El 3 de Junio Lectura Bíblica Diaria
Números 32 a 34:
Las tribus de Rubén y Gad, que tenían mucho ganado, se dieron cuenta de que las tierras de Jazer y Galaad eran apropiadas para la ganadería. Así que fueron a decirles a Moisés, al sacerdote Eleazar y a los jefes de la comunidad: Las tierras de Atarot, Dibón, Jazer, Nimrá, Hesbón, Elalé, Sebán, Nebo y Beón las conquistó el Señor para el pueblo de Israel, y son apropiadas para la ganadería de tus siervos. Si nos hemos ganado tu favor, permítenos tomar esas tierras como heredad. No nos hagas cruzar el Jordán. Entonces Moisés les dijo a los rubenitas y a los gaditas: ¿Les parece justo que sus hermanos vayan al combate mientras ustedes se quedan aquí sentados? Los israelitas se han propuesto conquistar la tierra que el Señor les ha dado; ¿no se dan cuenta de que esto los desanimaría? ¡Esto mismo hicieron los padres de ustedes cuando yo los envié a explorar la tierra de Cades Barnea! Fueron a inspeccionar la tierra en el valle de Escol y, cuando volvieron, desanimaron a los israelitas para que no entraran en la tierra que el Señor les había dado. Ese día el Señor se encendió en ira y juró: Por no haberme seguido de todo corazón, ninguno de los mayores de veinte años que salieron de Egipto verá la tierra que juré darles a Abraham, Isaac y Jacob. Ninguno de ellos la verá, con la sola excepción de Caleb hijo de Jefone, el quenizita, y Josué hijo de Nun, los cuales me siguieron de todo corazón. El Señor se encendió en ira contra Israel, y los hizo vagar por el desierto cuarenta años, hasta que murió toda la generación que había pecado. "¡Y ahora ustedes, caterva de pecadores, vienen en lugar de sus padres para aumentar la ira del Señor contra Israel! Si ustedes se niegan a seguir al Señor, él volverá a dejar en el desierto a todo este pueblo, y ustedes serán la causa de su destrucción. Entonces ellos se acercaron otra vez a Moisés, y le dijeron: Vamos a construir corrales para el ganado, y a edificar ciudades para nuestros pequeños. Sin embargo, tomaremos las armas y marcharemos al frente de los israelitas hasta llevarlos a su lugar. Mientras tanto, nuestros pequeños vivirán en ciudades fortificadas que los protejan de los habitantes del país. No volveremos a nuestras casas hasta que cada uno de los israelitas haya recibido su heredad. Nosotros no queremos compartir con ellos ninguna heredad al otro lado del Jordán, porque nuestra heredad está aquí, en el lado oriental del río. Moisés les contestó: Si están dispuestos a hacerlo así, tomen las armas y marchen al combate. Crucen con sus armas el Jordán, y con la ayuda del Señor luchen hasta que él haya quitado del camino a sus enemigos. Cuando a su paso el Señor haya sometido la tierra, entonces podrán ustedes regresar a casa, pues habrán cumplido con su deber hacia el Señor y hacia Israel. Y con la aprobación del Señor esta tierra será de ustedes. "Pero si se niegan, estarán pecando contra el Señor. Y pueden estar seguros de que no escaparán de su pecado. Edifiquen ciudades para sus pequeños, y construyan corrales para su ganado, pero cumplan también lo que han prometido. Los gaditas y los rubenitas le dijeron a Moisés: Tus siervos harán tal como el Señor lo ha mandado. Aquí en las ciudades de Galaad se quedarán nuestros pequeños, y todos nuestros ganados y rebaños, pero tus siervos cruzarán con sus armas el Jordán para pelear a la vanguardia del Señor, tal como él lo ha ordenado. Así que Moisés dio las siguientes instrucciones al sacerdote Eleazar, y a Josué hijo de Nun y a los jefes de las familias patriarcales de las tribus de Israel: Si los gaditas y los rubenitas, armados para la guerra, cruzan el Jordán con ustedes y conquistan el país, como el Señor quiere, ustedes les entregarán como heredad la tierra de Galaad. Pero si no lo cruzan, ellos recibirán su heredad entre ustedes en Canaán. Los gaditas y los rubenitas respondieron: Tus siervos harán lo que el Señor ha mandado. Tal como él lo quiere, cruzaremos armados a la tierra de