03 September 2017

El 4 de setiembre Lectura Bíblica Diaria

Sonidos del aire libre
SonLifeTV.com/español
Mensaje de la Cruz de Cristo Jesús-Capítulo-1



El 4 de setiembre Lectura Bíblica Diaria:

Ester 1 a 3:


El rey Asuero, que reinó sobre ciento veintisiete provincias que se extendían desde la India hasta Cus, estableció su trono real en la ciudadela de Susa. En el tercer año de su reinado ofreció un banquete para todos sus funcionarios y servidores, al que asistieron los jefes militares de Persia y Media, y los magistrados y los gobernadores de las provincias, y durante ciento ochenta días les mostró la enorme riqueza de su reino y la esplendorosa gloria de su majestad. Pasado este tiempo, el rey ofreció otro banquete, que duró siete días, para todos los que se encontraban en la ciudadela de Susa, tanto los más importantes como los de menor importancia. Este banquete tuvo lugar en el jardín interior de su palacio, el cual lucía cortinas blancas y azules, sostenidas por cordones de lino blanco y tela púrpura, los cuales pasaban por anillos de plata sujetos a columnas de mármol. También había sofás de oro y plata sobre un piso de mosaicos de pórfido, mármol, madreperla y otras piedras preciosas. En copas de oro de las más variadas formas se servía el vino real, el cual corría a raudales, como era de esperarse del rey. Todos los invitados podían beber cuanto quisieran, pues los camareros habían recibido instrucciones del rey de servir a cada uno lo que deseara. La reina Vasti, por su parte, ofreció también un banquete para las mujeres en el palacio del rey Asuero. Al séptimo día, como a causa del vino el rey Asuero estaba muy alegre, les ordenó a los siete eunucos que le servían Meumán, Biztá, Jarboná, Bigtá, Abagtá, Zetar y Carcás que llevaran a su presencia a la reina, ceñida con la corona real, a fin de exhibir su belleza ante los pueblos y sus dignatarios, pues realmente era muy hermosa. Pero cuando los eunucos le comunicaron la orden del rey, la reina se negó a ir. Esto contrarió mucho al rey, y se enfureció. De inmediato el rey consultó a los sabios conocedores de leyes, porque era costumbre que en cuestiones de ley y justicia el rey consultara a los expertos. Los más allegados a él eran: Carsena, Setar, Admata, Tarsis, Meres, Marsená y Memucán, los siete funcionarios de Persia y Media que tenían acceso especial a la presencia del rey y ocupaban los puestos más altos en el reino. Según la ley, ¿qué se debe hacer con la reina Vasti por haber desobedecido la orden del rey transmitida por los eunucos? preguntó el rey. En presencia del rey y de los funcionarios, Memucán respondió: La reina Vasti no sólo ha ofendido a Su Majestad, sino también a todos los funcionarios y a todos los pueblos de todas las provincias del reino. Porque todas las mujeres se enterarán de la conducta de la reina, y esto hará que desprecien a sus esposos, pues dirán: El rey Asuero mandó que la reina Vasti se presentara ante él, pero ella no fue. El día en que las mujeres de la nobleza de Persia y de Media se enteren de la conducta de la reina, les responderán de la misma manera a todos los dignatarios de Su Majestad. ¡Entonces no habrá fin al desprecio y a la discordia! "Por lo tanto, si le parece bien a Su Majestad, emita un decreto real, el cual se inscribirá con carácter irrevocable en las leyes de Persia y Media: que Vasti nunca vuelva a presentarse ante Su Majestad, y que el título de reina se lo otorgue a otra mejor que ella. Así, cuando el edicto real se dé a conocer por todo su inmenso reino, todas las mujeres respetarán a sus esposos, desde los más importantes hasta los menos importantes. Al rey y a sus funcionarios les pareció bien ese consejo, de modo que el rey hizo lo que había propuesto Memucán: envió cartas por todo el reino, a cada provincia en su propia escritura y a cada pueblo en su propio idioma, proclamando en la lengua de cada pueblo que todo hombre debe ejercer autoridad sobre su familia. Algún tiempo después, ya aplacada su furia, el rey Asuero se acordó de Vasti y de lo que había hecho, y de lo que se había decretado contra ella. Entonces los ayudantes personales del rey hicieron esta propuesta: "Que se busquen jóvenes vírgenes y hermosas para el rey. Que nombre el rey para cada provincia de su reino delegados que reúnan a todas esas jóvenes hermosas en el harén de la ciudadela de Susa. Que sean puestas bajo el cuidado de Jegay, el eunuco encargado de las mujeres del rey, y que se les dé un tratamiento de belleza. Y que reine en lugar de Vasti la joven que más le guste al rey." Esta propuesta le agradó al rey, y ordenó que así se hiciera. En la ciudadela de Susa vivía un judío de la tribu de Benjamín, llamado Mardoqueo hijo de Yaír, hijo de Simí, hijo de Quis, uno de los capturados en Jerusalén y llevados al exilio cuando Nabucodonosor, rey de Babilonia, se llevó cautivo a Jeconías, rey de Judá. Mardoqueo tenía una prima llamada Jadasá. Esta joven, conocida también como Ester, a quien había criado porque era huérfana de padre y madre, tenía una figura atractiva y era muy hermosa. Al morir sus padres, Mardoqueo la adoptó como su hija. Cuando se proclamaron el edicto y la orden del rey, muchas jóvenes fueron reunidas en la ciudadela de Susa y puestas al cuidado de Jegay. Ester también fue llevada al palacio del rey y confiada a Jegay, quien estaba a cargo del harén. La joven agradó a Jegay y se ganó su simpatía. Por eso él se apresuró a darle el tratamiento de belleza y los alimentos especiales. Le asignó las siete doncellas