El 4 de octubre Lectura Bíblica Diaria
Mensaje de la Cruz de Cristo Jesús-Capítulo-1
26 No haréis para vosotros ídolos, ni escultura, ni os levantaréis estatua, ni pondréis en vuestra tierra piedra pintada para inclinaros a ella; porque yo soy Jehová vuestro Dios. Guardad mis días de reposo, y tened en reverencia mi santuario. Yo Jehová. Si anduviereis en mis decretos y guardareis mis mandamientos, y los pusiereis por obra, yo daré vuestra lluvia en su tiempo, y la tierra rendirá sus productos, y el árbol del campo dará su fruto. Vuestra trilla alcanzará a la vendimia, y la vendimia alcanzará a la sementera, y comeréis vuestro pan hasta saciaros, y habitaréis seguros en vuestra tierra. Y yo daré paz en la tierra, y dormiréis, y no habrá quien os espante; y haré quitar de vuestra tierra las malas bestias, y la espada no pasará por vuestro país. Y perseguiréis a vuestros enemigos, y caerán a espada delante de vosotros. Cinco de vosotros perseguirán a ciento, y ciento de vosotros perseguirán a diez mil, y vuestros enemigos caerán a filo de espada delante de vosotros. Porque yo me volveré a vosotros, y os haré crecer, y os multiplicaré, y afirmaré mi pacto con vosotros. Comeréis lo añejo de mucho tiempo, y pondréis fuera lo añejo para guardar lo nuevo. Y pondré mi morada en medio de vosotros, y mi alma no os abominará; y andaré entre vosotros, y yo seré vuestro Dios, y vosotros seréis mi pueblo. Yo Jehová vuestro Dios, que os saqué de la tierra de Egipto, para que no fueseis sus siervos, y rompí las coyundas de vuestro yugo, y os he hecho andar con el rostro erguido. Pero si no me oyereis, ni hiciereis todos estos mis mandamientos, y si desdeñareis mis decretos, y vuestra alma menospreciare mis estatutos, no ejecutando todos mis mandamientos, e invalidando mi pacto, yo también haré con vosotros esto: enviaré sobre vosotros terror, extenuación y calentura, que consuman los ojos y atormenten el alma; y sembraréis en vano vuestra semilla, porque vuestros enemigos la comerán. Pondré mi rostro contra vosotros, y seréis heridos delante de vuestros enemigos; y los que os aborrecen se enseñorearán de vosotros, y huiréis sin que haya quien os persiga. Y si aun con estas cosas no me oyereis, yo volveré a castigaros siete veces más por vuestros pecados. Y quebrantaré la soberbia de vuestro orgullo, y haré vuestro cielo como hierro, y vuestra tierra como bronce. Vuestra fuerza se consumirá en vano, porque vuestra tierra no dará su producto, y los árboles de la tierra no darán su fruto. Si anduviereis conmigo en oposición, y no me quisiereis oír, yo añadiré sobre vosotros siete veces más plagas según vuestros pecados. Enviaré también contra vosotros bestias fieras que os arrebaten vuestros hijos, y destruyan vuestro ganado, y os reduzcan en número, y vuestros caminos sean desiertos. Y si con estas cosas no fuereis corregidos, sino que anduviereis conmigo en oposición, yo también procederé en contra de vosotros, y os heriré aún siete veces por vuestros pecados. Traeré sobre vosotros espada vengadora, en vindicación del pacto; y si buscareis refugio en vuestras ciudades, yo enviaré pestilencia entre vosotros, y seréis entregados en mano del enemigo. Cuando yo os quebrante el sustento del pan, cocerán diez mujeres vuestro pan en un horno, y os devolverán vuestro pan por peso; y comeréis, y no os saciaréis. Si aun con esto no me oyereis, sino que procediereis conmigo en oposición, yo procederé en contra de vosotros con ira, y os castigaré aún siete veces por vuestros pecados. Y comeréis la carne de vuestros hijos, y comeréis la carne de vuestras hijas. Destruiré vuestros lugares altos, y derribaré vuestras imágenes, y pondré vuestros cuerpos muertos sobre los cuerpos muertos de vuestros ídolos, y mi alma os abominará. Haré desiertas vuestras ciudades, y asolaré vuestros santuarios, y no oleré la fragancia de vuestro suave perfume. Asolaré también la tierra, y se pasmarán por ello vuestros enemigos que en ella moren; y a vosotros os esparciré entre las naciones, y desenvainaré espada en pos de vosotros; y vuestra tierra estará asolada, y desiertas vuestras ciudades. Entonces la tierra gozará sus días de reposo, todos los días que esté asolada, mientras vosotros estéis en la tierra de vuestros enemigos; la tierra descansará entonces y gozará sus días de reposo. Todo el tiempo que esté asolada, descansará por lo que no reposó en los días de reposo cuando habitabais en