El 1 de Junio Lectura Bíblica Diaria:
El 1 de Junio Lectura Bíblica Diaria:
Números 26 a 28:
Después de la mortandad, el Señor les dijo a Moisés y al sacerdote Eleazar hijo de Aarón: "Hagan un censo de toda la comunidad israelita por sus familias patriarcales. Enlisten a los varones mayores de veinte años, que sean aptos para el servicio militar en Israel." Moisés y el sacerdote Eleazar hablaron con el pueblo en las llanuras de Moab, cerca del Jordán, a la altura de Jericó, y le ordenaron levantar un censo de todos los varones mayores de veinte años, tal como el Señor se lo había mandado a Moisés. Los israelitas que salieron de Egipto fueron los siguientes: De Enoc, Falú, Jezrón y Carmí, hijos de Rubén, el primogénito de Israel, proceden los siguientes clanes: los enoquitas, los faluitas, los jezronitas y los carmitas. Éstos son los clanes de la tribu de Rubén. Su número llegó a cuarenta y tres mil setecientos treinta hombres. Eliab fue el único hijo de Falú. Los hijos de Eliab fueron Nemuel, Datán y Abirán. Éstos son los mismos Datán y Abirán que, no obstante haber sido escogidos por la comunidad como oficiales, se rebelaron contra Moisés y Aarón junto con la facción de Coré cuando este último se rebeló contra el Señor. En esa ocasión, la tierra abrió sus fauces y se los tragó junto con Coré, muriendo también sus seguidores. El fuego devoró a doscientos cincuenta hombres, y este hecho los convirtió en una señal de advertencia. Sin embargo, los hijos de Coré no perecieron. De Nemuel, Jamín, Zera y Saúl, hijos de Simeón, proceden los siguientes clanes: los nemuelitas, los jaminitas, los zeraítas y los saulitas. Éstos son los clanes de la tribu de Simeón. Su número llegó a veintidós mil doscientos hombres. De Zefón, Jaguí, Suni, Ozni, Erí, Arodí y Arelí, hijos de Gad, proceden los siguientes clanes: los zefonitas, los jaguitas, los sunitas, los oznitas, los eritas, los aroditas y los arelitas. Éstos son los clanes de la tribu de Gad. Su número llegó a cuarenta mil quinientos hombres. Er y Onán eran hijos de Judá, pero ambos murieron en Canaán. De sus hijos Selá, Fares y Zera proceden los siguientes clanes: los selaítas, los faresitas y los zeraítas. De Jezrón y de Jamul, hijos de Fares, proceden los clanes jezronitas y jamulitas. Éstos son los clanes de la tribu de Judá. Su número llegó a setenta y seis mil quinientos hombres. De Tola, Fuvá, Yasub y Simrón, hijos de Isacar, proceden los siguientes clanes: los tolaítas, los fuvitas, los yasubitas y los simronitas. Éstos son los clanes de la tribu de Isacar. Su número llegó a sesenta y cuatro mil trescientos hombres. De Séred, Elón y Yalel, hijos de Zabulón, proceden los siguientes clanes: los sereditas, los elonitas y los yalelitas. Éstos son los clanes de la tribu de Zabulón. Su número llegó a sesenta mil quinientos hombres. De Manasés y Efraín, hijos de José, proceden los siguientes clanes: De Maquir hijo de Manasés y de Galaad hijo de Maquir proceden el clan maquirita y el clan galaadita. De Jezer, Jélec, Asriel, Siquén, Semidá y Héfer, hijos de Galaad, proceden los siguientes clanes: los jezeritas, los jelequitas, los asrielitas, los siquenitas, los semidaítas y los heferitas. Zelofejad hijo de Héfer no tuvo hijos sino sólo hijas, cuyos nombres eran Majlá, Noa, Joglá, Milca y Tirsá. Éstos son los clanes de la tribu de Manasés. Su número llegó a cincuenta y dos mil setecientos hombres. De Sutela, Béquer y Taján, hijos de Efraín, proceden los siguientes clanes: los sutelaítas, los bequeritas y los tajanitas. De Erán hijo de Sutela procede el clan de los eranitas. Éstos son los clanes de la tribu de Efraín. Su número llegó a treinta y