más distinguidas del palacio y la trasladó con sus doncellas al mejor lugar del harén. Ester no reveló su nacionalidad ni sus antecedentes familiares, porque Mardoqueo se lo había prohibido. Éste se paseaba diariamente frente al patio del harén para saber cómo le iba a Ester y cómo la trataban. Ahora bien, para poder presentarse ante el rey, una joven tenía que completar los doce meses de tratamiento de belleza prescritos: seis meses con aceite de mirra, y seis con perfumes y cosméticos. Terminado el tratamiento, la joven se presentaba ante el rey y podía llevarse del harén al palacio todo lo que quisiera. Iba al palacio por la noche, y a la mañana siguiente volvía a un segundo harén bajo el cuidado de Sasgaz, el eunuco encargado de las concubinas del rey. Y no volvía a presentarse ante el rey, a no ser que él la deseara y la mandara a llamar. Cuando a Ester, la joven que Mardoqueo había adoptado y que era hija de su tío Abijaíl, le llegó el turno de presentarse ante el rey, ella no pidió nada fuera de lo sugerido por Jegay, el eunuco encargado del harén del rey. Para entonces, ella se había ganado la simpatía de todo el que la veía. Ester fue llevada al palacio real ante el rey Asuero en el mes décimo, el mes de *tébet, durante el séptimo año de su reinado. El rey se enamoró de Ester más que de todas las demás mujeres, y ella se ganó su aprobación y simpatía más que todas las otras vírgenes. Así que él le ciñó la corona real y la proclamó reina en lugar de Vasti. Luego el rey ofreció un gran banquete en honor de Ester para todos sus funcionarios y servidores. Declaró un día de fiesta en todas las provincias y distribuyó regalos con generosidad digna de un rey. Mientras se reunía a un segundo grupo de vírgenes, Mardoqueo permanecía sentado a la puerta del rey. Ester, por su parte, continuó guardando en secreto sus antecedentes familiares y su nacionalidad, tal como Mardoqueo le había ordenado, ya que seguía cumpliendo las instrucciones de Mardoqueo como cuando estaba bajo su cuidado. En aquellos días, mientras Mardoqueo seguía sentado a la puerta del rey, Bigtán y Teres, los dos eunucos del rey, miembros de la guardia, se enojaron y tramaron el asesinato del rey Asuero. Al enterarse Mardoqueo de la conspiración, se lo contó a la reina Ester, quien a su vez se lo hizo saber al rey de parte de Mardoqueo. Cuando se investigó el informe y se descubrió que era cierto, los dos eunucos fueron empalados en una estaca. Todo esto fue debidamente anotado en los registros reales, en presencia del rey. Después de estos acontecimientos, el rey Asuero honró a Amán hijo de Hamedata, el descendiente de Agag, ascendiéndolo a un puesto más alto que el de todos los demás funcionarios que estaban con él. Todos los servidores de palacio asignados a la puerta del rey se arrodillaban ante Amán, y le rendían homenaje, porque así lo había ordenado el rey. Pero Mardoqueo no se arrodillaba ante él ni le rendía homenaje. Entonces los servidores de palacio asignados a la puerta del rey le preguntaron a Mardoqueo: "¿Por qué desobedeces la orden del rey?" Día tras día se lo reclamaban; pero él no les hacía caso. Por eso lo denunciaron a Amán para ver si seguía tolerándose la conducta de Mardoqueo, ya que éste les había confiado que era judío. Cuando Amán se dio cuenta de que Mardoqueo no se arrodillaba ante él ni le rendía homenaje, se enfureció. Y cuando le informaron a qué pueblo pertenecía Mardoqueo, desechó la idea de matarlo sólo a él y buscó la manera de exterminar a todo el pueblo de Mardoqueo, es decir, a los judíos que vivían por todo el reino de Asuero. Para determinar el día y el mes, se echó el pur, es decir, la suerte, en presencia de Amán, en el mes primero, que es el mes de nisán, del año duodécimo del reinado de Asuero. Y la suerte cayó sobre el mes duodécimo, el mes de *adar. Entonces Amán le dijo al rey Asuero: Hay cierto pueblo disperso y diseminado entre los pueblos de todas las provincias del reino, cuyas leyes y costumbres son diferentes de las de todos los demás. ¡No obedecen las leyes del reino, y a Su Majestad no le conviene tolerarlos! Si le parece bien, emita Su Majestad un decreto para aniquilarlos, y yo depositaré en manos de los administradores trescientos treinta mil kilos de plata para el tesoro real. Entonces el rey se quitó el anillo que llevaba su sello y se lo dio a Amán hijo de Hamedata, descendiente de Agag y enemigo de los judíos. Quédate con el dinero le dijo el rey a Amán, y haz con ese pueblo lo que mejor te parezca. El día trece del mes primero se convocó a los secretarios del rey. Redactaron en la escritura de cada provincia y en el idioma de cada pueblo todo lo que Amán ordenaba a los sátrapas del rey, a los intendentes de las diversas provincias y a los funcionarios de los diversos pueblos. Todo se escribió en nombre del rey Asuero y se selló con el anillo real. Luego se enviaron los documentos por medio de los mensajeros a todas las provincias del rey con la orden de exterminar, matar y aniquilar a todos los judíos jóvenes y ancianos, mujeres y niños y saquear sus bienes en un solo día: el día trece del mes duodécimo, es decir, el mes de adar. En cada provincia se debía emitir como ley una copia del edicto, el cual se comunicaría a todos los pueblos a fin de que estuvieran preparados para ese día. Los mensajeros partieron de inmediato por orden del rey, y a la vez se publicó el edicto en la ciudadela de Susa. Luego el rey y Amán se sentaron a beber, mientras que en la ciudad de Susa reinaba la confusión.




