baruc hijo de Nerías, y entraron en tierra de Egipto, porque no obedecieron a la voz de Jehová; y llegaron hasta Tafnes. Y vino palabra de Jehová a Jeremías en Tafnes, diciendo: Toma con tu mano piedras grandes, y cúbrelas de barro en el enladrillado que está a la puerta de la casa de Faraón en Tafnes, a vista de los hombres de Judá; y diles: Así ha dicho Jehová de los ejércitos, Dios de Israel: He aquí yo enviaré y tomaré a Nabucodonosor rey de Babilonia, mi siervo, y pondré su trono sobre estas piedras que he escondido, y extenderá su pabellón sobre ellas. Y vendrá y asolará la tierra de Egipto; los que a muerte, a muerte, y los que a cautiverio, a cautiverio, y los que a espada, a espada. Y pondrá fuego a los templos de los dioses de Egipto y los quemará, y a ellos los llevará cautivos; y limpiará la tierra de Egipto, como el pastor limpia su capa, y saldrá de allá en paz. Además quebrará las estatuas de Bet-semes, que está en tierra de Egipto, y los templos de los dioses de Egipto quemará a fuego.

Salmos 94:
Señor, Dios de las venganzas; Dios de las venganzas, ¡manifiéstate! Levántate, Juez de la tierra, y dales su merecido a los soberbios. ¿Hasta cuándo, Señor, hasta cuándo habrán de ufanarse los impíos? Todos esos malhechores son unos fanfarrones; a borbotones escupen su arrogancia. A tu pueblo, Señor, lo pisotean; ¡oprimen a tu herencia! Matan a las viudas y a los extranjeros; a los huérfanos los asesinan. Y hasta dicen: "El Señor no ve; el Dios de Jacob no se da cuenta." Entiendan esto, gente necia; ¿cuándo, insensatos, lo van a comprender? ¿Acaso no oirá el que nos puso las orejas, ni podrá ver el que nos formó los ojos? ¿Y no habrá de castigar el que corrige a las naciones e instruye en el saber a todo el mundo? El Señor conoce los pensamientos humanos, y sabe que son absurdos. Dichoso aquel a quien tú, Señor, corriges; aquel a quien instruyes en tu *ley, para que enfrente tranquilo los días de aflicción mientras al impío se le cava una fosa. El Señor no rechazará a su pueblo; no dejará a su herencia en el abandono. El juicio volverá a basarse en la justicia, y todos los rectos de corazón lo seguirán. ¿Quién se levantó a defenderme de los impíos? ¿Quién se puso de mi parte   contra los malhechores? Si el Señor no me hubiera brindado su ayuda, muy pronto me habría quedado en mortal silencio. No bien decía: "Mis pies resbalan", cuando ya tu amor, Señor, venía en mi ayuda. Cuando en mí la angustia iba en aumento, tu consuelo llenaba mi alma de alegría. ¿Podrías ser amigo de reyes corruptos que por decreto fraguan la maldad, que conspiran contra la gente honrada y condenan a muerte al inocente? Pero el Señor es mi protector, es mi Dios y la roca en que me refugio. Él les hará pagar por sus pecados y los destruirá por su maldad; ¡el Señor nuestro Dios los destruirá!



