El 30 de Mayo Lectura Bíblica Diaria
El 30 de Mayo Lectura Bíblica Diaria:
Números 20 a 22:
Toda la comunidad israelita llegó al desierto de Zin el mes primero, y acampó en Cades. Fue allí donde Miriam murió y fue sepultada. Como hubo una gran escasez de agua, los israelitas se amotinaron contra Moisés y Aarón, y le reclamaron a Moisés: "¡Ojalá el Señor nos hubiera dejado morir junto con nuestros hermanos! ¿No somos acaso la asamblea del Señor? ¿Para qué nos trajiste a este desierto, a morir con nuestro ganado? ¿Para qué nos sacaste de Egipto y nos metiste en este horrible lugar? Aquí no hay semillas, ni higueras, ni viñas, ni granados, ¡y ni siquiera hay agua!" Moisés y Aarón se apartaron de la asamblea y fueron a la entrada de la Tienda de reunión, donde se postraron rostro en tierra. Entonces la gloria del Señor se manifestó ante ellos, y el Señor le dijo a Moisés: "Toma la vara y reúne a la asamblea. En presencia de ésta, tú y tu hermano le ordenarán a la roca que dé agua. Así harán que de ella brote agua, y darán de beber a la asamblea y a su ganado." Tal como el Señor se lo había ordenado, Moisés tomó la vara que estaba ante el Señor. Luego Moisés y Aarón reunieron a la asamblea frente a la roca, y Moisés dijo: "¡Escuchen, rebeldes! ¿Acaso tenemos que sacarles agua de esta roca?" Dicho esto, levantó la mano y dos veces golpeó la roca con la vara, ¡y brotó agua en abundancia, de la cual bebieron la asamblea y su ganado! El Señor les dijo a Moisés y a Aarón: "Por no haber confiado en mí, ni haber reconocido mi santidad en presencia de los israelitas, no serán ustedes los que lleven a esta comunidad a la tierra que les he dado." A estas aguas se les conoce como la fuente de Meribá, porque fue allí donde los israelitas le hicieron reclamaciones al Señor, y donde él manifestó su santidad. Desde Cades, Moisés envío emisarios al rey de Edom, con este mensaje: "Así dice tu hermano Israel: Tú conoces bien todos los sufrimientos que hemos padecido. Sabes que nuestros antepasados fueron a Egipto, donde durante muchos años vivimos, y que los egipcios nos maltrataron a nosotros y a nuestros padres. También sabes que clamamos al Señor, y que él escuchó nuestra súplica y nos envió a un ángel que nos sacó de Egipto. " Ya estamos en Cades, población que está en las inmediaciones de tu territorio. Sólo te pedimos que nos dejes cruzar por tus dominios. Te prometo que no entraremos en ningún campo ni viña, ni beberemos agua de ningún pozo. Nos limitaremos a pasar por el camino real, sin apartarnos de él para nada, hasta que salgamos de tu territorio. " Pero el rey de Edom le mandó a decir: "Ni siquiera intenten cruzar por mis dominios; de lo contrario, saldré con mi ejército y los atacaré." Los israelitas insistieron: "Sólo pasaremos por el camino principal, y si nosotros o nuestro ganado llegamos a beber agua de tus pozos, te lo pagaremos. Lo único que pedimos es que nos permitas pasar por él." El rey fue tajante en su respuesta: "¡Por aquí no pasarán!" Y salió contra ellos con un poderoso ejército, resuelto a no dejarlos cruzar por su territorio. Así que los israelitas se vieron obligados a ir por otro camino. Toda la comunidad israelita partió de Cades y llegó al monte Hor, cerca de la frontera de Edom. Allí el Señor les dijo a Moisés y a Aarón: "Pronto Aarón partirá de este mundo, de modo que no entrará en la tierra que les he dado a los israelitas porque ustedes dos no obedecieron la orden que les di en la fuente de Meribá. Así que lleva a Aarón y a su hijo al monte Hor. Allí le quitarás a Aarón sus vestiduras