ella. Y a los que queden de vosotros infundiré en sus corazones tal cobardía, en la tierra de sus enemigos, que el sonido de una hoja que se mueva los perseguirá, y huirán como ante la espada, y caerán sin que nadie los persiga. Tropezarán los unos con los otros como si huyeran ante la espada, aunque nadie los persiga; y no podréis resistir delante de vuestros enemigos. Y pereceréis entre las naciones, y la tierra de vuestros enemigos os consumirá. Y los que queden de vosotros decaerán en las tierras de vuestros enemigos por su iniquidad; y por la iniquidad de sus padres decaerán con ellos. Y confesarán su iniquidad, y la iniquidad de sus padres, por su prevaricación con que prevaricaron contra mí; y también porque anduvieron conmigo en oposición, yo también habré andado en contra de ellos, y los habré hecho entrar en la tierra de sus enemigos; y entonces se humillará su corazón incircunciso, y reconocerán su pecado. Entonces yo me acordaré de mi pacto con Jacob, y asimismo de mi pacto con Isaac, y también de mi pacto con Abraham me acordaré, y haré memoria de la tierra. Pero la tierra será abandonada por ellos, y gozará sus días de reposo, estando desierta a causa de ellos; y entonces se someterán al castigo de sus iniquidades; por cuanto menospreciaron mis ordenanzas, y su alma tuvo fastidio de mis estatutos. Y aun con todo esto, estando ellos en tierra de sus enemigos, yo no los desecharé, ni los abominaré para consumirlos, invalidando mi pacto con ellos; porque yo Jehová soy su Dios. Antes me acordaré de ellos por el pacto antiguo, cuando los saqué de la tierra de Egipto a los ojos de las naciones, para ser su Dios. Yo Jehová. Estos son los estatutos, ordenanzas y leyes que estableció Jehová entre sí y los hijos de Israel en el monte de Sinaí por mano de Moisés. 27 Habló Jehová a Moisés, diciendo: Habla a los hijos de Israel y diles: Cuando alguno hiciere especial voto a Jehová, según la estimación de las personas que se hayan de redimir, lo estimarás así: En cuanto al varón de veinte años hasta sesenta, lo estimarás en cincuenta siclos de plata, según el siclo del santuario. Y si fuere mujer, la estimarás en treinta siclos. Y si fuere de cinco años hasta veinte, al varón lo estimarás en veinte siclos, y a la mujer en diez siclos. Y si fuere de un mes hasta cinco años, entonces estimarás al varón en cinco siclos de plata, y a la mujer en tres siclos de plata. Mas si fuere de sesenta años o más, al varón lo estimarás en quince siclos, y a la mujer en diez siclos. Pero si fuere muy pobre para pagar tu estimación, entonces será llevado ante el sacerdote, quien fijará el precio; conforme a la posibilidad del que hizo el voto, le fijará precio el sacerdote. Y si fuere animal de los que se ofrece ofrenda a Jehová, todo lo que de los tales se diere a Jehová será santo. No será cambiado ni trocado, bueno por malo, ni malo por bueno; y si se permutare un animal por otro, él y el dado en cambio de él serán sagrados. Si fuere algún animal inmundo, de que no se ofrece ofrenda a Jehová, entonces el animal será puesto delante del sacerdote, y el sacerdote lo valorará, sea bueno o sea malo; conforme a la estimación del sacerdote, así será. Y si lo quisiere rescatar, añadirá sobre tu valuación la quinta parte. Cuando alguno dedicare su casa consagrándola a Jehová, la valorará el sacerdote, sea buena o sea mala; según la valorare el sacerdote, así quedará. Mas si el que dedicó su casa deseare rescatarla, añadirá a tu valuación la quinta parte del valor de ella, y será suya. Si alguno dedicare de la tierra de su posesión a Jehová, tu estimación será conforme a su siembra; un homer de siembra de cebada se valorará en cincuenta siclos de plata. Y si dedicare su tierra desde el año del jubileo, conforme a tu estimación quedará. Mas si después del jubileo dedicare su tierra, entonces el sacerdote hará la cuenta del dinero conforme a los años que quedaren hasta el año del jubileo, y se rebajará de tu estimación. Y si el que dedicó la tierra quisiere redimirla, añadirá a tu estimación la quinta parte del precio de ella, y se le quedará para él. Mas si él no rescatare la tierra, y la tierra se vendiere a otro, no la rescatará más; sino que cuando saliere en el jubileo, la tierra será santa para Jehová, como tierra consagrada; la posesión de ella será del sacerdote. Y si dedicare alguno a Jehová la tierra que él compró, que no era de la tierra de su herencia, entonces el