Proverbios 28:
El malvado huye aunque nadie lo persiga; pero el justo vive confiado como un león. Cuando hay rebelión en el país, los caudillos se multiplican; cuando el gobernante es entendido, se mantiene el orden. El gobernante que oprime a los pobres es como violenta lluvia que arrasa la cosecha. Los que abandonan la ley alaban a los malvados; los que la obedecen luchan contra ellos. Los malvados nada entienden de la justicia; los que buscan al Señor lo entienden todo. Más vale pobre pero honrado, que rico pero perverso. El hijo entendido se sujeta a la ley; el derrochador deshonra a su padre. El que amasa riquezas mediante la usura las acumula para el que se compadece de los pobres. Dios aborrece hasta la oración del que se niega a obedecer la ley. El que lleva a los justos por el mal camino, caerá en su propia trampa; pero los íntegros heredarán el bien. El rico se las da de sabio; el pobre pero inteligente lo desenmascara. Cuando los justos triunfan, se hace gran fiesta; cuando los impíos se imponen, todo el mundo se esconde. Quien encubre su pecado jamás prospera; quien lo confiesa y lo deja, halla perdón. ¡Dichoso el que siempre teme al Señor! Pero el obstinado caerá en la desgracia. Un león rugiente, un oso hambriento, es el gobernante malvado que oprime a los pobres. El gobernante falto de juicio es terrible opresor; el que odia las riquezas prolonga su vida. El que es perseguido por homicidio será un fugitivo hasta la muerte. ¡Que nadie le brinde su apoyo! El que es honrado se mantendrá a salvo; el de caminos perversos caerá en la fosa. El que trabaja la tierra tendrá abundante comida; el que sueña despierto sólo abundará en pobreza. El hombre fiel recibirá muchas bendiciones; el que tiene prisa por enriquecerse no quedará impune. No es correcto mostrarse parcial con nadie. Hay quienes pecan hasta por un mendrugo de pan. El tacaño ansía enriquecerse, sin saber que la pobreza lo aguarda. A fin de cuentas, más se aprecia al que reprende que al que adula. El que roba a su padre o a su madre, e insiste en que no ha pecado, amigo es de gente perversa. El que es ambicioso provoca peleas, pero el que confía en el Señor prospera. Necio es el que confía en sí mismo; el que actúa con sabiduría se pone a salvo. El que ayuda al pobre no conocerá la pobreza; el que le niega su ayuda será maldecido. Cuando triunfan los impíos, la gente se esconde; cuando perecen, los justos prosperan.


El Libro de Los Hechos Capítulo 27 del Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:



