18 February 2019

El 18 de febrero Lectura Bíblica Diaria

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El 18 de febrero Lectura Bíblica Diaria:

Jeremías 15 a 17:

El Señor me dijo: "Aunque Moisés y Samuel se presentaran ante mí, no tendría compasión de este pueblo. ¡Échalos de mi presencia! ¡Que se vayan! Y si te preguntan: ¿A dónde iremos?, adviérteles que así dice el Señor: "Los destinados a la muerte, a la muerte; los destinados a la espada, a la espada; los destinados al hambre, al hambre; los destinados al cautiverio, al cautiverio. "Enviaré contra ellos cuatro clases de calamidades afirma el Señor: la espada para matar, los perros para arrastrar, las aves del cielo para devorar, y las bestias de la tierra para destruir. Los haré motivo de espanto para todos los reinos de la tierra, por causa de lo que Manasés hijo de Ezequías, rey de Judá, hizo en Jerusalén. "¿Quién tendrá compasión de ti, Jerusalén? ¿Quién llorará por ti? ¿Quién se detendrá a preguntar por tu salud? Tú me has rechazado, te has vuelto atrás afirma el Señor. Extenderé mi mano contra ti, y te destruiré; estoy cansado de tenerte compasión. Te aventaré con la horquilla por las puertas de la ciudad. A ti te dejaré sin hijos, y a mi pueblo lo destruiré, porque no cambió su conducta. Haré que sus viudas sean más numerosas que la arena de los mares; en pleno día enviaré destrucción contra las madres de los jóvenes. la angustia y el pavor. Se desmaya la que tuvo siete hijos; se queda sin aliento. Su sol se pone en pleno día; ¡se queda avergonzada y humillada! delante de sus enemigos", afirma el Señor. ¡Ay de mí, madre mía, que me diste a luz como hombre de contiendas y disputas contra toda la nación! No he prestado ni me han prestado, pero todos me maldicen. El Señor dijo: "De veras te libraré para bien; haré que el enemigo te suplique en tiempos de calamidad y de angustia. "¿Puede el hombre romper el hierro, el hierro del norte, y el bronce? Por causa de todos tus pecados entregaré como botín, sin costo alguno, tu riqueza y tus tesoros, por todo tu territorio. Haré que sirvas a tus enemigos en una tierra que no conoces, porque en mi ira un fuego se ha encendido, y arde contra ustedes." Tú comprendes, Señor; ¡acuérdate de mí, y cuídame! ¡Toma venganza de los que me persiguen! Por causa de tu paciencia, no permitas que sea yo arrebatado; mira que por ti sufro injurias. Al encontrarme con tus palabras, yo las devoraba; ellas eran mi gozo y la alegría de mi corazón, porque yo llevo tu nombre, Señor, Dios Todopoderoso. No he formado parte de grupos libertinos, ni me he divertido con ellos; he vivido solo, porque tú estás conmigo y me has llenado de indignación. ¿Por qué no cesa mi dolor? ¿Por qué es incurable mi herida? ¿Por qué se resiste a sanar? ¿Serás para mí un torrente engañoso de aguas no confiables? Por eso, así dice el Señor: "Si te arrepientes, yo te restauraré y podrás servirme. Si evitas hablar en vano, y hablas lo que en verdad vale, tú serás mi portavoz. Que ellos se vuelvan hacia ti, pero tú no te vuelvas hacia ellos. Haré que seas para este pueblo como invencible muro de bronce; pelearán contra ti, pero no te podrán vencer, porque yo estoy contigo para salvarte y librarte afirma el Señor. Te libraré del poder de los malvados; ¡te rescataré de las garras de los violentos!" La palabra del Señor vino a mí, y me dijo: "No te cases, ni tengas hijos ni hijas en este lugar." Porque así dice el Señor en cuanto a los hijos y las hijas que han nacido en este lugar, y en cuanto a las madres que los dieron a luz y los padres que los engendraron en este país: "Morirán de enfermedades horribles. Nadie llorará por ellos, ni los sepultará; se quedarán sobre la faz de la tierra, como el estiércol. La espada y el hambre acabarán con ellos, y sus cadáveres servirán de alimento para las aves del cielo y para las bestias de la tierra." Así dice el Señor: "No entres en una casa donde estén de luto, ni vayas a llorar, ni los consueles, porque a este pueblo le he retirado mi paz, mi amor y mi compasión afirma el Señor. En este país morirán grandes y pequeños; nadie llorará por ellos, ni los sepultará; nadie se hará heridas en el cuerpo ni se rapará la cabeza por ellos. Nadie ofrecerá un banquete fúnebre a los que estén de duelo, para consolarlos por el muerto, ni a nadie se le dará a beber la copa del consuelo, aun cuando quien haya muerto sea su padre o su madre. "No entres en una casa donde haya una celebración, ni te sientes con ellos a comer y beber. Porque así dice el Señor Todopoderoso, el Dios de Israel: Voy a poner fin en este lugar a toda expresión de alegría y de regocijo, y al cántico del novio y de la novia. Esto sucederá en sus propios días, y ustedes lo verán. "Cuando anuncies a este pueblo todas estas cosas, ellos te preguntarán: ¿Por qué ha decretado el Señor contra nosotros esta calamidad tan grande? ¿Cuál es nuestra iniquidad? ¿Qué pecado hemos cometido contra el Señor nuestro Dios? Entonces les responderás: Esto es porque sus antepasados me abandonaron y se fueron tras otros dioses, y los sirvieron y los adoraron. Pero a mí me abandonaron, y no cumplieron mi ley afirma el Señor. Pero ustedes se han comportado peor que sus antepasados. Cada uno sigue la terquedad de su corazón malvado, y no me ha obedecido. Por eso los voy a arrojar de esta tierra, a un país que ni ustedes ni sus antepasados conocieron, y allí servirán a otros dioses día