12 February 2019

El 12 de febrero Lectura Bíblica Diaria

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El 12 de febrero Lectura Bíblica Diaria:

Isaías 63-65:
¿Quién es éste que viene de Edom, de Bosra, con vestidos rojos? ¿éste hermoso en su vestido, que marcha en la grandeza de su poder? Yo, el que hablo en justicia, grande para salvar. ¿Por qué es rojo tu vestido, y tus ropas como del que ha pisado en lagar? He pisado yo solo el lagar, y de los pueblos nadie había conmigo; los pisé con mi ira, y los hollé con mi furor; y su sangre salpicó mis vestidos, y manché todas mis ropas. Porque el día de la venganza está en mi corazón, y el año de mis redimidos ha llegado. Miré, y no había quien ayudara, y me maravillé que no hubiera quien sustentase; y me salvó mi brazo, y me sostuvo mi ira. Y con mi ira hollé los pueblos, y los embriagué en mi furor, y derramé en tierra su sangre. De las misericordias de Jehová haré memoria, de las alabanzas de Jehová, conforme a todo lo que Jehová nos ha dado, y de la grandeza de sus beneficios hacia la casa de Israel, que les ha hecho según sus misericordias, y según la multitud de sus piedades. Porque dijo: Ciertamente mi pueblo son, hijos que no mienten; y fue su Salvador. En toda angustia de ellos él fue angustiado, y el ángel de su faz los salvó; en su amor y en su clemencia los redimió, y los trajo, y los levantó todos los días de la antigüedad. Mas ellos fueron rebeldes, e hicieron enojar su santo espíritu; por lo cual se les volvió enemigo, y él mismo peleó contra ellos. Pero se acordó de los días antiguos, de Moisés y de su pueblo, diciendo: ¿Dónde está el que les hizo subir del mar con el pastor de su rebaño? ¿dónde el que puso en medio de él su santo espíritu, el que los guió por la diestra de Moisés con el brazo de su gloria; el que dividió las aguas delante de ellos, haciéndose así nombre perpetuo, el que los condujo por los abismos, como un caballo por el desierto, sin que tropezaran? El Espíritu de Jehová los pastoreó, como a una bestia que desciende al valle; así pastoreaste a tu pueblo, para hacerte nombre glorioso. Mira desde el cielo, y contempla desde tu santa y gloriosa morada. ¿Dónde está tu celo, y tu poder, la conmoción de tus entrañas y tus piedades para conmigo? ¿Se han estrechado? Pero tú eres nuestro padre, si bien Abraham nos ignora, e Israel no nos conoce; tú, oh Jehová, eres nuestro padre; nuestro Redentor perpetuo es tu nombre. ¿Por qué, oh Jehová, nos has hecho errar de tus caminos, y endureciste nuestro corazón a tu temor? Vuélvete por amor de tus siervos, por las tribus de tu heredad. Por poco tiempo lo poseyó tu santo pueblo; nuestros enemigos han hollado tu santuario. Hemos venido a ser como aquellos de quienes nunca te enseñoreaste, sobre los cuales nunca fue llamado tu nombre. ¡Oh, si rompieses los cielos, y descendieras, y a tu presencia se escurriesen los montes, como fuego abrasador de fundiciones, fuego que hace hervir las aguas, para que hicieras notorio tu nombre a tus enemigos,  y las naciones temblasen a tu presencia! Cuando, haciendo cosas terribles cuales nunca esperábamos, descendiste, fluyeron los montes delante de ti. Ni nunca oyeron, ni oídos percibieron, ni ojo ha visto a Dios fuera de ti, que hiciese por el que en él espera. Saliste al encuentro del que con alegría hacía justicia, de los que se acordaban de ti en tus caminos; he aquí, tú te enojaste porque pecamos; en los pecados hemos perseverado por largo tiempo; ¿podremos acaso ser salvos? Si bien todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias como trapo de inmundicia; y caímos todos nosotros como la hoja, y nuestras maldades nos llevaron como viento. Nadie hay que invoque tu nombre, que se despierte para apoyarse en ti;  por lo cual escondiste de nosotros tu rostro, y nos dejaste marchitar en poder de nuestras maldades. Ahora pues, Jehová, tú eres nuestro padre; nosotros barro, y tú el que nos formaste; así que obra de tus manos somos todos nosotros. No te enojes sobremanera, Jehová, ni tengas perpetua memoria de la iniquidad; he aquí, mira