23 May 2024

El 23 de mayo Lectura Bíblica Diaria

Sonidos del aire libre

Mensaje de la Cruz de Cristo Jesús-Capítulo-1


El 23 de mayo Lectura Bíblica Diaria:


Nehemías 3 a 5:
3 Entonces se levantó el sumo sacerdote Eliasib con sus hermanos los sacerdotes, y edificaron la puerta de las Ovejas. Ellos arreglaron y levantaron sus puertas hasta la torre de Hamea, y edificaron hasta la torre de Hananeel. Junto a ella edificaron los varones de Jericó, y luego edificó Zacur hijo de Imri. Los hijos de Senaa edificaron la puerta del Pescado; ellos la enmaderaron, y levantaron sus puertas, con sus cerraduras y sus cerrojos. Junto a ellos restauró Meremot hijo de Urías, hijo de Cos, y al lado de ellos restauró Mesulam hijo de Berequías, hijo de Mesezabeel. Junto a ellos restauró Sadoc hijo de Baana. E inmediato a ellos restauraron los tecoítas; pero sus grandes no se prestaron para ayudar a la obra de su Señor. La puerta Vieja fue restaurada por Joiada hijo de Paseah y Mesulam hijo de Besodías; ellos la enmaderaron, y levantaron sus puertas, con sus cerraduras y cerrojos. Junto a ellos restauró Melatías gabaonita y Jadón meronotita, varones de Gabaón y de Mizpa, que estaban bajo el dominio del gobernador del otro lado del río. Junto a ellos restauró Uziel hijo de Harhaía, de los plateros; junto al cual restauró también Hananías, hijo de un perfumero. Así dejaron reparada a Jerusalén hasta el muro ancho. Junto a ellos restauró también Refaías hijo de Hur, gobernador de la mitad de la región de Jerusalén. Asimismo restauró junto a ellos, y frente a su casa, Jedaías hijo de Harumaf; y junto a él restauró Hatús hijo de Hasabnías. Malquías hijo de Harim y Hasub hijo de Pahat-moab restauraron otro tramo, y la torre de los Hornos. Junto a ellos restauró Salum hijo de Halohes, gobernador de la mitad de la región de Jerusalén, él con sus hijas. La puerta del Valle la restauró Hanún con los moradores de Zanoa; ellos la reedificaron, y levantaron sus puertas, con sus cerraduras y sus cerrojos, y mil codos del muro, hasta la puerta del Muladar. Reedificó la puerta del Muladar Malquías hijo de Recab, gobernador de la provincia de Bet-haquerem; él la reedificó, y levantó sus puertas, sus cerraduras y sus cerrojos. Salum hijo de Colhoze, gobernador de la región de Mizpa, restauró la puerta de la Fuente; él la reedificó, la enmaderó y levantó sus puertas, sus cerraduras y sus cerrojos, y el muro del estanque de Siloé hacia el huerto del rey, y hasta las gradas que descienden de la ciudad de David. Después de él restauró Nehemías hijo de Azbuc, gobernador de la mitad de la región de Bet-sur, hasta delante de los sepulcros de David, y hasta el estanque labrado, y hasta la casa de los Valientes. Tras él restauraron los levitas; Rehum hijo de Bani, y junto a él restauró Hasabías, gobernador de la mitad de la región de Keila, por su región. Después de él restauraron sus hermanos, Bavai hijo de Henadad, gobernador de la mitad de la región de Keila. Junto a él restauró Ezer hijo de Jesúa, gobernador de Mizpa, otro tramo frente a la subida de la armería de la esquina. Después de él Baruc hijo de Zabai con todo fervor restauró otro tramo, desde la esquina hasta la puerta de la casa de Eliasib sumo sacerdote. Tras él restauró Meremot hijo de Urías hijo de Cos otro tramo, desde la entrada de la casa de Eliasib hasta el extremo de la casa de Eliasib. Después de él restauraron los sacerdotes, los varones de la llanura. Después de ellos restauraron Benjamín y Hasub, frente a su casa; y después de éstos restauró Azarías hijo de Maasías, hijo de Ananías, cerca de su casa. Después de él restauró Binúi hijo de Henadad otro tramo, desde la casa de Azarías hasta el ángulo entrante del muro, y hasta la esquina. Palal hijo de Uzai, enfrente de la esquina y la torre alta que