sacerdote calculará con él la suma de tu estimación hasta el año del jubileo, y aquel día dará tu precio señalado, cosa consagrada a Jehová. En el año del jubileo, volverá la tierra a aquél de quien él la compró, cuya es la herencia de la tierra. Y todo lo que valorares será conforme al siclo del santuario; el siclo tiene veinte geras. Pero el primogénito de los animales, que por la primogenitura es de Jehová, nadie lo dedicará; sea buey u oveja, de Jehová es. Mas si fuere de los animales inmundos, lo rescatarán conforme a tu estimación, y añadirán sobre ella la quinta parte de su precio; y si no lo rescataren, se venderá conforme a tu estimación. Pero no se venderá ni se rescatará ninguna cosa consagrada, que alguno hubiere dedicado a Jehová; de todo lo que tuviere, de hombres y animales, y de las tierras de su posesión, todo lo consagrado será cosa santísima para Jehová. Ninguna persona separada como anatema podrá ser rescatada; indefectiblemente ha de ser muerta. Y el diezmo de la tierra, así de la simiente de la tierra como del fruto de los árboles, de Jehová es; es cosa dedicada a Jehová. Y si alguno quisiere rescatar algo del diezmo, añadirá la quinta parte de su precio por ello. Y todo diezmo de vacas o de ovejas, de todo lo que pasa bajo la vara, el diezmo será consagrado a Jehová. No mirará si es bueno o malo, ni lo cambiará; y si lo cambiare, tanto él como el que se dio en cambio serán cosas sagradas; no podrán ser rescatados. Estos son los mandamientos que ordenó Jehová a Moisés para los hijos de Israel, en el monte de Sinaí.
Números 1:
1 Habló Jehová a Moisés en el desierto de Sinaí, en el tabernáculo de reunión, en el día primero del mes segundo, en el segundo año de su salida de la tierra de Egipto, diciendo: Tomad el censo de toda la congregación de los hijos de Israel por sus familias, por las casas de sus padres, con la cuenta de los nombres, todos los varones por sus cabezas. De veinte años arriba, todos los que pueden salir a la guerra en Israel, los contaréis tú y Aarón por sus ejércitos. Y estará con vosotros un varón de cada tribu, cada uno jefe de la casa de sus padres. Estos son los nombres de los varones que estarán con vosotros: De la tribu de Rubén, Elisur hijo de Sedeur. De Simeón, Selumiel hijo de Zurisadai. De Judá, Naasón hijo de Aminadab. De Isacar, Natanael hijo de Zuar. De Zabulón, Eliab hijo de Helón. De los hijos de José: de Efraín, Elisama hijo de Amiud; de Manasés, Gamaliel hijo de Pedasur. De Benjamín, Abidán hijo de Gedeoni. De Dan, Ahiezer hijo de Amisadai. De Aser, Pagiel hijo de Ocrán. De Gad, Eliasaf hijo de Deuel. De Neftalí, Ahira hijo de Enán. Estos eran los nombrados de entre la congregación, príncipes de las tribus de sus padres, capitanes de los millares de Israel. Tomaron, pues, Moisés y Aarón a estos varones que fueron designados por sus nombres, y reunieron a toda la congregación en el día primero del mes segundo, y fueron agrupados por familias, según las casas de sus padres, conforme a la cuenta de los nombres por cabeza, de veinte años arriba. Como Jehová lo había mandado a Moisés, los contó en el desierto de Sinaí. De los hijos de Rubén, primogénito de Israel, por su descendencia, por sus familias, según las casas de sus padres, conforme a la cuenta de los nombres por cabeza, todos los varones de veinte años arriba, todos los que podían salir a la guerra; los contados de la tribu de Rubén fueron cuarenta y seis mil quinientos. De los hijos de Simeón, por su descendencia, por sus familias, según las casas de sus padres, fueron contados conforme a la cuenta de los nombres por cabeza, todos los varones de veinte años arriba, todos los que podían salir a la guerra; los contados de la tribu de Simeón fueron cincuenta y nueve mil trescientos. De los hijos de Gad, por su descendencia, por sus familias, según las casas de sus padres, conforme a la cuenta de los nombres, de veinte años arriba, todos los que podían salir a la guerra; los contados de la tribu de Gad fueron cuarenta y cinco mil seiscientos cincuenta. De los hijos de Judá, por su descendencia, por sus familias, según las casas de sus padres, conforme a la cuenta de los nombres, de veinte años arriba, todos los que podían salir a la guerra; los contados de la tribu de Judá fueron setenta y cuatro mil seiscientos. De los hijos de Isacar, por su descendencia, por sus familias, según las casas de sus padres, conforme a la cuenta de los nombres, de