y noche. No les tendré clemencia. "Por eso afirma el Señor, vienen días en que ya no se dirá: Por la vida del Señor, que hizo salir a los israelitas de la tierra de Egipto, sino: Por la vida del Señor, que hizo salir a los israelitas de la tierra del norte, y de todos los países adonde los había expulsado. Yo los haré volver a su tierra, la que antes di a sus antepasados. "Voy a enviar a muchos pescadores afirma el Señor, y ellos los pescarán a ustedes. Después, enviaré a muchos cazadores, y ellos los cazarán a ustedes por todas las montañas y colinas, y por las grietas de las rocas. Ciertamente mis ojos ven todas sus acciones; ninguna de ellas me es oculta. Su iniquidad no puede esconderse de mi vista. Primero les pagaré el doble por su iniquidad y su pecado, porque con los cadáveres de sus ídolos detestables han profanado mi tierra, y han llenado mi herencia con sus abominaciones." Señor, fuerza y fortaleza mía, mi refugio en el día de la angustia: desde los confines de la tierra vendrán a ti las naciones, y dirán: "Sólo mentira heredaron nuestros antepasados; heredaron lo absurdo, lo que no sirve para nada. ¿Acaso puede el hombre hacer sus propios dioses? ¡Pero si no son dioses!" Por eso, esta vez les daré una lección; les daré a conocer mi mano poderosa. ¡Así sabrán que mi nombre es el Señor! "El pecado de Judá está escrito con cincel de hierro; grabado está con punta de diamante sobre la tabla de su corazón y sobre los cuernos de sus altares. Bien que se acuerdan sus hijos de sus altares junto a árboles frondosos; de sus imágenes de Aserá sobre altas colinas y sobre mi montaña a campo abierto. "Entregaré como botín tu riqueza, tus tesoros y tus santuarios paganos, por todos tus pecados en todo tu territorio. Por tu culpa perderás la herencia que yo te había dado. Te haré esclava de tus enemigos, en un país para ti desconocido, porque has encendido mi ira, la cual se mantendrá ardiendo para siempre." Así dice el Señor: "¡Maldito el hombre que confía en el hombre! ¡Maldito el que se apoya en su propia fuerza y aparta su corazón del Señor! Será como una zarza en el desierto: no se dará cuenta cuando llegue el bien. Morará en la sequedad del desierto, en tierras de sal, donde nadie habita. "Bendito el hombre que confía en el Señor, y pone su confianza en él. Será como un árbol plantado junto al agua, que extiende sus raíces hacia la corriente; no teme que llegue el calor, y sus hojas están siempre verdes. En época de sequía no se angustia, y nunca deja de dar fruto." Nada hay tan engañoso como el corazón. No tiene remedio. ¿Quién puede comprenderlo? "Yo, el Señor, sondeo el corazón y examino los pensamientos, para darle a cada uno según sus acciones y según el fruto de sus obras." El que acapara riquezas injustas es perdiz que empolla huevos ajenos. En la mitad de la vida las perderá, y al final no será más que un insensato. Trono de gloria, exaltado desde el principio, es el lugar de nuestro santuario. Señor, tú eres la esperanza de Israel, todo el que te abandona quedará avergonzado. quedará como algo escrito en el polvo, porque abandonó al Señor, al manantial de aguas vivas. Sáname, Señor, y seré sanado; sálvame y seré salvado, porque tú eres mi alabanza. No falta quien me pregunte: "¿Dónde está la palabra del Señor? ¡Que se haga realidad!" Pero yo no me he apresurado a abandonarte y dejar de ser tu pastor, ni he deseado que venga el día de la calamidad. Tú bien sabes lo que he dicho, pues lo dije en tu presencia. No seas para mí un motivo de terror; tú eres mi refugio en tiempos de calamidad. ¡No me pongas a mí en vergüenza; avergüénzalos a ellos! ¡No me llenes de terror a mí; aterrorízalos a ellos! Envíales tiempos difíciles; ¡destrózalos, y vuelve a destrozarlos! Así me dijo el Señor: "Ve y párate en la puerta del Pueblo, por donde entran y salen los reyes de Judá, y luego en todas las puertas de Jerusalén, y diles: ¡Escuchen la palabra del Señor, reyes de Judá, y toda la gente de Judá y todos los habitantes de Jerusalén que entran por estas puertas! Así dice el Señor: ‘Cuídense bien de no llevar ninguna carga en día sábado, y de no meterla por las puertas de Jerusalén. Tampoco saquen ninguna carga de sus casas en día sábado, ni hagan ningún tipo de trabajo. Observen el reposo del sábado, tal como se lo ordené a sus antepasados. Pero ellos no me prestaron atención ni me obedecieron, sino que se obstinaron y no quisieron escuchar ni recibir corrección. "Si de veras me obedecen afirma el Señor y no meten ninguna carga por las puertas de esta ciudad en día sábado, sino que observan este día no haciendo ningún trabajo, entonces entrarán por las puertas de esta ciudad reyes y príncipes que se sentarán en el trono de David. Ellos y los príncipes entrarán montados en carros y caballos, acompañados por la gente de Judá y por los habitantes de Jerusalén, y esta ciudad será habitada para siempre. Vendrá gente de las ciudades de Judá y de los alrededores de Jerusalén, del territorio de Benjamín y de la Sefelá, de la región montañosa y del Néguev. Traerán a la casa del Señor holocaustos y sacrificios, ofrendas de cereal y de incienso, y ofrendas de acción de gracias. Pero si no obedecen ustedes mi mandato de observar el reposo del sábado, y de no llevar carga al entrar en sábado por las puertas de Jerusalén, entonces les prenderé fuego a sus puertas, que no podrá ser apagado y que consumirá los palacios de Jerusalén."