sale de la casa del rey, que está en el patio de la cárcel. Después de él, Pedaías hijo de Faros. Y los sirvientes del templo que habitaban en Ofel restauraron hasta enfrente de la puerta de las Aguas al oriente, y la torre que sobresalía. Después de ellos restauraron los tecoítas otro tramo, enfrente de la gran torre que sobresale, hasta el muro de Ofel. Desde la puerta de los Caballos restauraron los sacerdotes, cada uno enfrente de su casa. Después de ellos restauró Sadoc hijo de Imer, enfrente de su casa; y después de él restauró Semaías hijo de Secanías, guarda de la puerta Oriental. Tras él, Hananías hijo de Selemías y Hanún hijo sexto de Salaf restauraron otro tramo. Después de ellos restauró Mesulam hijo de Berequías, enfrente de su cámara. Después de él restauró Malquías hijo del platero, hasta la casa de los sirvientes del templo y de los comerciantes, enfrente de la puerta del Juicio, y hasta la sala de la esquina. Y entre la sala de la esquina y la puerta de las Ovejas, restauraron los plateros y los comerciantes. 4 Cuando oyó Sanbalat que nosotros edificábamos el muro, se enojó y se enfureció en gran manera, e hizo escarnio de los judíos. Y habló delante de sus hermanos y del ejército de Samaria, y dijo: ¿Qué hacen estos débiles judíos? ¿Se les permitirá volver a ofrecer sus sacrificios? ¿Acabarán en un día? ¿Resucitarán de los montones del polvo las piedras que fueron quemadas? Y estaba junto a él Tobías amonita, el cual dijo: Lo que ellos edifican del muro de piedra, si subiere una zorra lo derribará. Oye, oh Dios nuestro, que somos objeto de su menosprecio, y vuelve el baldón de ellos sobre su cabeza, y entrégalos por despojo en la tierra de su cautiverio. No cubras su iniquidad, ni su pecado sea borrado delante de ti, porque se airaron contra los que edificaban. Edificamos, pues, el muro, y toda la muralla fue terminada hasta la mitad de su altura, porque el pueblo tuvo ánimo para trabajar. Pero aconteció que oyendo Sanbalat y Tobías, y los árabes, los amonitas y los de Asdod, que los muros de Jerusalén eran reparados, porque ya los portillos comenzaban a ser cerrados, se encolerizaron mucho; y conspiraron todos a una para venir a atacar a Jerusalén y hacerle daño. Entonces oramos a nuestro Dios, y por causa de ellos pusimos guarda contra ellos de día y de noche. Y dijo Judá: Las fuerzas de los acarreadores se han debilitado, y el escombro es mucho, y no podemos edificar el muro. Y nuestros enemigos dijeron: No sepan, ni vean, hasta que entremos en medio de ellos y los matemos, y hagamos cesar la obra. Pero sucedió que cuando venían los judíos que habitaban entre ellos, nos decían hasta diez veces: De todos los lugares de donde volviereis, ellos caerán sobre vosotros. Entonces por las partes bajas del lugar, detrás del muro, y en los sitios abiertos, puse al pueblo por familias, con sus espadas, con sus lanzas y con sus arcos. Después miré, y me levanté y dije a los nobles y a los oficiales, y al resto del pueblo: No temáis delante de ellos; acordaos del Señor, grande y temible, y pelead por vuestros hermanos, por vuestros hijos y por vuestras hijas, por vuestras mujeres y por vuestras casas. Y cuando oyeron nuestros enemigos que lo habíamos entendido, y que Dios había desbaratado el consejo de ellos, nos volvimos todos al muro, cada uno a su tarea. Desde aquel día la mitad de mis siervos trabajaba en la obra, y la otra mitad tenía lanzas, escudos, arcos y corazas; y detrás de ellos estaban los jefes de toda la casa de Judá. Los que edificaban en el muro, los que acarreaban, y los que cargaban, con una mano trabajaban en la obra, y en la otra tenían la espada. Porque los que edificaban, cada uno tenía su espada ceñida a sus lomos, y así edificaban; y el que tocaba la trompeta estaba junto a mí. Y dije a los nobles, y