Salmo 115:
La gloria, Señor, no es para nosotros; no es para nosotros sino para tu nombre, por causa de tu amor y tu verdad. ¿Por qué tienen que decirnos las naciones: "¿Dónde está su Dios?" Nuestro Dios está en los cielos y puede hacer lo que le parezca. Pero sus ídolos son de oro y plata, producto de manos humanas. Tienen boca, pero no pueden hablar; ojos, pero no pueden ver; tienen oídos, pero no pueden oír; nariz, pero no pueden oler; tienen manos, pero no pueden palpar; pies, pero no pueden andar; ¡ni un solo sonido emite su garganta! Semejantes a ellos son sus hacedores, y todos los que confían en ellos. Pueblo de Israel, confía en el Señor; él es tu ayuda y tu escudo. Descendientes de Aarón, confíen en el Señor; él es su ayuda y su escudo. Los que temen al Señor, confíen en él; él es su ayuda y su escudo. El Señor nos recuerda y nos bendice: bendice al pueblo de Israel, bendice a los descendientes de Aarón, bendice a los que temen al Señor, bendice a grandes y pequeños. Que el Señor multiplique la descendencia de ustedes y de sus hijos. Que reciban bendiciones del Señor, creador del cielo y de la tierra. Los cielos le pertenecen al Señor, pero a la humanidad le ha dado la tierra. Los muertos no alaban al Señor, ninguno de los que bajan al silencio. Somos nosotros los que alabamos al Señor desde ahora y para siempre. ¡Aleluya! ¡Alabado sea el Señor!


Proverbios 15:
La respuesta amable calma el enojo, pero la agresiva echa leña al fuego. La lengua de los sabios destila conocimiento; la boca de los necios escupe necedades. Los ojos del Señor están en todo lugar, vigilando a los buenos y a los malos. La lengua que brinda consuelo es árbol de vida; la lengua insidiosa deprime el espíritu. El necio desdeña la corrección de su padre; el que la acepta demuestra prudencia. En la casa del justo hay gran abundancia; en las ganancias del malvado, grandes problemas. Los labios de los sabios esparcen conocimiento; el corazón de los necios ni piensa en ello. El Señor aborrece las ofrendas de los malvados, pero se complace en la oración de los justos. El Señor aborrece el camino de los malvados, pero ama a quienes siguen la justicia. Para el descarriado, disciplina severa; para el que aborrece la corrección, la muerte. Si ante el Señor están el sepulcro y la muerte, ¡cuánto más el corazón humano! Al insolente no le gusta que lo corrijan, ni busca la compañía de los sabios. El corazón alegre se refleja en el rostro, el corazón dolido deprime el espíritu. El corazón entendido va tras el conocimiento; la boca de los necios se nutre de tonterías. Para el afligido todos los días son malos; para el que es feliz siempre es día de fiesta. Más vale tener poco, con temor del Señor, que muchas riquezas con grandes angustias. Más vale comer verduras sazonadas con amor que un festín de carne sazonada con odio. El que es iracundo provoca contiendas; el que es paciente las apacigua. El camino del perezoso está plagado de espinas, pero la senda del justo es como una calzada. El hijo sabio alegra a su padre; el hijo necio menosprecia a su madre. Al necio le divierte su falta de juicio; el entendido endereza sus propios pasos. Cuando falta el consejo, fracasan los planes; cuando abunda el consejo, prosperan. Es muy grato dar la respuesta adecuada, y más grato aún cuando es oportuna. El sabio sube por el sendero de vida, para librarse de caer en el sepulcro. El Señor derriba la casa de los soberbios, pero mantiene intactos los linderos de las viudas. El Señor aborrece los planes de los malvados, pero le agradan las palabras puras. El ambicioso acarrea mal sobre su familia; el que aborrece el soborno vivirá. El corazón del justo medita sus respuestas, pero la boca del malvado rebosa de maldad. El Señor se mantiene lejos de los impíos, pero escucha las oraciones de los justos. Una mirada radiante alegra el corazón, y las buenas noticias renuevan las fuerzas. El que atiende a la crítica edificante habitará entre los sabios. Rechazar la corrección es despreciarse a sí mismo; atender a la reprensión es ganar entendimiento. El temor del Señor es corrección y sabiduría; la humildad precede a la honra.