Canaán. Pero nuestra heredad estará de este lado del Jordán. Entonces Moisés entregó a los gaditas y rubenitas, y a la media tribu de Manasés hijo de José, el reino de Sijón, rey de los amorreos, y el reino de Og, rey de Basán. Les entregó la tierra con las ciudades que estaban dentro de sus fronteras, es decir, las ciudades de todo el país. Los gaditas edificaron las ciudades de Dibón, Atarot, Aroer, Atarot Sofán, Jazer, Yogbea, Bet Nimrá y Bet Arán. Las edificaron como ciudades fortificadas, y construyeron corrales para sus rebaños. También edificaron las ciudades de Hesbón, Elalé, Quiriatayin, Nebo, Baal Megón y Sibma, y les cambiaron de nombre. Los descendientes de Maquir hijo de Manasés fueron a Galaad y la conquistaron, echando de allí a los amorreos que la habitaban. Entonces Moisés entregó Galaad a los maquiritas, que eran descendientes de Manasés, y ellos se establecieron allí. Yaír hijo de Manasés capturó algunas aldeas y les puso por nombre Javot Yaír. Noba capturó Quenat y sus aldeas, y a la región le dio su propio nombre. Cuando los israelitas salieron de Egipto bajo la dirección de Moisés y de Aarón, marchaban ordenadamente, como un ejército. Por mandato del Señor, Moisés anotaba cada uno de los lugares de donde partían y adonde llegaban. Ésta es la ruta que siguieron: El día quince del mes primero, un día después de la Pascua, los israelitas partieron de Ramsés. Marcharon desafiantes a la vista de todos los egipcios, mientras éstos sepultaban a sus primogénitos, a quienes el Señor había herido de muerte. El Señor también dictó sentencia contra los dioses egipcios. Los israelitas partieron de Ramsés y acamparon en Sucot. Partieron de Sucot y acamparon en Etam, en los límites del desierto. Partieron de Etam, pero volvieron a Pi Ajirot, al este de Baal Zefón, y acamparon cerca de Migdol. Partieron de Pi Ajirot y cruzaron el mar hasta llegar al desierto. Después de andar tres días por el desierto de Etam, acamparon en Mara. Partieron de Mara con dirección a Elim, donde había doce fuentes de agua y setenta palmeras, y acamparon allí. Partieron de Elim y acamparon cerca del Mar Rojo. Partieron del Mar Rojo y acamparon en el desierto de Sin. Partieron del desierto de Sin y acamparon en Dofcá. Partieron de Dofcá y acamparon en Alús. Partieron de Alús y acamparon en Refidín, donde los israelitas no tenían agua para beber. Partieron de Refidín y acamparon en el desierto de Sinaí. Partieron del desierto de Sinaí y acamparon en Quibrot Hatavá. Partieron de Quibrot Hatavá y acamparon en Jazerot. Partieron de Jazerot y acamparon en Ritmá. Partieron de Ritmá y acamparon en Rimón Peres. Partieron de Rimón Peres y acamparon en Libná. Partieron de Libná y acamparon en Risá. Partieron de Risá y acamparon en Celata. Partieron de Celata y acamparon en el monte Séfer. Partieron del monte Séfer y acamparon en Jaradá. Partieron de Jaradá y acamparon en Maquelot. Partieron de Maquelot y acamparon en Tajat. Partieron de Tajat y acamparon en Téraj. Partieron de Téraj y acamparon en Mitca. Partieron de Mitca y acamparon en Jasmoná. Partieron de Jasmoná y acamparon en Moserot. Partieron de Moserot y acamparon en Bené Yacán. Partieron de Bené Yacán y acamparon en el monte Guidgad. Partieron del monte Guidgad y acamparon en Jotbata. Partieron de Jotbata y acamparon en Abroná. Partieron de Abroná y acamparon en Ezión Guéber. Partieron de Ezión Guéber y acamparon en Cades, en el desierto de Zin. Partieron de Cades y acamparon en el monte Hor, en la frontera con Edom. Al mandato del Señor, el sacerdote Aarón subió al monte Hor, donde murió el día primero del mes quinto, cuarenta años después de que los israelitas habían salido de Egipto. Aarón murió en el monte Hor a la edad de ciento veintitrés años. El rey cananeo de Arad, que vivía en el Néguev de Canaán, se enteró de que los israelitas se acercaban. Partieron del monte Hor y acamparon en Zalmona. Partieron de Zalmona y acamparon en Punón. Partieron de Punón y acamparon en Obot. Partieron de Obot y