16 February 2019

El 16 de febrero Lectura Bíblica Diaria

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El 16 de febrero Lectura Bíblica Diaria:

Jeremías 9 a 11:

¡Ojalá mi cabeza fuera un manantial, y mis ojos una fuente de lágrimas, para llorar de día y de noche por los muertos de mi pueblo! ¡Ojalá tuviera yo en el desierto una posada junto al camino! Abandonaría a mi pueblo, y me alejaría de ellos. Porque todos ellos son adúlteros, son una banda de traidores. "Tensan su lengua como un arco; en el país prevalece la mentira, no la verdad, porque van de mal en peor, y a mí no me conocen afirma el Señor. Cuídese cada uno de su amigo, no confíe ni siquiera en el hermano, porque todo hermano engaña, y todo amigo difama. Se engañan unos a otros; no se hablan con la verdad. Han enseñado sus lenguas a mentir, y pecan hasta el cansancio. "Tú, Jeremías, vives en medio de engañadores, que por su engaño no quieren reconocerme", afirma el Señor. Por eso, así dice el Señor Todopoderoso: "Voy a refinarlos, a ponerlos a prueba. ¿Qué más puedo hacer con mi pueblo? Su lengua es una flecha mortífera, su boca sólo sabe engañar; hablan cordialmente con su amigo, mientras en su interior le tienden una trampa. ¿Y no los he de castigar por esto? afirma el Señor. ¿Acaso no he de vengarme de semejante nación?" Lloraré y gemiré por las montañas, haré lamentos por las praderas del desierto, porque están desoladas: ya nadie las transita ni se escuchan los mugidos del ganado. Desde las aves del cielo hasta los animales del campo, todos han huido. "Convertiré a Jerusalén en un  montón de ruinas, en una guarida de chacales. Convertiré en desolación las ciudades de Judá; ¡las dejaré sin habitantes!" ¿Quién es tan sabio como para entender esto? ¿A quién le habló el Señor, para que lo anuncie? ¿Por qué está arruinado el país, desolado como un desierto por el que nadie pasa? El Señor dice: "Ellos abandonaron la ley que yo les entregué; no me obedecieron ni vivieron conforme a ella. Siguieron la terquedad de su corazón; se fueron tras los *baales, como les habían enseñado sus antepasados." Por eso, así dice el Señor Todopoderoso, el Dios de Israel: "A este pueblo le daré a comer ajenjo y a beber agua envenenada. Los dispersaré entre naciones que ni ellos ni sus antepasados conocieron; los perseguiré con espada hasta aniquilarlos." Así dice el Señor Todopoderoso: "¡Atención! Llamen a las plañideras. Que vengan las más expertas. Que se den prisa, que hagan lamentación por nosotros. Nuestros ojos se inundarán de lágrimas, y brotará de nuestros párpados el llanto. Desde *Sión se escuchan gemidos y lamentos: Hemos sido devastados; nos han avergonzado por completo. Tenemos que abandonar el país, porque han derribado nuestros hogares. " Escuchen, mujeres, la palabra del Señor; reciban sus oídos la palabra de su boca. Enseñen a sus hijas a entonar endechas; que unas a otras se enseñen este lamento: "La muerte se ha metido por nuestras ventanas, ha entrado en nuestros palacios; ha eliminado en las calles a los niños, y en las plazas a los jóvenes. Yacen tendidos los cadáveres como estiércol sobre los campos, como gavillas que caen tras el segador, sin que nadie las recoja", afirma el Señor. Así dice el Señor: "Que no se gloríe el sabio de su sabiduría, ni el poderoso de su poder, ni el rico de su riqueza. Si alguien ha de gloriarse, que se gloríe de conocerme y de comprender que yo soy el Señor, que actúo en la tierra con amor, con derecho y justicia, pues es lo que a mí me agrada afirma el Señor. "Vienen días afirma el