06 September 2017

El 7 de Setiembre Lectura Bíblica Diaria

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Mensaje de la Cruz de Cristo Jesús-Capítulo-1


El 7 de setiembre Lectura Bíblica Diaria:

Ester 10 a Job 2:

El rey Asuero impuso tributo por todo el imperio, incluyendo las islas del mar. Todos los hechos de poder y autoridad de Mardoqueo, junto con un relato completo de la grandeza a la cual lo elevó el rey, se hallan registrados en las crónicas de los reyes de Media y Persia. El judío Mardoqueo fue preeminente entre su pueblo y segundo en jerarquía después del rey Asuero. Alcanzó gran estima entre sus muchos compatriotas, porque procuraba el bien de su pueblo y promovía su bienestar.


Job 1 a 2:
En la región de Uz había un hombre recto e intachable, que temía a Dios y vivía apartado del mal. Este hombre se llamaba Job. Tenía siete hijos y tres hijas; era dueño de siete mil ovejas, tres mil camellos, quinientas yuntas de bueyes y quinientas asnas, y su servidumbre era muy numerosa. Entre todos los habitantes del oriente era el personaje de mayor renombre. Sus hijos acostumbraban turnarse para celebrar banquetes en sus respectivas casas, e invitaban a sus tres hermanas a comer y beber con ellos. Una vez terminado el ciclo de los banquetes, Job se aseguraba de que sus hijos se purificaran. Muy de mañana ofrecía un holocausto por cada uno de ellos, pues pensaba: "Tal vez mis hijos hayan pecado y maldecido en su corazón a Dios." Para Job ésta era una costumbre cotidiana. Llegó el día en que los ángeles debían hacer acto de presencia ante el Señor, y con ellos se presentó también *Satanás. Y el Señor le preguntó: ¿De dónde vienes? Vengo de rondar la tierra, y de recorrerla de un extremo a otro le respondió Satanás. ¿Te has puesto a pensar en mi siervo Job? volvió a preguntarle el Señor. No hay en la tierra nadie como él; es un hombre recto e intachable, que me honra y vive apartado del mal. Satanás replicó: ¿Y acaso Job te honra sin recibir nada a cambio? ¿Acaso no están bajo tu protección él y su familia y todas sus posesiones? De tal modo has bendecido la obra de sus manos que sus rebaños y ganados llenan toda la tierra. Pero extiende la mano y quítale todo lo que posee, ¡a ver si no te maldice en tu propia cara! Muy bien le contestó el Señor. Todas sus posesiones están en tus manos, con la condición de que a él no le pongas la mano encima. Dicho esto, Satanás se retiró de la presencia del Señor. Llegó el día en que los hijos y las hijas de Job celebraban un banquete en casa de su hermano mayor. Entonces un mensajero llegó a decirle a Job: "Mientras los bueyes araban y los asnos pastaban por allí cerca, nos atacaron los sabeanos y se los llevaron. A los criados los mataron a filo de espada. ¡Sólo yo pude escapar, y ahora vengo a contárselo a usted!" No había terminado de hablar este mensajero cuando uno más llegó y dijo: "Del cielo cayó un rayo que calcinó a las ovejas y a los criados. ¡Sólo yo pude escapar para venir a contárselo!" No había terminado de hablar este mensajero cuando otro más llegó y dijo: "Unos salteadores caldeos vinieron y, dividiéndose en tres grupos, se apoderaron de los camellos y se los llevaron. A los criados los mataron a filo de espada. ¡Sólo yo pude escapar, y ahora vengo a contárselo!" No había terminado de hablar este mensajero cuando todavía otro llegó y dijo: "Los hijos y las hijas de usted estaban celebrando un banquete en casa del mayor de todos ellos cuando, de pronto, un fuerte viento del desierto dio contra la casa y derribó sus cuatro esquinas. ¡Y la casa cayó sobre los jóvenes, y todos murieron! ¡Sólo yo pude escapar, y ahora vengo a contárselo!" Al llegar a este punto, Job se levantó, se rasgó las vestiduras, se rasuró la cabeza, y luego se dejó caer al suelo en actitud de adoración. Entonces dijo: "Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo he de partir. El Señor ha dado; el Señor ha quitado. ¡Bendito sea el *nombre del Señor!" A pesar de todo esto, Job no pecó ni le echó la culpa a Dios. Llegó el día en que los ángeles debían hacer acto de presencia ante el Señor, y con ellos llegó también Satanás para presentarse ante el Señor. Y el Señor le preguntó: ¿De dónde vienes? Vengo de rondar la tierra, y de recorrerla de un extremo a otro le respondió Satanás. ¿Te has puesto a pensar en mi siervo Job? volvió a preguntarle el Señor. No hay en la tierra nadie como él; es un hombre recto e intachable, que me honra y vive apartado del mal. Y aunque tú me incitaste contra él para arruinarlo sin motivo, ¡todavía mantiene firme su integridad! ¡Una cosa por la otra! replicó Satanás. Con tal de salvar la vida, el *hombre da todo lo que tiene. Pero extiende la mano y hiérelo, ¡a ver si no te maldice en tu propia cara! Muy bien dijo el Señor a Satanás, Job está en tus manos. Eso sí, respeta su vida. Dicho esto, Satanás se retiró de la presencia del Señor para afligir a Job con dolorosas llagas desde la planta del pie hasta la coronilla. Y Job, sentado en medio de las cenizas, tomó un pedazo de teja para rascarse constantemente. Su esposa le reprochó: ¿Todavía mantienes firme tu integridad? ¡Maldice a Dios y muérete! Job le respondió: Mujer, hablas como una necia. Si de Dios sabemos recibir lo bueno, ¿no sabremos también recibir lo malo? A pesar de todo esto, Job no pecó ni de palabra. Tres amigos de Job se enteraron de todo el mal que le había sobrevenido, y de común acuerdo salieron de sus respectivos lugares para ir juntos a expresarle a Job sus condolencias y consuelo. Ellos eran Elifaz de Temán, Bildad de Súah, y Zofar de Namat. Desde cierta distancia alcanzaron a verlo, y casi no lo pudieron reconocer. Se echaron a llorar a voz en cuello, rasgándose las vestiduras y arrojándose polvo y ceniza sobre la cabeza, y durante siete días y siete noches se sentaron en el suelo para hacerle compañía. Ninguno de ellos se atrevía a decirle nada, pues veían cuán grande era su sufrimiento.