a los oficiales y al resto del pueblo: La obra es grande y extensa, y nosotros estamos apartados en el muro, lejos unos de otros. En el lugar donde oyereis el sonido de la trompeta, reuníos allí con nosotros; nuestro Dios peleará por nosotros. Nosotros, pues, trabajábamos en la obra; y la mitad de ellos tenían lanzas desde la subida del alba hasta que salían las estrellas. También dije entonces al pueblo: Cada uno con su criado permanezca dentro de Jerusalén, y de noche sirvan de centinela y de día en la obra. Y ni yo ni mis hermanos, ni mis jóvenes, ni la gente de guardia que me seguía, nos quitamos nuestro vestido; cada uno se desnudaba solamente para bañarse. 5 Entonces hubo gran clamor del pueblo y de sus mujeres contra sus hermanos judíos. Había quien decía: Nosotros, nuestros hijos y nuestras hijas, somos muchos; por tanto, hemos pedido prestado grano para comer y vivir. Y había quienes decían: Hemos empeñado nuestras tierras, nuestras viñas y nuestras casas, para comprar grano, a causa del hambre. Y había quienes decían: Hemos tomado prestado dinero para el tributo del rey, sobre nuestras tierras y viñas. Ahora bien, nuestra carne es como la carne de nuestros hermanos, nuestros hijos como sus hijos; y he aquí que nosotros dimos nuestros hijos y nuestras hijas a servidumbre, y algunas de nuestras hijas lo están ya, y no tenemos posibilidad de rescatarlas, porque nuestras tierras y nuestras viñas son de otros. Y me enojé en gran manera cuando oí su clamor y estas palabras. Entonces lo medité, y reprendí a los nobles y a los oficiales, y les dije: ¿Exigís interés cada uno a vuestros hermanos? Y convoqué contra ellos una gran asamblea, y les dije: Nosotros según nuestras posibilidades rescatamos a nuestros hermanos judíos que habían sido vendidos a las naciones; ¿y vosotros vendéis aun a vuestros hermanos, y serán vendidos a nosotros? Y callaron, pues no tuvieron qué responder. Y dije: No es bueno lo que hacéis. ¿No andaréis en el temor de nuestro Dios, para no ser oprobio de las naciones enemigas nuestras? También yo y mis hermanos y mis criados les hemos prestado dinero y grano; quitémosles ahora este gravamen. Os ruego que les devolváis hoy sus tierras, sus viñas, sus olivares y sus casas, y la centésima parte del dinero, del grano, del vino y del aceite, que demandáis de ellos como interés. Y dijeron: Lo devolveremos, y nada les demandaremos; haremos así como tú dices. Entonces convoqué a los sacerdotes, y les hice jurar que harían conforme a esto. Además sacudí mi vestido, y dije: Así sacuda Dios de su casa y de su trabajo a todo hombre que no cumpliere esto, y así sea sacudido y vacío. Y respondió toda la congregación: ¡Amén! y alabaron a Jehová. Y el pueblo hizo conforme a esto. También desde el día que me mandó el rey que fuese gobernador de ellos en la tierra de Judá, desde el año veinte del rey Artajerjes hasta el año treinta y dos, doce años, ni yo ni mis hermanos comimos el pan del gobernador. Pero los primeros gobernadores que fueron antes de mí abrumaron al pueblo, y tomaron de ellos por el pan y por el vino más de cuarenta siclos de plata, y aun sus criados se enseñoreaban del pueblo; pero yo no hice así, a causa del temor de Dios. También en la obra de este muro restauré mi parte, y no compramos heredad; y todos mis criados juntos estaban allí en la obra. Además, ciento cincuenta judíos y oficiales, y los que venían de las naciones que había alrededor de nosotros, estaban a mi mesa. Y lo que se preparaba para cada día era un buey y seis ovejas escogidas; también eran preparadas para mí aves, y cada diez días vino en toda abundancia; y con todo esto nunca requerí el pan del gobernador, porque la servidumbre de este pueblo era grave. Acuérdate de mí para bien, Dios mío, y de todo lo que hice por este pueblo.