Señor en que castigaré al que sólo haya sido circuncidado del prepucio: castigaré a Egipto, Judá, Edom, Amón, Moab, y a todos los que viven en el desierto y se rapan las sienes. Todas las naciones son incircuncisas, pero el pueblo de Israel es incircunciso de corazón." Escucha, pueblo de Israel, la palabra del Señor. Dice así: "No aprendan ustedes la conducta de las naciones, ni se aterroricen ante las señales del cielo, aunque las naciones les tengan miedo. Las costumbres de los pueblos no tienen valor alguno. Cortan un tronco en el bosque, y un artífice lo labra con un cincel. Lo adornan con oro y plata, y lo afirman con clavos y martillo para que no se tambalee. "Sus ídolos no pueden hablar; ¡parecen espantapájaros en un campo sembrado de melones! Tienen que ser transportados, porque no pueden caminar. No les tengan miedo, que ningún mal pueden hacerles, pero tampoco ningún bien." ¡No hay nadie como tú, Señor! ¡Grande eres tú, y grande y poderoso es tu nombre! ¿Quién no te temerá, Rey de las naciones? ¡Es lo que te corresponde! Entre todos los sabios de las naciones, y entre todos los reinos, no hay nadie como tú. Todos son necios e insensatos, educados por inútiles ídolos de palo. De Tarsis se trae plata laminada, y de Ufaz se importa oro. Los ídolos, vestidos de púrpura y carmesí, son obra de artífices y orfebres; ¡todos ellos son obra de artesanos! Pero el Señor es el Dios verdadero, el Dios viviente, el Rey eterno. Cuando se enoja, tiembla la tierra; las naciones no pueden soportar su ira. "Así les dirás: Los dioses que no hicieron los cielos ni la tierra, desaparecerán de la tierra y de debajo del cielo. " Dios hizo la tierra con su poder, afirmó el mundo con su sabiduría, ¡extendió los cielos con su inteligencia! Cuando él deja oír su voz, rugen las aguas en los cielos; hace que vengan las nubes desde los confines de la tierra. Entre relámpagos hace llover, y saca de sus depósitos al viento. La humanidad es necia e ignorante; todo orfebre se avergüenza de sus ídolos. Sus imágenes son un engaño, y no hay en ellas aliento de vida. No valen nada, son obras ridículas; cuando llegue el día de su castigo, serán destruidas. La heredad de Jacob no es como ellos, porque él es quien hace todas las cosas; su nombre es el Señor Todopoderoso, e Israel es la tribu de su herencia. Recoge del suelo tus cosas, tú que te encuentras sitiado. Porque así dice el Señor: "Esta vez arrojaré a los habitantes del país como si los lanzara con una honda. y dejaré que los capturen." ¡Ay de mí, que estoy quebrantado! ¡Mi herida es incurable! Pero es mi enfermedad, y me toca soportarla. Devastada está mi carpa, y rotas todas mis cuerdas. Mis hijos me han abandonado; han dejado de existir. Ya no hay nadie que arme mi carpa, y que levante mis toldos. Los pastores se han vuelto necios, no buscan al Señor; por eso no han prosperado, y su rebaño anda disperso. ¡Escuchen! ¡Llega un mensaje! Un gran estruendo viene de un país del norte, que convertirá las ciudades de Judá en guarida de chacales, en un montón de ruinas. Señor, yo sé que el hombre no es dueño de su destino, que no le es dado al caminante dirigir sus propios pasos. Corrígeme, Señor, pero con justicia, y no según tu ira, pues me destruirías. Derrama tu furor sobre las naciones que no te reconocen, y sobre las familias que no invocan tu nombre. Porque se han devorado a Jacob; se lo han tragado por completo, y han asolado su morada. Ésta es la palabra que vino a Jeremías de parte del Señor: "Atiende a los términos de este pacto, y comunícaselos a la gente de