El Libro de Mateo Capítulo 27 el Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:

EL SANTO EVANGELIO SEGÚN
SAN MATEO
Capítulo 27
(33 d.C.)
JESÚS ENVIADO A PILATO
Y VENIDA la mañana (se refiere a la mañana del día Miércoles; Crucificarían a Jesús en unas cuantas horas; ¡No lo crucificaron el Viernes Santo como algunos afirman!), entraron en consejo todos los Principales Sacerdotes y los Ancianos del pueblo contra Jesús para entregarle a muerte (la sesión de la mañana era la del Sanedrín entero; seguida por la reunión no oficial en la casa del Sumo Sacerdote [26:57]).
2 Y cuando ellos Le ataron, ellos Lo llevaron (se refiere a Sus Manos atadas detrás de Su Espalda con una cuerda), y Le entregaron a Poncio Pilato el gobernador (ocupó este oficio durante aproximadamente diez años, al término de este tiempo él fue sacado de su puesto por motivo de crueldad y extorsión, y desterrado a Vienne en la Galia, donde él se suicidó).
JUDAS SE SUICIDA
3 Entonces Judas, el que Le había entregado, viendo que era condenado (se refiere a lo que los líderes religiosos Le habían hecho a Jesús y su tratamiento brutal hacia Él; de hecho, él probablemente vio a Jesús, y se puso enfermo de lo que vio), devolvió arrepentido (en el Griego, quiere decir tener un remordimiento profundo por consecuencia del pecado, pero no sentir un pesar profundo a causa de ello; esta palabra nunca se usa para el Arrepentimiento genuino a Dios) las treinta piezas de plata (el precio que le habían dado) a los Principales Sacerdotes y a los Ancianos (se refiere al dinero sucio con sangre, y a los líderes religiosos con sangre en sus manos),
4 Diciendo, Yo he pecado (indica que confesaba este pecado al hombre, a un hombre malvado, pero no a Dios) entregando la Sangre inocente ("la" enfatiza que la Sangre de Cristo es la única Sangre verdaderamente inocente que jamás haya existido). Mas ellos dijeron, ¿Qué se nos da a nosotros? Vieras lo tú (¡sabían que Jesús era inocente, pero no les importaba!).
5 Y arrojando las piezas de plata en el Templo (demuestra que arrojaba los siclos en el suelo de mármol), se partió, y fue y se ahorcó (él probablemente se ahorcó con su propia faja, que fue ceñida alrededor de su cintura; la tradición dice que la rama se rompió del árbol al cual la faja fue atada, y él se cayó pesadamente a las rocas abajo, donde un carro pasaba, sin poder detenerse, lo aplastó y lo desentrañó).
6 Y los Principales Sacerdotes tomando las piezas de plata (¡representa el dinero sucio con sangre ahora en sus manos donde debía haber estado todo el tiempo!), dijeron, No es lícito echarlas en el tesoro de los dones, porque es precio de sangre (¡es irónico! amordazaban a un mosquito y tragaban un camello).
7 Mas ellos (el Sanedrín) tomaron consejo (la religión institucionalizada se opuso a Cristo a partir del comienzo mismo de Su Ministerio; ¡esto todavía se hace!), compraron con ellas (las treinta piezas de plata) el campo del alfarero, por sepultura de los extranjeros (Gentiles — un lugar al sur de Jerusalén, al otro lado del Valle de Hinom).
8 Por lo cual fue llamado aquel campo, Campo de sangre, hasta el día de hoy (¡no fue el nombre que se le dio los líderes religiosos de Israel, sino otros! hasta a mediados de los años 1800, todavía era usado para este fin, el entierro de los muertos no honrados de Jerusalén).
9 Entonces se cumplió lo que fue dicho por el Profeta Jeremías (aunque Las Escrituras no lo dicen, probablemente esto fue dicho primero por Jeremías, y hecho por el Espíritu Santo, pero no fue anotado; fue repetido entonces y registrado por aquel mismo Espíritu en Zac. 11:12-13 o tal vez un copista hizo un error cuando lo copiaba del texto original; ningún texto original permanece), que dijo, Y tomaron las treinta piezas de plata, precio del apreciado, que fue apreciado por los Hijos de Israel (era el precio de un esclavo; es dado de esta manera por el Espíritu Santo a fin de poner énfasis en el hecho de que este era el precio o el valor que Israel Le dio a su Mesías);
10 Y las dieron (treinta piezas de plata) para el campo del alfarero, como Me ordenó el Señor (Le ordenó al Mesías; ¿sabían los líderes religiosos de Israel acerca de esta Profecía?).
JESÚS ANTE PILATO