sacerdotales, y se las pondrás a su hijo Eleazar, pues allí Aarón se reunirá con sus antepasados." Moisés llevó a cabo lo que el Señor le ordenó. A la vista de todo el pueblo, los tres subieron al monte Hor. Moisés le quitó a Aarón las vestiduras sacerdotales, y se las puso a Eleazar. Allí, en la cumbre del monte, murió Aarón. Luego Moisés y Eleazar descendieron del monte. Y cuando el pueblo se enteró de que Aarón había muerto, lo lloró treinta días. Cuando el cananeo que reinaba en la ciudad de Arad y vivía en el Néguev se enteró de que los israelitas venían por el camino de Atarín, los atacó y capturó a algunos de ellos. Entonces el pueblo de Israel hizo este voto al Señor: "Si tú nos aseguras la victoria sobre este enemigo, destruiremos por completo sus ciudades." El Señor atendió a la súplica de los israelitas y les concedió la victoria sobre los cananeos, a los que destruyeron por completo, junto con sus ciudades. Por eso a aquel lugar se le llamó Jormá. Los israelitas salieron del monte Hor por la ruta del Mar Rojo, bordeando el territorio de Edom. En el camino se impacientaron y comenzaron a hablar contra Dios y contra Moisés: ¿Para qué nos trajeron ustedes de Egipto a morir en este desierto? ¡Aquí no hay pan ni agua! ¡Ya estamos hartos de esta pésima comida! Por eso el Señor mandó contra ellos serpientes venenosas, para que los mordieran, y muchos israelitas murieron. El pueblo se acercó entonces a Moisés, y le dijo: Hemos pecado al hablar contra el Señor y contra ti. Ruégale al Señor que nos quite esas serpientes. Moisés intercedió por el pueblo, y el Señor le dijo: Hazte una serpiente, y ponla en un asta. Todos los que sean mordidos y la miren, vivirán. Moisés hizo una serpiente de bronce y la puso en un asta. Los que eran mordidos, miraban a la serpiente de bronce y vivían. Los israelitas se pusieron en marcha y acamparon en Obot. De allí partieron y acamparon en Iyé Abarín, que está en el desierto, al oriente de Moab. De allí partieron y acamparon en el valle de Zéred. De allí partieron y acamparon al otro lado del río Arnón, que está en el desierto que se extiende desde el territorio de los amorreos. El río Arnón sirve de frontera entre el territorio de los moabitas y el de los amorreos. Por eso puede leerse en el libro de las guerras del Señor: "... hacia el Mar Rojo, los valles y el Arnón. La ladera de los valles que se extienden hasta la región de Ar y la frontera de Moab." De allí continuaron hasta Ber, el pozo donde el Señor le dijo a Moisés: "Reúne al pueblo, y les daré agua." En esa ocasión Israel entonó este cántico: "¡Que brote el agua! ¡Que cante el pozo! ¡Pozo que el gobernante cavó con su cetro y que el noble abrió con su vara!" Desde el desierto se dirigieron a Matana; de Matana a Najaliel, de Najaliel a Bamot, y de Bamot al valle que está en la región de Moab, hasta la cumbre del monte Pisgá, desde donde puede verse el desierto de Jesimón. Israel envió emisarios a Sijón, rey de los amorreos, con este mensaje: "Te pido que nos dejes pasar por tus dominios. Te prometo que no entraremos en ningún campo ni viña, ni beberemos agua de ningún pozo. Nos limitaremos a pasar por el camino real, hasta que salgamos de tu territorio." Pero Sijón no dejó que los israelitas pasaran por sus dominios. Más bien, reunió a sus tropas y salió a hacerles frente en el desierto. Cuando llegó a Yahaza, los atacó. Pero los israelitas lo derrotaron y se apoderaron de su territorio, desde el río Arnón hasta el río Jaboc, es decir, hasta la frontera de los amonitas, la cual estaba fortificada. Israel