Judá y a los habitantes de Jerusalén. Diles que así ha dicho el Señor, Dios de Israel: Maldito sea el *hombre que no obedezca los términos de este pacto, que yo mismo prescribí a los antepasados de ustedes el día que los hice salir de Egipto, de esa caldera para fundir hierro. Les dije: Obedézcanme y cumplan con todo lo que les prescribo, y ustedes serán mi pueblo y yo seré su Dios. Así cumpliré el juramento que les hice a sus antepasados, de darles una tierra donde abundan la leche y la miel, como la que hoy tienen ustedes. " Yo respondí: "Amén, Señor." El Señor me dijo: "Proclama todo esto en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén, diciendo: Escuchen los términos de este pacto, y cúmplanlos. Desde el día en que hice salir a sus antepasados de la tierra de Egipto hasta el día de hoy, una y otra vez les he advertido: ‘Obedézcanme. Pero no obedecieron ni prestaron atención, sino que siguieron la terquedad de su malvado corazón. Por eso hice caer sobre ellos todo el peso de las palabras de este pacto, que yo les había ordenado cumplir, pero que no cumplieron. " El Señor también me dijo: "Se está fraguando una conspiración entre los hombres de Judá y los habitantes de Jerusalén. Han vuelto a los mismos pecados de sus antepasados, quienes se negaron a obedecerme. Se han ido tras otros dioses para servirles. Tanto el pueblo de Israel como la tribu de Judá han quebrantado el pacto que hice con sus antepasados. Por eso, así dice el Señor: Les enviaré una calamidad de la cual no podrán escapar. Aunque clamen a mí, no los escucharé. Entonces las ciudades de Judá y los habitantes de Jerusalén irán a clamar a los dioses a los que quemaron incienso, pero ellos no podrán salvarlos cuando llegue el tiempo de su calamidad. Tú, Judá, tienes tantos dioses como ciudades. Erigiste tantos altares como calles hay en Jerusalén; altares para quemar incienso a Baal, para vergüenza tuya. "Pero en cuanto a ti, Jeremías, no intercedas por este pueblo. No me ruegues ni me supliques por ellos, porque yo no escucharé cuando clamen a mí por causa de su calamidad. "¿Qué hace mi amada en mi casa, después de haber cometido tantas vilezas? ¿Acaso la carne consagrada alejará de ti la calamidad? ¿Podrás así regocijarte?" El Señor te puso por nombre: "Olivo frondoso, lleno de hermosos frutos". Pero en medio de grandes estruendos, te ha prendido fuego, y tus ramas se consumen. El Señor Todopoderoso, el que te plantó, ha decretado una calamidad contra ti, por causa de la maldad que cometieron el pueblo de Israel y la tribu de Judá. Dice el Señor: "Me han agraviado al quemar incienso a Baal." El Señor me lo hizo saber y lo comprendí. Me mostró las maldades que habían cometido. Pero yo era como un manso cordero que es llevado al matadero; no sabía lo que estaban maquinando contra mí, y que decían: "Destruyamos el árbol con su fruto, arranquémoslo de la tierra de los vivientes, para que nadie recuerde más su nombre." Pero tú, Señor Todopoderoso, que juzgas con justicia, que pruebas los sentimientos y la mente, ¡Déjame ver cómo te vengas de ellos, porque en tus manos he puesto mi causa! "Por eso, así dice el Señor en contra de los hombres de Anatot, que buscan quitarte la vida y afirman: ¡No profetices en nombre del Señor, si no quieres morir a manos nuestras! Por eso, así dice el Señor Todopoderoso: Voy a castigarlos. Los jóvenes morirán a filo de espada, y sus hijos y sus hijas se morirán de hambre. No quedará ni uno solo de ellos. En el año de su castigo haré venir una calamidad sobre los hombres de Anatot. "