11 Y Jesús estuvo delante del gobernador (se refiere a Poncio Pilato): y el gobernador Le preguntó, diciendo, ¿Eres Tú el Rey de los Judíos? (En realidad, Joaquín, quien reinó aproximadamente seiscientos años antes, fue el último Rey reconocido por Dios que se sentó en el Trono de Judá [II Crón. 36:9-10].) Y Jesús le dijo: Tú lo dices (en efecto, dice, "Soy el Rey de los Judíos"; por lo que está registrado, esta es la primera vez que Jesús había hecho tal afirmación; Juan añadió más de la respuesta de Cristo, con el refrán de Jesús, "Mi Reino no es de este mundo" [Jn. 18:36]; en consecuencia, Pilato sabía que Sus afirmaciones eran espirituales y, por lo tanto, no de este mundo).
12 Y siendo acusado por los Principales Sacerdotes, y por los Ancianos, nada respondió (Él no se defendería ante la gente que no se preocupaba para nada por la verdad).
13 Pilato entonces Le dice, ¿No oyes cuántas cosas testifican contra Ti? (Pilato estaba confundido en cuanto al motivo por el cual Jesús no se defendió contra estas acusaciones.)
14 Y no le respondió ni una palabra (cumpliendo Isaías 53:7); de tal manera que el gobernador se maravillaba mucho (Pilato quedó asombrado que Jesús no se defendiera en absoluto contra estas acusaciones, viendo que éstas podrían conducirle a Su Muerte).
JESÚS CONDENADO;
BARRABÁS SOLTADO
15 Y en el Día de la Fiesta (la Pascua) acostumbraba (tenía una costumbre) el gobernador soltar al pueblo un preso, cual quisiesen (en otras palabras, el pueblo podría elegir, y el que era elegido iba a ser puesto en libertad; Pilato creía que había encontrado una salida a su dilema; él sabía que Jesús era inocente).
16 Y tenían entonces un preso famoso (debiera traducirse "notorio") que se llamaba Barrabás (Marcos dijo que Barrabás era un asesino y había encabezado una insurrección contra la autoridad Romana [Marc. 15:7]).
17 Y juntos ellos (Pilato y Jesús estaban parados en el pórtico del pasillo, ante la gente abajo), Pilato les dijo, ¿Cuál queréis que os suelte? ¿a Barrabás o a Jesús que se dice ser el Cristo? (En algunos manuscritos, Barrabás se menciona "Jesús Barrabás." Entonces la gente fue confrontada con una opción, "a Jesús Barrabás, el asesino," o "a Jesucristo, el Dador de la Vida Eterna.")
18 Porque sabía que por envidia Le habían entregado (envidiaba el respeto que la gente le daba a Él, y Sus Milagros).
19 Y estando él sentado en el tribunal (una silla sobre una plataforma levantada delante del pretorio), su mujer envió a él, diciendo, No tengas nada que ver con aquel Justo: porque hoy he padecido muchas cosas en sueños por causa de Él (su nombre era Claudia — otro nombre Procula; la tradición dice que ella al final se convirtió en Cristiana; cuál era su sueño, el registro no lo dice; sin embargo, en toda la historia de los sufrimientos de Cristo esta penúltima semana antes de Su Muerte, ella, una Gentil fue la única, parece, quien Le habló con amabilidad).
20 Mas los Principales Sacerdotes y los Ancianos persuadieron al pueblo que pidiese a Barrabás (pidió la liberación de Barrabás el asesino; en consecuencia, los asesinos les han gobernado desde aquel entonces hasta ahora, hasta hoy en día, en vista de los bombardeos en Israel), y que Jesús fuese destruido (que se diera muerte a Jesús).
21 Y respondiendo el gobernador les dijo, ¿Cuál de los dos queréis que os suelte? (No expone ninguna alternativa sino a Jesús o a Barrabás.) Y ellos dijeron, A Barrabás.
22 Pilato les dijo, ¿Qué pues haré de Jesús que se dice ser el Cristo? (La pregunta de mayor importancia que jamás se haya hecho. La respuesta a ella decide el destino eterno del alma humana.) Le dijeron todos, Sea crucificado (especificaron "crucifixión," porque tal muerte causaría que toda la gente, ellos pensaron, le daría la espalda a Él; la Ley de Moisés condenaba a alguien colgado en un árbol como maldecido por Dios [Deut. 21:23]).
23 Y el gobernador les dijo, Pues ¿qué mal ha hecho? (Él no había hecho mal alguno. ¡Él era perfecto! Él nunca había pecado.) Mas ellos gritaban más, diciendo, Sea crucificado (declara que no ofrecieron ninguna respuesta a la pregunta de Pilato, porque ellos no tenían respuesta alguna; mientras que el sol de mañana comenzaba a rayarse sobre el Monte de los Olivos, éste alboreará sobre un día de infamia que el mundo jamás había visto antes ni desde aquel entonces).
24 Y viendo Pilato que nada adelantaba, antes se hacía más alboroto (tenía miedo que si él no cedía ante sus demandas, un disturbio podría ocurrir, y él entonces acusado ante Roma de rehusar de castigar a un pretendiente al Trono Judío), tomando agua, se lavó las manos delante del pueblo (por este acto, él procuró limpiarse de la culpa, y echarle la culpa a la gente, como si la administración de Justicia residiera en ellos y no con él), diciendo, Inocente soy yo de la Sangre de este Justo: los culpables sois vosotros (¡por el hecho de que él estaba diciéndole aquí, no quería decir que era cierto! él no tenía la valentía para hacer lo que era correcto; no se puede tomar una posición neutral con respecto a Cristo).