acamparon en Iyé Abarín, en la frontera con Moab. Partieron de Iyé Abarín y acamparon en Dibón Gad. Partieron de Dibón Gad y acamparon en Almón Diblatayin. Partieron de Almón Diblatayin y acamparon en los campos de Abarín, cerca de Nebo. Partieron de los montes de Abarín y acamparon en las llanuras de Moab, cerca del Jordán, a la altura de Jericó. Acamparon a lo largo del Jordán, desde Bet Yesimot hasta Abel Sitín, en las llanuras de Moab. Allí en las llanuras de Moab, cerca del Jordán, a la altura de Jericó, el Señor le dijo a Moisés: "Habla con los israelitas y diles que, una vez que crucen el Jordán y entren en Canaán, deberán expulsar del país a todos sus habitantes y destruir a todos los ídolos e imágenes fundidas que ellos tienen. Ordénales que arrasen todos sus santuarios paganos y conquisten la tierra y la habiten, porque yo se la he dado a ellos como heredad. La tierra deberán repartirla por sorteo, según sus clanes. La tribu más numerosa recibirá la heredad más grande, mientras que la tribu menos numerosa recibirá la heredad más pequeña. Todo lo que les toque en el sorteo será de ellos, y recibirán su heredad según sus familias patriarcales. "Pero si no expulsan a los habitantes de la tierra que ustedes van a poseer, sino que los dejan allí, esa gente les causará problemas, como si tuvieran clavadas astillas en los ojos y espinas en los costados. Entonces yo haré con ustedes lo que había pensado hacer con ellos." El Señor le dijo a Moisés: "Hazles saber a los israelitas que las fronteras de Canaán, la tierra que van a recibir en heredad, serán las siguientes: "La frontera sur empezará en el desierto de Zin, en los límites con Edom. Por el este, la frontera sur estará donde termina el Mar Muerto. A partir de allí, la línea fronteriza avanzará hacia el sur, hacia la cuesta de los Alacranes, cruzará Zin hasta alcanzar Cades Barnea, y llegará hasta Jazar Adar y Asmón. De allí la frontera se volverá hacia el arroyo de Egipto, para terminar en el mar Mediterráneo. "La frontera occidental del país será la costa del mar Mediterráneo. "Para la frontera norte, la línea fronteriza correrá desde el mar Mediterráneo hasta el monte Hor, y desde el monte Hor hasta Lebó Jamat. De allí, esta línea seguirá hasta llegar a Zedad, para continuar hasta Zifrón y terminar en Jazar Enán. Ésta será la frontera norte del país. "Para la frontera oriental, la línea fronteriza correrá desde Jazar Enán hasta Sefán. De Sefán bajará a Riblá, que está al este de Ayin; de allí descenderá al este, hasta encontrarse con la ribera del lago Quinéret, y de allí la línea bajará por el río Jordán, hasta el Mar Muerto. "Ésas serán las cuatro fronteras del país." Moisés les dio a los israelitas la siguiente orden: "Ésta es la tierra que se repartirá por sorteo. El Señor ha ordenado que sea repartida sólo entre las nueve tribus y media, pues las familias patriarcales de las tribus de Rubén y de Gad, y la media tribu de Manasés, ya recibieron su heredad. Estas dos tribus y media ya tienen su heredad en el este, cerca del río Jordán, a la altura de Jericó, por donde sale el sol." El Señor le dijo a Moisés: "Éstos son los nombres de los encargados de repartir la tierra como heredad: el sacerdote Eleazar, y Josué hijo de Nun. Ustedes, por su parte, tomarán a un jefe de cada tribu para que les ayuden a repartir la tierra." Los nombres de los jefes de tribu fueron los siguientes: Caleb hijo de Jefone, de la tribu de Judá; Samuel hijo de Amiud, de la tribu de Simeón; Elidad hijo de Quislón, de la tribu de Benjamín; Buquí hijo de Joglí, jefe de la tribu de Dan; Janiel hijo de Efod, jefe de la tribu de Manasés hijo de José; Quemuel hijo de Siftán, jefe de la tribu de Efraín hijo de José; Elizafán hijo de Parnac, jefe de la tribu de Zabulón; Paltiel hijo de Azán, jefe de la tribu de Isacar; Ajiud hijo de Selomí, jefe de la tribu de Aser; Pedael hijo de Amiud, jefe de la tribu de Neftalí. A éstos les encargó el Señor repartir la heredad entre los israelitas, en la tierra de Canaán.