ahora, pueblo tuyo somos todos nosotros. Tus santas ciudades están desiertas, Sion es un desierto, Jerusalén una soledad. La casa de nuestro santuario y de nuestra gloria, en la cual te alabaron nuestros padres, fue consumida al fuego; y todas nuestras cosas preciosas han sido destruidas. ¿Te estarás quieto, oh Jehová, sobre estas cosas? ¿Callarás, y nos afligirás sobremanera? Fui buscado por los que no preguntaban por mí; fui hallado por los que no me buscaban. Dije a gente que no invocaba mi nombre: Heme aquí, heme aquí. Extendí mis manos todo el día a pueblo rebelde, el cual anda por camino no bueno, en pos de sus pensamientos; pueblo que en mi rostro me provoca de continuo a ira, sacrificando en huertos, y quemando incienso sobre ladrillos; que se quedan en los sepulcros, y en lugares escondidos pasan la noche; que comen carne de cerdo, y en sus ollas hay caldo de cosas inmundas; que dicen: Estate en tu lugar, no te acerques a mí, porque soy más santo que tú; éstos son humo en mi furor, fuego que arde todo el día. He aquí que escrito está delante de mí; no callaré, sino que recompensaré, y daré el pago en su seno por vuestras iniquidades, dice Jehová, y por las iniquidades de vuestros padres juntamente, los cuales quemaron incienso sobre los montes, y sobre los collados me afrentaron; por tanto, yo les mediré su obra antigua en su seno. Así ha dicho Jehová:  Como si alguno hallase mosto en un racimo, y dijese: No lo desperdicies, porque bendición hay en él; así haré yo por mis siervos, que no lo destruiré todo. Sacaré descendencia de Jacob, y de Judá heredero de mis montes; y mis escogidos poseerán por heredad la tierra, y mis siervos habitarán allí. Y será Sarón para habitación de ovejas, y el valle de Acor para majada de vacas, para mi pueblo que me buscó. Pero vosotros los que dejáis a Jehová, que olvidáis mi santo monte, que ponéis mesa para la Fortuna, y suministráis libaciones para el Destino; yo también os destinaré a la espada, y todos vosotros os arrodillaréis al degolladero, por cuanto llamé, y no respondisteis; hablé, y no oísteis, sino que hicisteis lo malo delante de mis ojos, y escogisteis lo que me desagrada. Por tanto, así dijo Jehová el Señor: He aquí que mis siervos comerán, y vosotros tendréis hambre; he aquí que mis siervos beberán, y vosotros tendréis sed; he aquí que mis siervos se alegrarán, y vosotros seréis avergonzados; he aquí que mis siervos cantarán por júbilo del corazón, y vosotros clamaréis por el dolor del corazón, y por el quebrantamiento de espíritu aullaréis. Y dejaréis vuestro nombre por maldición a mis escogidos, y Jehová el Señor te matará, y a sus siervos llamará por otro nombre. El que se bendijere en la tierra, en el Dios de verdad se bendecirá; y el que jurare en la tierra, por el Dios de verdad jurará; porque las angustias primeras serán olvidadas, y serán cubiertas de mis ojos. Porque he aquí que yo crearé nuevos cielos y nueva tierra; y de lo primero no habrá memoria, ni más vendrá al pensamiento. Mas os gozaréis y os alegraréis para siempre en las cosas que yo he creado; porque he aquí que yo traigo a Jerusalén alegría, y a su pueblo gozo. Y me alegraré con Jerusalén, y me gozaré con mi pueblo; y nunca más se oirán en ella voz de lloro, ni voz de clamor. No habrá más allí niño que muera de pocos días, ni viejo que sus días no cumpla; porque el niño morirá de cien años, y el pecador de cien años será maldito. Edificarán casas, y morarán en ellas; plantarán viñas, y comerán el fruto de ellas. No edificarán para que otro habite, ni plantarán para que otro coma; porque según los días de los árboles serán los días de mi pueblo, y mis escogidos disfrutarán la obra de sus manos. No trabajarán en vano, ni darán a luz para maldición; porque son linaje de los benditos de Jehová, y sus descendientes con ellos. Y antes que clamen, responderé yo; mientras aún hablan, yo habré oído. El lobo y el cordero serán apacentados juntos, y el león comerá paja como el buey; y el polvo será el alimento de la serpiente. No afligirán, ni harán mal en todo mi Santo Monte, dijo Jehová.