LOS HECHOS DE LOS APÓSTOLES
CAPÍTULO 27
(62 d.C.)
PABLO ZARPA PARA ROMA
MAS cuando fue determinado que habíamos (Lucas todavía estaba con Pablo) de navegar para Italia (el tiempo ya llegaba cuando Pablo tenía que irse a Roma), entregaron a Pablo y algunos otros presos a un Centurión, llamado Julio, de la compañía Augusta (era "escuadrón" de la élite directamente responsable ante el Emperador).
2 Así que, embarcándonos en una nave Adramitena, partimos, estando con nosotros Aristarco, Macedonio de Tesalónica, para navegar junto a los lugares de Asia (manifiesta que otro de los convertidos de Pablo estaba con él junto con Lucas; en consecuencia, Festo le permitió a Pablo dos compañeros de viaje [Hch. 20:4]).
3 Y otro día llegamos a Sidón (un puerto a unos ciento y cinco kilómetros [setenta millas] al norte de Cesarea). Y Julio, tratando a Pablo con humanidad, le permitió que fuese a los amigos, para ser de ellos asistido (les permitía a Pablo y a sus compañeros quedarse con la gente en Sidón hasta que el barco zarpara; esto demuestra la confianza que le tenía el Centurión a Pablo).
4 Y haciéndonos a la vela desde allí (de Sidón), navegamos bajo de Chipre, porque los vientos eran contrarios.
5 Y habiendo pasado el mar de Cilicia y Panfilia, arribamos a Mira, ciudad de Licia.
6 Y hallando allí el centurión una nave Alejandrina que navegaba a Italia; nos puso en ella (cambiaron barcos).
7 Y navegando muchos días despacio, y habiendo apenas llegado delante de Gnido, no dejándonos el viento, navegamos bajo de Creta, junto a Salmón (los vientos no eran propicios, por eso no habían avanzado mucho);
8 Y costeándola difícilmente, llegamos a un lugar que llaman Buenos Puertos; cerca del cual estaba la ciudad de Lasea (no había ninguna ciudad en Buenos Puertos para abastecer sus tiendas, y Lasea se hallaba a una distancia de unos siete y medio kilómetros [cinco millas]).
9 Y pasado mucho tiempo (pasaron varios días sin vientos propicios), y siendo ya peligrosa la navegación (no era propicio zarpar hasta después del 14 de Septiembre), porque ya era pasado el ayuno, Pablo amonestaba (corresponde al Gran Día de la Expiación, y era en realidad un día de ayuno que sin dudas Pablo y sus dos compañeros iban a guardar),
10 Diciéndoles, Varones, veo que con trabajo y mucho daño, no sólo de la cargazón (cargamento) y de la nave, mas aun de nuestras personas, habrá de ser la navegación (manifiesta lo que el Señor ya le había relatado a Pablo).
11 Mas el Centurión creía más al piloto y al patrón de la nave, que a lo que Pablo decía  (decepcionados descubrieron que se equivocaron en su decisión).
12 Y no habiendo puerto (Buenos Puertos) cómodo para invernar, muchos acordaron pasar aún de allí, por si pudiesen arribar a Fenice e invernar allí, que es un puerto de Creta que mira al nordeste y sudeste (corresponde a un puerto que era espacioso, y estaban unos barcos imperiales de granos que allí echaron anclas para invernar; situado a unos setenta y cinco kilómetros [cincuenta millas] al oeste de Buenos Puertos).
13 Y soplando viento suave, pareciéndoles que ya tenían lo que deseaban, alzando velas, iban cerca de la costa de Creta (esperando la dirección del viento).
LA TEMPESTAD
14 Mas no mucho después dio en ella un viento repentino, que se llama Euroclidón (era un huracán).
15 Y siendo arrebatada la nave, y no pudiendo resistir contra el viento, la dejamos, y éramos llevados (quiere decir que el timonel simplemente no podía sostener la rueda por la fuerza del viento; entonces no podía hacer nada más que solamente dejar el barco a la deriva hacia cualquier dirección que el viento soplaba).
16 Y habiendo corrido a sotavento de una pequeña isla que se llama Clauda, apenas pudimos ganar el esquife (el "esquife" al cual Lucas habla era un pequeño bote salvavidas que jalaban, que era la costumbre de ese entonces y permaneció así durante muchos siglos; debido a la tormenta, ellos tenían gran dificultad de conseguir que este esquife llegara a bordo):
17 El cual tomado, usaban de remedios, ciñendo la nave (eran sogas grandes que se tiraban bajo el barco para asegurarlo, que sostenía el barco durante la tormenta); y teniendo temor de que diesen en la Sirte, abajadas las velas, eran así llevados (de este modo ellos serían conducidos por el viento, pero con pocos o sin una sola vela estirada  del todo; con la esperanza de que el viento cambiara de dirección antes de que chocaran contra las rocas).
18 Mas siendo atormentados de una vehemente tempestad, al siguiente día alijaron (tuvieron que lanzar ciertas cosas por la borda);
19 Y al tercer día nosotros con nuestras manos arrojamos los aparejos de la nave (corresponde al tercer día después de marcharse de Clauda; lanzaron por la borda cierto equipo de barco, que desesperadamente se requería).
20 Y no pareciendo sol ni estrellas por muchos días, y viniendo una tempestad no pequeña, ya perdimos toda esperanza de sobrevivir (todos ya a bordo se daban cuenta que debieron haber escuchado a Pablo).
LA VISIÓN
21 Entonces Pablo, habiendo ya mucho que no comíamos (no se refiere a un "ayuno" como algunos dicen, sino más bien que no había comida cocinada por varios días), puesto en pie en medio de ellos, dijo, Fuera de cierto conveniente, O varones, haberme oído, y no partir de Creta, y evitar este inconveniente y daño (en realidad el Apóstol no tiene la intención de dar una reprimenda, sino más bien dar un fundamento a lo que estaba por decir).