se apoderó de todas las ciudades amorreas y se estableció en ellas, incluso en Hesbón y en todas sus aldeas. Hesbón era la ciudad capital de Sijón, rey de los amorreos, quien había luchado en contra del anterior rey de Moab, conquistando todo su territorio, hasta el río Arnón. Por eso dicen los poetas: "Vengan a Hesbón, la ciudad de Sijón. ¡Reconstrúyanla! ¡Restáurenla! Porque de Hesbón ha salido fuego; de la ciudad de Sijón salieron llamas. ¡Y consumieron las ciudades de Moab y las alturas que dominan el Arnón! ¡Ay de ti, Moab! ¡Estás destruido, pueblo de Quemós! y a tus hijas en prisioneras de Sijón, rey de los amorreos. "Los hemos destruido por completo, desde Hesbón hasta Dibón. Los devastamos hasta Nofa, ¡los destruimos hasta Medeba!" Así fue como Israel se estableció en la tierra de los amorreos. Moisés también envió a explorar Jazer, y los israelitas se apoderaron de sus aldeas, expulsando a los amorreos que vivían allí. Al volver, tomaron el camino de Basán. Fue allí donde Og, el rey de Basán, salió con su ejército para hacerles frente en Edrey. Pero el Señor le dijo a Moisés: "No le tengas miedo, porque voy a entregar en tus manos a Og, a su ejército, y a su territorio. Harás con él lo mismo que hiciste con Sijón, el rey de los amorreos que vivía en Hesbón." Así fue como los israelitas mataron a Og, a sus hijos y a todo su ejército, hasta no dejar sobreviviente, y se apoderaron de su territorio. Los israelitas se pusieron otra vez en marcha, y acamparon en las estepas de Moab, al otro lado del Jordán, a la altura de Jericó. Cuando Balac hijo de Zipor se dio cuenta de todo lo que Israel había hecho con los amorreos, los moabitas sintieron mucho miedo de los israelitas. Estaban verdaderamente aterrorizados de ellos, porque eran un ejército muy numeroso. Entonces dijeron los moabitas a los ancianos de Madián: "¡Esta muchedumbre barrerá con todo lo que hay a nuestro alrededor, como cuando el ganado barre con la hierba del campo!" En aquel tiempo, Balac hijo de Zipor era rey de Moab, así que mandó llamar a Balán hijo de Beor, quien vivía en Petor, a orillas del río Éufrates, en la tierra de los amavitas. Balac mandó a decirle: "Hay un pueblo que salió de Egipto, y que ahora cubre toda la tierra y ha venido a asentarse cerca de mí. Te ruego que vengas y maldigas por mí a este pueblo, porque es más poderoso que yo. Tal vez así pueda yo vencerlos y echarlos fuera del país. Yo sé que a quien tú bendices, queda bendito, y a quien tú maldices, queda maldito." Los ancianos de Moab y de Madián fueron a darle a Balán el mensaje que Balac le enviaba, y llevaron consigo dinero para pagarle sus conjuros. Balán los invitó a pasar allí la noche, prometiendo comunicarles después lo que el Señor le dijera. Y los gobernantes se alojaron con él. Dios se le apareció a Balán, y le dijo: ¿Quiénes son estos hombres que se alojan contigo? Balán le respondió: Son los mensajeros que envió Balac hijo de Zipor, que es el rey de Moab. Los envió a decirme: Ün pueblo que salió de Egipto cubre ahora toda la tierra. Ven y échales una maldición por mí. Tal vez así pueda yo luchar contra ellos y echarlos fuera de mi territorio. Pero Dios le dijo a Balán: No irás con ellos, ni pronunciarás ninguna maldición sobre los israelitas, porque son un pueblo bendito. Al otro día Balán se levantó y les dijo a los gobernantes enviados por Balac: "Regresen a su tierra, porque el Señor no quiere que yo vaya con ustedes." Los gobernantes moabitas regresaron adonde estaba Balac y le dijeron: "Balán no quiere venir con nosotros." Balac