Salmo 21:
En tu fuerza, Señor, se regocija el rey; ¡cuánto se alegra en tus victorias! Le has concedido lo que su corazón desea; no le has negado lo que sus labios piden. Selah. Has salido a su encuentro con ricas bendiciones; lo has coronado con diadema de oro fino. Te pidió vida, se la concediste: una vida larga y duradera. Por tus victorias se acrecentó su gloria; lo revestiste de honor y majestad. Has hecho de él manantial de bendiciones; tu presencia lo ha llenado de alegría. El rey confía en el Señor, en el gran amor del Altísimo; por eso jamás caerá. Tu mano alcanzará a todos tus enemigos; tu diestra alcanzará a los que te aborrecen. Cuando tú, Señor, te manifiestes, los convertirás en un horno encendido. En su ira los devorará el Señor; ¡un fuego los consumirá! Borrarás de la tierra a su simiente; de entre los mortales, a su posteridad. Aunque tramen hacerte daño y maquinen perversidades, ¡no se saldrán con la suya! Porque tú los harás retroceder cuando tenses tu arco contra ellos. Enaltécete, Señor, con tu poder, y con salmos celebraremos tus proezas.
Proverbios 15:
La respuesta amable calma el enojo, pero la agresiva echa leña al fuego. La lengua de los sabios destila conocimiento; la boca de los necios escupe necedades. Los ojos del Señor están en todo lugar, vigilando a los buenos y a los malos. La lengua que brinda consuelo es árbol de vida; la lengua insidiosa deprime el espíritu. El necio desdeña la corrección de su padre; el que la acepta demuestra prudencia. En la casa del justo hay gran abundancia; en las ganancias del malvado, grandes problemas. Los labios de los sabios esparcen conocimiento; el corazón de los necios ni piensa en ello. El Señor aborrece las ofrendas de los malvados, pero se complace en la oración de los justos. El Señor aborrece el camino de los malvados, pero ama a quienes siguen la justicia. Para el descarriado, disciplina severa; para el que aborrece la corrección, la muerte. Si ante el Señor están el sepulcro y la muerte, ¡cuánto más el corazón humano! Al insolente no le gusta que lo corrijan, ni busca la compañía de los sabios. El corazón alegre se refleja en el rostro, el corazón dolido deprime el espíritu. El corazón entendido va tras el conocimiento; la boca de los necios se nutre de tonterías. Para el afligido todos los días son malos; para el que es feliz siempre es día de fiesta. Más vale tener poco, con temor del Señor, que muchas riquezas con grandes angustias. Más vale comer verduras sazonadas con amor que un festín de carne sazonada con odio. El que es iracundo provoca contiendas; el que es paciente las apacigua. El camino del perezoso está plagado de espinas, pero la senda del justo es como una calzada. El hijo sabio alegra a su padre; el hijo necio menosprecia a su madre. Al necio le divierte su falta de juicio; el entendido endereza sus propios pasos. Cuando falta el consejo, fracasan los planes; cuando abunda el consejo, prosperan. Es muy grato dar la respuesta adecuada, y más grato aún cuando es oportuna. El sabio sube por el sendero de vida, para librarse de caer en el sepulcro. El Señor derriba la casa de los soberbios, pero mantiene intactos los linderos de las viudas. El Señor aborrece los planes de los malvados, pero le agradan las palabras puras. El ambicioso acarrea mal sobre su familia; el que aborrece el soborno vivirá. El corazón del justo medita sus respuestas, pero la boca del malvado rebosa de maldad. El Señor se mantiene lejos de los impíos, pero escucha las oraciones de los justos. Una mirada radiante alegra el corazón, y las buenas noticias renuevan las fuerzas. El que atiende a la crítica edificante habitará entre los sabios. Rechazar la corrección es despreciarse a sí mismo; atender a la reprensión es ganar entendimiento. El temor del Señor es corrección y sabiduría; la humildad precede a la honra.
El Libro de I Timoteo Capítulo 5 del Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:
LA PRIMERA EPÍSTOLA DEL APÓSTOL PABLO A
TIMOTEO
CAPÍTULO 5
(65 d.C.)
LOS ANCIANOS
NO reprendas al Anciano (no se refiere a un Pastor como a menudo lo indica esta palabra, sino más bien a una persona madura en edad y en experiencia), sino exhórtale como a padre (recurra a él como si fuese su padre); a los más jóvenes como a Hermanos (en Cristo, somos familia);
2 A las Ancianas como a madres; a las jovencitas como a Hermanas, con toda pureza. (Al no prestar atención a la palabra "pureza" ha causado problemas y dificultades indecibles.)