dos mil quinientos hombres. Todos estos clanes descendieron de José. De Bela, Asbel, Ajirán, Sufán y Jufán, hijos de Benjamín, proceden los siguientes clanes: los belaítas, los asbelitas, los ajiranitas, los sufanitas y los jufanitas. De Ard y Naamán, hijos de Bela, proceden los clanes de los arditas y de los naamanitas. Éstos son los clanes de la tribu de Benjamín. Su número llegó a cuarenta y cinco mil seiscientos hombres. De Suján hijo de Dan procede el clan de los sujanitas, que fueron los únicos clanes danitas. Su número llegó a sesenta y cuatro mil cuatrocientos hombres. De Imná, Isví y Beriá, hijos de Aser, proceden los siguientes clanes: los imnaítas, los isvitas y los beriaítas. De Héber y Malquiel, hijos de Beriá, proceden los clanes de los heberitas y de los malquielitas. Aser tuvo una hija llamada Sera. Éstos son los clanes de la tribu de Aser. Su número llegó a cincuenta y tres mil cuatrocientos hombres. De Yazel, Guní, Jéser y Silén, hijos de Neftalí, proceden los siguientes clanes: los yazelitas, los gunitas, los jeseritas y los silenitas. Los hombres de Israel eran en total seiscientos un mil setecientos treinta. El Señor le dijo a Moisés: El Señor le dijo a Moisés: "Reparte la tierra entre estas tribus para que sea su heredad. Hazlo según el número de nombres registrados. A la tribu más numerosa le darás la heredad más grande, y a la tribu menos numerosa le darás la heredad más pequeña. Cada tribu recibirá su heredad en proporción al número de censados. La tierra deberá repartirse por sorteo, según el nombre de las tribus patriarcales. El sorteo se hará entre todas las tribus, grandes y pequeñas." De los levitas Guersón, Coat y Merari proceden los clanes guersonitas, coatitas y meraritas. De los levitas proceden también los siguientes clanes: los libnitas, los hebronitas, los majlitas, los musitas y los coreítas. Coat fue el padre de Amirán. La esposa de Amirán se llamaba Jocabed hija de Leví, y había nacido en Egipto. Los hijos que ella tuvo de Amirán fueron Aarón y Moisés, y su hermana Miriam. Aarón fue el padre de Nadab, Abiú, Eleazar e Itamar, pero Nadab y Abiú murieron bajo el juicio del Señor por haberle ofrecido fuego profano. Los levitas mayores de un mes de edad fueron en total veintitrés mil. Pero no fueron censados junto con los demás israelitas porque no habrían de recibir heredad entre ellos. Éstos fueron los israelitas censados por Moisés y el sacerdote Eleazar, cuando los contaron en las llanuras de Moab, cerca del río Jordán, a la altura de Jericó. Entre los censados no figuraba ninguno de los registrados en el censo que Moisés y Aarón habían hecho antes en el desierto del Sinaí, porque el Señor había dicho que todos morirían en el desierto. Con la excepción de Caleb hijo de Jefone y de Josué hijo de Nun, ninguno de ellos quedó con vida. Majlá, Noa, Joglá, Milca y Tirsá pertenecían a los clanes de Manasés hijo de José, pues eran hijas de Zelofejad hijo de Héfer, hijo de Galaad, hijo de Maquir, hijo de Manasés. Las cinco se acercaron a la entrada de la Tienda de reunión, para hablar con Moisés y el sacerdote Eleazar, y con los jefes de toda la comunidad. Les dijeron: "Nuestro padre murió sin dejar hijos, pero no por haber participado en la rebelión de Coré contra el Señor. Murió en el desierto por su propio pecado. ¿Será borrado de su clan el nombre de nuestro padre por el solo hecho de no haber dejado hijos varones? Nosotras somos sus hijas. ¡Danos una heredad entre los parientes de nuestro padre!" Moisés le presentó al Señor el caso de ellas, y el Señor le respondió: "Lo que piden las hijas de Zelofejad es algo justo, así que debes darles una propiedad