Salmos 61:
Oh Dios, escucha mi clamor y atiende a mi oración. Desde los confines de la tierra te invoco, pues mi corazón desfallece; llévame a una roca donde esté yo a salvo. Porque tú eres mi refugio, mi baluarte contra el enemigo. Anhelo habitar en tu casa para siempre y refugiarme debajo de tus alas. Selah. Tú, oh Dios, has aceptado mis votos y me has dado la heredad de quienes te honran. Concédele al rey más años de vida; que  sean sus días una eternidad. Que reine siempre en tu presencia, y que tu amor y tu verdad lo protejan. Así cantaré siempre salmos a tu nombre y cumpliré mis votos día tras día.



Proverbios 26:
Ni la nieve es para el verano, ni la lluvia para la cosecha, ni los honores para el necio. Como el gorrión sin rumbo o la golondrina sin nido, la maldición sin motivo jamás llega a su destino. El látigo es para los caballos, el freno para los asnos, y el garrote para la espalda del necio. No respondas al necio según su necedad, o tú mismo pasarás por necio. Respóndele al necio como se merece, para que no se tenga por sabio. Enviar un mensaje por medio de un necio es como cortarse los pies o sufrir violencia. Inútil es el proverbio en la boca del necio como inútiles son las piernas de un tullido. Rendirle honores al necio es tan absurdo como atar una piedra a la honda. El proverbio en la boca del necio es como espina en la mano del borracho. Como arquero que hiere a todo el que pasa es quien contrata al necio en su casa. Como vuelve el perro a su vómito, así el necio insiste en su necedad. ¿Te has fijado en quien se cree muy sabio? Más se puede esperar de un necio que de gente así. Dice el perezoso: "Hay una fiera en el camino. ¡Por las calles un león anda suelto!" Sobre sus goznes gira la puerta; sobre la cama, el perezoso. El perezoso mete la mano en el plato, pero le pesa llevarse el bocado a la boca. El perezoso se cree más sabio que siete sabios que saben responder. Meterse en pleitos ajenos es como agarrar a un perro por las orejas. Como loco que dispara mortíferas flechas encendidas, es quien engaña a su amigo y explica: "¡Tan sólo estaba bromeando!" Sin leña se apaga el fuego; sin chismes se acaba el pleito. Con el carbón se hacen brasas, con la leña se prende fuego, y con un pendenciero se inician los pleitos. Los chismes son como ricos bocados: se deslizan hasta las entrañas. Como baño de plata sobre vasija de barro son los labios zalameros de un corazón malvado. El que odia se esconde tras sus palabras, pero en lo íntimo alberga perfidia. No le creas, aunque te hable con dulzura, porque su corazón rebosa de abominaciones.  Tal vez disimule con engaños su odio, pero en la asamblea se descubrirá su maldad. Cava una fosa, y en ella caerás; echa a rodar piedras, y te aplastarán. La lengua mentirosa odia a sus víctimas; la boca lisonjera lleva a la ruina.