Salmo 111:  
Álef - ¡Aleluya! ¡Alabado sea el Señor! Bet - en la asamblea, en compañía de los rectos. Guímel - Grandes son las obras del Señor; Dálet - estudiadas por los que en ellas se deleitan. He - Gloriosas y majestuosas son sus obras; Vav - su justicia permanece para siempre. Zayin - Ha hecho memorables sus maravillas. Jet - ¡El Señor es clemente y compasivo! Tet - Da de comer a quienes le temen; Yod - siempre recuerda su pacto. Caf - Ha mostrado a su pueblo el poder de sus obras Lámed - al darle la heredad de otras naciones. Mem - Las obras de sus manos son fieles y justas; Nun - todos sus preceptos son dignos de confianza, Sámej - inmutables por los siglos de los siglos, Ayin - establecidos con fidelidad y rectitud. Pe - Pagó el precio del rescate de su pueblo Tsade - y estableció su pacto para siempre. Qof - ¡Su nombre es santo e imponente! Resh - El principio de la sabiduría es el temor del Señor; Shin - buen juicio demuestran quienes cumplen sus preceptos. Tav - ¡Su alabanza permanece para siempre!

Proverbios 11: 
En el día de la ira de nada sirve ser rico, pero la justicia libra de la muerte. La justicia endereza el camino de los íntegros, pero la maldad hace caer a los impíos. La justicia libra a los justos, pero la codicia atrapa a los falsos. Muere el malvado, y con él su esperanza; muere también su ilusión de poder. El justo se salva de la calamidad, pero la desgracia le sobreviene al malvado. Con la boca el impío destruye a su prójimo, pero los justos se libran por el conocimiento. Cuando el justo prospera, la ciudad se alegra; cuando el malvado perece, hay gran regocijo. La bendición de los justos enaltece a la ciudad, pero la boca de los malvados la destruye. El falto de juicio desprecia a su prójimo, pero el entendido refrena su lengua. La gente chismosa revela los secretos; la gente confiable es discreta. Sin dirección, la nación fracasa; el éxito depende de los muchos consejeros. El fiador de un extraño saldrá perjudicado; negarse a dar fianza es vivir en paz. La mujer bondadosa se gana el respeto; los hombres violentos sólo ganan riquezas. El que es bondadoso se beneficia a sí mismo; el que es cruel, a sí mismo se perjudica. El malvado obtiene ganancias ilusorias; el que   siembra justicia asegura su ganancia. El que es justo obtiene la vida; el que persigue el mal se encamina a la muerte. El Señor aborrece a los de corazón perverso, pero se complace en los que viven con rectitud. Una cosa es segura: Los malvados no quedarán impunes, pero los justos saldrán bien librados. Como argolla de oro en hocico de cerdo es la mujer bella pero indiscreta. Los deseos de los justos terminan bien; la esperanza de los malvados termina mal. Unos dan a manos llenas, y reciben más de lo que dan; otros ni sus deudas pagan, y acaban en la miseria. El que es generoso prospera; el que reanima será reanimado. La gente maldice al que acapara el trigo, pero colma de bendiciones al que gustoso lo vende. El que madruga para el bien, halla buena voluntad; el que anda tras el mal, por el mal será alcanzado. El que confía en sus riquezas se marchita, pero el justo se renueva como el follaje. El que perturba su casa no hereda más que el viento, y el necio termina sirviendo al sabio. El fruto de la justicia es árbol de vida, pero el que arrebata vidas es violento. Si los justos reciben su pago aquí en la tierra, ¡cuánto más los impíos y los pecadores!