entre los parientes de su padre. Traspásales a ellas la heredad de su padre. "Además, diles a los israelitas: Cuando un hombre muera sin dejar hijos, su heredad será traspasada a su hija. Si no tiene hija, sus hermanos recibirán la herencia. Si no tiene hermanos, se entregará la herencia a los hermanos de su padre. Si su padre no tiene hermanos, se entregará la herencia al pariente más cercano de su clan, para que tome posesión de ella. Éste será el procedimiento legal que seguirán los israelitas, tal como yo se lo ordené a Moisés. " El Señor le dijo a Moisés: Sube al monte Abarín y contempla desde allí la tierra que les he dado a los israelitas. Después de que la hayas contemplado, partirás de este mundo para reunirte con tus antepasados, como tu hermano Aarón. En el desierto de Zin, cuando la comunidad se puso a reclamar, ustedes dos me desobedecieron, pues al sacar agua de la roca no reconocieron ante el pueblo mi santidad. Esas aguas de Meribá están en Cades, en el desierto de Zin. Moisés le respondió al Señor: Dígnate, Señor, Dios de toda la humanidad, nombrar un jefe sobre esta comunidad, uno que los dirija en sus campañas, que los lleve a la guerra y los traiga de vuelta a casa. Así el pueblo del Señor no se quedará como rebaño sin pastor. El Señor le dijo a Moisés: Toma a Josué hijo de Nun, que es un hombre de gran espíritu. Pon tus manos sobre él, y haz que se presente ante el sacerdote Eleazar y ante toda la comunidad. En presencia de ellos le entregarás el mando. Lo investirás con algunas de tus atribuciones, para que toda la comunidad israelita le obedezca. Se presentará ante el sacerdote Eleazar, quien mediante el urim consultará al Señor. Cuando Josué ordene ir a la guerra, la comunidad entera saldrá con él, y cuando le ordene volver, volverá. Moisés hizo lo que el Señor le ordenó. Tomó a Josué y lo puso delante del sacerdote Eleazar y de toda la comunidad. Luego le impuso las manos y le entregó el cargo, tal como el Señor lo había mandado. El Señor le dijo a Moisés: "Ordénale al pueblo de Israel que se asegure de que se me presente mi ofrenda en el día señalado. Esa ofrenda de aroma grato presentada por fuego es mi comida. "Dile también al pueblo que, como ofrenda presentada por fuego, todos los días me deben traer para el holocausto continuo dos corderos de un año y sin defecto. Uno de ellos lo ofrecerás en la mañana, y el otro al atardecer, junto con dos kilos de flor de harina mezclada con un litro de aceite de oliva. Éste es el holocausto diario, instituido en el monte Sinaí como ofrenda presentada por fuego, de aroma grato al Señor. Con cada cordero ofrecerás un litro de vino, como ofrenda de libación, la cual derramarás en el santuario en honor del Señor. El segundo cordero lo ofrecerás al atardecer, junto con una ofrenda de cereales y una libación semejantes a las que presentaste en la mañana. Es una ofrenda presentada por fuego, de aroma grato al Señor. "Cada sábado ofrecerás dos corderos de un año y sin defecto, junto con una libación y una ofrenda de cuatro kilos y medio de flor de harina mezclada con aceite. Éste es el holocausto de cada sábado, además del holocausto que cada día se ofrece con su libación. "Cada primer día del mes presentarás, como tu holocausto al Señor, dos novillos, un carnero y siete corderos de un año y sin defecto. Con cada novillo presentarás también una ofrenda de seis kilos y medio de flor de harina mezclada con aceite; con el carnero, cuatro kilos y medio de flor de harina mezclada con aceite; y con cada cordero, dos kilos de flor de harina mezclada con aceite. Éste será un holocausto, una ofrenda presentada por fuego, de aroma grato