Juan 14:
CAPÍTULO 14
(33 d.C.)
EL CONSUELO Y LA PROMESA

NO se turbe vuestro corazón (Cristo lo dijo inmediatamente después de predecir la negación vergonzosa de Pedro): creéis en Dios, creed también en Mí (es simplemente tener Fe en Él, así como ellos tenían Fe en Dios; esta es Su Revelación más Suprema y más completa de Sí Mismo como Dios).
2 En la Casa de Mi Padre muchas moradas hay (da a entender que el Cielo es un lugar grande; en realidad, un lugar tan grande que sus posibilidades sobrepasan la imaginación y exceden nuestra comprensión): de otra manera, os lo hubiera dicho (tiene referencia al hecho de que Él habla del conocimiento de primera mano). Voy, pues, a preparar lugar para vosotros (se refiere a Él Personalmente que supervisa este proyecto de construcción en el Cielo).
3 Y si me fuere, y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a Mí Mismo (la primera mención del Arrebatamiento de la Iglesia [I Tes. 4:13-18]); para que donde Yo estoy, vosotros también estéis (se refiere al Cielo, donde irán los Santos de Dios en la Resurrección).
4 Y sabéis adónde Yo voy (Él acababa de decirles), y sabéis el Camino (en realidad, se refiría a Él Mismo, ya que Él es “el Camino”).
5 Le dice Tomás, Señor, no sabemos adónde vas (este Discípulo procurando conseguir la Verdad y la realidad mediante el intelectualismo y no por la Fe); ¿cómo, pues, podemos saber el camino? (¡Cristo contestará de inmediato!)

JESÚS

6 Jesús le dice, Yo soy el Camino, y la Verdad, y la Vida (pone en claro exactamente Quién y Lo Que es Jesús): nadie viene al Padre, sino por Mí (Él declara positivamente que esta idea de Dios como el Padre, este acercamiento a Dios a favor de cada hombre es por medio de Él — por Lo Que Él es y Lo Que Él hizo).
7 Si Me conocieseis, también a Mi Padre conocierais (quiere decir, “Si ustedes hubieran aprendido a conocerme espiritualmente y por experiencia, se hubieran dado cuenta que Yo y el Padre somos Uno, es decir, Uno en esencia y unidad, y no en número”): y desde ahora Le conocéis, y Le habéis visto (cuando verdaderamente ve a Jesús, verdaderamente ve al Padre; como se expresó anteriormente, ellos son “Uno” en esencia).
8 Le dice Felipe, Señor, muéstranos el Padre, y nos basta (tal como Felipe, todos, al menos en la mayor parte, quieren ver a Dios, pero en su mayoría rechaza la única manera de verlo, que es por medio de Jesús).
9 Jesús le dice, ¿Tanto tiempo ha que estoy con vosotros, y no Me has conocido, Felipe? (Reynolds dice, “No hay un buen entendimiento de Jesucristo hasta que el Padre sea realmente visto en Él.”) Él que Me ha visto, ha visto al Padre (la misma Encarnación de Quién y Lo Que el Mesías sería; si queremos saber Lo Que Dios es, sólo  tenemos que mirar al Hijo); ¿cómo, pues, dices tú, Muéstranos el Padre?
10 ¿No crees que Yo soy en el Padre, y el Padre en Mí? (La clave es “creer.”) Las Palabras que Yo os hablo, no las hablo de Mí Mismo (las palabras que salieron de la Boca del Maestro son, en realidad, las del Padre Celestial): mas el Padre que está en Mí, Él hace las obras (el Padre hace tal por el Espíritu Santo).
11 Creedme que Yo soy en el Padre, y el Padre en Mí (de nuevo coloca la Fe como el vehículo y a Jesús como el Objeto): de otra manera, creedme por las mismas obras (muestra un nivel que tendría que ser obvio a todos, e incluye la observación presente también).

PODER

12 De cierto, de cierto, os digo, El que en Mí cree, las Obras que Yo hago también él las hará (creer en Cristo da acceso al Padre, Quien hace las Obras); y mayores que éstas hará; porque Yo voy al Padre (con respecto a la cantidad en vez de la calidad; las Obras de Cristo fueron limitados a Israel, mientras las Obras de los Creyentes cubren la totalidad del mundo).
13 Y todo lo que pidiereis al Padre en Mi Nombre, esto haré (al Cristiano se le ha otorgado el Poder para usar el Nombre de Cristo; pero si se prestaría atención, todo el uso de Su Nombre está restringido al mundo del espíritu; a los Creyentes nunca se les da autoridad sobre otros Creyentes), para que el Padre sea glorificado en el Hijo (se lleva a cabo por la gran Obra de Cristo extendida a todos los Creyentes).
14 Si algo pidiereis en Mi Nombre, Yo lo haré (se refiere a lo que está en armonía con Su Carácter y Voluntad).