Salmos 65:

A ti, Dios mío, debemos alabarte en Sión; a ti debemos cumplir nuestros votos,
pues tú escuchas nuestras oraciones. A ti acude todo el género humano.
Nuestras malas acciones nos dominan, pero tú perdonas nuestras rebeliones.
¡Cuán dichoso es aquel a quien tú escoges y lo llevas a vivir en tus atrios!
Nosotros quedamos plenamente satisfechos con las bondades de tu casa, con las bendiciones de tu santo templo.
Tú, Dios de nuestra salvación,
nos respondes con grandes actos de justicia.
En ti esperan los confines de la tierra
y los mares más remotos.
Tú te revistes de valor
y con tu poder afirmas los montes.
Tú sosiegas el estruendo de los mares,
acallas el estrépito de sus olas,
y silencias el alboroto de los pueblos.
Tiemblan de miedo, ante tus maravillas,
los que habitan en los extremos de la tierra.
Tú haces que el sol grite de alegría
al salir por la mañana, y al caer la tarde.
Tú, con la lluvia, cuidas de la tierra,
y en gran manera la fecundas y enriqueces.
Llenas de agua tus corrientes caudalosas
y preparas el grano, cuando así lo dispones.
10 Haces que los surcos se empapen
y que se nivelen los terrones;
con tus lluvias los reblandeces,
y bendices sus renuevos.
11 Con tu bondad engalanas el año;
a tu paso vas esparciendo abundancia.
12 Los pastizales del desierto se ven rebosantes,
y las colinas se revisten de alegría;
13 los llanos se saturan de rebaños,
y los valles se tapizan con trigales.
¡Todo canta y lanza gritos de júbilo!


Proverbios 30:
Dichos de Agur hijo de Jaqué. Oráculo. Palabras de este varón: "Cansado estoy, oh Dios; cansado estoy, oh Dios, y débil. "Soy el más ignorante de todos los hombres; no hay en mí discernimiento humano. No he adquirido sabiduría, ni tengo conocimiento del Dios santo. "¿Quién ha subido a los cielos y descendido de ellos? ¿Quién puede atrapar el viento en su puño  o envolver el mar en su manto? ¿Quién ha establecido los límites de la tierra? ¿Quién conoce su nombre o el de su hijo? "Toda palabra de Dios es digna de crédito; Dios protege a los que en él buscan refugio. No añadas nada a sus palabras, no sea que te reprenda y te exponga como a un mentiroso. "Sólo dos cosas te pido, Señor; no me las niegues antes de que muera: Aleja de mí la falsedad y la mentira; no me des pobreza ni riquezas sino sólo el pan de cada día. Porque teniendo mucho, podría desconocerte y decir: ¿Y quién es el Señor? Y teniendo poco, podría llegar a robar y deshonrar así el nombre de mi Dios. "No ofendas al esclavo delante de su amo, pues podría maldecirte y sufrirías las consecuencias. "Hay quienes maldicen a su padre y no bendicen a su madre. Hay quienes se creen muy puros, pero no se han purificado de su impureza. Hay quienes se creen muy importantes, y a todos miran con desdén. Hay quienes tienen espadas por dientes y cuchillos por mandíbulas; para devorar a los pobres de la tierra y a los menesterosos de este mundo. "La sanguijuela tiene dos hijas que sólo dicen: Dame, dame. "Tres cosas hay que nunca se sacian, y una cuarta que nunca dice ¡Basta!: el sepulcro, el vientre estéril, la tierra, que nunca se sacia de agua, y el fuego, que no se cansa de consumir. "Al que mira con desdén a su padre, y rehúsa obedecer a su madre, que los cuervos del valle le saquen los ojos y que se lo coman vivo los buitres. "Tres cosas hay que me causan asombro, y una cuarta que no alcanzo a comprender: el rastro del águila en el cielo, el rastro de la serpiente en la roca, el rastro del barco en alta mar, y el rastro del hombre en la mujer. "Así procede la adúltera: come, se limpia la boca, y afirma: Nada malo he cometido. "Tres cosas hacen temblar la tierra, y una cuarta la hace estremecer: el siervo que llega a ser rey, el necio al que le sobra comida, la mujer rechazada que llega a casarse, y la criada que suplanta a su señora. "Cuatro cosas hay pequeñas en el mundo, pero que son más sabias que los sabios: las hormigas, animalitos de escasas fuerzas, pero que almacenan su comida en el verano; los tejones, animalitos de poca monta, pero que construyen su casa entre las rocas; las langostas, que no tienen rey, pero que avanzan en formación perfecta; las lagartijas, que se atrapan con la mano, pero que habitan hasta en los palacios. "Tres cosas hay que caminan con garbo, y una cuarta de paso imponente: el león, poderoso entre las bestias, que no retrocede ante nada; el gallo engreído, el macho cabrío, y el rey al frente de su ejército. "Si como un necio te has engreído, o si algo maquinas, ponte a pensar que batiendo la leche se obtiene mantequilla, que sonándose fuerte sangra la nariz, y que provocando la ira se acaba peleando."