Salmos 67:
Dios nos tenga compasión y nos bendiga; Dios haga resplandecer su rostro sobre nosotros, Selah. para que se conozcan en la tierra sus caminos, y entre todas las naciones su salvación. Que te alaben, oh Dios, los pueblos; que todos los pueblos te alaben. Alégrense y canten con júbilo las naciones, porque tú las gobiernas con rectitud; ¡tú guías a las naciones de la tierra! Selah. Que te alaben, oh Dios, los pueblos; que todos los pueblos te alaben. La tierra dará entonces su fruto, y Dios, nuestro Dios, nos bendecirá. Dios nos bendecirá, y le temerán todos los confines de la tierra.


Proverbios 1:
Proverbios de Salomón hijo de David, rey de Israel: para adquirir sabiduría y disciplina; para discernir palabras de inteligencia; para recibir la corrección que dan la prudencia, la rectitud, la justicia y la equidad; para infundir sagacidad en los inexpertos, conocimiento y discreción en los jóvenes. Escuche esto el sabio, y aumente su saber; reciba dirección el entendido, para discernir el proverbio y la parábola, los dichos de los sabios y sus enigmas. El temor del Señor es el principio del conocimiento; los necios desprecian la sabiduría y la disciplina. Hijo mío, escucha las correcciones de tu padre y no abandones las enseñanzas de tu madre. Adornarán tu cabeza como una diadema; adornarán tu cuello como un collar. Hijo mío, si los pecadores quieren engañarte, no vayas con ellos. Éstos te dirán: "¡Ven con nosotros! y démonos el gusto de matar a algún incauto; traguémonos a alguien vivo, como se traga el sepulcro a la gente; devorémoslo entero, como devora la fosa a los muertos. Obtendremos toda clase de riquezas; con el botín llenaremos nuestras casas. Comparte tu suerte con nosotros, y compartiremos contigo lo que obtengamos." ¡Pero no te dejes llevar por ellos, hijo mío! ¡Apártate de sus senderos! Pues corren presurosos a hacer lo malo; ¡tienen prisa por derramar sangre! De nada sirve tender la red a la vista de todos los pájaros, pero aquéllos acechan su propia vida y acabarán por destruirse a sí mismos. Así terminan los que van tras ganancias mal habidas; por éstas perderán la vida. Clama la sabiduría en las calles; en los lugares públicos levanta su voz. Clama en las esquinas de calles transitadas; a la entrada de la ciudad razona: "¿Hasta cuándo, muchachos inexpertos, seguirán aferrados a su inexperiencia? ¿Hasta cuándo, ustedes los insolentes, se complacerán en su insolencia? ¿Hasta cuándo, ustedes los necios, aborrecerán el conocimiento? Respondan a mis reprensiones, y yo les abriré mi corazón; les daré a conocer mis pensamientos. Como ustedes no me atendieron cuando los llamé, ni me hicieron caso cuando les tendí la mano, sino que rechazaron todos mis consejos y no acataron mis reprensiones, ahora yo me burlaré de ustedes cuando caigan en desgracia. cuando les sobrevenga el miedo, cuando el miedo les sobrevenga como una tormenta y la desgracia los arrastre como un torbellino. "Entonces me llamarán, pero no les responderé; me buscarán, pero no me encontrarán. Por cuanto aborrecieron el conocimiento y no quisieron temer al Señor; por cuanto no siguieron mis consejos, sino que rechazaron mis reprensiones, cosecharán el fruto de su conducta, se hartarán con sus propias intrigas; ¡su descarrío e inexperiencia los destruirán, su complacencia y necedad los aniquilarán! Pero el que me obedezca vivirá tranquilo, sosegado y sin temor del mal."


Juan 20:

CAPÍTULO 20
(33 d.C.)
LA RESURRECCIÓN

Y EL primer día de la semana (Domingo), María Magdalena vino de mañana, siendo aún oscuro, al sepulcro (probablemente cerca a las 5:00 de la mañana), y vio la piedra quitada del sepulcro (lo que ella no esperó encontrar).
2 Entonces corrió, y vino a Simón Pedro, y al otro Discípulo, al cual amaba Jesús (Juan el Amado), y les dice, Han llevado al Señor del sepulcro, y no sabemos dónde Le han puesto (todo esto demuestra que las mujeres y los Discípulos no creyeron que Él había  Resucitado; tal vez ellos pensaron que José y Nicodemo trasladaron el Cuerpo de Jesús a algún otro lugar).
3 Y salió Pedro, y el otro Discípulo (Juan), y vinieron al sepulcro (si realmente hubieran creído que Él resucitaría, nunca hubieran abandonado el sepulcro).
4 Y corrían los dos juntos: mas el otro Discípulo (Juan) corrió más aprisa que Pedro, y llegó primero al sepulcro (Juan llegó primero).
5 Y él (Juan) bajándose a mirar, vio las telas de lino echados (se refirió a las “telas de lino” de Jn. 19:40; si alguien hubiera robado Su Cuerpo, no se hubiera molestado en quitar el lino de los restos); mas aún no entró.
6 Llegó luego Simón Pedro siguiéndole (Juan), y entró en el sepulcro, y vio las telas de lino puestas (“puestas” indica que las telas estaban dobladas con mucho cuidado),
7 Y el sudario, que había estado sobre Su Cabeza, no puesto con los lienzos (muestra lo que es sumamente interesante, si se toma en cuenta que tanto maltrataron la Cabeza y la Cara de Jesús que Él apenas era reconocible), sino envuelto en un lugar aparte (ninguna de estas acciones se refiere a la prisa, que hubiera acompañado el traslado o el robo de un cuerpo, sino más bien algo hecho con propósito y precisión; ¡todo esto reflejaba la “Resurrección!”).
8 Y entonces entró también el otro Discípulo, que había venido primero al sepulcro (se refiere a Juan que ahora entra en la Tumba con Pedro), y vio, y creyó (lo que María Magdalena informó, y no de que Jesús resucitó de entre los muertos, como las siguientes Escrituras revelan).
9 Porque aún no sabían La Escritura, que era necesario que Él resucitase de los muertos (desde luego se refiere a Sal. 16:10-11).
10 Y volvieron los Discípulos a los suyos (el lugar donde ellos residían temporalmente, con respecto a su llegada a Jerusalén para celebrar la Pascua).

MARÍA MAGDALENA

11 Empero María estaba fuera llorando junto al sepulcro (se quedó después de que Pedro y Juan se fueron; por supuesto, ella volvió no mucho después de irse ellos): y estando llorando, se bajó a mirar al sepulcro (la segunda vez que ella había hecho esto [Mat. 28:1-7; Marc. 16:1-7; Luc. 24:1-11]),
12 Y vio dos Ángeles en ropas blancas que estaban sentados (por lo visto representa la segunda aparición de los Ángeles), el uno a la cabecera, y el otro a los pies, donde el Cuerpo de Jesús había sido puesto (en cierto modo, representa el Propiciatorio Verdadero, y los Ángeles representan el Querubín; los Ángeles se sentaron, pero el Querubín se mantuvo de pie, porque ya la Redención se cumplió [Éx. 25:19]; obviamente, estos Ángeles eran Príncipes, porque la dignidad y la importancia de la Resurrección requirió el Ministerio de los Ángeles más altos [Dan. 9:21; 10:21; 12:1; Luc. 1:19, 26] – Williams).
13 Y le dijeron, Mujer, ¿por qué lloras? (¡La verdad es que pronto ella estará gritando!) Les dice, Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde Le han puesto (en esencia, dice, “dondequiera que Él esté, aunque sea sólo un cadáver, allí quiero estar”).