al Señor. Las libaciones serán las siguientes: Con cada novillo presentarás dos litros de vino; con el carnero, un litro y un cuarto de vino; y con cada cordero, un litro de vino. Éste es el holocausto que debes presentar durante todo el año, una vez al mes, en el día de luna nueva. Además del holocausto diario y su libación, también presentarás al Señor, como sacrificio expiatorio, un macho cabrío. "La Pascua del Señor se celebrará el día catorce del mes primero. El día quince del mismo mes celebrarás una fiesta, y durante siete días comerás pan sin levadura. El primer día celebrarás una fiesta solemne, y nadie realizará ningún tipo de trabajo. Presentarás al Señor una ofrenda por fuego, un *holocausto que consistirá en dos novillos, un carnero y siete corderos de un año. Asegúrate de que los animales no tengan defecto. Con cada novillo presentarás una ofrenda de seis kilos y medio de flor de harina mezclada con aceite; con el carnero, cuatro kilos y medio; y con cada uno de los siete corderos, dos kilos. También incluirás un macho cabrío como sacrificio expiatorio para hacer *propiciación en tu favor. Presentarás estas ofrendas, además del holocausto diario de cada mañana. De igual manera las ofrecerás cada día, durante siete días consecutivos; es un alimento que consiste en una ofrenda presentada por fuego, de aroma grato al Señor. Todo esto se ofrecerá, además del holocausto diario y su libación. Al séptimo día celebrarás una fiesta solemne, y nadie realizará ningún tipo de trabajo. "Durante la fiesta de las Semanas, presentarás al Señor una ofrenda de grano nuevo en el día de las primicias, y celebrarás también una fiesta solemne. Ese día nadie realizará ningún tipo de trabajo. Ofrecerás dos novillos, un carnero y siete machos cabríos de un año, como holocausto de aroma grato al Señor. Con cada novillo presentarás una ofrenda de seis kilos y medio de flor de harina mezclada con aceite; con el carnero, cuatro kilos y medio de esa misma harina; y con cada uno de los siete corderos, dos kilos. Incluirás también un macho cabrío para hacer propiciación en tu favor. Presentarás todo esto junto con sus libaciones, además del holocausto diario y su libación. Los animales no deben tener ningún defecto.
Salmo 19:
Los cielos cuentan la gloria de Dios, el firmamento proclama la obra de sus manos. Un día comparte al otro la noticia, una noche a la otra se lo hace saber. Sin palabras, sin lenguaje, sin una voz perceptible, por toda la tierra resuena su eco, ¡sus palabras llegan hasta los confines del mundo! un pabellón para el sol. Y éste, como novio que sale de la cámara nupcial, se apresta, cual atleta, a recorrer el camino. Sale de un extremo de los cielos y, en su recorrido, llega al otro extremo, sin que nada se libre de su calor. La ley del Señor es perfecta: infunde nuevo aliento. El mandato del Señor es digno de confianza: da sabiduría al sencillo. Los preceptos del Señor son rectos: traen alegría al corazón. El mandamiento del Señor es claro: da luz a los ojos. El temor del Señor es puro: permanece para siempre. Las sentencias del Señor son verdaderas: todas ellas son justas. Son más deseables que el oro, más que mucho oro refinado; son más dulces que la miel, la miel que destila del panal. Por ellas queda advertido tu siervo; quien las obedece recibe una gran recompensa. ¿Quién está consciente de sus propios errores? ¡Perdóname aquellos de los que no estoy consciente! Libra, además, a tu siervo de pecar a sabiendas; no permitas que tales pecados me dominen. y de multiplicar mis pecados. Sean, pues, aceptables ante ti mis palabras y mis pensamientos, oh Señor, roca mía y redentor mío.