Juan 18:
CAPÍTULO 18
(33 d.C.)
LA TRAICIÓN

CUANDO Jesús hubo dicho estas Palabras (probablemente se refiere a todo lo declarado en los Capítulos 14 a 17), se salió con Sus Discípulos tras el arroyo de Cedrón (el arroyo de Cedrón [Kedrón] corre en un valle profundo entre el Monte de los Olivos y la Ciudad de Jerusalén), donde estaba un huerto, en el cual entró Jesús y Sus Discípulos (se refirió del “Getsemaní”).
2 Y también Judas, el que Le entregaba, conocía aquel lugar: porque muchas veces Jesús se juntaba allí con Sus Discípulos (parece que era el lugar donde Él pasó la mayoría de las noches mientras estaba en la Ciudad de Jerusalén).
3 Judas pues, tomando una compañía y ministros de los Principales Sacerdotes y de los Fariseos (Juan completamente omitía la Pasión de Cristo en el Huerto, y que va al grano con lo de Su arresto), vino allí con linternas y antorchas y con armas (era la Pascua, luna llena; pero la traición y el odio los hacía desconfiar de la luz pura y suave; por lo tanto, sus enemigos llevaron antorchas y linternas).
4 Empero Jesús, sabiendo todas las cosas que habían de venir sobre Él (expresa que fue guiado perfectamente por el Padre y por medio del Ministerio del Espíritu Santo), salió delante, y les dijo, ¿A quién buscáis? (se refiere al arresto cuando Él se encontró con los soldados y los guardianes del Templo; así es la maldad; y sobre todo, la maldad religiosa.)
5 Le respondieron, A Jesús Nazareno (decían el Nombre más Grande en los anales de la historia humana). Les dice Jesús, Yo Soy Él (debiera ser traducido, “Yo Soy,” por el pronombre “Él” fue agregado por los traductores; y así como tal, Él dijo la misma cosa que dijo a Moisés hacía 1.600 años antes [Éx. 3:14]). Y estaba también con ellos Judas, el que Le entregaba (Judas tenía una alternativa en que debía tomar una decisión; él podría ponerse al lado de Jesús o al lado de la jerarquía religiosa; ¡él no podía ponerse al lado de ambos!).
6 Y como les dijo, Yo Soy (describe el Poder y la Fuerza con que éstas Palabras fueron habladas), volvieron atrás, y cayeron en tierra (habrían unos cien o más hombres presentes; Su Respuesta y la reacción de ellos cumplieron la predicción de David tocante a este momento [Sal. 27:2]).
7 Les volvió, pues, a preguntar, ¿A quién buscáis? (Él les volvió a interrogar, porque con esta demostración de Poder Él quiere que ellos comprendieran completamente lo que hacían, y exactamente a Quién estaban arrestando.) Y ellos dijeron, A Jesús Nazareno (al parecer que Su demostración de Poder les hablara a ellos para que pudieran hacer una pausa; sin embargo, el corazón humano, en su dureza, no se rinde  fácilmente a la Justicia).
8 Respondió Jesús, Os he dicho que Yo soy: pues si a Mi buscáis, dejad ir a éstos (se refiere a Sus Discípulos, y presentó una petición a la cual ellos no se atrevieron a desobedecer).
9 Para que se cumpliese la Palabra que había dicho (una inserción en la narrativa de Juan), De los que Me diste ninguno de ellos perdí ([Jn. 17:12], el Señor está refiriéndose de ese momento tocante a Su arresto).
10 Entonces Simón Pedro que tenía espada, la sacó, e hirió al siervo del Sumo Sacerdote, y le cortó la oreja derecha (muestra a Pedro, yo creo, intentando partir el cráneo del hombre; el Espíritu Santo, sin duda, desvió su puntería, y la espada le cortó sólo la oreja). Y el siervo se llamaba Malco (sólo Juan proveyó el nombre del siervo; sin embargo, Juan no hace mención de la sanidad de la oreja del hombre como lo hizo Lucas [Luc. 22:51]).
11 Jesús entonces dijo a Pedro, Mete tu espada en la vaina (en una sola frase, Jesús estaba declarando a la Iglesia que el Evangelio no ha de propagarse por espada y, de hecho, ¡no puede propagarse así!): el vaso que el Padre Me ha dado, ¿no lo tengo de beber? (Declara lo que se tiene que hacer.)