envió entonces a otros gobernantes, más numerosos y distinguidos que los primeros, quienes fueron y le dijeron a Balán: Esto es lo que dice Balac hijo de Zipor: No permitas que nada te impida venir a verme, porque yo te recompensaré con creces y haré todo lo que tú me pidas. Te ruego que vengas y maldigas por mí a este pueblo. Pero Balán le respondió: Aun si Balac me diera su palacio lleno de oro y de plata, yo no podría hacer nada grande ni pequeño, sino ajustarme al mandamiento del Señor mi Dios. Ustedes pueden también alojarse aquí esta noche, mientras yo averiguo si el Señor quiere decirme alguna otra cosa. Aquella noche Dios se le apareció a Balán y le dijo: "Ya que estos hombres han venido a llamarte, ve con ellos, pero sólo harás lo que yo te ordene." Balán se levantó por la mañana, ensilló su burra, y partió con los gobernantes de Moab. Mientras iba con ellos, la ira de Dios se encendió y en el camino el ángel del Señor se hizo presente, dispuesto a no dejarlo pasar. Balán iba montado en su burra, y sus dos criados lo acompañaban. Cuando la burra vio al ángel del Señor en medio del camino, con la espada desenvainada, se apartó del camino para meterse en el campo. Pero Balán la golpeó para hacerla volver al camino. El ángel del Señor se detuvo en un sendero estrecho que estaba entre dos viñas, con cercos de piedra en ambos lados. Cuando la burra vio al ángel del Señor, se arrimó contra la pared, con lo que lastimó el pie de Balán. Entonces Balán volvió a pegarle. El ángel del Señor se les adelantó y se detuvo en un lugar más estrecho, donde ya no había hacia dónde volverse. Cuando la burra vio al ángel del Señor, se echó al suelo con Balán encima. Entonces se encendió la ira de Balán y golpeó a la burra con un palo. Pero el Señor hizo hablar a la burra, y ella le dijo a Balán: ¿Se puede saber qué te he hecho, para que me hayas pegado tres veces? Balán le respondió: ¡Te has venido burlando de mí! Si hubiera tenido una espada en la mano, te habría matado de inmediato. La burra le contestó a Balán: ¿Acaso no soy la burra sobre la que siempre has montado, hasta el día de hoy? ¿Alguna vez te hice algo así? No respondió Balán. El Señor abrió los ojos de Balán, y éste pudo ver al ángel del Señor en el camino y empuñando la espada. Balán se inclinó entonces y se postró rostro en tierra. El ángel del Señor le preguntó: ¿Por qué golpeaste tres veces a tu burra? ¿No te das cuenta de que vengo dispuesto a no dejarte pasar porque he visto que tus *caminos son malos? Cuando la burra me vio, se apartó de mí tres veces. De no haber sido por ella, tú estarías ya muerto y ella seguiría con vida. Balán le dijo al ángel del Señor: He pecado. No me di cuenta de tu presencia en el camino para cerrarme el paso. Ahora bien, como esto te parece mal, voy a regresar. Pero el ángel del Señor le dijo a Balán: Ve con ellos, pero limítate a decir sólo lo que yo te mande. Y Balán se fue con los jefes que Balac había enviado. Cuando Balac se enteró de que Balán venía, salió a recibirlo en una ciudad moabita que está en la frontera del río Arnón. Balac le dijo a Balán: ¿Acaso no te mandé llamar? ¿Por qué no viniste a mí? ¿Crees que no soy capaz de recompensarte? ¡Bueno, ya estoy aquí! contestó Balán. Sólo que no podré decir nada que Dios no ponga en mi boca. De allí se fueron Balán y Balac a Quiriat Jusot. Balac ofreció en sacrificio vacas y ovejas, y las compartió con Balán y los gobernantes que estaban con él. A la mañana siguiente, Balac llevó a Balán a Bamot Baal, desde donde Balán pudo ver parte del campamento israelita.