Proverbios 13:
El hijo sabio atiende a la corrección de su padre, pero el insolente no hace caso a la reprensión. Quien habla el bien, del bien se nutre, pero el infiel padece hambre de violencia. El que refrena su lengua protege su vida, pero el ligero de labios provoca su ruina. El perezoso ambiciona, y nada consigue; el diligente ve cumplidos sus deseos. El justo aborrece la mentira; el malvado acarrea vergüenza y deshonra. La justicia protege al que anda en integridad, pero la maldad arruina al pecador. Hay quien pretende ser rico, y no tiene nada; hay quien parece ser pobre, y todo lo tiene. Con su riqueza el rico pone a salvo su vida, pero al pobre no hay ni quien lo amenace. La luz de los justos brilla radiante, pero los malvados son como lámpara apagada. El orgullo sólo genera contiendas, pero la sabiduría está con quienes oyen consejos. El dinero mal habido pronto se acaba; quien ahorra, poco a poco se enriquece. La esperanza frustrada aflige al corazón; el deseo cumplido es un árbol de vida. Quien se burla de la instrucción tendrá su merecido; quien respeta el mandamiento tendrá su recompensa. La enseñanza de los sabios es fuente de vida, y libera de los lazos de la muerte. El buen juicio redunda en aprecio, pero el camino del infiel no cambia. El prudente actúa con cordura, pero el necio se jacta de su necedad. El mensajero malvado se mete en problemas; el enviado confiable aporta la solución. El que desprecia a la disciplina sufre pobreza y deshonra; el que atiende a la corrección recibe grandes honores. El deseo cumplido endulza el alma, pero el necio detesta alejarse del mal. El que con sabios anda, sabio se vuelve; el que con necios se junta, saldrá mal parado. Al pecador lo persigue el mal, y al justo lo recompensa el bien. El hombre de bien deja herencia a sus nietos; las riquezas del pecador se quedan para los justos. En el campo del pobre hay abundante comida, pero ésta se pierde donde hay injusticia. No corregir al hijo es no quererlo; amarlo es disciplinarlo. El justo come hasta quedar saciado, pero el malvado se queda con hambre.
El Libro de I Timoteo Capítulo 3 del Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:
LA PRIMERA EPÍSTOLA DEL APÓSTOL PABLO A
TIMOTEO
CAPÍTULO 3
(65 d.C.)
LOS OBISPOS
PALABRA fiel, Si alguno aspire al Obispado (la Oficina del Obispo es la misma que la Oficina del Pastor; las dos son la misma), buena obra desea. (La mayoría de los Pastores en la época de Pablo surgían de la Iglesia local.)
2 Conviene, pues, que el Obispo (Pastor) sea irreprensible (él se presenta ante el mundo en general, su vida tiene que ser irreprochable para no proporcionar motivos de acusación; se refiere al presente, no al pasado), marido de una mujer (es una precaución contra la poligamia, de hecho, era un problema serio en la Iglesia de esa época), solícito, templado, compuesto, hospedador, apto para enseñar (éstos son cualidades y no requisitos como algunos afirman);
3 No amador del vino (se refiere a la bebida alcohólica), ni alborotador (no pendenciero), ni codicioso de ganancias deshonestas (no avaro); sino moderado, no contencioso, ajeno de avaricia;
4 Que gobierne bien su casa (no tener una actitud dictatorial, sino más bien marcar las pautas espirituales), que tenga sus hijos en sujeción con toda honestidad (se refiere a la obediencia);
5 (Porque el que no sabe gobernar su casa, ¿cómo cuidará de la Iglesia de Dios?) (El caso está claro y es indiscutible.)