CAIFÁS

12 Entonces la compañía y el tribuno y los ministros de los Judíos, prendieron a Jesús y Le ataron (era parte del proceso para todos aquéllos que eran arrestados),
13 Y Le llevaron primeramente a Anás (quizás él era el jefe del Sanedrín, el cuerpo gobernante de Israel); porque era suegro de Caifás, el cual era Sumo Sacerdote en aquel año (esta posición era designada por las autoridades Romanas).
14 Y era Caifás, el que había dado el consejo a los Judíos, que era necesario que un hombre muriese por el pueblo (¡este “consejo” destruiría a su Nación!).

PEDRO

15 Y seguían a Jesús Simón Pedro, y otro Discípulo (se refiere a Juan el Amado, quien escribió este relato): y aquel Discípulo era conocido del Sumo Sacerdote, y entró con Jesús al atrio del Sumo Sacerdote (no se sabe qué tan bien conocía Juan a Caifás).
16 Mas Pedro estaba fuera a la puerta (probablemente Juan tenía permiso para entrar y Pedro no lo tenía). Y salió aquel Discípulo que era conocido del Sumo Sacerdote, y habló a la portera, y metió dentro a Pedro.
17 Entonces la criada portera dijo a Pedro, ¿No eres tú también de los Discípulos de este Hombre? (Da inicio ya a la escena que será tan hiriente a Pedro y a Jesús.) Dice él, No soy (era un pecado terrible; y en la forma como se desenvuelve el pecado, se vuelve peor con el fracaso).
18 Y estaban en pie los siervos y los ministros que estaban de pie alrededor de una hoquera; porque hacía frío: y se calentaban: y estaba también con ellos Pedro en pie, calentándose (exhibe a Pedro trabando amistad con los enemigos del Señor).