LAS VIUDAS
3 Honra a las viudas que en verdad son viudas. (Ayude económicamente a aquéllas que realmente son viudas. No se podía solicitar asistencia benéfica del Gobierno en esa época.)
4 Pero si alguna viuda tuviere hijos o nietos (en algunas versiones se leen, "niños y sobrinos," pero debiera leerse, "hijos o nietos," ya que es lo que realmente significa la palabra Griega), aprendan primero a gobernar su casa Piadosamente, y a recompensar a sus padres (la familia debe cargar la responsabilidad en vez de la Iglesia): porque esto es lo honesto y agradable delante de Dios (lo describe como el Camino de Dios; toda familia es responsable de sus propios miembros, y cada quien debiera tener el cariño y el cuidado el uno por el otro como corresponde).
5 Ahora, la que en verdad es viuda (verdadera viuda) y solitaria (significa que no tiene parientes para cuidar de ella), espera en Dios (mantiene sus esperanzas en Dios), y es diligente en suplicaciones y oraciones noche y día. (Describe a una persona que es inestimable y más importante al Reino de Dios.)
6 Pero la que vive en delicias, viviendo está muerta (describe el contraste con aquella que está dedicada completamente a Dios).
7 Denuncia pues estas cosas (ofrezca estas instrucciones a la gente), para que sean sin reprensión (se refiere a las viudas que la Iglesia mantenía; es importante que el apoyo se reserve para aquéllas que realmente lo merecen).
8 Y si alguno no tiene cuidado de los suyos, y mayormente de los de su casa (presenta al Apóstol que habla en particular del deber de los hijos hacia una Madre enviudada), la Fe negó (se refiere al hecho de que si alguien es realmente salvo, funcionará según estas cosas puestas por el Espíritu Santo por medio de Pablo), y es peor que un infiel. (Esta declaración lleva el significado que aun en el caso de un infiel, que se refiere a alguien que no tiene ninguna creencia en Cristo, vive en muchos casos por un código que cuida por los suyos.)
9 La viuda sea puesta en clase especial (cuidado por la Iglesia), no menos que de sesenta años (60 años), que haya sido esposa de un solo marido (no una polígama, pero casada debidamente con un hombre),
10 Que tenga testimonio en buenas obras (no una entrometida); si crió hijos (corresponde a la idea que ella amaba a los hijos ya sea si eran sus propios o no); si ha ejercitado la hospitalidad, si ha lavado los pies de los Santos (hospitalidad), si ha socorrido a los afligidos (los que estaban en apuros), si ha seguido toda buena obra (su vida demuestra esto).
11 Pero viudas más jóvenes no admitas (en cuanto a las viudas menores de 60 años, la Iglesia no debiera ser responsable de su mantenimiento): porque después de hacerse licenciosas contra Cristo, quieren casarse (insinúa que tales mujeres realmente no tenían la intención de entregarse totalmente a la Causa de Cristo, sino que sólo buscaban apoyo hasta que ellas pudieran encontrar a un marido);
12 Condenadas ya (algunas versiones emplean la palabra "condenación," pero debiera traducirse, "condenadas" como aquí), por haber falseado la primera fe. (Probablemente se refiere al impulso original de la Fe, que guiaba a tal señora a afiliarse a las viudas.)
13 Y aun también se acostumbran a ser ociosas, a andar de casa en casa (que se acostumbraban hacer tal sin propósito u objetivo práctico en mente, sino más bien para chismear); y no solamente ociosas, sino también chismosas y entremetidas, hablando lo que no conviene. (Se refiere a las viudas jóvenes que se entrometían en los asuntos privados de otros.)
14 Quiero pues, que las que son jóvenes se casen (debiera traducirse, "viudas más jóvenes"), críen hijos (aquéllas que eran bastante joven para hacer tal), gobiernen la casa (se refiere al manejo de los asuntos familiares, que al parecer lo hacía mejor la esposa); que ninguna ocasión den al adversario para maldecir. (Si lo nota, la mente práctica de Pablo, dirigida por el Espíritu de Dios, no nos ha dejado reglas imposibles de la perfección, sino más bien mandatos que todos, no sólo pocos, puedan obedecer.)
15 Porque ya algunas han vuelto atrás en pos de Satanás. (Ellas siguen al gran tentador, en vez de seguir al Señor Jesús.)