14 Y cuando hubo dicho esto, se volvió atrás (mejor se hubiera traducido, “hizo que ella se volviera atrás”; quizás notó que le parecía que los Ángeles miraban a otra persona que estaba detrás de ella; Williams dijo, “un corazón herido que busca a Cristo, los Ángeles, por muy gloriosos que sean, no son de interés a Él”), y vio a Jesús que estaba allí, mas no sabía que era Jesús (en cuanto a las apariciones de nuestro Señor después de la Resurrección, parece que hubieron dos motivos por qué Él no fue reconocible tan fácilmente; el primero era la incredulidad, y el segundo era que Su Aspecto estaba cambiado, al menos un poco; ¡pero la incredulidad era el mayor problema!).
15 Le dice Jesús, Mujer, ¿por qué lloras? (Es idéntico a lo que los Ángeles preguntaban. En virtud de Su Muerte y Resurrección, por todos los propósitos prácticos Él quitó la causa del llanto.) ¿A quién buscas? (Jesús pregunta por segunda vez, y realmente va al meollo de la cuestión.) Ella, pensando que era el jardinero (ella pensó que este hombre trabajaba para José de Arimatea, dueño de ese jardín; ¡de todos modos, todavía no tenía ni idea de una Resurrección!), Le dice, Señor, si tú lo has llevado, dime dónde Lo has puesto (en su mente, el Cuerpo Sagrado tenía que ser embalsamado con especias preciosas, que posiblemente ella gastaba todo lo que tenía para comprarlas; probablemente sabía que los Judíos querían llevarse Su Cuerpo y dejarlo en el vertedero de basura, por eso ella se preocupó), y yo Lo llevaré (simplemente quiere decir que si ellos le permitieran, ella Le daría un entierro adecuado).
16 Le dice Jesús, ­¡María! (La primera expresión de “mujer” la hace el representante de toda la humanidad sufriente; la segunda expresión de “María” declara la individualidad del Evangelio y la manera por la cual nuestro Señor trata con todos quienes se allegan a Él.) Volviéndose ella (ella reconoce Su Voz), Le dice, ¡Raboni! que quiere decir, Maestro (¡el Texto Griego dice, “¡Mi Maestro!”; en este Cuarto Evangelio, el Espíritu Santo hace mención de cuatro apariciones del Señor después de Su Resurección, y estas apariciones desterraron a cuatro grandes enemigos del corazón humano — “la pena, el temor, la duda y la preocupación”).
17 Le dice Jesús, No Me toques (en efecto, dice, “no te sujetes a Mí, no trates de detenerme”); porque aún no he subido a Mi Padre (Reynolds dijo, “Él, Quién es el Padre de Cristo y el Padre de los hombres, es así de modo diferente. Él es el Padre de Cristo por naturaleza, y de los hombres por la Gracia.” [Cuarenta días más tarde, Él ascendería]): mas ve a Mis hermanos, y diles (no habla de aquellos que eran sus hermanastros en la carne, sino más bien de Sus Discípulos Escogidos, menos Judas quien estaba ya muerto), Subo a Mi Padre y a vuestro Padre, a Mi Dios y a vuestro Dios (esta declaración por Cristo, demuestra una gran relación entre el Creyente y el Padre Divino; en realidad, el único propósito del Calvario y la Resurrección era establecer esta relación a través de la Redención, ¡que fue así!).
18 Fue María Magdalena dando las nuevas a los Discípulos de que había visto al Señor, y que Él le había dicho estas cosas (¡Se la apareció primero a ella! desgraciadamente, su relato fue recibido con incredulidad [Marc. 16:9-11]).