EL PROCESO

19 Y el Sumo Sacerdote preguntó a Jesús acerca de Sus Discípulos (todos los seguidores de Cristo) y de Su Doctrina (corresponde a las cosas que Él enseñó).
20 Jesús le respondió, Yo manifiestamente he hablado al mundo (Él no dijo nada en secreto); Yo siempre he enseñado en la Sinagoga y en el Templo, donde se juntan todos los Judíos (en esencia dice, “si tú estás reclamando que Yo prediqué o enseñé algo indebido, ¿por qué no Me arrestaron en una de las Sinagogas o en el Templo? ¿Por qué no Me acusaron delante de la gente?”); y nada he hablado en oculto (no había sedición alguna).
21 ¿Por qué Me preguntas a Mí? (En efecto, penetra a través de su hipocresía.) pregunta a los que han oído, qué les haya Yo hablado: he aquí, ésos saben lo que Yo he dicho (el espíritu de Tinieblas en ellos luchaba contra el Espíritu de la Luz en Él; cierto es que ellos eran religiosos, pero la verdad es que, eran diablos religiosos, el cual en una forma u otra describe a toda la religión).
22 Y cuando Él hubo dicho esto, uno de los siervos que estaba allí, dio una bofetada a Jesús (probablemente hizo esto para congraciarse con el Sumo Sacerdote), diciendo, ¿Así respondes al Sumo Sacerdote? (Contesta el hecho de que ellos estaban buscando un motivo para herirle.)
23 Le respondió Jesús, Si he hablado mal, da testimonio del mal (en esencia dice, “¡si Yo he hablado o cometido algún tipo de maldad, ¡díganmelo!”): y si bien, ¿por qué Me hieres? (¿Qué he dicho o hecho Yo para merecer esto?)
24 Y Anás Le había enviado atado a Caifás, el Sumo Sacerdote (se expresa en el tiempo pasado y, por lo tanto, se refiere a Jesús que fue enviado por Anás a donde fue enviado primero).

PEDRO

25 Estaba pues Pedro en pie calentándose (a continuación el relato de Pedro como concluyó en el Versículo 18). Y le dijeron, ¿No eres tú de Sus Discípulos? (Muestra a otros que hacen la acusación, junto con la muchacha del Versículo 17.) Él negó, y dijo, No soy (fue la segunda negación).
26 Uno de los siervos del Sumo Sacerdote, pariente de aquél a quien Pedro había cortado la oreja, le dice, ¿No te vi yo en el huerto con Él? (Presenta la ocasión para la tercera negación.)
27 Y negó Pedro otra vez: y luego el gallo cantó (el cumplimiento de la predicción de Jesús [Luc. 22:34]).