Salmo 118:
Den gracias al Señor, porque él es bueno; su gran amor perdura para siempre. Que proclame el pueblo de Israel: "Su gran amor perdura para siempre." Que proclamen los descendientes de Aarón: "Su gran amor perdura para siempre." Que proclamen los que temen al Señor: "Su gran amor perdura para siempre." Desde mi angustia clamé al Señor, y él respondió dándome libertad. El Señor está conmigo, y no tengo miedo; ¿qué me puede hacer un simple mortal? El Señor está conmigo, él es mi ayuda; ¡ya veré por los suelos a los que me odian! Es mejor refugiarse en el Señor que confiar en el hombre. Es mejor refugiarse en el Señor que fiarse de los poderosos. Todas las naciones me rodearon, pero en el nombre del Señor las aniquilé. Me rodearon por completo, pero en el nombre del Señor las aniquilé. Me rodearon como avispas, pero se consumieron como zarzas en el fuego. ¡En el nombre del Señor las aniquilé! Me empujaron con violencia para que cayera, pero el Señor me ayudó. El Señor es mi fuerza y mi canto; ¡él es mi *salvación! Gritos de júbilo y victoria resuenan en las casas de los justos: "¡La diestra del Señor realiza proezas! ¡La diestra del Señor es exaltada! ¡La diestra del Señor realiza proezas!" No he de morir; he de vivir para proclamar las maravillas del Señor. El Señor me ha castigado con dureza, pero no me ha entregado a la muerte. Ábranme las puertas de la justicia para que entre yo a dar gracias al Señor. Son las puertas del Señor, por las que entran los justos. ¡Te daré gracias porque me respondiste, porque eres mi salvación! La piedra que desecharon los constructores ha llegado a ser la piedra angular. Esto ha sido obra del Señor, y nos deja maravillados. Éste es el día en que el Señor actuó; regocijémonos y alegrémonos en él. Señor, ¡danos la salvación! Señor, ¡concédenos la victoria! Bendito el que viene en el nombre del Señor. Desde la casa del Señor los bendecimos. El Señor es Dios y nos ilumina. Únanse a la procesión portando ramas en la mano hasta los cuernos del altar. Tú eres mi Dios, por eso te doy gracias; tú eres mi Dios, por eso te exalto. Den gracias al Señor, porque él es bueno; su gran amor perdura para siempre.