veinte años arriba, todos los que podían salir a la guerra; los contados de la tribu de Isacar fueron cincuenta y cuatro mil cuatrocientos. De los hijos de Zabulón, por su descendencia, por sus familias, según las casas de sus padres, conforme a la cuenta de sus nombres, de veinte años arriba, todos los que podían salir a la guerra; los contados de la tribu de Zabulón fueron cincuenta y siete mil cuatrocientos. De los hijos de José; de los hijos de Efraín, por su descendencia, por sus familias, según las casas de sus padres, conforme a la cuenta de los nombres, de veinte años arriba, todos los que podían salir a la guerra; los contados de la tribu de Efraín fueron cuarenta mil quinientos. Y de los hijos de Manasés, por su descendencia, por sus familias, según las casas de sus padres, conforme a la cuenta de los nombres, de veinte años arriba, todos los que podían salir a la guerra; los contados de la tribu de Manasés fueron treinta y dos mil doscientos. De los hijos de Benjamín, por su descendencia, por sus familias, según las casas de sus padres, conforme a la cuenta de los nombres, de veinte años arriba, todos los que podían salir a la guerra; los contados de la tribu de Benjamín fueron treinta y cinco mil cuatrocientos. De los hijos de Dan, por su descendencia, por sus familias, según las casas de sus padres, conforme a la cuenta de los nombres, de veinte años arriba, todos los que podían salir a la guerra; los contados de la tribu de Dan fueron sesenta y dos mil setecientos. De los hijos de Aser, por su descendencia, por sus familias, según las casas de sus padres, conforme a la cuenta de los nombres, de veinte años arriba, todos los que podían salir a la guerra; los contados de la tribu de Aser fueron cuarenta y un mil quinientos. De los hijos de Neftalí, por su descendencia, por sus familias, según las casas de sus padres, conforme a la cuenta de los nombres, de veinte años arriba, todos los que podían salir a la guerra; los contados de la tribu de Neftalí fueron cincuenta y tres mil cuatrocientos. Estos fueron los contados, los cuales contaron Moisés y Aarón, con los príncipes de Israel, doce varones, uno por cada casa de sus padres. Y todos los contados de los hijos de Israel por las casas de sus padres, de veinte años arriba, todos los que podían salir a la guerra en Israel, fueron todos los contados seiscientos tres mil quinientos cincuenta. Pero los levitas, según la tribu de sus padres, no fueron contados entre ellos; porque habló Jehová a Moisés, diciendo: Solamente no contarás la tribu de Leví, ni tomarás la cuenta de ellos entre los hijos de Israel, sino que pondrás a los levitas en el tabernáculo del testimonio, y sobre todos sus utensilios, y sobre todas las cosas que le pertenecen; ellos llevarán el tabernáculo y todos sus enseres, y ellos servirán en él, y acamparán alrededor del tabernáculo. Y cuando el tabernáculo haya de trasladarse, los levitas lo desarmarán, y cuando el tabernáculo haya de detenerse, los levitas lo armarán; y el extraño que se acercare morirá. Los hijos de Israel acamparán cada uno en su campamento, y cada uno junto a su bandera, por sus ejércitos; pero los levitas acamparán alrededor del tabernáculo del testimonio, para que no haya ira sobre la congregación de los hijos de Israel; y los levitas tendrán la guarda del tabernáculo del testimonio. E hicieron los hijos de Israel conforme a todas las cosas que mandó Jehová a Moisés; así lo hicieron.
Salmo 144:
Bendito
sea el Señor, mi Roca, que adiestra mis manos para la guerra, mis dedos
para la batalla. Él es mi Dios amoroso, mi amparo, mi más alto
escondite, mi libertador, mi escudo, en quien me refugio. Él es quien
pone los pueblos a mis pies. Señor, ¿qué es el mortal para que lo
cuides? ¿Qué es el ser humano para que en él pienses? Todo mortal es
como un suspiro; sus días son fugaces como una sombra. Abre tus cielos,
Señor, y desciende; toca los montes y haz que echen humo. Lanza
relámpagos y dispersa al enemigo; dispara tus flechas y ponlo en
retirada. Extiende tu mano desde las alturas y sálvame de las aguas
tumultuosas; líbrame del poder de gente extraña. Cuando abren la boca,
dicen mentiras; cuando levantan su diestra, juran en falso. Te cantaré,
oh Dios, un cántico nuevo; con el arpa de diez cuerdas te cantaré
salmos. Tú das la victoria a los reyes; a tu siervo David lo libras de
la cruenta espada. Ponme a salvo, líbrame del poder de gente extraña.