LOS DIEZ DISCÍPULOS

19 Y como fue tarde aquel día, el primero de la semana (la primera reunión en un Domingo), y estando las puertas cerradas donde los Discípulos estaban juntos por miedo de los Judíos (el “temor” expresado aquí correspondió a la idea o pensamiento que las autoridades religiosas después de asesinar a Jesús, podía sucederle lo mismo a Sus Seguidores más cercanos; el Día de Pentecostés quitaría este “temor”), vino Jesús, y se puso en medio (no nos da información en cuanto a cómo fue hecho; Él sólo parece haber aparecido de repente), y les dijo, Paz a vosotros (un saludo muy común, pero como Él es la fuente de esto, y especialmente en este momento, el saludo fue muy elocuente).
20 Y cuando hubo dicho esto, les mostró las Manos y el Costado (tenía que ver con Sus Heridas,  las cuales comprobaron que Él no era un fantasma). Y los Discípulos se gozaron viendo al Señor (quiere decir que la “Paz que ellos no tenían, ahora la tienen”; ¡Jesús Vive!).
21 Entonces les dijo Jesús otra vez, Paz a vosotros (de nuevo, fue dicho intencionalmente; la primera “Paz” les dio una nueva Revelación a todos los reunidos; la segunda “Paz,” un llamado al servicio como lo veremos): como Me envió el Padre, así también Yo os envío (la Gran Comisión de llevar el Evangelio de Jesucristo al mundo entero).
22 Y cuando hubo dicho esto, sopló (el mismo acto que se desempeñó en Gén. 2:7; a Adán Él sopló el Aliento de Vida, y ahora sobre los hijos e hijas del Señor Él sopla el Espíritu Santo), y les dijo, Recibid el Espíritu Santo (en esencia, Jesús les dice que lo que Él hizo en el Calvario hará posible para ellos y para que todos los Creyentes “reciban” o sean bautizados con el Espíritu Santo [Jn. 7:39; Hch. 2:4]):
23 A los que remitiereis los pecados, les son remitidos (en su forma más simple quiere decir que cuando el Evangelio de Jesucristo es predicado y aceptado por los pecadores, el Predicador del Evangelio, o cualquier Creyente respecto a eso, podría anunciar, en términos inequívocos, a cada nuevo Creyente que todos sus pecados son “remitidos,” es decir, perdonados); a quienes los retuviereis, serán retenidos (es lo mismo como lo anterior, pero exactamente lo opuesto; si se rechaza el Evangelio, el Creyente tiene la obligación de informar al que ha rechazado a Cristo que, a pesar de cualquier otra cosa que haría, él todavía está en pecado, y sin el arrepentimiento sufrirá las consecuencias).
24 Empero Tomás, uno de los doce, que se dice el Dídimo (desde hace mucho tiempo Judas ya había sido reemplazado por Matías cuando Juan escribió este Evangelio), no estaba con ellos cuando Jesús vino (¡es una lección para todos nosotros! Estoy seguro que fue una lección para Tomás de que Él siempre estaría presente).
25 Le dijeron pues los otros Discípulos, Al Señor hemos visto (fue el mayor anuncio que jamás habían hecho, por lo menos desde su conversión). Y él les dijo, Si no viere en Sus Manos la señal de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi mano en Su Costado, no creeré (la incredulidad siempre nos sumerge más y más abajo; el problema de millones de personas es que “no creen”).