Proverbios 18:
El egoísta busca su propio bien; contra todo sano juicio se rebela. Al necio no le complace el discernimiento; tan sólo hace alarde de su propia opinión. Con la maldad, viene el desprecio, y con la vergüenza llega el oprobio. Las palabras del hombre son aguas profundas, arroyo de aguas vivas, fuente de sabiduría. No está bien declarar inocente al malvado y dejar de lado los derechos del justo. Los labios del necio son causa de contienda; su boca incita a la riña. La boca del necio es su perdición; sus labios son para él una trampa mortal. Los chismes son deliciosos manjares; penetran hasta lo más íntimo del ser. El que es negligente en su trabajo confraterniza con el que es destructivo. Torre inexpugnable es el nombre del Señor; a ella corren los justos y se ponen a salvo. Ciudad amurallada es la riqueza para el rico, y éste cree que sus muros son inexpugnables. Al fracaso lo precede la soberbia humana; a los honores los precede la humildad. Es necio y vergonzoso responder antes de escuchar. En la enfermedad, el ánimo levanta al enfermo; ¿pero quién podrá levantar al abatido? El corazón prudente adquiere conocimiento; los oídos de los sabios procuran hallarlo. Con regalos se abren todas las puertas y se llega a la presencia de gente importante. El primero en presentar su caso parece inocente, hasta que llega la otra parte y lo refuta. El echar suertes pone fin a los litigios y decide entre las partes en pugna. Más resiste el hermano ofendido que una ciudad amurallada; los litigios son como cerrojos de ciudadela. Cada uno se llena con lo que dice y se sacia con lo que habla. En la lengua hay poder de vida y muerte; quienes la aman comerán de su fruto. Quien halla esposa halla la felicidad: muestras de su favor le ha dado el Señor. El pobre habla en tono suplicante; el rico responde con aspereza. Hay amigos que llevan a la ruina, y hay amigos más fieles que un hermano.



El Libro de Marcos Capítulo 2 el Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:

EL SANTO EVANGELIO SEGÚN
SAN MARCOS





CAPÍTULO 2
(31 d.C.)
JESÚS SANA AL HOMBRE PARALÍTICO





1 Y ENTRÓ otra vez en Capernaum después de algunos días (quizás varias
semanas); y se oyó que estaba en casa (la casa de Pedro).
2 Y luego (inmediatamente) se juntaron a Él muchos, que ya no cabían ni aun a la puerta: y les predicaba la Palabra (la Predicación y la Enseñanza siempre venían primero).
3 Entonces vinieron a Él, unos trayendo un paralítico (parálisis), que era traído (llevado) por cuatro.
4 Y como no podían llegar a Él a causa del gentío (la gran muchedumbre), descubrieron el techo de donde estaba (las casas tienen azoteas planas en aquella parte del mundo, por lo general con escalones en el exterior que conducían hacia arriba a la cumbre del techo): y haciendo abertura (había por lo general una o varias trampillas en la azotea, y era una de éstas, la que probablemente ampliaron), bajaron el lecho en que yacía el paralítico.
5 Y viendo Jesús la Fe (la Fe sin obras está muerta) de ellos, dice al paralítico, Hijo, tus pecados te son perdonados (la terrible condición física del hombre enfermo fue debido a su vida pecaminosa, por lo tanto, Jesús primero, se refirió a la verdadera causa; ninguna condena, sólo perdón y sanidad).
6 Y estaban allí sentados algunos de los Escribas, los cuales pensando en sus corazones (representa un espíritu hostil de su parte, que podía ser sentido por Cristo),
7 Decían, ¿Por qué habla Éste blasfemias? (Habría estado en lo correcto si Cristo hubiera sido sólo un hombre. En vista de que Él era Dios manifestado en la carne, ellos estaban totalmente en lo incorrecto. Vendrán ahora cara a cara con la Deidad de Cristo.) ¿Quién puede perdonar pecados, sino sólo Dios? (Proclama una verdad, sin embargo, Jesús era Dios.)
8 Y conociendo luego Jesús en Su espíritu que pensaban así dentro de sí mismos (el Espíritu Santo Le reveló los pensamientos suyos), les dijo, ¿Por qué pensáis estas cosas en vuestros corazones? (Esto debe haber sido alarmante para ellos. No habían dicho estas cosas en voz alta, sólo las habían pensado en sus corazones.)
9 ¿Qué es más fácil decir al paralítico, Tus pecados te son perdonados; o decirle, Levántate, y toma tu lecho, y anda? (Dios Solo puede perdonar los pecados, y Dios Solo puede sanar. Por lo tanto, la sanidad auténtica comprueba el poder de perdonar pecados. Como había sido dicho, ellos venían ahora cara a cara con Su Deidad.)
10 Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la Tierra para perdonar los pecados, (Él dice al paralítico,) (¡Él hizo todo esto a plena vista de todos, aun de los escépticos, y especialmente de los escépticos!),
11 A ti te digo, Levántate, y toma tu lecho, y vete a tu casa (todos allí sabían, incluso los escépticos que este hombre no podía tomar su cama y llevarla, a menos que él fuera realmente sanado; lo admitieran o no, también sabían que sólo el Poder de Dios podía lograr esto).
12 Entonces él se levantó inmediatamente (la Palabra de Cristo lo sanó), y tomando su lecho, se salió delante de todos (incluso los escépticos); de manera que todos se asombraron (no había ninguna duda acerca de la sanidad), y glorificaron a Dios, diciendo, Nunca tal hemos visto (¡ya sea incluía a los escépticos o no, no nos lo dice!).
JESÚS LLAMA A MATEO
13 Y Él volvió a salir al mar (el Mar de Galilea); y toda la gente venía a Él, y los enseñaba.
14 Y pasando, vio a Leví (Mateo) hijo de Alfeo sentado al banco de los públicos tributos (fue un recaudador de impuestos, una abominación en los ojos de Israel), y le dice, Sígueme (no era una petición, sino un Mandato). Y levantándose Le siguió (él lo hizo al instante, cuando respondía al Mandato del Maestro).
JESÚS COME CON
LOS PECADORES
15 Y aconteció, que, estando Jesús a la mesa en casa de él (la casa de Mateo), muchos Publicanos y pecadores estaban también a la mesa juntamente con Jesús y con Sus Discípulos (expresa una reunión convidada por Mateo, claramente para celebrar el Llamado de Cristo; él dejaba el negocio de recaudar los impuestos): porque había muchos, y Le habían seguido (la indicación es, Lo aceptaron como Señor y Maestro de sus vidas).
16 Y los Escribas y los Fariseos, viéndole comer con los Publicanos y con los pecadores, dijeron a Sus Discípulos (parece que muchos de los Escribas y Fariseos habían oído del Llamado de Mateo, y esto dio lugar a la reunión, y habían venido, aunque no invitados, a ver lo que ocurría), ¿Qué es esto que Él come y bebe con los Publicanos y con los pecadores? (Proporciona la idea que pensaron que Él cometía un gran pecado por haberse asociado con esta gente. Era su auto-justicia en acción.)