Cuando abren la boca, dicen mentiras; cuando levantan su diestra, juran
en falso. Que nuestros hijos, en su juventud, crezcan como plantas
frondosas; que sean nuestras hijas como columnas esculpidas para adornar
un palacio. Que nuestros graneros se llenen con provisiones de toda
especie. Que nuestros rebaños aumenten por millares, por decenas de
millares en nuestros campos. Que nuestros bueyes arrastren cargas
pesadas; que no haya brechas ni salidas, ni gritos de angustia en
nuestras calles. ¡Dichoso el pueblo que recibe todo esto! ¡Dichoso el
pueblo cuyo Dios es el Señor!
Proverbios 13:
El hijo sabio atiende a la corrección de su padre, pero el insolente no hace caso a la reprensión. Quien habla el bien, del bien se nutre, pero el infiel padece hambre de violencia. El que refrena su lengua protege su vida, pero el ligero de labios provoca su ruina. El perezoso ambiciona, y nada consigue; el diligente ve cumplidos sus deseos. El justo aborrece la mentira; el malvado acarrea vergüenza y deshonra. La justicia protege al que anda en integridad, pero la maldad arruina al pecador. Hay quien pretende ser rico, y no tiene nada; hay quien parece ser pobre, y todo lo tiene. Con su riqueza el rico pone a salvo su vida, pero al pobre no hay ni quien lo amenace. La luz de los justos brilla radiante, pero los malvados son como lámpara apagada. El orgullo sólo genera contiendas, pero la sabiduría está con quienes oyen consejos. El dinero mal habido pronto se acaba; quien ahorra, poco a poco se enriquece. La esperanza frustrada aflige al corazón; el deseo cumplido es un árbol de vida. Quien se burla de la instrucción tendrá su merecido; quien respeta el mandamiento tendrá su recompensa. La enseñanza de los sabios es fuente de vida, y libera de los lazos de la muerte. El buen juicio redunda en aprecio, pero el camino del infiel no cambia. El prudente actúa con cordura, pero el necio se jacta de su necedad. El mensajero malvado se mete en problemas; el enviado confiable aporta la solución. El que desprecia a la disciplina sufre pobreza y deshonra; el que atiende a la corrección recibe grandes honores. El deseo cumplido endulza el alma, pero el necio detesta alejarse del mal. El que con sabios anda, sabio se vuelve; el que con necios se junta, saldrá mal parado. Al pecador lo persigue el mal, y al justo lo recompensa el bien. El hombre de bien deja herencia a sus nietos; las riquezas del pecador se quedan para los justos. En el campo del pobre hay abundante comida, pero ésta se pierde donde hay injusticia. No corregir al hijo es no quererlo; amarlo es disciplinarlo. El justo come hasta quedar saciado, pero el malvado se queda con hambre.
El Libro de Lucas Capítulo 13 del Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:
EL SANTO EVANGELIO SEGÚN
SAN LUCAS
CAPÍTULO 13
(33 d.C.)
EL ARREPENTIMIENTO
Y EN este mismo tiempo (probablemente se refiere a la Pascua anterior cuando ocurrió este acontecimiento) estaban allí unos que Le contaban acerca de los Galileos, cuya sangre Pilato había mezclado con sus sacrificios (algo pasó en el Templo, que no se explica aquí, Pilato manda a unos soldados para reprimir la revuelta; sea lo que era, mataron a algunos cuando estaban ofreciendo Sacrificios en el Altar directamente en frente del Templo; en consecuencia, su "sangre" se había mezclado con la sangre de los Sacrificios).
2 Y respondiendo Jesús les dijo, ¿Pensáis que estos Galileos, porque han padecido tales cosas, hayan sido más pecadores que todos los Galileos? (Es exactamente lo que los líderes religiosos pensaron.)
3 Yo os digo, No: mas, si no os arrepintiereis, todos pereceréis igualmente (es un Mensaje con tono pesimista; era evidente que ellos habían asumido en sus mentes que los juicios sufridos por esta gente era debido a sus graves pecados; razonaron que ellos eran mucho más rectos, y no sufrirían tal consecuencia — Jesús les informa que no es así).
4 O aquellos dieciocho, sobre los cuales cayó la torre en Siloé, y los mató, ¿pensáis que ellos fueron más deudores que todos los hombres que habitan en Jerusalén? (Se dice que los Judíos consideraron la catástrofe como un juicio sobre los trabajadores que perecieron porque Pilato les pagó con dinero del Templo. Esto tuvo que ver con el pozo de Siloé situado en Jerusalén.)