El Libro de Mateo Capítulo 23 del Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:

EL SANTO EVANGELIO SEGÚN
SAN MATEO



CAPÍTULO 23
(33 d.C.)
LOS PECADOS DE LOS
ESCRIBAS Y LOS FARISEOS

ENTONCES habló Jesús a las gentes, y a Sus Discípulos (éste no es el Jesús de la Iglesia moderna o del púlpito que está de moda),
2 Diciendo, Sobre la cátedra de Moisés se sentaron los Escribas y los Fariseos (los “Escribas” afirmaron ser intérpretes de la Ley de Moisés para la gente):
3 Así que, todo lo que os dijeren que guardéis, guardadlo y hacedlo (corresponde a una interpretación correcta de las Escrituras, y no encubrirlas); mas no hagáis conforme a sus obras: porque dicen, y no hacen (no practican lo que predican; recuerde, Jesús está diciendo esto, en el Templo, ante los Fariseos y la gente).
4 Porque atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre los hombros de los  hombres (referente a lo que escondían y las adiciones que habían sido hechas a la Ley por estos hipócritas); mas ni siquiera con su dedo las quieren mover (ellos mismos no hacían lo que exigen de otros).
5 Antes todas sus obras hacen para ser mirados de los hombres (auto-justificación): porque ensanchan sus filacterias (una caja pequeña puesta en el brazo o la frente que contenía Las Escrituras), y agrandan los flecos de sus mantos (borlas integradas por los hilos de rosca blancos y azules, con la intención de que los portadores de los Mandamientos del Señor los recordaran; hicieron éstos excesivamente grandes para atraer atención a sí mismos),
6 Y aman los primeros asientos en las cenas (el lugar más honrado en la mesa), y las primeras sillas en las Sinagogas (asientos de honor);
7 Y las salutaciones en las plazas (saludos extravagantes), y ser llamados de los hombres, Rabí, Rabí (“maestro,” un título preferido reclamado por los Fariseos).
8 Mas vosotros no queráis ser llamados Rabí (se refirió a la ambición codiciosa que amó el título vacío y utilizó cualquier medio para obtenerlo): porque Uno es vuestro Maestro (Instructor, Líder, Guía), el Cristo (el Señor Jesucristo); y todos vosotros sois hermanos (ni un Creyente es más alto que otro, y ni unos ni otros pueden tener de Cristo autoridad alguna sobre otros Creyentes [I Ped. 5:1-8]).
9 Y vuestro padre no llaméis a nadie en la Tierra (maestros eminentes a quienes la gente fue enseñada a recurrir a ellos en vez de recurrir a Dios): porque Uno es vuestro Padre, El Cual está en los Cielos (todos los maestros verdaderos de la Biblia deben hacer que los hombres recurran a Dios, y no a ellos como la fuente del poder y de la verdad).
10 Ni seáis llamados maestros (que quiere decir que los predicadores no deben ser llamados líderes espirituales): porque Uno es vuestro Maestro, el Cristo (significa realmente que Dios y Cristo son los Únicos Que tienen derecho a estos títulos).
11 El que es el mayor de vosotros, sea vuestro siervo (la definición de la grandeza Cristiana es, “el principio del siervo”).
12 Porque el que se ensalzare, será humillado (el orgullo y la vanidad); y el que se humillare, será ensalzado (es la Ley universal de las relaciones de Dios con los hombres).