17 Y oyéndolo Jesús, les dice, Los sanos no tienen necesidad de médico, mas los que están enfermos (explica completamente en cuanto al "por qué" de Su Presencia): no he venido a llamar a los Justos, sino a los pecadores al Arrepentimiento (Cristo era y es el Médico de pecadores, no es su compañero).
EL AYUNO
18 Y los discípulos de Juan, y de los Fariseos ayunaban: y vienen, y Le dicen (a Jesús), ¿Por qué los discípulos de Juan (Juan el Bautista, quien estaba ahora en prisión) y los de los Fariseos ayunan, y Tus Discípulos no ayunan? (Cualquier ordenanza o ritual dado en la Biblia, como el ayuno, nunca debe ser visto como santo en sí, sino más bien en cuanto a lo que esto representa.)
19 Y Jesús les dice, ¿Pueden ayunar los que están de bodas, cuando el esposo está con ellos? Entre tanto que tienen consigo al esposo no pueden ayunar (Jesús es el Novio).
20 Mas vendrán días, cuando el esposo les será quitado (que ocurrió en la Ascensión), y entonces en aquellos días ayunarán (mientras el ayuno ayuda al Creyente desde muchos puntos de vista, el mayor camino de todos consiste en lo que esto simboliza; en esencia, el ayuno declara que las cosas no son correctas, y no serán correctas hasta que Jesús vuelva otra vez; por lo tanto el ayuno, al menos en parte, es una súplica para que Él venga pronto).
21 Nadie pone un remiendo de tela nueva en vestido viejo: de otra manera el mismo remiendo nuevo tira del viejo, y la rotura se hace peor (la "nueva tela" simboliza el Nuevo Convenio que Cristo introduciría; no sería parte del Antiguo Convenio que fue abolido, sino sería completamente nuevo; tratar de mezclar los dos, como Él declara, no funcionaría; desgraciadamente, la mayoría de los Cristianos modernos, ya sea si se dan cuenta o no, están de hecho, intentando mezclar los dos).
22 Ni nadie echa vino nuevo en odres viejos: de otra manera, el vino nuevo rompe los odres, y se derrama el vino, y los odres se pierden: sino el vino nuevo se echa en odres nuevos (el mismo principio de la "nueva tela," dado de un modo diferente para enfatizar esta Verdad).
EL SÁBADO
23 Y aconteció, que pasando Él por los sembrados (debiera traducirse campos de cebada o trigo, porque no había maíz alguno en el Medio Oriente, o Europa, como pensamos de tal en la actualidad, de aquel entonces) en el Día Sábado; Sus Discípulos caminando, comenzaron a arrancar espigas (tallos de cebada o trigo).
24 Entonces los Fariseos Le dijeron (significa en el Griego que siguieron provocándolo acerca del asunto), He aquí, ¿por qué hacen (los Discípulos) en Sábado lo que no es lícito? (Afirmaron que los Discípulos violaban la Ley de Moisés arrancando y comiendo el grano en el Sábado; Deut. 23:24-25 dijo, lo contrario.)
25 Y Él les dijo (Él pudiera haberlos referido a Deuteronomio, sino que, los refirió a I Sam., cap. 21; Él los atraparía en su propio juego): ¿Nunca leísteis qué hizo David, cuando tuvo necesidad, y tuvo hambre, él, y los que con él estaban? (Él les mostraba la inutilidad de la religión y la ceremonia, cuando no había ningún cambio del corazón.)
26 ¿Cómo él entró en la Casa de Dios, siendo Abiatar Sumo Sacerdote, y comió los panes de la proposición, de los cuales no es lícito comer sino a los Sacerdotes, y aun dio a los que con él estaban? (David no era un Sacerdote, por lo tanto según la Ley, no podía comer ninguno de estos panes especiales en el Templo; ¡sin embargo, él sabiamente juzgó que una ley positiva prohibiendo a los laicos comer de este pan, lo cual fue así, debería ceder a una Ley de necesidad y de la naturaleza, lo que fue así!)
27 También les dijo (su construcción original contiene la idea de que Él dijo estas cosas, repetidas veces; esto requirió un poco de conversación para que la idea penetrara en sus mentes, que estaban torcidas con una teología tergiversada): el Sábado se hizo por causa del hombre, y no el hombre por causa del Sábado (la fuerza del argumento es esta: el Sábado fue hecho debido al hombre, no el hombre debido al Sábado; el Sábado era un Día de Reposo; precisamente para señalar el "reposo espiritual" que vendría en Cristo).
28 Así que el Hijo del Hombre es Señor aun del Sábado (¡en esta declaración, Cristo decía, "Soy el Mesías," y estos líderes religiosos sabían lo que Él decía!).
Primera Corintios Capítulo 13:
Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.


Hebreos 10:35-12:4
Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida. Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre.
Romanos 8:
Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.

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