5 Yo os digo, No: mas, si no os arrepintiereis, todos pereceréis igualmente (si Cristo lo dice una vez, es de mucho significado; si lo dice dos veces, como lo vemos aquí, entonces adquiere una consecuencia de proporciones sin precedentes; la tragedia sucedió en el año 70 d.C.; ellos perecieron realmente cuando Tito, el General Romano, completamente destruyó Jerusalén).
LA HIGUERA SIN FRUTA
6 Y luego dijo esta Parábola (indica que fue dicho inmediatamente después de exigir el Arrepentimiento); Un cierto hombre tenía una higuera plantada en su viña (la "higuera" es simbólica de Israel); y vino a buscar fruto en ella, y no lo halló (Israel no producía ningún fruto para el Señor, a pesar de toda su religiosidad; debiera servir como lección para la Iglesia moderna).
7 Y dijo al Viñador (describe al "dueño" como Dios, y el "Viñador" como Jesús; la "Viña," es decir, "perteneció a Dios"; como también, la Iglesia Le pertenece [Mat. 16:18]), He aquí, tres años hace que vengo a buscar fruto en esta higuera, y no lo hallo (ilustra los tres años del Ministerio del Señor hasta este momento; a pesar de que el mundo haya visto los más grandes milagros, y aún así, Israel permaneció espiritualmente ciego y mudo; no había fruto alguno): córtala; ¿por qué ocupará aún la tierra? (Era una advertencia a Israel de que si no iba a producir fruto, el juicio era inminente. Pero aún así, no prestaron atención ni escucharon.)
8 Él (el Señor Jesús) entonces respondiendo, Le dijo (Dios el Padre): Señor, déjala aún este año, hasta que la excave, y ponga abono (representa los últimos meses del último año del Ministerio del Maestro, ya que se extienda que Su Ministerio duró unos tres años y medio; describe el hecho de que Cristo le había suplicado al Padre para que Le concediera un poco más tiempo):
9 Y si hiciere fruto, bien: y si no, la cortarás después (de hecho, los últimos pocos meses de Su Ministerio público tuvo más oposición que nunca; Israel no dio ningún fruto, y en el año 70 d.C. ellos fueron "cortados").
EL SÁBADO
10 Y enseñaba en una Sinagoga en Sábado (para entonces, la mayoría de las Sinagogas Le cerraron las puertas; es claro que ésta era una de las pocas que todavía Le permitía Ministrar).
11 Y, he aquí, una mujer que tenía espíritu de enfermedad dieciocho años (quiere decir que un espíritu demoníaco había causado esta enfermedad, que, sin lugar a dudas, es la causa de mucha enfermedad en la actualidad, también), y andaba agobiada, que en ninguna manera se podía enderezar (constituía, unos piensan, un encorvamiento de la columna vertebral; ella era un ejemplo de lo que Satanás ha hecho a toda la humanidad; al género humano en general, al menos de una u otra forma, tiene un "espíritu de enfermedad" provocado por Satanás, y están "ligados"; como también, el hombre de ninguna manera, puede "enderezarse").
12 Y cuando Jesús la vio, la llamó (quiere decir que este milagro, como el de Naín, no fue solicitado), y le dijo, Mujer, libre eres de tu enfermedad (una declaración de Liberación que toda la raza humana necesita).
13 Y puso Sus Manos sobre ella: y luego se enderezó, y Glorificaba a Dios (describe el hecho de que esta mujer conocía al Señor, que significa que ella era recta con Dios, sin embargo, estuvo atada por este "espíritu de enfermedad," que nos enseña que es cierto que tal puede pasar, hasta ahora mismo, y, sin duda, sucede; no significa que la mujer estaba poseída de un demonio, ya que ella no estaba poseída; lo que realmente significa es lo que ella fue "oprimida por espíritus demoníacos," que puede pasar a cualquier Creyente [Hch. 10:38]).
14 Y respondiendo el principal de la Sinagoga, enojado de que Jesús hubiese sanado en Sábado (no había nada en la Ley de Moisés que decía que no se podía sanar a una persona en el Día Sábado; era pura invención del hombre), dijo a la multitud, Seis días hay en que es necesario obrar: en estos, pues, venid y sed curados, y no en el Día Sábado (indica que este Farisaico fanático reprochaba a Cristo; ¡la perversidad religiosa es la máxima forma de maldad!).