PILATO

28 Y llevaron a Jesús de Caifás al pretorio (al Tribunal de Pilato): y era por la mañana (representa la cuarta vigilia de la noche, lo cual era entre las 3:00 de la mañana y las 6:00 de la mañana, pero más cerca de las 6:00 de la madrugada); y ellos no entraron en el pretorio, por no  ser contaminados (¡irónico! Ellos podían asesinar al Señor de la Gloria, pero su religión les prohibió entrar en la casa de un Gentil; ¡así es la auto-justicia!); sino que comiesen la Pascua (tiene referencia a la idea que la limpieza de tal profanación requeriría un período de tiempo y, por lo tanto, ellos no podían participar de la Pascua ese día; ellos ni siquiera se daban cuenta que estaban acabando la Verdadera Pascua).
29 Entonces salió Pilato a ellos fuera, y dijo, ¿Qué acusación traéis contra este Hombre?
30 Respondieron y le dijeron, Si Éste no fuera malhechor, no te Le habríamos entregado (en realidad no registra respuesta alguna, simplemente porque no tenían un caso contra Él).
31 Les dice entonces Pilato, Tomadle vosotros, y juzgadle según vuestra Ley (le declara como deseoso de deshacerse de este asunto). Y los Judíos le dijeron, A nosotros no es lícito matar a nadie (ya ellos Le habían condenado en sus corazones; y ¡ahora ellos quisieron que Él muriera!): 
32 Para que se cumpliese el dicho de Jesús, que había dicho, dando a entender de qué muerte había de morir (Jesús había predicho esto en Juan 3:14; 8:28; 12:32; la Mente de Dios desde hace ya mucho tiempo había resuelto esta cuestión [I Ped. 1:18-20]).
33 Así que, Pilato volvió a entrar en el pretorio, y llamó a Jesús (él llama a Jesús a su lado, fuera del oír de la muchedumbre), y Le dijo, ¿Eres Tú el Rey de los Judíos? (Él esperaba una respuesta negativa; si Él contestara en lo afirmativo, sería fácil sugerirle a Pilato que Él tenía que estar bajo alguna alucinación vana.)
34 Le respondió Jesús, ¿Dices tú esto de ti mismo, o te lo han dicho otros de Mí? (La pregunta que hizo Jesús tiene la intención de llevar al Gobernador más allá de las acusaciones que soltaron los que estaban sedientos de sangre.)
35 Pilato respondió, ¿Soy yo Judío? (Esta pregunta fue hecha con algo de sarcasmo, y en efecto fue más que una declaración que una pregunta.) Tu gente, y los Sumos Sacerdotes, Te han entregado a mi (en efecto, dice, “¡yo no levanté los cargos en Tu contra, ellos lo hicieron!”): ¿qué has hecho? (Es un interrogante para él mismo como para Jesús.)
36 Respondió Jesús, Mi Reino no es de este mundo (de ninguna manera niega Su Realeza, sino que afirma el origen de Su Reino y Su Realeza no son de este mundo): si de este mundo fuera Mi Reino, Mis servidores pelearían para que Yo no fuera entregado a los Judíos (en esencia, dice que si Él fuera lo que los Judíos afirmaban, un usurpador en contra de Roma, desde hace mucho tiempo Sus Seguidores hubieran recurrido a usar la fuerza): ahora, pues, Mi Reino no es de aquí (ahora no es de este mundo, pero lo será en el futuro [Hab. 2:14; Apoc., cap. 19]).
37 Le dijo entonces Pilato, ¿Luego Rey eres Tú? (No se hizo esta pregunta con sarcasmo ni con sinceridad; probablemente, ¡había un poco de los dos.) Respondió Jesús, Tú dices que Yo soy Rey (es lo mismo que decir “¡sí, así es!”). Yo para esto he nacido (tiene que ver con la Encarnación, Dios hecho Hombre [Isa. 7:14]), y para esto he venido al mundo (Él ha de ser Rey en los corazones de todos los que creen en Él), para dar testimonio a la Verdad (conlleva en esta declaración la personificación entera de los Caminos de Dios). Todo aquél que es de la Verdad, oye Mi Voz (solamente los que sinceramente desean la Verdad conocerán a Cristo, es decir, “oirán Su Voz”).

BARRABÁS

38 Le dice Pilato, ¿Qué cosa es Verdad? (Pilato se revela como un cínico con esta pregunta.) Y cuando hubo dicho esto, salió otra vez a los Judíos, y les dice (sucedió en medio de un tumulto), Yo no hallo en Él ningún crimen (Pilato sabía que Jesús no era culpable de traición contra Roma, ni de ningún otro tipo de infracción).
39 Empero vosotros tenéis costumbre, que os suelte uno en la Pascua (parece que aconteció inmediatamente después de que Herodes devolvió a Jesús a Pilato): ¿queréis, pues, que os suelte al Rey de los Judíos? (Fue dicho con algo de sarcasmo, pero aún con una apelación a la idiotez de estas acusaciones.)
40 Entonces todos dieron voces otra vez, diciendo, No a Éste, sino a Barrabás (Pilato pensó que quizás él podría escaparse de la situación, ¡pensando que de seguro la gente preferiría a Jesús que a un ladrón! ¡Él se decepcionó tristemente!). Y Barrabás era ladrón (escogieron a un ladrón y desde entonces ellos han sido robados despiadadamente).


1 Corintios 13:
Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.


Hebreos 10:35-12:4:
Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida.
Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e  incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta* sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre.


Romanos 8:
Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, los que no andan conforme a la naturaleza pecaminosa sino conforme al Espíritu. Pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los  muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman,* los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la  derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.

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