25 Y respondiendo todo el pueblo, dijo, Su Sangre sea sobre nosotros, y sobre nuestros hijos (la maldición que se invocaron sobre ellos y sobre sus hijos pesa sobre ellos todavía, era y es una maldición de horror espantosa y de sufrimiento).
26 Entonces les soltó a Barrabás (expresa la selección de la gente): y él (Pilato) habiendo azotado a Jesús (un castigo tan horrible, que a veces causaba la muerte de la víctima antes que el acto de la crucifixión se emprendiera [Isa. 50:6]), Le entregó para ser crucificado (Isa., cap. 53).
JESÚS CORONADO
DE ESPINAS
27 Entonces los soldados (soldados Romanos) del gobernador llevaron a Jesús al pretorio, y juntaron a Él toda la cohorte (aproximadamente doscientos hombres, que era la tercera parte de una "cohorte").
28 Y desnudándole (se refiere a Su Manto, no se refería a la ropa interior), Le echaron encima un manto de escarlata (una capa bien gastada de un oficial o una ropa desechada de la guardarropa de Herodes).
29 Y pusieron sobre Su Cabeza (la palabra Griega por "corona" es "stéfanos," y quiere decir "una corona de victoria"; aunque tenía la intención para avergonzar y burlar, con esta corona de espinas, el Señor demostró la victoria de la Cruz y de su certidumbre, incluso antes de que Jesús realmente muriera) una corona tejida de espinas (llamado "espinas del vencedor" y las cuales crecían hasta seis pulgadas de longitud), y una caña en Su Mano Derecha: e hincando la rodilla delante de Él, Le burlaban, diciendo, ¡Salve, Rey de los Judíos! (En el Juicio del Gran Trono Blanco venidero, estos mismos soldados volverán a estar delante de Cristo, y volverán a postrarse a Él. Pero esta vez, no será en tono burlón.)
30 Y escupiendo en Él, tomaron la caña, y Le herían en la Cabeza (metiéndole las espinas a lo más profundo, que sin lugar a dudas causó que Su Cabeza se hinchara).
31 Y después que Le hubieron escarnecido, Le desnudaron el manto, y Le vistieron de Sus Vestidos, y Le llevaron para crucificarle (se supone que la crucifixión fue inventada por Semíramis, la Reina de Nimrod, quien fundó el sistema Babilónico de misterios).
32 Y saliendo (en el camino al Calvario), hallaron a un Cireneo, que se llamaba Simón (Alejandro y Rufo eran los hijos de Simón [Marc. 15:21; Rom. 16:13]): a éste obligaron para que llevase Su Cruz (no era la Cruz entera, sino probablemente el "patíbulum," o la barra cruzada; esto pesaba no menos de cien libras; en Su condición debilitada, Jesús no podía aguantar aquella carga).
LA CRUCIFIXIÓN
33 Y cuando llegaron al lugar que se llamaba Gólgota, que es dicho, El lugar de la calavera (la tradición dice que aquí enterraron a Adán, y que su cráneo fue encontrado aquí),
34 Le dieron a beber vinagre mezclado con hiel: y gustando, no quiso beberlo (era una poción estupefaciente, dada para ayudar a aliviar los sufrimientos; Cristo lo rechazó).
35 Y después que Le hubieron crucificado, repartieron Sus Vestidos (era su "pago adicional" por haber servido en este deber horroroso), echando suertes (echaron pajas por la ropa, por así decirlo): para que se cumpliese lo que fue dicho por el Profeta, Se repartieron Mis Vestidos, y sobre Mi Ropa echaron suertes (Sal. 22:18).
36 Y sentados Le guardaban allí (se aseguraron de que los amigos no vinieran y bajaran al Condenado, antes de que Él muriera);
37 Y pusieron sobre Su Cabeza su acusación escrita (ésta correspondía al crimen por el cual el acusado fue condenado), ESTE ES JESÚS EL REY DE LOS JUDÍOS (se dice que esto fue escrito en tres idiomas, el Hebreo, el Griego y el Latín; ellos imprimieron esto como mofa, pero tales palabras jamás fueran más ciertas).
38 Entonces crucificaron con Él (Isa. 53:12) dos ladrones, uno a la Derecha, y otro a la Izquierda.
39 Y los que pasaban Le decían injurias, meneando sus cabezas (en su mayor parte, éstos eran los líderes religiosos de Israel [Sal. 109:25]),
40 Y diciendo, Tú, El Que derribas el Templo, y en tres días lo reedificas (¡Jesús nunca dijo esto! Él sí dijo, que Su Cuerpo físico sería destruido, y en tres días Él resucitaría, que es exactamente lo que pasó), sálvate a Ti Mismo (Él no vino para salvarse a Sí Mismo, sino más bien para salvar a otros): si eres Hijo de Dios, desciende de la Cruz (si Él hubiera bajado de la Cruz, nadie jamás se hubiera salvado, y aquéllos en la prisión del Paraíso, hubieran permanecido allí para siempre).