Salmo 17:
Señor, oye mi justo ruego; escucha mi clamor; presta oído a mi oración, pues no sale de labios engañosos. Sé tú mi defensor, pues tus ojos ven lo que es justo. Tú escudriñas mi corazón, tú me examinas por las noches; ¡ponme, pues, a prueba, que no hallarás en mí maldad alguna! ¡No pasarán por mis labios palabras como las de otra gente, pues yo cumplo con tu palabra! he apartado mis pasos; mis pies están firmes en tus sendas. A ti clamo, oh Dios, porque tú me respondes; inclina a mí tu oído, y escucha mi oración. Tú, que salvas con tu diestra a los que buscan escapar de sus adversarios, dame una muestra de tu gran amor. Cuídame como a la niña de tus ojos; escóndeme, bajo la sombra de tus alas, de los malvados que me atacan, de los enemigos que me han cercado. Han cerrado su insensible corazón, y profieren insolencias con su boca. Vigilan de cerca mis pasos, prestos a derribarme. Parecen leones ávidos de presa, leones que yacen al acecho. ¡Vamos, Señor, enfréntate a ellos! ¡Derrótalos! ¡Con tu espada rescátame de los malvados! ¡Con tu mano, Señor, sálvame de estos mortales que no tienen más herencia que esta vida! Con tus tesoros les has llenado el vientre, sus hijos han tenido abundancia, y hasta ha sobrado para sus descendientes. Pero yo en justicia contemplaré tu rostro; me bastará con verte cuando despierte.
Proverbios 11:
El Señor aborrece las balanzas adulteradas, pero aprueba las pesas exactas. Con el orgullo viene el oprobio; con la humildad, la sabiduría. A los justos los guía su integridad; a los falsos los destruye su hipocresía. En el día de la ira de nada sirve ser rico, pero la justicia libra de la muerte. La justicia endereza el camino de los íntegros, pero la maldad hace caer a los impíos. La justicia libra a los justos, pero la codicia atrapa a los falsos. Muere el malvado, y con él su esperanza; muere también su ilusión de poder. El justo se salva de la calamidad, pero la desgracia le sobreviene al malvado. Con la boca el impío destruye a su prójimo, pero los justos se libran por el conocimiento. Cuando el justo prospera, la ciudad se alegra; cuando el malvado perece, hay gran regocijo. La bendición de los justos enaltece a la ciudad, pero la boca de los malvados la destruye. El falto de juicio desprecia a su prójimo, pero el entendido refrena su lengua. La gente chismosa revela los secretos; la gente confiable es discreta. Sin dirección, la nación fracasa; el éxito depende de los muchos consejeros. El fiador de un extraño saldrá perjudicado; negarse a dar fianza es vivir en paz. La mujer bondadosa se gana el respeto; los hombres violentos sólo ganan riquezas. El que es bondadoso se beneficia a sí mismo; el que es cruel, a sí mismo se perjudica. El malvado obtiene ganancias ilusorias; el que siembra justicia asegura su ganancia. El que es justo obtiene la vida; el que persigue el mal se encamina a la muerte. El Señor aborrece a los de corazón perverso, pero se complace en los que viven con rectitud. Una cosa es segura: Los malvados no quedarán impunes, pero los justos saldrán bien librados. Como argolla de oro en hocico de cerdo es la mujer bella pero indiscreta. Los deseos de los justos terminan bien; la esperanza de los malvados termina mal. Unos dan a manos llenas, y reciben más de lo que dan; otros ni sus deudas pagan, y acaban en la miseria. El que es generoso prospera; el que reanima será reanimado. La gente maldice al que acapara el trigo, pero colma de bendiciones al que gustoso lo vende. El que madruga para el bien, halla buena voluntad; el que anda tras el mal, por el mal será alcanzado. El que confía en sus riquezas se marchita, pero el justo se renueva como el follaje. El que perturba su casa no hereda más que el viento, y el necio termina sirviendo al sabio. El fruto de la justicia es árbol de vida, pero el que arrebata vidas es violento. Si los justos reciben su pago aquí en la tierra, ¡cuánto más los impíos y los pecadores!
El Libro de I Timoteo Capítulo 1 del Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:
LA PRIMERA EPÍSTOLA DEL APÓSTOL PABLO A
TIMOTEO
CAPÍTULO 1
(65 d.C.)