16 Si algún fiel o alguna fiel tiene viudas, manténgalas (coloca la responsabilidad de tal en la familia), y no sea gravada la Iglesia (no ponga la responsabilidad innecesaria sobre la Iglesia); a fin de que haya lo suficiente para las que de verdad son viudas (se refiere a aquéllas que se encuentran en grave necesidad).
LOS PASTORES
17 Los Ancianos (en este caso, Pastores) que gobiernan bien, sean tenidos por doblemente dignos de honra (respeto y estima); mayormente los que trabajan en Predicar y Enseñar (la Predicación y Enseñanza; hay que apreciar profundamente a estos Pastores, como debiera ser obvio).
18 Porque La Escritura dice (Deut. 25:4), No embozarás al buey que trilla. Y, Digno es el obrero de su jornal ([Lev. 19:13; Deut. 24:14]; en I Cor. 9:9, Pablo argumentaba en este Texto el derecho que tenía un Ministro de ser mantenido por aquéllos a quienes él Ministraba.).
19 Contra el Anciano (Pastor) no recibas acusación, sino con dos o tres testigos. (Si la Iglesia siguiera fielmente este principio, ningún miembro o Ministro fuera víctima de un individuo vengativo. Aunque haya sólo un testigo y el Predicador mienta acerca de la situación [como lo harán algunos], aún así fuera mejor adherirse a la Palabra, sabiendo con seguridad que el Señor se encargará de la situación. Mientras tanto pueden los hombres engañar a los demás, nadie puede engañar a Dios.)
UN HERMANO QUE PECA
20 A los que pecaren (refiriéndose a los Predicadores, aquéllos que pecan y no se arrepienten), repréndelos delante de todos (debe hacerse delante de los demás Predicadores, y no el Cuerpo entero de la Iglesia, como lo confirma la siguiente frase), para que los otros también teman. (Como dicho, se refiere solamente a los demás Predicadores, y no delante de todo el Cuerpo de la Iglesia.)
TIMOTEO
21 Te requiero delante de Dios, y del Señor Jesucristo, y de sus Ángeles escogidos (expresa un Mandato, y el hecho de que el Cielo atestigua nuestras acciones), que guardes estas cosas sin prejuicios de nadie, que no hagas nada con parcialidad. (Se refiere al hecho de que no debe haber ningún prejuicio cuando se administra el juicio, significando no de un modo u otro.)
22 No impongas las manos sobre nadie con ligereza (se refiere a la aprobación; el Arrepentimiento Sincero pronto causará resultados Sinceros, y será obvio), así haciéndose copartícipe en pecados ajenos (si una persona se niega a arrepentirse y se le da la aprobación a esa persona, el Predicador que da la aprobación entonces se hace partícipe de los pecados cometidos): consérvate en limpieza (lo cual se puede lograr sólo al entender que nuestra Fe ha de estar siempre en la Cruz, que luego le da al Espíritu Santo libertad de acción para darnos la Victoria).
23 No bebas de aquí en adelante agua (quiere decir "agua en exclusiva"; no se purificaba el agua en esa época, y en muchos casos y de muchas fuentes era agua contaminada), sino usa de un poco de vino por causa del estómago y de tus continuas enfermedades. (Claramente la constitución física de Timoteo no era tan fuerte como la de Pablo. En aquella época, el jugo de uva y la bebida alcohólica se referían como "vino." Sólo se podía determinar por el contexto en cuanto a cual sería. No existe modo de saber, pero era probablemente jugo de uva.)
24 Los pecados de algunos hombres (debiera traducirse, "manifestado abiertamente a la vista de todos"), antes que vengan ellos a juicio (significa el juicio en este caso es fácil porque todo está expuesto), son manifiestos; mas a otros (los pecados) les vienen después (se refiere al hecho de que algunos pecados nunca son confesados ni se han arrepentido de ellos, pero lo cierto es que se lidiarán en el Juicio; la única solución al pecado es la Cruz; el pecador puede tomar el Juicio que fue colocado sobre Cristo, lo cual fue tomado en nuestro lugar, o puede presentarse al Juicio; la Cruz sola puede detener el Juicio venidero).
25 Asimismo las buenas obras antes son manifiestas (indica lo que está abierto y obvio a todos); y las que son de otra manera, no pueden esconderse. (En el Tribunal de Cristo, todo secreto será manifestado. Todo lo oculto será revelado. Todo será aclarado en ese momento.)
Primera Corintios Capítulo 13:
Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.
Hebreos 10:35-12:4
Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida. Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre.
Romanos 8:
Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.
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