15 Entonces el Señor le respondió, y dijo, Hipócrita (¡proclama la indignación justa, ¡y con derecho! y que quede bien claro que Cristo dijo esto en voz alta delante de toda la gente), cada uno de vosotros ¿no desata en Sábado su buey o su asno del pesebre, y lo lleva a beber? (Él con viveza hace un contraste entre animales y seres humanos, y puso a los Fariseos en ridículo ¡por su necedad!)
16 Y a esta hija de Abraham (expresa la relación del Convenio), que, he aquí, Satanás la había atado dieciocho años (Satanás es la causa de toda la esclavitud, sea física, mental, financiera o espiritual), ¿no convino desatarla de esta ligadura en el Día Sábado? (Expone que la Liberación de esta mujer era más importante que guardar cierta regla absurda hecha por el hombre.)
17 Y diciendo estas cosas, se avergonzaban todos Sus adversarios (se avergonzaron, pero no cambiaron, ya que no se arrepentirían): más todo el pueblo se gozaba de todas las cosas gloriosas que eran por Él hechas (¡pero esto enfureció a estos hipócritas aún más!).
LA SEMILLA DE MOSTAZA
18 Y Él dijo, ¿A qué es semejante el Reino de Dios (Tiene la intención de describir lo que Satanás y los hombres religiosos han hecho al Gran Plan de Dios como se le fue dado a Abraham y a Moisés, así como a los Profetas. ¡Se aplica en la actualidad a la Iglesia también!), y a qué lo compararé? (Presenta a Dios Mismo revelando Su Juicio sobre lo que fingía ser Su Reino.)
19 Semejante es al grano de la mostaza, que tomándolo un hombre, lo metió en su huerto (tiene que ver con los comienzos humildes del Reino de Dios en la Tierra, desde Abel en el pasado; de hecho, sus comienzos eran tan pequeños que la Biblia sólo registra dos conversiones hasta Noé, un período de unos 1.600 años); y creció, y fue hecho árbol grande (se refiere a la Nación de Israel que crece en millones de personas); y las aves del Cielo hicieron nidos en sus ramas (indica que los espíritus demoníacos hacen su hogar en este Reino; de ahí, se explica la actitud espiritual del Principal de la Sinagoga donde Jesús sanó a la mujer, así como la de todos los líderes religiosos de Israel).
LA LEVADURA
20 Y otra vez dijo, ¿A qué compararé el Reino de Dios?
21 Semejante es a la levadura (tiene la intención de describir la podredumbre y corrupción), que tomó una mujer (la palabra "mujer" como se usa aquí en forma simbólica representa la maldad, el error, la suciedad, la infidelidad y la falsa religión) y la escondió en tres medidas de harina (la harina simboliza la Palabra de Dios), hasta que todo hubo fermentado (describe a Israel completamente corrupto durante la época de Cristo como corrompido y, también, se refiere a la Iglesia moderna).
LA MERA PROFESIÓN
22 Y pasaba por todas las ciudades y aldeas enseñando, y caminando a Jerusalén (infiere que Él ya no era bienvenido en ninguna Sinagoga; eran los últimos pocos meses, o aun semanas, del Ministerio del Maestro).
23 Y Le dijo uno, Señor, ¿son pocos los que se Salvan? (Sin duda, esta pregunta fue hecha, debido a las declaraciones que acaban de ser hechas por Cristo acerca del "árbol de mostaza" y las "tres medidas de harina.") Y Él les dijo,
24 Esforzaos a entrar por la puerta angosta (automáticamente se estrecha la abertura para la entrada a la Salvación; no es que Dios rechaza a la gente, sino que la gente rechaza a Dios, o por lo menos el Camino de Dios): porque os digo, que muchos procurarán entrar, y no podrán (declara el hecho de que muchos intentan entrar por un camino de otra manera que de la Cruz, ¡que es imposible!).
25 Después que el padre de familia se levantare, y cerrare la puerta (corresponde a la muerte), y comenzareis a estar fuera (se refiere a multitudes de personas que pensaban que estaban dentro del Reino, pero en realidad, estaban "afuera"; no hay nada peor que un falso camino de Salvación), y llamar a la puerta, diciendo, Señor, Señor, ábrenos (una oración que podría ser contestada en cualquier momento antes de la muerte, pero no puede ser contestada después de la muerte); y respondiendo os dirá, No os conozco de donde seáis (Cristo le dirá a todos quienes han rechazado la Cruz, "no os conozco"; no podría haber ningún otro anuncio más espeluznante).
26 Entonces comenzaréis a decir, Delante de ti hemos comido y bebido, y en nuestras plazas enseñaste (corresponde al Israel de la época de Jesús que estaba tan habituado a Cristo, pero Lo rechazaron; también corresponde a las grandes multitudes que son religiosas, pero perdidas).