LOS AYES SOBRE LOS
ESCRIBAS Y LOS FARISEOS

13 Mas ­ay de vosotros, Escribas y Fariseos, ¡hipócritas! (El primero de ocho ayes, y todos dichos en sus caras. No podía haber mayor insulto a ellos que ser llamados “¡hipócritas!”) porque cerráis el Reino de los Cielos delante de los hombres (es el primer ardid de Satanás, y se lleva a cabo por la religión): que ni vosotros entráis, ni a los que están entrando dejáis entrar (rechazan aceptar a Cristo, y se paran en la puerta para obstaculizar el acceso a quienesquiera y a todos que procuran venir a Él).
14 Ay de vosotros, Escribas y Fariseos, ¡hipócritas! porque devoráis las casas de las viudas, y por pretexto hacéis larga oración (proyecta una piedad falsa que engaña a la gente, y a los más indefensos): por esto llevaréis más grave juicio (nos dice que la maldad religiosa es la maldad más grande de todos).
15 Ay de vosotros, Escribas y Fariseos, ¡hipócritas! porque rodeáis el mar y la tierra por hacer un prosélito (trabajaban apasionadamente para atraer a la gente a sí mismos, en vez de atraerlos para el Señor), y cuando fuere hecho, le hacéis hijo del Infierno dos veces más que vosotros (las personas religiosas son las más difíciles de todas para traerlas al Señor).
16 Ay de vosotros, ¡guías ciegos! (estos líderes religiosos eran espiritualmente ciegos, sin embargo, ellos servían de guías espirituales a la gente, que garantizó la destrucción espiritual de la gente; ¿es esto tan diferente en la actualidad?) que decís, Cualquiera que jurare por el Templo, es nada (un juramento que no tiene que ser guardado); mas cualquiera que jurare por el oro del Templo, ¡deudor es! (Si alguien hace tal, él está obligado a cumplir con su juramento.)
17 ¡Insensatos y ciegos! (declara a Cristo que agrega a los epítetos de los hipócritas y de los ciegos, la palabra “¡insensatos!”) porque ¿cuál es mayor, el oro, o el Templo que santifica al oro? (La respuesta de Cristo no fue destinada a poner un sello de aprobación en juramentos que declaraban, sino al contrario, la insensatez de tal posición. El “oro” no santificó el “Templo” ¡sino todo lo contrario!)
18 Y, Cualquiera que jurare por el Altar, es nada (un juramento que no necesita ser guardado); mas cualquiera que jurare por la ofrenda que está sobre él, deudor es (si alguien presta juramento por el Sacrificio en el Altar, él está obligado a guardar tal juramento, o eso es lo que decían).
19 ¡Necios y ciegos! porque ¿cuál es mayor, la ofrenda (Sacrificio), o el Altar que santifica a la ofrenda? (Los líderes religiosos de Israel tenían un concepto equivocado de la totalidad del Plan de Dios.)
20 Pues el que jurare por el Altar, jura por él, y por todo lo que está sobre él (todos eran igualmente importantes).
21 Y el que jurare por el Templo, jura por él, y por Aquél Quien habita en él (su pecado era el pecado de hacer a Dios parte de su mal; es igual actualmente con muchos predicadores modernos).
22 Y el que jura por el Cielo, jura por el Trono de Dios, y por Aquél Quien está sentado  sobre él (aquí Cristo dice que jurar por el “Cielo” incluye a Dios y Su Trono ya sea si se da cuenta o no).
23 Ay de vosotros, Escribas y Fariseos, ¡hipócritas! porque diezmáis la menta y el eneldo y el comino (pequeñas plantas utilizadas para condimentar), y dejasteis lo que es lo más grave de la Ley, es a saber, el Juicio, y la Misericordia, y la Fe (eran meticulosos acerca de estas cosas insignificantes, pero daban poca o ninguna atención en absoluto, a aquellas cosas que sí tenían importancia): esto era necesario hacer (pertenece al Juicio, la Misericordia y la Fe Bíblica), y sin omitir el otro (asegúrense, también, que ustedes paguen el diezmo en todo lo que ustedes poseen; toda la Palabra de Dios debe obedecerse, no sólo una parte).
24 ¡Guías ciegos! que coláis el mosquito, más tragáis el camello (es la auto-justicia tomada a un ultra-extremo).
25 Ay de vosotros, Escribas y Fariseos, ¡hipócritas! porque limpiáis lo que está de fuera del vaso y del plato (demostración ostentosa); mas de dentro están llenos de robo y de desenfreno (el corazón).