LOS ONCE DISCÍPULOS

26 Y ocho días después, estaban otra vez Sus Discípulos dentro, y con ellos Tomás (Jesús vuelve a reunirse con ellos el Domingo, el Primer Día de la semana, el Día de Su Resurrección): vino Jesús, las puertas cerradas, y se puso en medio (Su Entrada exactamente hace ocho días), y dijo, Paz a vosotros (todas estas veces, Él se refiere a la Paz que resulta de la Santificación).
27 Luego dice a Tomás, Mete tu dedo aquí, y ve Mis Manos; y alarga acá tu mano, y métela en Mi Costado (muestra a Jesús, por lo menos en la última frase, usando las mismas palabras que Tomás usó, demostrando que Él sabía exactamente lo que Tomás había dicho): y no seas incrédulo, sino Creyente (simplemente quiere decir, “!ten Fe!”; ¡toda evidencia indica que Tomás hizo exactamente esto!).
28 Entonces Tomás respondió, y Le dijo, ­¡Señor mío, y Dios mío! (No hay ninguna evidencia de que Tomás tocó las Heridas del Maestro; sin embargo, él fue el primero en darle este título a Jesús, además de los Profetas en predecir estos eventos [Isa. 9:6-7; Sal. 45:6-7].)
29 Le dice Jesús, Porque Me has visto, Tomás, creíste (el grado más bajo de la Fe): bienaventurados los que no vieron y creyeron (la totalidad de la Iglesia, y por todas las edades; ¡ellos creyeron [tal como nosotros creemos] aunque no Le han [hemos] visto personalmente; ¡pero un día Lo veremos!).

ESTE EVANGELIO

30 Y también hizo Jesús muchas otras señales en presencia de Sus Discípulos (la totalidad de Su Ministerio), que no están escritas en este Libro (el Evangelio de Juan).
31 Éstas empero son escritas, para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios (Juan no se sintió guiado por el Espíritu de registrar un gran número de los Milagros, sino al contrario, su Libro tenía que hacer prominente la Vida Eterna para que todos los que creyeran en Él, aparte de los milagros y de la visión material, recibieran); y para que creyendo tengáis Vida en Su Nombre (el Espíritu Santo desea que la Fe acepte el testimonio de Las Escrituras de que Jesús de Nazaret es oficialmente el Mesías, y esencialmente el Hijo de Dios; y que quienquiera que crea en Él podrá vivir Eternamente en la felicidad imperecedera).


1 Corintios 13:
Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.


Hebreos 10:35-12:4:
Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida. Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté,  David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre.


Romanos 8:
Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, los que no andan conforme a la naturaleza pecaminosa sino conforme al Espíritu. Pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e  intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero."* Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.

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