41 De esta manera también los Principales Sacerdotes, escarneciéndolo con los Escribas y los Ancianos, decían (¡así es cómo obra la religión!),
42 Él salvó a otros (lo que Él hizo, pero estos "otros" no incluye a estos líderes religiosos, porque ellos no Lo aceptarían); a Sí Mismo no puede salvar (la realidad es que Él Mismo no se salvará). Si es el Rey de Israel, descienda ahora de la Cruz, y creeremos en Él (¡los blasfemos son también mentirosos!).
43 Confió en Dios (Sal. 22:8); líbrele ahora si le quiere (no Lo querían, pero sí Dios Lo quería): porque ha dicho, Soy Hijo de Dios (¡representa exactamente lo que Él dijo!).
44 Lo mismo también, Le injuriaban los ladrones que estaban crucificados con Él (ambos lo hicieron al principio, pero un poco más tarde, uno de ellos se arrepintió, registrado por Lucas 23:42).
LA MUERTE DE JESÚS
45 Y desde la hora sexta (a las 12:00 del mediodía) fueron tinieblas sobre toda la Tierra hasta la hora novena (a las 3:00 de la tarde — durante estas tres horas, Dios literalmente escondería Su Rostro de Su Hijo; durante este tiempo, Jesús aguantó realmente la pena del pecado de la humanidad [II Cor. 5:21]. "Esta oscuridad" no fue el resultado de un eclipse, ya que en ese momento era luna llena; fue provocado por Dios en que Él no podía mirar a Su Hijo, cuando Él cargó en realidad la pena del pecado del mundo).
46 Y cerca de la hora novena Jesús exclamó con grande voz (que demuestra que Él no murió a causa de la debilidad, sino más bien entregó Su Propia Vida [Jn. 10:17-18]), diciendo, Elí, Elí, ¿lama sabactani? Esto es, Dios Mío, Dios Mío, ¿por qué Me has desamparado? (La pregunta en cuanto a la razón por la cual Dios Lo había abandonado no fue hecha en el sentido de no saber, sino en el sentido de reconocer el acto. Dios no Lo liberó, como Él siempre lo hizo, porque, de haber hecho eso, habría perdido la Redención para la humanidad. A propósito, Jesús habló en Arameo, que era comúnmente usado por el Señor.)
47 Algunos de ellos que estaban parados allí, cuando oyeron eso, dijeron, Este Hombre llama para Elías (se refería a los Judíos, porque los Romanos no sabían nada acerca de Elías).
48 E inmediatamente (de inmediato) uno de ellos corrió, y tomó una esponja, y lo saturó con vinagre, y la puso en una caña, y Lo dio a beber (la evidencia es, ésta tocó sus labios y él murió; no tenía nada que ver con Su Vida o Muerte).
49 Los demás dijeron, Déjelo así, déjenos ver si Elías vendrá a salvarlo (¡dicho en son de burla!).
50 Jesús, cuando Él había gritado otra vez con una Voz fuerte, se entregó el espíritu (Él entregó voluntariamente Su Vida, indica que Él no murió de Sus Heridas; también, Él no murió hasta que el Espíritu Santo Le dijo que lo hiciera [Heb. 9:14]).
51 Y, he aquí, el Velo del Templo (lo que ocultó el Lugar Santísimo; Josefo señala que era un poco más de 18 metros [60 pies] sesenta pies de alto del techo al piso, un poco más de 10 centímetros [cuatro pulgadas] de grueso, y era tan fuerte que cuatro yugos de bueyes no pudieran separarlo) fue partido en dos de arriba abajo (significaba que Dios Solo habría podido hacer tal cosa; también significó, que el precio fue pagado completamente en la Cruz; comprobado por el Velo partido en dos; lamentablemente, algunos dicen, la Cruz — no terminó la tarea, hay que cumplir la obra de la Cruz con otras cosas requeridas; este Versículo dice lo contrario); y la Tierra tembló, y las rocas se partieron (representaba un terremoto, pero no tenía nada que ver con la rasgadura del Velo, que tomó lugar inmediatamente antes de este fenómeno);
52 Y los sepulcros fueron abiertos; y muchos cuerpos de los Santos que durmieron se levantaron (no enseña "sueño del alma" como algunos afirman, sino que duermen los cuerpos de los muertos Santos; no el alma y el espíritu, los cuales de ese momento se fueron al Paraíso, pero desde la Cruz, cuando alguien muere, ahora se va para estar con Cristo [Fil. 1:23]),
53 Y salieron de los sepulcros después de Su Resurrección, y entró a la Ciudad Santa (Jerusalén), y aparecieron a muchos (aunque todos fueron liberados del Paraíso, y llevado al Cielo, algunos, aun muchos, se detuvieron en Jerusalén por un breve período de tiempo, "y aparecieron a muchos"; cuántos habían, no nos dice, y a quiénes aparecieron, no nos dice; sólo Mateo nos da este relato).
54 Ahora cuando el Centurión, y ellos que estaban con él, vigilando a Jesús, vieron el terremoto, y esas cosas que fueron hechas, temieron en gran manera, diciendo, En verdad Éste era el Hijo del Dios (fue el primer Gentil que dio este testimonio de Fe; la tradición afirma que el nombre del Centurión fue Longino, y que se convirtió en un seguidor devoto de Cristo, predicó la Fe, y murió como un gran mártir).