26 ¡Fariseo ciego! limpia primero lo de dentro del vaso y del plato (el corazón), para que también lo de fuera se haga limpio (tiene que ver con la pureza moral que viene de adentro, y si tal es el caso, el exterior estará limpio también).
27 Ay de vosotros, Escribas y Fariseos, ¡hipócritas! porque sois semejantes a sepulcros blanqueados, que de fuera, a la verdad, se muestran hermosos (una vez al año, los Judíos pintaban de blanco las tumbas para hacerlas visibles para que los hombres no contrajeran la suciedad ceremonial al tocar o caminar sobre ellos [Núm. 19:16]), mas de dentro están llenos de huesos de muertos, y de toda suciedad (esto simbolizó a los Fariseos).
28 Así también vosotros de fuera, a la verdad, os mostráis justos a los hombres, mas de dentro llenos estáis de hipocresía e iniquidad.
29 Ay de vosotros, Escribas y Fariseos, ¡hipócritas! (¡indica el octavo y último “Ay”!) porque edificáis los sepulcros de los Profetas, y adornáis los monumentos de los justos (se refiere a los honores pagados a los Santos fallecidos, mientras que al mismo tiempo, planeaban asesinar a Santos vivos, ¡aun a Cristo!),
30 Y decís, Si fuéramos en los días de nuestros padres, no hubiéramos sido sus compañeros en la sangre de los Profetas (todo el tiempo estaban planeando el asesinato de Cristo).
31 Así que, testimonio dais a vosotros mismos (sean honestos consigo mismos), que sois hijos de aquéllos que mataron a los Profetas (ustedes tienen los mismos corazones asesinos como aquéllos que ustedes condenan).
32 Vosotros también henchid la medida de vuestros padres (su maldad estaba por traer el juicio, ¡que así fue!).
33 ¡Serpientes, generación de víboras! (Él los compara a esa serpiente antigua, su padre, el Diablo [Jn. 8:44; Apoc. 12:9; 20:2].) ¿Cómo evitaréis el Juicio del Infierno? (El destino eterno de estos líderes religiosos sería el Infierno. ¡Qué denuncia!)
34 Por tanto, he aquí, yo envío a vosotros Profetas, y sabios, y Escribas (corresponde a los de la Iglesia Primitiva): y de ellos, a unos mataréis y crucificaréis, y a otros de ellos azotaréis en vuestras Sinagogas, y perseguiréis de ciudad en ciudad (el libro de los Hechos registra todo esto, exactamente según lo dicho por Cristo):
35 Para que venga sobre vosotros toda la sangre justa que se ha derramado sobre la Tierra (corresponde a la copa de la iniquidad que estaba llena; el Juicio estaba por llegar, ¡que así aconteció!), desde la sangre de Abel (Gén., cap. 4) el justo, hasta la sangre de Zacarías, hijo de Berequías, al cual matasteis entre el Templo y el Altar (muy probable, Zacarías el Profeta [Zac. 1:1]).
36 De cierto os digo, Que todo esto vendrá sobre esta generación (¡y sucedió! casi treinta y siete años más tarde, en el año 70 d.C., Jerusalén fue destruida totalmente por Tito, el General Romano).

CRISTO LLORA SOBRE
JERUSALÉN

37 Oh Jerusalén, Jerusalén (presenta a Jesús que está junto al Templo cuando Él dio esta explicación triste), que matas a los Profetas, y apedreas a los que son enviados a ti (demuestra la animosidad terrible dirigida hacia estos Mensajeros de Dios), ¡­cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus pollitos debajo de las alas, y no quisiste! (Indica cada esfuerzo hecho por el Señor, y hecho “muy a menudo,” para hacer entrar en razón a Israel.)
38 He aquí, vuestra casa (el Templo o Jerusalén, ya no es más la habitación de Dios) os es dejada desierta (sin Dios, lo que quiere decir es que ellos estaban a la merced de Satanás).
39 Porque os digo, Que desde ahora no Me veréis, hasta que digáis, Bendito El Que viene en el Nombre del Señor (la Segunda Venida). 

Primera Corintios Capítulo 13: 
Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.

Hebreos 10:35-12:4  
Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida. Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta  en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté,  David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre. 
 
Romanos 8: 
Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los   muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.

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