INTRODUCCIÓN
PABLO, Apóstol de Jesucristo (la Oficina del Apóstol es, en efecto, el líder de facto de la Iglesia bajo Cristo, y es así por el Mensaje particular dado a él por el Espíritu Santo, que en el caso de Pablo era el Mensaje de la Gracia) por el Mandamiento de Dios nuestro Salvador, y del Señor Jesucristo (coloca tal llamado en los consejos más altos), nuestra esperanza (Cristo Solo y lo que Él hizo en la Cruz es "nuestra esperanza");
2 A Timoteo, verdadero hijo en la Fe (se refiere a Timoteo que lo más probable había sido salvo bajo el Ministerio de Pablo): Gracia, Misericordia, y Paz de Dios nuestro Padre y de Cristo Jesús nuestro Señor (todo hecho posible por la Cruz).
LA DOCTRINA ERRÓNEA
3 Como te rogué que te quedases en Éfeso (Pablo deseaba que Timoteo permaneciera en Éfeso durante un período de tiempo debido a los falsos maestros que intentaban propagar la doctrina errónea entre la gente), cuando partí para Macedonia (a Grecia), para que requirieses a algunos que no enseñen diversa doctrina (la Doctrina debe ser "Jesucristo y Él Crucificado"),
4 Ni presten atención a fábulas y genealogías sin término (las fábulas Judías y genealogías Judaicas; por lo tanto, los falsos maestros eran Judaizantes quienes insistieron que la Ley debiera ser añadida a la Gracia, y quienes no estimaban la Cruz en absoluto; en cierto modo, eran muy semejantes a los maestros modernos de la "Palabra de Fe"), que antes engendran cuestiones, más bien que la edificación de Dios que es por Fe (expresa el hecho de que la Fe, no la Ley, es la esfera o el elemento en la cual funciona nuestra Salvación; tal Fe siempre tiene la Cruz como su Objeto y, por eso, edifica): así te encargo ahora. (No abandone la Cruz.)
5 Pues el fin del Mandamiento (mandato) es la caridad (amor) nacida de corazón limpio (por sí solo puede producir el amor), y de buena conciencia, y de Fe no fingida (la fe fingida es la fe disimulada, que significa que ésta no tiene la Cruz como su Objeto):
6 De lo cual desviándose algunos (se refiere a errar al blanco; en otras palabras, abandonaron la Cruz), se apartaron a vanas pláticas (habladuría);
7 Queriendo ser doctores de la Ley (se refiere a la Ley de Moisés y de los Judaizantes); sin entender ni lo que hablan, ni lo que afirman. (Estos individuos afirmaban ser intérpretes profesionales de la Ley, cuando en realidad tenían sólo un conocimiento superficial de la Ley.)
LA LEY
8 Sabemos empero que la Ley es buena (el Apóstol dice esto para mostrar que él rotundamente no era un enemigo de la Ley de Moisés), si alguno usa de ella legítimamente (entendiendo que la Ley de Moisés señaló exactamente a Cristo; cuando Él vino, Él la cumplió en su totalidad);
9 Conociendo esto, que la Ley no es puesta para el Justo (debiera traducirse, "la Ley no es hecha . . ."; la palabra "la" fue incluida por los traductores, y no debiera haber sido agregada; por consiguiente, el modo que Pablo usa la palabra, se refiere a cualquier tipo de Ley, ya sea la Ley de Moisés o Ley inventada por hombres religiosos; el Creyente no debe andar según la Ley, sino según la Gracia, lo que se refiere a la Fe puesta exclusivamente en la Cruz), sino para los injustos y para los desobedientes, para los impíos y pecadores, para los malos y profanos, para los parricidas y matricidas, para los homicidas (los Verdaderos Creyentes no caen en estas categorías),
10 Para los fornicarios, para los sodomitas (homosexualidad), para los ladrones de hombres (traficantes de esclavos), para los embusteros y secuestradores, para los mentirosos y perjuros (los que juran en falso), y si hay alguna otra cosa contraria a la sana Doctrina (en efecto, se refiere a todo lo que es contrario a la Palabra de Dios);
11 Según el Evangelio de la Gloria (se refiere a su Gloria moral) del Dios Bendito (corresponde a Su Don Bendito del Perdón ofrecido a los pecadores que aceptan Su Evangelio de Amor), el cual a mí me ha sido encargado. (El Señor seleccionó a Pablo como el recipiente y el portador del Nuevo Convenio.)