EL AYUDADOR

15 Si Me amáis, guardad Mis Mandamientos (Sus Mandamientos se pueden guardar sólo de una manera; el Creyente siempre tiene que hacer de Cristo y la Cruz el Objeto de su Fe, que dará entonces al Espíritu Santo libertad de acción para obrar dentro de nuestras vidas y ayudarnos a hacer estas cosas que debemos hacer);
16 Y Yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador (“Paracletos,” que quiere decir “Uno llamado al lado del otro para ayudar”), para que esté con vosotros para siempre  (antes de la Cruz, el Espíritu Santo sólo podía ayudar a unas cuantas personas, y luego sólo por un período de tiempo; desde la Cruz, Él vive en los corazones y vidas de los Creyentes, y lo hace para siempre);
17 El Espíritu de Verdad (el Griego dice, “el Espíritu de la Verdad,” que se refiere a la Palabra de Dios; en realidad, Él hace mucho más que simplemente supervisar el atributo de la Verdad, como Cristo “es la Verdad” [I Jn. 5:6]); al cual el mundo no puede recibir (el Espíritu Santo no puede entrar en el corazón del incrédulo hasta que aquella persona haga a Cristo su Salvador; entonces Él entra), porque no Le ve, ni Le conoce (se refiere al hecho de que sólo los Creyentes Nacidos de Nuevo pueden entender el Espíritu Santo y conocerlo): mas vosotros Le conocéis (sería mejor traducido, “Pero ustedes llegarán a conocerlo”); porque está con vosotros (antes de la Cruz), y estará en vosotros (que ocurriría en el Día de Pentecostés y en adelante, porque la deuda del pecado fue para siempre pagada por Cristo en la Cruz, que cambia la disposición de todo).
18 No os dejaré huérfanos (desamparados): vendré a vosotros (por la Persona del Espíritu Santo).
19 Aún un poquito, y el mundo no Me verá más (en algunos días Él sería devuelto a la Gloria); empero vosotros Me veréis (después del Día de Pentecostés, veremos a Cristo en la Persona del Espíritu Santo): porque Yo vivo, vosotros también viviréis (se refiere a Su Resurrección venidera, que garantiza la Obra de la Cruz).
20 En aquel día (después de la Resurrección y la venida del Espíritu Santo en el Día de Pentecostés) vosotros conoceréis que Yo estoy en Mi Padre (habla de la Deidad; ¡Jesús es Dios!), y vosotros en Mí (tiene que ver con nuestra Salvación por la Fe), y Yo en vosotros (nos permite vivir una vida victoriosa [Gál. 2:20]).
21 El que tiene Mis Mandamientos, y los guarda, aquél es el que Me ama (como se expresó anteriormente, podemos guardar Sus Mandamientos sólo al permitir que el Espíritu Santo obre dentro de nuestras vidas, que Él hace basado en nuestra Fe expresada en Cristo y la Cruz): y el que Me ama, será amado de Mi Padre (proporciona el criterio de aprobación por el Padre), y Yo Le amaré, y Me manifestaré a él (revela totalmente Su Persona, Naturaleza y Bondad al Creyente).
22 Le dice Judas, no el Iscariote, Señor, ¿y qué ha pasado que te hayas de manifestar a nosotros, y no al mundo? (También conocido como Lebeo o Tadeo. Él era el hermano de Santiago el Menor. Sus preguntas tienen implicaciones de que Israel sería restaurado a su lugar de gloria y grandeza.)
23 Respondió Jesús y le dijo, El que Me ama, Mi Palabra guardará (muestra lo que Jesús habla como algo basado en el Amor, que es exactamente lo contrario de lo que los Apóstoles decían, que era la fuerza; ellos querían que Jesús usara Su Poder para obligar a Roma y a la otra gente del mundo para que reconociera a Israel como la Primera Nación): y Mi Padre le amará, y vendremos a él (todo por medio del Espíritu Santo), y haremos con él morada (Jesús explicó que Su manifestación era para el corazón; era íntimo y espiritual, de modo que el corazón pudiera conscientemente disfrutar de Su morada en ello).
24 El que no Me ama, no guarda Mis Palabras (millones afirman que aman a Jesús, pero es una afirmación vacía si hacen caso omiso de Sus “mandamientos”): y la Palabra que habéis oído, no es Mía, sino del Padre que Me envió (Reynolds dijo, “El Amor requiere la obediencia, y la obediencia requiere el Amor. En consecuencia, la obediencia es la gran prueba del Amor, y si el Amor está ausente, significa que la obediencia de la Palabra está ausente también.”).
25 Estas cosas os he hablado, aún estando con vosotros (Le queda poco tiempo en esta capacidad).
26 Mas el Consolador (el Ayudador), el Espíritu Santo (la Tercera Persona de la Deidad), Al Cual el Padre enviará en Mi Nombre (porque Jesús pagó el precio en la Cruz, que autoriza al Espíritu Santo venir en una dimensión completamente nueva), Él os enseñará todas las cosas (el Espíritu Santo como el Gran Maestro de la Palabra de Dios, que es la única manera en que se puede aprender la Palabra), y os recordará todas las cosas, que os he dicho (el Espíritu Santo ayuda a los Apóstoles a recordar lo que Jesús había dicho y, también, a entender lo que Él había dicho).