22 Mas ahora os amonesto que tengáis buen ánimo: porque ninguna pérdida habrá de persona alguna de vosotros, sino solamente de la nave (nos dice claramente que sólo el barco con su cargamento de trigo se perdería, pero nadie perdería su vida).
23 Porque esta noche ha estado conmigo el Ángel del Dios del cual yo soy, y al cual sirvo (las declaraciones "del cual yo soy," "al cual sirvo," y "yo confío en Dios" [v. 25] crean una noble confesión de Fe),
24 Diciendo, Pablo, no temas (se expresó de esta manera porque hubo temor en el corazón de Pablo, así como todos los demás a bordo); es necesario que seas presentado delante de César (no por la petición de Pablo a César, o por los cargos de los Judíos contra él, sino por el Plan Divino): y, he aquí, Dios te ha dado todos los que navegan contigo (más le vale a todo Santo saber "con qué" Predicador anda).
25 Por tanto, O varones, tened buen ánimo: porque yo confío en Dios que será así como se me ha dicho (insinúa que era posible que algunos no creyeron lo que Pablo decía).
26 Si bien es necesario que demos en una isla (¡el Ángel evidentemente no le dijo cuál Isla a Pablo!).
EL NAUFRAGO
27 Y venida la decimacuarta noche (correspondía a la duración de tiempo después de partir de Puertos Buenos; porque la tormenta había durado unas dos semanas), y siendo llevados por el mar Adriático, los marineros a la medianoche sospecharon que estaban cerca de alguna tierra (se podía oír las olas que se rompían en la playa o en las rocas, a la distancia);
28 Y echando la sonda, hallaron veinte brazas (a una profundidad de unos 36 metros [120 pies]): y pasando un poco más adelante, volviendo a echar la sonda, hallaron quince brazas.
29 Y habiendo temor de dar en lugares escabrosos, echando cuatro anclas de la popa, deseaban que se hiciese de día (estaban preocupados y ansiosos de que se acabara la noche para poder ver donde estaban).
30 Entonces procurando los marineros huir de la nave, lanzaron el esquife al mar (describe a algunos y tal vez a todos los de la tripulación del barco que estaban por tomar la única barca que tenían para alcanzar la orilla, en verdad, para abandonar el barco), aparentando como que iban a largar las anclas de proa (demuestra su engaño, pero Pablo observaba todo el disimulo),
31 Pablo dijo al Centurión y a los soldados, Si éstos no quedan en la nave, vosotros no podéis salvaros (para obtener las Promesas de Dios, debemos acatar a Sus Condiciones).
32 Entonces los soldados cortaron los cabos del esquife, y lo dejaron perder (el Centurión le cree ahora a Pablo).
33 Y como comenzó a ser de día, Pablo exhortaba a todos que comiesen, diciendo, Éste es el decimocuarto día que esperáis y permanecéis ayunos, no comiendo nada ("¡nada!" la palabra Griega que se emplea aquí quiere decir que no comieron comida asidua).
34 Por tanto, os ruego que comáis por vuestra salud (habían de obligarse a comer algo de alimento, sin importar si estaban mareados, que sin duda, lo estaban algunos de ellos): que ni aun un cabello de la cabeza de ninguno de vosotros perecerá (es decir si van a obedecer lo que les digo).
35 Y habiendo dicho esto, tomando el pan, dio gracias a Dios en presencia de todos y partiendo, comenzó a comer (lo que cada Creyente tiene que hacer en cada comida, también).
36 Entonces todos teniendo ya mejor ánimo, comieron ellos también (algo de alimento).
37 Y éramos todas las personas en la nave doscientas setenta y seis (las 276 personas a bordo, que significa que el barco era bastante grande).
38 Y satisfechos de comida, aliviaban la nave, echando el grano al mar (lo que quedó del cargamento estaba todavía a bordo).
39 Y cuando se hizo de día, no conocían la tierra (no sabían donde se encontraban): mas veían un golfo que tenía orilla, al cual acordaron echar, si pudiesen, la nave (querían acercar el barco lo más posible a la orilla).
40 Cortando pues las anclas, las dejaron en el mar, largando también las ataduras de los gobernalles; y alzada la vela mayor al viento, se iban a la orilla (¡de nuevo, procuraban acercarse lo más posible!).
41 Mas dando en un lugar de dos aguas, hicieron encallar la nave; y la proa, hincada, estaba sin moverse, y la popa se abría con la fuerza del mar (no podían acercar tanto como lo querían).
42 Entonces el acuerdo de los soldados era que matasen los presos, para que ninguno se fugase nadando (la razón por esto es que la Ley Romana condenaba a muerte a los guardias si se escapaban los presos que estaban bajo su vigilia).
43 Mas el Centurión, queriendo salvar a Pablo, estorbó este acuerdo (indica que este hombre ya sabe que Pablo no era sólo otro preso); y mandó que los que pudiesen nadar, se echasen los primeros, y saliesen a tierra:
44 Y los demás, parte en tablas, parte en cosas de la nave. Y así aconteció que todos se salvaron saliendo a tierra (se cumplió exactamente lo que el Ángel le comunicó a Pablo).


1 Corintios 13:
Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.


Hebreos 10:35-12:4:
Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida. Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre.


Romanos 8:
Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, los que no andan conforme a la naturaleza pecaminosa sino conforme al Espíritu. Pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los  muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos;  herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.

Labels: , , , , , , , , , , , , , , ,

0 Comments:

Post a Comment

Subscribe to Post Comments [Atom]

<< Home