27 Y Yo os dirá, Os digo, que no os conozco de donde seáis (declara a Jesucristo Solo como el Juez); apartaos de Mí todos los obreros de iniquidad (quien sea que rechaza la Cruz, es "un obrero de la iniquidad," ya sea si lo entiende o no; al rechazar la Cruz se pone en estado de rebelión).
28 Allí será el llanto y el crujir de dientes (coloca a los que profesan religión a la par de los ateos y de los que rechazan a Cristo), cuando viereis a Abraham, y a Isaac, y a Jacob, y a todos los Profetas en el Reino de Dios (presenta a éstos como que están con el Señor), y vosotros echados fuera (ser echados fuera del Cielo es ser echados al Infierno).
29 Y vendrán del oriente y del occidente, del norte y del sur (declara el fin de cualquier tipo de exclusividad del Evangelio como los Judíos la practicaban en la época de Jesús; también se aplica al mundo hoy día), y se sentarán a la mesa en el Reino de Dios (predice la Iglesia Gentil teniendo los mismos derechos que los Judíos, al menos los Judíos que son Salvos [Ef. 2:13-18]).
30 Y, he aquí, son postreros los que serán los primeros (se refiere básicamente a la Iglesia, que está de "última," es decir, después de Israel, pero entrará "primero," debido a ser la primera en aceptar a Cristo), y son primeros los que serán los postreros (se refiere a Israel que era el primero en línea para recibir a Cristo, pero Lo rechazó, en consecuencia, será el "último" para aceptarlo, que será en la Segunda Venida).
HERODES
31 Aquel mismo día llegaron unos de los Fariseos, diciéndole, Sal, y vete de aquí: porque Herodes te quiere matar (declara un pretexto de su parte para fingir amistad y preocupación, cuando su único verdadero objetivo era detener a Cristo en Su Obra y de callar Su Predicación; lo mismo hizo Herodes quien asesinó a Juan el Bautista).
32 Y les dijo, Id, y decid a aquella zorra (literalmente se lee en el Texto Griego, "ella-zorra," que era el nombre más desdeñoso que jamás le fue dado a alguien por Jesús), He aquí, echo fuera demonios (espíritus demoníacos), y acabo sanidades hoy y mañana (tiene que ver con Su Ministerio Personal, es decir, "hoy," y este Ministerio que continuaría a través de Sus seguidores, es decir, "mañana"; en esta declaración, Él en realidad está declarando que Herodes es del Diablo, y que vendrá el día, cuando los que son como él, ya no dominarán entre los hijos de los hombres; esto aguarda la Segunda Venida, pero es más cercano ahora que nunca), y al tercer día soy consumado (predice Su Muerte, Resurrección, Ascensión y Exaltación).
33 Empero es necesario que hoy, y mañana, y pasado mañana sigo Mi camino (simplemente quiere decir que Él estaba en su camino a Jerusalén, que se tomaría unos tres días): porque no es posible que un Profeta muera fuera de Jerusalén (¡una terrible acusación sobre aquella ciudad! Satanás ha venido en contra de esta ciudad como ningún otra, porque el Señor eligió a Jerusalén para poner Su Nombre [II Crón. 6:6]; en la Segunda Venida habrá por fin paz).
JERUSALÉN
34 ¡Oh Jerusalén, Jerusalén! (¡dicho como un grito de angustia y de amor, sin embargo, con un presagio profundo!) que matas a los Profetas, y apedreas a los que son enviados a ti (no sólo afectó a Israel, sino al mundo entero; el rechazo de Cristo por Su Propio Pueblo, produjo "la era de los Gentiles" se continuara, con el Gobierno de Dios en relación con el aplazo de este Planeta); cuántas veces quise juntar tus hijos, como la gallina sus pollos debajo de sus alas, y no quisiste! (Se le dio innumerables oportunidades para Arrepentirse, pero en vano.)
35 He aquí, os es dejada vuestra casa desierta (en efecto, se refiere al Templo, ya que Él lo rechazó, Dios lo rechaza ahora): y os digo, Que no Me veréis (habiendo rechazado a Cristo, ellos verían a "César," lo que resultaría ser una alternativa catastrófica) hasta que venga tiempo cuando digáis, Bendito El Que viene en Nombre del Señor (citado de Salmos 118:26; corresponde a la Edad del Reino venidero, que comenzará en la Segunda Venida; para aquel entonces Israel aceptará a Cristo como Señor, Salvador y Mesías).
Primera Corintios Capítulo 13:
Ahora les voy a mostrar un camino más excelente. Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas,[a] pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá.
(1Co 13:1-8)
Hebreos 10:35-12:4
Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida. Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre.
Romanos 8:
Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.
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