55 Y muchas mujeres allí contemplando desde lejos, que siguieron a Jesús de Galilea, sirviéndole a Él (tiene que ver con aquéllas que vinieron de Galilea y estuvieron con Él hasta el fin):
56 Entre las cuales era María Magdalena (Jesús le había librado [Marc. 16:9; Luc. 8:2]), y María la madre de Santiago y José (probablemente esposa de Cleofas [Jn. 19:25]), y madre de los hijos de Zebedeo (Salomé [Marc. 15:40] la madre de Santiago y Juan).
LA SEPULTURA DE JESÚS
57 Y cuando fue la tarde del día (se refiere a un período de tiempo entre a las 3:00 de la tarde hasta la puesta del sol, el Sábado de la Pascua — no es el Sábado semanal), vino un hombre rico de Arimatea, llamado José (él era un miembro del Sanedrín, pero sin duda alguna, no estaba presente en el supuesto proceso de Jesús), el cual también había sido Discípulo de Jesús (él era un seguidor de Cristo, lo que significa que Lo había aceptado como Señor).
58 Éste llegó a Pilato (prueba que él tenía acceso al gobernador), y pidió el Cuerpo de Jesús (parece que su dedicación a Cristo antes había sido "en secreto por miedo a los Judíos" [Jn. 19:38]). Entonces Pilato mandó que se le diese el Cuerpo (proclama el Gobernador Romano como el único que podía dar tal orden).
59 Y tomando José el Cuerpo (Lo había bajado de la Cruz), Lo envolvió en una sábana limpia (era el Cuerpo físico, preparado por Dios, para ser usado como Sacrificio, que lo era, a fin de redimir la raza caída de Adán [Heb. 10:5]),
60 Y Lo puso en su sepulcro nuevo (que nunca había sido usado), que había labrado en la peña (fue recortado de una roca sólida): y después de rodar a una gran piedra a la puerta del sepulcro, se fue (esta es la misma "gran piedra" que el Ángel removió de la entrada [28:2]).
61 Y estaban allí María Magdalena, y la otra María (la esposa de Cleofas y hermana de María, la madre de Jesús), sentadas delante del sepulcro (todo esto demuestra que ninguna de ellas tenía ni una gota de fe que Jesús resucitaría de los muertos; parece que sólo María de Betania realmente lo creyó [26:6-13]).
LA TUMBA SELLADA
Y VIGILADA
62 Y al siguiente día, que es después de la preparación (se refiere al Sábado Alto y el Día Principal de la Fiesta de la Pascua), se juntaron los Principales Sacerdotes y los Fariseos a Pilato (se refiere al día después de la Crucifixión),
63 Diciendo, Señor, nos acordamos que aquel engañador dijo, viviendo aún, después de tres días resucitaré (su testimonio aquí confirma que Jesús sí murió y no simplemente se desmayó como algunos de los incrédulos modernos afirman).
64 Manda, pues, que se asegure el sepulcro hasta el día tercero (asegura tres días y tres noches en la Tumba), para que no vengan Sus Discípulos de noche, y Le hurten, y digan al pueblo, Resucitó de los muertos (por sus acciones, ellos harán la prueba de Su Resurrección irrefutable): y será el postrer error peor que el primero (su afirmar que la creencia de la gente en Él había sido "un error," y si ellos de algún modo pensaran que Él había resucitado, esto sería aun un mayor "error").
65 Y Pilato les dijo, Tenéis una guardia (se refirió a una guardia de cuatro soldados que cambiaban cada tres horas, significaba que era continua): Id, aseguradlo lo mejor que podéis (no solamente tenían a los soldados a su mando, sino estaban libres para hacer independientemente lo que estimaran conveniente para garantizar la seguridad de la Tumba).
66 Y yendo ellos, aseguraron el sepulcro, sellando la piedra (pasaron una cuerda alrededor de la piedra que cerró la boca del sepulcro a los dos lados de la entrada; ésta fue sellada con cera o arcilla alistada en el centro y a los términos, de modo que la piedra no pudiera ser quitada sin romper los sellos o la cuerda), además de poner la guardia (los cuatro soldados tomaron su posición en la boca de la Tumba y delante de la Piedra; Sus enemigos hicieron la prueba de Su Resurrección indiscutible).



Primera Corintios Capítulo 13:
Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.


Hebreos 10:35-12:4
Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida. Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre.


Romanos 8:
Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación
, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.

Labels: , , , , , , , , , , , , , , ,

0 Comments:

Post a Comment

Subscribe to Post Comments [Atom]

<< Home