6 No un neófito (usado en sentido metafórico, o sea un nuevo convertido), para que no llegue a envanecerse (describe a una persona que está en un estado de ánimo ofuscado o atontado a consecuencia del orgullo) no caiga en juicio del Diablo. (Satanás está bajo la condena de Dios debido a su pecado original de la rebelión contra Dios, lo cual al parecer que ese pecado fue motivado por el orgullo.)
7 También conviene que tenga buen testimonio de los extraños (se refiere al mundo no Cristiano donde los Santos han de vivir); para que no caiga en afrenta y en lazo del Diablo. (La "Cruz" es la única protección contra estas cosas de las cuales hemos de tener mucho cuidado.)
LOS DIÁCONOS
8 Los Diáconos asimismo, deben ser honestos (una seriedad de propósito y dignidad en la conducta), sin doblez (no de dos lenguas diciendo una cosa cuando en realidad significa otra cosa), no dados a mucho vino (Versículo 3), no amadores de ganancias deshonestas;
9 Que tengan el Misterio de la Fe con limpia conciencia. (En efecto, se refiere "al Misterio de la Cruz," lo cual no se entendía completamente hasta que se le dio el significado a Pablo. Se llama "la Fe," y no debe diluirse.)
10 Y éstos también sean antes probados (los Cristianos maduros); y así ministren (servir bien), si fueren irreprensibles (la Cruz sola puede garantizarlo).
11 Las mujeres asimismo, sean solemnes (debiera traducirse, "aun así deben las mujeres ser solemnes," corresponde a las mujeres que aspiran el Oficio de Diaconisa), no calumniadoras, templadas, fieles en todo. (Todo hecho posible por una Fe apropiada en la Cruz.)
12 Los Diáconos sean maridos de una mujer (idéntico a los Versículos 2, 4-5), que gobiernen bien sus hijos y sus casas.
13 Porque los que bien ministraren, ganan para sí buen grado (se refiere a adquirir o conseguir; se refiere a una posición de confianza e influencia en la Iglesia, acompañada de las Bendiciones del Señor), y mucha confianza en la Fe que es en Cristo Jesús (se refiere a una Fe fuerte en Cristo).
JESÚS
14 Esto te escribo, con esperanza de ir pronto a verte (con la esperanza de encontrar a Timoteo pronto):
15 Por si acaso no pueda llegar pronto, para que sepas cómo te conviene comportarse en la Casa de Dios (en efecto, no se refiere a Timoteo, porque él sabe comportarse, sino cómo los miembros de la Iglesia debían comportarse), que es la Iglesia del Dios Vivo (la Verdadera Iglesia, comprada y pagada con la Sangre de Jesús), columna y apoyo de la Verdad. (La Verdadera Iglesia proclama la Cruz [I Cor. 1:17-18, 21, 23; 2:2; Ef. 2:13-18].)
16 Y sin contradicción, grande es el misterio de la Piedad (se refiere a la Verdad de la Cruz que antes fue escondida, pero ya totalmente revelada): Dios ha sido manifestado en carne (se refiere a la Encarnación de Cristo), ha sido justificado con el Espíritu (justificado, respaldado, probado y declarado por el Espíritu Santo), ha sido visto de los Ángeles (se refiere al hecho de que los Ángeles atestiguaron en toda capacidad Su Nacimiento, Vida, Pasión, Resurrección y Ascensión), ha sido Predicado a los Gentiles (debiera traducirse mejor, "Predicado a las Naciones"; Su Expiación fue para la totalidad de humanidad, cual Mensaje debe ser proclamado a la totalidad del mundo), ha sido creído en el mundo (aceptado por muchos), ha sido recibido en Gloria. (Su Misión fue llevada a cabo, terminada y aceptada en totalidad por Dios.)
Primera Corintios Capítulo 13:
Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.
Hebreos 10:35-12:4
Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida. Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre.
Romanos 8:
Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.
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