PABLO
12 Y doy gracias al que me fortificó (presenta a Aquél Quien llama y bendice), a Cristo Jesús nuestro Señor, de que me tuvo por fiel, poniéndome en el Ministerio (el Señor sabía que Pablo sería fiel, y que el Evangelio entregado a él no sería comprometido);
13 Habiendo sido antes blasfemo, y perseguidor, e injuriador (lo que él era antes que fuese salvo): mas fui recibido a Misericordia, porque lo hice con ignorancia en incredulidad (pudiera traducirse, "Me fue mostrado la Misericordia, porque cuando era ignorante, actué en incredulidad").
14 Mas la Gracia de nuestro Señor fue más abundante (lo que Dios está dispuesto a dar al buscador sincero y serio) con la Fe y Amor que es en Cristo Jesús (lo que se produjo en Pablo, como consecuencia de la Gracia de Dios).
15 Palabra fiel, y digna de ser recibida de todos (significa que el Evangelio de Cristo, Quien murió para salvar a los pecadores, es digno de ser aceptado por el mundo entero), que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores (lo que Él hizo por medio de la Cruz); de los cuales yo soy el primero. (Lo que él está diciendo es que su ofensa contra Dios había sido tan grande, y su pecado de culpabilidad tan aplastante, que él se sintió como que era el peor pecador en toda la historia.)
16 Mas por esto fui recibido a Misericordia (se puede decir de esta manera: "porque Cristo vino a salvar a los pecadores, yo obtuve Misericordia"), para que Jesucristo mostrase en mí el primero toda su clemencia (el caso que representa la paciencia de Dios a un infractor despótico), para ejemplo (el Apóstol dice que si el Señor hace esto para Pablo, Él lo hará para cualquiera) de los que habían de creer en Él (en Cristo y lo que Él hizo en la Cruz) para Vida Eterna (sin comienzo o sin fin, lo que siempre era y siempre será).
17 Por tanto, al Rey de los siglos (el Griego dice, "Ahora, al Rey de las Edades"), inmortal (imperecedero), invisible (al referirse a Su Gloria), al sólo sabio Dios (debiera traducirse, "el único Dios," y la palabra "sabio" que no está incluida en la mayoría de los Manuscritos; no hay otro Dios), sea honor y gloria por los siglos de los siglos. (Se refiere al respeto y la alabanza, y lo que será hecho para siempre.) Amén (Verdad).
TIMOTEO
18 Este mandamiento, hijo Timoteo (se refiere a una orden o mandato), te encargo, para que, conforme a las Profecías antes acerca de ti (es probable que se refiere al marco de tiempo de Hechos 16:1-3), milites por ellas la buena milicia (no se sabe exactamente cuáles eran las Profecías, sino que se referían a una asignación al liderazgo en el ejército del Rey Jesús);
19 Manteniendo la Fe (manteniendo la Fe en Cristo y la Cruz), y buena conciencia (se refiere a obedecer la Palabra del Señor tal como fue dada); la cual echando de sí algunos, hicieron naufragio en la Fe (una metáfora usada por Pablo, señalando a aquéllos que habían abandonado la Cruz):
20 De los cuales son Himeneo y Alejandro (presenta dos ejemplos de alguien que "no está aferrándose a la Fe"); los cuales entregué a Satanás (I Cor. 5:5), para que aprendan a no blasfemar. (Nos dice que todos los que se apartan de "la Fe," la cual es Jesucristo y Él Crucificado, sólo se puede concluir como los que "blasfeman.")
Primera Corintios Capítulo 13:
Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.
Hebreos 10:35-12:4
Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida. Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre.
Romanos 8:
Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.
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