LA PAZ

27 La Paz os dejo (la Paz que resulta de la Obra del Espíritu Santo en la Santificación), Mi Paz os doy (hay una diferencia enorme entre la “Paz con Dios,” que todos los Creyentes tienen, y la “Paz de Dios” de la cual Jesús habla aquí): no como el mundo la da, Yo os la doy (la paz del mundo es sólo superficial; ésta dada por Cristo está en el corazón). No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo (“La Paz de Dios” sana el corazón perturbado y quita el temor).
28 Habéis oído como Yo os he dicho, Voy, y vengo a vosotros (¡Él habla de enviar el Espíritu Santo, que Él así lo hizo!). Si me amaseis, ciertamente os gozaríais, porque he dicho, que voy al Padre (Cristo yendo al Padre proclamó el hecho de que Su Gran Sacrificio en la Cruz fue aceptado, y la Justicia ya podría ser imputada a los hombres,   todo realizado por el Espíritu Santo): porque el Padre mayor es que Yo (habla de Cristo con respecto a Su Encarnación).
29 Y ahora os lo he dicho antes que se haga (se refiere a todas las cosas que Él haría, que perteneció a la Crucifixión, la Resurrección y la Ascensión; también, muestra que Él volvió a enviar al Espíritu Santo, Quien en efecto tomaría Su lugar); para que, cuando se hiciere, creáis (tiene la referencia al hecho de que el cumplimiento sería muy pronto, en efecto comenzó al día siguiente).
30 Ya no hablaré mucho con vosotros (podría traducirse, “De aquí en adelante no tendré mucho tiempo para hablar con ustedes”): porque viene el Príncipe de este mundo (se refiere a Satanás), mas no tiene nada en Mí (Satanás no tenía dominio sobre  Jesús, ni reclamo en Jesús, ni ningún pecado en Jesús, ni nada perverso acerca de Jesús; Él era totalmente Santo, completamente, absolutamente e irrevocablemente por encima del pecado y Satanás).
31 Empero para que conozca el mundo que amo al Padre (se presentaba en el mismo modo que Él exigió de Sus Discípulos); y como el Padre Me dio el Mandamiento, así hago (declara Su Ejemplo Perfecto; ¡en consecuencia debemos obedecerle!). Levantaos, vamos de aquí (expresó la urgencia de llevar a cabo la Voluntad del Padre).



1 Corintios 13:
Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.



Hebreos 10:35-12:4:
Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida.
Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e  incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta* sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran  contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre.



Romanos 8:
Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús,* pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me* ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores,* para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los  muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.

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